Desde que terminó el estado de alarma, todos estamos deseosos de que la normalidad vuelva, y es cierto que esta nueva normalidad, en gran parte, nos tiene anclados a la incertidumbre. Ya en pleno verano, pensamos en los planes que tuvimos que cancelar, o los que posiblemente querríamos realizar en estas fechas, lo que podemos hacer todos los años pero este, no. Festivales, conciertos, teatro, escapadas rápidas y con poca planificación… Por si fuera poco, vivimos a expensas de que el virus no vuelva a aumentar en la zona de, por ejemplo, nuestro pueblo, la casa de nuestros familiares que viven en otra provincia… Dudamos sobre si deberíamos hacer este plan o no será lo suficientemente seguro. Vivimos sin posibilidades de realizar planes futuros, y esto puede hacernos sentir tristes, o incluso desconectados. La COVID-19 nos está exponiendo día a día a la incertidumbre, y en nuestra naturaleza no está el convivir con la incapacidad de prever qué ocurrirá mañana. Somos mucho más eficaces construyendo planes que organicen nuestro futuro.
Francesco Ciccolella. Extraída de newscientist.com
Las emociones que nos produce la incertidumbre
Como decíamos, el ser humano no lidia demasiado bien con la falta de certezas. El miedo a lo desconocido es uno de nuestros miedos más fundamentales. De hecho, la posibilidad de planificar, en un sentido evolutivo, ha sido uno de los grandes puntos fuertes del ser humano como especie. El no poder planificar hacia el futuro causa por lo tanto, mucho miedo.
Mientras sintamos ese miedo hacia el futuro, la imposibilidad de programar nuestros objetivos de los próximos meses, se podrán generar mayores cantidades de ansiedad en nosotros. Además, una ansiedad prolongada en el tiempo, en muchas ocasiones puede desencadenar en sensaciones de depresión, que se caracteriza por la pérdida de interés en las cosas, desesperanza y sensaciones de culpa e inutilidad.
Además, a estas sensaciones desagradables se puede unir la falta de situaciones que podrían ser reconfortantes, especialmente las importantes, y que generalmente nos alejan del miedo y la tristeza o desesperanza, como las celebraciones de bodas, cumpleaños, fiestas, graduaciones,… que este año han desaparecido y probablemente continúen sin existir.
¿Cómo manejo la incertidumbre?
Aunque la incertidumbre no ha de ser siempre algo malo, cuando nos toca afrontarla tal y como hemos comentado, ante una pandemia mundial con graves consecuencias para todos nosotros, es bueno buscar las estrategias que más nos funcionen.
Replantea
Es una herramienta psicológica que nos sirve para cambiar el enfoque de un problema y poder verlo desde diferentes ángulos. En un momento como el que estamos viviendo es sencillo centrarnos en los aspectos negativos de la situación, pero de cuando en cuando puede ser útil replantearnos la situación y encontrar que quizá estemos logrando conectar más con las personas que más queremos, así como recolocar nuestros valores, ya que estamos en contacto con sensaciones fundamentales como el miedo a la muerte (o muerte de personas cercanas).
Acepta
La terapia de aceptación y compromiso, una tipo de enfoque dentro de las terapias cognitivo conductuales, nos sugiere que en muchos ámbitos de la vida logremos aceptar las situaciones. Esto no implica resignarse, sino prestar atención al momento presente, aunque las sensaciones que experimentemos sean desagradables, sin juzgarlas. Aplicando esto a la pandemia de COVID-19, implicaría que, mientras seguimos las pautas para luchar contra el Coronavirus, también podemos permitir que nuestra mente viva agobiada mientras no podemos cambiar todas las cosas que no podemos cambiar.
Cambia lo básico
Quizá en la situación en la que nos encontramos no puede cambiar. La incertidumbre se va a mantener, pero entonces, ¿por qué no cambiamos lo que podamos de nuestro organismo para favorecer el afrontamiento contra la incertidumbre? Entre las herramientas sencillas (además de psicoterapia, o fármacos) que pueden servir para reducir el estrés hay varias. El ejercicio físico ha sido comprobado como atenuante de los síntomas de ansiedad en múltiples estudios científicos. La exposición a la naturaleza, también se ha demostrado como un mecanismo que mejora nuestra salud mental y mejora la función cerebral. Dormir se relaciona con una mejor salud mental, y durante los periodos de confinamiento estricto, ante una ruptura de rutinas, así como disminución de ejercicio o el teletrabajo pueden dar lugar a una peor calidad de sueño. Por último, la meditación como práctica puede ayudar a reducir los niveles de estrés generales y se asocia con mejoras en varios indicadores de ansiedad.
Así, si logramos en estos tiempos de incertidumbre, mantener la realización de ejercicio físico, contactar con la naturaleza, dormir lo mejor posible y meditar algo, posiblemente nos estemos armando contra las reacciones normales de ansiedad que se producen en el contexto en el que inevitablemente nos encontramos.
Re-enfoca
Replantearnos la situación en ocasiones se puede hacer un mecanismo algo escaso, pues a fin de cuentas, todos conocemos las cosas buenas y malas de la situación, y forzarnos a pensar también en las buenas puede resultar insuficiente. Si habitualmente has sido una persona centrada en proyectos de futuro, mejoras a medio plazo, o cambios relativamente frecuentes, puede que la falta de éstos esté minando totalmente tu motivación y tu capacidad de ponerte en marcha. Enfocar objetivos diferentes puede ser complicado pero no imposible. Lo importante es centrarte en proyectos a corto plazo, objetivos más pequeños y realizables en tu propia casa. Incluso así, es posible que se terminen por ver truncados y quizá debamos aprender a convivir también con esa frustración de planes que no se logran.
En estos momentos, sólo podemos asumir que un gran número de cosas están fuera de nuestro control, y convivir con ello hace que nos agotemos en muchos ámbitos. Siendo poco lo que podemos cambiar, aún así, tenemos control sobre algunas, pocas, cosas. Quizá, lo único que podamos hacer es elegir cómo reaccionar a las cosas que nos ocurren y salir de ellas lo menos heridos que podamos.
Podría decirse que
esta pandemia no sólo ha tenido un enorme impacto desde el punto de vista
médico y epidemiológico, sino también ha sido fundamental el afrontamiento
psicológico que se ha hecho de ella así como la influencia que ha tenido en
nuestros comportamientos psicosociales tanto individuales como a nivel
sociedad. Entonces… ¿qué tiene que
decirnos la Psicología Social al respecto?
Extraído de Getty Images
Uno de los ámbitos
psicosociales donde creemos que el Covid-19 ha tenido bastante impacto ha sido
en las tendencias de comportamiento de
los individuos y la influencia de la presión de grupo: no son pocos los que
relatan el haberse sentido observados y/o juzgados por no llevar mascarilla en
entornos donde el grueso de la población suele usarla, por ejemplo. En esos
momentos, ¿el individuo tiende a adecuarse al conjunto y adoptar los mismas
conductas o prioriza lo que cree oportuno?
Los encuestados
relatan que por eso, y no por otros motivos (como las normas sanitarias)
finalmente cedieron a ponérsela ellos también…
En esos casos no es
que el individuo sea poco coherente con sus principios y se deje llevar por los
demás, sino que se trata de un patrón de
conducta universal en el que existen una serie de factores contextuales que
hacen que nos veamos arrastrados a ello. La incertidumbre (social), por
ejemplo, sería uno de ellos: cuando la situación resulta ambigua, compleja,
novedosa o sin normas claras de actuación, el individuo siente una tendencia
desmedida por aceptar el comportamiento mayoritario puesto que su juicio personal
se considera como poco competente o incluso incompetente al respecto.
Otras situaciones
que han servido de ejemplo son las aglomeraciones vividas en los supermercados
durante los primeros días de estado de alarma: ante el desconocimiento de qué estaba pasando y la incertidumbre de
cuándo volveríamos a la normalidad, o si el abastecimiento de alimentos estaría
asegurado a largo plazo, un determinado número de personas decidieron ir a
por víveres. Como era uno de los sitios a los que excepcionalmente se podía
acudir aún por entonces, allí que fueron las cámaras a grabar, y la
aglomeración de personas llevó a que muchas otras interpretaran como de extrema
urgencia el aprovisionarse. Se provocó
el «efecto llamada»,
derivando en imágenes como las que se observaron los primeros días de larguísimas colas y estantes vacíos en los
supermercados.
Lo mismo podría
decirse de nuevos aprendizajes con respecto a lo que sería nuestro día a día:
meter la ropa de la calle en bolsas y dejarlas en cuarentena, limpiar la suela
de nuestros zapatos al llegar a casa, etc… La transmisión a gran escala de la
información a través de los medios de comunicación ha hecho que se adopten esta
serie de conductas en nuestras vidas; sin embargo, ¿está probado científicamente que esas medidas funcionan o las
adoptamos por el mero hecho de sentirnos sin conocimientos ajustados al
respecto, y por tanto, poco competentes?.
Teorías sobre el conformismo social
Ya en 1952, el pionero en psicología social Solomon Asch,
demostró mediante una serie de experimentos sociales que ante situaciones ambiguas el ser humano tiende a observar su alrededor
y utilizar esa información contextual para llevar a cabo una toma de decisiones.
El resultado fruto de ello sería una tendencia
hacia el conformismo social, aunque eso dé lugar a pensamientos irracionales o
decisiones erróneas, hasta en un 30% de los casos.
Incluso, en
estudios sociológicos se encontró que en
este tipo de situaciones tendemos a ser más conservadores, no sólo con respecto
a la decisión tomada, sino también en referencia a las evaluaciones que hacemos
sobre los demás y con qué tipo de perfiles interpersonales nos sentimos más
identificados.
Aquellos
participantes más preocupados por la enfermedad prefirieron o dijeron que les
gustaban más las personas más «tradicionales», y tenían menos
probabilidad de sentir afinidad con las personas «creativas» o
«artísticas». Ante el riesgo
de contagio cualquier signo de pensamiento libre, incluso de invención e
innovación se valora menos, aparentemente
por la capacidad que tendrían estos individuos de actuar con menos probabilidad
conforme a las normas establecidas.
Sistema inmunológico conductual»
Mark Schaller acuñó
este término (behavioural immune system), para denominar al conjunto de respuestas psicológicas
inconscientes que actúan como una primera línea de defensa con el objetivo de
reducir nuestro contacto con posibles patógenos. Es decir, este sistema
inmune, en lugar de estar compuesto de anticuerpos, se compone de toda una
serie de conductas que nos harán estar menos expuestos a posibles fuentes de
enfermedad. ¿Alguna vez empezaste a encontrarte mal justo después de haber
ingerido algún alimento, que en principio estaba en buen estado, y rápidamente
se condicionó la aversión a ese alimento?
Ese aprendizaje, que aparece de manera inconsciente, podría considerarse un buen ejemplo del sistema inmune conductual.
El contacto y preferencias interpersonales que solemos
mostrar en estas situaciones, y que expusimos en el apartado de conformismo
social serían otro claro ejemplo no consciente de la presencia de este sistema
inmune conductual.
Según el escritor
científico especializado en el funcionamiento del cerebro, David Robson, «el miedo al contagio hace que
nuestros juicios morales se vuelvan más estrictos y las actitudes sexuales más
conservadoras».
Sin embargo, ante
los pronósticos de un posible rebrote que nos hiciera retroceder en las fases
de la nueva normalidad: ¿el ser humano
tiene verdaderamente actitudes más precavidas o tiende al refuerzo
cortoplacista de aprovechar el momento presente lo máximo posible aún a
expensas de que eso revierta negativamente a medio-largo plazo en un rebrote
más temprano y, por tanto, en un nuevo confinamiento?.
Que el «sistema inmunológico conductual» se
ponga en marcha o no dependerá principalmente de cuán vulnerable se perciba una
persona al contagio. De ahí que jóvenes (grupo de edad
en principio poco afectado por el Covid-19, tanto en prevalencia como en
gravedad de la enfermedad), así como aquellas personas que hayan manifestado
síntomas (a pesar de no haber generado anticuerpos), puedan llegar a tener
conductas más de riesgo, ya que interpretan
que no son una población de riesgo. Al no sentirse tan vulnerables a la
enfermedad su sistema inmune conductual actuará más sosegadamente.
Maneras de comportarse en grupo e tendencias en las interacciones
interpersonales
Una vez comienza el
desconfinamiento, y sabiendo que hay unas normas establecidas por las
autoridades para favorecer la seguridad y salud de la población, tendemos a
adoptar unos valores al respecto ¿Solemos
mantenernos en nuestra postura o posición cuando interactuamos con otros
individuos, o tendemos a ceder con respecto a lo que en un primer momento
pensábamos que eran unas líneas rojas que nunca cruzaríamos?
Ponte en situación;
llegamos a una quedada de amigos, nos encontramos por casualidad, acudimos a un
entorno donde habitualmente no solemos interaccionar con otros y surge el
dilema: existen unas medidas de
distanciamiento social, estamos férreamente convencidos de que vamos a
cumplirlas porque gracias a ellas vamos a evitar una tasa elevada de contagio
(incluso evitar contagiarnos nosotros mismos), pero llega el momento del
saludo… y ¿nos abrazamos como solíamos? ¿»codazo» es lo más adecuado?
¿Un simple hola con el metro y medio de seguridad?
Sobre ello versarán
distintos factores influyentes, uno de
ellos (si no el de más peso) será de nuevo la presión grupal: si no tenemos
una idea conformada previamente tendremos tendencia a manifestar la forma de
saludo que vemos en el prójimo.
Sin embargo, cuando tenemos una fuerte moral heterónoma
(regida por normas impuestas desde fuera) y
evaluamos como muy probable la posibilidad de que haya consecuencias punitivas
al respecto (seamos multados, por ejemplo) será más probable que sólo las respetemos cuando la autoridad esté
cerca; otras personas, un coche de policía, o incluso aquellos a los que
vamos a saludar podrían funcionar ahí como figuras de autoridad.
Por otro lado, cuando nos regimos por una moral autónoma,
es decir, conocemos que existen unas determinadas normas de seguridad, pero
sabemos en qué se basan, para qué sirven y hemos construido unas opiniones
individuales al respecto será más probable que las respetemos aún a pesar de
que no haya nadie presente que pudiera evaluarnos. En esos casos,
tenderíamos a respetar el distancianciamiento social, el uso de mascarillas,
etc no por miedo a contagiarnos, ni a ser castigados por la autoridad, sino
como convicción propia, civismo y
protección a los demás (y a uno mismo).
Por último, aquellas personas que han conseguido
conformarse unas ideas particulaes acerca de la situación actual, y tienen más
herramientas para poner límites de manera asertiva y sin sentirse mal por ello,
tendrán menos tendencia a ceder y adecuarse a lo que el otro está haciendo,
en contraposición a aquellos que no disponen de estos recursos y dependan más
de la evaluación social externa.
Tendencias de consumo y reevaluación de metas vitales: ¿Vivir en el
centro de macrociudades o priorizar espacios de calidad (balcones, terrazas,
vivir cerca de y en contacto con la naturaleza)?
El planeta llevaba
tiempo mandándonos mensajes de alarma sobre nuestras tendencias de consumo y
comportamientos egoístas con la naturaleza, y cómo éstos no iban a hacer la
situación sostenible durante mucho más tiempo. Con respecto a cómo ésta
pandemia ha podido influir en estilos de vida se ha observado, sobre todo en
las grandes ciudades, una tendencia “migratoria” de las grandes urbes a otras
más pequeñas o incluso a pueblos: la instauración del teletrabajo, el
incremento acelerado de los alquileres, y en el ámbito cognitivo, las expectativas de un posible rebrote que
nos hiciera confinarnos de nuevo, han detonado que no hayan sido pocos los que
han tomado decisiones con respecto a sus hábitos de consumo y estilos de vida;
salir de las grandes ciudades, priorizar casas más amplias aunque no tan
céntricas o tener como requisito luminosidad, balcón o terraza han sido algunos
de los ejemplos de ello.
Los aplausos de las 8
Lo que en principio
se originó como muestra de apoyo a los sanitarios terminó instaurándose como rutina social. ¿Y por qué? En situaciones en las que el ser humano lo
está pasando mal tiende a sentirse mejor y más comprendido no por sus seres
queridos, sino por aquellos individuos que están pasando por lo mismo. De
ventana a ventana, sentíamos que nuestro vecino del 1º, y el de arriba, y el
del bloque de al lado estaban en nuestra misma situación: confinados en casa.
Desde ahí empieza a construirse un
sentimiento de identidad grupal, y con ello la sensación de que todos
remamos en la misma dirección para salir de esta juntos.
Para más inri, esos
aplausos (o la falta de ellos, si se pisteaba que algún vecino era de los que
no salía a aplaudir) generaban una sensación de pertenencia a un grupo, el endogrupo, y se sacaban conclusiones
estereotipadas acerca de los valores y características de esos otros a los
que no se les veía en los balcones aplaudiendo. «¿Tú que eres de los que
aplaude o de los que no?», seguro que es una pregunta que has escuchado
mucho durante el confinamiento, y ya sólo con eso las personas se han sentido
parte de un grupo social, «los aplaudidores», frente al exogrupo.
Seguro que fruto de
esos momentos compartidos en comunidad han surgido nuevas relaciones vecinales
gratificantes, pero si a esas mismas personas les preguntarámos evaluarían con
una valencia diferente a los «no aplaudidores», pese a no conocerlos;
ahí están entrando en juego los estereotipos
que nos conformamos sobre el exogrupo, como forma de ahorro cognitivo en el
caso de no conocer una parcela de la sociedad.
El policía de balcón y los odiadores de niños: pensábamos que este
confinamiento iba a sacar lo mejor de nosotros ¡pero no!.
También se han despertado
sentimientos negativos, egoístas, individualistas. Y esto, ¿a qué se debe?
Primero de todo, aclarar que dependerá de multitud de factores, entre ellos
cuáles sean los valores interiorizados a lo largo de nuestra vida así como los
rasgos que conforman nuestra personalidad, y cómo ambos interactúan conformando
los esquemas nucleares a través de los cuáles interpretamos la información que
recibimos.
No obstante, cuando el ser humano se encuentra bajo
presión, en situaciones excepcionales, que nunca ha vivido antes, y en las
cuáles algunas de nuestras libertades se ven coartadas (en este caso la libre
disposición de nuestro tiempo y salir de casa), tiende a reivindicarse con la intención de salir de ese estado opresor
que le genera malestar. Como en este caso había (y hay) leyes y normas de
seguridad ciudadana de por medio, se genera una potente disonancia entre lo que
querrían y no pueden, pero otros sí que están haciendo (de momento). El sujeto
ahí se compara con aquellos que observa (desde su ventana), consideran que su comportamiento no es
adecuado, porque ellos mismos no pueden hacerlo, colocándose en una posición de
desventaja, y como resultado final intentan que haya unas medidas igualitarias
y todos las cumplan. En resumen, adoptan posturas totalitarias caracterizadas por una escasa empatía, ya que
si analizaran las situaciones bajo el prisma de ésta podrían llegar a percibir
que, cuánto menos, esos sujetos se merecen el beneficio de la duda de si se
están saltando las normas o no, y en segundo lugar, en estos casos es necesario actuar bajo la equidad, no la igualdad, ya
que algunos grupos poblacionales necesitarán regirse bajo normas adaptadas y
excepciones debido a su idiosincrasia vital (véase personas que iban por la
calle porque se dirigían a su puesto de trabajo que no puede ser telemático,
personas con necesidades especiales, prescripciones médicas, …).
En resumen: ¿Vamos a terminar siendo más
individualistas? ¿Menos sociables o socializadores? Al respecto tenemos un
amplio abanico de datos procedentes del ámbito de la Psicología Social tanto a
favor como en contra. Qué tendencia sea la predominante dependerá de las
características idiosincráticas de cada individuo, de las atribuciones que
haga en cada momento sobre las consecuencias que tendría la enfermedad para él
mismo y su entorno así como del contexto donde se den esos juicios de valor, siempre teniendo en cuenta que el individuo
funciona cualitativamente diferente de manera individual que bajo el prisma
grupal o en sociedad.
Algo sí podemos sacar en claro: la mayor parte
de la población ha descubierto que nuestros hogares pueden convertirse en
trinchera y somos capaces de gestionar nuestro tiempo libre con nosotros
mismos, a pesar de que somos animales sociales y necesitamos de los demás.
También que, a pesar de que somos animales sociales, la frase popularizada por
Hobbes, «el hombre es un lobo para
el hombre» es todo un hecho en estas situaciones donde una amenaza tal
(como puede ser una pandemia mundial) nos hace sentirnos vulnerables y luchar
por la supervivencia individual.
Esas tendencias
opuestas habrán de conocerse para ir modulando nuestros comportamientos sin
llegar a extremos que puedan generar malestar en los demás y en nosotros
mismos.
El confinamiento es, ha sido y será una de las experiencias más devastadoras, significativas e importantes que hemos vivido en mucho tiempo, algunos en su vida entera. Estar confinados en nuestras casas, con la obligación de conciliar en un espacio en muchos casos muchos aspectos de nuestra vida (laboral, personal y relacional) y tan abruptamente, ha supuesto un cambio radical de nuestras costumbres y nuestra manera de vivir.La pareja, sin duda, está siendo una de las grandes afectadas en todo esto, pues es la estructura (cuando vivimos en una) que sujeta nuestra rutina y la que nos posibilita, con su organización, reglas y funcionamiento, el equilibrio en la mayoría de aspectos de nuestra vida.
Extraída de www.nacion.com
Todo ello por lo urgente,
abrupto y precipitado de la situación de confinamiento, donde apenas se nos ha
dejado un tiempo de reacción y planificación en los cambios que eran necesarios
en nuestras vidas, y por la incertidumbre y escasa preparación para afrontar a
una situación de tamaña magnitud. Muchas veces, las decisiones
de nuestra rutina se han hecho sobre la marcha, y si ya había problemas previos,
la situación de pandemia y consecuente confinamiento solamente acentúa y en
muchos casos cronifica los problemas ya existentes.
Sin embargo, está crisis
y convivencia forzada no ha afectado a todas las parejas por igual.
Efectivamente, las más vulnerables a sufrir un periodo de tensión añadido
son básicamente tres: a) las que ya arrastraban problemas previos al
confinamiento (ansiedad, depresión, problemas de pareja, maltrato, infidelidad o desigual reparto de las tareas y
funciones de la casa), b) las parejas que pasaban menos tiempo de
convivencia juntos (y con menos costumbre a convivir, por horarios
laborales, responsabilidades o que la dinámica de la relación se había caracterizado
por multitud de actividades separadas) c) o en las que se este periodo se
hayan registrado muchas situaciones dolorosas (muertes de personas
cercanas, perdida de trabajo y de ingresos económicos, o enfermedad misma de
uno de los dos miembros). En estas situaciones, el confinamiento se ha
convertido en un caldo de cultivo por la alta probabilidad de aparición de malentendidos,
roces y discusiones por las horas que pasamos juntos. Invertir tiempo en la
pareja, tanto para pasar tiempo con ella como para re-aprender a solucionar
conflictos, puede ser muy buena idea, pero no todos estamos predispuestos a
dejar un hueco a hábitos y acciones que implican un posible coste a priori, y
más cuando estamos pasando algo tan difícil como la cuarentena en sí. Aquí,
la fiesta está servida.
Por otro, se ha registrado un aumento importante en el uso de las redes sociales y aplicaciones que facilitan la posibilidad de realizar una infidelidad (virtual, en este caso). En estos momentos, las infidelidades emocionales son más probables (en las que nos apoyamos y realizamos comportamientos de implicación emocional con otra persona). Los expertos a este respecto son claros, ante la disminución de acceso a nuestros amigos y familiares y la reducción drástica de actividades fuera de casa, para muchas personas fijarse en alguien externo supone un alivio y un escape a la situación de tensión que estamos viviendo, y ante la imposibilidad de conseguirlo de nuestra pareja, relaciones cercanas o actividades alternativas, se centran en estos contextos, con el previsible reforzamiento que se experimenta en las primeras fases de flirteo y seducción.
A pesar del escenario dibujado
en estos tiempos de desescalada, donde la convivencia (tensa) obligada también será
parte de nuestra rutina diaria, podemos tener en cuenta algunos aspectos que
pueden ayudar a afrontar los conflictos, si la opción de la separación
todavía no se considera la opción definitiva.
Tiempo de largas conversaciones. En toda crisis y confrontación, no nos queda otra que acercarnos al otro y hablar. Después de esa primera confrontación. Con la idea de que serán necesarias varias conversaciones. Intentando mantener una atmósfera de cordialidad, en un espacio de tranquilidad y que nos fuerce a ver y escuchar al otro, sin distracciones y con tiempo suficiente para tratar los temas calientes y de conflicto. Por supuesto, evitando los móviles y redes sociales a mano, para asegurarnos la recepción adecuada del mensaje y en la interpretación correcta de las intenciones del otro.
Respeto de espacios. Es importante la creación de espacios donde cada uno pueda hacer sus actividades, como relajarse o hacer actividades solo. El confinamiento nos ha obligado a “reconquistar” nuestra propia casa, y establecer los sitios y los periodos de cuando vamos a hacer uso de ellos es uno de los grandes retos del confinamiento.
Equilibrio de espacio para uno mismo versus con el otro. No sólo de solucionar los problemas vive una pareja, y en efecto, cultivar e invertir en tiempo de distracción, esparcimiento y calma puede ser un buen inicio para acostumbrarse, también, a firmar tiempos de tregua y disfrutar de la tranquilidad. Como el otro es en realidad nuestro compañero de cuarentena, incluirle en las actividades que hacemos, aunque sea una sola, puede ayudarnos a tolerarnos y no ver ese tiempo compartido como un castigo, sino como un acompañamiento gratificante e inesperado.
Aceptar la situación de confinamiento y ajustar las expectativas que podemos pedir a la pareja. Ambos miembros han estado sujetos a una situación inusual, extraordinaria y con grandes limitaciones (aún) a la vida que teníamos antes, como para que sólo consideremos al otro como un enemigo. Apelar a la empatía y al hecho de que vivís la misma situación y estáis en el mismo barco, puede ayudarnos a notar al otro como un apoyo.
Haciendo énfasis más en la forma de discutir que en la la frecuencia de las discusiones. En toda pareja de larga duración, las discusiones son algo inevitables, por lo que cuidar ese “cómo” ayuda a aliviar la tensión. Haciendo referencia siempre a la conducta y a nuestros sentimientos, utilizando un lenguaje conciliador y poco violento, con cesiones de turno y siendo conscientes de que en una discusión es tan importante hablar como escuchar. Es la única manera de entender y no malinterpretar. Y parar siempre cuando empecemos a notar en la pareja un comportamiento de “escalada” y de reproche. Siempre se puede retomar en otro momento.
Apelando a que el confinamiento puede ser una oportunidad para reencontrarnos, haciendo énfasis no sólo al compromiso, sino a lo que echamos de menos del otro o lo que querríamos experimentar. Y que nos toca compartir porque todavía nos queda tiempo de convivencia.
Valorar esta situación como una oportunidad para el reencuentro. Toda crisis es en realidad la repetición de una dinámica relacional e interpersonal que ha dejado de funcionar, y que esto puede ser una oportunidad para mejorar nuestra comunicación, nuestro tiempo conjunto, donde ser fiel es una elección diaria hacia la pareja, y que nos va a permitir conocernos y unirnos más, puede ayudar a ver los conflictos como pasos necesarios a una mejora en la relación.
Acordar decisiones, reglas y tiempos conjuntamente. Si al final se opta por la separación / divorcio, lo mejor es acordar juntos los tiempos concretos para las acciones y las decisiones que han de seguirse. Tanto las relacionadas de la pareja (si dejamos de dormir juntos, cuando empezamos a hablar con representantes legales, cuando se lo decimos a nuestros contactos), aplazando las que no se pueden hacer ahora mismo por cuestiones operativas, y acordando un tiempo de “tregua”, donde se decidan qué discusiones merecen la pena y cuáles son irresolubles y es mejor no tocar, porque la discusión no añadiría nada bueno (ni nuevo) a la situación. Con el objetivo de garantizar una convivencia civilizada y sin agresión si no hay opción de vivir por separado.
De cualquier forma, lo que se demuestra, como casi todos los eventos que hemos tenido que vivir en estos tres meses de confinamiento, es el enorme reto y la adaptación de todos nosotros a intentar sobrevivir, sobrellevar y gestionar nuestra vida en el confinamiento, y es una oportunidad importante tanto para mejorar y afrontar nuestros problemas como pareja, como aceptar la ruptura cuando ésta es el siguiente paso.
Escrito por David
Blanco Castañeda
Fuentes: Hufftington
Post, Heraldo.es, El Confidencial, Psychology Today, Psych Central, El País, El
Mundo.
Los confinamientos necesarios en caso de enfermedades infecciosas como la actual COVID-19, tienen consecuencias sobre la salud, no solo física, sino también a nivel psicólogo.
Las diferentes respuestas psicológicas, y los apoyos recibidos pueden dar lugar a una afectación sobre el bienestar psicológico muy importante tanto a nivel individual como en la comunidad que ha de mantenerse recluida.
Los primeros estudios publicados sobre la población en España, indican que la población muestra niveles elevados de sintomatología ansiosa (32,4%), depresiva (44,1%) o de estrés (37%).
Extraída de eldiario.es
El tipo de persona que tiene más peligro de sufrir un gran estrés psicológico tras el confinamiento, tiene un perfil curiosamente opuesto al que sufre la enfermedad. Las mujeres jóvenes son las que más posibilidad tienen de presentar sintomatología de ansiedad, depresión y estrés. Por otra parte, es importante considerar otros factores que ponen a la persona que se encuentra confinada en riesgo de sufrimiento psicológico. Personas que han tenido algún síntoma del COVID-19, que tenían problemas psicológicos previos, que tomen medicación y que en el plano social, sus relaciones hayan empeorado, ya sea en casa o con otras personas.
Ya que sabemos que esto ocurre, lo ideal sería plantear mecanismos de afrontamiento que se conoce que pueden hacer que se reduzca el bienestar psicológico, especialmente, observando qué le ha servido a las personas que han tenido que ser confinadas anteriormente.
En este sentido, se publica una revisión de los artículos científicos para resumir las estrategias que dan lugar a menos síntomas de malestar psicológico. Sobre lo que ocurre después del confinamiento, no podemos decir claramente su sea aplicable a este, ya que la situación actual es totalmente novedosa, pero sí podemos decir que en otras situaciones parecidas, al cabo de dos meses los pensamientos negativos, de tristeza y la preocupación sobre el virus se reducen significativamente, especialmente según son personas de más edad.
Centrándonos en lo que sirve para que el malestar en estas situaciones no sea elevado a lo largo del tiempo, tras el periodo de confinamiento, podemos especificar cuatro estrategias de afrontamiento útiles observadas en los diferentes estudios: la resolución de problemas, la búsqueda de apoyo social, la negación, evitación o distracción y las evaluaciones positivas.
Resolución de problemas
Una forma de afrontar la crisis que supone la restricción de la libertad debido a una enfermedad infecciosa es el realizar acciones dirigidas a la propia salud. Este tipo de estrategias son fundamentales, pero han de realizarse de forma ajustada, no excesiva. Tienen que ver con las medidas de seguridad como limpieza, auto-aislamiento, o incluso el mantenerse informado sobre la crisis del COVID-19. Además, el cuidado de otros, también se incluiría en las estrategias de resolución de problemas.
Apoyo social
En este sentido, podríamos referirnos a recibir apoyo social de una forma extensa. Puede ser a través de grupos de apoyo mutuo, de pacientes o supervivientes, la percepción de apoyo por parte de los profesionales de la salud, incluso refugiarse en una comunidad religiosa.
Negación o distracción
En un caso como el de salir de un periodo de confinamiento, que tiende a ser especialmente incontrolable, son muchas las personas que llevan a cabo acciones para distraerse de la situación, ya sean acciones externas como evitación mental. Desde rechazar un diagnóstico de la enfermedad, sentirse embotado, negar la magnitud de la vivencia y, en muchas ocasiones, acciones medianamente compulsivas sobre temas ajenos a la enfermedad. Buscar trabajo, emprender acciones para cambiar de casa o preocuparse mucho por temas menores en el trabajo.
Apreciaciones en positivo
Tras un periodo que puede ser medianamente traumático, se puede dar en ocasiones lo que llamamos crecimiento post-traumático, que en ningún caso ha de ser forzado, pero que puede dar lugar a valoraciones positivas de una vivencia negativa. Aprendizajes que se han podido realizar a través de esta vivencia, posibilidad de métodos de prevención personal o acciones relacionadas con un control personal de la situación (locus de control interno) llevan a una mejor capacidad de afrontamiento tras la crisis y a mecanismos de afrontamiento activos.
Factores demográficos, estrés psicológico y percepción del riesgo
Los factores que harán que aparezca un mayor estrés psicológico después del periodo de confinamiento serán el hecho de ser personal sanitario, tener una enfermedad crónica o haber perdido a algún familiar durante el mismo. Un factor que parece importante es la edad, pero en este sentido, puede ser tanto en las personas de mucha edad como personas más jóvenes, parecen ser los más vulnerables a sufrir estrés psicológico. Las personas de mayor nivel educativo, parecen ser los más protegidos contra emociones negativas.
Las variables sobre percepción del riesgo dan lugar a un mayor estrés psicológico. Lo que causa más preocupación en primer lugar no es en el hecho de contagiarse, sino los confinamientos recurrentes. Después el que se vuelva a producir una expansión del virus, el contagio y la salud de la familia.
Lo que hace que variables relacionadas con el sufrimiento psicológico, ansiedad, depresión o salud mental general puedan ocurrir con más probabilidad tiene que ver en gran parte con la percepción del impacto de la epidemia, el nivel de amenaza, del control sobre el virus y de la percepción de la propia capacidad de afrontamiento. El afrontamiento activo, así como la búsqueda de apoyo social ante las diferentes preocupaciones causadas por la pandemia ayuda a tener un mayor bienestar psicológico.
Conocer el perfil de la persona con riesgo en España durante el confinamiento para minimizar el daño causado por la COVID-19, así como apoyarnos en los datos disponibles sobre el bienestar psicológico tras los periodos de confinamiento en otros momentos históricos pueden ayudarnos a orientar los abordajes necesarios en el apoyo psicológico que se pueda dar de ahora en adelante a las personas que puedan sufrir estos efectos.
Escrito por Lara Pacheco Cuevas
Fuentes:
Odriozola-González, P., Planchuelo-Gómez, Á., Irurtia-Muñiz, M. J., & de Luis-García, R. (2020). Psychological symptoms of the outbreak of the COVID-19 crisis and confinement in the population of Spain. Chew, Q. H., Wei, K. C., Vasoo, S., Chua, H. C., & Sim, K. (2020). Narrative synthesis of psychological and coping responses towards emerging infectious disease outbreaks in the general population: practical considerations for the COVID-19 pandemic. Singapore medical journal.
Desde el principio del levantamiento de este estado de alarma que estamos
viviendo ha estado servido el debate «¿niños a la calle sí, niños a la
calle no?».
Imagen extraída de www.pexels.com
Lo que nos decían los datos epidemiológicos con respecto a cómo la
enfermedad del Covid-19 se manifiesta en la población infantil, con poca
sintomatología o incluso asintomáticos (lo que la convertía en potencial
portadora del virus), alentaba a seguir en dicho debate una postura más
conservadora a pesar de la preocupación constante de cómo este escenario de
encerramiento podría afectar a los más pequeños de la casa.
Los expertos en infancia señalan que España es el país europeo más
estricto respecto a las medidas adoptadas de cara a la población infantil,
a diferencia de otros países con niveles altos de contagio como Italia y
Francia.
La verdad, y pese a las expectativas negativas que se conformaban en
cada adulto que estaba al cuidado de un menor, los niños han sido tal vez de
los grupos poblacionales que mejor han llevado este confinamiento. Si bien
es cierto que tras una cuarentena, ¡y nunca mejor dicho, porque ya pasan los
cuarenta días!, sin poder salir a espacios abiertos y observando cómo algunos
sectores volvían a la «normalidad» (véase aquellos trabajadores no de
primera necesidad que recientemente han visto cómo las restricciones se
levantaban pudiendo volver a sus puestos de trabajos, lo cual puede serle de
difícil entendimiento a los pequeños), a medida que han ido avanzando los
días el confinamiento se ha ido haciendo cuesta arriba en la mayor parte de
hogares españoles con niños.
Esta medida que entra en vigor el 26 de abril va a llegar «como agua
de mayo», aunque cierto es que ha aterrizado no sin debate, generando confusión e incertidumbre.
Ojipláticos quedaban los progenitores cuando en un primer momento se
anunció que la desescalada para los menores no tendría lugar en espacios
abiertos, en la naturaleza, dando pequeños paseos, sino que se permitiría que
los menores acompañasen a adultos a aquellos lugares a los que bajo el estado
de alarma sí está permitido ir (supermercados y farmacias, básicamente), focos
principales de riesgo de contagio por la frecuencia de paso de la población.
Solventado este contratiempo, y una vez producida esta rectificación pocas
horas después del primer comunicado de acompañar a los adultos a recados por
paseos y salir a jugar a la calle, siempre y cuando se respete el
distanciamiento social, desde Cenit Psicólogos nos hemos propuesto abordar
este tema aportando información ajustada y una serie de pautas para que las
salidas del hogar con niños se conviertan en fuente de bienestar en lugar de
una causa más de estrés a la que los padres tienen que enfrentarse.
Más de 40 días en casa,
¿cómo esto ha podido afectar a la infancia?
Desde el principio de la cuarentena el comienzo del desconfinamiento o
desescalada ha sido sin duda una de las noticias más esperadas, sobre todo de
cara a los niños.
Existe una enorme divergencia de opiniones parentales sobre esto, desde que
la condición de encerramiento total de los menores mantenida hasta ahora rozaba
el maltrato institucional a aquellos que evalúan esta situación como crítica y
consideran que “es el precio a pagar” para mantener a los niños a salvo del virus
y evitar su propagación masiva. No obstante, ¿qué dice la psicología al
respecto?
La ciencia y los estudios neurobiológicos indican que la etapa
comprendida entre los 0 y 6 años es en la que fundamentalmente se produce el
desarrollo a nivel psicomotor de los niños, por lo que es necesario un
ejercicio físico mínimo. Y claro está que los más peques “no han parado
quietos” en lo que llevamos de cuarentena, unido con total seguridad a que
padres y madres habrán promovido rutinas saludables de ejercicio adaptadas a
estar en casa en la medida de lo posible; sin embargo, por habitabilidad, familias
con viviendas de espacio reducido habrán tenido muchas más dificultades para
mantener la actividad física de sus pequeños, lo cual limita el habitual
desarrollo locomotor de estos.
Además, a lo largo de la evolución del cerebro infantil y adolescente
entran en juego otra serie de factores de crecimiento no menos importantes,
a los cuales es muy difícil acceder desde casa, como son los espacios (a ser
posible abiertos) para que los niños puedan explorar por sí mismos y la
necesidad de fuentes de neuroestimulación variadas, novedosas e interpersonales.
También tiene una vital relevancia en el desarrollo neurocognitivo de los
menores el estado de ánimo. Cuando aún no existe una completa madurez de las
herramientas para modular el estado de ánimo la actividad física se convierte
en modo de expresión y canalización de emociones y sentimientos, y es por
eso por lo que algunos niños durante este confinamiento han experimentado
procesos de irritabilidad, tristeza, o altibajos emocionales/anímicos, debido a
esa otra vía de escape que es el movimiento unido a la barrera psicológica que
supone el encerramiento.
Existen también datos sobre lo perjudicial que es el estrés agudo
mantenido en la infancia, y las correspondientes secuelas que eso podría tener
en el neurodesarrollo cerebral, así como ser un factor de riesgo en futuros
diagnósticos de trastornos de ansiedad, principalmente del trastorno por estrés
postraumático (TEPT).
A pesar de esto, se necesitará ser cautos a la hora aplicar estas
conclusiones a la situación de pandemia y estado de alarma actual, ya que existen
multitud de variables idiosincráticas no controladas de manera experimental que
sin embargo influyen en el devenir de dichas afectaciones o diagnósticos, como
son: los diferentes niveles de estrés parental experimentados, existencia o no
de conflictos en el sistema familiar, herramientas cognitivas del menor,
situación socioeconómica o acceso a recursos, etc.
Pautas parentales para
facilitar la salida de los niños a la calle durante el Covid-19
Todo lo que exponemos a continuación serán pautas para facilitar la vuelta
a las calles de los niños una vez existe el permiso por parte del Ejecutivo.
Sin embargo, que se hayan ofertado estas medidas de desescalada del
confinamiento infantil no significa que exista obligatoriedad de salir para
los menores; siempre será una decisión que tendrán que tomar las familias
con toda la libertad y respeto, basándose en sus valores y teniendo
en cuenta las casuísticas interindividuales de todos y cada uno de esos núcleos
familiares donde conviven niños.
Primero de todo, vamos a tener que “ponernos
en sus zapatos”. Que sean pequeños no significa que no perciban la
realidad en la que nos encontramos. ¡Todo lo contrario!, podría
sorprendernos con cuán detallada (y acertada) es la interpretación que los
más peques han hecho de la pandemia y el correspondiente estado de alarma.
No obstante no está demás que pueda aprovecharse este momento para
explicar a los niños y niñas qué es el Covid-19; para ello, se puede recurrir
a historias infantiles o cuentos que les hagan la información más
asequible, como puede ser “Rosa contra el virus” (enlazado al
final del post).
Explica también las nuevas medidas mediante las
cuáles van a empezar a poder salir a la calle (y los cambios asociados a
ellas), con un lenguaje ajustado para hacerles la situación más
controlable. Utiliza ejemplos en primera persona sobre cómo todo
esto les afecta a ellos o podrán verse beneficiados y/o sírvete
de personajes simbólicos que puedan identificar ellos como modelos. Los
superhéroes que cumplen las normas de higiene y seguridad suelen ser
alicientes para que los niños quieran parecerse a ellos y adaptarse a lo
estipulado.
Va a ser asimismo una oportunidad para
trabajar transversalmente el aumento de la responsabilidad y madurez de
los más pequeños de la casa. La tendencia será la desescalada
conviviendo con el virus hasta que se encuentre una vacuna, por lo que
interiorizar medidas de higiene propia, empatía hacia los demás
y civismo van a ser mecanismos necesarios a nivel general, y una
oportunidad de aprendizaje para los niños.
Recalca que no es una vuelta a lo de antes, sino una medida excepcional,
por lo cual serán paseos limitados espaciotemporalmente. Gestiona sus
expectativas antes de salir a la calle para conseguir que puedan
disfrutarse como “momentos de respiro” en lugar de como fuente generadora
de frustraciones.
Si la edad del menor lo permite, pauta un
tiempo con ellos (dentro de la hora permitida), y recurre a algún sistema
de referencia para que puedan ser conscientes y manejar el transcurso del
tiempo de paseo y agotamiento de éste.
Estas medidas ayudan a
controlar sus expectativas a la par que reduce la probabilidad de rabietas una
vez que se comunica que ha llegado el momento de volver a casa.
De producirse dichas
rabietas acude a esas herramientas parentales saludables que normalmente
funcionan para gestionarlas, como la extinción, sin caer en reforzar
indirectamente la conducta problema, ya que permitirá que los próximos paseos
(o más bien la finalización de ellos) no estén supeditados a que se produzca
este tipo de berrinches.
Intenta que todo eso lo aprendan sin castigos y
sin premios; es
decir, el entendimiento de la situación facilitará que los paseos consigan
la finalidad con la que se plantean, sin conductas disruptivas, e interiorizando
nuevos comportamientos responsables y de autonomía, sin la necesidad de
refuerzos externos ni expectativas de ser castigados. En todo caso, si
no se cumplen los límites, refuerza las explicaciones que justifican que
tengan que ser de ese modo las salidas del hogar y que puedan restituir
sus comportamientos.
Y por
supuesto, no se aconseja recurrir a figuras de miedo
(principalmente relacionadas con cuerpos de seguridad nacional, por
ejemplo, “va a venir la policía si no dejas de tocar las cosas”) como
modo de control externo de las salidas de casa, sino apelando al
civismo, solidaridad con el resto de personas/vecinos y hacerles
partícipes de que la situación de bienestar de los demás y control de propagación
de la enfermedad está un poquito en sus manos si nos acogemos a esas
normas. A la par que les hacemos importantes en que el control de esta
pandemia está en la mano de todos, impedimos el aprendizaje del miedo a
estos profesionales.
Muestra esos límites, pero con amor.
Diferencia entre deseo parental y necesidad real
de los niños por
salir a la calle. Para ello aconsejamos tener en cuenta la opinión de
los niños, lo que manifiestan que necesitan (si su edad se lo permite)
o incluso ponderar la tolerancia al confinamiento que han tenido a lo
largo de estos más de cuarenta días para ver si lo han llevado bien o
existe una necesidad imperiosa por salir y esparcirse.
Dentro de tener en cuenta su opinión estará el
nivel de tranquilidad/miedo con el que estén experienciando esta situación. No son pocos los casos de
niños que cuando sus progenitores les han planteado esta modificación de
medidas han verbalizado “¡yo no voy a salir!”. En la medida de lo posible,
intentar respetar sus opiniones será la opción más beneficiosa; no
obstante, si la negativa a salir se basa en miedo al virus, o a las
implicaciones (de posible contagio) que tendría salir, será adecuado
brindar un espacio a la psicoeducación sobre la enfermedad (cómo
funciona esta y medidas de seguridad para prevenir contagios), resolver
dudas y tranquilizar o desarmar esos miedos, que a todas todas
seguramente estén enraizados en la interpretación algo distorsionada que
han podido hacer ellos, como niños, de la alarmante situación con sus
limitadas herramientas cognitivas.
Prepárales para saber «encajar» que la
realidad que percibirán al salir de casa es muy diferente a la que ellos
están acostumbrados: ofrecer explicaciones sencillas de a qué se
debe, conocer e interiorizar las normas de seguridad y distanciamiento
social, aprender y ver cómo necesarias las medidas de higiene (lavado de
manos y método adecuado de cómo hacerlo, no tocarse la cara en la medida
de lo posible, toser/estornudar en el hueco del codo y uso de mascarillas)
y ofrecer la posibilidad de ronda de preguntas posterior para resolverles
las dudas que puedan estar asaltándoles.
Queda el debate sobre la adolescencia, de por qué a partir de 14
años no está permitido dar estos pequeños «paseos terapéuticos».
Los que este confinamiento lo estén viviendo bajo el mismo techo que un
adolescente puede que hayan descubierto que todo sigue con normalidad, o
bien los perciben como una montaña rusa o de repente «su hijo-a ha
desaparecido», no se le ve el pelo, no comparte espacios comunes
familiares. Y es que, centrados en la infancia, se pasa por alto la
adolescencia: se impone el confinamiento en una etapa vital donde el
grupo de referencia prioritario pasa a ser el grupo de iguales (los
amigos). No pueden verlos (en persona) ni en clase ni en tiempo de
ocio, y aunque afortunadamente en la mayor parte de las casas existe
acceso a internet y pueden seguirse relacionando telemáticamente por
videollamadas, se plantea el dilema de la idoneidad de las pantallas a
esas edades y durante cuánto tiempo.
Dialogar con ellos sobre
el impedimento de salir para su grupo de edad, ya que a diferencia de los pequeños, su
desarrollo cognitivo y capacidad de entendimiento y elaboración de la situación
se presupone mayor, así como alentar que el grueso del confinamiento (en
principio) ha pasado, reforzar su actitud durante todos estas semanas y
poder hablar sobre pequeñas metas u objetivos que quieren fijarse o les
gustaría llevar a cabo una vez ellos también puedan volver a salir de casa.
Quedan aspectos en el aire, como el hecho de que los adolescentes menores
de 14 años no estén incluidos en las medidas adoptadas, ¿qué pasa con ellos,
acaso no lo necesitan a nivel de desarrollo neuropsicológico? o la vuelta al
trabajo de los padres ¿con quién se quedarán los niños?. Intentar no
hiperfocalizarse en cuestiones sin resolver, centrarse en el presente o a pocos
días vista, tolerar cierto grado de incertidumbre, no anticipar así como
esperar la llegada de nuevos datos, tangibles, y provenientes de las
autoridades oportunas a tales efectos hará que las próximas semanas sean más
llevaderas y el afrontamiento emocional de ellas más óptimo.
Por el momento, con normas y límites claros, consistentes, con sentido,
informados y formados, así como ir reevaluando cómo os sentís como
padres-madres y cómo se desenvuelven los niños, por si fuese necesario
implementar mejoras, conseguiremos que la vuelta de los niños a la calle pueda
vivenciarse como un recurso de bienestar físico y psicológico infantil y
familiar.
Estamos viviendo una
etapa excepcionalmente dura. Las
acciones que consideramos cotidianas han dejado de serlo y cada una
se ve condicionada por las características propias del confinamiento. El
COVID 19, con grandes repercusiones en cada esfera de nuestra vida
(económica, social o incluso la más estrictamente personal), cobra especial
importancia ante la perdida de nuestros seres queridos, una posibilidad real (y
traumática) ante la perdida de contactos cercanos que hasta hace semanas podían
no tener problema alguno. Nos encontramos con la realidad de no volver a
ver a muchos seres queridos cuando volvamos a salir a la calle.
Como
sabemos, el coronavirus afecta de diferente forma a la población en los
distintos grupos de edad, como grupo de riesgo principal a las personas de más
de 60 años, cebándose sobre todo con las personas mayores y con un alto
número de fallecidos con edad avanzada o muy avanzada. Falleciendo, en
muchas ocasiones, en residencias, alejadas de sus vínculos más cercanos, en
contextos de soledad, sin la posibilidad de poder decir un adiós a los suyos y
sin sentir la compañía de alguien querido a su lado, sin el acompañamiento
debido de sus familias y sin la posibilidad de celebrarse el entierro o
velatorio, lugar y espacio adecuado para que los familiares puedan estar juntos
y reunidos en estos momentos tan difíciles. Faltan los abrazos, el contacto
cercano y de piel con los tuyos, que agrava el proceso y en cierto sentido
bloquea la experiencia natural que la sociedad ha creado para despedirnos y
sentirnos acompañados en el dolor.
Hasta
hoy, el duelo se vive como un proceso inevitable, que experimentamos
como consecuencia de una perdida de un ser querido y del que tenemos vínculo.
En el procesamiento de los sentimientos y el dolor por la pérdida pasamos por
una serie de etapas (negación, incredulidad, ira, tristeza) hasta llegar a la
aceptación de la situación y de nuestras propias emociones. Este ciclo es
individual, único, no lineal y cuya intensidad viene determinado por el tamaño
y la gravedad de la perdida. El confinamiento viene aparejado una
experiencia nueva y que en casi la totalidad de las situaciones aumenta el ya
de por sí complicado proceso de duelo, pues se pierde la vivencia del
duelo social o comunitario, al no poder acudir al velatorio o tanatorio,
espacio habilitado para hacer una despedida, sentir la presencia y la compañía
de los nuestros y donde el contacto físico alivia y ayuda a expresar nuestro
dolor emocional.
Los expertos avisan, además, de mayores probabilidades de vivir duelos de riesgo (con más probabilidades de volverse patológicos), por lo rápido e inesperado de las perdidas, con la imposibilidad de hacer la preparación de la perdida; y duelos anticipados, por sentir la perdida como algo más probable y real, con el lado positivo de prepararnos antes del trágico desenlace. En este escenario tan complejo, nuevas formas de afrontamiento surgen ya no sólo para sobrellevar el impacto de la noticia, sino para hacernos presentes en la vida de cada uno y hacer un procesamiento individual de la perdida, que es el más adecuado en estos momentos.
Aunque la situación no nos permita reunirnos, se recomienda hacer ritos simbólicos que faciliten la expresión emocional y el consuelo del dolor. Ver fotos del fallecido, escribir cartas, encender una vela o componer canciones constituyen ritos nuevos que permiten demostrar la perdida y la transcendencia de la persona fallecida en nuestras vidas. Ritos que podemos volver en la cuarentena las veces que sea necesario, y que podemos hacer en soledad o todas las personas que vivan en el domicilio, incluido los más pequeños.
La
tristeza es inevitable, y por lo tanto, intentar no sentirla provoca un
esfuerzo extra, el malestar que implica evitarla se añade al dolor normal del
duelo. Por tanto, sentir nuestras emociones, aunque duelan
y nos hagan sentir vulnerables, nos ayudan a ventilar y colocar lo que sentimos
por la persona fallecida. En el caso de que tengamos niños, además, les
enseñaremos a que no hay nada malo en sus emociones y que pueden hablar de ello,
sintiéndose mejor por expresar.
Cuidarse
en los actos más sencillos, desde las horas de sueño y
elaborarnos nuestras propias comidas, permite una estructura básica y
evitan los desequilibrios emocionales que provocan estados de fatiga,
irritabilidad y mala alimentación. Alguna actividad física también nos
oxigena la cabeza, para evitar la presencia y la carga de pensamientos
rumiativos. Y mantenernos ocupados con actividades que nos gusten, que nos
den calma o que nos mantengan ocupados nos ayuda a conectar/desconectar con el
dolor, y a la vez, que no sea algo permanente durante todas las horas de
duración del día.
Cuando
estamos con los nuestros, el consuelo del dolor se produce por el contacto
físico (el hecho de abrazar es en sí terapéutico), con la voz y la mirada del
otro.
Impedido el primero (aunque no olvidemos hacerlo con nuestros compañeros de
confinamiento), no debemos olvidar que los canales virtuales permiten
comunicarnos y sentir cerca a los nuestros (su mirada y su voz sí están
disponibles), y utilizarnos nos ayuda a que no se produzca un bloqueo
comunicativo, que aumenta la angustia y nos hace sentirnos detenidos en la
tristeza y en el pasado. En ese sentido, también las redes sociales
promueven la creación de espacios ante la falta de velatorios y entierros;
sitios comunitarios que si bien a algunos les produce incomodidad, a otros les
ayuda a canalizar y recibir el cariño y la conexión con los otros. Permitamos
estos canales, y dejemos también que cada uno encuentre formas propias para
hacerlo.
No
posponer sentir o hacer nuestros rituales hasta que acabe la cuarentena.
No es un periodo de paréntesis ni de tránsito, es la etapa que nos está
tocando vivir y hacer lo que podamos ahora ayudará a que el dolor se vaya
transformando.Superar el duelo implica aprender a vivir con la perdida,
en un periodo que necesitan su tiempo y que los manuales colocan en un año en
circunstancias normales, y que debido al confinamiento puede alargarse más
tiempo, cerca de los dos años. Y aún así, no pongamos fechas al dolor. Su
mitigue viene determinado por lo que hacemos con ello e implica que cada
encuentre su ritmo adecuado.
Entender
que los altibajos, y los sentimientos “veleta”, cambiantes y con diferentes
intensidades, son naturales. Habrá días más llevaderos y otros
muy desapacibles, tanto como un día lluvioso en abril. No te pasa nada, no
tienes ningún problema por sentirte así. La buena noticia es que esto se
calmará, pero no estamos en ese momento y entender que no tenemos que forzarnos
a sentirnos de otra forma suma, alivia y provoca un avance emocional.
Y
no te olvides de expresar. Desde el teléfono, llamando
a tus personas más queridas y cercanas. O con las teclas del ordenador, en una
carta que sólo vas a leer tú. O con una pluma (bolígrafo, más bien). Escribe
y dirígete a la persona fallecida. Cuéntale cómo te sientes…y no te detengas
ahí. Cuéntale que vas a echar de menos, sus caricias, su tacto, su voz, cada
recuerdo inserto en tu mente. Revive en tu cabeza esas conversaciones íntimas
con la persona. Te ayudará a sentir, y sobre todo, no detener nuestro
recuerdo y vivencias con la persona en este único momento doloroso, pues
nos damos cuenta que la vida de nuestra persona ha tenido muchos y buenos
momentos y que nosotros nos sentimos muy agradecidos por haberlos compartido
con él o ella. Así, cogemos más perspectiva y ver, de nuevo, el sentido
y el peso de la vida de la persona en nuestro camino. Es nuestro regalo (y
honor): los recuerdos que atesoraremos, las nuevas acciones que servirán como
forma de recuerdo.
Y recordad, todo esto
es un aprendizaje, uno de los más duros e inevitables, y tenemos
derecho a hacerlo con tiempo, despacio y con el paso que marque cada uno. Escucharos,
protegeros, respetaros, quereros mucho.
Un fuerte abrazo virtual
hasta que podamos hacerlo en persona.
Escrito por David Blanco
Castañeda.
Fuentes: El País, Psychology Today, Huffington
Post, Ethic.es
Estamos viviendo un momento del todo excepcional: el confinamiento por una
pandemia. Y el interés científico está poniendo el foco de atención en ello;
son muchos los estudios que se están llevando a cabo actualmente sobre cuáles
son los efectos psicológicos del confinamiento durante la pandemia del Covid-19
(coronavirus). Sin embargo, eso no significa que no se tengan ya datos sobre
cómo estas situaciones de confinamiento afectan a nuestro bienestar
psicológico. A continuación abordaremos qué dice la psicología de cómo afrontar
de la forma más llevadera posible esta situación, que por lo que parece, va
para largo.
Cómo nos influye el alargamiento de la cuarentena
Cuando ya estábamos a punto de terminar con esos 15 días (iniciales) de
confinamiento y casi lo celebrábamos, los expertos señalaron que sería
necesario ampliar ese período, y se renueva hasta el 11 de Abril el hecho de
estar en casa. ¿Cómo nos influye el aumento del confinamiento?
Estudios científicos han demostrado que cuanto mayor es la duración de
la cuarentena no se produce una habituación a ésta, sino que los factores
estresantes van en aumento. Sin embargo, a efectos prácticos podría decirse
que una cuarentena de un mes es muy corta (véase aquellas pandemias europeas de
peste en los siglos XVI y XVII que mantuvieron a sus ciudadanos en casa durante
mucho más tiempo).
Si una vez fijado un plazo X de confinamiento se aumenta su duración
también será motivo de incremento la frustración y desmoralización, ya que
se pueden generar sensaciones de falta de controlabilidad sobre la situación
y cuando se interioriza que hagamos lo que hagamos no tenemos control sobre el
curso de los hechos se produce indefensión aprendida, con las
consiguientes repercusiones a nivel anímico.
No obstante sí tenemos control sobre la situación, ¡y mucho! Quedarnos en
casa hará que nuestro sistema sanitario no colapse, así como reducirá al máximo
los contagios y no pondremos en peligro a poblaciones de riesgo demostradas
como personas de la tercera edad, sujetos con sistemas inmunes deprimidos o con
patologías previas que suponen factores de riesgo en el caso de contraer la
enfermedad.
No por más querer saber el día en que podremos salir de nuevo de casa vamos
a salir antes, es verdad, pero la incertidumbre es más llevadera si tenemos
datos sobre el proceso de confinamiento. Los expertos señalan que en un período
de cuarentena de un mes serán probablemente los días intermedios los más
difíciles de llevar, debido a que aún se ve lejana la fecha de que esto termine.
A mayores, acontecimientos personales complicados como haberse quedado sin
trabajo, estar pasando por una situación económicamente difícil, haber dado
positivo en coronavirus o tener familiares que estén enfermos (o en el peor de
los casos, haber perdido a algún ser querido debido a esta situación) agudizarán
la dificultad de sobrellevar el encerramiento.
La parte positiva, y que posiblemente haya sido uno de los planteamientos
que más preocupaban, es que los peques de la casa se van a adaptar con mayor
facilidad que los adultos a esta ampliación del encierro. Que podamos
transmitirles calma, información clara sobre la situación (adaptada a su edad
evolutiva y su lenguaje) y que esto es un reto de todos hará que lo lleven mucho
mejor. En cuanto a sus amiguitos, es aconsejable que puedan seguir teniendo
contacto con ellos en la medida de lo posible y sepan que no por estar
separados van a perderlos, siempre a demanda del hijo, no forzados por los
padres. Para los niños es felicidad estar todos juntos en casa, poder
disfrutar de más tiempo de juego (aunque a veces tengan que lidiar con el
aburrimiento, que en sí también es beneficioso) y de sus padres, que
normalmente se encuentran envueltos en maratonianas jornadas de trabajo fuera
de casa.
Somos conscientes de que hay excepciones, y no las olvidamos, como aquellos niños
con necesidades especiales, que formen parte de una familia con precariedad
económica o en situaciones de hacinamiento, o estén padeciendo cualquier otra
enfermedad diferente al Covid-19. Para lo cual, no son pocas las
reivindicaciones que se están realizando ya de que los niños puedan también
salir de casa por tiempos limitados y bajo las medidas de seguridad y
distanciamiento social oportunos, así como se está haciendo actualmente en
otros países de Europa.
En definitiva, no se conoce un “techo de días de aguante”, pero con
lo expuesto en los párrafos previos podemos concluir que a medida que se vaya
alargando el estado de alarma nacional irán aumentando el cansancio y la
saturación. Todo lo anterior parece desesperanzador; sin embargo, como ya
mencionamos, tener información real de cómo suelen funcionar estos procesos
nos hace mucho más controlable y, por tanto, llevadera, la situación de
internamiento.
Tips para afrontar positivamente el confinamiento
A parte del conocimiento “teórico”, estar en posesión de herramientas
cognitivas y conductuales adecuadas/efectivas de afrontamiento nos hará ganar
en controlabilidad y tolerancia de la frustración así como reducir
exponencialmente los efectos adversos.
Han decretado un estado de alarma, no un estado
de ánimo, lo
cual implica que cada persona pasará por distintos estados o valencias
anímicas sin necesariamente seguir una norma: se puede vivir todo esto con
naturalidad, buen ánimo y energía así como los habrá que lo estén
experimentando como la peor etapa de sus vidas (sus circunstancias tendrán
que lo estén facilitando). Desde el ámbito de la psicología se puede abordar
la situación social actual como un duelo, el de la vida que teníamos y que
ahora no podemos llevar a cabo con normalidad. Con lo cual, emociones
como el shock o incredulidad, la negación, la ira o enfado, la tristeza y
la aceptación serían el amplio abanico de manifestaciones que podemos
esperar que aparezcan durante el confinamiento. Para superarlo, podría
resumirse en la Terapia de Aceptación y Compromiso: acepto lo que me
está pasando y me comprometo a hacer de ello la situación más deseable
posible.
Conseguir alcanzar la
aceptación de lo ocurrido diferenciará un afrontamiento psicológico saludable
de presentar posibles secuelas anímicas una vez finalizado el confinamiento.
En relación con lo anterior, buscar el sentido de
tu vida te ayudará a priorizar en ese Compromiso. Tener una dirección
valiosa que
perseguir durante el confinamiento y de cara a la vuelta a la normalidad.
Dentro de esa dirección valiosa, en sintonía con los valores bajo los
cuales sueles vivir, intenta marcarte pequeños objetivos que doten de
sentido el día a día. Es decir, elabora un plan de acción realista
para que en lugar de caer en la desidia se establezcan rutinas diarias, y
esto es independiente de seguir trabajando o por el contrario haberse
quedado en el paro: por un lado, si te encuentras en el primer escenario,
ayudará a poder conciliar vida laboral y personal ahora que ambas se
desarrollan en el mismo ambiente (en el caso del teletrabajo), por otro,
si eres de esos profesionales que aún son necesarios en el exterior de
nuestras casas, permitirá que el día a día no gire en exclusiva alrededor
del trabajo y se lleven a cabo otras actividades diferentes como modo de
desconexión, y si en el peor de los casos el estado de alarma ha echado el
cierre a tu lugar de trabajo permitirá que tengas objetivos diarios que
den sentido a estos días a la par que permiten estar distraído de los
pensamientos negativos, de todos esos “y sis”, miedos o rumiaciones que
pueden asaltarnos en estos momentos de incertidumbre.
Como comentaba mi compañera Lara Pacheco en el
anterior post, disponer de un móvil operativo es una necesidad, no
un lujo ya que nos permitirá conectar con la red social propia, aunque
con matices: el estar sobreinformados o sobreconectados también genera
estrés así como nos puede hacer perder el foco en uno mismo dejando de
lado el dedicarse tiempo y saber disfrutarlo a solas.
En cuanto a la
sobreinformación: sigue canales de información oficiales (ruedas de
prensa del gobierno, publicaciones de reales decretos, medios de comunicación
fiables…), evitando aquellos programas de contertulias que generan debates sin
mucha base que les fundamente y que en lugar de aportar información verídica
provocan un estado generalizado de histeria social. Además, reduce lo máximo
posible ese flujo de información, con una vez al día tal vez sea suficiente,
por el contrario, estar constantemente comprobando curvas de infectados o
leyendo sobre hipótesis de cuándo se baraja el fin de la cuarentena sólo
generará estrés y mayor incertidumbre, ya que la fecha de cuándo volveremos a
la normalidad aún es una incógnita, todo dependerá de cómo el sistema sanitario
en conjunto con nuestro civismo puedan ir derrotando al virus.
Aparte de medidas a día de hoy bastante asumidas como comer equilibradamente, descansar las horas suficientes, … queremos destacar los beneficios de reír diariamente: con nuestros seres queridos, durante una videollamada, disfrutando de películas del género comedia, o monólogos, etc. La risoterapia se ha demostrado como un método que produce notables mejorías en el sistema inmune y del estado de ánimo.
¿Por qué se está haciendo tanto hincapié en la
importancia de realizar ejercicio físico en estos momentos? Por un lado, el hecho de tener
que permanecer en nuestras casas conlleva irremediablemente un descenso
significativo de nuestra activación física habitual, sobre todo si el
tamaño de la casa es reducido. El sedentarismo, a parte de provocar
una mayor rigidez muscular y articular, aumenta la probabilidad de padecer
enfermedades comórbidas del tipo diabetes o del sistema cardiovascular;
también es un facilitador de poseer un sistema inmune más debilitado, lo
cual se ha demostrado factor de riesgo a la hora de contraer el Covid-19.
Por otro lado, la
práctica de deporte durante el confinamiento (¡también durante cualquier época
del año, pero ahora más valioso si cabe!) generará importantes beneficios a
nivel psicológico: aumento de la autoconfianza, mantenimiento de la autoestima
en lo que a aspecto físico se refiere y liberación de endorfinas que
desencadenarán sensaciones placenteras de relajación frente a niveles actuales
elevados de tensión, estrés, nerviosismo y angustia, así como estados anímicos
más positivos o eutímicos gracias a estar más activos y distraídos.
Cabe decir, que este
ejercicio físico deberá estar adaptado a la preparación física de cada persona,
siempre guiado por profesionales del deporte (actualmente en formato online no
faltan buenas propuestas) e intentando evitar realizar ejercicios que aumenten
el riesgo de lesión.
Teletrabajar (en el caso de que se esté haciendo) en las
condiciones más semejantes posibles a cómo se hacía fuera de casa,
entre ellas manteniendo una indumentaria parecida a la que se usaba para
ir a trabajar (o una versión más cómoda, siempre que no implique el pijama
las 24 horas del día).
Si el estado de alarma está teniendo lugar con
hijos va a ser muy importante que te coloques como prioridad, ya que si no estás bien
física y anímicamente no podrás estar bajo ningún concepto en condiciones
favorables para los niños. Desde el movimiento «Malasmadres» lo
plantean como la «hora de cuidarse». Y si tu situación de
confinamiento está siendo con peques seguro que tu primera reacción será
«¿Una hora? Imposible»: no será necesaria una hora de reloj
(¡aunque si la consigues mejor!) sino aquel ratito del que puedas disponer
en tu situación personal particular. El objetivo sería que en ese espacio-tiempo
estés contigo misma-o, haciendo aquello que te gusta y te hace desconectar,
o directamente “no haciendo nada” pero persiguiendo esa sensación
relajante que dé al traste con el estrés diario que supone el
encerramiento.
Estamos ante una oportunidad
maravillosa para pasar un poco del “qué hora es”, y por tanto del tiempo, para
disfrutar de actividades de manera no consumista, sino como procesos con un principio y un fin, independientemente de
la hora que sea. Véase esto fuera de aquellas obligaciones externas regidas por
un horario concreto (trabajo presencial o no, tarea escolar con hijos, etc).
Ésta pérdida de la sensación de
proceso no sólo tiene sentido en el contexto de la subdivisión de tareas del
modelo de producción industrial, sino que en relación con la cuarentena podemos
retomar ese concepto en lugar de hacer
actividades: eso supondría dedicarnos de principio a fin, con menor presión
temporal, a aquello que decidamos que queremos ponernos. No tanto pasar el tiempo o gastarlo consumiendo actividades, sino
invertir tiempo.
Mantener hobbies, o interpretar esta situación
como el escenario más favorable posible para dar rienda suelta a nuevas
aficiones:
dibujar con aquellos materiales que tenemos por casa, por ejemplo, a
bolígrafo, realizar manualidades o bricolaje, restaurar algún mueble,
aprovechar para buscar clases o algún tutorial por internet que saque del
olvido aquel instrumento que llevas sin tocar siglos,… aparte de los
socorridos leer y escuchar música, para los cuales en esta cuarentena han
surgido multitud de iniciativas gratuitas para descargarse libros por
parte de editoriales y músicos que ofrecen conciertos en streaming.
Por tanto, no todo serán
pérdidas en esta etapa de confinamiento: también hemos aprendido, avanzado. Se está demostrando
que otro modelo socio-laboral es posible,
esto ha empujado a muchas empresas a establecer de forma generalizada el
teletrabajo, dándonos cuenta de que es más implantable y productivo de lo que
se pensaba, y ojalá gracias a ello en un futuro muy cercano puede evolucionar y
ser la tónica. El consumismo no es tan
necesario y la prioridad es una alimentación saludable y en la medida de lo
posible elaborada con nuestras propias manos.
Nuestras casas se están
convirtiendo en trinchera, y nuestras familias o compañeros de piso en las
mejores de las compañías posibles, por fin se está pudiendo disfrutar de más
tiempo con aquellos con los que vivimos, y no tanto o en la distancia de aquellos
otros seres queridos a los que sin embargo nos acercan los avances
tecnológicos. Padres pudiéndose encargar de una educación más acorde a los
intereses de los pequeños, críos ocupándose de manera autónoma de tareas
domésticas adaptadas a su edad gracias a que pasan más tiempo en casa. Nuestro
Planeta Tierra por fin recibe un respiro, y se ve traducido en la ralentización
del avance del agujero de la capa de ozono y en los niveles de contaminación de
las grandes ciudades.
Y también podemos seguir
aprendiendo para que sea más posible la conciliación familiar, para que el modelo
educativo avance (no mandando tanta tarea como muchas familias pueden
corroborar que está sucediendo actualmente), para que se ponga en valor que una nota académica no es vital, sino
aquel otro despliegue de destrezas que la educación normativa no tiene tanto en
cuenta (las artes plásticas, la música,
la expresión corporal y actividad física, la lectura, la inteligencia
emocional,…) y que ahora están siendo las herramientas a las que
aferrarse.
La cuarentena es una experiencia muy negativa para aquellos que pasan por una. Puede existir separación de la gente que queremos, pérdida de libertades, incertidumbre sobre el estado de la enfermedad,… esto, en ocasiones, genera efectos dramáticos sobre la salud mental.
Dados los posibles efectos psicológicos negativos, a la hora de aplicar una cuarentena masiva se ha de tener en cuenta los mismos, y una vez esta se aplica, es importante conocer los factores de riesgo de desarrollo de problemas psicológicos así como lo que puede contribuir a mitigarlo.
El impacto psicológico que se ha observado durante y después de los periodos de cuarentena engloba síntomas de estrés, ansiedad, ira, confusión, aturdimiento, e insomnio derivado de la ansiedad. Además, muchas de las personas que estuvieron en cuarentena señalaban pasar por periodos largos después de ésta, en la que se establecían hábitos que ya no eran necesarios, como el lavado de manos hipervigilante o la evitación de multitudes.
Predictores previos a la cuarentena de efectos psicológicos adversos
Tener una historia previa de problemas psicológicos era un predictor de mayores síntomas de ansiedad, ira, y también de señales de estrés post-trumático en comparación con las personas que no tenían esta historia previa pero estaban en cuarentena. Además, los trabajadores sanitarios tenían más probabilidades de sentirse estigmatizados en la cuarentena, realizar más comportamientos de evitación y ser más vulnerables a la aparición de síntomas psicológicos posteriores a la cuarentena. En estos síntomas, mostraban más enfado, miedo, frustración, aislamiento, tristeza, preocupación, y en general, eran menos felices.
Estresores durante la cuarentena
Extraída de Infobae.com
Duración de la cuarentena: Los síntomas de estrés post-traumático, ira, y comportamientos de evitación eran mayores aumentando la duración de la cuarentena. Aunque los resultados no terminan de ser concluyentes, un estudio señala que cuarentenas de más de 10 días pueden dar lugar a este aumento.
Miedo a la infección: Ya que esta revisión se realizó con cuarentenas relacionadas con múltiples enfermedades, el miedo a la infección era importante y daba lugar a mayor preocupación. Éste, aparecía más frecuentemente en mujeres embarazadas o personas con niños muy pequeños.
Aburrimiento y frustración: El estrés experimentado aumenta en todos los estudios que lo reflejan en la medida en la que tienen que dejar de hacer más actividades rutinarias. Además, la pérdida de contacto social y físico con otros tenía un efecto aislamiento que causa un gran estrés en las personas sometidas a la cuarentena, aunque este efecto se puede reducir con el contacto social a través del teléfono o internet.
Suministros inadecuados: No disponer de los suministros básicos durante la cuarentena es una de las variables que afectan sobre la ansiedad experimentada hasta 4-6 semanas después de la cuarentena.
Poca claridad en la información: El aumento del estrés percibido durante la cuarentena se suele ver afectado por la información poco clara o insuficiente. Es importante mantener una información clara sobre las acciones que se han de llevar a cabo, los motivos por los que es necesaria la cuarentena, así como los diferentes niveles de riesgo, ya que una menor claridad en esto genera una sensación de incertidumbre que lleva a ponerse en lo peor.
¿Qué se puede hacer para mitigar los efectos de la cuarentena?
En la revisión realizada, no se observó que hubiera alguna variable sociodemográfica clara para un mayor riesgo de desarrollo de problemática psicológica. Las personas con una historia psiquiátrica previa, sí son especialmente vulnerables durante este periodo, para desarrollar síntomas de estrés post-traumático, de forma coherente con lo que se refleja en la literatura previa sobre la posibilidad de desarrollar traumas durante situaciones de catástrofe en las personas con patologías psicológicas previas.
También parece observarse un riesgo mayor de impacto psicológico de la cuarentena en los trabajadores sanitarios. Los superiores de estos trabajadores han de estar especialmente atentos a la reincorporación de aquellos trabajadores que han estado en cuarentena así como tratar de ofrecer una intervención temprana sobre los posibles problemas psicológicos.
Mantenerla lo más corta posible
Es importante que la duración de la cuarentena sea lo más ajustada posible a lo razonable según la enfermedad con la que estemos combatiendo. Ha sido observado que cuando mayor es la cuarentena, los factores estresantes se aumentan, no da lugar a tolerarlos más. Por otra parte, el hecho de que se aumente la duración de la cuarentena una vez establecida esta, puede dar lugar a la exacerbación de los síntomas, así como un aumento mayor de la frustración y desmoralización
Dar a la gente la mayor información posible.
Las personas confinadas en cuarentena pueden sufrir miedo e incertidumbre sobre la posibilidad de contagiar a alguien o ser contagiados. Una adecuada comprensión de la enfermedad durante la cuarentena puede ser fundamental para las personas que sufren del aislamiento de la misma, mientras que mantener una información poco clara, puede dar lugar a mayor estrés.
Reducir el aburrimiento y aumentar la comunicación Dar a las personas en cuarentena una información adecuada sobre cómo afrontar el aburrimiento y gestionar el estrés puede ser un mecanismo fundamental para paliar los síntomas posteriores relacionados con el impacto psicológico de la cuarentena. En esta situación, disponer de un móvil operativo es una necesidad, no un lujo. Poder conectar con la red social propia, aunque sea a distancia, puede ayudar a aquellas personas que están en cuarentena a reducir los sentimientos de aislamiento, estrés y pánico.
Asimismo, es importante dar a las personas en cuarentena instrucciones claras sobre lo que han de hacer si experimentan síntomas, así como habilitar líneas de comunicación efectivas desde las autoridades competentes. Hay evidencias de que los grupos de apoyo pueden ser efectivos para las personas que sufren alguna enfermedad en cuarentena, ya que la sensación de estar pasando por lo mismo que otros puede proporcionar sensaciones de empoderamiento y validación que les ayuden a reemplazar su apoyo social habitual.
Los trabajadores sanitarios merecen especial atención
En esta revisión se observa que los sanitarios son especialmente afectados por el estigma, y es comprensible que esto pase en caso de que pasen de ser un miembro de un equipo sobrecargado a aumentar el trabajo de estos equipos. Es importante que sus colegas más cercanos les apoyen, por una parte, así como se les preste apoyo emocional en previsión a los posibles problemas de salud mental que pueden desarrollar posteriormente.
El altruismo es mejor que la compulsión
Aunque no conocemos el efecto concreto de las acciones de ayuda a otros durante la cuarentena, probablemente por dificultad en la posibilidad de diseñar un experimento así, sí sabemos que sentir que somos útiles en situaciones de estrés puede dar lugar a una reducción de estrés propio. Por esto, una de las mejores cosas que podemos hacer en una cuarentena es seguir las instrucciones que nos pidan desde las autoridades sanitarias, ya que de este modo protegemos a los demás, especialmente a los más vulnerables. Pero además, hacer cosas, dentro de nuestras posibilidades reales, para ayudar a otros que lo estén pasando mal en esta situación, puede llegar a lograr un mejor manejo del propio estrés.
Estaremos bien. En la distancia, estaremos bien juntos.
Ante las medidas decretadas por la Comunidad de Madrid y el estado de alerta decretado por el Gobierno, Cenit Psicólogos mantendrá su actividad en formato online hasta que el período de cuarentena finalice. Queremos aportar nuestra labor y profesionalidad en este periodo de contención sanitaria, y ofrecemos apoyo psicológico online sin coste económico para todas aquellas personas que precisen de ayuda, por estados anímicos agravados por este periodo de confinamiento. Las sesiones se plantean como intervenciones breves de dos sesiones de cuarenta y cinco minutos, para ayudar y paliar los síntomas y conflictos que puedan surgir en esta etapa. Los horarios de atención psicológicas están sujetas a la propia disponibilidad de nuestro equipo. Para más información o concertar una cita, pueden llamar al teléfono 912208560 o al móvil 648260725, o podéis enviar un email a info@cenitpsicologos.com.
Ante las medidas decretadas por la Comunidad de Madrid, Cenit Psicólogos cierra sus puertas en el periodo de cuarentena a las sesiones de terapia presenciales.
El Equipo de Cenit Psicólogos seguirá pasando consultas online para todos aquellos pacientes que necesiten nuestra ayuda y acompañamiento en estas circunstancias tan excepcionales.
No debemos olvidar nuestra gran capacidad de superación y de resiliencia. Estas circunstancias son nuevas, excepcionales e implica la colaboración y empatía de todos. Es una oportunidad para crecer en responsabilidad y civismo.
Ayudad a los mayores de vuestro edificio si lo necesitan, en pequeñas tareas para que no hagan desplazamientos innecesarios. Aplazad las reuniones sociales. NO estamos en una temporada de ocio. Esto no implica salir ala calle. Debemos aprender a vivir y relacionarnos en el espacio de cuatro paredes. Y sobre todo, mantened los vínculos. Por que tenemos muchos canales a nuestro alcance, hacedles sabed que estáis ahí a pesar del reclutamiento. Buscad rutinas y una estructura en las pequeñas tareas. Disfrutad de vuestro espacio. Intentad convivir con el aburrimiento, de este periodo saldrán grandes ideas creativas.
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