Cómo ha cambiado la pandemia por COVID 19 la manera de relacionarnos.

La pandemia ha sacudido la vida personal y colectiva de nuestra sociedad y de sus individuos, y aunque los más optimista quieran pensar en sus efectos como algo temporal y con fecha de caducidad, sin duda son muchos los efectos a corto y medio plazo para la sociedad, sus individuos y la manera de relacionarse. Un punto de inflexión indiscutible, del que nos será difícil desprendernos y del que todavía estamos en los albores de cuantificar su impacto. Por ello, son muchas las investigaciones que han surgido para datar, explicar y/o predecir los cambios a nivel interpersonal. Estas son las primeras conclusiones.

Foto extraída de Vix.com

RELACIONES ESTABLES Y TASA DE SEPARACIONES / DIVORCIOS

La mayoría de las parejas se han visto forzadas a convivir durante 24 horas siete días a la semana cuando antes pasaban unas pocas horas juntas, y donde la mayor parte del tiempo la rutina, los niños o las tareas de casa comían el tiempo compartido. La casa, además, ha dejado de considerarse un refugio para convertirse un lugar de convivencia con los problemas, donde la ansiedad, el aislamiento, el desempleo, los problemas económicos, la perdida de un ser querido o su consiguiente duelo se han vuelto algo cotidiano. La pandemia ha traído una presión extra a muchas parejas, que han visto como el tiempo juntos hacía aflorar conflictos que en otro momento estaban contenidos o incluso se manejaban bien. Se registra un aumento de un 30% de las consultas a abogados matrimonialistas y el COVID ha sido, sin duda, el inicio para que relaciones que escondían sus problemas “bajo la alfombra” y que la convivencia ha forzado a terminar. Pero no todo son malas noticias. Efectivamente, muchas parejas han visto aumentar su tiempo de calidad e intimidad, disfrutando de hacer actividades nuevas o enterradas que el confinamiento ha posibilitado, y como detalle, también el aumento de demandas de colchones, por lo que explica un pequeño “baby boom” en muchas parejas donde la relación ha ido bien y se ha visto idónea esta oportunidad para aumentar la familia.

INTERACCIONES CON NUESTROS SERES QUERIDOS Y/O CERCANOS.

Según un estudio realizado a lo largo de la pandemia, se han intensificado algunas de nuestras relaciones (las llamadas “bonding”, de confianza y de alta familiaridad, que han pasado a un contacto casi diario, y que suelen ser características de relaciones con familiares muy cercanos y con amigos muy cercanos) mientras que otro tipo de relaciones más marcadas por las reglas y normas de la sociedad (las llamadas “bringing”, que podíamos tener con compañeros de trabajo, familia extensa, algunas amistades no demasiado cercanas o conocidos) han desaparecido o reducido drásticamente. De esta manera, se ha fomentado la creación y relación con redes con alta confiabilidad, de cooperación mutua y con la que compartimos un gran número de intereses y afinidades (“bonding”), siendo el contacto con dichas redes casi diaria en el confinamiento, y que contrasta con el contacto semanal de antes de la pandemia, pero si bien se ha restringido ese tipo de relaciones a casi la mitad y sólo con familiares cercanos y amistades  muy cercanas, reduciendo drásticamente las demás relaciones en el periodo de confinamiento donde se han visto distanciadas o perdidas. De lo que se deduce algo lógico: el periodo de confinamiento ha traído la disminución de nuestras redes en cantidad, pero se ha intensificado la calidad y la confianza en nuestras redes de confianza. Todo ello concluyendo desde un ámbito no presencial, y si telefónico o virtual, y que parece mantenerse una vez se ha producido el proceso de desescalamiento y vuelta a la normalidad.

FORMA DE RELACIONARNOS

Diversos estudios afirman como la pandemia ha provocado un aumento de la sensación de amenaza, una mayor preocupación por el futuro o por nuestra salud. La consecuencia más inmediata es un giro de nuestras ideas a concepciones más conservadores, menos tolerantes a los demás (o a sus actitudes) y con una frecuencia a mostrar desconfianza a los demás; con efectos claros en nuestras relaciones significativas, ya sean amorosas, familiares o de amistad. A la vez, nos ha vuelto más conformistas y con tendencia al cumplimiento de las normas y el castigo de lo extravagante o comportamientos considerados “rebeldes”. Esta sensación de desconfianza se experimenta e intensifica en lo referente a los desconocidos, y por ello se registran una mayor tasa de actitudes racistas o xenófobas, tal y como estamos comprobando estas semanas en los medios de comunicación.

IMPACTO DE LA SOLEDAD

Sin duda, otro de los efectos claros de la pandemia ha sido el aumento de la soledad, que antes de la pandemia ya estaba considerado uno de los problemas fundamentales de salud pública, constituyendo una verdadera pandemia y que fomenta mayores problemas de ansiedad y depresión en quienes la experimentan. La soledad no sólo se refiere a estar “solo” en sí (y que no necesariamente es negativo, pudiendo ser disfrutable para hacer tus propias actividades), sino a la reacción emocional que se te despierta al estar solo, haciendo referencia a un sentimiento personal caracterizado por el pensamiento de que nadie te entiende, te sientes poco comprendido y con la sensación de ser incapaz de conectarte con los demás. Es una respuesta emocional desagradable al aislamiento percibido o la sensación de falta de relaciones sociales significativas; una especie de dolor social, y que no es exclusivamente un sentimiento referido en poblaciones mayores, sino que afecta a todos los estratos y con efectos dramáticos en los más jovenes. En cifras actuales y recogidas en los tiempos de pandemia, las cifran muestran como la Generación Millenials (nacidos entre 1981 y 1995) afirman haberse sentido muy solos en un 34%, la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) en un 27% o el 20% de la generación X (nacidos entre 1961 y 1981). Lo que se deduce que la soledad se ve cómo algo amenazante, cosa que el confinamiento ha intensificado y que ello explica el ansia por relacionarnos (incluso en grandes grupos, siendo contraproducente en estos momentos) y las conductas tan peligrosas y sin distancia provocadas en el todo el proceso de desescalamiento, sobre todo, en población joven.

NUEVAS RELACIONES

Paradójicamente a lo que podría pensarse por la “máxima de distancia social” generalizada desde que empezó la pandemia, las webs y sitios de citas on-line refieren un importante incremento de nuevos usuarios y uso de sus servicios. Sin embargo, sí se registra un cambio en el comportamiento de flirteo, alargando el tiempo en el que se produce el primer encuentro y alargando el contacto virtual, una mejora en el establecimiento de prioridades y metas claras (no nos vale cualquier persona en estos momentos, sino alguien que merece la pena, por lo que hay una mayor profundización antes de producirse la primera cita) y con una tendencia mayor a la exposición personal e íntima, compartiendo no solo aspectos físicos o más superficiales sino también afinidades,  gustos, valores o preocupaciones, con un aumento de la intimidad y que entraría en consonancia con lo encontrado en las relaciones de tipo “bonding”.

SOCIALIZACIÓN EN EL PUESTO DE TRABAJO

Las nuevas medidas de distanciamiento van a cambiar las llamadas “relaciones informales” en el ámbito organizacional, que surgen en los trabajos cuando no hay normas formales que las regulen, y que tienen que ver con los tiempos de descanso y esparcimiento en todo centro de estudios y de trabajo. Por ello, se prevé una disminución en las conductas de desconexión, y a pesar de los esfuerzos de las empresas por aclimatar y gestionar los espacios, se prima en estos momentos la seguridad y confiabilidad del lugar de trabajo por encima de la posibilidad de relacionarnos. Ni se permitirán oficinas abarrotadas, ni reuniones grandes de equipo, y en algunas oficinas se optará por inhabilitar las zonas comunes, foco de contagio o de relajación de las normas de distancia social, con la consiguiente disminución de interacciones con los compañeros y una mayor probabilidad de centrar nuestra jornada en realización de las tareas, cosa que si no se gestiona bien, y con el aumento de vigilancia acaecido en esta etapa, puede formalizar trabajadores con mayor tasa de agotamiento o sensación de burn out. Esto, lógicamente, se verá secundando en ambientes donde la presencialidad sea la norma, pudiendo relajar o facilitarse estas “redes informales”, si se promueven los virtuales, también desde las propias empresas.

En resumen, la panorámica relacional es compleja y tendrá que ir adaptándose a esta realidad cambiante y con grandes interrogantes, y que como sociedad deberemos ir asumiendo. Lo más importante quizás es que esta etapa de distanciamiento no parece inhibir nuestra necesidad de relacionarnos, y sí la creatividad para mantenerlas y hacerlas más cercanas y duraderas, y por los efectos beneficiosos para nuestra salud que desde el ámbito individual y organizacional podemos promover.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes Consultadas: El Confidencial, El País, Psychology Today, Psych Central, Ethic, Ibercampus.es, El Diario.es, El Mundo, La Vanguardia, Universidad de Barcelona.

El dolor de perder a tu perro

En muchas ocasiones tratamos el tema del duelo y la pérdida de seres queridos como algo difícil de afrontar. Cuando es un evento tan significativo como la pérdida de un familiar cercano, tratamos de afrontarlo de la mejor forma posible y socialmente se nos dice que es normal e incluso sano pasarlo mal, sufrir, llorar y vivir un amplio rango de emociones negativas en este evento. Sin embargo, hay una pérdida que en muchas ocasiones podemos sufrir que no está vista como algo tan significativo, concretamente la pérdida del perro de la familia.

Aunque cada vez es menos frecuente, aún existe una cierta creencia de que al ser un animal, el sufrimiento por su pérdida debería ser menor. Si bien es cierto que como seres humanos capaces de pensar en el futuro y por tanto en la muerte, sí somos conscientes de que la vida de un perro es más corta que la humana, hay varios detalles que hacen que su ausencia se haga un evento tan relevante como la de cualquier otro ser querido.

extraída de favim.com
extraída de favim.com

Confusión de nombres

Una reciente investigación ha demostrado que cuando nos confundimos al tratar de nombrar a diferentes personas significa que a nivel semántico estas dos personas se encontrarán en un mismo nivel. El ejemplo más claro es la madre que confunde los nombres de sus hijos, o la abuela los de sus nietos entre sí, puesto que todos ellos pertenecen al mismo grupo para ellas. Es en este efecto donde se ha revelado que el perro de la familia en ocasiones puede pertenecer al mismo grupo mental y por tanto su nombre se confunde con el del resto de miembros de la familia. Así, se hace muy patente el hecho de que el perro es un miembro más de la familia y por tanto su pérdida ha de ser un evento también muy doloroso.

Tu perro te quiere

La relación de los seres humanos con los perros tiene ya un largo recorrido y estos animales domésticos han ido siendo seleccionados por la especie humana para que muestren un amor incondicional. El perro muestra un amor especialmente incondicional y sin crítica a su dueño, de forma que una recompensa de afecto por parte de su dueño es más gratificante para el animal que la propia comida. Además, se ha podido estudiar que los perros reconocer las expresiones faciales de sus dueños e incluso reconocen sus intenciones y tratan de ayudarles o evitan a las personas que tratan mal o no ayudan a sus dueños. No es sorprendente que las personas que tienen un perro se beneficien de este amor y que a nivel global los propietarios de perros sean más felices y tengan mayores niveles de bienestar.

El significado de perder a tu perro

Teniendo los puntos anteriores en cuenta, es comprensible que ante la pérdida de tu perro la tristeza y desesperanza sean bastante importantes. A este dolor se puede sumar el hecho de que socialmente no está tan reconocido que sea una pérdida importante. Para empezar, se manifiesta en muchas ocasiones esta idea de que “sólo era un perro”, cuando precisamente en ocasiones puede ocurrir al revés y tu perro puede ser más importante en algunos aspectos del vínculo que estableces con él que algunas de las personas de tu vida. No sólo esto, sino que además tu perro llena muchos más aspectos de tu rutina que casi cualquier otra persona. Convives con él y es una gran responsabilidad el que esté bien. Además, en el momento en que perdemos a este compañero, nos damos cuenta que no hay formas de elaborar un ritual de despedida tradicional. Al no existir este reconocimiento social de que la pérdida de tu perro es algo suficientemente importante, no hay tampoco rituales de muerte de las mascotas.

Por todo lo que hemos comentado anteriormente, la pérdida de un miembro de la familia como es el perro es un evento suficientemente importante como para tratarlo como algo emocionalmente intenso, permitirnos llorar la pérdida y sentir su ausencia. De todos modos, es precisamente por lo que hemos comentado anteriormente; el tener un nuevo miembro de la familia y su amor incondicional hacen que sea bastante probable que queramos volver a tener un nuevo compañero peludo pronto, y nunca olvidaremos al que se fue.

Fuente www.iflscience.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Beneficios de cenar en familia

Vivimos en una sociedad exigente, en la que nuestro trabajo ocupa gran parte del día, a eso debemos añadirle el tiempo que empleamos para transportarnos de un sitio a otro. Con todas las tareas que tenemos que realizar diariamente, poco tiempo nos queda para sentarnos a charlar con la familia, jugar con los niños o simplemente pasar tiempo juntos. Muchos padres y madres se lamentan de esto. Sin embargo, no debemos olvidar que no siempre se trata de cantidad, sino de calidad. A este respecto, la cena puede constituir el mejor momento del día para reencontrarnos y conectar si seguimos una serie de pautas. La cena es un ritual diario que nos aleja del bullicio de la jornada y puede ser un calmante para el estrés de niños y padres. Diferentes estudios han puesto en evidencia los beneficios de aprovechar la cena como un paréntesis para mirarnos a la cara unos a otros y una oportunidad para transmitir algunas cosas importantes para la salud de tus hijos. A continuación os dejamos algunas de ellas.

Foto: livinginsplitsville.com
Foto: livinginsplitsville.com

En la cotidianidad se asienta la educación. Aprovecha la cena para transmitir hábitos de alimentación saludables. Los niños que regularmente cenan comida casera y en familia se convierten en adultos jóvenes que han interiorizado los hábitos alimenticios sanos y continúan comiendo más frutas y verduras una vez se independizan. Estos jóvenes son menos propensos a ser obesos. Estos beneficios para la salud no vienen sólo de la comida. El ambiente en la mesa es un ingrediente clave. Los investigadores han encontrado que el calor y la comunicación positiva son necesarios para disminuir el riesgo de la obesidad en los niños.

Cosas a evitar:

Ver la televisión mientras cenáis dificulta que pueda haber una conversación fluida. Además, un estudio reveló que los niños que cenaban frente a la televisión eran más propensos a tener sobrepeso.

– Ser un fanático del control: Un estilo de crianza excesivamente controlador y restrictivo hacia la comida se asocia con mayores tasas de obesidad en los niños. Intenta evitar los comentarios negativos y hostiles.

– «Cómete el brócoli y entonces te doy un helado»: En un estudio encontraron que cuando los padres utilizan recompensas para alentar el consumo de un alimento en particular, esta estrategia fracasa. Los niños rechazan esos alimentos y fomentan la preferencia por aquellos que son recompensa.

– Hablar del peso: Es mejor centrarse en una alimentación saludable que en el peso del hijo. Aún más importante que la charla es el comportamiento de los padres: aquellos que realizan dietas tienen más probabilidades de tener hijos con trastornos de la alimentación.

– La restricción de ciertos alimentos. Investigadores de la Universidad de Penn State mostraron que los niños anhelan más los alimentos que están prohibidos. Aquellos a los que se les permite el acceso a patatas fritas, golosinas y galletas tienen al final un menor consumo de dichos alimentos que aquellos niños a los que se les tiene prohibido.

Los investigadores han encontrado que cuando las familias cenan juntas, experimentan un impulso en el estado de ánimo positivo y una disminución en los niveles de estrés. Los adolescentes que cenan en familia señalan que la cena es cuando hablan con sus padres. Y estos mismos adolescentes que cenan regularmente (y hablan con regularidad) con sus padres dicen sentirse más conectados con ellos y tienen una visión más positiva del futuro.

Además de estos elementos positivos, hay diversos estudios que muestran que la cenar regularmente en familia está vinculado a la reducción de muchos de los comportamientos de alto riesgo, tales como consumo de sustancias,  problemas escolares y trastornos de la alimentación. En un estudio a gran escala con adolescentes, cenar regularmente en familia se asoció con menores tasas de depresión. Recientemente, un estudio encontró que los niños que habían sido víctimas de acoso cibernético, sufrieron menos consecuencias perjudiciales que aquellos que también lo sufrieron pero no cenaban en familia.

Ninguno de estos beneficios requiere pasar horas y horas en la cocina o servir alimentos especiales. Los ingredientes más esenciales para una gran cena familiar son la calidez y la conexión. Si los miembros de la familia se sientan en un frío silencio o los niños no se sienten cómodos hablando, la cena familiar no conlleva ningún beneficio positivo. Compartir alimentos saludables no suaviza una relación padre-hijo tensa, pero es el mejor momento del día comprobar cómo se sienten los hijos.

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda Extremera

Estrategias para reducir la ansiedad en niños

Posiblemente la peor parte de la ansiedad es tener ansiedad ante la ansiedad. La conocida metáfora de la bola de nieve, que engorda a medida que rueda colina abajo, puede ayudarnos a ilustrar cómo la ansiedad desenfrenada crece rápidamente. Los niños pueden aprender a lidiar con la ansiedad a través de la adquisición de dos habilidades cruciales: capacidad para calmarse y resolver problemas. La escalada de la ansiedad en los niños puede ser expresada y percibida como un comportamiento desafiante. Enseñar a tu hijo a escuchar y controlar su ansiedad puede ayudarle mucho ahora y en el futuro, e incluso mejorar su comportamiento. A continuación se presentan cinco técnicas muy extendidas en la práctica clínica para ayudar a los niños a manejar la ansiedad:

Respirar con ellos. La respiración lenta y profunda facilita la reducción de la ansiedad. Puedes ayudar a tu hijo a practicar esto, guiándole para que se imagine cómo el aire viaja entrando por la nariz, pasando por la tráquea, y llegando al vientre, el cual se hincha como un globo. Puedes ayudarte de vídeos de Youtube en los que se explica cómo realizar esta respiración diafragmática. Otra manera de relajarse es alternativamente tensar y relajar los músculos alternativamente. En este caso puedes enseñarle a través de escenas divertidas, como por ejemplo, apretar las manos fuerte como si estuvieras exprimiendo limones, tensar los músculos de la cara para intentar espantar una mosca que se ha posado sobre su nariz, o apretar los músculos de los hombros y cuello al imaginar ser una tortuga que esconde su cabeza dentro del caparazón.

Ayudarles a identificar los pensamientos negativos. Puedes orientarle para que encuentre y asimile a un personaje o dibujo este tipo de pensamientos. En este sentido, por ejemplo, los pensamientos negativos puede ser hormigas que aparecen de repente y dicen cosas como “me va a salir mal”, “te vas a caer”, “todo me sale mal”… que nos ponen muy nerviosos. Anímales a que te expresen estos miedos y háblalo con ellos. Podéis dibujar a esas hormigas con pensamientos negativos. Ayúdale a producir el pensamiento alternativo como, por ejemplo, “si sigo practicando, me saldrá cada vez mejor”, “todos nos equivocamos y cometemos errores, puedo aprender de ellos y hacerlo mejor la próxima vez”. Esto dará más confianza a tu hijo y reducirá su ansiedad. Además, saber que puede contar contigo para expresarse libremente le enseñará algo muy valioso, todos somos vulnerables y eso no significa ser débil.

Usar estrategias de exposición. La ansiedad tiene un importante componente fisiológico, esto es, sensaciones corporales generalmente muy desagradables para quien las padece. La exposición a estas sensaciones, aunque suene paradójico, facilita la interrupción de la escalada de la ansiedad. Por ejemplo, para un niño que informa de la falta de aire debido a la ansiedad, podemos pedirle que se siente con su padre y juntos contengan la respiración. El objetivo es que el niño identifique los síntomas físicos de la ansiedad, pero en ausencia de la percepción cognitiva de miedo y pánico. Aunque a los adultos también nos genere angustia ver a un niño sufriendo ansiedad, y lo que nos sale espontáneamente es protegerle y facilitar el escape de esa situación, debemos tener presente que la exposición siempre va a ser mucho mejor para ayudarle que la evitación. Por ello os recomendamos que os mostréis cercanos, cariñosos y firmes a la hora de alentar a tus hijos a enfrentar y trabajar con sus miedos.

Guiar al niño en la imaginación de escenas agradables. Puedes ayudar a tu hijo a imaginar un lugar relajante y a tomar conciencia de las sensaciones y sentimientos de calma en su cuerpo. O bien, puedes pedirle que se imagine una caja donde poner las preocupaciones que le molestan, para que la use cuando lo necesite o quiera estar haciendo otras cosas. Esto es un juego para dotarle de herramientas, pero no olvides que esas preocupaciones deben ser escuchadas.

Animar al niño a hacer una lista de «cosas que salieron bien hoy» al final del día. Esto ayuda a aquellos niños propensos a la ansiedad a que desarrollen un estilo cognitivo optimista, fomentando que sean capaces de fijar su atención en lo positivo, así como valorar sus éxitos diarios.

 

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda