Cómo ha cambiado la pandemia por COVID 19 la manera de relacionarnos.

La pandemia ha sacudido la vida personal y colectiva de nuestra sociedad y de sus individuos, y aunque los más optimista quieran pensar en sus efectos como algo temporal y con fecha de caducidad, sin duda son muchos los efectos a corto y medio plazo para la sociedad, sus individuos y la manera de relacionarse. Un punto de inflexión indiscutible, del que nos será difícil desprendernos y del que todavía estamos en los albores de cuantificar su impacto. Por ello, son muchas las investigaciones que han surgido para datar, explicar y/o predecir los cambios a nivel interpersonal. Estas son las primeras conclusiones.

Foto extraída de Vix.com

RELACIONES ESTABLES Y TASA DE SEPARACIONES / DIVORCIOS

La mayoría de las parejas se han visto forzadas a convivir durante 24 horas siete días a la semana cuando antes pasaban unas pocas horas juntas, y donde la mayor parte del tiempo la rutina, los niños o las tareas de casa comían el tiempo compartido. La casa, además, ha dejado de considerarse un refugio para convertirse un lugar de convivencia con los problemas, donde la ansiedad, el aislamiento, el desempleo, los problemas económicos, la perdida de un ser querido o su consiguiente duelo se han vuelto algo cotidiano. La pandemia ha traído una presión extra a muchas parejas, que han visto como el tiempo juntos hacía aflorar conflictos que en otro momento estaban contenidos o incluso se manejaban bien. Se registra un aumento de un 30% de las consultas a abogados matrimonialistas y el COVID ha sido, sin duda, el inicio para que relaciones que escondían sus problemas “bajo la alfombra” y que la convivencia ha forzado a terminar. Pero no todo son malas noticias. Efectivamente, muchas parejas han visto aumentar su tiempo de calidad e intimidad, disfrutando de hacer actividades nuevas o enterradas que el confinamiento ha posibilitado, y como detalle, también el aumento de demandas de colchones, por lo que explica un pequeño “baby boom” en muchas parejas donde la relación ha ido bien y se ha visto idónea esta oportunidad para aumentar la familia.

INTERACCIONES CON NUESTROS SERES QUERIDOS Y/O CERCANOS.

Según un estudio realizado a lo largo de la pandemia, se han intensificado algunas de nuestras relaciones (las llamadas “bonding”, de confianza y de alta familiaridad, que han pasado a un contacto casi diario, y que suelen ser características de relaciones con familiares muy cercanos y con amigos muy cercanos) mientras que otro tipo de relaciones más marcadas por las reglas y normas de la sociedad (las llamadas “bringing”, que podíamos tener con compañeros de trabajo, familia extensa, algunas amistades no demasiado cercanas o conocidos) han desaparecido o reducido drásticamente. De esta manera, se ha fomentado la creación y relación con redes con alta confiabilidad, de cooperación mutua y con la que compartimos un gran número de intereses y afinidades (“bonding”), siendo el contacto con dichas redes casi diaria en el confinamiento, y que contrasta con el contacto semanal de antes de la pandemia, pero si bien se ha restringido ese tipo de relaciones a casi la mitad y sólo con familiares cercanos y amistades  muy cercanas, reduciendo drásticamente las demás relaciones en el periodo de confinamiento donde se han visto distanciadas o perdidas. De lo que se deduce algo lógico: el periodo de confinamiento ha traído la disminución de nuestras redes en cantidad, pero se ha intensificado la calidad y la confianza en nuestras redes de confianza. Todo ello concluyendo desde un ámbito no presencial, y si telefónico o virtual, y que parece mantenerse una vez se ha producido el proceso de desescalamiento y vuelta a la normalidad.

FORMA DE RELACIONARNOS

Diversos estudios afirman como la pandemia ha provocado un aumento de la sensación de amenaza, una mayor preocupación por el futuro o por nuestra salud. La consecuencia más inmediata es un giro de nuestras ideas a concepciones más conservadores, menos tolerantes a los demás (o a sus actitudes) y con una frecuencia a mostrar desconfianza a los demás; con efectos claros en nuestras relaciones significativas, ya sean amorosas, familiares o de amistad. A la vez, nos ha vuelto más conformistas y con tendencia al cumplimiento de las normas y el castigo de lo extravagante o comportamientos considerados “rebeldes”. Esta sensación de desconfianza se experimenta e intensifica en lo referente a los desconocidos, y por ello se registran una mayor tasa de actitudes racistas o xenófobas, tal y como estamos comprobando estas semanas en los medios de comunicación.

IMPACTO DE LA SOLEDAD

Sin duda, otro de los efectos claros de la pandemia ha sido el aumento de la soledad, que antes de la pandemia ya estaba considerado uno de los problemas fundamentales de salud pública, constituyendo una verdadera pandemia y que fomenta mayores problemas de ansiedad y depresión en quienes la experimentan. La soledad no sólo se refiere a estar “solo” en sí (y que no necesariamente es negativo, pudiendo ser disfrutable para hacer tus propias actividades), sino a la reacción emocional que se te despierta al estar solo, haciendo referencia a un sentimiento personal caracterizado por el pensamiento de que nadie te entiende, te sientes poco comprendido y con la sensación de ser incapaz de conectarte con los demás. Es una respuesta emocional desagradable al aislamiento percibido o la sensación de falta de relaciones sociales significativas; una especie de dolor social, y que no es exclusivamente un sentimiento referido en poblaciones mayores, sino que afecta a todos los estratos y con efectos dramáticos en los más jovenes. En cifras actuales y recogidas en los tiempos de pandemia, las cifran muestran como la Generación Millenials (nacidos entre 1981 y 1995) afirman haberse sentido muy solos en un 34%, la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) en un 27% o el 20% de la generación X (nacidos entre 1961 y 1981). Lo que se deduce que la soledad se ve cómo algo amenazante, cosa que el confinamiento ha intensificado y que ello explica el ansia por relacionarnos (incluso en grandes grupos, siendo contraproducente en estos momentos) y las conductas tan peligrosas y sin distancia provocadas en el todo el proceso de desescalamiento, sobre todo, en población joven.

NUEVAS RELACIONES

Paradójicamente a lo que podría pensarse por la “máxima de distancia social” generalizada desde que empezó la pandemia, las webs y sitios de citas on-line refieren un importante incremento de nuevos usuarios y uso de sus servicios. Sin embargo, sí se registra un cambio en el comportamiento de flirteo, alargando el tiempo en el que se produce el primer encuentro y alargando el contacto virtual, una mejora en el establecimiento de prioridades y metas claras (no nos vale cualquier persona en estos momentos, sino alguien que merece la pena, por lo que hay una mayor profundización antes de producirse la primera cita) y con una tendencia mayor a la exposición personal e íntima, compartiendo no solo aspectos físicos o más superficiales sino también afinidades,  gustos, valores o preocupaciones, con un aumento de la intimidad y que entraría en consonancia con lo encontrado en las relaciones de tipo “bonding”.

SOCIALIZACIÓN EN EL PUESTO DE TRABAJO

Las nuevas medidas de distanciamiento van a cambiar las llamadas “relaciones informales” en el ámbito organizacional, que surgen en los trabajos cuando no hay normas formales que las regulen, y que tienen que ver con los tiempos de descanso y esparcimiento en todo centro de estudios y de trabajo. Por ello, se prevé una disminución en las conductas de desconexión, y a pesar de los esfuerzos de las empresas por aclimatar y gestionar los espacios, se prima en estos momentos la seguridad y confiabilidad del lugar de trabajo por encima de la posibilidad de relacionarnos. Ni se permitirán oficinas abarrotadas, ni reuniones grandes de equipo, y en algunas oficinas se optará por inhabilitar las zonas comunes, foco de contagio o de relajación de las normas de distancia social, con la consiguiente disminución de interacciones con los compañeros y una mayor probabilidad de centrar nuestra jornada en realización de las tareas, cosa que si no se gestiona bien, y con el aumento de vigilancia acaecido en esta etapa, puede formalizar trabajadores con mayor tasa de agotamiento o sensación de burn out. Esto, lógicamente, se verá secundando en ambientes donde la presencialidad sea la norma, pudiendo relajar o facilitarse estas “redes informales”, si se promueven los virtuales, también desde las propias empresas.

En resumen, la panorámica relacional es compleja y tendrá que ir adaptándose a esta realidad cambiante y con grandes interrogantes, y que como sociedad deberemos ir asumiendo. Lo más importante quizás es que esta etapa de distanciamiento no parece inhibir nuestra necesidad de relacionarnos, y sí la creatividad para mantenerlas y hacerlas más cercanas y duraderas, y por los efectos beneficiosos para nuestra salud que desde el ámbito individual y organizacional podemos promover.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes Consultadas: El Confidencial, El País, Psychology Today, Psych Central, Ethic, Ibercampus.es, El Diario.es, El Mundo, La Vanguardia, Universidad de Barcelona.

Todo Lo Que Hay En Un Abrazo

Los abrazos, ese gran gesto (habitualmente social) cada vez menos generalizado por el miedo al contacto inapropiado y relegados por tanto al ámbito de la intimidad, objeto de numerosos estudios científicos los cuales han aportado interesantes datos acerca de sus beneficios en nuestra salud física y mental, son los protagonistas de nuestro blog de hoy.

Imagen extraída de https://www.triskelate.com/

TIPOS DE ABRAZOS

Cuando hablamos de “abrazo” se genera rápidamente una imagen mental en nosotros, ¿verdad? El abrazo clásico, sí, el de toda la vida: personas que se rodean con ambos brazos, poco contacto visual, cuerpos pegados, cabezas una al lado de la otra, …

¿Pero os habéis parado a pensar que también hay distintos tipos, con lenguaje corporal diferente, según la función que cumplen o el modo en el que se dan? 

Principalmente diferenciamos unos abrazos de otros según la fuente o persona que nos los aportan. Sin embargo, tal vez existen tantos tipos de abrazos como culturas y subculturas haya, con distintos significados no verbales cada uno de ellos: habitualmente son muestra de intimidad y confianza, otras veces se utilizan a modo de saludo pero el lenguaje corporal transmite que no se está cómodo con la situación, están los que van acompañados de palmaditas en la espalda como signo de aprobación, otros nos permiten realizar a la par tareas mientras nos abrazamos (caminar por la calle junto a alguien, por ejemplo), los que se dan “desde la distancia” con los dos miembros manteniendo sus cuerpos alejados un par de pasos porque no hay aún la suficiente confianza, los abrazos efusivos de despedidas o reencuentros de un ser querido e incluso los hay que pueden ser el preludio de un momento sensual en pareja (los abrazos asimétricos, en los que uno está sentado y otro de pie y se llegan al nivel de la cintura); así como un largo etcétera más.

Sin duda nuestro preferido es el “abrazo cruzado”. En esencia sería igual que el clásico que comentamos antes, pero habría una pequeña particularidad que marcaría la diferencia: en lugar de rodearnos con ambos brazos justo de frente giramos ligeramente el cuerpo o pecho, intentando cuadrar corazón con corazón, si se respira hondo y dicho abrazo se alarga durante más de un par de segundos se disfruta mucho más y se ha comprobado que es un buen liberador de tensiones y mantenido en el tiempo consigue acompasar nuestro ritmo cardíaco ligeramente al del otro a parte de generar profundos sentimientos de intimidad y sintonía.

No obstante, con esta breve reseña nos parece incluso más relevante el destacar la infinidad de beneficios físicos y psicológicos que en sí contienen los abrazos, por eso nuestro objetivo será desgranar algunos de ellos con el fin de derribar todas aquellas barreras corporales y mentales que impiden que abraces más en tu día a día.

MIL Y UN BENEFICIOS FÍSICOS Y MENTALES DE DAR Y RECIBIR ABRAZOS

  • Fomenta el sentido del tacto, ese gran olvidado en pos del resto de nuestros 5 sentidos, como la vista o el oído por ejemplo. El tacto es mucho más relevante de lo que se imagina, ya que a parte de que nos ayuda a centrarnos en el momento presente tiene un gran y positivo impacto en la salud mental y en el desarrollo.

En cuanto a su relevancia en el desarrollo evolutivo, el tacto forma parte de la génesis del vínculo del apego (un conjunto de conductas y emociones interpersonales especialmente importantes en nuestros primeros meses de vida): en los primeros experimentos que Harry Harlow hizo con monos en sus investigaciones sobre la Teoría del Apego se comprobó que una mayor cercanía táctil de la mamá mono o de un mono construido artificialmente, con un material más jugosito y que aportaba más calor (felpa), por contra del metal (frío al tacto), generaba un vínculo más cercano, lo que en último término influía en el desarrollo evolutivo general del mono infante. Posteriormente, los datos que aportó el psicólogo estadounidense se han corroborado con otros recogidos en multitud de orfanatos: los niños que recibieron alimentos pero no fueron abrazados tuvieron un retraso significativo en el desarrollo tanto físico como socioemocional acompañado de cerebros más pequeños (menos desarrollados). Esto significa que el contacto físico no solo es crítico para el comportamiento de estos niños a medida que crecen, sino también para el desarrollo sus cerebros, algo que también se ha observado en animales sometidos a aislamiento social.

Que el apego construido con los progenitores sea el más importante, por los patrones aprendidos que tenderán a repetirse a lo largo de la vida adulta en cuanto a la forma de vincularnos y las expectativas de lo que podemos esperar de los demás, no significa que no creemos más vínculos de apego a lo largo de nuestra existencia: pareja y amigos serán los otros contextos por excelencia donde nos apegamos, y por tanto, los abrazos serán un reforzador fantástico para que dichas vinculaciones sean de calidad (también en la vida adulta).

Como ejemplo específico de la importancia de los abrazos y el contacto físico en la vida cotidiana, y en particular en la crianza de recién nacidos estaría la Teoría del Bonding, derivada de la Teoría del Apego desarrollada por el psicólogo John Bowlby,  consistente en portear al bebé pegado al cuerpo desde que nace y favorecer lo máximo posible ese “piel con piel” para conseguir un desarrollo psicosocial y emocional saludable y positivo.

  • Derivado de todo lo anterior se extrae que los abrazos a su vez son reforzadores de vínculos afectivos que ya forman parte de nuestra vida: son muestra de cercanía, de que somos importantes para el otro, de afecto, apoyo, cariño, de que se preocupan por nosotros, etc…

Por el contrario, una escasez de este contacto táctil reforzante podría derivar en un patrón de comportamiento más arisco en general, incluso algunos datos obtenidos en 1999 entre dos grupos de estudio (París-Miami) muestran que dicho comportamiento podría ser más agresivo en particular.

  • Los abrazos ayudan a romper barreras de soledad ya que reciben, acogen, apoyan y sustentan. También son una forma de disfrutar de tiempo agradable con nosotros mismos cuando somos el aportador y recibidor del abrazo, es decir, cuando nos autoabrazamos.
  • Sirven de sustento o soporte en momentos vitales difíciles: si bien el problema no se termina en el momento justo del abrazo, sí que con él se disiparará la tensión que dicha situación está desencadenando. Después, será mucho más fácil poder poner en marcha algún plan de acción que esté dentro de nuestro repertorio como solución a la problemática que se nos presenta.
  • Asimismo, los abrazos pueden ser un modo efectivo de control de emociones que podríamos pensar son totalmente lo contrario a ellos, dicho con otras palabras,un modo eficaz de “parar paradójico”: por ejemplo, cuando un niño pequeño está muy enfadado, fuera de sí y con escasas herramientas para digerir o controlar la emoción, si probamos a darle un abrazo fuerte lo que seguramente comprobemos es que por una parte la emoción se contiene y, por otra, consigue un efecto ansiolítico en el pequeño, es decir, consigue carmarle/tranquilizarle y reorientarle en la situación.
  • Cuando nos abrazan y abrazamos (¡también podemos abrazarnos a nosotros mismos!) se segregan multitud de sustancias bioquímicas en nuestro cuerpo: oxitocina, opioides endógenos (como las endorfinas), serotonina, dopamina,… en general todas ellas responsables de sensaciones de bienestar, relajación, placer, atenuación del dolor y elevación del estado de ánimo. 

De las anteriores podríamos destacar la oxitocina u “hormona del amor”, protagonista en otras situaciones de contacto físico placenteras como serían la experimentación de los orgasmos. 

Se ha demostrado científicamente que dicho neuroquímico también hace su aparición estelar tras el parto para conseguir revertir los dolores derivados de él a cambio de desencadenar toda una gama de reacciones y sentimientos afectivos hacia el bebé: ganas de acariciarlo, achucharlo, besarlo y protegerlo. En un momento en el que la madre no lo está pasando del todo bien la oxitocina impide una reacción de lo más esperable que impediría la supervivencia del recién nacido: ignorarlo y/o no protegerlo, frente a los sentimientos de confianza, cuidado y calma que tienen lugar finalmente.

Asimismo esta “hormona de los abrazos” afecta a la bioquímica interviniente en el estado anímico, ya que contribuye a una mayor producción de serotonina y dopamina.

¡Y eso no es todo! Por si fuera poco, y en relación con el por qué está justificado abrazar en situaciones aversivas, además se encontró que cuando aumenta la oxitocina se atenúan los niveles de cortisol, conocido también como “hormona del estrés” y que incrementa su presencia sobre todo en situaciones de “peligro” o que nos dan miedo (casos de fobias en el extremo del continuum). La disminución de cortisol se traduciría en un descenso de la presión arterial, con la consiguiente sensación de relajación. El reequilibrio anteriormente explicado impediría en último término que un estrés mantenido en el tiempo dé al traste con nuestro sistema inmune, lo que indirectamente a su vez nos permitirá disfrutar de un mejor estado de salud físico y mental.

  • Cuando nos abrazan nos aportan confianza y autoseguridad: la liberación de oxitocina es un excelente antídoto contra los miedos y fobias sociales. En otras palabras, si estás en una situación social que te provoca temor probablemente un abrazo de alguien que en ese momento tengas cerca te reconfortará y te hará pasar el mal trago más holgadamente.
  • Abrazos como elíxir de la juventud: al disminuir la presión arterial se consigue una mejor circulación sanguínea. Que nuestro cuerpo esté más oxigenado en general hará que los tejidos y la piel luzcan más jóvenes.

Después de este post esperamos que tus ganas de abrazar, ser abrazado y abrazarte a ti mismo hayan subido como la espuma. Implántalo a modo de saludo habitual con seres queridos y disfruta de un “autoabrazo” cuando estés pasando por una situación delicada, para quererte más o simplemente como manera de disfrute del tiempo de desconexión.

También, si ves a alguien con un letrero de “abrazos gratis” no dudes en dárselo, ya que posiblemente sea una de las mejores medicinas naturales que tenemos a nuestra disposición: nos hace sentirnos más positivos en nuestro estilo de afrontamiento de las situaciones del día a día y hace que las reacciones negativas ante conflictos interpersonales sean menos graves. 

Y para terminar, como no…. ¡Un fuerte abrazo!

Fuentes: Rosenzweig, M. R., Aliaga, E., Leiman, A. L., & Pérez Pamies, M. (1992). Psicología fisiológica. McGraw-Hill Interamericana,.

 www.psychologytoday.com , www.psicologiaymente.com 

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Cómo sobrellevar el duelo en tiempos navideños

 

Extraída de www.ayudaenduelo-artmemori-com
Extraída de www.ayudaenduelo-artmemori-com

En nuestra sociedad, la Navidad es sinónimo de momentos afectivos y reencuentros con nuestros seres queridos, de celebraciones y regalos, de sonrisas y euforia regada al son del champán. Y sin embargo, puede ser también un tiempo lleno de contradicciones, sobre todo cuando en la vida de cada uno comienzan a sucederse las personas importantes. En ese momento, cuando hay ausencias claras de personas importantes, es cuando las heridas emocionales se reabren y podemos sentirnos vulnerables. 

El duelo se define como una reacción emocional intensa ante la constatación de la perdida de un vínculo afectivo significativo. Estas reacciones pueden experimentarse tras un fallecimiento, pero pueden sentirse cuando terminamos con una relación sentimental, una relación de amistad, o cuando nuestro referente afectivo no puede estar presente durante mucho tiempo (por ejemplo, una estancia larga al extranjero).

En ese sentido, las personas que sufren el duelo pueden estar meses (incluso años) con reacciones emocionales de diversa índole, dependiendo del significado que tenga la persona ausente para nosotros. Todos experimentamos el dolor por la perdida de alguna manera y no hay una manera adecuada de sentirlo, si bien todos coinciden en la necesidad de estar conectado con ello, expresarlo de alguna manera y permitirse un tiempo en que podemos funcionar de una forma diferente. De este modo, las fechas importantes (como cumpleaños y aniversarios) y la Navidad y las fiestas donde los seres queridos se reúnen, es donde podemos sentir esas punzadas de manera más intensa, sin que podamos decir que eso es signo de un duelo no superado. A esto se les llama “reacciones de aniversario”, y son parte misma del duelo y del proceso de mejora.

¿Hay claves para sobrellevarlo mejor en estas fechas? En nuestra sociedad todavía el dolor y la muerte es una asignatura pendiente y muchas veces se tiende a esconderlo como una forma de afrontamiento contraproducente. En estas fiestas, se tiende a pensar que la Navidad obliga a sentir unas emociones sobre otras y las personas evitan compartir lo que sienten por miedo a la reacción de los demás, por si no saben cómo reaccionar ante ellas.  De esta forma se pierden oportunidades únicas para hacer un manejo del duelo (y del dolor asociado) y comprender emociones que si bien son desagradables, son tan humanas y necesarias como la alegría y la felicidad. Se actúa como si no pasara nada y cuando las personas las sientes, tienden a aislarse para no molestar. ¿Hay mejores formas de hacerlo? Intentemos describir maneras alternativas de hacerlo:

  1. Establece límites para ti mismo. Sentir el dolor por nuestros seres queridos desgasta mucho por toda la energía y las emociones que sacamos fuera. Haz planes que busquen conservar la energía: la prioridad eres tú mismo y puedes decidir sobre qué planes decir sí y en cuáles decir NO. Anticipando tu comodidad y tu estado emocional. No hagas que las expectativas de los demás cambien o modifiquen tu idea de hacer las cosas. Necesitas tiempo para respirar, digerir y llorar.
  2. Planifica tu tiempo. La rutina y las labores cotidianas pueden darnos una estructura cuando nos sentimos entumecidos por nuestro propio dolor. Confía en la rutina e intenta balancear tu tiempo entre momentos de descanso con momentos de disfrute y conexión. Tu cuerpo lo agradecerá.
  3. Expresa las emociones. Elige a personas que saben escucharte para hablar de tus emociones. Da presencia a la persona fallecida, di su nombre. Habla de lo que hacia o pide que te cuentes historias. Lo que nos queda de los que se han ido son los recuerdos y hay de todos los tipos: hablar de ellos ayuda a integrarlos en tu vida y entender el significado que han tenido en nuestras vidas. Acaba estos momentos con muestras de afecto: esto permite conectarte con los demás y entender que las personas que están junto a nosotros pueden ayudarnos a superar el dolor.
  4. Crea nuevas tradiciones. Las ausencias modifican las reuniones con los demás y hacer como si nada no ayuda. Crea nuevos roles o haz que otros asuman los roles de la persona fallecida. Nombrando, haciendo pequeños actos simbólicos en su nombre y que todos juntos podáis celebrarlos. Ayuda a introducir a los que se han ido en nuestras vidas, llenando estos actos de ventilación conjunta y esperanza.
  5. No intentes reducir el dolor, el camino es la aceptación. Estar de duelo no significa estar triste permanentemente, sino de empezar a disfrutar de nuevo la vida sintiendo un vacío en tu interior. Reconocer lo que uno está sintiendo. Disfrutar de un día de celebración o de la Nochebuena a pesar del dolor permite entender que podemos afrontarlo y que la vida tiene mucho de muchas cosas. Que durante un tiempo nos tenemos que tomar las cosas con más calma, cuidarnos y esperar a recuperarnos. A no pedirnos más de lo necesario. A no fingir emociones que no sentimos: mostrar y expresar ayuda a que tú y los demás aprendamos progresivamente que es esto del duelo. Incluso en Navidad. Incluso en la mayor de las fiestas.
  6. No te aísles. El antídoto contra el dolor es la conexión: conexión con los demás y con el presente. Permite entender que lo que precisamente te hace bien es tu propia vida. No huyas de los demás, el cariño es precisamente una de las cosas que más necesitas. Elige a qué celebración y déjate llevar por la intuición: tal vez te lo pases mejor de lo que esperas.

En efecto, en esto del dolor no hay fórmulas mágicas y lo importante es respetarse a uno mism@, darse cancha, espacio y asumir que el ritmo adecuado es la calma y la bajada de revoluciones. Y dejarse llevar y disfrutar, no sintiéndose culpable por reír y querer el contacto y el afecto de los demás. Que es exactamente lo que hemos perdido y por eso es importante sentirlo. Y por eso en Navidad también.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: PsychCentral, Psychology Today, El País Semanal, Pinerest.org, Health.Harvard.edu

5 ingredientes fundamentales para construir una relación gratificante

Extraída de https://clipartfest.com
Extraída de https://clipartfest.com

Lejos de los ideales que nos venden las películas o los medios de comunicación, tener una relación satisfactoria y que se mantenga a lo largo de los años tiene mucho más de trabajo y continua construcción de lo que pensamos. En efecto, tendemos a considerar o confundir el amor perfecto con los primeros estadios de una relación, cuando la idealización, la atracción o las ganas irrefrenables de ver a la otra persona están a la orden del día. Pero, ¿es eso exactamente eso lo que podríamos llamar verdadero amor?

Los investigadores se pusieron manos a la obra y se estableció 3 componentes básicos del amor según el triángulo de amor de Sternberg que predecían en buena medida el éxito de la relación. En primer lugar, la pasión es un estado de intensa búsqueda del otro y ganas de unión, donde prevalece la atracción física, la excitación fisiológica y las ganas de compartir afectos y situaciones. La intimidad estaría relacionada con la conexión emocional y la creación de un vínculo de seguridad que favorece las autorrevelaciones y la cercanía. El compromiso tendría que ver con la parte más racional de toda relación; donde se hace un balance de los costes y los beneficios y se continua la relación a pesar de los costes que pudiera tener por el valor que se le confiere a la relación y a la otra persona. Un último componente se ha añadido a los tres tradicionales y se considera una doble variante de la pasión. De este modo, “la pasión romántica”, se referiría a la atribución que haríamos de la atracción física y que estaría muy mediatizado por nuestros propios ideales de pareja y del amor romántico.

Pero no todos parecen darse al mismo tiempo. De hecho,  la investigación posterior ha querido comprobar la evolución de los distintos componentes. En ellos, parece clara una primera fase de enamoramiento en la que conviven las dos vertientes de la pasión y que se considera necesaria para la formalización de la relación y el surgimiento de los distintos componentes. Esta fase se considera corta y donde es fácil idealizar al otro y la relación. Una segunda fase de amor pasional, donde  a los dos componentes mencionados se le añade una intensa intimidad (sentimientos de cercanía y compartir con la otra persona) y un compromiso creciente, donde aumenta una necesidad mayor de tener proyectos comunes compartidos. Una última fase en la que la relación desemboca en un amor compañero, donde los pilares básicos de la relación resultan ser la intimidad y el compromiso; unos niveles moderados de pasión romántica y niveles algo más bajos de pasión erótica, pero no tan bajos como podría considerarse.

Y es en este punto donde la relación podría estabilizarse, o bien pasar a un amor amigo (sin componentes de pasión) o darse la ruptura de la relación. Que no lo haga, depende mucho de lo que hagamos cada día con nuestra pareja. Aquí os dejamos 5 consejos que os pueden ayudar a mantener cada componente en esas cantidades lo suficientemente activas como para que la relación siga disfrutando de buenos tiempos.

Menos castigo y más refuerzo. En efecto, las parejas infelices no tienden a recompensar a sus compañeros ni son amorosos con ellos. Se apresuran a criticarse, interrumpirse, estableciendo un círculo constante de castigo impidiendo contactos positivos. Crear una atmósfera donde se premia más a la pareja, demostrando que le  aprobamos, reforzando cada conducta amorosa y buscando un contacto físico positivo (un abrazo, cogerse de la mano) favorece que la pareja se sienta más unida y ambas partes se busquen constantemente.

(De)mostrar gratitud. A pesar de los conflictos que pueda haber, valorar los esfuerzos de la pareja porque estemos bien y la relación funcione favorece la reciprocidad e incrementa que se  recompense espontáneamente a la pareja, desde piropos hasta muestras de cariño.

Más atención al otro. En tiempos donde las redes sociales y los teléfonos móviles comen tiempo para las interacciones en tiempo real,  que estemos atentos a la pareja (tanto en lo que hace dice o hace, como en dedicarle un emoticono o unas frases en los días que estamos liados) hace que la calidad de la relación  aumente y se aprovechen más los momentos que estamos juntos. Dedicarse un tiempo para la relación, que se intente respetar y que se hagan actividades que gusten a los dos incentiva el contacto y aumenta la sensación de la pareja como un espacio de calma, confianza y distendimiento.

Contacto piel con piel. Una de las cosas que distingue nuestra pareja de las otras relaciones es el grado y la profundidad con la que nos mostramos y nos tocamos. Para algunas personas, además, este contacto sólo lo hacen con otras personas más que en pareja. Cuidar el contacto afectivo y hacer que las dos partes de la pareja se toquen más aumenta incluso el atractivo percibido del otro y hace que se posibilite las negociaciones de los conflictos por la cercanía y la implicación que se siente.

Capacidad para el perdón. El rencor descarrila cualquier intento amoroso, de gratitud o de reciprocidad en la pareja. Aprender a perdonar en pareja permite cerrar conflictos que antes parecían irresolubles y avanzar recomponiendo los errores. Intentar resolver siempre los conflictos con un resultados positivo para los dos permite conflictos constructivos y que no los veamos como una situación que signifique una ruptura.

Aunque ninguna fórmula es infalible por sí misma, cuidar estos aspectos permite mantener la satisfacción viva y superar las numerosas crisis que se producen en toda relación amorosa. Por que no se trata de sobrevivir a éstas, sino entender que es un proceso normal de cada relación y la disposición y el momento que esté cada una de las partes. En estos casos, lo importante es lo que opinen los dos.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychcentral, Psychology Today, Huffington Post

Cómo afrontar la soledad

Fotos extraída de https://http://www.imagenes.4ever.eu
Fotos extraída de https://http://www.imagenes.4ever.eu

Sentirnos solos es algo cotidiano en nuestro día a día y puede deberse a muchas situaciones provocadas por cierto aislamiento que acompañan diversas situaciones de nuestra vida. Sin embargo, transformarlo en un modo de vida puede implicar graves consecuencias psicológicas en quién lo padece, por lo que se hace necesario desmitificar la soledad como algo intrínsecamente negativo y ver el impulso que supone donde solo sentimos dolor y tristeza. ¿Podemos sobreponernos a soledad?

Cuando la soledad se confunde con lo que sentimos en esos momentos. Habitualmente, la soledad la solemos considerar como algo negativo por las emociones y sentimientos que experimentamos en estados de soledad. Se suele experimentar en situaciones de perdida y abandono o cuando se produce un desengaño. En esas circunstancias, aparecen toda una serie de emociones que pueden virar entre el dolor, la decepción y la tristeza y que nos resultan muy desagradables. Nos embarga una enorme melancolía  por recuperar algo que posiblemente hemos perdido. Por todo ello, las personas tendemos a evitar el sentimiento de soledad; la asociamos y la confundimos erróneamente con esos momentos de extrema vulnerabilidad, concluyendo que sentir soledad nos aboca a estar infelices, tristes y abandonados. Y sentirse solo se convierte en algo terrible automáticamente, qué cosas.

Una cosa es soledad y otra bien distinta es el aislamiento. Estar solos no nos empuja directamente a sentirnos como tales y caer en estados depresivos. Lo que nos empuja directamente a la soledad es el aislamiento, es decir, no disfrutar de una red social amplia de la que apoyarnos y hacer uso en esos momentos de perdida. Muchas veces es la propia tristeza quien nos quita esas ganas de ver a gente significativa y positiva. Otras veces sencillamente no contamos con tanta gente a nuestro alrededor. De este modo, se hace especialmente importante en estos momentos conectar a la persona deprimida con gente de apoyo y confianza (a veces es un grupo de amigos, a veces es la familia, pero también puede ser un grupo de apoyo, o bien animarse a hacer actividades que impliquen alguna interacción social). E intentar sobreponerse a esos sentimientos que nos invitan a no salir y hacer cosas.

Hacer un plan para los momentos de soledad. Cuando no sabemos qué hacer en los momentos que estamos solos, la soledad puede tornarse como algo desagradable y no deseable. Si la persona no echa mano de sus gustos, habilidades y preferencias, si no se enfoca en que esos momentos de soledad son una verdadera oportunidad para descubrirlos, cultivarlos y fomentarlos. Ayudar a la persona para crear pequeños planes cuando presumiblemente estará solo, puede ayudar a distanciarse progresivamente del habito de centrarse en su propia soledad y hacer cosas con su soledad (¡y hasta disfrutarla!)

Darse cuenta que la soledad es un sentimiento, no un hecho. Sí, en los momentos de perdida podemos echar mucho, mucho en falta a otros, a lo que se ha perdido. Pero, ¿todo lo que nos rodea es falso, carente de atractivo; no tenemos personas que nos quieren, no podemos considerar atrayente ni podemos hacer algo divertido? Ayudar a la persona a considerar otras opciones y centrarse en más campos y/o personas ayuda a la persona a entender que podemos sentirnos solos en momentos o campos determinado, pero que puede tener alternativas en otros muchos.

Tal vez el problema es que eres un hombre. En diversas investigaciones se ha demostrado el efecto diferencial de la soledad en los distintos géneros. En ese sentido, entre los hombres, estar soltero y no tener tantos amigos puede tener mayor impacto que en las mujeres, con una tendencia a una mayor intimidad en las relaciones y una mayor tendencia a expresar soledad y pedir ayuda en los momentos de soledad. De hecho, son las mujeres las que más aisladas se encuentran; pero es la preferencia por las relaciones cara a cara lo que lo hace más llevadero; los hombres pueden sobrevivir con un montón de conocidos, pero se le quita su grupo social y puede tener un problema. Invertir estos patrones y ayudar a una mayor riqueza en las relaciones cercanas, favoreciendo la profundidad en los vínculos, podrían ayudar a afrontar mejor la soledad.

Disfrutar de la soledad es uno de los grandes desafíos que tenemos las personas en algunos momentos importantes de nuestra vida. Aprender a ver lo creativo, novedoso, reparador y restaurador que puede tener esas circuntancias ayuda realmente a ver la soledad como una estación de tránsito, abrumadora al principio, pero necesaria para superar todo momento de crisis que podamos tener.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psych central

7 formas de superar la ruptura de tu mejor amig@

Extraída de www.nytimes.com
Extraída de www.nytimes.com

En nuestra sociedad tenemos muchos modelos y estrategias diferentes para superar una ruptura sentimental. Entendemos que el vínculo afectivo que establecemos con una pareja sentimental es profundo y lo que sentimos en la ruptura está universalmente reconocido. Por ello, recibimos toda una serie de reacciones compasivas que buscan la superación de este trance emocional. Pero, ¿y qué pasa cuando lo que vamos a perder es uno de nuestros mejores amigos? A pesar de que puede ser igual de importante, se tiende a una consideración social de “vínculo desechable” e incluso podemos percibir cierta incredulidad de los demás si no aceptamos rápidamente la ruptura.Y lo cierto es que una ruptura con un amigo puede ser muy complicada, entre otras cosas, por la dificultad que entraña en ocasiones no encontrar apoyo por una perdida que no todos pueden considerar como traumática.

En las investigaciones recientes, encontramos una reacción más empática a una perdida cuando en la relación de amistad están implicadas dos mujeres. En efecto, se observa un mayor impacto emocional en las mujeres por su predisposición a la apertura emocional, más que en el caso de los hombres. Si bien tener buena red social está implicado en un mejor alivio del estrés y el malestar en ambos sexos por la liberación positiva de oxitocina, en mujeres se registran mayores conductas maternales y de cuidado por el efecto de dicha hormona.  Del mismo modo, tener amigos se relaciona con la reducción del riesgo de muerte hasta un 60 por cierto, en distintos estudios longitudinales, y ya con mismos efectos en ambos sexos.

De cualquier manera, pensar que las relaciones de amistad son perfectas y se mantienen imperecederas con el paso de los tiempos es una falacia moderna muy extendida. Las relaciones de amistad sufren altos y bajos como cualquier otra relación, debido también a la evolución distinta de las personas individuales que lo forman. Por ello, a veces una ruptura entre amigos se torna inevitable (e incluso necesaria) si el viraje de la relación torna a tintes tóxicos. También si se acumulan tensiones irresolubles, cuya sola presencia aumenta el malestar y se deja de considerar la relación como una prioridad. En todos estos casos, romper la relación o explicitar un descanso puede ser una solución factible. Hacerlo bien y eligiendo cuidadosamente los pasos puede ayudarte a dejar ir y procesar una situación difícil para todos

  1. Asumir tu parte de responsabilidad en el proceso de ruptura. Una ruptura no surge de la nada y viene precedida de una serie de circunstancias analizables y que afectan a ambas partes. Reconocer qué acciones propias (y ajenas) ha contribuido a la situación de distanciamiento ayudan a comprender la situación, aliviar el resentimiento acumulado y permite entender que separarse supone el mejor camino para el crecimiento personal y el aprovechamiento de nuevas oportunidades.
  2. Salir del juego de la culpa. Rumiar todos los malentendidos o acrecentar el resentimiento haciendo un exhaustivo listado de las faltas del otro inhiben la capacidad para avanzar. Todos tenemos unos recursos limitados y reconocer nuestras debilidades propias propicia un aprendizaje continuo y mejora nuestra capacidad para hacer nuevos amigos.
  3. Sentir la pérdida. Permítete estar triste durante un tiempo. Perder a un amigo es una experiencia dolorosa. No es fácil y puedes sentirte solo y triste. Lo importante es encontrar una manera de expresar tus sentimientos. Puedes dejarte ayudar por otras personas, llorar y dejarte cuidar, o bien escribir a esa persona que ya no está. Escribir cartas permite despedirse de la otra persona y decir todas las cosas que se quiso y no se pudo. Aunque sea para ti y en tu más absoluta privacidad.
  4. Haz un alto y celebra tus fortalezas. Las rupturas de amistad a menudo provocan un cóctel de emociones que incluyen una intensa culpabilidad, sentimientos de fracaso y grandes dosis de rechazo…coctel con grandes efectos para la autoestima y el amor propio. Darse cuenta de todo lo conseguido y agradecer los vínculos que uno tiene y ha tenido permite tomar perspectiva y acceder a los recursos beneficiosos que todavía tienes.
  5. Ordena tus pensamientos. ¿Puedes sacar dos lecciones de por qué estáis mejor separados que juntos y mal avenidos?. En vez de abrumarse con lo que se hizo mal, ser conciso y extraer aprendizajes de la situación permite mejorar para una futura ocasión.
  6. Adopta la “Estrategia Sueca”. El termino hace referencia a mantenerse neutral. A veces, romper la amistad no significa que no vayas a ver a la persona más, pues todavía podéis trabajar juntos o compartir amigos conjuntos. Mantener unos límites claros e intentar que los amigos cercanos de los dos no tomen partido ayuda a mantener una convivencia y te permite sentir un mayor autocontrol en la situación. Si necesitas ventilar, acuérdate de desahogarte fuera del grupo de amigos.
  7. Vive mejor tu vida y cuida tu red social. Este tipo de situaciones consumen mucha energía y puede hacernos aislarnos y no querer relacionarnos. Toma la iniciativa y llama a tus amigos familiares. Esta es una etapa que nos deja especialmente tocados, por lo que sentirnos valiosos y recibir cariño de los demás es algo fundamental para superar el trance. Si además dedicas un tiempo para nuevas experiencias, hacer nuevos propósitos…te permitirá tener sensación de avance y reciclar tus malos sentimientos.

Romper una amistad nunca es fácil y cuanto más cercanos nos sintamos a ella más difícil es. Pero a veces romperla es la mejor decisión que hemos podido tomar. Te deja más espacio para otras personas más saludables y más satisfactorias. Y nos recuerda el don de la amistad, “de toda amistad sacamos algo, y si lo hacemos bien, nos permite ser un mejor amigo y tomar mejores decisiones en el futuro”.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychcentral.

El modus operandi de un manipulador

Extraída de www.gaiashare.com
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Imagina un escenario de trabajo. Un jefe quiere que uno de sus trabajadores haga una función que no es suya por puesto, que no está sujeta a ningún convenio y por la que encima hará horas extras, que el jefe no está dispuesto a pagar. Imagina que va hacia sus víctimas, dispuestas a convencerlas, bien por su puesto de superioridad, bien por su capacidad oratoria. Imagina ahora que utiliza, además, su capacidad de manipulación: de manera sutil, sin que éstos se den cuenta, va consiguiendo que sus empleados vayan cediendo en pequeñas actividades; al principio son inofensivas y las víctimas no les importa ceder…es el principio para que el manipulador más tarde pueda pedir más. Si al principio era de manera formal; poco a poco las peticiones se hacen más agresivas, incluso puede utilizar algún tipo de violencia (verbal o psicológica, mayoritariamente en estos contextos), que sorprenden a sus empleados. Sin embargo, y a pesar de que son conscientes de que sus peticiones no son adecuadas (e incluso exageradas), el jefe ya ha ido minando su capacidad crítica; de manera que no están seguros si la reivindicación de sus derechos es justa. El jefe manipulador, además, tenderá a culpabilizarles por no hacer su trabajo (que no es el suyo, sus funciones han sido excedidas), aduciendo que es una petición “legítima”, y que él tiene el deber de recodárnoslo (creando una situación  fragante de poder)… en efecto, tenemos un escenario de abuso. Es más frecuente de lo que parece. Ahora vamos a clarificar más detenidamente su modus operandi para que podáis identificarlo. Y recordad…no sólo se produce en los contextos laborales.

  1. En el principio, es cuestión de elección. Las personas manipuladoras no son más inteligentes que el resto, ni siquiera tienen una capacidad inaudita para la retórica. El manipulador tiene un importante déficit de habilidad social, y sólo utiliza esas formas porque es incapaz de comunicarse adecuadamente, y de conseguir sus objetivos de una manera correcta. Por ello, cuando se presente una oportunidad propicia, el manipulador elegirá dónde y con quién ejercer su manipulación.
  2. Nos dejará hablar y buscará nuestras debilidades. El manipulador es bastante selectivo; como ya hemos dicho, sus acciones primeramente son sutiles, casi imperceptibles…el manipulador sondea a su alrededor y a varias personas, y les deja hablar…de cosas cotidianas, de sus gustos, preferencias…de sus valores, de su forma de ser…va haciendo una lista. Donde nosotros las llamamos cualidades, él las denomina “debilidades”. Y esas debilidades son las que utilizará más adelante para desarmarnos.
  3. “Deformación de los datos”. El manipulador comenzará a pedir sus objetivos con pequeñas excusas, con peticiones sencillas…habrá algún problema y te pediré algún favor. Deformará la realidad, o te hablará de necesidades inmediatas. Podrá mentirte, más tarde será descarado, exagerando tu participación y aportación. Te tendrá ganado.
  4. Primeras señales de manipulación agresiva: hará alusión a una superioridad intelectual. Cuando el manipulador ya nos está pidiendo favores que exceden a nuestras funciones, empezará a intimidarnos intelectual: no entendemos sus motivos, pero nos impondrá hechos, estadísticas, procedimientos y trámites burocráticos del que nosotros, las víctimas,  sabemos poco y de los cuales no podemos olvidar…para no dejarlos de cumplir. Empezaremos a sentir miedo, abrumados de las consecuencias y sin capacidad posible de defensa.
  5. La violencia empieza por un buen discurso. En ese escenario de miedo e inseguridad de los trabajadores, el manipulador tenderá a “perder los papeles” de una manera muy planificada: sus discursos se caracterizarán por frecuentes elevaciones de la voz y con un lenguaje corporal rotundo y sin miramientos. Esto se apoyará en peticiones directas y agresivas, en las que deja muy poca capacidad de decisión sus víctimas y muy poco tiempo para decidir (incluso en el momento)…la capacidad de decisión y de reivindicación crítica se verá mermada por lo directo de la situación (y por las emociones negativas que nos despierta) y entonces cederemos. El manipulador irá repitiendo esta situación cada vez más y más.
  6. Si titubeas y no cedes en ese momento, tendrá preparadas sorpresas. En efecto, por si fuera ya poco todo esto, cada vez que te pida cosas te irá preparando sorpresas (“el martes y jueves pasado me dijeron que …”) a las que te costará reaccionar por lo inesperado de la información ….no sólo eso, sino que empezará ridiculizar tus acciones y tus funciones, con amenazas constantes de unas consecuencias fatales (que nunca llegarán) con tal de que hagas los que ellos digan. Dejarán de ser sólo manipuladores para ser agresores manifiestos
  7. Y nosotros tendremos la culpa…la persona manipulada tenderá a intentar llegar a un acuerdo para que se acaben los abusos. Pero el manipulador no contestará a ningún e-mail de conciliación, y tenderá a decir que “no nos entiende, que no nos estamos explicando bien, nada bien…y de que nosotros no estamos poniendo nada de nuestra parte, con lo que ha hecho por nosotros”. Nos hará sentirnos vulnerables, y nos impedirá defendernos. Aludirá a nuestra previa simpatía y relación, y no dudará en adoptar un papel de víctima por nuestros desplantes y continuos errores…así una y otra vez, creando un escenario durísimo para la persona manipulada.

Recordad: el objetivo de todo manipulador es conseguir sus objetivos, siendo nosotros instrumentos para llegar a unos fines desproporcionados e injustos. Ellos no se detendrán por que lo ven legítimo, es “su modus operandi”. Nosotros somos los que podemos decir basta. Nuestros derechos sí son importantes.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psychology today

Las claves ocultas del coqueteo

Extraído de comotdaslollipop.blogspot.com
Extraído de comotdaslollipop.blogspot.com

El amor (siempre) está en el aire. Ya sea porque ayer disfrutamos de una de esas fiestas que lo celebran a bombo y platillo (San Valentín), las relaciones sentimentales, su inicio, mantenimiento o finalización nos despierta en todo momento muchísimo interés. Por supuesto, también a los investigadores del comportamiento interpersonal, que han publicado estos días un estudio que se centran en el lenguaje secreto que hay en el flirteo, considerado casi siempre el cultivo previo que permite el establecimiento de una relación sentimental (o al menos una relación afectivo-sexual) posterior.

En el mencionado estudio, defendido por investigadores de la Universidad de Arkansas, trataban de definir qué signos o evidencias de nuestro comportamiento dejaban claro que la otra persona estaría ligando con nosotros. Para ello, definieron  una serie de correlatos verbales y no verbales que se presuponen presentes en toda situación de flirteo; aduciendo que son éstos los que nos ayudan a interpretar de manera más fielmente las intenciones de las personas, siendo más frecuentes cuanto más interés tengamos por la persona con la cual estamos hablando. Además, propusieron cinco estilos fundamentales de interacción en el flirteo (tradicional, juguetón, sincero, físico y educado; cada uno en su vertiente masculina y femenina) que representaban las distintas formas de proceder de cada persona en esa situación.

Así, invitaron a 51 pares de parejas desconocidas entre sí (hombre y mujer siempre, la muestra era enteramente heterosexual) a tener una conversación desenfada de unos 10-12 minutos sobre lo que quisieran, en un escenario que incluía una mesa, unos utensilios para servirse café y sistemas de grabación para recoger el comportamiento de los participantes. Previamente se les había pasado un test para que describieran su estilo fundamental de interacción, para ver si esos mismos estilos se traducían en comportamientos definidos en la situación de flirteo.

Los resultados no dejaron lugar a dudas; en efecto, dependiendo del estilo interaccional que adoptase la persona en la situación de flirteo, las personas tendían a mostrar una serie de comportamientos bien definidos si la persona les interesaba románticamente.

Siguiendo las propias categorías propuestas por los investigadores, las personas que se definían así mismas como tradicionales (es decir, por una preferencia a adscribirse a los roles de género), los hombres tendían a llevar el peso de la interacción y adoptaban una actitud de proximidad y cercanía hacía la mujer, mientras que ellas optaban por dirigir suaves bromas a su interlocutor y mostrar sobre todo sus manos y hombros, en una actitud ligeramente displicente. En el estilo educado, sin embargo, se veía como aumentaba la distancia (orientándose su cuerpo hacía atrás) y el espacio entre interlocutores cuanto más interés tenían por el otro, dando lugar a un mayor número de equívocos y sin entender el otro que esa misma distancia iba a predecir la llamada por teléfono al día siguiente. El estilo sincero se consideró el estilo más efectivo y satisfactorio en estas interacciones, con un mayor número de revelaciones personales y mayor atención a la conversación  en el caso de los hombres, y un mayor número de presencia y cantidad de sonrisas por parte de las mujeres cuanto más interés tenían entre ellos, aumentando la sintonía emocional entre ambos. En el estilo físico, por el contrario, no se observaron los comportamientos que se esperaban en dicha situación (gran número de cumplidos y un gran uso de su lenguaje corporal para explicitar el interés sexual por el otro), mostrándose ineficaces, con menos verbalizaciones  y comentarios de interés al estar acostumbrados a otro tipo de contextos que no fuese necesario un contacto cercano con su flirteo de ese momento. Así, se reafirma la inexistencia de un único patrón posible en el flirteo; y la posibilidad de recurrir a cada estilo dependiendo del contexto y las dosis de intimidad que quiera uno volcar uno en ello.

Lo que queda claro con los resultados de este estudio es la dificultad de saber si le gustamos o no a la otra persona, al ver la gran variedad de comportamientos en los que se presenta el interés romántico. Sin embargo, no desesperemos; nuestros comportamientos son un  fiel reflejo de los sentimientos que sentimos hacia la otra persona, estar atento a esas pequeñas señales cuando interactuemos con ella puede ayudarnos a captar cuando la flecha de Cupido ha dado en la diana.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psyccentral.

¡Alarma!: la toxicidad de nuestra relación ha llegado a su punto álgido

www.psicologiayneurociencia.com
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Relacionarnos con los demás no siempre es un plato fácil. En ocasiones, podemos toparnos con personas o relaciones con las que nos sentimos “escaldados”, a pesar de años de esfuerzo y de nuestra buena voluntad. De repente, relacionarnos con cierta persona nos resulta complicado: siempre que hablamos con ella quiere más, nada de lo que decimos parece servirle e incluso nos sorprendemos siendo parte de sus reproches y enfados. A veces puede soltarte alguna perla (“esta chaqueta te queda estupendamente. Pero cámbiate mejor el peinado, que pareces un pasmarote”), que si bien te parece bienintencionado en un primer momento, luego te sorprendes enfadándote por su contenido. La persona no parece notar tu disgusto; su perorata hostil (y sutil)  va dirigida a ti y a todos. Y el hecho de que tú lo pases mal no parece ponerle freno.

Llamamos relación tóxica a una relación cuando entre los implicados (que pueden ser una relación dual o formada por una mayor cantidad de  personas; una relación de pareja o también una relación de amistad o de trabajo) no hay una dinámica recíproca o igualitaria; una de las partes siempre suele estar en una posición privilegiada, necesitada de atenciones y deferencias de los demás; esa persona busca el control y una constante reafirmación de su posición, llegando a  minar la autoestima y la confianza de las personas que tiene a su alrededor. La dinámica con los demás es siempre ambivalente; puede llegar a herir a los demás pero les necesitan para que sus necesidades estén cubiertas. La otra parte siempre es la subyugada; es objeto de burla y/o de exigencias constantes, y suele estar disponible a los requerimientos de la otra persona. En ocasiones pueden darse características de las relaciones codependientes, pero no son necesarias. La principal diferencia con respecto a aquellas es que entre los implicados puede no haber una relación de dependencia entre las partes; es más bien la parte privilegiada la que necesita de la atención del subyugado, pudiendo prescindir de ella si no consigue lo que quiere de ella, y puede recurrir a sus componentes nocivos con cualquiera que pueda atender a sus necesidades (y se preste a ellas) en ese  momento, siendo un comportamiento generalizado y un estilo de comunicación. La parte subyugada, en este caso, es reemplazable; si bien se da en un contexto de relación interpersonal por el vínculo que tenemos con la persona “tóxica”.

Los comportamientos tóxicos pueden adoptar diversas formas. No hay uno solo. Uno de los más peligrosos es el llamado sutil o invisible; donde apenas somos conscientes de su existencia. En él, la comunicación está plagada de mensajes dobles del estilo del ejemplo del primer párrafo. Un mensaje inocente junto a uno hiriente, como si fuese un dulce envenenado. Otro sería en forma de vulnerabilidad; la persona necesita de los demás porque por si solos no se sienten capaces de hacer nada. Si no aceptas, utilizan la agresión pasiva; se comprometen a ayudarte en otro asunto esa semana pero no vuelves a saber de ellos en todo el mes. Luego están los querulantes, cuyas requerimientos, exigencias y descalificaciones se dirigen a todo el mundo (hasta que al final llegan hasta ti); nadie cumple con lo que ellos piden y se sienten desdichados e incomprendidos, sus comportamientos pueden pasar de una fina ironía y/o un  juicio enmascarado al ataque verbal manifiesto. Y por último están los maquiavélicos, con muchas de las características de la llamada tríada cognitiva, en la que los demás se convierten en un instrumento y no dudan en   utilizar la manipulación o la instigación para conseguir sus objetivos. En todas ellas hay un componente pasivo agresivo muy importante; en donde se elude la confrontación directa y su mensaje de resistencia, rechazo u hostilidad suele permanecer oculto.

¿Y qué podemos hacer si a nuestro alrededor vemos a alguien mostrando dichos comportamientos?. Lo principal es saber detectarlos y no sentirnos culpables si no podemos estar a todo lo que nos piden o no somos lo que ellos necesitan; en realidad sí lo somos, pero para que una relación sea sana, someter o someterse no puede ser una solución. Cada uno ha de encontrar un espacio para hacer peticiones y cumplir los requerimientos de la otra persona. Un entrenamiento en solución de problemas también ayudaría a la persona a conseguir sus objetivos de manera autónoma e individual. Y enfatizar una comunicación eficaz, sin mensajes dobles (siguiendo la máxima “di lo que sientes y siente lo que dices”) y con predominancia de mensajes yo (“yo me siento mal si tú me dices estas cosas. Me gustaría que no lo repitieras y así poder seguir comunicando con normalidad»), podrían ayudarnos a lidiar con estas personas y prestarles la ayuda adecuada que sí necesitan. Aunque puede que ninguna de estas opciones funcione, y por tanto, lo recomendable en ese caso será poner distancia y límites a la relación.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Huffington post, Diario El Mundo, psychology today, psychcentral. www.shurya.com.

El romanticismo en los encuentros sexuales fugaces.

Pere Estupinya, en su blog para la versión digital del diario El País (http://blogs.elpais.com/apuntes-cientificos-mit/), recogía las reflexiones lanzadas por un grupo de investigación liderado por el Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana (con J. García como principal autor) en relación a las llamadas “hook-ups”, o relaciones de una sola noche.  En su artículo, con el sugerente título de “¿Por qué lo llaman sexo cuando realmente quieren decir amor?”, cuestionaba, a colación de los resultados de la revisión Sexual Hookup Culture: A review, la ausencia intrínseca de intereses románticos en ellas. Sí, la sociedad actual promueve nuevos modelos de relación en donde los encuentros sexuales sin compromiso conviven con los modelos más tradicionales, siendo los primeros una alternativa normativa. Pero, ¿realmente es el encuentro meramente físico lo único que se busca en este tipo de “hook-ups”?

Ya lo apuntaban en un estudio anterior los propios autores de la revisión (“Hook-ups behaviour: a biopsychological study”): más de la mitad de los participantes de la muestra (hombres y mujeres) reportaban gratificaciones emocionales y motivacionales aparte de la actividad sexual per se después del hook-up.  Es más, el deseo de intimidad y el entendimiento mutuo surgían también como variables a tener en cuenta. Así, cuando se les preguntaba cuál sería el resultado de este tipo de encuentros, un promedio de 36, 57% confesaban la expectativa ideal de comenzar una relación sentimental tradicional, si bien sólo un 6,9% pensaban que eso podría llevarse a cabo realmente. Que son lo que son, está claro (y los implicados lo saben), pero que se desea otro tipo de desenlace para este tipo de encuentros, más de un tercio lo querría.

Con ello, los autores siguen ahondado en estas cuestiones y en la actual revisión se confirma cómo el 65% de las mujeres y el 42% de los hombres buscan algo romántico en su noche de sexo casual. Asimismo, facilitan otro tipo de datos relevantes para entender este tipo de relaciones: no siempre se toman medidas anticonceptivas, suelen coincidir con el consumo de drogas (fundamentalmente alcohol), se definen como espontáneas y no programadas, generadoras de buenas sensaciones mientras se realizan pero con consecuencias no siempre positivas, al mostrar estudios en los que se reporta algún tipo de culpabilidad o reacción negativa posterior, sobre todo en el caso de las mujeres (resultados que marcarían una vivencia diferente por género de este tipo de relaciones). Los autores también citan otro estudio en el que estos encuentros provocarían una disminución de síntomas anímicos depresivos y ansiosos, siempre y cuando la persona no tuviese una red social amplia y diversa, que en este caso, los aumentarían (Owen et al, 2011). Por tanto, la revisión nos muestra una realidad mucho más compleja, rica y diversa y que hace replantearnos la idea convencional que tenemos de un encuentro esporádico.

No quiere decir todo esto que la próxima vez que se presente una oportunidad así en tu vida tu compañer@ de encuentro quiera algo serio. El estudio habla de que tal vez solo se quiera promover estos encuentros, una amistad con derecho a roce, un encuentro sin más continuidad que lo que dure la relación sexual o una relación romántica. Sólo hay que tener en cuenta que depende mucho de las expectativas y deseos de la persona en cada momento. Y que, si tú o tu compañer@ buscáis una relación estable, podría ser que no consideréis ese encuentro casual como algo tan fugaz como los medios de comunicación, las películas o  nosotros mismos pensamos.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes y bibliografía consultada:

elpais.com/elpais/blogs.html

Garcia, J. R., Reiber, C., Massey, S. G., & Merriwether, A. M. (2012). Sexual hookup culture: A review. Review of General Psychology, 16(2), 161

Garcia, J. R., & Reiber, C. (2008). Hook-up behavior: A biopsychosocial perspective. Journal of Social, Evolutionary, and Cultural Psychology, 2(4), 192-208.

Owen, J, Finchman F.D (2011) Yound adult emotional reactions  after hooking up encounters. Archives of Sexual Behavior, 40, 321–330.