Los abrazos, ese gran gesto (habitualmente social) cada vez menos generalizado por el miedo al contacto inapropiado y relegados por tanto al ámbito de la intimidad, objeto de numerosos estudios científicos los cuales han aportado interesantes datos acerca de sus beneficios en nuestra salud física y mental, son los protagonistas de nuestro blog de hoy.
Imagen extraída de https://www.triskelate.com/
TIPOS DE ABRAZOS
Cuando hablamos de “abrazo” se genera rápidamente una imagen mental en nosotros, ¿verdad? El abrazo clásico, sí, el de toda la vida: personas que se rodean con ambos brazos, poco contacto visual, cuerpos pegados, cabezas una al lado de la otra, …
¿Pero os habéis parado a pensar que también hay distintos tipos, con lenguaje corporal diferente, según la función que cumplen o el modo en el que se dan?
Principalmente diferenciamos unos abrazos de otros según la fuente o persona que nos los aportan. Sin embargo, tal vez existen tantos tipos de abrazos como culturas y subculturas haya, con distintos significados no verbales cada uno de ellos: habitualmente son muestra de intimidad y confianza, otras veces se utilizan a modo de saludo pero el lenguaje corporal transmite que no se está cómodo con la situación, están los que van acompañados de palmaditas en la espalda como signo de aprobación, otros nos permiten realizar a la par tareas mientras nos abrazamos (caminar por la calle junto a alguien, por ejemplo), los que se dan “desde la distancia” con los dos miembros manteniendo sus cuerpos alejados un par de pasos porque no hay aún la suficiente confianza, los abrazos efusivos de despedidas o reencuentros de un ser querido e incluso los hay que pueden ser el preludio de un momento sensual en pareja (los abrazos asimétricos, en los que uno está sentado y otro de pie y se llegan al nivel de la cintura); así como un largo etcétera más.
Sin duda nuestro preferido es el “abrazo cruzado”. En esencia sería igual que el clásico que comentamos antes, pero habría una pequeña particularidad que marcaría la diferencia: en lugar de rodearnos con ambos brazos justo de frente giramos ligeramente el cuerpo o pecho, intentando cuadrar corazón con corazón, si se respira hondo y dicho abrazo se alarga durante más de un par de segundos se disfruta mucho más y se ha comprobado que es un buen liberador de tensiones y mantenido en el tiempo consigue acompasar nuestro ritmo cardíaco ligeramente al del otro a parte de generar profundos sentimientos de intimidad y sintonía.
No obstante, con esta breve reseña nos parece incluso más relevante el destacar la infinidad de beneficios físicos y psicológicos que en sí contienen los abrazos, por eso nuestro objetivo será desgranar algunos de ellos con el fin de derribar todas aquellas barreras corporales y mentales que impiden que abraces más en tu día a día.
MIL Y UN BENEFICIOS FÍSICOS Y MENTALES DE DAR Y RECIBIR ABRAZOS
- Fomenta el sentido del tacto, ese gran olvidado en pos del resto de nuestros 5 sentidos, como la vista o el oído por ejemplo. El tacto es mucho más relevante de lo que se imagina, ya que a parte de que nos ayuda a centrarnos en el momento presente tiene un gran y positivo impacto en la salud mental y en el desarrollo.
En cuanto a su relevancia en el desarrollo evolutivo, el tacto forma parte de la génesis del vínculo del apego (un conjunto de conductas y emociones interpersonales especialmente importantes en nuestros primeros meses de vida): en los primeros experimentos que Harry Harlow hizo con monos en sus investigaciones sobre la Teoría del Apego se comprobó que una mayor cercanía táctil de la mamá mono o de un mono construido artificialmente, con un material más jugosito y que aportaba más calor (felpa), por contra del metal (frío al tacto), generaba un vínculo más cercano, lo que en último término influía en el desarrollo evolutivo general del mono infante. Posteriormente, los datos que aportó el psicólogo estadounidense se han corroborado con otros recogidos en multitud de orfanatos: los niños que recibieron alimentos pero no fueron abrazados tuvieron un retraso significativo en el desarrollo tanto físico como socioemocional acompañado de cerebros más pequeños (menos desarrollados). Esto significa que el contacto físico no solo es crítico para el comportamiento de estos niños a medida que crecen, sino también para el desarrollo sus cerebros, algo que también se ha observado en animales sometidos a aislamiento social.
Que el apego construido con los progenitores sea el más importante, por los patrones aprendidos que tenderán a repetirse a lo largo de la vida adulta en cuanto a la forma de vincularnos y las expectativas de lo que podemos esperar de los demás, no significa que no creemos más vínculos de apego a lo largo de nuestra existencia: pareja y amigos serán los otros contextos por excelencia donde nos apegamos, y por tanto, los abrazos serán un reforzador fantástico para que dichas vinculaciones sean de calidad (también en la vida adulta).
Como ejemplo específico de la importancia de los abrazos y el contacto físico en la vida cotidiana, y en particular en la crianza de recién nacidos estaría la Teoría del Bonding, derivada de la Teoría del Apego desarrollada por el psicólogo John Bowlby, consistente en portear al bebé pegado al cuerpo desde que nace y favorecer lo máximo posible ese “piel con piel” para conseguir un desarrollo psicosocial y emocional saludable y positivo.
- Derivado de todo lo anterior se extrae que los abrazos a su vez son reforzadores de vínculos afectivos que ya forman parte de nuestra vida: son muestra de cercanía, de que somos importantes para el otro, de afecto, apoyo, cariño, de que se preocupan por nosotros, etc…
Por el contrario, una escasez de este contacto táctil reforzante podría derivar en un patrón de comportamiento más arisco en general, incluso algunos datos obtenidos en 1999 entre dos grupos de estudio (París-Miami) muestran que dicho comportamiento podría ser más agresivo en particular.
- Los abrazos ayudan a romper barreras de soledad ya que reciben, acogen, apoyan y sustentan. También son una forma de disfrutar de tiempo agradable con nosotros mismos cuando somos el aportador y recibidor del abrazo, es decir, cuando nos autoabrazamos.
- Sirven de sustento o soporte en momentos vitales difíciles: si bien el problema no se termina en el momento justo del abrazo, sí que con él se disiparará la tensión que dicha situación está desencadenando. Después, será mucho más fácil poder poner en marcha algún plan de acción que esté dentro de nuestro repertorio como solución a la problemática que se nos presenta.
- Asimismo, los abrazos pueden ser un modo efectivo de control de emociones que podríamos pensar son totalmente lo contrario a ellos, dicho con otras palabras,un modo eficaz de “parar paradójico”: por ejemplo, cuando un niño pequeño está muy enfadado, fuera de sí y con escasas herramientas para digerir o controlar la emoción, si probamos a darle un abrazo fuerte lo que seguramente comprobemos es que por una parte la emoción se contiene y, por otra, consigue un efecto ansiolítico en el pequeño, es decir, consigue carmarle/tranquilizarle y reorientarle en la situación.
- Cuando nos abrazan y abrazamos (¡también podemos abrazarnos a nosotros mismos!) se segregan multitud de sustancias bioquímicas en nuestro cuerpo: oxitocina, opioides endógenos (como las endorfinas), serotonina, dopamina,… en general todas ellas responsables de sensaciones de bienestar, relajación, placer, atenuación del dolor y elevación del estado de ánimo.
De las anteriores podríamos destacar la oxitocina u “hormona del amor”, protagonista en otras situaciones de contacto físico placenteras como serían la experimentación de los orgasmos.
Se ha demostrado científicamente que dicho neuroquímico también hace su aparición estelar tras el parto para conseguir revertir los dolores derivados de él a cambio de desencadenar toda una gama de reacciones y sentimientos afectivos hacia el bebé: ganas de acariciarlo, achucharlo, besarlo y protegerlo. En un momento en el que la madre no lo está pasando del todo bien la oxitocina impide una reacción de lo más esperable que impediría la supervivencia del recién nacido: ignorarlo y/o no protegerlo, frente a los sentimientos de confianza, cuidado y calma que tienen lugar finalmente.
Asimismo esta “hormona de los abrazos” afecta a la bioquímica interviniente en el estado anímico, ya que contribuye a una mayor producción de serotonina y dopamina.
¡Y eso no es todo! Por si fuera poco, y en relación con el por qué está justificado abrazar en situaciones aversivas, además se encontró que cuando aumenta la oxitocina se atenúan los niveles de cortisol, conocido también como “hormona del estrés” y que incrementa su presencia sobre todo en situaciones de “peligro” o que nos dan miedo (casos de fobias en el extremo del continuum). La disminución de cortisol se traduciría en un descenso de la presión arterial, con la consiguiente sensación de relajación. El reequilibrio anteriormente explicado impediría en último término que un estrés mantenido en el tiempo dé al traste con nuestro sistema inmune, lo que indirectamente a su vez nos permitirá disfrutar de un mejor estado de salud físico y mental.
- Cuando nos abrazan nos aportan confianza y autoseguridad: la liberación de oxitocina es un excelente antídoto contra los miedos y fobias sociales. En otras palabras, si estás en una situación social que te provoca temor probablemente un abrazo de alguien que en ese momento tengas cerca te reconfortará y te hará pasar el mal trago más holgadamente.
- Abrazos como elíxir de la juventud: al disminuir la presión arterial se consigue una mejor circulación sanguínea. Que nuestro cuerpo esté más oxigenado en general hará que los tejidos y la piel luzcan más jóvenes.
Después de este post esperamos que tus ganas de abrazar, ser abrazado y abrazarte a ti mismo hayan subido como la espuma. Implántalo a modo de saludo habitual con seres queridos y disfruta de un “autoabrazo” cuando estés pasando por una situación delicada, para quererte más o simplemente como manera de disfrute del tiempo de desconexión.
También, si ves a alguien con un letrero de “abrazos gratis” no dudes en dárselo, ya que posiblemente sea una de las mejores medicinas naturales que tenemos a nuestra disposición: nos hace sentirnos más positivos en nuestro estilo de afrontamiento de las situaciones del día a día y hace que las reacciones negativas ante conflictos interpersonales sean menos graves.
Y para terminar, como no…. ¡Un fuerte abrazo!
Fuentes: Rosenzweig, M. R., Aliaga, E., Leiman, A. L., & Pérez Pamies, M. (1992). Psicología fisiológica. McGraw-Hill Interamericana,.
www.psychologytoday.com , www.psicologiaymente.com
Escrito por: Maite Nieto Parejo