Lejos de los ideales que nos venden las películas o los medios de comunicación, tener una relación satisfactoria y que se mantenga a lo largo de los años tiene mucho más de trabajo y continua construcción de lo que pensamos. En efecto, tendemos a considerar o confundir el amor perfecto con los primeros estadios de una relación, cuando la idealización, la atracción o las ganas irrefrenables de ver a la otra persona están a la orden del día. Pero, ¿es eso exactamente eso lo que podríamos llamar verdadero amor?
Los investigadores se pusieron manos a la obra y se estableció 3 componentes básicos del amor según el triángulo de amor de Sternberg que predecían en buena medida el éxito de la relación. En primer lugar, la pasión es un estado de intensa búsqueda del otro y ganas de unión, donde prevalece la atracción física, la excitación fisiológica y las ganas de compartir afectos y situaciones. La intimidad estaría relacionada con la conexión emocional y la creación de un vínculo de seguridad que favorece las autorrevelaciones y la cercanía. El compromiso tendría que ver con la parte más racional de toda relación; donde se hace un balance de los costes y los beneficios y se continua la relación a pesar de los costes que pudiera tener por el valor que se le confiere a la relación y a la otra persona. Un último componente se ha añadido a los tres tradicionales y se considera una doble variante de la pasión. De este modo, “la pasión romántica”, se referiría a la atribución que haríamos de la atracción física y que estaría muy mediatizado por nuestros propios ideales de pareja y del amor romántico.
Pero no todos parecen darse al mismo tiempo. De hecho, la investigación posterior ha querido comprobar la evolución de los distintos componentes. En ellos, parece clara una primera fase de enamoramiento en la que conviven las dos vertientes de la pasión y que se considera necesaria para la formalización de la relación y el surgimiento de los distintos componentes. Esta fase se considera corta y donde es fácil idealizar al otro y la relación. Una segunda fase de amor pasional, donde a los dos componentes mencionados se le añade una intensa intimidad (sentimientos de cercanía y compartir con la otra persona) y un compromiso creciente, donde aumenta una necesidad mayor de tener proyectos comunes compartidos. Una última fase en la que la relación desemboca en un amor compañero, donde los pilares básicos de la relación resultan ser la intimidad y el compromiso; unos niveles moderados de pasión romántica y niveles algo más bajos de pasión erótica, pero no tan bajos como podría considerarse.
Y es en este punto donde la relación podría estabilizarse, o bien pasar a un amor amigo (sin componentes de pasión) o darse la ruptura de la relación. Que no lo haga, depende mucho de lo que hagamos cada día con nuestra pareja. Aquí os dejamos 5 consejos que os pueden ayudar a mantener cada componente en esas cantidades lo suficientemente activas como para que la relación siga disfrutando de buenos tiempos.
Menos castigo y más refuerzo. En efecto, las parejas infelices no tienden a recompensar a sus compañeros ni son amorosos con ellos. Se apresuran a criticarse, interrumpirse, estableciendo un círculo constante de castigo impidiendo contactos positivos. Crear una atmósfera donde se premia más a la pareja, demostrando que le aprobamos, reforzando cada conducta amorosa y buscando un contacto físico positivo (un abrazo, cogerse de la mano) favorece que la pareja se sienta más unida y ambas partes se busquen constantemente.
(De)mostrar gratitud. A pesar de los conflictos que pueda haber, valorar los esfuerzos de la pareja porque estemos bien y la relación funcione favorece la reciprocidad e incrementa que se recompense espontáneamente a la pareja, desde piropos hasta muestras de cariño.
Más atención al otro. En tiempos donde las redes sociales y los teléfonos móviles comen tiempo para las interacciones en tiempo real, que estemos atentos a la pareja (tanto en lo que hace dice o hace, como en dedicarle un emoticono o unas frases en los días que estamos liados) hace que la calidad de la relación aumente y se aprovechen más los momentos que estamos juntos. Dedicarse un tiempo para la relación, que se intente respetar y que se hagan actividades que gusten a los dos incentiva el contacto y aumenta la sensación de la pareja como un espacio de calma, confianza y distendimiento.
Contacto piel con piel. Una de las cosas que distingue nuestra pareja de las otras relaciones es el grado y la profundidad con la que nos mostramos y nos tocamos. Para algunas personas, además, este contacto sólo lo hacen con otras personas más que en pareja. Cuidar el contacto afectivo y hacer que las dos partes de la pareja se toquen más aumenta incluso el atractivo percibido del otro y hace que se posibilite las negociaciones de los conflictos por la cercanía y la implicación que se siente.
Capacidad para el perdón. El rencor descarrila cualquier intento amoroso, de gratitud o de reciprocidad en la pareja. Aprender a perdonar en pareja permite cerrar conflictos que antes parecían irresolubles y avanzar recomponiendo los errores. Intentar resolver siempre los conflictos con un resultados positivo para los dos permite conflictos constructivos y que no los veamos como una situación que signifique una ruptura.
Aunque ninguna fórmula es infalible por sí misma, cuidar estos aspectos permite mantener la satisfacción viva y superar las numerosas crisis que se producen en toda relación amorosa. Por que no se trata de sobrevivir a éstas, sino entender que es un proceso normal de cada relación y la disposición y el momento que esté cada una de las partes. En estos casos, lo importante es lo que opinen los dos.
Escrito por David Blanco Castañeda.
Fuente: Psychcentral, Psychology Today, Huffington Post