El estado de nuestras relaciones de pareja en tiempos de confinamiento

El confinamiento es, ha sido y será una de las experiencias más devastadoras, significativas e importantes que hemos vivido en mucho tiempo, algunos en su vida entera. Estar confinados en nuestras casas, con la obligación de conciliar en un espacio en muchos casos muchos aspectos de nuestra vida (laboral, personal  y relacional) y tan abruptamente, ha supuesto un cambio radical de nuestras costumbres y nuestra manera de vivir. La pareja, sin duda, está siendo una de las grandes afectadas en todo esto, pues es la estructura (cuando vivimos en una) que sujeta nuestra rutina y la que nos posibilita, con su organización, reglas y funcionamiento, el equilibrio en la mayoría de aspectos de nuestra vida.

Extraída de www.nacion.com

Todo ello por lo urgente, abrupto y precipitado de la situación de confinamiento, donde apenas se nos ha dejado un tiempo de reacción y planificación en los cambios que eran necesarios en nuestras vidas, y por la incertidumbre y escasa preparación para afrontar a una situación de tamaña magnitud. Muchas veces, las decisiones de nuestra rutina se han hecho sobre la marcha, y si ya había problemas previos, la situación de pandemia y consecuente confinamiento solamente acentúa y en muchos casos cronifica los problemas ya existentes.

Sin embargo, está crisis y convivencia forzada no ha afectado a todas las parejas por igual. Efectivamente, las más vulnerables a sufrir un periodo de tensión añadido son básicamente tres: a) las que ya arrastraban problemas previos al confinamiento (ansiedad, depresión, problemas de pareja, maltrato,  infidelidad o desigual reparto de las tareas y funciones de la casa), b) las parejas que pasaban menos tiempo de convivencia juntos (y con menos costumbre a convivir, por horarios laborales, responsabilidades o que la dinámica de la relación se había caracterizado por multitud de actividades separadas) c) o en las que se este periodo se hayan registrado muchas situaciones dolorosas (muertes de personas cercanas, perdida de trabajo y de ingresos económicos, o enfermedad misma de uno de los dos miembros). En estas situaciones, el confinamiento se ha convertido en un caldo de cultivo por la alta probabilidad de aparición de malentendidos, roces y discusiones por las horas que pasamos juntos. Invertir tiempo en la pareja, tanto para pasar tiempo con ella como para re-aprender a solucionar conflictos, puede ser muy buena idea, pero no todos estamos predispuestos a dejar un hueco a hábitos y acciones que implican un posible coste a priori, y más cuando estamos pasando algo tan difícil como la cuarentena en sí. Aquí, la fiesta está servida.

Por otro, se ha registrado un aumento importante en el uso de las redes sociales y aplicaciones que facilitan la posibilidad de realizar una infidelidad (virtual, en este caso). En estos momentos, las infidelidades emocionales son más probables (en las que nos apoyamos y realizamos comportamientos de implicación emocional con otra persona). Los expertos a este respecto son claros, ante la disminución de acceso a nuestros amigos y familiares y la reducción drástica de actividades fuera de casa, para muchas personas fijarse en alguien externo supone un alivio y un escape a la situación de tensión que estamos viviendo, y ante la imposibilidad de conseguirlo de nuestra pareja, relaciones cercanas o actividades alternativas, se centran en estos contextos, con el previsible reforzamiento que se experimenta en las primeras fases de flirteo y seducción.

A pesar del escenario dibujado en estos tiempos de desescalada, donde la convivencia (tensa) obligada también será parte de nuestra rutina diaria, podemos tener en cuenta algunos aspectos que pueden ayudar a afrontar los conflictos, si la opción de la separación todavía no se considera la opción definitiva.

  1. Tiempo de largas conversaciones. En toda crisis y confrontación, no nos queda otra que acercarnos al otro y hablar. Después de esa primera confrontación. Con la idea de que serán necesarias varias conversaciones. Intentando mantener una atmósfera de cordialidad, en un espacio de tranquilidad y que nos fuerce a ver y escuchar al otro, sin distracciones y con tiempo suficiente para tratar los temas calientes y de conflicto. Por supuesto, evitando los móviles y redes sociales a mano, para asegurarnos la recepción adecuada del mensaje y en la interpretación correcta de las intenciones del otro.
  2. Respeto de espacios. Es importante la creación de espacios donde cada uno pueda hacer sus actividades, como relajarse o hacer actividades solo. El confinamiento nos ha obligado a “reconquistar” nuestra propia casa, y establecer los sitios y los periodos de cuando vamos a hacer uso de ellos es uno de los grandes retos del confinamiento.
  3. Equilibrio de espacio para uno mismo versus con el otro. No sólo de solucionar los problemas vive una pareja, y en efecto, cultivar e invertir en tiempo de distracción, esparcimiento y calma puede ser un buen inicio para acostumbrarse, también, a firmar tiempos de tregua y disfrutar de la tranquilidad. Como el otro es en realidad nuestro compañero de cuarentena, incluirle en las actividades que hacemos, aunque sea una sola, puede ayudarnos a tolerarnos y no ver ese tiempo compartido como un castigo, sino como un acompañamiento gratificante e inesperado.
  4. Aceptar la situación de confinamiento y ajustar las expectativas que podemos pedir a la pareja. Ambos miembros han estado sujetos a una situación inusual, extraordinaria y con grandes limitaciones (aún) a la vida que teníamos antes, como para que sólo consideremos al otro como un enemigo. Apelar a la empatía y al hecho de que vivís la misma situación y estáis en el mismo barco, puede ayudarnos a notar al otro como un apoyo.
  5. Haciendo énfasis más en la forma de discutir que en la la frecuencia de las discusiones. En toda pareja de larga duración, las discusiones son algo inevitables, por lo que cuidar ese “cómo” ayuda a aliviar la tensión. Haciendo referencia siempre a la conducta y a nuestros sentimientos, utilizando un lenguaje conciliador y poco violento, con cesiones de turno y siendo conscientes de que en una discusión es tan importante hablar como escuchar. Es la única manera de entender y no malinterpretar. Y parar siempre cuando empecemos a notar en la pareja un comportamiento de “escalada” y de reproche. Siempre se puede retomar en otro momento.
  6. Apelando a que el confinamiento puede ser una oportunidad para reencontrarnos, haciendo énfasis no sólo al compromiso, sino a lo que echamos de menos del otro o lo que querríamos experimentar. Y que nos toca compartir porque todavía nos queda tiempo de convivencia.
  7. Valorar esta situación como una oportunidad para el reencuentro. Toda crisis es en realidad la repetición de una dinámica relacional e interpersonal que ha dejado de funcionar, y que esto puede ser una oportunidad para mejorar nuestra comunicación, nuestro tiempo conjunto, donde ser fiel es una elección diaria hacia la pareja, y que nos va a permitir conocernos y unirnos más, puede ayudar a ver los conflictos como pasos necesarios a una mejora en la relación.
  8. Acordar decisiones, reglas y tiempos conjuntamente. Si al final se opta por la separación / divorcio, lo mejor es acordar juntos los tiempos concretos para las acciones y las decisiones que han de seguirse. Tanto las relacionadas de la pareja (si dejamos de dormir juntos, cuando empezamos a hablar con representantes legales, cuando se lo decimos a nuestros contactos), aplazando las que no se pueden hacer ahora mismo por cuestiones operativas, y acordando un tiempo de “tregua”, donde se decidan qué discusiones merecen la pena y cuáles son irresolubles y es mejor no tocar, porque la discusión no añadiría nada bueno (ni nuevo) a la situación. Con el objetivo de garantizar una convivencia civilizada y sin agresión si no hay opción de vivir por separado.

De cualquier forma, lo que se demuestra, como casi todos los eventos que hemos tenido que vivir en estos tres meses de confinamiento, es el enorme reto y la adaptación de todos nosotros a intentar sobrevivir, sobrellevar y gestionar nuestra vida en el confinamiento, y es una oportunidad importante tanto para mejorar y afrontar nuestros problemas como pareja, como aceptar la ruptura cuando ésta es el siguiente paso.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Hufftington Post, Heraldo.es, El Confidencial, Psychology Today, Psych Central, El País, El Mundo.

¿Es la infidelidad on-line una infidelidad real?

 

Extraída de www.primeraplana.mx
Extraída de www.primeraplana.mx

Sin duda, la infidelidad puede ser uno de los acontecimientos más devastadores en la vida de una pareja. Entendida como una ruptura en el vínculo afectivo con la pareja elegida, su impacto puede variar en función del acuerdo entre ambos miembros de la pareja, pudiendo ser considerado infidelidad actos diferentes si los miembros no comparten su definición personal. Así, podemos encontrar parejas (o miembros de ella) que consideran infidelidad un intercambio de mensajes románticos con una persona ajena a la pareja, mientras otros considerar que se tiene que haber producido una relación sexual con un tercero para considerarlo como tal (para otras, cualquiera de estos actos ya es infidelidad). De cualquier modo, implica al menos   una tercera persona; y la relación que establece nuestro compañero con esa persona se considera una traición en la medida en la que comparte aspectos que consideráis fundamentales en vuestra relación, y en buena medida, exclusivos para vuestra unión.

Son muchas las investigaciones a este respecto, y de hecho se han encontrado diferencias con respecto al género en lo que se supone una infidelidad o no. De este modo, los hombres tienden a denominar “infidelidad” y sentir celos derivados de ello cuando se produce una infidelidad sexual, mientras que para las mujeres la infidelidad tiene connotaciones más emocionales, sin necesidad de que se hayan producido relaciones sexuales entre las partes. Sin embargo, hay  mayor uniformidad en las reacciones emocionales ante la infidelidad; tanto hombres y mujeres reportan sentir asco cuando se enteran de que su parejas les ha sido infiel sexualmente, y confiesan mayor daño y tristeza en la relación cuando la infidelidad emocional.

Ante el creciente uso de redes sociales, páginas de contactos y uso de mensajería instantánea, el escenario de la infidelidad ha aumentado y la infidelidad on-line (es decir, aquella infidelidad compartida con una persona que no has visto de manera física pero sí que se ha podido intercambiar mensajes –o actos más comprometidos, como el cibersexo-) ha entrado de lleno en los estudios sobre infidelidad. Así, Guadano y Sagarin (2010), con una muestra de 322 participantes, evaluaron la reacción que podrían tener las personas ante el conocimiento de una “ciber-infidelidad”, y si éstos efectos podrían considerarse los mismos ante una infidelidad convencional. Los resultados fueron reveladores: si bien los efectos de una infidelidad convencional son muchos más traumáticos que la on-line, se encontraron nuevamente diferencias con respecto al género en las reacciones despertadas. Para los hombres, era más importante la infidelidad de tipo sexual (de hecho, para los hombres encuestados daba igual si fuera on-line o convencional), mientras que en las mujeres lo importante era el vínculo emocional. Los actos que se hacían con el “ciber-amante” también fueron evaluados, de manera que las mujeres tendían a ver más grave actos de cibersexo o sexo telefónico que los hombres, al ser todavía más común entre los hombres la aceptación de este tipo de actividades. De cualquier forma, y a pesar de que siempre era peor considerada una infidelidad convencional, el hecho de que se supiera que la pareja mantenía una “ciber-relación” se consideraba como perjudicial para la pareja, de ahí la ocultación y el anonimato en este tipo de relaciones.

Con todo, el estudio de este tipo de fenómenos ayuda a entender los conflictos y la enorme diversidad relacional que se puede establecer hoy en día, y entender que la piedra angular para la resolución de los conflictos por infidelidad siempre pasa por la misma herramienta: la comunicación entre ambas partes.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psychology Today.