Son muchos y diversos estudios
los que enfatizan la importancia de la emoción para el aprendizaje, como un
elemento que dispara, mantiene el aprendizaje y lo que recordamos, siendo
uno de los elementos fundamentales en el procesamiento de la información y que muchas
veces se ha subestimado a favor de la razón, cuando no podemos
desconectarnos de su influencia ni de la interrelación que hay con los demás.
Esto se hace especialmente relevante pues en la mayoría de contextos, la emoción siempre se ha tratado en
decrimento de la razón, inhibiendo y bloqueando en muchos casos el efecto
paralelo y transversal de la emoción en la facilitación del aprendizaje.
Por ello, la investigación
(en educación, neurociencia, medicina o psicología), recogen y amplían el conocimiento
disponible sobre la cuestión, mostrando como la emoción, lejos de
alterar nuestra conducta, también la focaliza, la despierta, la mantiene y la
refuerza.
Esto explica como es tan
importante hacer anclajes en el aprendizaje: la transmisión de
información no puede ser una mera repetición de conocimientos, y por ello se
incentiva la curiosidad desde sus propios aprendizajes y afinidades previas, conectarlo
con el nuevo aprendizaje, buscar el atractivo desde sus propios intereses y
así favorecer el aprendizaje significativo y una consolidación (memorización)
mejor. Esto también puede verse en las reacciones circulares que los niños
menores de dos años hacen: al principio el mismo descubrimiento de su propia
voz (al emitir el sonido “aaaaa”) o el
hecho de saber que al tirar una cuchara al suelo hace un ruido determinado (y
que el adulto siempre la recoge o reacciona de una determinada manera) les
provoca una emoción tan intensa (y gratificante) que el niño lo repite una y
otra vez, aprendiendo que su conducta puede tener una intención, hacer cambios
en el entorno y que ayuda al perfeccionamiento de la habilidad, hasta llegar a
su dominio.
De otra manera, la estructura
cerebral más específicamente implicada en la regulación emocional y la que más se
debe prestar atención es el sistema límbico (que incluye
partes del tálamo, hipotálamo, amígdala, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo),
zonas que habitualmente se han visto correlacionadas funcionalmente con el
control emocional, la motivación, la conducta motivada o la iniciativa, además
de la memoria y el aprendizaje. Estos sistemas funcionan muchas veces de
manera automática y no consciente (por formar parte de la parte subcortical
del cerebro) y aparte de evaluar si la información que atendemos es
potencialmente peligrosa, permite potenciar, reforzar o alterar la fuerza de
nuestro aprendizaje. Que junto con las demás estructuras cerebrales, y
siempre bajo un funcionamiento simultáneo, en paralelo y diferenciado, se
posibilita y mejora el aprendizaje.
Así, la emoción está
implicada en todos los procesos básicos de la memorización, desde la
codificación de la información (el aprendizaje en el primer ensayo de
aprendizaje), como en los posteriores procesos de almacenamiento y
recuperación (los que conmúnmente se definen con “me acuerdo de…”, es decir,
cuando se recupera y se vuelca la información de un tema en cada situación.
La emoción
puede, y gracias a ello, resaltar y enfatizar los resultados del
aprendizaje, haciendo más significativo los aprendizajes,al igual que
emociones dolorosas pueden alterar o modificar el procesamiento de la información
a aprender, explicando como a veces la emoción de miedo o tristeza puede
provocar reacciones de huida en la persona que aprende (desde “despistarse con cualquier
cosa”, hasta huir de la situación y oponerse enérgicamente). De ahí la
necesidad de instruir, por ejemplo, en el reconocimiento por parte del alumnado
de su propio arco emocional, pudiendo ayudar a promover tanto su curiosidad
como su entendimiento, como para ayudarle a entender cuando se está
desmotivando y no está consiguiendo sus objetivos (siempre en un contexto donde
no hay una dificultad inherente que lo explique). Reconocer también que el
efecto de las emociones está acotado a periodos cortos y de alta intensidad; y
que éstos pueden asociarse contingentemente a contextos, lugares o determinados
estímulos, ayuda a reconocer todos los elementos para hacer el aprendizaje
y el contexto del que está inserto lo más efectivo posible.
Efectos e influencias de
las emociones en nuestra cognición.
En la atención.
En dicha capacidad, la emoción le ayuda a seleccionar la información más
relevante del entorno y elegir la opción correcta en la solución de nuestros
problemas cotidianos, actuando como guía y criterio para decidir la información
a la que hacer caso y cual no. De este modo, si tenemos una emoción muy
intensa, es posible que nos sintamos muy sobrecargados y no atendamos a la
información como queremos, por ello se busca promover estados de calma
centrándonos en pocas cosas a la vez, maximizando nuestro rendimiento. De ahí,
por ejemplo, la recomendación tan usual de “no dejarlo todo para el último día”,
donde la ansiedad a veces es tan excesiva que puede provocar un aprendizaje no
eficaz y centrarnos sólo en una parte de la totalidad de la información a aprender
para el examen.
En la activación.
El efecto Yerkes Dodson, uno de los efectos más estudiados, afirma que la activación
funciona mejor en niveles intermedios, siendo los dos extremos (el uno exceso – hace que nos centremos demasiado en un poco
información y que podamos perder información relevante- el defecto por poca
activación y que provoca desenfoque) lo que provoca que no recordemos adecuadamente.
En el recuerdo.
En efecto, se recuerda mejor información significativa cuando nos encontramos
en situaciones con mucha emocionalidad, comparados con aquellos acontecimientos
neutros y sin relevancia para la persona
que aprende. Intentar que la persona lo relacione con eventos significativos
para sí mismos, con contenidos interesantes o con eventos externos (o biográficos)
importantes, ayuda a un aprendizaje más duradero y con garantías de una mayor consolidación
a largo plazo.
En el estado de ánimo.
En efecto, se suele decir que “puedes no recordar ni lo que se dijo ni lo
sucedió, pero sí lo que sentiste en ese momento”. Muchas veces inducir o
emular determinados estados emocionales en las personas ayuda (y mucho) a
recordar material, demostrando que tendemos a recordar información con estados emocionales
actuales (de cualquier tipo), y los relacionamos mejor a su vez con momentos
emocionales del mismo tipo del pasado.
En el conocimiento de nosotros mismos. Según los estudios, las personas que han sido instruidos en nociones básicas de inteligencia emocional y han recibido entrenamiento en expresión emocional, tienen más capacidades para interpretar sus emociones (y la de los demás), tendiendo a solucionar mejor sus problemas, disminuyendo así las situaciones de incomprensión y favoreciendo mejores relaciones entre iguales, y con grandes probabilidades de generalización.
Con todo, sólo
pretendemos recoger el importante papel (para bien y para mal) de la emoción en
nuestra conducta, y la importancia ni de subestimarla, y de utilizarla
siempre que podamos a nuestro favor.
En los últimos 10 días se
han ido implementando nuevas y más rigurosas medidas para controlar las
estratosféricas cifras de contagio que está generando la propagación del virus.
Algunas de estas medidas han derivado en que de nuevo algunas áreas de la
geografía española hayan visto cómo se restringe su movilidad, pero sin lugar
a dudas podríamos decir que donde más impacto están teniendo dichas medidas en
nuestra Comunidad Autónoma.
Parecía que ya habíamos olvidado por completo cuándo vivir era no vivir
fuera de casa (o apenas fuera de casa, sólo salir para acudir a contados sitios, y como
prioridad el lugar de trabajo). Y sin embargo, e intentando utilizar nuevas
expresiones como confinamiento “blando” como si de un tabú se tratara,
varios millones de personas de nuevo han de reconciliarse con el estar en casa
o en el radio inmediatamente próximo a su hogar para el discurrir de gran parte
de su día a día.
Lo difícil de esto: el volver a afrontar etapas que creíamos ya superadas, nuevos recortes de movilidad. Lo magnifica el hecho de que estén teniendo lugar por áreas, no de manera generalizada como ocurrió en Marzo. Todo ello, especialmente que sólo algunos términos poblacionales se estén viendo afectados por estas nuevas medidas, hacen que algunos colectivos se sientan “apartheizados”, lo cual podría derivar en situaciones de desventaja social, sentimientos de inferioridad, segregación e indefensión aprendida.
Por la cercanía de la puesta en vigor de estas nuevas medidas aún no se han
podido obtener datos empíricos ni conclusiones clínicas certeras de cómo esta
vuelta atrás puede afectar psicológicamente a los individuos, pero sí se pueden
prever gracias a ciertos patrones estudiados en los inicios de la pandemia y
durante el estado de alarma.
Ya en la primera oleada del Coronavirus se registró que en Wuhan, ciudad
china que se ha considerado epicentro de la pandemia, para abordar
adaptativamente la situación el 53% de la población necesitó atención
psicológica. Ante esto, y gracias a nuestra experiencia en la práctica clínica,
se anticipa que los problemas de salud mental van a sufrir de nuevo un
repunte siempre y cuando no se logre hacer un afrontamiento adaptativo ante
estos “confinamientos perimetrales”. Si bien es cierto que la mayor
parte serían cuadros leves que se solucionan mediante consultas puntuales
o, sabiendo de antemano cuáles son las herramientas a través de las cuáles
conseguir dichas respuestas adaptativas, objetivo que abordaremos en este post.
El confinamiento como tal es un factor de riesgo ante la aparición de
problemas psicológicos. Sin embargo, dicho riesgo aumentará exponencialmente
en determinados grupos poblacionales: personas que se encuentren solas o en
situaciones de aislamiento, con escasos recursos económicos o cognitivos, y con
escasa calidad de vida tenderán a sobrellevar estas nuevas medidas restrictivas
con mayor dificultad. También se ha registrado que aquellos que sean menos
capaces de mantener rutinas o actividades de ocio y tiempo libre que les haga
distraerse experimentan niveles de ansiedad más elevados durante períodos
de confinamiento.
Asimismo, personas con patologías mentales previas tienen más
probabilidad de que empeoren sus trastornos base o aparezca nueva
sintomatología relacionada con la ansiedad y el estado de ánimo primordialmente,
en algunos casos, pero en menor medida, también estrés postraumático. De
igual modo ocurriría en los casos que estén teniendo que elaborar un duelo
relacionado con el Covid-19, en los cuáles se ha registrado una notable
demanda de ayuda psicológica durante y después del confinamiento.
Y conforme a la población que epidemiológicamente con más frecuencia
experimenta cuadros ansiosos, se pronostica que las mujeres y los jóvenes
con altos niveles de ansiedad previos se verían más afectados por las
consecuencias de estos nuevos confinamientos.
De ello podemos extraer que la psicología tiene mucho que decir al
respecto, como herramienta de ayuda y como medio de afrontar mejor esta etapa
de incertidumbre. Intentar abordarlo con los recursos propios y si no acudir a
tiempo en busca de atención especializada en salud mental evitará que estados
ansioso-depresivos se cronifiquen en el tiempo.
HERRAMIENTAS PSICOLÓGICAS PARA AFRONTAR LOS NUEVOS CONFINAMIENTOS
Tal y como han manifestado algunos profesionales de la
Universidad de Deusto y de la Complutense de Madrid, la forma de asimilar esta
situación es diferente en función de la edad y la situación en la que nos
encontremos. Es decir, habrá tantos estilos de afrontamiento como
diferencias interindividuales nos caracterizan. Por tanto, a continuación
abordamos algunas estrategias psicológicas generales que pueden ayudar a paliar
los efectos perjudiciales de los nuevos confinamientos; algunas tendrán una
aplicabilidad mayor que otras según el caso particular.
Explicar las medidas de control antes incluso de
implantar restricciones de movilidad (o todo lo contrario, en el
desconfinamiento) sería una muy buena inversión en resultados positivos no
sólo a corto plazo, para conseguir disminuir el número de contagiados, sino
a medio y largo plazo, ante la posibilidad de llevar a cabo medidas más
rigurosas si fueren necesarias, y para conferir controlabilidad a la población
confinada.
El ser humano
interioriza más fácilmente nuevas normas cuando entiende el sentido de
implantarlas: conocer el porqué de esas decisiones y verlo como algo necesario
evitará que la población interprete esas medidas más estrictas como un atentado
hacia sus libertades. Unido a lo anterior, los individuos se sentirán un eslabón primordial en
la mejora de la situación; es decir, será más difícil que sujetos individuales
apelen a la difusión de la responsabilidad si como individuo sienten que tienen
un papel protagonista en la derrota del virus.
Por ejemplo,
continuamente se menciona en los medios de comunicación la falta de sentimiento
de responsabilidad que tiene la población joven en los contactos de riesgo y la
transmisión del virus. Es cierto que a corto plazo, con una probabilidad menor
de padecer la enfermedad en su formato más virulento, los jóvenes podrían
llegar a decidir que pasar el virus es “un mal menor” en contraposición de
todas aquellas experiencias que se están perdiendo a cambio (quedar con su
grupo de iguales, conocer a nuevas personas, aprovechar el tiempo y la juventud
a tope, etc…), y ¡ojo! que somos conscientes que estamos hablando de una parte
de los jóvenes y que a nivel general esta franja poblacional no se comporta
irresponsablemente. Explicar las consecuencias menos cortoplacistas haría
que muchos se plantearan según qué comportamientos. Si los órganos gestores
de esta pandemia consiguieran alianzarse con esa población joven exponiendo
los escenarios poco alentadores que a largo plazo podrían esperarse en el
plano económico, siendo ellos la principal población afectada por estar en edad
laboral, se conseguiría cambiar el enfoque de “medidas que coartan
libertades” por “medidas que van en su propio beneficio”.
Evita caer en la trampa de la difusión de la
responsabilidad: es cierto
que estatalmente se suelen proponer unas medidas disuasorias/punitivas
poco efectivas si la autoridad no está presente (véase el caso de las
multas). Por tanto, intenta encontrar un ejemplo de situación mediante
la cual podrías asumir la responsabilidad de que la realidad de la
pandemia sea un poco más benévola gracias a ti, comprométete con ello (y
contigo mismo) y refuérzate día a día por cumplir con el objetivo.
No habrá una solución
local sin una global, y a su vez todo eso no se producirá sin una
responsabilidad y compromiso individual.
Fomentar el sentimiento de colectividad, es decir, rodearse de sujetos
en las mismas circunstancias y reforzar la concepción de estar siendo
resilientes. Por el contrario, un modo de afrontamiento enfocado
bajo el prisma de la comparación continua y el sentimiento de
desfavorecimiento provocará una menor tasa de aceptación de la situación y
un abordaje menos efectivo ante unas medidas que ya están impuestas y
no por más oponerse a ellas va a mejorar la situación personal.
Eso no significa que emociones
del tipo enfado, incomprensión, miedo, pesimismo, hastío (y un largo
etcétera) no sean válidas, sino que un bloqueo en ellas harán que sean más
desadaptativos los comportamientos y los procesos anímicos en el día a
día.
Para ello el plantear
la situación como una solución de problemas, la ventilación emocional con
personas de confianza y recordar qué herramientas útiles se tienen ya
(fruto de la experiencia adquirida durante la primera oleada del virus) para
afrontar este tipo de escenarios marcarán la diferencia este el bienestar
psicológico y los estados de ánimo disfóricos.
Conectando
con el punto anterior subrayamos que nuestras emociones juegan un papel
fundamental: préstales atención y valídalas con frecuencia. Tener un
diario emocional o incluso dedicarles un ratito al día a través de la meditación
y el Mindfulness o conciencia plena evitará que el posible estrés
derivado de estar confinados vaya subiendo como la espuma hasta detonar en
cuadros agudos de ansiedad, como podrían ser los ataques de pánico.
Vigila al miedo de cerca… El miedo es una
respuesta innata a
situaciones desconocidas y que suponen cierta amenaza a nuestra integridad
y supervivencia, y nos prepara para protegernos y cuidarnos. Que aparezca
es adaptativo. Sin embargo, podríamos considerar que no se está
gestionando ajustadamente cuando alcanza niveles en los que nos genera
malestar e incluso llega a paralizarnos. Esos casos serían en los que
es necesario intervenir sobre ello. En esos momentos, la exposición
progresiva a la fuente generadora de miedo, ya sea en vivo o en
imaginación, será el modo de superarlo (versus la evitación del estímulo
temido). Unido a la anterior, será necesario gestionar los pensamientos
automáticos o negativos; técnicas como la distracción y relajación
también ayudarán.
Mantén a raya los pensamientos negativos o
recurrentes.
¿Cómo? Primero de todo detecta cuáles son y analiza con qué esquema
nuclear conectan; algunos de los más comunes suelen ser el miedo, la
anticipación, el acortamiento de futuro o los sentimientos de soledad. Busca
qué datos empíricos encuentras que los apoyen o, si por el contrario,
podrían irse reestructurando por otros más adaptativos, constructivos o
positivos.
Y por
último, permítete tolerar cierto grado de duda. Como escenario de
duración incierta que es, va a ser muy difícil tener toda la información
que nos haga tranquilizarnos, por tanto, asume poderte quedar con la duda
en ciertas ocasiones. Conforme vaya pasando el tiempo, y se vayan
viendo los resultadosepidemiológicos de estas medidas de
confinamiento, y paralelamente vaya habiendo avances científicos, podrás
abordar en presente los nuevos acontecimientos, con datos empíricos,
en lugar de rellenar información con datos imaginados ante la
incertidumbre y el desconocimiento, ya que cuando no tenemos evidencias
para explicar lo que está ocurriendo tendemos a hacerlo.
Poner especial atención a la
población infantojuvenil. Sobre todo antes de los 5-6 años, edad en la
que el cerebro no se ha desarrollado por completo y por tanto pueden
hacerse mucho más patente las carencias derivadas de esta etapa de
confinamiento y aislamiento social o experiencias de vida menos
enriquecedoras.
Crea o potencia redes sociales de apoyo de
cercanía: ahora
que va a tocar no moverse demasiado y hacer más vida en el barrio
podríamos empezar a usar ese concepto no sólo en el sentido explícito de
la palabra (como área geográfica), sino fomentar el crear el
sentimiento de pertenencia a un lugar, la ayuda mutua, el tener un núcleo
cercano (independientemente de si la familia vive allí o no) para que
en situaciones como éstas de nuevos confinamientos no se corten lazos,
haya nexos de apoyo y no se desencadenen situaciones de aislamiento
social que pueden llevar más fácilmente a experienciar esta realidad con
mucho malestar.
Encuentra el modo de convivir con este problema: fija hábitos saludables,
diseña una rutina, y vuelve a hacer del sitio en el que vives un hogar.
Controla variables como la organización y el orden, los ruidos, la temperatura, el descanso y alimentación, y los espacios propios (si convives) como modo de asegurar el bienestar, ahora que toca pasar más tiempo en casa.
No abandonarse ante la dificultad. Recuerda si fuiste de aquellos que salieron reforzados del primer confinamiento, y recupera todas aquellas medidas que en aquel momento funcionaron: hacer ejercicio físico, cuidar las relaciones interpersonales y estar en contacto con figuras de apoyo telemáticamente si no es posible en persona, dedicar tiempo a uno mismo así como atender a las actividades agradables un tiempo mínimo al día (se recomienda no menos de 30 minutos siempre que sea posible), etc…
Si por el contrario en
aquellos momentos las circunstancias no te lo facilitaron y costó más llevarlo
bien, ¡aún se está a tiempo! aprovecha para intentar poner en marcha todo lo
anteriormente expuesto, o pedir ayuda profesional si observas que por ti mismo
no está siendo posible.
La ansiedad es un mecanismo de defensa evolutivo, que se convierte en
perjudicial tanto física como psicológicamente cuando se mantiene en niveles
muy altos a lo largo del tiempo, pero que bien gestionada, es adaptativa en
la medida en la que pone gran parte de nuestros recursos cognitivos y somáticos
a disposición de un proceso de solución del problema que nos hará solventar las
dificultades a las que estemos sometidos, ya sean el Covid-19 o de la vida
en general.
Es decir, gestionando de forma consciente la carga ansiógena propia del
momento presente con herramientas como las propuestas en este blog
conseguiremos reforzar nuestras capacidades adaptativas ante futuras
situaciones de estrés.
En resumen, reconciliarnos con este tiempo extraño que estamos viviendo nos
servirá para aprender mecanismos de afrontamiento eficaces de cara a posibles
envites que puedan tener lugar a lo largo de toda nuestra vida.
El confinamiento es, ha sido y será una de las experiencias más devastadoras, significativas e importantes que hemos vivido en mucho tiempo, algunos en su vida entera. Estar confinados en nuestras casas, con la obligación de conciliar en un espacio en muchos casos muchos aspectos de nuestra vida (laboral, personal y relacional) y tan abruptamente, ha supuesto un cambio radical de nuestras costumbres y nuestra manera de vivir.La pareja, sin duda, está siendo una de las grandes afectadas en todo esto, pues es la estructura (cuando vivimos en una) que sujeta nuestra rutina y la que nos posibilita, con su organización, reglas y funcionamiento, el equilibrio en la mayoría de aspectos de nuestra vida.
Todo ello por lo urgente,
abrupto y precipitado de la situación de confinamiento, donde apenas se nos ha
dejado un tiempo de reacción y planificación en los cambios que eran necesarios
en nuestras vidas, y por la incertidumbre y escasa preparación para afrontar a
una situación de tamaña magnitud. Muchas veces, las decisiones
de nuestra rutina se han hecho sobre la marcha, y si ya había problemas previos,
la situación de pandemia y consecuente confinamiento solamente acentúa y en
muchos casos cronifica los problemas ya existentes.
Sin embargo, está crisis
y convivencia forzada no ha afectado a todas las parejas por igual.
Efectivamente, las más vulnerables a sufrir un periodo de tensión añadido
son básicamente tres: a) las que ya arrastraban problemas previos al
confinamiento (ansiedad, depresión, problemas de pareja, maltrato, infidelidad o desigual reparto de las tareas y
funciones de la casa), b) las parejas que pasaban menos tiempo de
convivencia juntos (y con menos costumbre a convivir, por horarios
laborales, responsabilidades o que la dinámica de la relación se había caracterizado
por multitud de actividades separadas) c) o en las que se este periodo se
hayan registrado muchas situaciones dolorosas (muertes de personas
cercanas, perdida de trabajo y de ingresos económicos, o enfermedad misma de
uno de los dos miembros). En estas situaciones, el confinamiento se ha
convertido en un caldo de cultivo por la alta probabilidad de aparición de malentendidos,
roces y discusiones por las horas que pasamos juntos. Invertir tiempo en la
pareja, tanto para pasar tiempo con ella como para re-aprender a solucionar
conflictos, puede ser muy buena idea, pero no todos estamos predispuestos a
dejar un hueco a hábitos y acciones que implican un posible coste a priori, y
más cuando estamos pasando algo tan difícil como la cuarentena en sí. Aquí,
la fiesta está servida.
Por otro, se ha registrado un aumento importante en el uso de las redes sociales y aplicaciones que facilitan la posibilidad de realizar una infidelidad (virtual, en este caso). En estos momentos, las infidelidades emocionales son más probables (en las que nos apoyamos y realizamos comportamientos de implicación emocional con otra persona). Los expertos a este respecto son claros, ante la disminución de acceso a nuestros amigos y familiares y la reducción drástica de actividades fuera de casa, para muchas personas fijarse en alguien externo supone un alivio y un escape a la situación de tensión que estamos viviendo, y ante la imposibilidad de conseguirlo de nuestra pareja, relaciones cercanas o actividades alternativas, se centran en estos contextos, con el previsible reforzamiento que se experimenta en las primeras fases de flirteo y seducción.
A pesar del escenario dibujado
en estos tiempos de desescalada, donde la convivencia (tensa) obligada también será
parte de nuestra rutina diaria, podemos tener en cuenta algunos aspectos que
pueden ayudar a afrontar los conflictos, si la opción de la separación
todavía no se considera la opción definitiva.
Tiempo de largas conversaciones. En toda crisis y confrontación, no nos queda otra que acercarnos al otro y hablar. Después de esa primera confrontación. Con la idea de que serán necesarias varias conversaciones. Intentando mantener una atmósfera de cordialidad, en un espacio de tranquilidad y que nos fuerce a ver y escuchar al otro, sin distracciones y con tiempo suficiente para tratar los temas calientes y de conflicto. Por supuesto, evitando los móviles y redes sociales a mano, para asegurarnos la recepción adecuada del mensaje y en la interpretación correcta de las intenciones del otro.
Respeto de espacios. Es importante la creación de espacios donde cada uno pueda hacer sus actividades, como relajarse o hacer actividades solo. El confinamiento nos ha obligado a “reconquistar” nuestra propia casa, y establecer los sitios y los periodos de cuando vamos a hacer uso de ellos es uno de los grandes retos del confinamiento.
Equilibrio de espacio para uno mismo versus con el otro. No sólo de solucionar los problemas vive una pareja, y en efecto, cultivar e invertir en tiempo de distracción, esparcimiento y calma puede ser un buen inicio para acostumbrarse, también, a firmar tiempos de tregua y disfrutar de la tranquilidad. Como el otro es en realidad nuestro compañero de cuarentena, incluirle en las actividades que hacemos, aunque sea una sola, puede ayudarnos a tolerarnos y no ver ese tiempo compartido como un castigo, sino como un acompañamiento gratificante e inesperado.
Aceptar la situación de confinamiento y ajustar las expectativas que podemos pedir a la pareja. Ambos miembros han estado sujetos a una situación inusual, extraordinaria y con grandes limitaciones (aún) a la vida que teníamos antes, como para que sólo consideremos al otro como un enemigo. Apelar a la empatía y al hecho de que vivís la misma situación y estáis en el mismo barco, puede ayudarnos a notar al otro como un apoyo.
Haciendo énfasis más en la forma de discutir que en la la frecuencia de las discusiones. En toda pareja de larga duración, las discusiones son algo inevitables, por lo que cuidar ese “cómo” ayuda a aliviar la tensión. Haciendo referencia siempre a la conducta y a nuestros sentimientos, utilizando un lenguaje conciliador y poco violento, con cesiones de turno y siendo conscientes de que en una discusión es tan importante hablar como escuchar. Es la única manera de entender y no malinterpretar. Y parar siempre cuando empecemos a notar en la pareja un comportamiento de “escalada” y de reproche. Siempre se puede retomar en otro momento.
Apelando a que el confinamiento puede ser una oportunidad para reencontrarnos, haciendo énfasis no sólo al compromiso, sino a lo que echamos de menos del otro o lo que querríamos experimentar. Y que nos toca compartir porque todavía nos queda tiempo de convivencia.
Valorar esta situación como una oportunidad para el reencuentro. Toda crisis es en realidad la repetición de una dinámica relacional e interpersonal que ha dejado de funcionar, y que esto puede ser una oportunidad para mejorar nuestra comunicación, nuestro tiempo conjunto, donde ser fiel es una elección diaria hacia la pareja, y que nos va a permitir conocernos y unirnos más, puede ayudar a ver los conflictos como pasos necesarios a una mejora en la relación.
Acordar decisiones, reglas y tiempos conjuntamente. Si al final se opta por la separación / divorcio, lo mejor es acordar juntos los tiempos concretos para las acciones y las decisiones que han de seguirse. Tanto las relacionadas de la pareja (si dejamos de dormir juntos, cuando empezamos a hablar con representantes legales, cuando se lo decimos a nuestros contactos), aplazando las que no se pueden hacer ahora mismo por cuestiones operativas, y acordando un tiempo de “tregua”, donde se decidan qué discusiones merecen la pena y cuáles son irresolubles y es mejor no tocar, porque la discusión no añadiría nada bueno (ni nuevo) a la situación. Con el objetivo de garantizar una convivencia civilizada y sin agresión si no hay opción de vivir por separado.
De cualquier forma, lo que se demuestra, como casi todos los eventos que hemos tenido que vivir en estos tres meses de confinamiento, es el enorme reto y la adaptación de todos nosotros a intentar sobrevivir, sobrellevar y gestionar nuestra vida en el confinamiento, y es una oportunidad importante tanto para mejorar y afrontar nuestros problemas como pareja, como aceptar la ruptura cuando ésta es el siguiente paso.
Escrito por David
Blanco Castañeda
Fuentes: Hufftington
Post, Heraldo.es, El Confidencial, Psychology Today, Psych Central, El País, El
Mundo.
Desde el principio del levantamiento de este estado de alarma que estamos
viviendo ha estado servido el debate «¿niños a la calle sí, niños a la
calle no?».
Lo que nos decían los datos epidemiológicos con respecto a cómo la
enfermedad del Covid-19 se manifiesta en la población infantil, con poca
sintomatología o incluso asintomáticos (lo que la convertía en potencial
portadora del virus), alentaba a seguir en dicho debate una postura más
conservadora a pesar de la preocupación constante de cómo este escenario de
encerramiento podría afectar a los más pequeños de la casa.
Los expertos en infancia señalan que España es el país europeo más
estricto respecto a las medidas adoptadas de cara a la población infantil,
a diferencia de otros países con niveles altos de contagio como Italia y
Francia.
La verdad, y pese a las expectativas negativas que se conformaban en
cada adulto que estaba al cuidado de un menor, los niños han sido tal vez de
los grupos poblacionales que mejor han llevado este confinamiento. Si bien
es cierto que tras una cuarentena, ¡y nunca mejor dicho, porque ya pasan los
cuarenta días!, sin poder salir a espacios abiertos y observando cómo algunos
sectores volvían a la «normalidad» (véase aquellos trabajadores no de
primera necesidad que recientemente han visto cómo las restricciones se
levantaban pudiendo volver a sus puestos de trabajos, lo cual puede serle de
difícil entendimiento a los pequeños), a medida que han ido avanzando los
días el confinamiento se ha ido haciendo cuesta arriba en la mayor parte de
hogares españoles con niños.
Esta medida que entra en vigor el 26 de abril va a llegar «como agua
de mayo», aunque cierto es que ha aterrizado no sin debate, generando confusión e incertidumbre.
Ojipláticos quedaban los progenitores cuando en un primer momento se
anunció que la desescalada para los menores no tendría lugar en espacios
abiertos, en la naturaleza, dando pequeños paseos, sino que se permitiría que
los menores acompañasen a adultos a aquellos lugares a los que bajo el estado
de alarma sí está permitido ir (supermercados y farmacias, básicamente), focos
principales de riesgo de contagio por la frecuencia de paso de la población.
Solventado este contratiempo, y una vez producida esta rectificación pocas
horas después del primer comunicado de acompañar a los adultos a recados por
paseos y salir a jugar a la calle, siempre y cuando se respete el
distanciamiento social, desde Cenit Psicólogos nos hemos propuesto abordar
este tema aportando información ajustada y una serie de pautas para que las
salidas del hogar con niños se conviertan en fuente de bienestar en lugar de
una causa más de estrés a la que los padres tienen que enfrentarse.
Más de 40 días en casa,
¿cómo esto ha podido afectar a la infancia?
Desde el principio de la cuarentena el comienzo del desconfinamiento o
desescalada ha sido sin duda una de las noticias más esperadas, sobre todo de
cara a los niños.
Existe una enorme divergencia de opiniones parentales sobre esto, desde que
la condición de encerramiento total de los menores mantenida hasta ahora rozaba
el maltrato institucional a aquellos que evalúan esta situación como crítica y
consideran que “es el precio a pagar” para mantener a los niños a salvo del virus
y evitar su propagación masiva. No obstante, ¿qué dice la psicología al
respecto?
La ciencia y los estudios neurobiológicos indican que la etapa
comprendida entre los 0 y 6 años es en la que fundamentalmente se produce el
desarrollo a nivel psicomotor de los niños, por lo que es necesario un
ejercicio físico mínimo. Y claro está que los más peques “no han parado
quietos” en lo que llevamos de cuarentena, unido con total seguridad a que
padres y madres habrán promovido rutinas saludables de ejercicio adaptadas a
estar en casa en la medida de lo posible; sin embargo, por habitabilidad, familias
con viviendas de espacio reducido habrán tenido muchas más dificultades para
mantener la actividad física de sus pequeños, lo cual limita el habitual
desarrollo locomotor de estos.
Además, a lo largo de la evolución del cerebro infantil y adolescente
entran en juego otra serie de factores de crecimiento no menos importantes,
a los cuales es muy difícil acceder desde casa, como son los espacios (a ser
posible abiertos) para que los niños puedan explorar por sí mismos y la
necesidad de fuentes de neuroestimulación variadas, novedosas e interpersonales.
También tiene una vital relevancia en el desarrollo neurocognitivo de los
menores el estado de ánimo. Cuando aún no existe una completa madurez de las
herramientas para modular el estado de ánimo la actividad física se convierte
en modo de expresión y canalización de emociones y sentimientos, y es por
eso por lo que algunos niños durante este confinamiento han experimentado
procesos de irritabilidad, tristeza, o altibajos emocionales/anímicos, debido a
esa otra vía de escape que es el movimiento unido a la barrera psicológica que
supone el encerramiento.
Existen también datos sobre lo perjudicial que es el estrés agudo
mantenido en la infancia, y las correspondientes secuelas que eso podría tener
en el neurodesarrollo cerebral, así como ser un factor de riesgo en futuros
diagnósticos de trastornos de ansiedad, principalmente del trastorno por estrés
postraumático (TEPT).
A pesar de esto, se necesitará ser cautos a la hora aplicar estas
conclusiones a la situación de pandemia y estado de alarma actual, ya que existen
multitud de variables idiosincráticas no controladas de manera experimental que
sin embargo influyen en el devenir de dichas afectaciones o diagnósticos, como
son: los diferentes niveles de estrés parental experimentados, existencia o no
de conflictos en el sistema familiar, herramientas cognitivas del menor,
situación socioeconómica o acceso a recursos, etc.
Pautas parentales para
facilitar la salida de los niños a la calle durante el Covid-19
Todo lo que exponemos a continuación serán pautas para facilitar la vuelta
a las calles de los niños una vez existe el permiso por parte del Ejecutivo.
Sin embargo, que se hayan ofertado estas medidas de desescalada del
confinamiento infantil no significa que exista obligatoriedad de salir para
los menores; siempre será una decisión que tendrán que tomar las familias
con toda la libertad y respeto, basándose en sus valores y teniendo
en cuenta las casuísticas interindividuales de todos y cada uno de esos núcleos
familiares donde conviven niños.
Primero de todo, vamos a tener que “ponernos
en sus zapatos”. Que sean pequeños no significa que no perciban la
realidad en la que nos encontramos. ¡Todo lo contrario!, podría
sorprendernos con cuán detallada (y acertada) es la interpretación que los
más peques han hecho de la pandemia y el correspondiente estado de alarma.
No obstante no está demás que pueda aprovecharse este momento para
explicar a los niños y niñas qué es el Covid-19; para ello, se puede recurrir
a historias infantiles o cuentos que les hagan la información más
asequible, como puede ser “Rosa contra el virus” (enlazado al
final del post).
Explica también las nuevas medidas mediante las
cuáles van a empezar a poder salir a la calle (y los cambios asociados a
ellas), con un lenguaje ajustado para hacerles la situación más
controlable. Utiliza ejemplos en primera persona sobre cómo todo
esto les afecta a ellos o podrán verse beneficiados y/o sírvete
de personajes simbólicos que puedan identificar ellos como modelos. Los
superhéroes que cumplen las normas de higiene y seguridad suelen ser
alicientes para que los niños quieran parecerse a ellos y adaptarse a lo
estipulado.
Va a ser asimismo una oportunidad para
trabajar transversalmente el aumento de la responsabilidad y madurez de
los más pequeños de la casa. La tendencia será la desescalada
conviviendo con el virus hasta que se encuentre una vacuna, por lo que
interiorizar medidas de higiene propia, empatía hacia los demás
y civismo van a ser mecanismos necesarios a nivel general, y una
oportunidad de aprendizaje para los niños.
Recalca que no es una vuelta a lo de antes, sino una medida excepcional,
por lo cual serán paseos limitados espaciotemporalmente. Gestiona sus
expectativas antes de salir a la calle para conseguir que puedan
disfrutarse como “momentos de respiro” en lugar de como fuente generadora
de frustraciones.
Si la edad del menor lo permite, pauta un
tiempo con ellos (dentro de la hora permitida), y recurre a algún sistema
de referencia para que puedan ser conscientes y manejar el transcurso del
tiempo de paseo y agotamiento de éste.
Estas medidas ayudan a
controlar sus expectativas a la par que reduce la probabilidad de rabietas una
vez que se comunica que ha llegado el momento de volver a casa.
De producirse dichas
rabietas acude a esas herramientas parentales saludables que normalmente
funcionan para gestionarlas, como la extinción, sin caer en reforzar
indirectamente la conducta problema, ya que permitirá que los próximos paseos
(o más bien la finalización de ellos) no estén supeditados a que se produzca
este tipo de berrinches.
Intenta que todo eso lo aprendan sin castigos y
sin premios; es
decir, el entendimiento de la situación facilitará que los paseos consigan
la finalidad con la que se plantean, sin conductas disruptivas, e interiorizando
nuevos comportamientos responsables y de autonomía, sin la necesidad de
refuerzos externos ni expectativas de ser castigados. En todo caso, si
no se cumplen los límites, refuerza las explicaciones que justifican que
tengan que ser de ese modo las salidas del hogar y que puedan restituir
sus comportamientos.
Y por
supuesto, no se aconseja recurrir a figuras de miedo
(principalmente relacionadas con cuerpos de seguridad nacional, por
ejemplo, “va a venir la policía si no dejas de tocar las cosas”) como
modo de control externo de las salidas de casa, sino apelando al
civismo, solidaridad con el resto de personas/vecinos y hacerles
partícipes de que la situación de bienestar de los demás y control de propagación
de la enfermedad está un poquito en sus manos si nos acogemos a esas
normas. A la par que les hacemos importantes en que el control de esta
pandemia está en la mano de todos, impedimos el aprendizaje del miedo a
estos profesionales.
Muestra esos límites, pero con amor.
Diferencia entre deseo parental y necesidad real
de los niños por
salir a la calle. Para ello aconsejamos tener en cuenta la opinión de
los niños, lo que manifiestan que necesitan (si su edad se lo permite)
o incluso ponderar la tolerancia al confinamiento que han tenido a lo
largo de estos más de cuarenta días para ver si lo han llevado bien o
existe una necesidad imperiosa por salir y esparcirse.
Dentro de tener en cuenta su opinión estará el
nivel de tranquilidad/miedo con el que estén experienciando esta situación. No son pocos los casos de
niños que cuando sus progenitores les han planteado esta modificación de
medidas han verbalizado “¡yo no voy a salir!”. En la medida de lo posible,
intentar respetar sus opiniones será la opción más beneficiosa; no
obstante, si la negativa a salir se basa en miedo al virus, o a las
implicaciones (de posible contagio) que tendría salir, será adecuado
brindar un espacio a la psicoeducación sobre la enfermedad (cómo
funciona esta y medidas de seguridad para prevenir contagios), resolver
dudas y tranquilizar o desarmar esos miedos, que a todas todas
seguramente estén enraizados en la interpretación algo distorsionada que
han podido hacer ellos, como niños, de la alarmante situación con sus
limitadas herramientas cognitivas.
Prepárales para saber «encajar» que la
realidad que percibirán al salir de casa es muy diferente a la que ellos
están acostumbrados: ofrecer explicaciones sencillas de a qué se
debe, conocer e interiorizar las normas de seguridad y distanciamiento
social, aprender y ver cómo necesarias las medidas de higiene (lavado de
manos y método adecuado de cómo hacerlo, no tocarse la cara en la medida
de lo posible, toser/estornudar en el hueco del codo y uso de mascarillas)
y ofrecer la posibilidad de ronda de preguntas posterior para resolverles
las dudas que puedan estar asaltándoles.
Queda el debate sobre la adolescencia, de por qué a partir de 14
años no está permitido dar estos pequeños «paseos terapéuticos».
Los que este confinamiento lo estén viviendo bajo el mismo techo que un
adolescente puede que hayan descubierto que todo sigue con normalidad, o
bien los perciben como una montaña rusa o de repente «su hijo-a ha
desaparecido», no se le ve el pelo, no comparte espacios comunes
familiares. Y es que, centrados en la infancia, se pasa por alto la
adolescencia: se impone el confinamiento en una etapa vital donde el
grupo de referencia prioritario pasa a ser el grupo de iguales (los
amigos). No pueden verlos (en persona) ni en clase ni en tiempo de
ocio, y aunque afortunadamente en la mayor parte de las casas existe
acceso a internet y pueden seguirse relacionando telemáticamente por
videollamadas, se plantea el dilema de la idoneidad de las pantallas a
esas edades y durante cuánto tiempo.
Dialogar con ellos sobre
el impedimento de salir para su grupo de edad, ya que a diferencia de los pequeños, su
desarrollo cognitivo y capacidad de entendimiento y elaboración de la situación
se presupone mayor, así como alentar que el grueso del confinamiento (en
principio) ha pasado, reforzar su actitud durante todos estas semanas y
poder hablar sobre pequeñas metas u objetivos que quieren fijarse o les
gustaría llevar a cabo una vez ellos también puedan volver a salir de casa.
Quedan aspectos en el aire, como el hecho de que los adolescentes menores
de 14 años no estén incluidos en las medidas adoptadas, ¿qué pasa con ellos,
acaso no lo necesitan a nivel de desarrollo neuropsicológico? o la vuelta al
trabajo de los padres ¿con quién se quedarán los niños?. Intentar no
hiperfocalizarse en cuestiones sin resolver, centrarse en el presente o a pocos
días vista, tolerar cierto grado de incertidumbre, no anticipar así como
esperar la llegada de nuevos datos, tangibles, y provenientes de las
autoridades oportunas a tales efectos hará que las próximas semanas sean más
llevaderas y el afrontamiento emocional de ellas más óptimo.
Por el momento, con normas y límites claros, consistentes, con sentido,
informados y formados, así como ir reevaluando cómo os sentís como
padres-madres y cómo se desenvuelven los niños, por si fuese necesario
implementar mejoras, conseguiremos que la vuelta de los niños a la calle pueda
vivenciarse como un recurso de bienestar físico y psicológico infantil y
familiar.
Paradójicamente,
aunque somos una especie que tenemos las habilidades necesarias para cambiar y
evolucionar debido a un muy desarrollado cerebro y sus
correspondientes funciones cognitivas, así como una mente flexible que intenta
adaptarse a situaciones cambiantes mediante un amplio repertorio de conductas
no tan acotado por patrones biológicamente “impuestos” o establecidos (como el
del resto de animales), tememos a menudo
el cambio: todos los seres humanos, en mayor o menor medida, en alguna
ocasión a lo largo de nuestra vida lo terminamos vivenciando. En esas situaciones el miedo es una emoción
que se interpone en nuestro camino y nos hace perder claridad sobre nuestro
potencial, pero ¿de dónde viene y qué significa esa sensación?.
Principalmente se debe a que tememos lo cambiante ya que no se conoce ni
se puede anticipar el resultado fruto de ello. Aunque quedarse quieto puede
conllevar un mayor riesgo que cambiar, en muchas ocasiones las personas
preferimos, ya sea profesionalmente o en una relación, por ejemplo, correr el
riesgo de quedarnos atrás si no se continúa creciendo en lugar de afrontar una
situación novedosa de desarrollo. Es decir, en distintos estudios se ha
demostrado que rechazamos la incertidumbre (a pesar de que estamos programados
para poder resistirla y abordarla), nuestro
cerebro prefiere un resultado negativo predecible sobre uno incierto, aún
pudiendo ser positivo o favorable.
1. La
incertidumbre alimenta nuestros temores.
A nuestro cerebro le gusta tener el control. La incertidumbre genera una fuerte
respuesta de alerta en nuestro sistema límbico y amígdala, la cual suscita
una serie de sensaciones subjetivas desagradables o aversivas, por eso nos preocupamos.
Ante la
falta de información controlable nuestro cerebro
experimenta miedo, por eso tendemos a especular. Creamos historias, tanto reales como imaginarias, que nos contamos
a nosotros mismos como modo de rellenar esa parcela sobre la que no tenemos
datos certeros. En ese momento narramos nuestras vidas como si estuvieran fuera
de nuestro control; sentimos que estamos
jugando un papel desde el exterior sin tener en cuenta que se puede tener un
rol potencialmente activo a pesar de que haya factores fuera de nuestro
control que puedan influir en los resultados.
2.
Aceptar la impermanencia de la vida en ocasiones nos hace sufrir.
Cuando termina un trabajo o una relación,
incluso el verano o las vacaciones, nos quedamos estancados, nos cuesta mucho
seguir adelante. Seguimos repitiendo viejos patrones o historias en lugar de
abrir nuestra mente a lo que está por venir.
Un
estudio sobre lo positivo que sería construir puentes entre el budismo y la
psicología occidental muestra que abrazar la impermanencia como ley universal
de vida contrarresta los ciclos de pensamientos negativos y rumiaciones. Cuando aceptamos que cada historia en la vida tiene un final podemos
relajarnos, y sintiéndonos más tranquilos podremos afrontar nuevos retos.
“Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en
el río y en el que se baña”. Heráclito de Éfeso.
3.
Nuestro miedo al fracaso también alimenta nuestra aversión al cambio.
El afán
perfeccionista y sobreexigente puede tener el efecto contrario al esperado ya
que cuando estamos bajo presión tendemos a cometer más errores. Bajo el estándar de que “si se hace algo es para conseguir la
perfección” lo previsible en la mayoría de las personas es que aparezca la
procrastinación.
Procrastinar puede significar dos cosas: por un lado, falta de seguridad en
nuestros propios recursos para abordar una determinada situación debido a que
posiblemente no sean los adecuados, para lo cual se podrían aprender nuevas
herramientas más acertadas para según qué tarea; y por otro, miedo a comenzar a hacer algo y que no
salga según nuestras expectativas o incluso pueda derivar en fracaso.
Saber
navegar en la incertidumbre es muy importante, así como seguir haciendo las
cosas a pesar del miedo, es lo que finalmente nos lleva a superarlo y comenzar
a sentir un aumento de nuestra autocompetencia.
En resumen, convertirnos en los autores de nuestras vidas supone empezar por
reformular la relación que establecemos con respecto a la incertidumbre, la
impermanencia de las cosas y el perfeccionismo.
Algunas
etapas vitales serán más proclives a la aparición de dicho miedo. A medida que vamos madurando tendremos que tomar decisiones y
aprender a autogestionar nuestro propio camino en la vida. El salto a
independizarse, cambiar de trabajo (o elegir uno; incluso vivenciar un continuo
estado de precariedad laboral), romper una pareja de larga duración porque ya
no funciona, moverse de ciudad o tomar la decisión de ampliar la familia,
cambios todos ellos que prototípicamente se llevan a cabo en el ecuador de la
vida harán que la etapa vital por excelencia donde es más proclive la aparición del miedo al cambio sea la comprendida
entre los 20 y 60 años. Eso no quiere decir que no pueda aparecer en otros
momentos vitales, ni debido a otros detonantes a los anteriormente
mencionados, sino que la tendencia es
que las personas asuman esos cambios con más frecuencia en el final de la
juventud y durante su vida adulta.
Puede
manifestarse en diferentes áreas vitales: la
relevancia de cada una de ellas a nivel personal será lo que propicia un mayor
grado de malestar, es decir, existe un amplio abanico de diferencias
interindividuales en este aspecto. Para alguien cambiar de amigos será lo más
costoso, mientras que para otros el ser versátil en el entorno laboral o fluir
en las relaciones sentimentales será lo que les paralice.
Estilos
de crianza parentales más evitativos o tendentes a la sobreprotección asimismo
fomentarán que se eluda el hecho de que algo en la
vida de una persona no funciona pero se prefiere en lugar de poner en marcha
mecanismos para modificarlo. Además de que la
sobreprotección en la infancia deriva en futuros adultos que pueden no tener
las habilidades necesarias para ser autosuficientes, probar diferentes
alternativas e incluso baja autoestima e inseguridades con respecto a su
capacidad de solución de problemas.
“AÚN
CON MIEDO, ¡HAZLO!” COMO PREMISA PARA SUPERAR EL MIEDO AL CAMBIO
Al partir de la base de que la situación
problemática del cambio se etiqueta como «miedo» podremos concluir
que el método o técnica empíricamente
validado y que ha sido denominado como de primera elección a tal efecto es la exposición.
Es decir, de
manera progresiva (muy importante este dato, si no una intensidad elevada
sería tan aversiva que la persona no podría aprender de manera adecuada lo no
nocivo del cambio) habrá que ir
escogiendo situaciones generadoras de cambios vitales-personales de cara a
poder acumular la suficiente evidencia empírica para reevaluar si tan
“peligroso” es tomar decisiones que impliquen situaciones cambiantes. Aprender
las herramientas necesarias para abordar dichas situaciones o modificar
aquellas otras estrategias de afrontamiento que hasta el momento más que una
solución del problema estaban siendo el detonante del miedo a cambiar (por
ejemplo, la procrastinación) hará que finalmente la persona que decida realizar
un determinado cambio en su vida pueda marcarse esa meta y trabajar por ella en
lugar de paralizarse y quedarse en el inmovilismo.
Una
educación emocional potente también reduce el estigma al cambio y alivia el
temor que algunas personas tienen a comprometerse con nuevos proyectos en su
vida.
Si resumiéramos en qué 7 pasos se puede basar la superación del miedo al cambio
diríamos:
La vida es cambio y el cambio significa vida:
todo está en continuo movimiento, nada es estático.
Acepta la situación, ¡pero no te resignes a ello! El cambio puede
entenderse como una oportunidad para aprender de su abanico de posibilidades. Después de eso será más fácil ponerse en modo acción, tomar
decisiones y empezar a modificar cositas.
El fracaso también puede verse como algo positivo. En el camino de conseguir aquello que se quiere o necesita habrá ocasiones en las que se comentan
errores, eso significa que se están intentando cosas nuevas, pero sobre todo:
se están haciendo cosas. Comete nuevos errores, errores asombrosos y que
posiblemente nadie haya cometido antes, no te preocupes si no es perfecto, lo
que sea que te dé miedo a hacer, ¡hazlo! así se consiguieron los retos e
inventos más importantes de este mundo. Intentando, fracasando,
reevaluando, tomando decisiones, solucionando problemas, etc… se evitará la
paralización, se aprende.
Celebra cada pequeño éxito: por muy pequeño que sea será necesario que
vayas reforzando cada logro conseguido. Lo más
importante no es sólo el resultado final, sino cada paso del proceso de cambio.
Sé responsable. Se puede conseguir dejar de lado las expectativas para
concentrarse exclusivamente en aquello que puedes controlar.
Sé paciente: los cambios son un proceso, que
no se consiguen de la noche a la mañana, no por más ansiar que se produzca
rápido finalizará antes, todo lo contrario, la falta de paciencia y tesón generarán frustración y angustia.
Sal de tu zona de confort: piensa sobre si tu
situación actual te reconforta. Cuando
queremos protegernos de la incertidumbre, perdemos la conciencia del momento
presente y dejamos de disfrutar lo que la vida nos da.
Evita vivir en piloto automático
y no cierres la puerta a nuevos capítulos; para ello será necesario autoevaluar
y escanear la situación de vida actual, es decir, ser consciente de cuáles son tus valores en las diferentes áreas
vitales (emociones, salud y bienestar, familia, pareja o relaciones
íntimas, amigos y relaciones sociales, ocio,
tiempo libre y descanso, espiritualidad, economía, trabajo y carrera
profesional, educación, crecimiento y desarrollo personal, política e
inquietudes sociales, …) y cuál es la
dirección valiosa que quieres seguir para vivir tal y como te gustaría.
En una sociedad que avanza a un ritmo
apabullante, con multitud de nuevos retos (principalmente referentes a los
avances tecnológicos) y donde la máxima de vida tiende, no sólo a sobrevivir,
sino a conseguir la felicidad, las personas a veces sentimos que no somos
capaces de soportar tal magnitud de avances y desafíos.
Sin embargo, nuestra historia de vida está
llena de alternativas, y el miedo al cambio anula la posibilidad que tenemos de
cerrar ciertos capítulos para comenzar otros nuevos. Porque no, no siempre es
cierto el refrán de «más vale lo malo conocido que lo bueno por
conocer». Un autoescaneo en función de los valores que consideramos
importantes en nuestra vida nos ayudará a detectar si estamos estancados, algo
o alguna relación nos genera malestar o no estamos viviendo conforme a nos
gustaría… Una vez identificada la necesidad de cambio desde Cenit Psicólogos
siempre te animaremos a “aún con miedo, ¡hazlo!”, intentando resolver poco a
poco los pasos para alcanzar la meta propuesta, siempre con el aliciente de
experimentar y disfrutar del cambio de rutina.
Nuestra propia voz no es otra cosa que la metacognición. Una serie de mecanismos cerebrales que optimizan nuestros propios procesos cognitivos y llegan a la resolución de situaciones complejas, y con ello la producción de nueva información, que no es otra que aprendizaje nuevo. Metacognición es evaluar y reflexionar sobre nuestros pensamientos y nuestras acciones, desarrollar conciencia de nuestros comportamientos adaptados (y no tan adaptados), reflexionar sobre pensamientos automáticos que pueden llevarnos a círculos viciosos autodestructivos, generar nuevos pensamientos constructivos, formular nuevos planes, ejecutar acciones mejoradas…La metacognición es algo muy bueno y necesario y permite desarrollar el autocontrol, la independencia y la autogestión, una brújula interna que nos sirve de coordenada y de criterio interno. Aprender a escucharla puede ser a veces una tarea ardua y complicada, cuando tenemos suficientes distracciones externas (redes sociales, la opinión de los demás, los medios de comunicación, situaciones atractivas a corto plazo) e internas (nuestros propios pensamientos, que a veces son nuestros peores enemigos) que nos impiden escucharla, desarrollarla y entrenarla.
En este mundo de sobreestimulación y búsqueda de acciones siempre útiles y con resultados claros y medibles, puede no siempre ir a nuestro favor y facilitar acciones y situaciones “por inercia” que no solo perjudica nuestra capacidad de resolución de problemas, sino también la capacidad de orientarnos hacia nuestras metas y motivaciones más profundas. Poner en altavoz a nuestra propia voz es una inversión a nuestro favor. Y las formulas sencillas para ello son estas:
Busca la calma. Busca un sitio tranquilo, sin demasiada estimulación y siéntate un rato escuchando lo que hay a tu alrededor. O elige un paraje cercano natural y verde de tu barrio, y camina por él focalizándote en lo que hay a tu alrededor. Buscar la tranquilidad puede ayudarte a calmar el malestar interior y ayudarte a priorizar una serie de diálogos respecto a otros.
Siente la pena y tus emociones. Los intentos iniciales de escuchar nuestra propia voz pueden despertarnos emociones, pensamientos y acciones inesperadas y desagradables. Bucear por nuestro arco emocional sin tener un buffer mental o actividades que nos distraigan pueden ayudarnos a exponernos al dolor, y paradójicamente, ayudarnos a avanzar hacia las acciones que realmente pueden mejorarnos.
Deja distracciones impulsivas y resiste unos cuantos minutos (y luego resiste unos poquitos minutos más). Darnos cuenta de nuestros propios círculos de escape y dejar de hacerlos en favor de una experimentación de nuestro malestar que puede hacerse manejable, llevable hasta que pueda relativizarse y normalizarse, puede ayudarnos a afrontar mejor nuestros problemas y focalizarnos en soluciones reales a nuestras dificultades.
Limita tu exposición a consejos no solicitados. Todos necesitamos el apoyo y la ayuda de los demás, pero dejar que los demás solucionen problemas que al fin y al cabo son nuestros, no nos ayuda a afrontar las situaciones por nosotros mismos y aprender a base de hacerlo, fallar y levantarse, hacerlo, fallar y volver a levantarse hasta mejorar.
Registra, escribe, expresa. Escribir sobre las cosas que nos afectan, narrarlas, ponerlas nombre y darles el peso que merecen ayuda paradójicamente a que no estén siempre en nuestra cabeza, darles un sentido y planificar nuevas acciones. Escribir puede ser un arma muy poderosa para nuestra autocompasión y desarrollar nuestras estrategias resolutivas, sin que tengamos que rumiar durante horas pensamientos circulares que son solo callejones sin salida.
Auto -instruccionate. Darte una serie de instrucciones en situaciones dificultosas pueden significar un apoyo autónomo y propio para conseguir conductas concretas y dirigidas, controlar nuestra conducta y motivar hacia conductas futuras y los resultados positivos de nuestros comportamientos
Desarrollar nuestro dialogo interno es una tarea fructífera y constructiva, que nos ayuda a tener una visión más amplia de lo que nos pasa, y a la vez, nos orienta y alienta a lo realmente importante. Merece la pena.
Se acercan fechas señaladas que normalmente son motivo de reuniones familiares. Podemos pensar que qué divertido, qué bien reencontrarse y que el período navideño es análogo de disfrute; sin embargo, nada más lejos de la realidad, ya que no siempre ocurre así. Las Navidades también son sinónimo de días críticos para los conflictos: soledad, problemas familiares, envidias, celos y otros sentimientos negativos provocan finalmente que la venta de antidepresivos aumente exponencialmente (hasta un 40% en estas fechas señalan algunos datos).
TIPOS DE CONFLICTOS QUE SUELEN APARECER EN ESTAS FECHAS
Conflictos permanentes: son aquellos presentes durante el resto del año pero que entran en conflicto con lo esperado de estas fechas festejadas en familia. Por lo general, los enfrentamientos cotidianos se ven exacerbados en estos días. Por ejemplo, discutimos a menudo con nuestro hijo por estar todo el tiempo con el móvil mientras que se está (comiendo) en la mesa, pero si esto se hace en Navidad los progenitores sentirán aún con más fuerza lo distanciados que se encuentran y la falta de comunicación existente, y será más fácil que se discuta (intentando revertir ese comportamiento).
Conflictos propios de estas fechas: los festejos navideños conllevan una serie de decisiones que hay que tomar en familia, lo cual puede resultar una tarea compleja. Algunas de ellas podrían estar relacionadas con el lugar donde juntarse, quiénes serán los invitados o quién/quiénes se encargarán de preparar todo.
Conflictos familiares profundos: existen en la mayor parte de las familias y brotan con más facilidad en estos días por el mayor tiempo que se pasa juntos. Estos problemas, siempre vigentes, no se hacen patentes el resto del año porque no estamos día a día con aquellos miembros de la familia con los que tenemos problemas o por llevar una vida más pautada/ordenada en la que la rutina prevalece sobre el afrontamiento de nuevas situaciones. Por ejemplo, puede haber parejas que en su dinámica cotidiana funcionen; sin embargo, se dan cuenta de que no saben comunicarse cuando tienen que pasar más tiempo juntos para preparar los eventos navideños con la familia. Por otro lado, probablemente toque coincidir con algún miembro de la familia al que no le tenemos especial simpatía.
CÓMO TENER UNAS NAVIDADES EN PAZ
A continuación detallamos una serie de consejos para que los “dramas navideños” no sean un comensal más a nuestra mesa.
1.-Gestiona las expectativas navideñas: primero de todo, el tener metas realistas en lo que respecta a las vacaciones hará que no nos sintamos decepcionados cuando los días no resulten tan perfectos como se deseaba. Esto también predispondrá un estado de ánimo positivo que ayudará a sortear las posibles dificultades que tengan lugar durante las reuniones familiares.
Por otro lado, facilita que los niños también tengan expectativas realistas sobre la Navidad y los regalos propios de estas fechas; entrena su capacidad de frustración de cara a que no reciban todos los juguetes que pidieron o que alguno no coincida exactamente con sus preferencias.
2.- Evita los temas de actualidad controvertidos como política, economía, etc..: nos encontramos en un momento político-social especialmente trascendente en el que el debate está servido. ¡Importante! ¿sabes de antemano que siempre has chocado en ideología política con tu padre, que tu cuñado no es una persona demasiado flexible en sus ideales o que el equipo de fútbol al que sigues no es el mismo que el del resto de la familia?. Si es así… intenta evitar en la medida de lo posible dichos temas, habrá otras ocasiones más adecuadas para sacarlos a la palestra, donde tal vez no haya tanta diversidad de puntos de vista o donde el ambiente sea más relajado (y con menos bebidas alcohólicas que desinhiben de por medio, todo sea dicho). Hay que saber que no todos pensarán igual que tú o estarán de acuerdo con lo que expones; no hay que tomárselo como una ofensa personal, sino simplemente como lo que son, opiniones. Si son otros los que quieren hablar sobre tal cosa intenta pasar inadvertido, emite opiniones neutras o intenta distraerte de la conversación si detectas que lo expuesto por otra persona entra en contradicción con tus valores o ideales y estás empezando a “enfadarte”.
3.- Y en lo referente a temas monetarios/deudas: si hubiere algún problema económico o una situación de saldo de deudas aún pendiente es fácil que salga a relucir en estas fechas. Las viejas rencillas aflorarán a medida que pasemos más tiempo con el familiar con el que mantenemos dicha situación (y también conforme más copas llevemos encima). Como en el caso anterior, se aconseja asumir de antemano que se coincidirá con ese miembro de la familia para controlar nuestras emociones al respecto y así decidir abordar estos temas en otra ocasión, dejando la celebración como momento de disfrute y para charlas sobre aspectos más “banales” o que no nos remuevan tanto, es decir, habla de temas intrascendentes, alegres o pasajeros como podría ser tu último viaje.
4.- ¿Te toca encargarte de los preparativos?: en muchas ocasiones, si eres la persona encargada de todos los preparativos, las Navidades en lugar de ser sinónimo de descanso se convierten en un extra de trabajo; eso puede ocasionar que nos sintamos desbordados y conlleve situaciones de verdadero estrés (también influenciado por la presión de hacerlo lo mejor posible para que nuestros seres queridos disfruten lo más posible). En tal situación podemos caer en la trampa de pensar que quienes nos rodean saben lo que necesitamos (en ese momento) sin necesidad de pedirlo, lo cual es una equivocación ya que cada persona tiene diferentes necesidades. Si crees que alguien puede y/o quiere ayudarte pídelo, intentando abordarlo desde un estilo de comunicación asertivo, de lo contrario que no te sorprenda si finalmente nadie te echa una mano.
Además, ¡sé consciente de que no puedes hacer todo! Prioriza tu tiempo y cuida lo que debe hacerse primero. Si algo es innecesario, o si es una actividad que realmente no deseas hacer, ¡déjalo!.
5.- Época de excesos, en especial exceso de bebidas alcohólicas: el alcohol es una sustancia desinhibidora del Sistema Nervioso Central, eso significa que aparte de risas y bailes también conllevará que se relajen las restricciones sobre lo que se dice y cómo se dice (llegando a ser a veces de manera demasiado directa). Intenta no excederte ya que puedes tomar decisiones o actuar de un modo que tal vez lamentes una vez terminadas las vacaciones. Si es otra persona la que ya va pasada procura su bienestar físico, por un lado (si consigues retirarle la copa de la mano será lo mejor), y por el otro, procura no tener demasiado en cuenta las opiniones/actuaciones que lleva a cabo, seguramente no lo haga a malas y “el alcohol esté hablando por él/ella”.
6.- Ausencia de seres amados o reencuentro con parientes poco apreciados: es frecuente echar en falta en estas fechas tan significativas de reunión familiar a algún ser querido que ya no está entre nosotros. Normaliza la situación e intenta mantenerte distraído cognitivamente mediante estímulos agradables para que la emoción negativa no te sobrepase y te arruine la fiesta; de lo contrario, permítete sentir esa pena, pide a algún familiar que te acompañe a un sitio algo más tranquilo donde puedas expresarle lo que sientes, llorar un poco si lo necesitas y pedir un fuerte abrazo que te contenga/reconforte.
En el polo opuesto, interaccionar con parientes poco apreciados es otra de las situaciones estrella de las Navidades. Haz que prime tu predisposición a celebrar; para ello, evitar tener demasiada interacción directa con dicha persona facilitará las cosas: no entablar demasiada conversación con él/ella (o si fuere necesario que sea lo más políticamente correcto posible), evitar el contacto ocular o sentarse alejados en la mesa pueden ser algunas claves para evitar que se desencadene la disputa.
7.- Aleja el móvil e intenta disfrutar de un momento agradable en familia: recuerda que la alegría y felicidad navideñas no provienen (o no sólo) de regalos, comilonas y bebidas o decoraciones. Vienen de las relaciones sociales. Es cierto que si no estamos ese día con alguien querido tendamos a acordarnos de él y tirar de móvil para escribirle, pero intenta que esa no sea la norma: dedica un tiempo acotado a mandar las pertinentes felicitaciones y el resto deja el móvil aparcado, aprovecha para centrarte en el presente y disfrutar de aquellos que ese día sí que tienes alrededor.
En resumen, aconsejamos que para evitar las desavenencias en estas fechas pienses de antemano lo que para ti es inaceptable (por ejemplo: insultos, agresiones, amenazas,…) y si lo sucedido durante las celebraciones no es tal entonces recuerda que tal vez no importe tanto. Si por el contrario te sientes ofendido por algún comentario procura no alimentar la discusión. Es complicado conseguirlo (no vamos a restarle importancia), pero prueba a repetirle el mismo comentario a la persona que lo emitió y añade cómo eso te hizo sentir: tal vez cuando esa persona lo verbalizó no estaba siendo demasiado consciente del daño que te podría ocasionar.
El tiempo fuera es otra de las mejores estrategias para no llegar a trifulcas. Cuando te sientas nervioso o enfadado pasa un tiempo alejado de la situación que lo está ocasionando, al volver seguramente te encuentres más relajado y podrás continuar conversando, de lo contrario solemos expresarnos de manera incorrecta, lo que nos hace perder la razón.
Y por último, y no por ello menos importante, recuerda dedicarte un poco a ti mismo (no sólo a estar en familia y/o con amigos) y a realizar aquellas aficiones para las que no tienes tanto tiempo durante el día a día, eso ayudará que la vuelta de vacaciones se afronte con mucho mejor buen humor y estando más descansados.
¿En qué organización no surgen problemas derivados, por ejemplo, de la existencia de duplicidades en el trabajo de las personas o al revés, que una tarea en particular esté siendo pasada por alto, causando saturación de trabajo en un empleado o departamento?Situaciones que, además, pueden desembocar en el deterioro de las relaciones entre iguales o entre un empleado y su superior.
La mediación como método alternativo de resolución de conflictos en el ámbito familiar, como medida de solución en separaciones y divorcios, o en problemas intergeneracionales es un sistema cuyo uso está aumentando en frecuencia por las ventajas que presenta frente a otros modos de resolución de conflictos, como son la mayor eficiencia en la elaboración de acuerdos, la mejor calidad de los mismos.
Sin embargo, parece que la mediación se usa menos en el ámbito cotidiano de la empresa en el que, sin embargo, es lógico que surjan conflictos, ya que éstos son inherentes a las interacciones humanas y más en la actualidad, en la que “las organizaciones recurren cada vez más al trabajo en equipo, a estructuras organizacionales más planas, mayores interacciones y diversidad internacional” (Arunachalam, Lytle y Wall, 2001).
La mediación consiste en una negociación asistida en la que las partes cuentan con la intervención de una tercera neutral que sirve de ayuda para que los disputantes alcancen un acuerdo.
Hay tres modalidades, la primera es la mediación estilo Harvard, cuyos autores Roger Fisher y William Ury, en el libro “Obtenga el sí. El arte de negociar sin ceder”, sentaron las bases de este tipo de negociación asistida, cuyo objetivo es llegar al acuerdo mediante una estrategia colaborativa ganar-ganar. Para ello, el mediador trata de que las partes pasen de las posiciones a los intereses y empleen criterios objetivos usando la mejor alternativa al acuerdo negociado, MAAN, y la peor alternativa al acuerdo negociado, PAAN. Se usan, además, métodos como la lluvia de ideas, la suma de soluciones, la cesión en lo que es fácil y poco costoso para una de las partes, y que, sin embargo, aporta muchos beneficios para la otra parte y al revés.
La segunda modalidad, lamediación transformativa, tiene como objetivo convertir el conflicto en ocasión de crecimiento personal y de cambio en la forma en la que cada uno se comunicar y relaciona, mediante la promoción de la revalorización de uno mismo, entendiendo la capacidad propia para tomar decisiones y el reconocimiento del otro, como portador de aspectos positivos, para que lo que utiliza técnicas psicológicas como el reflejo, el resumen, la revisión y las preguntas circulares que crean una visión sistémica y potencian la generación de empatía entre las partes.
La tercera modalidad es la mediación circular-narrativa, que combina los modelos anteriores, ya que tiene como objetivos el que las partes lleguen a un acuerdo positivo para ambas, pero se ocupa, también, de lo relacional y modificando la comunicación y la narrativa de las personas intervinientes. Se basa en una visión sistémica de los conflictos, por la que se conciben éstos como algo circular y multicausal y por ello se trata de implementar una solución no intentada. Las técnicas que se utilizan son parecidas a las del modelo transformativo, con especial atención a la reformulación, la legitimación de los sentimientos, las preguntas circulares y la construcción de la historia alternativa.
La mediación laboral se suele emplear tanto en conflictos colectivos (en la negociación de convenios colectivos, antes y después de la convocación de una huelga), como en conflictos individuales (suspensiones de contrato, modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo, despidos…) siendo, sin embargo, la mediación más común y efectiva la que se da en los casos de convenios colectivos y huelgas. En estos casos, el modelo estratégico que utiliza el mediador es el estilo Harvard.
Sin embargo, en los casos de conflictos que surgen en el devenir diario de las empresas, sería muy conveniente llevar a cabo una mediación y más concretamente, aplicar la modalidad circular-narrativa, que trate de conseguir una resolución del conflicto, pero en la que, también, se haga énfasis en lo relacional, para promover la empatía entre los empleados en conflicto, el diálogo y conseguir de esta forma, una nueva relación de cordialidad y armonía.
En conclusión, sería muy conveniente la incorporación al ámbito laboral de mediadores expertos que puedan llevar a cabo este tipo de mediaciones.
Escrito por Sara Reyero Serret
Madrid Liras, Santiago. Modelos de Mediación. Técnicas y habilidades del mediador. Trabajo presentado en el Curso de Especialización de Mediación Familiar por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Gómez Hernández, Ana. Los conflictos laborales colectivos. Trabajo presentado en el Curso de Aranzadi de Mediación Laboral.
Vercher Rosat, Vicente. Los conflictos laborales individuales. Trabajo presentado en el Curso de Aranzadi de Mediación Laboral.
En mundo actual, marcado por el cambio y la incertidumbre, el desarrollo de competencias como la creatividad y la toma de decisiones se ha convertido en un aspecto clave para las personas.
Potenciar estas cualidades es fundamental, tanto a nivel individual como en el mundo empresarial, educativo y/o social. Sin embargo, uno de los mayores impedimentos para conseguirlo, es el miedo al fracaso. Fracasar o no conseguir los resultados esperados, puede desencadenar sentimientos de frustración, decepción y vergüenza. A su vez, puede generar pensamientos de auto-desprecio, y hacer que las personas experimenten mucho malestar y acaben retirándose sin conseguir la meta. Si para no experimentar todo ello, dejamos de hacer, decidir, intentar nuevas formas, nos estamos olvidando de que fallar es una de las formas más naturales de aprender. Si enfocamos el error como forma de poner en marcha una nueva conducta más aproximada al objetivo que pretendemos, nos estaremos encaminando hacia la consecución del éxito.
Catherine Tinsley, Jason Schloetzer and Matthew A. Cronin (2017) han querido demostrar que cuando las personas están en una organización cuya cultura empresarial asume la equivocación como parte del riesgo y anima a sus trabajadores a aprender del error y arriesgar, la confianza, productividad, autonomía y creatividad de los empleados aumenta. Para ello, han llevado a cabo numerosos experimentos. En uno de ellos, puesto en marcha en una gran compañía cuya fuerza de ventas operaba en varios países, seleccionaron aleatoriamente a un grupo de personas de cada país y les mostraron un vídeo corporativo de la empresa en el que se verbalizaba este contenido: “todos los que hemos triunfado también hemos sentido el escozor del fracaso. Las únicas personas que nunca fallan son las que no intentan nada lo suficientemente difícil. Los contratiempos, golpes, errores son parte normal del día a día en la jornada de cada uno de nosotros, tanto en los negocios como en la vida. Recuerda que lo importante es impulsarse a través del error”. Los resultados del experimento mostraron que tras la visualización las ventas de esas personas aumentaron un 22% sobre las que no recibieron el mensaje. Estos investigadores han hallado, en sus experimentos, que los trabajadores inmersos en culturas empresariales que admiten y aceptan el fracaso tienden a ser 17% más innovadores, 21% más arriesgados a la hora de afrontar retos y un 10% más autónomos en la resolución de problemas. La conclusión que ellos plantean es clara, “es necesario asumir la paradoja de que para triunfar hay que fracasar”.
Por ello, como empresarios, como trabajadores, como padres, como educadores o como personas de a pie, podríamos tener en cuenta los resultados de este experimento y aplicarlos.Extrapolarlos a todas las áreas de la vida y en todos los ciclos de la misma, con todo lo que ello conlleva. Y, concretamente en el ámbito de la educación, como profesores y padres, deberíamos alentar a nuestros hijos y alumnos a arriesgarse, a reformular el error como parte del riesgo y como oportunidad para aprender nuevas conductas más precisas y enfocadas al éxito. Y para ello, revertir la tendencia a la sobreprotección, dejar de ser toda la tipología de padres sobreprotectores que bien enumeró Carlos Manuel Sánchez (2016), tanto los buldozer (que allanan tanto el camino de sus hijos para que éstos no encuentren obstáculos) como los padres tigre (padres estrictos y con altas expectativas para los hijos sobre los que ejercen excesivo control). Hoy en día, más que nunca, necesitamos jóvenes que afronten retos y sean creativos.
Para conseguir todos estos objetivos, lo esencial es asumirlo a nivel personal, y cambiar nuestra visión de los errores, propios y ajenos, conformar un nuevo discurso más positivo y alejado del miedo y animarnos, cada día, a hacer algo de manera distinta y a ampliar nuestros horizontes y miras.
Escrito por Sara Reyero Serret
Fuentes:
Catherine Tinsley, Jason Schloetzer and Matthew A. Cronin (2016). In celebration of the F Word. The Georgetown University McDonough School of Business. Psychology Today.
Carlos Manuel Sánchez (2016). La sobreprotección de los padres, a examen: ¿quién dijo miedo? XL Semanal
En los tiempos que corren, la distancia en las relaciones de pareja es una realidad que tienen que sobrellevar miles de parejas cada año. Desde un viaje con beca Erasmus, un destino de tu compañía o la situación de emigrar a otro país para la búsqueda de trabajo sin tu pareja, son muchas las situaciones que pueden alejarte de tu pareja durante un periodo de tiempo determinado. Por otro lado, la convivencia y aplicación de las nuevas tecnologías está dando lugar a una nueva realidad afectiva, en la que muchas personas deciden iniciar una relación sentimental con otras personas a miles de kilómetros de distancia. Si bien son conscientes de sus dificultades, la inmediatez de las nuevas sociales permite un contacto que sería impensable hace unas décadas, planteándose alternativas posibles donde antes eran todo costosas dificultades.
Por ello, no siempre la situación de una separación geográfica viene traducida en una ruptura asegurada, sino que mucha gente se plantea este escenario sabiendo que su unión y vínculo afectivo no tiene por qué verse afectado.
Obviamente, la preparación de este evento es necesaria que se haga conjuntamente, planteándose ventajas y desventajas que deben salvarse. Los problemas hay que tenerlos muy cuenta (celos, capacidad para afrontar las separaciones, número de discusiones), poniéndolos sobre la mesa para saber si pueden manejarse. En la distancia, mejor que prevalezca la practicidad y lo ya hablado. Generalmente, en este tipo de situaciones se suele apelar a un proyecto común (que suele incluir una futura convivencia en mayor o menor medida) y del que es necesario la satisfacción de los proyectos individuales antes de llegar a ese objetivo final. De esta manera, la distancia puede verse como un paso previo (o intermedio) y no como un impedimento real.
Entoncés, ¿cuáles se consideran las principales variables que predicen un éxito y mayor satisfacción a la hora de afrontar una relación a distancia?
Baja tensión psicológica. Efectivamente, las parejas cuyos miembros tienen menor nivel de ansiedad y depresión en el momento de separarse, y menos conflictos tenga la pareja en ese momento, mayor capacidad tendrán de salir airosos de esa situación. Trabajarse los puntos débiles antes de la separación supondría la mejor solución. Y cuidarse bien con momentos agradables y variados cuando se estén separados, la mejor manera de que no aparezca tensión cuando se está a distancia.
Mejor capacidad de comunicación. En la distancia, es muy importante cuidar los momentos de contacto con el otro, atendiendo tanto a la calidad como a la cantidad. No se trata de estar hablándose constantemente; más bien, de regular horarios para contarse y verse, preferiblemente en videoconferencias, donde no se pierda detalle al lenguaje no verbal, que permitirá hacerse una mejor idea de lo que se relata y no dar a lugar a malentendidos. Por otro lado, contarse tanto lo que te sucede cómo lo que te hace sentir permite no perder la intimidad en la pareja.
Distancia.En contra de lo que podría suponerse, las parejas que viven en distintas partes del mundo con respecto a las parejas que se encuentran en zonas próximas, tienden a llevarlo mejor. La razón es sencilla; cuanto más distancia, más conscientes somos de la separación. Se ha visto que en estas situaciones se hacen mayores esfuerzos para preservar la relación estable; desde el contacto frecuente y planificado, hasta la programación de visitas, escapadas o viajes regulares donde las personas proyectamos vernos y recuperar el tiempo separados. Planificar el contacto de calidad y frecuente es la máxima en este caso.
La capacidad de solucionar los problemas. En efecto, la confianza y las estrategias a la hora de manejar los conflictos se antoja básica en una relación a distancia. A miles de kilómetros, perder el tiempo de comunicación en continuas discusiones favorece la distancia psicológica, ante el poco acceso a contacto físico que alivia las tensiones emocionales. Un buen reparto de funciones, una comunicación sincera y honesta de las dificultades y saber bien cómo va a hacer el otro para solucionar el problema, permite rebajar las tensiones y aumentar las comunicaciones eficaces. Se trata de ser un equipo, se esté cerca o no.
Actitud ante la separación. Aunque digamos que la relación a distancia puede ser exitosa, realmente la actitud ante ellas depende de las experiencias que tenga cada uno. Hablar claramente de las dificultades y los miedos que se te plantean en esa situación e intentar resolver los problemas juntos permite derribar creencias y aclarar situaciones para que no sean problemáticas cuando ocurran.
La capacidad de sorprender. Aunque es muy importante programar y planificar los detalles y constantes sorpresas (cartas, regalos, preparar detalles en momentos de conversación, o compartir lo que se vive) permite tener presente al otro y no caer en una rutina que hace más perezoso el contacto. Esto incluye el terreno sexual, donde la creatividad se erige como la mejor alternativa para paliar la falta de contacto físico.
Con todo esto queremos decir que la distancia es un obstáculo salvable si sabemos cómo hacerlo y sabiendo que implica cierta adaptación para que mantengamos la llama intacta. Así hasta que llega la hora del próximo vuelo.
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