¿Cómo influye la emoción en el procesamiento de la información?

Foto extraída de www.thecut.com

Son muchos y diversos estudios los que enfatizan la importancia de la emoción para el aprendizaje, como un elemento que dispara, mantiene el aprendizaje y lo que recordamos, siendo uno de los elementos fundamentales en el procesamiento de la información y que muchas veces se ha subestimado a favor de la razón, cuando no podemos desconectarnos de su influencia ni de la interrelación que hay con los demás. Esto se hace especialmente relevante pues en la mayoría de contextos,  la emoción siempre se ha tratado en decrimento de la razón, inhibiendo y bloqueando en muchos casos el efecto paralelo y transversal de la emoción en la facilitación del aprendizaje.

Por ello, la investigación (en educación, neurociencia, medicina o psicología), recogen y amplían el conocimiento disponible sobre la cuestión, mostrando como la emoción, lejos de alterar nuestra conducta, también la focaliza, la despierta, la mantiene y la refuerza.

Esto explica como es tan importante hacer anclajes en el aprendizaje: la transmisión de información no puede ser una mera repetición de conocimientos, y por ello se incentiva la curiosidad desde sus propios aprendizajes y afinidades previas, conectarlo con el nuevo aprendizaje, buscar el atractivo desde sus propios intereses y así favorecer el aprendizaje significativo y una consolidación (memorización) mejor. Esto también puede verse en las reacciones circulares que los niños menores de dos años hacen: al principio el mismo descubrimiento de su propia voz  (al emitir el sonido “aaaaa”) o el hecho de saber que al tirar una cuchara al suelo hace un ruido determinado (y que el adulto siempre la recoge o reacciona de una determinada manera) les provoca una emoción tan intensa (y gratificante) que el niño lo repite una y otra vez, aprendiendo que su conducta puede tener una intención, hacer cambios en el entorno y que ayuda al perfeccionamiento de la habilidad, hasta llegar a su dominio.

De otra manera, la estructura cerebral más específicamente implicada en la regulación emocional y la que más se debe prestar atención es el sistema límbico (que incluye partes del tálamo, hipotálamo, amígdala, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo), zonas que habitualmente se han visto correlacionadas funcionalmente con el control emocional, la motivación, la conducta motivada o la iniciativa, además de la memoria y el aprendizaje. Estos sistemas funcionan muchas veces de manera automática y no consciente (por formar parte de la parte subcortical del cerebro) y aparte de evaluar si la información que atendemos es potencialmente peligrosa, permite potenciar, reforzar o alterar la fuerza de nuestro aprendizaje. Que junto con las demás estructuras cerebrales, y siempre bajo un funcionamiento simultáneo, en paralelo y diferenciado, se posibilita y mejora el aprendizaje.

Así, la emoción está implicada en todos los procesos básicos de la memorización, desde la codificación de la información (el aprendizaje en el primer ensayo de aprendizaje), como en los posteriores procesos de almacenamiento y recuperación (los que conmúnmente se definen con “me acuerdo de…”, es decir, cuando se recupera y se vuelca la información de un tema en cada situación.

La emoción puede, y gracias a ello, resaltar y enfatizar los resultados del aprendizaje, haciendo más significativo los aprendizajes, al igual que emociones dolorosas pueden alterar o modificar el procesamiento de la información a aprender, explicando como a veces la emoción de miedo o tristeza puede provocar reacciones de huida en la persona que aprende (desde “despistarse con cualquier cosa”, hasta huir de la situación y oponerse enérgicamente). De ahí la necesidad de instruir, por ejemplo, en el reconocimiento por parte del alumnado de su propio arco emocional, pudiendo ayudar a promover tanto su curiosidad como su entendimiento, como para ayudarle a entender cuando se está desmotivando y no está consiguiendo sus objetivos (siempre en un contexto donde no hay una dificultad inherente que lo explique). Reconocer también que el efecto de las emociones está acotado a periodos cortos y de alta intensidad; y que éstos pueden asociarse contingentemente a contextos, lugares o determinados estímulos, ayuda a reconocer todos los elementos para hacer el aprendizaje y el contexto del que está inserto lo más efectivo posible.

Efectos e influencias de las emociones en nuestra cognición.

En la atención. En dicha capacidad, la emoción le ayuda a seleccionar la información más relevante del entorno y elegir la opción correcta en la solución de nuestros problemas cotidianos, actuando como guía y criterio para decidir la información a la que hacer caso y cual no. De este modo, si tenemos una emoción muy intensa, es posible que nos sintamos muy sobrecargados y no atendamos a la información como queremos, por ello se busca promover estados de calma centrándonos en pocas cosas a la vez, maximizando nuestro rendimiento. De ahí, por ejemplo, la recomendación tan usual de “no dejarlo todo para el último día”, donde la ansiedad a veces es tan excesiva que puede provocar un aprendizaje no eficaz y centrarnos sólo en una parte de la totalidad de la información a aprender para el examen.

En la activación. El efecto Yerkes Dodson, uno de los efectos más estudiados, afirma que la activación funciona mejor en niveles intermedios, siendo los dos extremos (el uno exceso  – hace que nos centremos demasiado en un poco información y que podamos perder información relevante- el defecto por poca activación y que provoca desenfoque) lo que provoca que no recordemos adecuadamente.

En el recuerdo. En efecto, se recuerda mejor información significativa cuando nos encontramos en situaciones con mucha emocionalidad, comparados con aquellos acontecimientos neutros y sin  relevancia para la persona que aprende. Intentar que la persona lo relacione con eventos significativos para sí mismos, con contenidos interesantes o con eventos externos (o biográficos) importantes, ayuda a un aprendizaje más duradero y con garantías de una mayor consolidación a largo plazo.

En el estado de ánimo. En efecto, se suele decir que “puedes no recordar ni lo que se dijo ni lo sucedió, pero sí lo que sentiste en ese momento”. Muchas veces inducir o emular determinados estados emocionales en las personas ayuda (y mucho) a recordar material, demostrando que tendemos a recordar información con estados emocionales actuales (de cualquier tipo), y los relacionamos mejor a su vez con momentos emocionales del mismo tipo del pasado.

En el conocimiento de nosotros mismos. Según los estudios, las personas que han sido instruidos en nociones básicas de inteligencia emocional y han recibido entrenamiento en expresión emocional, tienen más capacidades para interpretar sus emociones (y la de los demás), tendiendo a solucionar mejor sus problemas, disminuyendo así las situaciones de incomprensión y favoreciendo mejores relaciones entre iguales, y con grandes probabilidades de generalización.

Con todo, sólo pretendemos recoger el importante papel (para bien y para mal) de la emoción en nuestra conducta, y la importancia ni de subestimarla, y de utilizarla siempre que podamos a nuestro favor.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes Consultadas: Psych Central, Psychology Today.

La soledad o la aliada secreta para el manejo emocional

Foto extraída de http://www.ewallpapers.eu
Foto extraída de http://www.ewallpapers.eu

La soledad ha sido comúnmente asociada a algo negativo, relacionado con situaciones de dolor, estrés y tristeza. Cuando una persona que se siente sola crónicamente puede presentar un aumento de cortisol en sangre, un sistema inmunitario deprimido y un cerebro en constante alerta. En esta situación, el entorno se percibe como algo amenazante y provoca en la persona que lo sufre una vigilancia permanente y tremendamente agotadora. Y a pesar de todo ello, también se ha encontrado beneficios de los estados de soledad, desde el buen rendimiento en multitud de tareas, el aumento de la creatividad o también como ayuda para lidiar con nuestras emociones. La soledad nos enseña que todos necesitamos un tiempo y un determinado ritmo para procesar las emociones provocados por eventos o situaciones dolorosas y de las que no tenemos una solución clara al momento.

En este sentido, diversas investigaciones han pretendido arrojar datos acerca de cómo la soledad puede ayudarnos a procesar situaciones problemáticas y/o dolorosas. Así, en un estudio reciente, liderado por el grupo de investigación del grupo de Nguyen Thuv-vy y  colaboradores, recogen toda una serie de alentadores resultados acerca del impacto positivo de la soledad a la hora de manejar estados emocionales altamente displacentros. En el estudio se dejaba periodos cortos de tiempo en soledad a los participantes, registrando el aumento o disminución de sus estados emocionales tras dichos periodos de tiempo.

En la primera modalidad estudiada, se observó que los participantes respondían positivamente a los estados de soledad. Se comparó dos grupos con un estado emocional positivo y negativo de alta activación, y en el grupo en soledad sentados se colocaba a los participantes sentados en una silla sin la presencia de ninguna persona o de un dispositivo móvil, frente a otro grupo en el que se le invitaba a charlar con los investigadores. Los resultados reflejaron una disminución de la alta activación (negativa y/o positiva) para aquellos participantes que habían pasado quince minutos solos, en un efecto que los investigadores denominaron como “efecto de desactivación”, donde se veía una disminución de la activación de las emociones de alta intensidad.

Por otro lado, se añadió una nueva medida a tener en cuenta en un experimento adicional. Así, se pasó a incluir las emociones de baja intensidad (como calma, tristeza, enfado o fastidio) añadidas a la alta activación, con un efecto desigual para las emociones de baja intensidad. Mientras que las de alta seguían disminuyendo en los quince minutos de soledad, las emociones discretas y de baja intensidad sufrían un aumento, dejando claro el efecto complejo de la soledad en nuestro estado emocional. Esto se comprobó también para un grupo de participantes que leían un artículo en el momento de estar solos, sugiriendo un efecto desactivación incluso si se hacía una tarea externa en los periodos de soledad.

Los investigadores también comprobaron si el contenido del pensamiento en los momentos de soledad podría afectar en la modulación emocional. De este modo, se encontró que los estados emocionales altos disminuían cuando se intentaba controlar el contenido de los mismos (intentando no centrarse en ellos), y aumentaba incluso las emociones positivas de baja intensidad. Esto se repetía igualmente cuando se introducían pensamientos positivos, por encima de la introducción de pensamientos neutrales.

Para comprobar la permanencia de los resultados a lo largo del tiempo, se instó a un grupo de participantes a mantener estos quince minutos de soledad y a registrar sus estados emocionales durante dos semanas. Y, como se pudo ver, hubo una disminución de la ansiedad y el estrés cuando las personas decidían activamente estar solos y hacer uso de esos quince minutos de soledad.

Aun así, los propios investigadores matizaron los resultados aduciendo que todos estos resultados son aplicables a pequeños estados de soledad y habría que excluir de esto a las personas con un estado de soledad permanente, con una comorbilidad grande con síntomas físicos y psicológicos.

Atendiendo a su aplicabilidad en la vida cotidiana y como defienden los autores, los distintos resultados muestran “la influencia de la soledad para regular estados emocionales intensos, situaciones de confrontación y oposición hostil o discusión con la pareja y/o amigos”. Es decir, podemos recomendar pequeños periodos de tiempo para lidiar con eventos cotidianos y emocionalmente intensos, donde podemos proponer pautas o perspectivas más realistas y conseguir una reducción del estrés y la intensidad emocional. Así, tras una desavenencia o una discusión con alguien cercano, dar un paseo por el barrio, centrarnos en una tarea sencilla (como una tarea manual, limpiar un poco la casa…) puede ayudarnos a paliar el impacto emocional y reintroducirnos un rato después en la situación para dar otro tipo de soluciones u opciones de solución. La soledad, de este modo, se convierte en una herramienta muy útil en la gestión y solución de conflictos emocionales, enfriando la intensidad emocional y permitiendo un procesamiento más calmado y racional de la situación. Algo que podemos tener en cuenta en nuestra cotidianidad diaria.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: BPS Digest, Psychology Today, Diario El País, Journals.sagepub.

Contestar (o no) a nuestras alertas de aplicaciones sociales: el nuevo gran dilema universal

Extraído de www.brebainfit.com
Extraído de www.brebainfit.com

Estoy escribiendo este artículo y de repente se me cuela una notificación misteriosa de Facebook. ¿Tengo que contestarla?. Es más, si me detengo unos breves segundos más, es posible que alce mi brazo para coger el móvil, donde las alertas del Facebook pueden sumarse a las de WhattsApp y me sorprenda a mi mismo contestando un par de mensajes…sólo un par. Es posible que después de varios minutos vuelva a mi trabajo principal, este artículo, y … ¿por dónde iba? ¡Maldita interrupción!

Efectivamente, este ejemplo que relato en primera persona es en realidad algo que nos pasa a todos casi en cualquier momento del día. La introducción de las nuevas tecnologías y dispositivos móviles en nuestra vida están modificando sensiblemente nuestra forma de atender y procesar la información.  Entre otras muchas cosas, nuestra propia capacidad de lectura y concentración ha cambiado. Si antes se fomentaba una lectura profunda de los textos (que aumenta la aparición de pensamiento relacional, la formación de conceptos y la creatividad), parece que ahora se tiende más a una lectura a modo de “ráfagas”, donde prima una lectura superficial y nos hace dependientes de información nueva o que nos entretenga, si bien ya no necesitemos la lectura del texto completo para encontrar un verdadero significado a lo que leemos.

Estos cambios tienen grandes implicaciones para nuestros hábitos, sobre todo entre los más jóvenes, aunque se ha visto que este efecto se produce por igual en todas las edades y profesiones. Ahora una lectura profunda ha de competir directamente con estos “vistazos”, de manera que muchas veces se hace realmente difícil resistir a tan diversas (e interesantes) distracciones.

No obstante, es muy frecuente pensar que esto es producto de la sociedad moderna, que tiende a exigirnos ser personas multitarea (multitasking, la capacidad de atender a diferentes estímulos de manera simultánea), y a veces estamos en lo cierto. También es verdad que no siempre es así, y que muchas veces nos sentimos multitarea cuando realmente estamos haciendo swicht tasking, esto es, un cambio de tarea de manera rápido y repentino en tareas que se realizan a la vez y que se traduce en un coste atencional adicional. Así, nuestra capacidad de concentración se ve mermada a favor de una búsqueda incesante de novedad informativa.

Y es que tal vez las nuevas tecnologías den de lleno en la diana adecuada. El cerebro es un buscador de información novedosa, y las notificaciones lo son (aunque no siempre nos sea útil). Con cada cambio de tarea, se activa el neurotransmisor dopamina, íntimamente relacionado con los sistemas de recompensa en el cerebro, que favorece la frecuencia de conductas relacionadas con la exploración de información entretenida en decrimento de la lectura profunda (y el pensamiento profundo), de manera que es el mismo cerebro quién recompensa la perdida de concentración en una tarea, estableciéndose un círculo vicioso del que nos resulta difícil escapar. Y sí, recuerda a cómo funcionan los mecanismos de acción de las adicciones, aunque a una menor escala.

Además, se ha demostrado que estas interrupciones son mucho más disruptivas si somos nosotros mismos quienes las provocamos, incluso más que si nuestro móvil u ordenador tiene todas las alertas de notificaciones activadas. Así, se observó que el tiempo global en hacer la tarea y la dilatación de la pupila (un medidor esencial del esfuerzo cognitivo) era mayor cuando nosotros tomábamos la decisión consciente de interrumpir nuestra tarea para prestar atención a las notificaciones que no hace mucho no miramos. Estamos más tiempo con ellas que si salta una notificación instantánea (externa) en nuestra pantalla; ya que en ese caso somos capaces de atender a esa demanda y en cuanto esté cubierta seguimos con nuestro trabajo. Esto ha hecho plantear a los expertos la posibilidad de crear aplicaciones que salten instantáneamente de acuerdo a la dificultad o al momento en el que estemos haciendo una tarea, consiguiendo en un futuro que la interferencia no sea tan notable y la productividad de las personas en el trabajo no sea tan perjudicada.

De cualquier modo, es posible que hayan sido miles las interrupciones externas (o auto-interrupciones) que se han producido en la escritura de este artículo. Tal vez sea una manera de boicoteo o más bien que yo mismo represento esta nueva realidad en el procesamiento de la información. Una adaptación rapidísima de nuestra especie y que dice, una vez más, el impresionante potencial de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes: BBC, Europa Press, Diario El País, Babelia, BPS Research Digest.