¿Cómo influye la emoción en el procesamiento de la información?

Foto extraída de www.thecut.com

Son muchos y diversos estudios los que enfatizan la importancia de la emoción para el aprendizaje, como un elemento que dispara, mantiene el aprendizaje y lo que recordamos, siendo uno de los elementos fundamentales en el procesamiento de la información y que muchas veces se ha subestimado a favor de la razón, cuando no podemos desconectarnos de su influencia ni de la interrelación que hay con los demás. Esto se hace especialmente relevante pues en la mayoría de contextos,  la emoción siempre se ha tratado en decrimento de la razón, inhibiendo y bloqueando en muchos casos el efecto paralelo y transversal de la emoción en la facilitación del aprendizaje.

Por ello, la investigación (en educación, neurociencia, medicina o psicología), recogen y amplían el conocimiento disponible sobre la cuestión, mostrando como la emoción, lejos de alterar nuestra conducta, también la focaliza, la despierta, la mantiene y la refuerza.

Esto explica como es tan importante hacer anclajes en el aprendizaje: la transmisión de información no puede ser una mera repetición de conocimientos, y por ello se incentiva la curiosidad desde sus propios aprendizajes y afinidades previas, conectarlo con el nuevo aprendizaje, buscar el atractivo desde sus propios intereses y así favorecer el aprendizaje significativo y una consolidación (memorización) mejor. Esto también puede verse en las reacciones circulares que los niños menores de dos años hacen: al principio el mismo descubrimiento de su propia voz  (al emitir el sonido “aaaaa”) o el hecho de saber que al tirar una cuchara al suelo hace un ruido determinado (y que el adulto siempre la recoge o reacciona de una determinada manera) les provoca una emoción tan intensa (y gratificante) que el niño lo repite una y otra vez, aprendiendo que su conducta puede tener una intención, hacer cambios en el entorno y que ayuda al perfeccionamiento de la habilidad, hasta llegar a su dominio.

De otra manera, la estructura cerebral más específicamente implicada en la regulación emocional y la que más se debe prestar atención es el sistema límbico (que incluye partes del tálamo, hipotálamo, amígdala, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo), zonas que habitualmente se han visto correlacionadas funcionalmente con el control emocional, la motivación, la conducta motivada o la iniciativa, además de la memoria y el aprendizaje. Estos sistemas funcionan muchas veces de manera automática y no consciente (por formar parte de la parte subcortical del cerebro) y aparte de evaluar si la información que atendemos es potencialmente peligrosa, permite potenciar, reforzar o alterar la fuerza de nuestro aprendizaje. Que junto con las demás estructuras cerebrales, y siempre bajo un funcionamiento simultáneo, en paralelo y diferenciado, se posibilita y mejora el aprendizaje.

Así, la emoción está implicada en todos los procesos básicos de la memorización, desde la codificación de la información (el aprendizaje en el primer ensayo de aprendizaje), como en los posteriores procesos de almacenamiento y recuperación (los que conmúnmente se definen con “me acuerdo de…”, es decir, cuando se recupera y se vuelca la información de un tema en cada situación.

La emoción puede, y gracias a ello, resaltar y enfatizar los resultados del aprendizaje, haciendo más significativo los aprendizajes, al igual que emociones dolorosas pueden alterar o modificar el procesamiento de la información a aprender, explicando como a veces la emoción de miedo o tristeza puede provocar reacciones de huida en la persona que aprende (desde “despistarse con cualquier cosa”, hasta huir de la situación y oponerse enérgicamente). De ahí la necesidad de instruir, por ejemplo, en el reconocimiento por parte del alumnado de su propio arco emocional, pudiendo ayudar a promover tanto su curiosidad como su entendimiento, como para ayudarle a entender cuando se está desmotivando y no está consiguiendo sus objetivos (siempre en un contexto donde no hay una dificultad inherente que lo explique). Reconocer también que el efecto de las emociones está acotado a periodos cortos y de alta intensidad; y que éstos pueden asociarse contingentemente a contextos, lugares o determinados estímulos, ayuda a reconocer todos los elementos para hacer el aprendizaje y el contexto del que está inserto lo más efectivo posible.

Efectos e influencias de las emociones en nuestra cognición.

En la atención. En dicha capacidad, la emoción le ayuda a seleccionar la información más relevante del entorno y elegir la opción correcta en la solución de nuestros problemas cotidianos, actuando como guía y criterio para decidir la información a la que hacer caso y cual no. De este modo, si tenemos una emoción muy intensa, es posible que nos sintamos muy sobrecargados y no atendamos a la información como queremos, por ello se busca promover estados de calma centrándonos en pocas cosas a la vez, maximizando nuestro rendimiento. De ahí, por ejemplo, la recomendación tan usual de “no dejarlo todo para el último día”, donde la ansiedad a veces es tan excesiva que puede provocar un aprendizaje no eficaz y centrarnos sólo en una parte de la totalidad de la información a aprender para el examen.

En la activación. El efecto Yerkes Dodson, uno de los efectos más estudiados, afirma que la activación funciona mejor en niveles intermedios, siendo los dos extremos (el uno exceso  – hace que nos centremos demasiado en un poco información y que podamos perder información relevante- el defecto por poca activación y que provoca desenfoque) lo que provoca que no recordemos adecuadamente.

En el recuerdo. En efecto, se recuerda mejor información significativa cuando nos encontramos en situaciones con mucha emocionalidad, comparados con aquellos acontecimientos neutros y sin  relevancia para la persona que aprende. Intentar que la persona lo relacione con eventos significativos para sí mismos, con contenidos interesantes o con eventos externos (o biográficos) importantes, ayuda a un aprendizaje más duradero y con garantías de una mayor consolidación a largo plazo.

En el estado de ánimo. En efecto, se suele decir que “puedes no recordar ni lo que se dijo ni lo sucedió, pero sí lo que sentiste en ese momento”. Muchas veces inducir o emular determinados estados emocionales en las personas ayuda (y mucho) a recordar material, demostrando que tendemos a recordar información con estados emocionales actuales (de cualquier tipo), y los relacionamos mejor a su vez con momentos emocionales del mismo tipo del pasado.

En el conocimiento de nosotros mismos. Según los estudios, las personas que han sido instruidos en nociones básicas de inteligencia emocional y han recibido entrenamiento en expresión emocional, tienen más capacidades para interpretar sus emociones (y la de los demás), tendiendo a solucionar mejor sus problemas, disminuyendo así las situaciones de incomprensión y favoreciendo mejores relaciones entre iguales, y con grandes probabilidades de generalización.

Con todo, sólo pretendemos recoger el importante papel (para bien y para mal) de la emoción en nuestra conducta, y la importancia ni de subestimarla, y de utilizarla siempre que podamos a nuestro favor.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes Consultadas: Psych Central, Psychology Today.

Nueve experimentos de la Psicología que son replicados con éxito

Extraída de http://sostenibilidad.semana.com
Extraída de http://sostenibilidad.semana.com

La replicabilidad en las investigaciones es uno de los máximos objetivos en todo proyecto científico, y actualmente es uno de los temas que más preocupan, conscientes de la necesidad de robustez y validez en la ciencia psicológica.  De esta forma, en el año 2015 se lanzaba el proyecto Reproducity Proyect: Psychology, el mayor esfuerzo conjunto para replicar los resultados en psicología. Los resultados fueron poco alentadores; a pesar de contar con muchos de los propios autores de los distintos estudios para conseguir dicha meta, sólo se consiguió repetir las conclusiones en un 39% de los casos. En algunos casos incluso encontrando resultados contrarios a los experimentos originales. Aunque podría parecer desesperanzador, la mayoría de investigadores fueron optimistas a la hora de hacer autocrítica, considerando estos resultados como una llamada de atención y como el principio para mejorar los mecanismos de financiación y los incentivos a los investigadores, que a veces se van abocados a realizar investigaciones novedosas por encima de su probabilidad de replicabilidad para seguir con carrera investigadora.

Por ello, han surgido toda una serie de investigaciones que buscan mejorar y replicar los resultados para salir de esta crisis en el campo. De este modo, se han replicado positivamente resultados relacionados con la psicología cognitiva y procesos como la memoria, la atención o la capacidad de aprendizaje. En este caso, los resultados se obtuvieron a partir de la plataforma para encuestas de Amazon Mechanical Turk, donde los participantes tuvieron que realizar dos veces cada experimento para comprobar la validez de los mismos. Los nueve efectos cognitivos que demostraron robustez fueron:

  • El efecto Simon: Hace referencia a la tendencia de la persona a responder hacia la dirección de aparición del estímulo, de manera que le ejecución de las tareas es menor si el estímulo que se presenta exige una respuesta contraria. Los participantes fueron más rápidos si el estímulo presentado aparecí en el mismo lado de presentación del estímulo. Este efecto tiene grandes implicaciones a la hora de diseñar interfaces para ordenadores.
  • La Tarea de Flankers: Es una tarea de inhibición de la respuesta. Como predice el efecto, los participantes dan respuestas más rápidas y eficaces cuando el estímulo diana a elegir coincide con la forma de los estímulos irrelevantes. En el experimento, contestan más rápido si el estímulo diana (una vocal) está rodeado de otras vocales que si lo que rodea a esa vocal son consonantes. Con ello, se demuestra que no podemos dejar de procesar lo irrelevante del todo.
  • Priming Motor: El efecto priming habla sobre la memoria implícita, en la medida de que estímulos presentados previamente (llamados “primos”) a una tarea pueden influir en el rendimiento de la misma. En la prueba, los participantes tienen que repetir y reproducir una respuesta acorde con el estímulo que se presentan (ejemplo: estímulo flecha a la izquierda, los participantes dan a la tecla flecha izquierda). Si se les presenta un primo precedente igual a la respuesta que tienen que dar, la respuesta es mucho más rápida. Si por el contrario, el primo señala el camino incorrecto, la respuesta de los participantes es más lenta.
  • Priming asociativo: los participantes tienen que decir lo más rápido posible si las palabras que se presentan eran reales o no. Esto mejora considerablemente si a los participantes se les presenta un estímulo primo previo relacionado con las palabras reales a señalar. Este efecto demuestra que la activación se propaga en redes relacionadas de información en nuestra mente.
  • Priming de repetición: se pasan listas de palabras frecuentes e infrecuentes varias veces, y la persona tiene que determinar si las palabras son reales o no. Como en las pruebas de priming anteriores, el rendimiento mejora si las palabras a discriminar se han pasado previamente, y es más pronunciado para las palabras infrecuentes, demostrando una curiosa relación entre memoria a corto plazo (por lo cercano de la presentación) y la memoria a largo plazo (si las palabras han sido almacenadas o no).
  • Falsas memorias: En la prueba, se pasan secuencias de palabras relacionadas unas con otras. En las pruebas de reconocimiento posterior, los participantes son más propensos a decir que cualquier palabra nueva está en las listas previas si tienen un significado similar a la secuencia de palabras relacionadas que si no tenían nada que ver. Este efecto muestra la notable falibilidad de nuestra memoria.
  • Efecto de la Posición Serial de la Información: A los participantes se les da una lista de 20 palabras, y en efecto, se muestra como se tiende a recordar aquellos estímulos que estan situados al principio y al final de la lista.
  • Simulación de forma: Para estudiar este efecto, se facilita pares de imágenes y oraciones. Cuando se presentan los dibujos, los participantes deciden si lo que representa tiene que ver con la oración presentada previamente. El efecto se demuestra cuando el dibujo concuerda con lo representado en la frase, siendo la respuesta de los participantes más rápida. El efecto muestra la capacidad automática de representarnos visualmente lo que leemos.
  • Efecto del Espaciamiento: En el test, se presentó docenas de palabras, con palabras repetidas más de una vez (conocidas como “palabras presentadas de manera masiva”) con palabras presentadas de manera más espaciada. En las pruebas de recuerdo posterior, los participantes recuerdan más palabras presentadas de manera espaciada que “palabras presentadas de manera masiva”, un efecto básico en la adquisición del conocimiento, donde se aprende mejor cuando se divide el material a estudiar que si se estudia en una única sesión de memoria.

Así, se muestra como sí que hay muchos de los efectos estudiados que pueden reproducirse y confirmarse, aunque esto es más probable que se produzca cuando los procesos y efectos a estudiar son más fácil de encapsular y controlar para la investigación. Es importante seguir avanzando para mejorar la replicabilidad de los experimentos y los métodos para mejorar su verificación.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Cómo el miedo al fracaso bloquea la toma de decisiones y la creatividad

Extraída de www.e-deaprendizaje.com (modificada)
Extraída de www.e-deaprendizaje.com (modificada)

En mundo actual, marcado por el cambio y la incertidumbre, el desarrollo de competencias como la creatividad y la toma de decisiones se ha convertido en un aspecto clave para las personas.

Potenciar estas cualidades es fundamental, tanto a nivel individual como en el mundo empresarial, educativo y/o social. Sin embargo, uno de los mayores impedimentos para conseguirlo, es el miedo al fracaso. Fracasar o no conseguir los resultados esperados, puede desencadenar sentimientos de frustración, decepción y vergüenza. A su vez, puede generar pensamientos de auto-desprecio, y hacer que las personas experimenten mucho malestar y acaben retirándose sin conseguir la meta. Si para no experimentar todo ello, dejamos de hacer, decidir, intentar nuevas formas, nos estamos olvidando de que fallar es una de las formas más naturales de aprender. Si enfocamos el error como forma de poner en marcha una nueva conducta más aproximada al objetivo que pretendemos, nos estaremos encaminando hacia la consecución del éxito.

Catherine Tinsley, Jason Schloetzer and Matthew A. Cronin (2017) han querido demostrar que cuando las personas están en una organización cuya cultura empresarial asume la equivocación como parte del riesgo y anima a sus trabajadores a aprender del error y arriesgar, la confianza, productividad, autonomía y creatividad de los empleados aumenta. Para ello, han llevado a cabo numerosos experimentos. En uno de ellos, puesto en marcha en una gran compañía cuya fuerza de ventas operaba en varios países, seleccionaron aleatoriamente a un grupo de personas de cada país y les mostraron un vídeo corporativo de la empresa en el que se verbalizaba este contenido: “todos los que hemos triunfado también hemos sentido el escozor del fracaso. Las únicas personas que nunca fallan son las que no intentan nada lo suficientemente difícil. Los contratiempos, golpes, errores son parte normal del día a día en la jornada de cada uno de nosotros, tanto en los negocios como en la vida. Recuerda que lo importante es impulsarse a través del error”. Los resultados del experimento mostraron que tras la visualización las ventas de esas personas aumentaron un 22% sobre las que no recibieron el mensaje. Estos investigadores han hallado, en sus experimentos, que los trabajadores inmersos en culturas empresariales que admiten y aceptan el fracaso tienden a ser 17% más innovadores, 21% más arriesgados a la hora de afrontar retos y un 10% más autónomos en la resolución de problemas. La conclusión que ellos plantean es clara, “es necesario asumir la paradoja de que para triunfar hay que fracasar”.

Por ello, como empresarios, como trabajadores, como padres, como educadores o como personas de a pie, podríamos tener en cuenta los resultados de este experimento y aplicarlos. Extrapolarlos a todas las áreas de la vida y en todos los ciclos de la misma, con todo lo que ello conlleva. Y, concretamente en el ámbito de la educación, como profesores y padres, deberíamos alentar a nuestros hijos y alumnos a arriesgarse, a reformular el error como parte del riesgo y como oportunidad para aprender nuevas conductas más precisas y enfocadas al éxito. Y para ello, revertir la tendencia a la sobreprotección, dejar de ser toda la tipología de padres sobreprotectores que bien enumeró Carlos Manuel Sánchez (2016), tanto los buldozer (que allanan tanto el camino de sus hijos para que éstos no encuentren obstáculos) como los padres tigre (padres estrictos y con altas expectativas para los hijos sobre los que ejercen excesivo control). Hoy en día, más que nunca, necesitamos jóvenes que afronten retos y sean creativos.

Para conseguir todos estos objetivos, lo esencial es asumirlo a nivel personal, y cambiar nuestra visión de los errores, propios y ajenos, conformar un nuevo discurso más positivo y alejado del miedo y animarnos, cada día, a hacer algo de manera distinta y a ampliar nuestros horizontes y miras.

Escrito por Sara Reyero Serret

Fuentes:

  • Catherine Tinsley, Jason Schloetzer and Matthew A. Cronin (2016). In celebration of the F Word. The Georgetown University McDonough School of Business. Psychology Today.
  • Carlos Manuel Sánchez (2016). La sobreprotección de los padres, a examen: ¿quién dijo miedo? XL Semanal

¿Cómo afrontan tus hij@s el fracaso?

Los niños y niñas responden mejor a los contratiempos (suspensos, repetir curso…) en el proceso de aprendizaje cuando creen que la capacidad y la inteligencia son maleables, es decir, cuando piensan que sus capacidades están en crecimiento (mentalidad de crecimiento, growth mindset), en lugar de observarlas como algo fijo (mentalidad fija, fixed mindset).

Basado en big-change.org
Basado en big-change.org

Cabe esperar que la actitud de los padres hacia la idea de que las capacidades sean predeterminadas o en constante desarrollo, tenga una fuerte relación con la que tienen los niños. Hasta ahora se ha prestado mucha atención sobre cómo reforzar a los niños pero no tanto sobre cómo afrontar el error (es mejor centrarse en su esfuerzo y uso de estrategias en lugar de centrarnos en su capacidad). Sorprendentemente, no parece que exista relación entre el tipo de mentalidad (de crecimiento o fija) de los padres y la de los hijos. Un nuevo estudio publicado en la revista Psychological Science sugiere que esto se debe a que los niños no son capaces de explicar qué tipo de mentalidad tienen sus padres. Sin embargo, las creencias de los niños acerca de su capacidad se asocian con cómo sus padres conciben el error o el fallo.

Kyla Haimovitz y Carol Dweck, psicólogas e investigadoras de la Universidad de Stanford, hicieron una encuesta a 73 padres y a sus hijos y observaron que no había relación entre la mentalidad sobre la capacidad de los padres y las actitudes de los niños con respecto a la misma. Sin embargo, sí encontraron que aquellos padres que veían el fracaso como una oportunidad para aprender tendían a tener hijos con una mentalidad de crecimiento, mientras que los padres para los que el fracaso era algo más negativo y malo para el aprendizaje tendían a tener hijos con una mentalidad fija.

¿Por qué la actitud de los padres hacia el fracaso es aparentemente más importante que su actitud hacia la capacidad? Las autoras explican que tiene que ver con lo que es visible para los niños y niñas. Otros estudios han puesto de manifiesto que los niños no saben si sus padres tienen una mentalidad de crecimiento o mentalidad fija, pero sí son conscientes de las actitudes de sus padres hacia el fracaso. Los niños que piensan que sus padres tienen una actitud negativa hacia el fracaso tienden a ver en sí mismos que la capacidad y la inteligencia son elementos fijos.

Esto puede deberse a que los padres con una actitud negativa hacia el error, responden a los fracasos de sus hijos consolándolos diciéndoles que no importa que no puedan o no sean capaces, fomentando en ellos la creencia de que su capacidad es fija. Los padres con una actitud más positiva hacia el fracaso, por el contrario, tienden a animar a sus hijos a utilizar los errores como una oportunidad para aprender u obtener ayuda adicional, comportamientos que fomentan una mentalidad de crecimiento.

Un último estudio investigó si las actitudes de los padres hacia el fracaso realmente pueden generar cambios en la manera en que responden a los fallos de sus hijos. Más de cien padres completaron un cuestionario online, algunos tenían que responder preguntas diseñadas para provocar en ellos una actitud negativa hacia el fracaso y otros tantos preguntas destinadas a promover una actitud positiva ante el error. A continuación, se les pidió a los padres que imaginaran que sus hijos llegaban a casa con la noticia de que iba a repetir curso y cómo iban a pensar, sentir y actuar. Los padres que habían sido “preparados” con el cuestionario previo para ver el fracaso como perjudicial para el aprendizaje eran más propensos a decir que responderían preocupándose por si su hijo era capaz y consolándolo por su falta de habilidad.

Las autoras explican que sus hallazgos muestran que los padres que creen que el fracaso es una experiencia debilitante hacen que sus hijos crean que no pueden desarrollar su inteligencia; al establecer esta relación entre actitud ante el fracaso y mentalidad fija, se ha avanzado en la comprensión de cómo se construye socialmente la motivación en los niños. Puede que no sea suficiente promover una mentalidad de crecimiento en los padres para transmitirla a sus hijos. Quizá la intervención acertada esté en cambiar las actitudes al respecto del fracaso, concibiéndolo como algo potencialmente beneficioso en el proceso de aprendizaje de los hijos.

Fuente: BPS Research Digest

Escrito por María Rueda

¿Te pica la curiosidad? ¿Por qué es más fácil aprender algo si te interesa?

Foto extraída de univdep.edu.mx

Es sabido que nos resulta más fácil aprender algo cuando estamos interesados en ello que cuando poco nos importa. Sin embargo, aún no se conoce mucho sobre cómo los mecanismos motivacionales afectan al aprendizaje. Un nuevo estudio llevado a cabo por un grupo de la Universidad de California, Davis, sugiere que cuando nos pica la curiosidad, el cerebro se prepara para aprender no sólo sobre el tema en cuestión, sino también cualquier información incidental. Los neurocientíficos Gruber, Gelman y Ranganath entrevistaron a 19 participantes y les solicitaron que ordenaran una serie de preguntas en base al interés o curiosidad que tenían por conocer la respuesta. Posteriormente los investigadores escanearon su actividad cerebral mientras veían algunas de las preguntas más “interesantes” y otras tantas que por el contrario les despertaba muy poca o ninguna curiosidad. Mientras le hacían el escáner, los participantes veían la pregunta, y antes de poder leer la respuesta, los investigadores insertaron una fotografía de un rostro al azar, es decir, sin relación alguna con la pregunta ni con la respuesta. Tiempo después, incluso un día, se midió si los participantes podían recordar las respuestas a las preguntas, así como las caras que habían visto.

Gruber y sus colegas descubrieron que un mayor interés en una pregunta podía predecir un mejor recuerdo no sólo de la respuesta, sino también para la cara azarosa que precedía a la respuesta. De alguna manera parece que la curiosidad puede preparar al cerebro para el aprendizaje y la memoria a largo plazo.

Para entender qué es exactamente lo que había ocurrido en el cerebro de estos participantes, los investigadores recurrieron a los datos recogidos en el escáner y observaron un incremento en la actividad cerebral de dos regiones en el cerebro medio, el área tegmental ventral y el núcleo accumbens. Estas regiones transmiten dopamina, una sustancia relacionada con la sensación de placer y recompensa. Esto sugiere que antes de que aparezca la respuesta, nuestro cerebro activa el sistema de recompensa. Además, los investigadores encontraron que las mentes curiosas mostraron una mayor actividad en el hipocampo, estructura involucrada en la creación de recuerdos; observando que el grado de interacción entre el hipocampo y los circuitos de recompensa podía predecir la capacidad de un individuo para recordar la cara azarosa. En este sentido, el sistema de recompensa del cerebro parecía preparar al hipocampo para el aprendizaje.

Estos resultados no sólo nos aportan nueva información para la comprensión del cerebro y conducta humana, sino que nos recuerdan y ponen de manifiesto algunos conocimientos intuitivos como con el que hemos comenzado este post. Cuando un niño siente interés por algo, tendrá más facilidad (e incluso perseverancia) para y por aprenderlo. Este estudio demuestra empíricamente que esto es así. En palabras de los propios autores, “estos hallazgos sugieren un vínculo entre los mecanismos de recompensa y la curiosidad intrínseca, poniendo de manifiesto la importancia de estimular la curiosidad para crear experiencias más efectivas de aprendizaje

Teniendo en cuenta esta investigación, si hacemos atractivas las enseñanzas, promoviendo la curiosidad del niño o la niña por descubrir y aprender, éstos y éstas aprenderán más y mejor, pues como decía una querida profesora, sólo se entiende un aprendizaje, si éste tiene sentido y significado. Porque, si te pica la curiosidad, ¿cómo no vas a rascarla?

Escrito por María Rueda Extremera

Fuente: scientificamerican.com, sciencedaily.com

 

 

ResearchBlogging.org

Gruber, M.J., Gelman, B.D., & Ranganath, C. (2014). States of Curiosity Modulate Hippocampus-Dependent Learning via the Dopaminergic Circuit Neuron DOI: dx.doi.org/10.1016/j.neuron.2014.08.060

Jugar no es sólo cosa de niños

A menudo encontramos padres y madres que expresan no saber jugar con sus hijos o que incluso confiesan, no exentos de culpabilidad, sentir desinterés y aburrimiento al respecto. No cumplir, incluso en nuestro fuero interno, con aquello que “deberíamos sentir” al respecto de nuestra paternidad o maternidad genera sufrimiento y vergüenza. Pero esto no es algo descabellado. A la par que se nos pide ser “superpadres” también nos han dicho que debemos ser adultos serios y responsables. Y sí, combinar ambas ideas puede resultar bastante complejo, y es que para que jugar con tus hijos pueda convertirse en una actividad agradable necesitamos despojarnos de los tacones, corbatas y cuellos almidonados y viajar atrás en el tiempo, cuando éramos nosotros esos niños sedientos de tiempo de juego compartido con nuestros padres. Aprender a derribar esos muros puede dotarnos de herramientas que hagan que jugar con nuestros hijos deje de ser una actividad para mantenerlos “entretenidos”, para transformarse en una fuente de satisfacción por sí misma. Hacer un ejercicio de memoria, intentar recordar y recuperar nuestras pasiones infantiles nos hará empatizar con las necesidades de nuestros hijos y facilitará sentir como agradable el tiempo dedicado a jugar. ¿Quién fue el aguafiestas que dijo que jugar era sólo cosa de niños?

parentdish.co.uk

Además, podemos reforzar nuestra dedicación al juego si recordamos los beneficios que tiene tanto para los niños como para los padres y madres utilizar unas horas a la semana en divertirse juntos. Diversos estudios han demostrado el efecto positivo del tándem padre-hij@ o madre-hij@. Los adultos pueden ayudar a los niños a desarrollar habilidades en el manejo de la vida social, regulación de emociones y desarrollo cognitivo, entre otras muchas competencias. Además, dedicar un rato al día para jugar con tu hijo fomenta la creación de un ambiente enriquecido, menos estresante para los miembros de la familia. Pero, ¿no es el juego por sí mismo suficiente para generar todas estas cosas? Stevenson y colaboradores (1988) observaron que el juego entre padres e hijos contribuye más al aprendizaje y comprensión de las interacciones sociales que el juego entre hermanos.

Evidentemente los niños también tiene que tener relaciones con sus iguales, pero el juego con sus padres/madres añade el matiz de la satisfacción de que las personas que nos quieren empleen con nosotros su tesoro más preciado, el tiempo. Sin embargo, la realidad de nuestros tiempos hace patente que el tiempo es de lo que menos disponemos. Entonces, ¿de qué me sirve saber todo esto si no puedo llevarlo a cabo? No siempre se trata de cantidad, sino de calidad. Si sólo puedes dedicar un corto periodo de tiempo a la semana a jugar, hazlo, pero sólo haz eso. Durante esos minutos sólo juega, apaga el móvil y céntrate en divertirte con tu hijo. Esto no es sólo bueno para ellos, también lo es para ti. Jugar con un niño implica observar activamente, escuchar, apoyar, hablar, respetar y comprender. El juego proporciona un escenario idóneo para la interacción, a través de la cual generar vínculos positivos duraderos. Esto abre la puerta a compartir problemas y preocupaciones cuando surja la necesidad. Además, jugar con tu hijo te ayudará a conocerlo como persona, ya que el juego es el lenguaje de los niños.

Fuente: livescience.com/ psychologytoday.com/ cyh.com/ childdevelopmentinfo.com

ResearchBlogging.org
Lindsey, E. W., & Mize, J. (2000). Parent–child physical and pretense play: Links to children’s social competence. Merrill-Palmer Quarterly, 46 (4), 565-591
Stevenson, M. B., Leavitt, L. A., Thompson, R. H., & Roach, M. A. (1988). A social relations model analysis of parent and child play Developmental Psychology, 24 (1), 101-108

Sunderland, M. (2006). Science of parenting: practical guidance on sleep, crying, play, and building emotional well-being for life. New York: Dorling Kindersley.

Escrito por María Rueda Extremera