CÓMO NOS INFLUIRÁN LOS NUEVOS CONFINAMIENTOS Y HERRAMIENTAS PSICOLÓGICAS PARA AFRONTARLOS.

En los últimos 10 días se han ido implementando nuevas y más rigurosas medidas para controlar las estratosféricas cifras de contagio que está generando la propagación del virus. Algunas de estas medidas han derivado en que de nuevo algunas áreas de la geografía española hayan visto cómo se restringe su movilidad, pero sin lugar a dudas podríamos decir que donde más impacto están teniendo dichas medidas en nuestra Comunidad Autónoma.

Parecía que ya habíamos olvidado por completo cuándo vivir era no vivir fuera de casa (o apenas fuera de casa, sólo salir para acudir a contados sitios, y como prioridad el lugar de trabajo). Y sin embargo, e intentando utilizar nuevas expresiones como confinamiento “blando” como si de un tabú se tratara, varios millones de personas de nuevo han de reconciliarse con el estar en casa o en el radio inmediatamente próximo a su hogar para el discurrir de gran parte de su día a día.

Imagen extraída de www.barriosalvadormadrid.com

Lo difícil de esto: el volver a afrontar etapas que creíamos ya superadas, nuevos recortes de movilidad. Lo magnifica el hecho de que estén teniendo lugar por áreas, no de manera generalizada como ocurrió en Marzo. Todo ello, especialmente que sólo algunos términos poblacionales se estén viendo afectados por estas nuevas medidas, hacen que algunos colectivos se sientan “apartheizados”, lo cual podría derivar en situaciones de desventaja social, sentimientos de inferioridad, segregación e indefensión aprendida.

Por la cercanía de la puesta en vigor de estas nuevas medidas aún no se han podido obtener datos empíricos ni conclusiones clínicas certeras de cómo esta vuelta atrás puede afectar psicológicamente a los individuos, pero sí se pueden prever gracias a ciertos patrones estudiados en los inicios de la pandemia y durante el estado de alarma.

Ya en la primera oleada del Coronavirus se registró que en Wuhan, ciudad china que se ha considerado epicentro de la pandemia, para abordar adaptativamente la situación el 53% de la población necesitó atención psicológica. Ante esto, y gracias a nuestra experiencia en la práctica clínica, se anticipa que los problemas de salud mental van a sufrir de nuevo un repunte siempre y cuando no se logre hacer un afrontamiento adaptativo ante estos “confinamientos perimetrales”. Si bien es cierto que la mayor parte serían cuadros leves que se solucionan mediante consultas puntuales o, sabiendo de antemano cuáles son las herramientas a través de las cuáles conseguir dichas respuestas adaptativas, objetivo que abordaremos en este post.

El confinamiento como tal es un factor de riesgo ante la aparición de problemas psicológicos. Sin embargo, dicho riesgo aumentará exponencialmente en determinados grupos poblacionales: personas que se encuentren solas o en situaciones de aislamiento, con escasos recursos económicos o cognitivos, y con escasa calidad de vida tenderán a sobrellevar estas nuevas medidas restrictivas con mayor dificultad. También se ha registrado que aquellos que sean menos capaces de mantener rutinas o actividades de ocio y tiempo libre que les haga distraerse experimentan niveles de ansiedad más elevados durante períodos de confinamiento.

Asimismo, personas con patologías mentales previas tienen más probabilidad de que empeoren sus trastornos base o aparezca nueva sintomatología relacionada con la ansiedad y el estado de ánimo primordialmente, en algunos casos, pero en menor medida, también estrés postraumático. De igual modo ocurriría en los casos que estén teniendo que elaborar un duelo relacionado con el Covid-19, en los cuáles se ha registrado una notable demanda de ayuda psicológica durante y después del confinamiento.

Y conforme a la población que epidemiológicamente con más frecuencia experimenta cuadros ansiosos, se pronostica que las mujeres y los jóvenes con altos niveles de ansiedad previos se verían más afectados por las consecuencias de estos nuevos confinamientos

De ello podemos extraer que la psicología tiene mucho que decir al respecto, como herramienta de ayuda y como medio de afrontar mejor esta etapa de incertidumbre. Intentar abordarlo con los recursos propios y si no acudir a tiempo en busca de atención especializada en salud mental evitará que estados ansioso-depresivos se cronifiquen en el tiempo.

HERRAMIENTAS PSICOLÓGICAS PARA AFRONTAR LOS NUEVOS CONFINAMIENTOS

Tal y como han manifestado algunos profesionales de la Universidad de Deusto y de la Complutense de Madrid, la forma de asimilar esta situación es diferente en función de la edad y la situación en la que nos encontremos. Es decir, habrá tantos estilos de afrontamiento como diferencias interindividuales nos caracterizan. Por tanto, a continuación abordamos algunas estrategias psicológicas generales que pueden ayudar a paliar los efectos perjudiciales de los nuevos confinamientos; algunas tendrán una aplicabilidad mayor que otras según el caso particular.

  • Explicar las medidas de control antes incluso de implantar restricciones de movilidad (o todo lo contrario, en el desconfinamiento) sería una muy buena inversión en resultados positivos no sólo a corto plazo, para conseguir disminuir el número de contagiados, sino a medio y largo plazo, ante la posibilidad de llevar a cabo medidas más rigurosas si fueren necesarias, y para conferir controlabilidad a la población confinada. 

El ser humano interioriza más fácilmente nuevas normas cuando entiende el sentido de implantarlas: conocer el porqué de esas decisiones y verlo como algo necesario evitará que la población interprete esas medidas más estrictas como un atentado hacia sus libertades. Unido a lo anterior, los individuos se sentirán un eslabón primordial en la mejora de la situación; es decir, será más difícil que sujetos individuales apelen a la difusión de la responsabilidad si como individuo sienten que tienen un papel protagonista en la derrota del virus.

Por ejemplo, continuamente se menciona en los medios de comunicación la falta de sentimiento de responsabilidad que tiene la población joven en los contactos de riesgo y la transmisión del virus. Es cierto que a corto plazo, con una probabilidad menor de padecer la enfermedad en su formato más virulento, los jóvenes podrían llegar a decidir que pasar el virus es “un mal menor” en contraposición de todas aquellas experiencias que se están perdiendo a cambio (quedar con su grupo de iguales, conocer a nuevas personas, aprovechar el tiempo y la juventud a tope, etc…), y ¡ojo! que somos conscientes que estamos hablando de una parte de los jóvenes y que a nivel general esta franja poblacional no se comporta irresponsablemente. Explicar las consecuencias menos cortoplacistas haría que muchos se plantearan según qué comportamientos. Si los órganos gestores de esta pandemia consiguieran alianzarse con esa población joven exponiendo los escenarios poco alentadores que a largo plazo podrían esperarse en el plano económico, siendo ellos la principal población afectada por estar en edad laboral, se conseguiría cambiar el enfoque de “medidas que coartan libertades” por “medidas que van en su propio beneficio”.

  • Evita caer en la trampa de la difusión de la responsabilidad: es cierto que estatalmente se suelen proponer unas medidas disuasorias/punitivas poco efectivas si la autoridad no está presente (véase el caso de las multas). Por tanto, intenta encontrar un ejemplo de situación mediante la cual podrías asumir la responsabilidad de que la realidad de la pandemia sea un poco más benévola gracias a ti, comprométete con ello (y contigo mismo) y refuérzate día a día por cumplir con el objetivo.

No habrá una solución local sin una global, y a su vez todo eso no se producirá sin una responsabilidad y compromiso individual. 

  • Fomentar el sentimiento de colectividad, es decir, rodearse de sujetos en las mismas circunstancias y reforzar la concepción de estar siendo resilientes. Por el contrario, un modo de afrontamiento enfocado bajo el prisma de la comparación continua y el sentimiento de desfavorecimiento provocará una menor tasa de aceptación de la situación y un abordaje menos efectivo ante unas medidas que ya están impuestas y no por más oponerse a ellas va a mejorar la situación personal.

Eso no significa que emociones del tipo enfado, incomprensión, miedo, pesimismo, hastío (y un largo etcétera) no sean válidas, sino que un bloqueo en ellas harán que sean más desadaptativos los comportamientos y los procesos anímicos en el día a día. 

Para ello el plantear la situación como una solución de problemas, la ventilación emocional con personas de confianza y recordar qué herramientas útiles se tienen ya (fruto de la experiencia adquirida durante la primera oleada del virus) para afrontar este tipo de escenarios marcarán la diferencia este el bienestar psicológico y los estados de ánimo disfóricos.

  • Conectando con el punto anterior subrayamos que nuestras emociones juegan un papel fundamental: préstales atención y valídalas con frecuencia. Tener un diario emocional o incluso dedicarles un ratito al día a través de la meditación y el Mindfulness o conciencia plena evitará que el posible estrés derivado de estar confinados vaya subiendo como la espuma hasta detonar en cuadros agudos de ansiedad, como podrían ser los ataques de pánico.
  • Vigila al miedo de cerca… El miedo es una respuesta innata a situaciones desconocidas y que suponen cierta amenaza a nuestra integridad y supervivencia, y nos prepara para protegernos y cuidarnos. Que aparezca es adaptativo. Sin embargo, podríamos considerar que no se está gestionando ajustadamente cuando alcanza niveles en los que nos genera malestar e incluso llega a paralizarnos. Esos casos serían en los que es necesario intervenir sobre ello. En esos momentos, la exposición progresiva a la fuente generadora de miedo, ya sea en vivo o en imaginación, será el modo de superarlo (versus la evitación del estímulo temido). Unido a la anterior, será necesario gestionar los pensamientos automáticos o negativos; técnicas como la distracción y relajación también ayudarán.
  • Mantén a raya los pensamientos negativos o recurrentes. ¿Cómo? Primero de todo detecta cuáles son y analiza con qué esquema nuclear conectan; algunos de los más comunes suelen ser el miedo, la anticipación, el acortamiento de futuro o los sentimientos de soledad. Busca qué datos empíricos encuentras que los apoyen o, si por el contrario, podrían irse reestructurando por otros más adaptativos, constructivos o positivos.
  • Y por último, permítete tolerar cierto grado de duda. Como escenario de duración incierta que es, va a ser muy difícil tener toda la información que nos haga tranquilizarnos, por tanto, asume poderte quedar con la duda en ciertas ocasiones. Conforme vaya pasando el tiempo, y se vayan viendo los resultados epidemiológicos de estas medidas de confinamiento, y paralelamente vaya habiendo avances científicos, podrás abordar en presente los nuevos acontecimientos, con datos empíricos, en lugar de rellenar información con datos imaginados ante la incertidumbre y el desconocimiento, ya que cuando no tenemos evidencias para explicar lo que está ocurriendo tendemos a hacerlo.
  • Poner especial atención a la población infantojuvenil. Sobre todo antes de los 5-6 años, edad en la que el cerebro no se ha desarrollado por completo y por tanto pueden hacerse mucho más patente las carencias derivadas de esta etapa de confinamiento y aislamiento social o experiencias de vida menos enriquecedoras.
  • Crea o potencia redes sociales de apoyo de cercanía: ahora que va a tocar no moverse demasiado y hacer más vida en el barrio podríamos empezar a usar ese concepto no sólo en el sentido explícito de la palabra (como área geográfica), sino fomentar el crear el sentimiento de pertenencia a un lugar, la ayuda mutua, el tener un núcleo cercano (independientemente de si la familia vive allí o no) para que en situaciones como éstas de nuevos confinamientos no se corten lazos, haya nexos de apoyo y no se desencadenen situaciones de aislamiento social que pueden llevar más fácilmente a experienciar esta realidad con mucho malestar.
  • Encuentra el modo de convivir con este problema: fija hábitos saludables, diseña una rutina, y vuelve a hacer del sitio en el que vives un hogar.
  • Controla variables como la organización y el orden, los ruidos, la temperatura, el descanso y alimentación, y los espacios propios (si convives) como modo de asegurar el bienestar, ahora que toca pasar más tiempo en casa.
  • No abandonarse ante la dificultad. Recuerda si fuiste de aquellos que salieron reforzados del primer confinamiento, y recupera todas aquellas medidas que en aquel momento funcionaron: hacer ejercicio físico, cuidar las relaciones interpersonales y estar en contacto con figuras de apoyo telemáticamente si no es posible en persona, dedicar tiempo a uno mismo así como atender a las actividades agradables un tiempo mínimo al día (se recomienda no menos de 30 minutos siempre que sea posible), etc… 

Si por el contrario en aquellos momentos las circunstancias no te lo facilitaron y costó más llevarlo bien, ¡aún se está a tiempo! aprovecha para intentar poner en marcha todo lo anteriormente expuesto, o pedir ayuda profesional si observas que por ti mismo no está siendo posible.

La ansiedad es un mecanismo de defensa evolutivo, que se convierte en perjudicial tanto física como psicológicamente cuando se mantiene en niveles muy altos a lo largo del tiempo, pero que bien gestionada, es adaptativa en la medida en la que pone gran parte de nuestros recursos cognitivos y somáticos a disposición de un proceso de solución del problema que nos hará solventar las dificultades a las que estemos sometidos, ya sean el Covid-19 o de la vida en general. 

Es decir, gestionando de forma consciente la carga ansiógena propia del momento presente con herramientas como las propuestas en este blog conseguiremos reforzar nuestras capacidades adaptativas ante futuras situaciones de estrés.

En resumen, reconciliarnos con este tiempo extraño que estamos viviendo nos servirá para aprender mecanismos de afrontamiento eficaces de cara a posibles envites que puedan tener lugar a lo largo de toda nuestra vida. 

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Fuentes:  Martos Garrido, A. (2020). Se hizo el silencio. Ediciones Alfar S.A., https://www.rtve.es/noticias , https://www.lavanguardia.com/vivo

REFLEXIONES SOBRE LA INFLUENCIA DEL CORONAVIRUS EN LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Podría decirse que esta pandemia no sólo ha tenido un enorme impacto desde el punto de vista médico y epidemiológico, sino también ha sido fundamental el afrontamiento psicológico que se ha hecho de ella así como la influencia que ha tenido en nuestros comportamientos psicosociales tanto individuales como a nivel sociedad. Entonces… ¿qué tiene que decirnos la Psicología Social al respecto?

Extraído de Getty Images

Uno de los ámbitos psicosociales donde creemos que el Covid-19 ha tenido bastante impacto ha sido en las tendencias de comportamiento de los individuos y la influencia de la presión de grupo: no son pocos los que relatan el haberse sentido observados y/o juzgados por no llevar mascarilla en entornos donde el grueso de la población suele usarla, por ejemplo. En esos momentos, ¿el individuo tiende a adecuarse al conjunto y adoptar los mismas conductas o prioriza lo que cree oportuno?

Los encuestados relatan que por eso, y no por otros motivos (como las normas sanitarias) finalmente cedieron a ponérsela ellos también…

En esos casos no es que el individuo sea poco coherente con sus principios y se deje llevar por los demás, sino que se trata de un patrón de conducta universal en el que existen una serie de factores contextuales que hacen que nos veamos arrastrados a ello. La incertidumbre (social), por ejemplo, sería uno de ellos: cuando la situación resulta ambigua, compleja, novedosa o sin normas claras de actuación, el individuo siente una tendencia desmedida por aceptar el comportamiento mayoritario puesto que su juicio personal se considera como poco competente o incluso incompetente al respecto.

Otras situaciones que han servido de ejemplo son las aglomeraciones vividas en los supermercados durante los primeros días de estado de alarma: ante el desconocimiento de qué estaba pasando y la incertidumbre de cuándo volveríamos a la normalidad, o si el abastecimiento de alimentos estaría asegurado a largo plazo, un determinado número de personas decidieron ir a por víveres. Como era uno de los sitios a los que excepcionalmente se podía acudir aún por entonces, allí que fueron las cámaras a grabar, y la aglomeración de personas llevó a que muchas otras interpretaran como de extrema urgencia  el aprovisionarse. Se provocó el «efecto llamada», derivando en imágenes como las que se observaron los primeros días de larguísimas colas y estantes vacíos en los supermercados.

Lo mismo podría decirse de nuevos aprendizajes con respecto a lo que sería nuestro día a día: meter la ropa de la calle en bolsas y dejarlas en cuarentena, limpiar la suela de nuestros zapatos al llegar a casa, etc… La transmisión a gran escala de la información a través de los medios de comunicación ha hecho que se adopten esta serie de conductas en nuestras vidas; sin embargo, ¿está probado científicamente que esas medidas funcionan o las adoptamos por el mero hecho de sentirnos sin conocimientos ajustados al respecto, y por tanto, poco competentes?.

  • Teorías sobre el conformismo social

Ya en 1952,  el pionero en psicología social Solomon Asch, demostró mediante una serie de experimentos sociales que ante situaciones ambiguas el ser humano tiende a observar su alrededor y utilizar esa información contextual para llevar a cabo una toma de decisiones. El resultado fruto de ello sería una tendencia hacia el conformismo social, aunque eso dé lugar a pensamientos irracionales o decisiones erróneas, hasta en un 30% de los casos.

Incluso, en estudios sociológicos se encontró que en este tipo de situaciones tendemos a ser más conservadores, no sólo con respecto a la decisión tomada, sino también en referencia a las evaluaciones que hacemos sobre los demás y con qué tipo de perfiles interpersonales nos sentimos más identificados.

Aquellos participantes más preocupados por la enfermedad prefirieron o dijeron que les gustaban más las personas más «tradicionales», y tenían menos probabilidad de sentir afinidad con las personas «creativas» o «artísticas». Ante el riesgo de contagio cualquier signo de pensamiento libre, incluso de invención e innovación se valora menos, aparentemente por la capacidad que tendrían estos individuos de actuar con menos probabilidad conforme a las normas establecidas.

  • Sistema inmunológico conductual»

Mark Schaller acuñó este término (behavioural immune system), para denominar al conjunto de respuestas psicológicas inconscientes que actúan como una primera línea de defensa con el objetivo de reducir nuestro contacto con posibles patógenos. Es decir, este sistema inmune, en lugar de estar compuesto de anticuerpos, se compone de toda una serie de conductas que nos harán estar menos expuestos a posibles fuentes de enfermedad. ¿Alguna vez empezaste a encontrarte mal justo después de haber ingerido algún alimento, que en principio estaba en buen estado, y rápidamente se condicionó la aversión a ese alimento? Ese aprendizaje, que aparece de manera inconsciente, podría considerarse un buen ejemplo del sistema inmune conductual.

El contacto y preferencias interpersonales que solemos mostrar en estas situaciones, y que expusimos en el apartado de conformismo social serían otro claro ejemplo no consciente de la presencia de este sistema inmune conductual.

Según el escritor científico especializado en el funcionamiento del cerebro, David Robson, «el miedo al contagio hace que nuestros juicios morales se vuelvan más estrictos y las actitudes sexuales más conservadoras».

Sin embargo, ante los pronósticos de un posible rebrote que nos hiciera retroceder en las fases de la nueva normalidad: ¿el ser humano tiene verdaderamente actitudes más precavidas o tiende al refuerzo cortoplacista de aprovechar el momento presente lo máximo posible aún a expensas de que eso revierta negativamente a medio-largo plazo en un rebrote más temprano y, por tanto, en un nuevo confinamiento?.

Que el «sistema inmunológico conductual» se ponga en marcha o no dependerá principalmente de cuán vulnerable se perciba una persona al contagio. De ahí que jóvenes (grupo de edad en principio poco afectado por el Covid-19, tanto en prevalencia como en gravedad de la enfermedad), así como aquellas personas que hayan manifestado síntomas (a pesar de no haber generado anticuerpos), puedan llegar a tener conductas más de riesgo, ya que interpretan que no son una población de riesgo. Al no sentirse tan vulnerables a la enfermedad su sistema inmune conductual actuará más sosegadamente.

  • Maneras de comportarse en grupo e tendencias en las interacciones interpersonales

Una vez comienza el desconfinamiento, y sabiendo que hay unas normas establecidas por las autoridades para favorecer la seguridad y salud de la población, tendemos a adoptar unos valores al respecto ¿Solemos mantenernos en nuestra postura o posición cuando interactuamos con otros individuos, o tendemos a ceder con respecto a lo que en un primer momento pensábamos que eran unas líneas rojas que nunca cruzaríamos?

Ponte en situación; llegamos a una quedada de amigos, nos encontramos por casualidad, acudimos a un entorno donde habitualmente no solemos interaccionar con otros y surge el dilema: existen unas medidas de distanciamiento social, estamos férreamente convencidos de que vamos a cumplirlas porque gracias a ellas vamos a evitar una tasa elevada de contagio (incluso evitar contagiarnos nosotros mismos), pero llega el momento del saludo… y ¿nos abrazamos como solíamos? ¿»codazo» es lo más adecuado? ¿Un simple hola con el metro y medio de seguridad?

Sobre ello versarán distintos factores influyentes, uno de ellos (si no el de más peso) será de nuevo la presión grupal: si no tenemos una idea conformada previamente tendremos tendencia a manifestar la forma de saludo que vemos en el prójimo.

Sin embargo, cuando tenemos una fuerte moral heterónoma (regida por normas impuestas desde fuera) y evaluamos como muy probable la posibilidad de que haya consecuencias punitivas al respecto (seamos multados, por ejemplo) será más probable que sólo las respetemos cuando la autoridad esté cerca; otras personas, un coche de policía, o incluso aquellos a los que vamos a saludar podrían funcionar ahí como figuras de autoridad.

Por otro lado, cuando nos regimos por una moral autónoma, es decir, conocemos que existen unas determinadas normas de seguridad, pero sabemos en qué se basan, para qué sirven y hemos construido unas opiniones individuales al respecto será más probable que las respetemos aún a pesar de que no haya nadie presente que pudiera evaluarnos. En esos casos, tenderíamos a respetar el distancianciamiento social, el uso de mascarillas, etc no por miedo a contagiarnos, ni a ser castigados por la autoridad, sino como convicción propia, civismo y protección a los demás (y a uno mismo).

Por último, aquellas personas que han conseguido conformarse unas ideas particulaes acerca de la situación actual, y tienen más herramientas para poner límites de manera asertiva y sin sentirse mal por ello, tendrán menos tendencia a ceder y adecuarse a lo que el otro está haciendo, en contraposición a aquellos que no disponen de estos recursos y dependan más de la evaluación social externa.

  • Tendencias de consumo y reevaluación de metas vitales: ¿Vivir en el centro de macrociudades o priorizar espacios de calidad (balcones, terrazas, vivir cerca de y en contacto con la naturaleza)?

El planeta llevaba tiempo mandándonos mensajes de alarma sobre nuestras tendencias de consumo y comportamientos egoístas con la naturaleza, y cómo éstos no iban a hacer la situación sostenible durante mucho más tiempo. Con respecto a cómo ésta pandemia ha podido influir en estilos de vida se ha observado, sobre todo en las grandes ciudades, una tendencia “migratoria” de las grandes urbes a otras más pequeñas o incluso a pueblos: la instauración del teletrabajo, el incremento acelerado de los alquileres, y en el ámbito cognitivo, las expectativas de un posible rebrote que nos hiciera confinarnos de nuevo, han detonado que no hayan sido pocos los que han tomado decisiones con respecto a sus hábitos de consumo y estilos de vida; salir de las grandes ciudades, priorizar casas más amplias aunque no tan céntricas o tener como requisito luminosidad, balcón o terraza han sido algunos de los ejemplos de ello.

  • Los aplausos de las 8

Lo que en principio se originó como muestra de apoyo a los sanitarios terminó instaurándose como rutina social. ¿Y por qué? En situaciones en las que el ser humano lo está pasando mal tiende a sentirse mejor y más comprendido no por sus seres queridos, sino por aquellos individuos que están pasando por lo mismo. De ventana a ventana, sentíamos que nuestro vecino del 1º, y el de arriba, y el del bloque de al lado estaban en nuestra misma situación: confinados en casa. Desde ahí empieza a construirse un sentimiento de identidad grupal, y con ello la sensación de que todos remamos en la misma dirección para salir de esta juntos.

Para más inri, esos aplausos (o la falta de ellos, si se pisteaba que algún vecino era de los que no salía a aplaudir) generaban una sensación de pertenencia a un grupo, el endogrupo, y se sacaban conclusiones estereotipadas acerca de los valores y características de esos otros a los que no se les veía en los balcones aplaudiendo. «¿Tú que eres de los que aplaude o de los que no?», seguro que es una pregunta que has escuchado mucho durante el confinamiento, y ya sólo con eso las personas se han sentido parte de un grupo social, «los aplaudidores», frente al exogrupo.

Seguro que fruto de esos momentos compartidos en comunidad han surgido nuevas relaciones vecinales gratificantes, pero si a esas mismas personas les preguntarámos evaluarían con una valencia diferente a los «no aplaudidores», pese a no conocerlos; ahí están entrando en juego los estereotipos que nos conformamos sobre el exogrupo, como forma de ahorro cognitivo en el caso de no conocer una parcela de la sociedad.

  • El policía de balcón y los odiadores de niños: pensábamos que este confinamiento iba a sacar lo mejor de nosotros ¡pero no!.

También se han despertado sentimientos negativos, egoístas, individualistas. Y esto, ¿a qué se debe? Primero de todo, aclarar que dependerá de multitud de factores, entre ellos cuáles sean los valores interiorizados a lo largo de nuestra vida así como los rasgos que conforman nuestra personalidad, y cómo ambos interactúan conformando los esquemas nucleares a través de los cuáles interpretamos la información que recibimos.

No obstante, cuando el ser humano se encuentra bajo presión, en situaciones excepcionales, que nunca ha vivido antes, y en las cuáles algunas de nuestras libertades se ven coartadas (en este caso la libre disposición de nuestro tiempo y salir de casa), tiende a reivindicarse con la intención de salir de ese estado opresor que le genera malestar. Como en este caso había (y hay) leyes y normas de seguridad ciudadana de por medio, se genera una potente disonancia entre lo que querrían y no pueden, pero otros sí que están haciendo (de momento). El sujeto ahí se compara con aquellos que observa (desde su ventana), consideran que su comportamiento no es adecuado, porque ellos mismos no pueden hacerlo, colocándose en una posición de desventaja, y como resultado final intentan que haya unas medidas igualitarias y todos las cumplan. En resumen, adoptan posturas totalitarias caracterizadas por una escasa empatía, ya que si analizaran las situaciones bajo el prisma de ésta podrían llegar a percibir que, cuánto menos, esos sujetos se merecen el beneficio de la duda de si se están saltando las normas o no, y en segundo lugar, en estos casos es necesario actuar bajo la equidad, no la igualdad, ya que algunos grupos poblacionales necesitarán regirse bajo normas adaptadas y excepciones debido a su idiosincrasia vital (véase personas que iban por la calle porque se dirigían a su puesto de trabajo que no puede ser telemático, personas con necesidades especiales, prescripciones médicas, …).

En resumen: ¿Vamos a terminar siendo más individualistas? ¿Menos sociables o socializadores? Al respecto tenemos un amplio abanico de datos procedentes del ámbito de la Psicología Social tanto a favor como en contra. Qué tendencia sea la predominante dependerá de las características idiosincráticas de cada individuo, de las atribuciones que haga en cada momento sobre las consecuencias que tendría la enfermedad para él mismo y su entorno así como del contexto donde se den esos juicios de valor, siempre teniendo en cuenta que el individuo funciona cualitativamente diferente de manera individual que bajo el prisma grupal o en sociedad.

 Algo sí podemos sacar en claro: la mayor parte de la población ha descubierto que nuestros hogares pueden convertirse en trinchera y somos capaces de gestionar nuestro tiempo libre con nosotros mismos, a pesar de que somos animales sociales y necesitamos de los demás. También que, a pesar de que somos animales sociales, la frase popularizada por Hobbes, «el hombre es un lobo para el hombre» es todo un hecho en estas situaciones donde una amenaza tal (como puede ser una pandemia mundial) nos hace sentirnos vulnerables y luchar por la supervivencia individual.

Esas tendencias opuestas habrán de conocerse para ir modulando nuestros comportamientos sin llegar a extremos que puedan generar malestar en los demás y en nosotros mismos.

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Fuentes:

https://www.unav.edu/web/facultad-de-educacion-y-psicologia/detalle-noticia/2020/03/16/el-virus-de-la-influencia-social/-/asset_publisher/6tW2/content/20_03_16_edu_corona/10174
https://www.google.com/amp/s/elpais.com/espana/madrid/2020-05-07/el-policia-de-balcon-es-un-fenomeno-tan-curioso-que-habia-que-contarlo.html%3foutputType=amp