La utilidad de la vergüenza

El ser humano está preparado para sentir emociones que tienen una función concreta para su supervivencia; en su estar en el mundo. Durante mucho tiempo, la cultura en la que estamos inmersos ha minusvalorado la conducta emocional. Ha separado la emoción y la razón llevando a unas costumbres que negaban la parte más emocional de las personas.

Algunos paradigmas científicos más modernos, sin embargo, alzan la voz en contra de esta drástica separación y proponen una mayor conciencia y educación emocional. A pesar de esto, el avance en este sentido es lento y es frecuente ver personas con dificultades para entender su propio mundo emocional. Cuando se trata de emociones negativas, habitualmente negamos su existencia o evitamos sentirlas.

En ocasiones nos gustaría comenzar a realizar alguna actividad nueva, crear algún hábito o mejorarnos a nosotros mismos en algún aspecto. No obstante, muchas veces es difícil encontrar la motivación o nos cuesta organizar las tareas a lo largo del día para encajar esta nueva afición. Sin embargo, en otros momentos, es algo algo diferente lo que nos paraliza. Muchas veces hemos escuchado a personas que querrían comenzar algunas actividades o aprender ciertas cosas, pero dicen que les produce vergüenza comenzar a hacerlas; “siempre he querido hacer teatro, pero a mí edad empezar con esas cosas…”.

sentimiento de vergüenza
Extraída de www.espiralsantacruz.com

Cuando nos enfrentamos a emociones complejas como la vergüenza, puede ser útil conocer el funcionamiento de las mismas. Casi siempre que hemos sentido emociones negativas se nos pregunta (y nos preguntamos a nosotros mismos) por qué estamos sintiendo eso. Sin embargo, aunque esto puede ser importante en algunas ocasiones, la verdadera pregunta que sería bueno hacer cuando tenemos sentimientos negativos es «¿para qué estoy sintiendo esto?».

En este «para qué» es precisamente en lo que ha incidido el estudio realizado por Brian Lickel y sus colaboradores, de la universidad de Massachusetts, publicado el año pasado en la revista Emotion, respecto a los sentimientos de vergüenza y culpa.

Estos autores se basan en que los sentimientos negativos motivan al ser humano a realizar cambios hacia un sí mismo mejor. Antes de realizar un cambio importante, ajustar nuestros valores personales e incluso comenzar un proceso terapéutico, generalmente se presentan sentimientos muy negativos que hacen que se quiera ser de otra manera; adquirir un «yo» mejorado.

El arrepentimiento, la culpa o la vergüenza se consideran sentimientos negativos autorreferenciales, lo que implica que están dirigidos hacia uno mismo. Sin embargo, estos investigadores hallaron que existen diferencias entre las funciones de este tipo de sentimientos, dependiendo de cual estemos experimentando. En concreto, el sentimiento que nos lleva a querer cambiarnos es la vergüenza. La culpa, por su parte, llama más a una necesidad de reparación del daño hecho. El primer sentimiento llevaría a una necesidad de alejarnos de la situación mientras que el segundo no nos invitaría a huir sino a tratar de quedarnos, o volver, para solucionar la situación que nos produce culpa.

En este mismo estudio se plantea que la vergüenza puede tener, por otra parte, un doble filo. Sería un gran motivador por su capacidad de incitar el movimiento hacia el cambio de nosotros mismos, pero por otra, es una emoción tan potente que es capaz de paralizarnos fácilmente. En ocasiones es la misma capacidad de autorregularnos la que implica una responsabilidad tal que nos abruma y nos paraliza.

Conociendo esta información, la pregunta que será mejor que nos hagamos una vez sintamos que la vergüenza nos paraliza será: “¿quiero ser la persona que estaría en la situación que nos produce esta vergüenza?” Si este sentimiento está efectivamente cumpliendo su función, nos responderemos que no queremos ser esa persona y podremos encontrar el camino que nos lleva a ese nuevo yo con el que nos sintamos más a gusto y conformes, asumiendo la carga de autorregularnos a cambio de ser mejores para nosotros mismos.

 

Fuente: http://www.apa.org/pubs/journals/emo/

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.org
Lickel, B., Kushlev, K., Savalei, V., Matta, S., & Schmader, T. (2014). Shame and the motivation to change the self. Emotion, 14 (6), 1049-1061 DOI: 10.1037/a0038235

 

 

Resiliencia y falacia del mundo justo: de porqué necesitamos sentir que hay futuro

Si de repente te encuentras con alguien que se cuela en el metro mientras tú pagas religiosamente tu billete, al imaginar cómo un trabajador del metro le multa te sientes reconfortado. Cuando un político amasa cantidades de dinero que no puedes ni comprender y posteriormente se descubre que lo hace de forma ilegal, te sientes estafado. Después, tendemos a pensar que será infeliz en su vida, que su mujer no le querrá, que no tendrá amigos…

Es lo que en psicología se conoce como «la falacia del mundo justo». Tendemos a pensar que a la gente que se comporta bien le pasarán cosas buenas. Que la que hace cosas malas antes o después tendrán sus consecuencias. El universo les dará su merecido.

Foto extraída de spring.co.uk
Foto extraída de spring.co.uk

En ocasiones este pensamiento tiende a ser dañino. Cuando alguien es premiado por algo sin merecerlo o no recibe un castigo por un mal comportamiento nos sentimos moralmente ofendidos. Cuando nuestra conducta se dirige a una meta y no logramos ningún resultado es posible que lleve a la inactividad.

En un artículo publicado recientemente en la revista PLOSONE, investigadores de universidades chinas y estadounidenses tratan de dilucidar cómo funciona la falacia del mundo justo. Concretamente, la relación entre este estilo de pensamiento y otro concepto conocido como «resiliencia». La resiliencia es como la resistencia física ante esfuerzos, pero algo aplicado al mundo emocional y mental. Una persona resiliente podrá pasar por eventos vitales fuertemente negativos sin sufrir unas grandes secuelas emocionales. Claro, es importante conocer qué hace que una persona sea más resiliente porque este es un factor importante de prevención de problemas psicológicos.

Aunque pueda parecer que la falacia del mundo justo producirá una sensación de desengaño, lo que se encuentra en las investigaciones es lo contrario; tener una idea de que el mundo al final proporciona recompensas y castigos por nuestros actos es un predictor de ajuste psicológico, así como de mayor resiliencia. Pensar que al final habrá justicia nos hace estar más adaptados y sufrir menos.

En este estudio descubrieron que en adolescentes y adultos, sin embargo, para que este hecho funcione positivamente es necesario también que tengamos una perspectiva de futuro elevada, sin esto, no importa que creamos o no en que el mundo es justo para protegernos contra los acontecimientos vitales estresantes.

En aquellas personas que planifican sus acciones de cara a lo que pueda ocurrir en el futuro, creer que el mundo es justo les proporciona un grado más elevado de resiliencia. Sin embargo, es posible no poder orientarse hacia el futuro, ya sea por sus características personales, o por circunstancias vitales, como son los supervivientes de un terremoto alojados en tiendas provisionales. En estas personas, no se produce este efecto; su resiliencia no se relaciona con esta creencia en que el mundo es justo.

Esto es muy importante a la hora de considerar cómo proporcionarnos una mejor capacidad de afrontar los problemas de la vida, puesto que un factor clave será la posibilidad de vernos proyectados a nosotros y nuestras acciones en el futuro. El ser humano tiene la increíble capacidad de pensar en el tiempo; en cómo fue su pasado y cómo será su futuro. Cuando se encuentra en la desesperanza de no poder pensar en quién será en el futuro y qué hará, ya sea por acontecimientos personales o sociales, la capacidad de resistir acontecimientos vitales no puede alimentarse de la idea de que recibirá una recompensa por el esfuerzo y la parálisis se adueña del individuo. Las sociedades deben esforzarse por crear escenarios de futuro, a este respecto, educar individuos sanos consiste también en garantizar, al menos, la capacidad para soñar.

Fuente: plosone.org

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.orgWu, M., Sutton, R., Yan, X., Zhou, C., Chen, Y., Zhu, Z., & Han, B. (2013). Time Frame and Justice Motive: Future Perspective Moderates the Adaptive Function of General Belief in a Just World PLoS ONE, 8 (11) DOI: 10.1371/journal.pone.0080668

Cómo la causa de los trastornos mentales afecta a la empatía de psicólogos y psiquiatras

La idea de que la enfermedad mental está relacionada con anomalías cerebrales u otros factores biológicos es muy popular entre algunos pacientes; en su opinión, el que los trastornos mentales sean enfermedades con una causa orgánica ayudaría a desmitificar sus experiencias y dar legitimidad a sus síntomas. Sin embargo, los estudios muestran que las explicaciones biológicas pueden aumentar el estigma en el campo de la salud mental, fomentar una percepción pública de que las personas con enfermedades mentales son esencialmente diferentes, así como que sus problemas son permanentes. En un estudio reciente, investigadores de la Universidad de Yale (EEUU) han publicado nuevas hallazgos que sugieren que las explicaciones biológicas de los trastornos mentales conducirían a la reducción de la empatía de los profesionales de salud mental hacia los pacientes.

lookfordiagnosis.com
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A más de doscientos psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales se les presentaron viñetas en las que aparecían pacientes con trastornos tales como la fobia social, depresión o esquizofrenia. Una parte de las viñetas fueron acompañadas de explicaciones puramente biológicas centradas en factores genéticos y de la química cerebral, mientras que otras viñetas contenían explicaciones psicosociales, como una historia sobre intimidación o de duelo. A continuación, a estos psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales se les solicitó que informaran qué sentían hacia la viñeta.

Curiosamente, las viñetas que estuvieron acompañadas de una explicación biológica generaron menos sentimientos de empatía en cualquiera de los profesionales. Sin embargo, tanto las explicaciones biológicas y como las de tipo psicosocial provocaron niveles similares de angustia, indicando que los niveles menores de empatía en el primer caso no podían explicarse sólo porque las observaciones psicosociales sean más perturbadores. Además, los profesionales de salud mental señalaron que las explicaciones biológicas les eran poco útiles, desde el punto de vista clínico.

Los autores del estudio sugieren que las explicaciones biológicas provocan una empatía reducida debido a que tienen un efecto deshumanizador y les dan la impresión de que los problemas son permanentes. Los investigadores señalan que el enfoque biológico en la psicología y la psiquiatría ha ganado importancia en las últimas décadas, lo que a la vista de los resultados no deja de ser preocupante. Además señalan que una de las debilidades del estudio es la falta de una condición control sin explicación de referencia (ya que sin grupo control es difícil determinar si las explicaciones psicosociales aumentarían la empatía o si las explicaciones biológicas la redujeron per sé). Los investigadores sugieren que la falta de empatía se podría evitar si se transmitiera una idea más compleja que la explicación reduce a la biología como causa. Y es que «aun cuando la biología juega un papel importante, está en constante interacción con otros factores, y parece ser que las ‘anomalías’ biológicas no crean distinciones por sí mismas entre las personas con y sin trastornos mentales«.

Fuente: BPS Research Digest

Escrito por María Rueda

ResearchBlogging.org
Lebowitz MS, & Ahn WK (2014). Effects of biological explanations for mental disorders on clinicians’ empathy. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 111 (50), 17786-90 PMID: 25453068

Cómo te toca la música. Efectos sobre el cuerpo y la mente.

Todos los amantes de la música saben el tremendo poder que puede tener la música sobre sus pensamientos y emociones. Escuchar música puede ayudar a transformar un día ordinario en algo mágico; puede proporcionar consuelo, liberación, fuertes sensaciones y más. Diferentes investigaciones han documentado muchos de los efectos que la música tiene sobre nuestro cuerpo y mente, de los cuales recogemos aquí algunos de ellos:

Sentir escalofríos: ¿Has sentido alguna vez un escalofrío que te recorre la espalda     mientras escuchas música? De acuerdo con un estudio realizado por Nusbaum y Silvia (2010), más del 90% de nosotros los tenemos. Además, se observó que la intensidad depende de tu personalidad. Las personas que puntúan alto en apertura a la experiencia, una de las cinco dimensiones de personalidad, es muy probable que sientan más estos escalofríos musicales.

Music and the Mind
articles.latimes.com/ Jacob Thomas

La escucha activa amplifica los sentimientos de felicidad: En un estudio llevado a cabo por Ferguson y Sheldon (2013), los participantes que escucharon activamente música alegre experimentaron una mejora de su estado de ánimo significativamente superior que el de aquellos que escuchaban pasivamente la misma música. Esto sugiere que participar del proceso de escucha facilita adicionalmente el proceso de control emocional.

Cantar juntos nos une: Puesto que la música, tradicionalmente, ha constituido una actividad social, parece ser que ésta tendría un papel cohesionador y facilitaría el aprendizaje de interacción social. En un estudio con casi un millar de alumnos finlandeses que asistían a clases de música extraescolares, se encontró que estos estudiantes tenían una mayor satisfacción en el aula en las demás asignaturas (Eerola y Eerola, 2013). A las personas les resulta muy satisfactorio sincronizarse con otros al, por ejemplo, cantar en un coro. Eso aumenta la afiliación dentro del grupo e incluso puede hacer que las personas se gusten más.

Mejora las capacidades: Practicar un instrumento no sólo mejora las habilidades musicales, sino que también puede mejorar otras habilidades. Un estudio con niños y niñas de 8 a 11 años de edad se encontró que, los que tenían clases de música extra-curriculares, desarrollaron una mayor capacidad verbal y visual, en comparación con aquellos que no tenían formación musical (Forgeard et al., 2008). Esto demuestra que los beneficios de aprender un instrumento no son puramente musical, sino que se extienden en la cognición y la percepción visual.

Cuida tu corazón: … o por lo menos que puede ayudarte con el estrés y la ansiedad asociados a estar sometido a un tratamiento de las enfermedades coronarias. Una revisión de 23 estudios que abarcan casi 1.500 pacientes encontró que escuchar música reduce la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la ansiedad en los pacientes con enfermedad del corazón (Bradt y Dileo, 2009).

Los bebés han nacido para bailar: Los bebés de tan sólo cinco meses de edad responden rítmicamente a la música y parece que les resulta incluso más interesante que el habla. En este estudio, realizado por Zentner y Eerola (2010), 120 bebés de entre 5 y 24 meses espontáneamente bailaron diferentes tipos de música, observándose también que aquellos que fueron expuestos más tiempo, también sonrieron más.

Históricamente hemos despreciado el estudio científico de la música por haberla considerado algo poco relevante para el ser humano. Estos y otros muchos estudios muestran que la música es un estímulo realmente importante para el ser humano desde la más tierna infancia. ¡Al final acabaremos diciendo que es una de nuestras necesidades básicas!

Fuente: PsyBlog

Escrito por María Rueda 

El miedo…¿tan aterrador como lo pintan?

Foto extraída de www.exito-motivacion-y-superacionpersonal.com

Estos días pasados hemos celebrado Halloween, una fiesta que goza de gran popularidad y en donde jugamos con una de nuestras emociones  más potentes: el miedo. De este modo, miles de hogares y personas en el mundo se permiten, mediante disfraces elaborados y situaciones más o menos escalofriantes, disfrutar de ciertas dosis de miedo controlado y aceptado. Sin embargo, el miedo es una sensación que muchas veces hemos asociado a situaciones que implican cierto peligro, y que, en intensidades elevadas, pueden provocar respuestas cuyo objetivo busca asegurar nuestra supervivencia y frenar el impacto de lo que tanto estamos temiendo. Así, y a excepción de Halloween (u otras situaciones socialmente aceptadas, como los parques de atracciones), el miedo es considerado como algo desagradable y negativo, y cuyo máximo ejemplo de su poder incapacitante se encuentra en las situaciones donde la persona tiene miedo al miedo, tendiendo a huir o escapar del estímulo temido de manera generalizada, y limitando sus acciones al extremo para no encontrarse o experimentar temor.

Pero, ¿el miedo es algo intrínsecamente negativo? ¿Siempre está ligado a situaciones oscuras, monstruos sanguinarios o desgracias inminentes? No podemos olvidar que, como toda emoción, el miedo busca adaptarnos al miedo, y como ya hemos mencionado también, garantizarnos una supervivencia en una situación en la que se requieren decisiones inmediatas. Asimismo, nos marca el índice de peligrosidad, es nuestro termómetro del riesgo. Imaginemos un hombre que nunca tuviese miedo a nada, ¿Qué podría ocurrirle? ¿Estaría corriendo riesgos que podrían poner en peligro a él y su propio proyecto de vida?. El miedo puede ayudarnos a plantear soluciones de cómo estar a salvo, permitirnos reconocer las acciones necesarias para enfrentarnos a lo temido, y aprender a manejar una situación que antes veíamos como aterradora e inconcebible.

No obstante, esto es algo muy difícil y a veces implica grandes esfuerzos de la persona que tiene miedo. La persona huye de lo que teme (pongamos un jefe agresivo, el perro del vecino o incluso los pensamientos sobre una desgracia inminente) porque le supone un alivio, ya que creemos que nuestro miedo desaparece cuando desaparece lo que nos da tanto miedo. La persona cree que con eso desaparece su problema, pero, y si, efectivamente, al jefe le vieses todos los días, ¿sería efectivo correr al baño cada vez que entra por el pasillo? ¿Habría alguna forma de conseguir enfrentarse a él?

Lo primero es tener claro tus objetivos. No vas a dejar de presentarte a las reuniones  por tu jefe o salir al rellano porque el perro de tu vecino pueda enseñarte los dientes. Exponerte a su presencia y comprobar que puedes “aguantar” esa situación, comprobando que tras un periodo esa intensa sensación de miedo va disminuyendo, puede ser un comienzo.

Cambia tu lenguaje y tus pensamientos internos por otros más positivos, relacionados con tu capacidad. Visualízate llegando a cada objetivo, recreando en cómo te sentirías si lo consiguieras. Cuestiona los pensamientos negativos…¿por qué son más probables que los pensamientos negativos? ¿Es que nunca te comportaste de manera diferente?

Maneja tus propios recursos. Tu meta final se divide a su vez en multitud de metas más pequeñas, mucho más manejables y alcanzables. Céntrate en conseguir cada vez una, y no te plantees la siguiente hasta que no hayas conseguido la meta previa. Tu sentimiento de satisfacción irá en aumento.

Por último, aprende de la experiencia. Cada día puede ser una buena oportunidad para ir derribando miedos, para cambiar tu consideración hacia ellos. No anticipes, disfruta de cada paso porque cada uno te llevará al siguiente. Explora los resultados de tus acciones, comprueba si la realidad es distinta a como te la imaginaste. ¿Tiene algo que ver con lo que estás haciendo?

Recuerda: el miedo depende mucho de sí lo ves grande o pequeño respecto a ti, de si tú te ves grande o pequeño respecto a él. Todo es cuestión de tamaño, pero …. ¿quién dijo que eso era inmutable?. Y, sobre todo, ¿no dijimos que también el miedo te ayudaba a sobrevivir?

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: huffington Post, El País, Psychology Today, PsycCentral.

Depresión y serotonina: una relación no tan clara

Foto extraída de: elmundotlp.blogspot.com

Los fármacos Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS), como el Prozac, son conocidos popularmente como antidepresivos. Desde la comercialización masiva de este tipo de fármacos se considera que la depresión se debe a un desajuste de neurotransmisores en el cerebro en el cual hay un déficit de serotonina. El planteamiento es sencillo, elegante, es todo lo que nos gustaría que fuera un trastorno tan complejo como la depresión; ya que sería mucho más sencillo que las personas que lo sufren lograran superarlo. Sólo tiene un problema: que no está comprobado.

Por una parte, no podemos medir los niveles de serotonina en el cerebro, así que no podemos saber qué niveles son los “normales” y menos cuando hay un déficit. De hecho, ya en el año 1976 Asbert trató de comprobar esta hipótesis midiendo los niveles de 5-HIAA (un derivado de la serotonina en la médula espinal). Las personas con depresión deberían tener poca cantidad de esta sustancia, al haber poca serotonina. Lo que encontró fue algo sorprendente: tanto en el grupo con depresión como en el de control había un 50% con niveles medios, un 25% bajos y un 25% altos.

En otro famoso artículo a este respecto, publicado en 1994, Delgado sometió a un grupo de pacientes con depresión a una falta total de triptófano, necesario para sintetizar serotonina, con el fin de comprobar si los síntomas depresivos empeoraban. Sin embargo, no encontró una dirección clara de éstos; algunos pacientes mejoraban y otros empeoraban, descartando que la depresión se basara simplemente en una falta de serotonina.

Recientemente se ha publicado un último artículo (Angoa-Pérez et al 2014) que hace dudar de la hipótesis de que la depresión es únicamente causa de una falta de serotonina. Los investigadores modificaron genéticamente a algunos ratones para que no pudieran sintetizar esta sustancia, observaron sus comportamientos y lo que vieron no fueron conductas depresivas sino compulsivas y agresivas. Aún más, al someter a los roedores a situaciones continuadas de estrés, lo que suele derivar en depresión, encontraron que la proporción de ratones que la desarrollaban era la misma que en aquellos no modificados genéticamente.

Estos planteamientos no significan necesariamente que la serotonina no tenga nada que ver, sino simplemente que la explicación de cómo se produce la depresión no es tan sencilla. Además, cuando las explicaciones sobre las causas de la depresión son exclusivamente genéticas y bioquímicas es frecuente que las personas que la sufren tengan la sensación de que el pronóstico es peor, al menos cuando la biología parece que no pueda modificarse fácilmente.

La realidad es que no comprendemos con claridad los mecanismos por los que se produce la depresión, aunque parece que se podría definir como una causa multifactorial, tanto de la biología como de factores ambientales. Un planteamiento reduccionista puede llevarnos a entender este trastorno de forma excesivamente simple, limitando las oportunidades de tratamiento que pueden llevar a una recuperación de los pacientes que la sufren. Es posible recuperarse de la depresión, pero por proporcionar explicaciones simples (e inexactas) no necesariamente facilitaremos este proceso, tratemos los problemas con la complejidad que merecen para así ser mejor tratados.

Fuentes: psychcentral.com, medicalnewstoday.com, npr.org

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.orgAsberg M, Thorén P, Träskman L, Bertilsson L, & Ringberger V (1976). «Serotonin depression»–a biochemical subgroup within the affective disorders? Science (New York, N.Y.), 191 (4226), 478-80 PMID: 1246632

 
Angoa-Pérez M, Kane MJ, Briggs DI, Herrera-Mundo N, Sykes CE, Francescutti DM, & Kuhn DM (2014). Mice Genetically Depleted of Brain Serotonin Do Not Display a Depression-like Behavioral Phenotype. ACS chemical neuroscience PMID: 25089765

 
Delgado PL, Price LH, Miller HL, Salomon RM, Aghajanian GK, Heninger GR, & Charney DS (1994). Serotonin and the neurobiology of depression. Effects of tryptophan depletion in drug-free depressed patients. Archives of general psychiatry, 51 (11), 865-74 PMID: 7944875

Pequeñas costumbres que fomentan tu bienestar emocional (Comportamientos emocionalmente saludables II)

De la misma manera que cuidamos nuestra parte física adquiriendo hábitos saludables establecidos culturalmente, la parte mental o emocional no está tan presente en la cultura popular. Por eso quisimos resaltar en el anterior post algunos hábitos que podemos incorporar en nuestra vida cotidiana para cuidarnos de forma más global. Hoy queremos seguir en esta línea, sugiriendo de nuevo algunas formas de comportarnos que nos proporcionen una salud emocional más fuerte.

Aprende a pedir ayuda. Cuando nos preocupa nuestra salud mental, es primordial aprender a pedir ayuda. Esto no siempre ha de implicar la búsqueda de ayuda profesional, simplemente puede ser bueno que seas capaz de hablar de los temas que te angustian con alguien cercano, ser capaz de abrirte y poder explicar que lo estás pasando mal sin sentir vergüenza por ello. Muchas veces se tienen reticencias a hablar sobre problemas emocionales por miedo a que los demás nos consideren débiles o a que no les importen nuestros problemas, sin embargo, lograr reconocer nuestras debilidades es también lo que puede hacernos más resistentes y da a los demás también la posibilidad de abrirse ellos mismos. Puede haber un punto en el que realmente sintamos que nuestros problemas nos abruman y no podemos resolverlos por nosotros mismos y hay momentos en los que es necesario buscar ayuda profesional  para que te ayude a salir de ese mal momento.

Haz más las cosas que te hacen feliz. Es importante mantener en tu vida las cosas que te gusta hacer, siempre y cuando no sean perjudiciales para tu salud. Potenciar tus gustos hará que sientas inmediatamente una sensación de placer al programar momentos del día para realizarlos. Mientras haces cosas que te gustan, además, fomentas tu propia autonomía, te reafirmas en quién eres y, sobretodo, te das valor a ti mismo.

Establece objetivos vitales. Si no logras tener claras algunas metas u objetivos hacia los que quieres dirigirte, es posible que te sientas sobrepasado por una infinidad de opciones de forma que termines no siendo capaz de elegir ninguna de ellas. Esto causará estrés e inseguridad sobre tu propio rendimiento, ya sea en el plano profesional o en el personal. Marcar unos objetivos a largo plazo, permitiéndote disfrutar del camino que te puede llevar a ellos es una de las situaciones más difíciles de llevar a cabo, sin embargo, una vez has logrado clarificarlo, saber hacia dónde te diriges es una garantía para la protección de tu salud mental.

Escribe un diario. Si bien puede parecer que es una actividad propia de la infancia y adolescencia, se conoce que poner los sentimientos y pensamientos sobre el papel es un acto de expresión que puede ayudarnos a lidiar con los problemas que puedan surgirnos. Ha sido comprobado en repetidas ocasiones que el hecho de escribir los sucesos emocionales negativos hace que sean menos dañinos para las personas que los sufren. No es necesario que relates en él todo lo que te ocurre, puedes empezar simplemente apuntando algunos sucesos que te han sucedido y cómo te has sentido con ellos. De esta forma, no sólo es beneficioso por expresarnos emocionalmente, sino también porque nos ayudará a organizar nuestra vida mental, proporcionándonos cierta capacidad de control, así como de autoconocimiento.

Comunícate más. En la línea de la expresión emocional que se transmite cuando escribimos, es también importante aumentar nuestra comunicación con los demás si esta es escasa. Cuando nos convertimos en personas capaces de comunicar nuestros sentimientos, es menos probable que deriven en una situación patológica. Por sí mismo, el hecho de tener una red social positiva es considerado como un factor protector para problemas tanto mentales como físicos, así que alimentarla comunicándote será también una manera de crear una mejor calidad de vida y fomentar tu bienestar.

Todo lo que hemos mencionado anteriormente son simples sugerencias para fomentar un estado emocional que pueda protegerte ante las exigencias del ambiente y hacer que los problemas de la vida no se conviertan en barreras que no somos capaces de superar. Como se podrá observar, se podrían resumir en tres puntos; expresar emociones de forma sana con la gente que te importa, mantener el mayor equilibrio posible entre obligaciones y placeres y por último, caminar hacia tus valores vitales. De estos tres, se pueden elaborar muchas más actividades concretas para fomentar el bienestar emocional, ¿qué cosas hacéis para proteger vuestra salud mental? ¡No dejéis de hacerlas!

Fuente: psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Foto: enbuenasmanos.com

Hábitos cotidianos que protegen tu salud mental (Comportamientos emocionalmente saludables I)

Frecuentemente nos encontramos con consejos sobre lo que debemos hacer para mantener nuestro cuerpo sano; cuántas calorías hemos de consumir, cuál debe ser nuestro peso, cuánto ejercicio hacer… Sin embargo, parece más difícil crear costumbres que nos lleven a mejorar el estado de salud mental. Por ello, hoy queremos enumerar algunas prácticas que puedes llevar a cabo para proteger tu salud mental y encontrarte más fuerte emocionalmente.

Cuida tu cuerpo. El ya tópico mens sana in corpore sano ha de ser tenido siempre en cuenta si queremos proteger nuestra salud mental. Una mala alimentación hace que las sustancias que pueblan nuestro cuerpo, incluido nuestro cerebro, se encuentren poco equilibradas y crea ciertas respuestas cuasi “adictivas”. Esto provocará en nosotros una mayor vulnerabilidad ante la ansiedad o estados emocionales negativos. El ejercicio físico, por otra parte, libera en nosotros sustancias relacionadas con el placer que nos protegen frente al estrés diario. Además, comprometernos con unos hábitos físicos saludables y sentir nuestro cuerpo en mejor estado físico nos hace sentirnos más eficaces y produce efectos positivos sobre la autoestima.

Foto: aidsmap.com

Relájate más a menudo. Las jornadas laborales prolongadas, el cuidado de los hijos, el manejo de las tareas cotidianas… A lo largo del día puede parecer que no hay tiempo para más. Sin embargo, lograr establecer aunque sean 30 minutos al día para realizar alguna actividad que te relaje (puede ser tanto ejercicios de relajación como leer un libro, escuchar música, hacer calceta o puzles, lo que sea mejor para ti) tendrá efectos muy positivos sobre tu salud mental. En este breve tiempo lograrás que tus niveles generales de ansiedad y/o estrés disminuyan, de forma que podrás rendir con más eficacia en el resto de actividades que inundan tu día y además con menor sufrimiento.

Haz un voluntariado. Implicarte en alguna actividad voluntaria que sintonice con tus gustos tendrá también efectos positivos sobre tu salud mental. Diversos estudios científicos han observado que el hecho de participar en acciones altruistas potencia la autoestima y una mayor satisfacción con la vida. Además, realizar alguna actividad diferente, fuera de las obligaciones, puede distraer tu mente de las preocupaciones que te atenazan a diario y proporcionar un soplo de aire fresco ante los pensamientos negativos y persistentes que en ocasiones pueden presentarse.

Rodéate de personas positivas. Si tu familia y amigos tienden a señalar y prestar más atención a las cosas negativas, es normal que tu tendencia sea a mirar también el mundo de esta forma. No sólo esto, si has tomado conciencia de esta tendencia y preferirías cambiarla, puede ser especialmente complicado cuando en tu red social se resalta esta forma de ver lo que nos ocurre. No olvides que entre las personas que forman parte de nuestra vida se tiende a producir un efecto de contagio emocional y permanecer rodeado de personas que puedan afrontar la vida de una forma más optimista tendrá sobre ti efectos beneficiosos, lograrás centrar tu atención en el lado más positivo de los acontecimientos vitales. Esto no quiere decir que dejes de relacionarte con la gente que quieres cuando estén en un momento vital más negativo, en el que por un tiempo se encuentren más abatidos, simplemente, trata de que la suma de actitudes que te rodean tiendan a proporcionarte más puntos de vista positivos.

Estas son sólo algunas opciones de hábitos que te puedan aumentar tu bienestar emocional, las formas de hacerlo pueden ser muchas. La semana que viene os mostraremos otras costumbres para incluir en vuestro día a día que fomenten un mejor estado de salud mental y aumenten la capacidad de afrontamiento ante acontecimientos vitales dolorosos.

Fuente: psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

El dolor emocional: los efectos de la tristeza sobre el cuerpo

¿Alguna vez has sentido el dolor de ser rechazado? ¿Esa punzada cuando sufres un desamor? ¿Cuándo te has sentido aislado de un grupo?

Fotografía extraída de brujulacuidador.com

La forma en la que culturalmente concebimos la razón separada de la emoción lleva en algunas ocasiones a una desconexión de los procesos que producen el dolor físico y de los del dolor emocional.  El primero de ellos será generado por un daño tisular o por una enfermedad, el segundo parece ser algo más místico, sólo descrito en las canciones y la literatura. En esta forma de concebir el mundo, parece que el dolor físico tiene más de realidad que el dolor emocional.

Sin embargo, la investigación en psicología puede dar lugar a una nueva forma de plantearnos cómo funciona el dolor emocional. El hecho de que las manifestaciones culturales a lo largo de los siglos hayan dado lugar a símiles entre lo que se siente cuando sufrimos dolor emocional y físico no es pura casualidad, parece que ambos son muy similares, al menos en la realidad de nuestra representación neural.

En un estudio de revisión realizado por Esther Meerwijk, de la Universidad de California, se concluye que los circuitos cerebrales de ambos tipos de dolor se solapan. Tal y como se muestra en otra investigación (Smith, 2011) esto no sólo ocurre en las áreas cerebrales relacionadas con el componente puramente afectivo del dolor, sino también en las zonas relacionadas con la percepción somática del mismo.

¿Por qué podría ocurrir esto? Aunque tenemos cierta tendencia a rechazar la “veracidad” del mundo emocional, desde la lógica del dolor, cuya función es evitar peligros posibles, evolutivamente el hecho de ser rechazado socialmente puede resultar igual de peligroso para nuestra vida que una enfermedad o una herida en nuestro cuerpo.

Pero el dolor no es el único síntoma físico de la soledad. También afecta a la percepción de la temperatura, hecho que en ocasiones se representa en la cultura, con analogías sobre la fría soledad o el calor del acompañamiento. Cuando en los experimentos se provoca o invoca una sensación de rechazo y aislamiento, los participantes estiman que la temperatura de la habitación es menor y eligen comer y beber productos calientes. Esta relación aún va más allá, puesto que la propia temperatura corporal baja, no sólo nos parece frío exterior.

Pero la forma en que la emoción producida por sentirse aislado o rechazado afecta a nuestro cuerpo no termina ahí. Se comprobó que las personas que se percibían solas y aisladas tienen también una respuesta especial a nivel de expresión génica. Se aumenta en ellas la activación de vías proinflamatorias, motivo por el cual tienden a ser más propensas a desarrollar enfermedades relacionadas con la inflamación. Además, cuando se trata de investigar la relación entre aislamiento y enfermedad, el sistema inmune se ve también afectado, siendo menos capaz de responder a enfermedades como el resfriado común o la gripe.

Las formas en las que se sufre el dolor del rechazo, la soledad, la tristeza, en ocasiones nos resultan tan íntimas que podemos mantenerlas ocultas y nos hacen sentir vergüenza. En ningún caso trataríamos de ocultar de la misma manera las heridas o una enfermedad puramente física. Quizá un primer paso será concebirlas como procesos de la misma utilidad, para así poder mostrarlas y pedir ayuda de la misma forma.

 

ResearchBlogging.orgCole, S., Hawkley, L., Arevalo, J., Sung, C., Rose, R., & Cacioppo, J. (2007). Social regulation of gene expression in human leukocytes Genome Biology, 8 (9) DOI: 10.1186/gb-2007-8-9-r189

Ijzerman H, Gallucci M, Pouw WT, Weiβgerber SC, Van Doesum NJ, & Williams KD (2012). Cold-blooded loneliness: social exclusion leads to lower skin temperatures. Acta psychologica, 140 (3), 283-8 PMID: 22717422

Kross E, Berman MG, Mischel W, Smith EE, & Wager TD (2011). Social rejection shares somatosensory representations with physical pain. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 108 (15), 6270-5 PMID: 21444827

Meerwijk EL, Ford JM, & Weiss SJ (2013). Brain regions associated with psychological pain: implications for a neural network and its relationship to physical pain. Brain imaging and behavior, 7 (1), 1-14 PMID: 22660945

 

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

 

Hijos perfectos, niños tristes. Seis pautas para suavizar el perfeccionismo en tus hijos.

Cuando hablamos de perfeccionismo nos viene a la mente un mundo adulto repleto de exigencias laborales y se nos hace complejo imaginar un niño o una niña “perfeccionista”. Si hablamos de un niño que tras hacer un dibujo arruga el folio porque no es todo lo bonito que le gustaría, nos suena más ¿no? A menudo, más de lo que me gustaría, me encuentro con niños que arrugan sus dibujos, se enfadan y finalmente acaban dándose por vencidos.

A veces los padres observan cómo sus pequeños se muestran inflexibles y se marcan altos estándares, se quejan de que sus hijos posponen las cosas, no quieren sentarse a hacer los deberes, o todo lo contrario. El perfeccionismo es una característica muy valorada en nuestra sociedad, pero los extremos no son buenos y en el punto medio está la virtud. Crear un ambiente familiar que genere la oportunidad de experimentar un equilibrio es esencial para los niños, siendo el ejemplo de los padres imprescindible. Aquí os damos algunos consejos para moderar el perfeccionismo dañino:

  • Lenguaje y actitud. Los adultos son siempre un modelo de comportamiento y “pensamiento” para los hijos. La forma en que los padres reaccionan ante la adversidad y verbalizan sus sentimientos es un ejemplo de afrontamiento para ellos. A menudo los adultos verbalizan de forma absoluta y negativa las dificultades con las que se encuentran como “he cometido un error en el trabajo, todo es horrible, me quiero morir”. Cuando algo no resulta como deseas, decir algo como: «He trabajado mucho y he disfrutado haciéndolo. Estoy satisfecho con mi esfuerzo”; no tiene que ser perfecto. Del mismo modo, cuando tu hijo hace algo bien, en lugar de decir “está perfecto”, puedes decir, “¡qué bien! Veo que estás orgulloso de tu trabajo”. Intenta darte cuenta de cuándo estás siendo negativo y así encontrarás la alternativa y la manera positiva de expresar tus frustraciones, y ayudar a tu hijo a hacer lo mismo.
  • Expectativas: Cuando Laura les entrega a sus padres el boletín de notas repleta de sobresalientes y un notable, los padres dicen “bien Laura, esperemos que la próxima vez todo sean sobresalientes”. Puede que Laura piense “tengo que conseguir tener todo sobresalientes para que mis padres estén contentos”. Los niños necesitan saber que el amor de sus padres es incondicional y que ellos valoran sus esfuerzos. Si bien es cierto que debemos animarles a continuar y seguir esforzándose, los niños deben entender que los sobresalientes no son fundamentales y que lo importante es que amen aquello que hacen.
  • Talentos. Es maravilloso cuando los niños tienen un talento y desean desarrollarlo. Celebra sus éxitos, pero no los exageres. Como te comentamos hace unas semanas, esto puede conducir a que dependan de tu alabanza para sentirse bien consigo mismos. Además, ellos mismos pueden centrarse en el paso equivocado que dieron en la actuación de ballet o la mancha de pintura que hicieron al salirse de la rayita. No infravaloremos sus preocupaciones, minimizando la situación no se va a resolver la angustia de tu hijo. Cuando están molestos, reconoce sus sentimientos y valídalos. Más tarde, se puede hablar de los aspectos positivos de la situación y enseñarles cómo hacer frente a los negativos.
  • Oportunidades para triunfar y fallar. Cuando los niños son perfeccionistas, se resisten a cometer errores por miedo a ser juzgados o rechazados por los demás. A través del juego, ellos pueden aprender a divertirse incluso cuando pierden. Facilita que ganen y pierdan alternativamente. A medida que tus hijos van creciendo, busca oportunidades para que tengan éxito y prepararles para fallar. Háblales acerca de las personas que admiran y como también cometen errores. Léeles sus historias sobre cómo aprendieron a sobrellevar la situación. Así aprenderán a ver sus propios errores y aceptarlos. Se trata de generar un modelo de auto-compasión y tolerancia.
  • Enséñales a centrarse en el proceso, más que en el resultado final.
  • Conecta con tus hijos. Platón dijo una vez: «Usted puede descubrir más sobre una persona en una hora de juego que en un año de conversación.» Jugar y hacer algo que tus niños disfruten y pasar el rato con ellos es una oportunidad para que puedas entrar en su mundo, y para ellos saber que te importan y les comprendes. Escuchando a tus hijos adolescentes hablar de sus tensiones y temores no tiene precio. Al mantener una buena conexión emocional con tu hijo perfeccionista puede hacer que las cosas vayan más fluidas en los momentos difíciles. Tu amor incondicional y verdadero interés ayudarán a tus hijos en los momentos de tempestad, pues sabrán que tienen cerca un ancla.

En el momento en que tus hijos están preparados para aceptar el fracaso, darán valor sus éxitos. Paso a paso, van a aprender que no se puede ganar todo el tiempo. Cuanto antes aprendan esto, más felices estarán. Cuando son capaces de reírse y se levantan después de una caída, sabrás que están en el camino para disfrutar de la vida a pesar de la humana imperfección.

Fuente: PsychCentral.com

Escrito por María Rueda