Tradicionalmente desde la psicología hemos estudiado el efecto que tienen las emociones sobre los comportamientos en el ser humano, ya que es aquí donde más plenamente se manifiestan. Por ello, actualmente es bastante conocido el hecho de que sentir diferentes estados emocionales es señal de que hay alguna necesidad que no estamos cubriendo, por ello la principal función de éstas es ponernos en marcha para lograr eso que nos falta o eliminar aquello que no nos conviene.
Más recientemente, se ha comenzado a estudiar cómo estos estados emocionales modifican también nuestra percepción del mundo. En general, se ha observado que un estado emocional proporciona en nosotros una coherencia con lo que percibimos. Esto significa que si estamos tristes tenderemos a atender más a estímulos negativos, o a recordar con mayor probabilidad los acontecimientos negativos que los positivos. Si estamos estresados, o algo nos causa miedo, es más probable que veamos los peligros y amenazas que tenemos delante.
Sin embargo, estas percepciones han sido estudiadas principalmente mediante los sentidos de la vista o el oído, no tomando demasiado en cuenta otras formas de conectar con el mundo, ya que son menos relevantes para el ser humano, como son el tacto o bien el gusto. Actualmente se está comenzando a ampliar el campo de estudio de las emociones con respecto a estos sentidos, del mismo modo que comenzamos a incluir el estudio de una emoción tan importante para el ser humano como es el asco, tradicionalmente poco investigada.
Entre estos nuevos escenarios para la investigación, el estudio de la percepción del sabor ha dado lugar a un curioso estudio en la Universidad de Cornell. En ella, los investigadores querían comprobar si los estados emocionales podían alterar la percepción de los sabores. Para ello, sólo utilizaron los sabores dulce, amargo, salado y ácido, así como un estado emocional positivo o negativo.
Una parte importante de esta investigación consistía en elicitar los estados emocionales de los participantes de forma natural, puesto que eran inducidos por la victoria o derrota de su equipo de hockey. Ya ha sido demostrado por la ciencia (aunque por sentido común, ya sabíamos esto) que para los aficionados al deporte el que su equipo gane o pierda induce emociones positivas o negativas, respectivamente.
Lo que encontraron tiene mucho que ver con la coherencia emocional, pero en esta ocasión aplicada al sentido del gusto. Aunque en general, el sabor dulce gustaba más que el ácido, esto se encontraba más resaltado cuando su equipo había perdido. Cuando el equipo se había alzado con la victoria, los participantes del experimento eran más tolerantes con sabores naturalmente poco agradables, como es el sabor ácido. Sin embargo, cuando habían perdido, parece que la percepción de la acidez se hacía aún más ácida, dando lugar a un mayor rechazo.
De este modo, los estados emocionales negativos, de acuerdo con lo anteriormente comentado sobre la coherencia emocional, incrementarían los sabores “negativos”. Aún siendo estos resultados bastante preliminares, esta información nos da muchas pistas sobre temas tan serios como la influencia del estado de ánimo en los trastornos de la conducta alimentaria, como probablemente un estado emocional negativo está generando también cierto efecto sobre la pura percepción de los sabores en las personas que los padecen y ejerciendo a este respecto también una influencia sobre el proceso de recuperación. Esta investigación también nos permite entender con más profundidad el funcionamiento de otros eventos más triviales: el efecto “comer helado en tu sofá, en pijama, cuando has sufrido algún tipo de fracaso”.
Constantemente surgen nuevos resultados provenientes de investigaciones sobre la emoción, de la que aún desconocemos mucho, si atendemos a los distintos avances, cada vez podremos entender mejor el complejo e intrincado resultado de las mismas.
Fuente news.cornell.edu
Noel C, & Dando R (2015). The effect of emotional state on taste perception. Appetite, 95, 89-95 PMID: 26122754
Escrito por Lara Pacheco Cuevas