Hijos perfectos, niños tristes. Seis pautas para suavizar el perfeccionismo en tus hijos.

Cuando hablamos de perfeccionismo nos viene a la mente un mundo adulto repleto de exigencias laborales y se nos hace complejo imaginar un niño o una niña “perfeccionista”. Si hablamos de un niño que tras hacer un dibujo arruga el folio porque no es todo lo bonito que le gustaría, nos suena más ¿no? A menudo, más de lo que me gustaría, me encuentro con niños que arrugan sus dibujos, se enfadan y finalmente acaban dándose por vencidos.

A veces los padres observan cómo sus pequeños se muestran inflexibles y se marcan altos estándares, se quejan de que sus hijos posponen las cosas, no quieren sentarse a hacer los deberes, o todo lo contrario. El perfeccionismo es una característica muy valorada en nuestra sociedad, pero los extremos no son buenos y en el punto medio está la virtud. Crear un ambiente familiar que genere la oportunidad de experimentar un equilibrio es esencial para los niños, siendo el ejemplo de los padres imprescindible. Aquí os damos algunos consejos para moderar el perfeccionismo dañino:

  • Lenguaje y actitud. Los adultos son siempre un modelo de comportamiento y “pensamiento” para los hijos. La forma en que los padres reaccionan ante la adversidad y verbalizan sus sentimientos es un ejemplo de afrontamiento para ellos. A menudo los adultos verbalizan de forma absoluta y negativa las dificultades con las que se encuentran como “he cometido un error en el trabajo, todo es horrible, me quiero morir”. Cuando algo no resulta como deseas, decir algo como: «He trabajado mucho y he disfrutado haciéndolo. Estoy satisfecho con mi esfuerzo”; no tiene que ser perfecto. Del mismo modo, cuando tu hijo hace algo bien, en lugar de decir “está perfecto”, puedes decir, “¡qué bien! Veo que estás orgulloso de tu trabajo”. Intenta darte cuenta de cuándo estás siendo negativo y así encontrarás la alternativa y la manera positiva de expresar tus frustraciones, y ayudar a tu hijo a hacer lo mismo.
  • Expectativas: Cuando Laura les entrega a sus padres el boletín de notas repleta de sobresalientes y un notable, los padres dicen “bien Laura, esperemos que la próxima vez todo sean sobresalientes”. Puede que Laura piense “tengo que conseguir tener todo sobresalientes para que mis padres estén contentos”. Los niños necesitan saber que el amor de sus padres es incondicional y que ellos valoran sus esfuerzos. Si bien es cierto que debemos animarles a continuar y seguir esforzándose, los niños deben entender que los sobresalientes no son fundamentales y que lo importante es que amen aquello que hacen.
  • Talentos. Es maravilloso cuando los niños tienen un talento y desean desarrollarlo. Celebra sus éxitos, pero no los exageres. Como te comentamos hace unas semanas, esto puede conducir a que dependan de tu alabanza para sentirse bien consigo mismos. Además, ellos mismos pueden centrarse en el paso equivocado que dieron en la actuación de ballet o la mancha de pintura que hicieron al salirse de la rayita. No infravaloremos sus preocupaciones, minimizando la situación no se va a resolver la angustia de tu hijo. Cuando están molestos, reconoce sus sentimientos y valídalos. Más tarde, se puede hablar de los aspectos positivos de la situación y enseñarles cómo hacer frente a los negativos.
  • Oportunidades para triunfar y fallar. Cuando los niños son perfeccionistas, se resisten a cometer errores por miedo a ser juzgados o rechazados por los demás. A través del juego, ellos pueden aprender a divertirse incluso cuando pierden. Facilita que ganen y pierdan alternativamente. A medida que tus hijos van creciendo, busca oportunidades para que tengan éxito y prepararles para fallar. Háblales acerca de las personas que admiran y como también cometen errores. Léeles sus historias sobre cómo aprendieron a sobrellevar la situación. Así aprenderán a ver sus propios errores y aceptarlos. Se trata de generar un modelo de auto-compasión y tolerancia.
  • Enséñales a centrarse en el proceso, más que en el resultado final.
  • Conecta con tus hijos. Platón dijo una vez: «Usted puede descubrir más sobre una persona en una hora de juego que en un año de conversación.» Jugar y hacer algo que tus niños disfruten y pasar el rato con ellos es una oportunidad para que puedas entrar en su mundo, y para ellos saber que te importan y les comprendes. Escuchando a tus hijos adolescentes hablar de sus tensiones y temores no tiene precio. Al mantener una buena conexión emocional con tu hijo perfeccionista puede hacer que las cosas vayan más fluidas en los momentos difíciles. Tu amor incondicional y verdadero interés ayudarán a tus hijos en los momentos de tempestad, pues sabrán que tienen cerca un ancla.

En el momento en que tus hijos están preparados para aceptar el fracaso, darán valor sus éxitos. Paso a paso, van a aprender que no se puede ganar todo el tiempo. Cuanto antes aprendan esto, más felices estarán. Cuando son capaces de reírse y se levantan después de una caída, sabrás que están en el camino para disfrutar de la vida a pesar de la humana imperfección.

Fuente: PsychCentral.com

Escrito por María Rueda

 

Los peligros del perfeccionismo

Al pensar en una persona que deja las tareas para el último día o que aplaza lo que debe hacer constantemente, puede parecer en principio un vago al que no le importan demasiado las cosas. ¿Es esto siempre así? El postergar las tareas (procrastinar si usamos el anglicismo) es bastante frecuente y en muchos casos se convierte en una manera de hacer las cosas que puede producir altos niveles de ansiedad, además de sentimientos de ineficacia y culpabilidad.

De hecho, un postergador crónico en muchas ocasiones no es una persona a la que no le importe su trabajo o carrera, sino todo lo contrario. Una persona muy perfeccionista puede convertirse en un gran postergador. Cuando se trata de alcanzar los estándares excesivamente elevados que un perfeccionista tiene de sí mismo, puede ver la tarea como inabarcable y el miedo al fracaso le puede paralizar.

La unión de perfeccionismo y postergación es una combinación que ataca a la autoestima, a la autoeficacia y en general, al bienestar de una persona.

Si tienes este problema, algunos pequeños cambios en tu mentalidad pueden economizar tus esfuerzos por ser bueno en lo que haces y lograrán que la postergación y su consiguiente ansiedad se reduzcan.

Divide un gran proyecto en pequeñas tareas. Proponte fechas de finalización para cada una de estas pequeñas partes. Lograr terminar estas pequeñas metas ya es un gran esfuerzo, así que permítete pequeños premios por el trabajo realizado. ¡Y no vuelvas a revisar las partes terminadas!

– Modifica tu habla interna hacia lo que “podrías” hacer en lugar de lo que “deberías” hacer.

Prioriza las diferentes actividades. Aunque es una actitud loable el querer hacerlo todo perfecto, la cruda realidad es que no es posible abarcar esta meta. Organiza las tareas que más te importan o que son más necesarias para invertir en ellas todo tu potencial. Las tareas que sean menos importantes para ti puedes simplemente hacerlas sin que el resultado alcance los más altos estándares.

El perfeccionismo es una gran cualidad, no dejes que se convierta en tu peor enemigo.

 

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas