Cosas que es mejor no decir: frases a evitar en la comunicación con tus hijos

Todos aquellos que son padres o madres se han visto alguna vez en la situación en la que aun habiendo dicho que “no” se encuentran sumidos en una discusión con su hijo o hija. Si a esto le añadimos un contexto en el que estamos cansados después de estar todo el día fuera de casa trabajando, es de entender que por nuestra boca se escapen frases que en frío sabemos que no deberíamos decir.

A pesar de que puede ser increíblemente difícil elegir nuestras palabras con cuidado en estos momentos, lo que decimos tiene un impacto significativo en nuestros hijos, sobre todo cuando se repite con regularidad. Si esas palabras habitualmente son duras o culpabilizadoras, se aumentan dramáticamente las probabilidades de que la relación con nuestros hijos sea complicada.

Aquí os mostramos tres cosas que debemos evitar decir a nuestros hijos:

  1. «Me estás volviendo loco/a!» Esta frase, y otras por el estilo, utilizan la culpa para motivar a nuestro hijo a cambiar su comportamiento. Sí, podemos sentir que nuestros hijos nos están impulsando a la pérdida de la cordura en ese momento, pero no es necesario que le informemos a ellos de esto. De hecho, expresar nuestros sentimientos de esta manera dramática y sin filtro puede empeorar la situación actual, y con el tiempo, generar un impacto negativo en la comunicación y relación. Además, estamos transmitiendo a nuestros hijos la idea de que son responsables de los sentimientos de las otras personas, algo que fomenta la baja autoestima y la ansiedad.
  1. «¿Por qué eres así?»  Al igual que con la primera frase que culpabilizaba, esta frase promueve la vergüenza para el cambio de comportamiento. Busca atribuir a un estado interno del niño la explicación a un acontecimiento, en lugar de reconocer que todas las situaciones son un producto complejo de muchos elementos, incluyendo nuestras propias percepciones, estados de ánimo, experiencias previas y expectativas. Por ejemplo, si sorprendes a tu hijo de cinco años de edad cortando en trozos su camisa favorita, podrías decir ¿por qué eres así? Pero está bien parar un momento y recordar que, sea cual sea la situación, las acciones de tu hijo son casi siempre un intento de satisfacer una necesidad percibida, como tu atención, o aprender información del medio y conocer dónde están los límites (qué pasa si hago X?), o simplemente necesitaba un poco de tela para su collage. Esto no quiere decir que no haya que censurar las acciones, consiste en no transmitir a los niños la idea de que son defectuosos y no centrar la atención en lo que está mal en ellos como personas, sino en lo que pueden hacer de manera diferente en el futuro para conseguir un resultado más positivo. Una vez más, debemos focalizarnos en los hechos concretos.
  1. «¡Si no haces X…, te vas a enterar!» Esta frase, y otras del estilo, utilizan el miedo para motivar al cambio. Debemos tener en cuenta de que estamos educando futuros adultos a los que dotamos de estrategias para su vida independiente. A través de nosotros, con nuestro ejemplo, les enseñamos que para conseguir lo que quieren es legítimo hacerlo a través de la intimidación. Por otra parte, este tipo de frases, es probable que con el tiempo erosionen la confianza y el respeto en la relación con nuestros hijos.

Lo que tienen en común estos tres ejemplos de frases “evitables” es que centran la atención en el niño como un todo, en lugar de en su comportamiento. En casi todas las situaciones, el problema en cuestión es lo que dijo el niño y/o hizo, y esto es lo que debe ser abordado. El uso de la vergüenza, la culpa o el miedo finalmente será contraproducente porque estas estrategias no se centran en el problema real (comportamiento), sino que expresan que el problema es tu hijo.

Podemos enseñar a los niños y adolescentes que su comportamiento es una opción, y debemos enfatizar que pueden aprender a tomar mejores decisiones. Hacer una mala elección no significa que sea una mala persona, significa que se ha equivocado y necesita más práctica y entrenamiento para hacerlo mejor la próxima vez.

Así que, ¿qué podemos decir en esos momentos difíciles con el fin de ayudar a nuestros niños a aprender a elegir mejor su comportamiento? Aquí os dejamos algunas alternativas de frases que podéis emplear en lugar de las “evitables”: «No me gusta este comportamiento, …”, «No me gusta cuando…». Y lo más importante, después de eso, asegúrate de decirles por qué su comportamiento no es aceptable, y no olvides mostrarles qué podrían hacer diferente la próxima vez. Ayúdales a generar alternativas.


Fuente: psychologytoday.com

Escrito por María Rueda Extremera

Pautas para educar mejor a los niñ@s con TDAH (y a todos los demás)

Tratar con un niño con TDA-H puede ser muy difícil. Estos niños muestran conductas a veces difíciles de manejar que requieren límites y normas concretas. A veces, es muy frustrante y requiere grandes dosis de paciencia. Los niños con TDA-H necesitan disciplina muy firme y coherente con el fin de permitirles aprender nuevos comportamientos. Aquí os facilitamos breves consejos que como podréis ver son extrapolables al cuidado y educación de cualquier niño, algo que hace pensar sobre la naturaleza de algunos trastornos mentales.

psicoglobalia.com

Asegúrese de que tiene un conjunto de reglas y expectativas claras y consistentes. Los niños con TDA-H no se darán cuenta de las sutilezas de las cosas que necesitan saber. Comunica exactamente lo que esperas, sé conciso y claro. Escribe una lista de reglas en términos sencillos y cuélgala en la nevera.

Los niños con TDA-H buscan la atención del adulto, ya sea ésta buena o mala. Así que asegúrate de prestarles atención a los  buenos comportamientos. Elogia y refuerza lo que hacen bien. Por ejemplo, puedes poner en marcha un sistema de fichas con el que pueden obtener puntos por llevar a cabo determinados comportamientos correctamente y así finalmente obtener un premio. Intenta ser razonable y coherente con la concesión y la eliminación de puntos.

Mantén la calma. Usa un tono firme de voz suave, no grites y trata de no perder el control. Utiliza el menor número de palabras posible al dar instrucciones. Cuanta más información innecesaria demos, menos van a recordar.

Deporte y actividades extraescolares. Tener actividades donde poder descargar la energía y divertirse mejora algunas de las dificultades a las que se enfrentan los niños con problemas de hiperactividad. Una buena combinación puede ser un deporte 3-4 días a la semana y los días restantes anímale a mantenerse activos yendo a jugar al parque, montando en el columpio o en la bicicleta…

No pases por alto ni obvies el mal comportamiento porque el niño tiene TDA-H. Los niños con TDA-H necesitan más disciplina que los niños promedio, no menos. Si pasamos por alto el comportamiento, éste puede intensificarse. Los niños con TDA-H son impulsivos y no tienen en consideración las consecuencias de sus acciones. Es muy importante que les enseñemos estas consecuencias y que interioricen una serie de autoinstrucciones que les ayuden a anticipar.

Recuerda que los niños con TDA-H no son conscientes de que han hecho algo malo; necesitan de los adultos para ayudarles a ver esto. Es difícil para ellos ver más allá de las consecuencias inmediatas de su acción, pueden golpear a otro niño sin pensar en el daño producido. Necesitan que los adultos les recuerden las consecuencias. Adviérteles qué posibles consecuencias tendrán sus actos. Al carecer de fronteras interiores, dependen de los adultos para proporcionar límites externos más consistentes. A menudo pondrán a prueba los límites para asegurarse de que éstos son firmes.

Dale alternativas. No te limites en señalar el mal comportamiento, ayúdales a ver la alternativa, lo que deberían estar haciendo.

El tiempo de fuera puede ser el castigo más eficaz para un niño con TDA-H. Se puede aplicar de inmediato para ayudarles a ver la conexión con sus acciones. Privarles momentáneamente de la situación en la que se están desbordando puede ser muy eficaz. Esto no significa que los enviemos a su habitación, ya que la mayoría se distraerá con sus juguetes y olvidarán que han sido castigados y porqué.

Y lo que es más importante, asegúrate de que el niño sepa que le quieres y aceptas tal y como es, que le quieres incondicionalmente, pues el amor nunca es moneda de cambio.

Fuente: wikihow.com

Escrito por María Rueda Extremera

 

El efecto de las experiencias de maltrato y bullying en el cerebro

La violencia tiene un gran impacto en el desarrollo y genera heridas cuya curación se hace compleja; sufrimientos presentes que son eco de aquellos episodios de gran intensidad en la infancia. Vivencias tales como ser acosado e instigado física y/o verbalmente por los iguales tiene a menudo consecuencias para la salud mental del niño y futuro adulto. Pero ¿qué ocurre a nivel biológico en estas personas? Diferentes investigaciones tratan de conocer cuáles son las consecuencias de la exposición a la violencia en la infancia para la salud física y psicológica. Entre los efectos relacionados con la experiencia de haber sufrido bullying (intimidación, acoso y maltrato entre iguales) o maltrato (generalmente en el entorno familiar) están las modificaciones en estructuras cerebrales. Pues las experiencias y vivencias moldean nuestra biología, y esto no es más que la otra cara de la misma moneda de aquello que dijo Ramón y Cajal: Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro.

spiritofadventuring.wordpress.com

Un equipo de la Universidad de Ottawa, dirigido por la psicóloga Tracy Vaillancourt, ha llevado a cabo una serie de estudios que han revelado niveles de cortisol, la hormona del estrés, significativamente diferentes entre aquellos niños y niñas que han sufrido bullying en comparación con los que no han tenido episodios de intimidación y acoso. También observaron que los adolescentes que han sufrido acoso obtuvieron puntuaciones menores en las pruebas de memoria verbal que sus compañeros, lo que sugiere que los niveles de cortisol anormales podrían estar afectando a las neuronas del hipocampo, lo que conllevaría problemas de memoria. Como parte de un estudio en curso a largo plazo, la doctora Vaillancourt ha seguido la evolución de cerca de algunos adolescentes intimidados evaluando su funcionamiento cognitivo y escaneando sus cerebros cada 6 meses, con el objetivo de evidenciar los citados daños en el hipocampo.

En un estudio previo, el neurocientífico Martin Teicher escaneó los cerebros de 63 adultos jóvenes, como parte de un estudio sobre la victimización verbal. Teicher encontró que en aquellos habían sido víctimas de intimidación verbal, había ciertas anomalías en el cuerpo calloso. Esta región del cerebro consiste en un haz de fibras que conectan los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro y es conocido por ser importante en el procesamiento visual y la memoria. Se encontró que las fibras del cuerpo calloso de los sujetos acosados poseían un menor revestimiento de mielina, la cual mejora la comunicación entre las células cerebrales. Los autores sugieren que estas anomalías cerebrales pueden hacer que sea difícil para las víctimas procesar lo que está sucediendo en el entorno y responder apropiadamente. También podría explicar algunas de las deficiencias cognitivas asociadas con el padecimiento del acoso y maltrato entre iguales – la mala memoria, atención y concentración – e incluso podría correlacionar con la ansiedad, la depresión y los pensamientos suicidas experimentados por muchas víctimas.

Otra expresión de la violencia en la niñez y adolescencia es el maltrato infantil, cuyo impacto en la neurobiología se ha explorado en diversos estudios. En un reciente estudio, el equipo de la doctora Katya Rubia encontró que los participantes que habían estado expuestos a maltrato en su infancia mostraron un menor volumen de materia gris en varias zonas del cerebro, señalando que el maltrato infantil actúa como un estresor grave que produce una cascada de cambios fisiológicos y neurobiológicos que conducen a la generación de alteraciones en la estructura del cerebro. Las anomalías más consistentes fueron encontrados en la corteza prefrontal ventrolateral y regiones límbico-temporales, que muestran signos de desarrollo tardío.

Un estudio de 2011 de investigadores de la Universidad College de Londres demostró que los niños expuestos a la violencia familiar tienen los mismos patrones de actividad cerebral que los soldados expuestos al combate, registrando una sobreactivación de la ínsula anterior y la amígdala, regiones cerebrales asociadas con la detección de amenazas, resultados similares a los obtenidos en estudios con los veteranos de guerra. Estas áreas también están asociados con los trastornos de ansiedad, así que esto podría explicar por qué los niños maltratados tienen un mayor riesgo de problemas de ansiedad en la edad adulta.

La exposición a la violencia en la familia o en la escuela no son las únicas experiencias perniciosas que pueden influir en el desarrollo del cerebro, pero son un buen ejemplo de cómo nuestra biografía tiene una clara influencia en nuestra biología. Por ese mismo motivo no debemos caer en la desesperanza y el determinismo. Al igual que las malas experiencias esculpen nuestro cerebro, las buenas hacen lo propio. El pasado no se puede borrar, pero siempre podremos cambiar el cómo nos relacionamos con él, y especialmente cómo vivimos el presente y construimos el futuro.

Fuente: medicalnewstoday.com

ResearchBlogging.org
Vaillancourt T, Duku E, Becker S, Schmidt LA, Nicol J, Muir C, & Macmillan H (2011). Peer victimization, depressive symptoms, and high salivary cortisol predict poorer memory in children. Brain and cognition, 77 (2), 191-9 PMID: 21855200

Lim L, Radua J, & Rubia K (2014). Gray matter abnormalities in childhood maltreatment: a voxel-wise meta-analysis. The American journal of psychiatry, 171 (8), 854-63 PMID: 24781447

Teicher MH, Samson JA, Sheu YS, Polcari A, & McGreenery CE (2010). Hurtful words: association of exposure to peer verbal abuse with elevated psychiatric symptom scores and corpus callosum abnormalities. The American journal of psychiatry, 167 (12), 1464-71 PMID: 20634370

Escrito por María Rueda Extremera

Beneficios de soñar despierto

¿Alguna vez te has encontrado a ti mismo paseando por tu mundo interior y evadiéndote del mundo real? Seguro que sí. Según lo que la ciencia sabe sobre la costumbre de soñar despierto, aproximadamente un 95% de la población dice soñar despierto al menos una vez al día. Hay muchas situaciones que nos demandan atención y por tanto vagar por nuestra mente no es muy adecuado, sin embargo, parece que como actividad en sí misma tiene ciertos beneficios.

En los estudios de neuroimagen se afianzó el conocimiento sobre lo que hace el cerebro cuando no hace nada. La llamada red cerebral por defecto (“default-mode network” en inglés) implica áreas cerebrales muy variadas, como la corteza prefrontal, el sistema límbico, y algunas áreas corticales relacionadas con la información sensorial. Durante esta actividad cerebral, generalmente recordamos eventos del pasado, imaginamos situaciones posibles en el futuro, intentamos saber lo que otras personas piensan o tratamos de resolver dilemas morales. Cuando el mundo exterior requiere nuestra atención, esta red se apaga, y cuando no, vuelve a activarse.

Foto: inspire-others.com

Se reconocen tres estilos generales en los que podemos soñar despiertos y sólo uno de ellos proporciona beneficios para nuestra vida. En primer lugar, existiría un estilo intrusivo, que no nos permite prestar la atención que deseamos al mundo exterior y suele ser de un contenido poco elaborado. El tener este estilo, sólo proporciona una fácil distracción y es molesto para nosotros. En segundo lugar, existe un estilo que se centra en las pérdidas, en relaciones sociales que no tenemos y da lugar a emociones negativas, como ansiedad, culpa, miedo,… Este estilo de pensamiento sólo nos produce una inestabilidad emocional y una escasa satisfacción con nuestra vida. El tercer estilo de soñar despierto sí nos proporciona ciertos beneficios, es positivo y constructivoy consiste en imaginar situaciones posibles, relaciones que ya tenemos o que podemos tener, explora ideas y sentimientos.Permitirte soñar despierto de esta forma puede dar lugar a múltiples beneficios:

Tu memoria es mejor: Se probó en un estudio que las personas que tienen mayor tendencia a soñar despiertos tienen además una memoria de trabajo más potente. Cuando estás realizando una tarea poco exigente mentalmente, que tu cerebro divague implica que tienes una buena capacidad para manejar múltiples informaciones, y al hacerlo, además, fortaleces esta capacidad. No sólo esto, también parece que los mecanismos implicados en soñar despiertos son muy parecidos a recordar información del pasado, luego también estarás poniendo a trabajar la red de la memoria a largo plazo.

Tu empatía es más fuerte: Se ha comprobado que la memoria y la imaginación se relacionan también con la empatía. El hábito de poder experimentar situaciones y sentimientos que no has vivido mejora la capacidad de ponerte en el lugar del otro.

Alimenta tu creatividad: Se comprobó en un experimento sobre esta actividad, que al realizar una tarea aburrida, la cual fomentaba este paseo mental, proporcionaba posteriormente un aumento de la creatividad de los que habían pasado por esta tarea. Asimismo, la capacidad de “dejar volar la imaginación” promueve la posibilidad de lo que se conoce como pensamiento divergente, de tal forma que se nos hará más sencillo también tener un tipo de pensamiento innovador, diferente a lo habitual.

Ayuda a tu autoeficacia: Imaginar que estás en una situación que no se ha producido pero que desearías que ocurriera hace que te veas a tí mismo en un escenario de éxito. Soñar con que consigues tus metas no hará que éstas se logren, sin embargo, te prepara para caminar hacia ellas.

Aunque socialmente se suele decir, sobretodo al convertirnos en adultos, que soñar despierto no es bueno, que hace que despegues los pies de la tierra y no es propio de una persona responsable, es un mecanismo natural en el ser humano, y no sólo eso, sino que en las ocasiones en que se hace de forma constructiva, es positivo y necesario. Con esta información ya sabes, ¡no dejes de soñar despierto!

 
ResearchBlogging.orgBaird, B., Smallwood, J., Mrazek, M., Kam, J., Franklin, M., & Schooler, J. (2012). Inspired by Distraction: Mind Wandering Facilitates Creative Incubation Psychological Science, 23 (10), 1117-1122 DOI: 10.1177/0956797612446024

Levinson, D., Smallwood, J., & Davidson, R. (2012). The Persistence of Thought: Evidence for a Role of Working Memory in the Maintenance of Task-Unrelated Thinking Psychological Science, 23 (4), 375-380 DOI: 10.1177/0956797611431465

 

Fuentes: dailyhealthpost.com, smithsonianmag.com, newyorker.com.
Escrito por Lara Pacheco Cuevas

¿Te pica la curiosidad? ¿Por qué es más fácil aprender algo si te interesa?

Foto extraída de univdep.edu.mx

Es sabido que nos resulta más fácil aprender algo cuando estamos interesados en ello que cuando poco nos importa. Sin embargo, aún no se conoce mucho sobre cómo los mecanismos motivacionales afectan al aprendizaje. Un nuevo estudio llevado a cabo por un grupo de la Universidad de California, Davis, sugiere que cuando nos pica la curiosidad, el cerebro se prepara para aprender no sólo sobre el tema en cuestión, sino también cualquier información incidental. Los neurocientíficos Gruber, Gelman y Ranganath entrevistaron a 19 participantes y les solicitaron que ordenaran una serie de preguntas en base al interés o curiosidad que tenían por conocer la respuesta. Posteriormente los investigadores escanearon su actividad cerebral mientras veían algunas de las preguntas más “interesantes” y otras tantas que por el contrario les despertaba muy poca o ninguna curiosidad. Mientras le hacían el escáner, los participantes veían la pregunta, y antes de poder leer la respuesta, los investigadores insertaron una fotografía de un rostro al azar, es decir, sin relación alguna con la pregunta ni con la respuesta. Tiempo después, incluso un día, se midió si los participantes podían recordar las respuestas a las preguntas, así como las caras que habían visto.

Gruber y sus colegas descubrieron que un mayor interés en una pregunta podía predecir un mejor recuerdo no sólo de la respuesta, sino también para la cara azarosa que precedía a la respuesta. De alguna manera parece que la curiosidad puede preparar al cerebro para el aprendizaje y la memoria a largo plazo.

Para entender qué es exactamente lo que había ocurrido en el cerebro de estos participantes, los investigadores recurrieron a los datos recogidos en el escáner y observaron un incremento en la actividad cerebral de dos regiones en el cerebro medio, el área tegmental ventral y el núcleo accumbens. Estas regiones transmiten dopamina, una sustancia relacionada con la sensación de placer y recompensa. Esto sugiere que antes de que aparezca la respuesta, nuestro cerebro activa el sistema de recompensa. Además, los investigadores encontraron que las mentes curiosas mostraron una mayor actividad en el hipocampo, estructura involucrada en la creación de recuerdos; observando que el grado de interacción entre el hipocampo y los circuitos de recompensa podía predecir la capacidad de un individuo para recordar la cara azarosa. En este sentido, el sistema de recompensa del cerebro parecía preparar al hipocampo para el aprendizaje.

Estos resultados no sólo nos aportan nueva información para la comprensión del cerebro y conducta humana, sino que nos recuerdan y ponen de manifiesto algunos conocimientos intuitivos como con el que hemos comenzado este post. Cuando un niño siente interés por algo, tendrá más facilidad (e incluso perseverancia) para y por aprenderlo. Este estudio demuestra empíricamente que esto es así. En palabras de los propios autores, “estos hallazgos sugieren un vínculo entre los mecanismos de recompensa y la curiosidad intrínseca, poniendo de manifiesto la importancia de estimular la curiosidad para crear experiencias más efectivas de aprendizaje

Teniendo en cuenta esta investigación, si hacemos atractivas las enseñanzas, promoviendo la curiosidad del niño o la niña por descubrir y aprender, éstos y éstas aprenderán más y mejor, pues como decía una querida profesora, sólo se entiende un aprendizaje, si éste tiene sentido y significado. Porque, si te pica la curiosidad, ¿cómo no vas a rascarla?

Escrito por María Rueda Extremera

Fuente: scientificamerican.com, sciencedaily.com

 

 

ResearchBlogging.org

Gruber, M.J., Gelman, B.D., & Ranganath, C. (2014). States of Curiosity Modulate Hippocampus-Dependent Learning via the Dopaminergic Circuit Neuron DOI: dx.doi.org/10.1016/j.neuron.2014.08.060

Jugar no es sólo cosa de niños

A menudo encontramos padres y madres que expresan no saber jugar con sus hijos o que incluso confiesan, no exentos de culpabilidad, sentir desinterés y aburrimiento al respecto. No cumplir, incluso en nuestro fuero interno, con aquello que “deberíamos sentir” al respecto de nuestra paternidad o maternidad genera sufrimiento y vergüenza. Pero esto no es algo descabellado. A la par que se nos pide ser “superpadres” también nos han dicho que debemos ser adultos serios y responsables. Y sí, combinar ambas ideas puede resultar bastante complejo, y es que para que jugar con tus hijos pueda convertirse en una actividad agradable necesitamos despojarnos de los tacones, corbatas y cuellos almidonados y viajar atrás en el tiempo, cuando éramos nosotros esos niños sedientos de tiempo de juego compartido con nuestros padres. Aprender a derribar esos muros puede dotarnos de herramientas que hagan que jugar con nuestros hijos deje de ser una actividad para mantenerlos “entretenidos”, para transformarse en una fuente de satisfacción por sí misma. Hacer un ejercicio de memoria, intentar recordar y recuperar nuestras pasiones infantiles nos hará empatizar con las necesidades de nuestros hijos y facilitará sentir como agradable el tiempo dedicado a jugar. ¿Quién fue el aguafiestas que dijo que jugar era sólo cosa de niños?

parentdish.co.uk

Además, podemos reforzar nuestra dedicación al juego si recordamos los beneficios que tiene tanto para los niños como para los padres y madres utilizar unas horas a la semana en divertirse juntos. Diversos estudios han demostrado el efecto positivo del tándem padre-hij@ o madre-hij@. Los adultos pueden ayudar a los niños a desarrollar habilidades en el manejo de la vida social, regulación de emociones y desarrollo cognitivo, entre otras muchas competencias. Además, dedicar un rato al día para jugar con tu hijo fomenta la creación de un ambiente enriquecido, menos estresante para los miembros de la familia. Pero, ¿no es el juego por sí mismo suficiente para generar todas estas cosas? Stevenson y colaboradores (1988) observaron que el juego entre padres e hijos contribuye más al aprendizaje y comprensión de las interacciones sociales que el juego entre hermanos.

Evidentemente los niños también tiene que tener relaciones con sus iguales, pero el juego con sus padres/madres añade el matiz de la satisfacción de que las personas que nos quieren empleen con nosotros su tesoro más preciado, el tiempo. Sin embargo, la realidad de nuestros tiempos hace patente que el tiempo es de lo que menos disponemos. Entonces, ¿de qué me sirve saber todo esto si no puedo llevarlo a cabo? No siempre se trata de cantidad, sino de calidad. Si sólo puedes dedicar un corto periodo de tiempo a la semana a jugar, hazlo, pero sólo haz eso. Durante esos minutos sólo juega, apaga el móvil y céntrate en divertirte con tu hijo. Esto no es sólo bueno para ellos, también lo es para ti. Jugar con un niño implica observar activamente, escuchar, apoyar, hablar, respetar y comprender. El juego proporciona un escenario idóneo para la interacción, a través de la cual generar vínculos positivos duraderos. Esto abre la puerta a compartir problemas y preocupaciones cuando surja la necesidad. Además, jugar con tu hijo te ayudará a conocerlo como persona, ya que el juego es el lenguaje de los niños.

Fuente: livescience.com/ psychologytoday.com/ cyh.com/ childdevelopmentinfo.com

ResearchBlogging.org
Lindsey, E. W., & Mize, J. (2000). Parent–child physical and pretense play: Links to children’s social competence. Merrill-Palmer Quarterly, 46 (4), 565-591
Stevenson, M. B., Leavitt, L. A., Thompson, R. H., & Roach, M. A. (1988). A social relations model analysis of parent and child play Developmental Psychology, 24 (1), 101-108

Sunderland, M. (2006). Science of parenting: practical guidance on sleep, crying, play, and building emotional well-being for life. New York: Dorling Kindersley.

Escrito por María Rueda Extremera

Cuidarte como persona para educar a tus hijos

Si eres padre o madre, es probable que tu mundo gire en torno a sus hijos. Tener un hijo deseado sin duda trae una alegría increíble y es uno de los trabajos más gratificantes del mundo, pero también es agotador. Los padres están de guardia 24 horas, sin fines de semana o bajas por enfermedad. A menudo los padres y madres expresan que sus hijos son la cosa más importante en sus vidas, pero a veces pueden quedar tan atrapados y centrados en los hijos que se olvidan de cuidar de sí mismos.

El auto-descuido y hacer caso omiso de tus necesidades personales, puede hacerte sentir cansado, estresado, agotado, y poco saludable. De hecho, cuanto menos escuches tus necesidades, menos vibrante y saludable te sentirás y más difícil se te hará para cumplir con las necesidades de tus hijos. Por el contrario, cuando dedicas un tiempo para centrarte en ti mismo y tus necesidades, no sólo tendrás más energía, sino también estará más saludable y más feliz, y se promoverá una mejor interacción con tus hijos; por lo tanto, esto facilitará una mejor paternidad o maternidad.

Entonces, ¿cómo poder mantenerse saludable y feliz mientras haces malabares para manejar un millón de tareas y a la vez tratar de ser el mejor padre o madre posible? Aquí te damos algunas formas sencillas y realistas que puedes poner en práctica:

  • Come bien e hidrátate frecuentemente. Habitualmente te preocupas por lo que comen tus hijos y vigilas que tengan una buena dieta. Hazlo extensible a ti, unos buenos hábitos alimenticios son importantes para el bienestar, además, recuerda que también se educa con el ejemplo.
  • Haz ejercicio. Programa un rato para tu propio ejercicio físico, es tan importante como una reunión de trabajo o una tutoría con los maestros de tus hijos.
  • Duerme lo suficiente. Dormir lo suficiente es importante no sólo para tu salud, sino que también ayuda a aumentar tu estado de ánimo y reduce el estrés.
  • Relájate. Tómate el tiempo para relajarse y desestresarte. Detente dos minutos, cierra los ojos y haz varias respiraciones lentas y profundas. Esto sólo te lleva unos minutos y te ayudará a bajar el nivel de ansiedad.
  • Encuentra un tiempo para ti. Te mereces un descanso de vez en cuando. Intenta dedicar al menos 3 horas a la semana para ti. Caminar, acurrucarse en un lugar tranquilo y leer un libro, escucha un disco que te encante…
  • Busca momentos para la pareja. A menudo, cuando los niños llegan a la familia, la relación de pareja queda relegada a un segundo plano. Fortalecer los lazos entre los miembros de la pareja promueve el bienestar. Es muy importante que exista un equilibrio en el reparto de tareas del hogar y cuidado de los hijos. Esto no sólo permitirá que ambos que los padres y madres dispongan de tiempo para sí mismos, sino que promoverá la satisfacción marital.  Sentir que tu pareja te entiende, que también se está sacrificando y que el peso no sólo recae sobre tus hombros, sino que está repartido, no eliminará la dificultad de ser padre o madre, pero sí la hará más llevadera.
  • Reparte la responsabilidad. Los aciertos y errores de tus hijos no son tuyos, enséñales que ellos son responsables de la forma en que hacen las cosas. Ayúdales a crecer y mejorar, pero no te olvides de que no eres tú el que suspende los exámenes. Delegar la responsabilidad no sólo te liberará de la presión, sino que enseñará a tu hijo a afrontar las demandas de la vida; se sentirá mejor con sus éxitos y aprenderá más de sus errores.

Ser un padre o una madre que no sólo se centra en sus hijos, sino que también se cuida y cultiva a sí mismo como persona, también es un buen ejemplo que transmitir a tus hijos, una buena enseñanza que poner en práctica cuando se conviertan en adultos, o incluso padres y madres.

 

Fuente: psychologytoday

Escrito por María Rueda Extremera

Cómo hacer que tus hijos se sobrepongan a las situaciones difíciles (parte II)

En el post de la semana pasada comentamos estrategias para promover la resiliencia en los niños. Como explicamos, durante la infancia y la adolescencia los niños, al igual que los adultos, se encuentran con momentos difíciles. Cuidar y proteger a nuestros hijos e hijas es natural y necesario para que éstos tengan un buen desarrollo, pero quisimos advertir de los peligros de la sobreprotección, ya que lejos de salvaguardarlos del sufrimiento les hace más vulnerables y les impide la adquisición de herramientas fundamentales para sobreponerse. Bien podría resumirse en que caerse y sufrir es inevitable, lo importante es saber levantarse. Para ayudar a tu hijo a que aprenda eso tan importante, os damos unos cuantos consejos complementarios a los de la semana pasada.

Evita los «¿por qué?». Los «por qué» no son útiles al promover la resolución de problemas. Si tu hijo dejó su bicicleta en la lluvia, y le pregunta «¿por qué?» «¿Qué dirá? Fui descuidado. Tengo 8 años. Pregunta «cómo» en su lugar. «dejaste la bici bajo la lluvia y la cadena se ha oxidado. ¿Cómo vas a arreglarlo?»

No des todas las respuestas. En lugar de proporcionarles cada respuesta, puedes empezar a usar la frase «No sé», seguida de la estimulación de la resolución de problemas. El uso de esta frase ayuda a los niños a aprender a tolerar la incertidumbre y pensar en maneras de lidiar con los potenciales desafíos.

Evita hablar en términos catastróficos. Presta atención a lo que les dices a tus hijos y delante de ellos. Los padres ansiosos, en particular, tienden a hablar de forma catastrófica delante de sus hijos.

Deja que tus hijos cometan errores. El fracaso no es el fin del mundo, es el lugar de donde nace el camino para averiguar qué hacer a continuación. Dejar que los niños tropiecen es duro y doloroso para los padres. Pero ayudar a los niños a aprender cómo arreglar una situación o resolver un problema le ayudará a tomar mejores decisiones la próxima vez. Debemos dejar que los niños vean las consecuencias que tienen sus actos.

Ayúdale a manejar sus emociones. La gestión emocional es clave en la capacidad de recuperación. Enseña a tus hijos que todas las emociones están bien. Es normal y es adaptado sentirse enfadado cuando uno pierde en un juego o sentir rabia cuando el helado se cae al suelo. Además, les enseña que después de sentir lo que sienten, pueden pensar sobre qué hacer después.

Sé modelo de resiliencia. Por supuesto, los niños también aprenden al observar cómo se comportan sus padres. Admite tus propios errores, acepta tu malestar y pon en marcha acciones encaminadas a la resolución de los problemas. La capacidad de recuperación ayuda a los niños a manejarse en las incertidumbres, éxitos y dificultades que se vayan encontrando durante la infancia y la adolescencia.

 

Fuente: Tartakovsky, M. (2013). 10 Tips For Raising Resilient Kids. Psych Central. Retrieved on May 23, 2014, from http://psychcentral.com/lib/10-tips-for-raising-resilient-kids/00017272

Wilson, R., & Lyons, L. (2013). Anxious Kids, Anxious Parents: 7 Ways to Stop the Worry Cycle and Raise Courageous and Independent Children. Health Communications, Inc..

Escrito por María Rueda

 

Cómo hacer que tus hijos se sobrepongan a las situaciones difíciles (parte I)

La edad adulta está llena de grandes responsabilidades, pero la infancia no está precisamente exenta de estrés. Exámenes, aluviones de nueva información que aprender, cambios de clase y curso, se encuentran con otros niños amenazadores, nuevas amistades por las que a veces sufren…

Lo que ayuda a los niños cuando atraviesan este tipo de problemas, al igual que los adultos, es la capacidad para recuperarse, o lo que se llama ser resilientes. Según la RAE, la resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Los niños resilientes son capaces de resolver problemas, se enfrentan a situaciones desconocidas o difíciles y tratan de encontrar buenas soluciones.

Esto no significa que los niños tengan que hacer todo por sí mismos, sino que ellos sepan cómo pedir ayuda y sean capaces de encaminarse sobre sus propios pasos en la búsqueda de la solución. La psicóloga Lynn Lyons y el psiquiatra Reid Wilson señalan que los padres pueden dotar a sus hijos de habilidades para manejar lo inesperado, algo que contrasta mucho con nuestro enfoque cultural. «Nos hemos convertido en una cultura que siempre trata de hacer que nuestros hijos se sientan cómodos. Una sociedad que no tolera la incomodidad y la frustración. Nosotros como padres estamos tratando de ir siempre un paso por delante de todo con lo que puedan encontrarse nuestros hijos. Y cuál es el problema de esto, que la vida no funciona de esa manera.»  

Las personas ansiosas se enfrentan a un gran problema en el momento en que deben ayudar a sus hijos a tolerar la incertidumbre, simplemente porque ellos tienen dificultades para tolerarla. La idea de que tu hijo pase por el mismo dolor que tú mismo has pasado anteriormente es difícil de tolerar, así que los padres ansiosos tratan de proteger a sus hijos y protegerlos de los peores escenarios posibles. Sin embargo, el trabajo de los padres no es estar allí todo el tiempo para sus hijos, es enseñarles a manejar la incertidumbre y a enfrentar y resolver el problema. A continuación, os indicamos algunas pautas para fomentar la resiliencia en los niños:

No satisfagas todas las necesidades (presentes o anticipadas) Cada vez que tratamos de ofrecer seguridad y confort a toda costa, estamos entorpeciendo el camino para que los niños desarrollen la capacidad de generar su propia solución de problemas. Aprender a tolerar la frustración desde pequeños es la clave para que cada problema que encuentren en la vida adulta no sea un abismo Puesto que la sobreprotección de los niños únicamente fomenta la ansiedad.

Evita eliminar todos los riesgos. Naturalmente, los padres quieren mantener a sus niños seguros. Pero eliminar todos los riesgos dificulta el aprendizaje de la resiliencia. Por ejemplo, cuando los niños comienzan a caminar, es posible que el miedo a que se caigan haga que no les permitamos intentarlo, retrasando dicho aprendizaje. La clave es permitir riesgos apropiados y enseñar a los hijos las habilidades esenciales. Dar a los niños la libertad adecuada a la edad adecuada ayuda a aprender sobre sus propios límites.

Enséñales a resolver el problema. Imaginemos que tu hijo quiere ir a un campamento, pero está nervioso por estar lejos de casa. Un padre ansioso, podría decir: «Bueno, entonces no hay razón para que te vayas.» Sin embargo, un mejor enfoque consiste en normalizar el nerviosismo de tu hijo, y ayudarle a descubrir la forma de manejarse en el sufrimiento. Así que puedes plantearle cómo se puede acostumbrar a estar lejos de casa. En otras palabras, ayuda a que tu hijo averigüe cómo se pueden manejar los desafíos. Dale la oportunidad, una y otra vez, para averiguar lo que funciona y lo que no.

Estos son algunos consejos para fomentar el desarrollo de la resiliencia en los niños, pero hay muchos más pequeños cambios que puedes poner en práctica. Si te interesa seguir conociéndolos, la semana que viene os daremos algunos más.

Fuente: Tartakovsky, M. (2013). 10 Tips For Raising Resilient Kids. Psych Central. Retrieved on May 23, 2014, from http://psychcentral.com/lib/10-tips-for-raising-resilient-kids/00017272

Wilson, R., & Lyons, L. (2013). Anxious Kids, Anxious Parents: 7 Ways to Stop the Worry Cycle and Raise Courageous and Independent Children. Health Communications, Inc..

Escrito por María Rueda

Apuntes sobre la comorbilidad en los trastornos del neurodesarrollo

Dorothy Bishop explicaba hace tan sólo unos días en el Research Digest la excepcionalidad y la extrañeza de cualquier familia cuando a uno de sus hijos le diagnostican un “trastorno” al principio de su desarrollo; el estrés que supone a cualquier padre afrontar lo que supone un tratamiento para su pequeño y el intenso intento por parte de ellos por entender la nueva realidad de su hijo. Y sin embargo, muchos de ellos relatan el constante peregrinaje de un ir y venir de especialistas, donde le colocan una etiqueta (perdón, trastorno) en función de lo que manifiesta, cambiando el posible tratamiento y perjudicando, en ocasiones, su adecuado desarrollo en el ansia por definirlo.

La reflexión viene a colación por la publicación de un estudio en el que se pone a prueba, una vez más,  la existencia de posibles patrones genéticos comunes en distintas entidades psicológicas y neuropsicológicas. En el estudio, realizado en Suecia con una importante muestra de sujetos, se recogen pares de gemelos en los que al menos un miembro de la pareja manifestaba algún comportamiento relacionado con el Trastorno del Espectro Autista y la presencia de tics (TEA), comportamientos relacionados con la impulsividad y la inatención (TDAH), y problemas en la adquisición para la lectura y otros aprendizajes básicos (DA), y se veía su evolución en su hermano gemelo a la hora de manifestar síntomas similares.

Según lo que planteaba sus autores, es muy frecuente la presencia de síntomas de varios trastornos en un niño diagnosticado con alguna de estas tres categorías (lo que definiría una alta comorbilidad); e hipotetizaban la existencia de un patrón de neurodesarrollo común a todas ellas, más que un desarrollo completamente definido y específico para cada una. Es decir, un niño puede ser diagnosticado como hiperactivo pero desarrollar después problemas para leer o restar. ¿Estamos ante cosas distintas? ¿Tenemos que “ponerle” más trastornos? ¿O todo son distintas manifestaciones de lo mismo? Y lo más importante, ¿cómo aseguramos la más correcta y eficaz intervención en el niño y la familia, que son, en definitiva,  los principales afectados en todo esto?

El estudio demostraba como había un único factor genético general que explicaba el espectro de conductas de inatención, comportamiento estereotipado y/o problemas del aprendizaje. Asimismo, el hecho de que sean gemelos no significaba que su otro gemelo manifestase los mismos síntomas que su hermano diagnosticado, aduciendo los autores factores específicos y ambientales que explicaban dicha variabilidad.

Así, con dichas conclusiones, los autores sugieren y reclaman la necesidad de establecer pautas de intervención  para trabajar con el niño de manera temprana  al presentarse todo un conjunto de síntomas relacionados más que en la obligación de poner un trastorno específico, que seguramente cambiará con  el tiempo. Por ello,  los resultados de este estudio suponen otra crítica más a la inoperancia de las categorías diagnósticas para reflejar la diversidad y complejidad de la realidad clínica, y que se extiende no sólo a los trastornos del neurodesarrollo, sino, obviamente, a la gran mayoría de trastornos psicológicos. Si bien algunos apartados del DSM-V ya comienzan a introducir este cambio (totalmente paradigmático) en algunos trastornos (como es el caso del Trastorno del Espectro Autista), todavía queda trecho para que se reconozca la realidad dimensional que tanto se demanda desde la práctica profesional, con mención tanto de los aspectos conductuales, como de los cognitivos o los neuropsicológicos. Una polémica muy candente y de la que podéis dejar vuestras impresiones en los comentarios de nuestro blog.

Escrito por David Blanco Castañeda

Foto: Jill Greenberg/www.jillgreenberg.com

Fuente: BSP Research Digest.