Apuntes sobre la comorbilidad en los trastornos del neurodesarrollo

Dorothy Bishop explicaba hace tan sólo unos días en el Research Digest la excepcionalidad y la extrañeza de cualquier familia cuando a uno de sus hijos le diagnostican un “trastorno” al principio de su desarrollo; el estrés que supone a cualquier padre afrontar lo que supone un tratamiento para su pequeño y el intenso intento por parte de ellos por entender la nueva realidad de su hijo. Y sin embargo, muchos de ellos relatan el constante peregrinaje de un ir y venir de especialistas, donde le colocan una etiqueta (perdón, trastorno) en función de lo que manifiesta, cambiando el posible tratamiento y perjudicando, en ocasiones, su adecuado desarrollo en el ansia por definirlo.

La reflexión viene a colación por la publicación de un estudio en el que se pone a prueba, una vez más,  la existencia de posibles patrones genéticos comunes en distintas entidades psicológicas y neuropsicológicas. En el estudio, realizado en Suecia con una importante muestra de sujetos, se recogen pares de gemelos en los que al menos un miembro de la pareja manifestaba algún comportamiento relacionado con el Trastorno del Espectro Autista y la presencia de tics (TEA), comportamientos relacionados con la impulsividad y la inatención (TDAH), y problemas en la adquisición para la lectura y otros aprendizajes básicos (DA), y se veía su evolución en su hermano gemelo a la hora de manifestar síntomas similares.

Según lo que planteaba sus autores, es muy frecuente la presencia de síntomas de varios trastornos en un niño diagnosticado con alguna de estas tres categorías (lo que definiría una alta comorbilidad); e hipotetizaban la existencia de un patrón de neurodesarrollo común a todas ellas, más que un desarrollo completamente definido y específico para cada una. Es decir, un niño puede ser diagnosticado como hiperactivo pero desarrollar después problemas para leer o restar. ¿Estamos ante cosas distintas? ¿Tenemos que “ponerle” más trastornos? ¿O todo son distintas manifestaciones de lo mismo? Y lo más importante, ¿cómo aseguramos la más correcta y eficaz intervención en el niño y la familia, que son, en definitiva,  los principales afectados en todo esto?

El estudio demostraba como había un único factor genético general que explicaba el espectro de conductas de inatención, comportamiento estereotipado y/o problemas del aprendizaje. Asimismo, el hecho de que sean gemelos no significaba que su otro gemelo manifestase los mismos síntomas que su hermano diagnosticado, aduciendo los autores factores específicos y ambientales que explicaban dicha variabilidad.

Así, con dichas conclusiones, los autores sugieren y reclaman la necesidad de establecer pautas de intervención  para trabajar con el niño de manera temprana  al presentarse todo un conjunto de síntomas relacionados más que en la obligación de poner un trastorno específico, que seguramente cambiará con  el tiempo. Por ello,  los resultados de este estudio suponen otra crítica más a la inoperancia de las categorías diagnósticas para reflejar la diversidad y complejidad de la realidad clínica, y que se extiende no sólo a los trastornos del neurodesarrollo, sino, obviamente, a la gran mayoría de trastornos psicológicos. Si bien algunos apartados del DSM-V ya comienzan a introducir este cambio (totalmente paradigmático) en algunos trastornos (como es el caso del Trastorno del Espectro Autista), todavía queda trecho para que se reconozca la realidad dimensional que tanto se demanda desde la práctica profesional, con mención tanto de los aspectos conductuales, como de los cognitivos o los neuropsicológicos. Una polémica muy candente y de la que podéis dejar vuestras impresiones en los comentarios de nuestro blog.

Escrito por David Blanco Castañeda

Foto: Jill Greenberg/www.jillgreenberg.com

Fuente: BSP Research Digest.

Cómo gestionar nuestra ira.

La ira es una emoción fácilmente reconocible y que todos hemos podido sentir alguna vez: la sentimos cuando hemos sido víctimas de una injusticia, ante un acontecimiento que nos bloquea nuestras expectativas por conseguir algo, o sencillamente ante suceso cotidiano  que nos irrita por apartarnos de lo que nos gusta. La identificamos como una parte más de nuestro espectro emocional, y, sin embargo,  la sociedad actual nos enseña a no mostrarla y eliminarla de nuestro carácter; imposibilitándonos la oportunidad de aprender a canalizarla adecuadamente, y con importantes consecuencias para nuestra capacidad de resolución de problemas y de expresión emocional.

Porque enfadarse e irritarse no constituyen un problema si lo que se trata es reactivarnos para la resolución del conflicto que nos ha enojado. Sí que lo es cuando en vez de resolver nos dejamos imbuir por lo que nos despierta dicha emoción y extraemos conclusiones movidos por ella; nuestras reacciones parecerán a ojos de los demás como agresivas e impetuosas, sin capacidad para enfrentarnos a las frustraciones de la vida cotidiana y en donde nuestro carácter destacase por la frecuencia, intensidad y estado permanente de irritabilidad y enfado.

Por todo ello, os dejamos una serie de recomendaciones para poder manejar la ira en situaciones en las que es más recomendable mostrarla que dejarla para otro momento. Se trata de expresarla en un entorno en donde se rebaje la activación emocional que nos provoca y trabajar en cambiar los desencadenantes que la provocaron. Las recomendaciones son:

1.Reconoce que estás enfadado. Muchas investigaciones demuestran que las personas frecuentemente enfadadas son pasivas ante los conflictos y encuentran en el enfado la única forma de afrontar los problemas. Aceptar que estamos enfadados valida nuestros sentimientos, reconoce que algo de la situación no nos ha gustado y que sentimos vulnerados nuestros derechos. Es el primer paso para conformar un plan que nos permita solucionar aquel problema que tanto nos ha enfadado.

2.Permítete perder el control…pero de otra forma. Coge una hoja de papel y comienza a apuntar todas las razones por las cuales estamos enfadados, sin parar. Al principio todo será caótico y nos parecerá irracional e ilógico, pero este ejercicio nos irá centrando en el problema y poco a poco iremos organizando el contenido. Poner el problema en palabras, además, permite convertirlo en algo tangible y menos irresoluble de lo que nos parece en nuestra cabeza.

3.Relájate. Hacer unos ejercicios de respiración diafragmática largos y profundos mientras nos imaginamos en una escena agradable o nos repetimos frases y palabras que nos inspiren calma pueden ser un buen comienzo. La actividad física mediante el ejercicio diario puede favorecer estados de relajación muy recomendables en la disminución y canalización de la ira.

4.Mejora tu comunicación: en una situación muy tensa, centrarse en tomarse unos tiempos para responder a lo que se nos demanda, pensando en lo que vamos a hacer y atendiendo cuidadosamente a lo que nos dice la persona, puede ayudarnos a calmar una discusión acalorada. Asimismo, compartir con personas de tu confianza problemas que son motivo de enfado puede aliviar la tensión que te provocan, si bien es bueno asegurarse de que la persona que nos va a escuchar lo haga realmente y no avive nuestro fuego interno.

5.Actúa, en dos sentidos. En primer lugar, comienza a pensar en un plan y en las alternativas que tienes a tu alcance para solucionar tu problema. Haz visible ese plan en pequeños pasos que has de ir haciendo uno a uno para solucionar tu problema. Lo importante no es centrarse en el resultado, sino en adquirir una actitud de reflexión y resolución de nuestros propios problemas. En segundo lugar, cambia tu ambiente, no sólo para modificar aquello que tanto nos enfada, sino para prevenir todo aquello que enuncia la ira.

6.Mantén un  poco la guardia, y si ves que es demasiado, pide ayuda.  La ira puede hacernos tomar decisiones inmediatas totalmente irracionales y contraproducentes para nuestro bienestar. Si ves que estos estados son muy frecuentes y están alterando muchas esferas de tu vida (laboral, amistades, de pareja), no dudes en ponerte en contacto con un profesional, ya sea para una ayuda o para asesorarte. Como he dicho, reconocer tu enfado y la intensidad es el primer paso para un cambio, un cambio positivo, en donde tú puedes marcar el ritmo y no el estado que estás sintiendo. Así que, ¡adelante!

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes: www.psychologytoday.com; www.apa.org

Consejos para promover la acción cuando uno se siente deprimido

 Tener depresión es uno de los problemas psicológicos que mayor malestar  produce en la persona que lo manifiesta. No sólo tiene efectos en nuestra  autoestima y en el humor; afecta directamente a nuestra capacidad    para tomar decisiones. En el día a día, podemos sentir una sensación  constante de abatimiento, sin ganas de hacer nada; dejamos las cosas  a medias por falta de interés y porque encontramos muy dificultoso  concentrarnos en lo que estamos haciendo. Un panorama desalentador,  y que, por supuesto, entorpece enormemente los intentos de la persona para sentirse bien.

Esta casuística no se ve mejorada por una creencia extendida popularmente y que se convierte en otro escollo más para ayudar a las personas a mejorar su estado de ánimo: la creencia de que sólo si estamos bien, podemos hacer las cosas bien; y que si estamos mal o pasando una mala época, no podemos esperar a sentirnos satisfechos, porque los sentimientos negativos sólo pueden causarnos sufrimiento y malestar. Por ello, esperar a levantarnos un día y sentirnos mejor para comenzar a hacer lo que no hemos hecho en mucho tiempo puede ser peligroso; porque seguramente ese sentimiento no aparecerá rápidamente. Aceptar que debemos empezar a hacer las cosas a pesar de encontrarnos francamente desanimados, puede ser un comienzo para sentirnos bien.

Por ello, os dejamos unos sencillos consejos que pueden ser de utilidad cuando la persona deprimida sienta que no puede hacer nada de lo que se la pida; y que se han comprobado su eficacia para incrementar nuestro estado de ánimo.

1.Establecer pequeñas metas cada día. De nada sirve que pretendamos hacer toda una serie de actividades si ya levantarnos de la cama puede suponernos  un esfuerzo hercúleo. Establecer pequeñas metas (tareas de la casa sencillas y que la persona hiciese antes de sentirse deprimida) y adherirnos a ellas puede ser un primer paso para sentirnos mejor

2.Tomar nuestras propias decisiones.  Sentirnos mal puede boicotear nuestra capacidad de decisión a la vez que puede hacernos sentirnos culpables si la decisión no ha tenido el efecto esperado. Hacer una lista de decisiones de orden cotidiano que la persona  ha de decidir; y tomarlas (y realizarlas) cada día a pesar de que la depresión “te diga” que lo harás de manera errónea, puede ayudar a la persona a participar en ellas a pesar de cómo se siente. Establecer toda una serie de mensajes positivos (“Bien hecho”, “ahora lo hemos conseguido”) y postergar el juicio de las consecuencias puede ayudar a reafirmar la toma de decisiones. Y darnos un respiro: en aquellas que la decisión implique a otros o sea una decisión de vital importancia, saber posponer su elaboración hasta que hayamos conseguido ir cumpliendo las pequeñas decisiones que nos hemos ido marcando.

3.Seguir un orden y estructura: la depresión puede hacernos sentir que los temas importantes de nuestra vida escapan a nuestro control. Marcarnos unos tiempos para realizar las tareas que nos propongamos y marcarnos pequeños planes para cada día de la semana puede darnos un orden y ayudarnos a encontrar un equilibrio externo en aquellos momentos en donde el equilibrio interno aún no se ha conseguido.

4. Pedir ayuda externa (con límites).  Siendo conscientes de la dificultad que suponen los puntos que menciono más arriba, pedir a personas de confianza que nos ayuden en los primeros momentos y establecer con ellos que nos dejen hacer las cosas pero con cierta supervisión nos permite sentirnos dentro de una red de apoyo  y más seguros ante nuestras propias dificultades. Por ejemplo, al sentir que no eres capaz de hacer las cosas, llamar a un amigo que venga para ayudarte a concentrarte mientras tú realizas las tareas puede ayudarte a completar lo que tú mismo te has propuesto; y sin olvidar tomarnos algo con él una vez hayamos terminado.

Hacer las cosas cuando uno está muy deprimido es algo muy difícil. Pero darnos un orden, contar con un apoyo en el lugar  y darnos plazos en la realización de las tareas puede ser una forma positiva de comenzar a hacer lo que queremos hacer. Hoy puede ser el día.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychcentral.com

El papel de la demora en la toma de decisiones eficaces.

En nuestra vida cotidiana, hay multitud de situaciones (por ejemplo, mientras conducimos) en las que se requiere una solución rápida y precisa, apoyándonos en nuestra rapidez y capacidad de reflejos para tomarlas. Sin embargo, nos asombramos la cantidad de veces que cometemos errores, sin comprender siquiera que nos ha movido a realizar dichas acciones.

Un equipo de investigadores liderados por Tobias Teichert (profesor asistente de la Universidad de Pittsburg) y Jack Grindband (colaborador del Instituto Taub para el Estudio de la Enfermedad de Alzheimer) han realizado un estudio que pretende arrojar luces a este respecto, y si cabe; proponer nuevas vías en el estudio del procesamiento de la información y toma de decisiones en seres humanos.

Según ellos, la clave para emitir la  mejor respuesta ante situaciones de solución rápida es, sencillamente, aplazar el inicio de la decisión a unos instantes posteriores a lo que solemos realizarlo habitualmente (de 50 a 100 milisegundos más). La razón es bien sencilla; ante cualquier situación, el cerebro ha de procesar e integrar una gran cantidad de información contradictoria, que muchas veces no ayuda para tomar la elección correcta. En un primer momento, el cerebro no puede distinguir entre información irrelevante e información relevante; moviéndose por la información más saliente en ese momento, aumentando la probabilidad de aumentar los errores y disminuyendo la precisión en la respuesta. Posponer unos milisegundos la toma de decisiones ayudaría al cerebro a procesar y filtrar lo importante de la situación, disminuyendo la comisión de fallos en su realización. Asimismo, propondrían que este mecanismo favorecería un control cognitivo en la toma de decisiones, a pesar de la rapidez con la que fuese necesaria la solución.

Para demostrar y secundar estos hallazgos, propusieron una tarea experimental a una muestra de 13 sujetos que realizaban dos tareas distintas. En la primera, mediante la realización de una tarea de ordenador, se les pedía a los participantes que observaban un enjambre de puntos móviles que se movían de manera muy rápida en la pantalla, y que contestaran lo más rápido posible en qué dirección (izquierda o derecha) se habían movido. En una segunda parte del experimento, los participantes tenían que hacer una tarea similar a la anterior, si bien se les marcaba con un sonido cuando debían emitir la respuesta. Los resultados fueron abrumadoramente consistentes; siendo las respuestas más precisas y eficaces cuando se les pedía aplazar la toma de decisión, esto es, en la segunda modalidad del estudio.

Si la mayoría de investigaciones anteriores defendían que la probabilidad de tomar buenas decisiones estaba predominantemente en la prolongación de la fase de toma de decisiones; la investigación de Teichert y Grindband supone un cambio en la consideración de los descubrimientos, y argumentan posibles implicaciones en el estudio de trastornos como el TDAH y la esquizofrenia, donde la probabilidad de comisión de errores es muy elevada ante la impulsividad y falta de planificación en las respuestas.  Un interesante estudio que nos habla, una vez más, de la intrincada relación entre el cerebro y la conducta humana.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: www.psychcentral.com

El género también afecta a la salud mental

Los hombres y mujeres no somos iguales del todo. Siempre buscamos una igualdad social y cultural, así como igualdad de oportunidades. Pero quizá porque aún queda un largo camino hasta llegar a una plena igualdad, o quizá por otros motivos, cuando hablamos de salud mental, aún hay muchas diferencias entre hombres y mujeres.

En general, se conoce que las mujeres tienen más frecuentemente trastornos del ánimo y trastornos relacionados con la ansiedad y el estrés. Estas diferencias entre géneros han sido ampliamente estudiadas y los estudios en psicología sobre el género son amplios y complejos. Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora ayer 8 de marzo, queremos hacer una pequeña búsqueda sobre los motivos por los que existen estas diferencias en salud mental entre mujeres y hombres.

Hay varios factores que se enuncian como hipótesis para explicar estas diferencias. Por una parte, las diferencias biológicas a nivel genético u hormonal. Podría ser que en las mujeres existiera un componente genético que las hiciera más vulnerables al sufrimiento psicológico. O bien que las fluctuaciones hormonales propias de la mujer a lo largo del ciclo vital influyeran también sobre la vulnerabilidad a dichos trastornos.

Sin embargo, no se ha podido demostrar que estos factores biológicos expliquen claramente estas diferencias entre hombres y mujeres. Por esto, también se investigan otros factores que pudieran hacer que en las mujeres haya una mayor prevalencia de trastornos psicológicos de este tipo. Por un lado, se plantea que las mujeres, tengan en términos generales menos recursos; las ya conocidas diferencias salariales entre una mujer y un hombre o el acceso a puestos de menor poder, llevaría a las mujeres a tener menos recursos, lo que puede derivar en un afrontamiento puramente material menos eficaz en términos de salud.

Teniendo en cuenta que en nuestra sociedad actual las diferencias de género son bastante amplias, es importante considerar los factores sociales y su influencia sobre la salud mental. El rol de las mujeres está sometido a unas mayores exigencias y obligaciones, así como las mujeres sufren a lo largo de la vida mayor número de eventos estresantes. Aunque estas diferencias han sido usadas en investigación para explicar las diferencias de salud mental, sólo han logrado explicarlas parcialmente a través de estos factores.

Así, se plantea que las mujeres tengan una mayor vulnerabilidad al estrés que quizá conduzca posteriormente al desarrollo de problemas de salud mental. Esto se podría explicar por las diferencias entre las concepciones del rol de género femenino y masculino. El rol femenino sería más internalizante, llevando a estrategias que hacen que sean más vulnerables a los trastornos de ansiedad y depresivos, mientras que un rol masculino sería más externalizante, llevando a un afrontamiento que les hace más vulnerables a trastornos adictivos o conducta antisocial.

El hecho de que las formas de afrontar los problemas se relacione con los roles de género, se ve reflejado en el estudio de 2010 llevado a cabo por Seedat y su grupo, en el que encontraron que el rol femenino tradicional es un factor de riesgo para el desarrollo de la depresión. Se propone que si se disminuyera la influencia de un rol femenino tradicional, la incidencia de trastornos depresivos se igualaría entre hombres y mujeres.

En general, unos roles de género muy estrictos son perjudiciales tanto para mujeres como para hombres. Aunque aquí nos hemos centrado en los factores que pueden afectar a ese mayor desarrollo de trastornos en la salud mental en mujeres, el tener que ceñirse a un rol de género concreto puede ser perjudicial para todos, así que una flexibilidad en este sentido será siempre beneficiosa para ambos géneros. La prevención en salud mental pasa por la educación en aspectos emocionales, sociales y de afrontamiento al estrés, pero también es importante tener en cuenta que una educación menos rígida en la necesidad de adecuarse al rol de género puede proporcionar muchos beneficios sociales en temas de salud mental. Permitamos a cada persona desarrollarse en una sociedad más sana, incluyendo la libertad de moverse fuera de los estereotipos de género.

ResearchBlogging.orgDenton M, Prus S, & Walters V (2004). Gender differences in health: a Canadian study of the psychosocial, structural and behavioural determinants of health. Social science & medicine (1982), 58 (12), 2585-600 PMID: 15081207

Piccinelli, M. (2000). Gender differences in depression: Critical review The British Journal of Psychiatry, 177 (6), 486-492 DOI: 10.1192/bjp.177.6.486

Rosenfield, S. & Mouzon, D. (2013) Gender and mental health. En C. Aneshensel, J.C. Phelan & A. Bierman (Eds.) Handbook of the Sociology of Mental Health (pp 277-296). Netherlands: Springer.

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Mi Querido Amigo Invisible

El juego en la infancia ha ido perdiendo su consideración exclusivamente lúdica para establecerse como una actividad indispensable y preparatoria de multitud de las funciones cognitivas que utilizaremos posteriormente. Tanto es así que las propias variaciones que observamos en el juego constituyen un buen indicador del desarrollo cognitivo del niño; pasando de juegos basados en la imitación de los otros o de roles sociales a juegos mucho más elaborados, sin implicar a los otros y generando mundos propios e idiosincrásicos, definiéndose como prolongaciones de los juegos simbólicos en los que han estado implicados.

Uno de los que más atención ha obtenido por parte  de los investigadores por su curiosa presentación y que hace no mucho era considerado una posible falla en el desarrollo (por falta de destrezas sociales, signos de retraso o presencia de sintomatología psicológica) es el juego con un compañero imaginario, comúnmente definido como amigo invisible. Por ello, han sido varios los estudios que han resaltado los beneficios manifiestos de dicho juego; entre ellos; una mejor aplicación de las destrezas sociales o un desarrollo cognitivo más completo. Destaca entre ellos la investigación realizada por Gabriel Trionfi y Elaine Reese; que propusieron hace unos años como la presencia de amigos invisibles en la infancia estaba relacionado con unas mejores capacidades narrativas, tendiendo grandes implicaciones para el éxito en el contexto escolar y la adquisición de la capacidad lectora.

Con una muestra compuesta por 48 niños de 5 años y medio (la mitad niños, la otra mitad niñas), comprobaron si la presencia de amigos invisibles tenían estos beneficios manifiestos. La prueba consistía en la lectura a los niños de una historia relacionada con “El día del Padre”, una prueba de test para evaluar la capacidad de comprensión de textos de los niños; y una tercera prueba en la que el niño contaba a una marioneta la historia que había oído anteriormente (“El día del Padre”) y otra prueba en la que contaban a sus madres un evento significativo ocurrido en el último año; evaluando en estas narraciones la capacidad narrativa y de estructuración de historias, los detalles o el nivel de vocabulario. Con un total de 23 niños de los 48 incluidos con amigos imaginarios, los resultados mostraron como  los niños con amigos invisibles relataban historias cualitativamente más ricas y complejas que sus compañeros sin amigos no reales; facilitando más datos,  generando ficción dialogada y extrayendo más relaciones de tiempo y espacio en el relato de las historias con respecto a sus compañeros no imaginativos.

Para los autores, las conclusiones que podían sacarse de estos resultados conectaban fuertemente con la capacidad cognitiva de los niños. Así, estos resultados podrían suponer un sistema cognitivo mucho más complejo y rico para los niños con amigos invisibles, al descontextualizar el objeto del juego a un contexto imaginado y sin referencia real, y que implica, consecuentemente, una mayor capacidad de abstracción y conceptualización. Es más, compartir estos personajes y mundos imaginados con su entorno y adultos más cercanos (como padres y profesores) podría suponer una oportunidad para el desarrollo y enriquecimiento de las habilidades cognitivas (como la Teoría de la mente), con lo que los autores concluyen el estudio incentivando al entorno del niño a hacer florecer y preguntar sobre ello.

Con algunas limitaciones dadas por la propia metodología de recogida de información de los niños, así como el reporte de algunas curiosidades (la mayoría de niños en el estudio con amigos invisibles eran hijos primogénitos, el sexo de estos amigos invisibles era mayoritariamente masculino, incluso en el caso de las niñas), lo que si nos queda claro es lo rico y variado que supone el juego del niño, y lo importante que es no censurar sus manifestaciones, sino fomentarlo, compartirlo y adentrarse de lleno en él.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente consultada: Research Digest.

ResearchBlogging.org
Trionfi G, & Reese E (2009). A good story: children with imaginary companions create richer narratives Child development, 80 (4), 1301-13 DOI: 10.1111/j.1467-8624.2009.01333.x

¿Funciona realmente el “brain-training”?

Hace bastantes años que se han popularizado diferentes juegos o ejercicios que nos prometen mejoras en nuestra inteligencia, y aún más, un cerebro más potente y joven. La comunidad científica trata de comprender cómo funcionan estos programas y si las mejoras que prometen son tales. No sólo eso, los estudios científicos sobre los programas de entrenamiento cognitivo hacen hincapié en la “juventud” del cerebro, considerando más importante el cómo realizar ejercicio cognitivo detendría el declive que puede producirse en el envejecimiento.

Dar respuesta a la pregunta del título sobre si el entrenamiento cognitivo realmente funciona no es simple. Tendríamos que preguntarnos además qué es funcionar. Para responder a esto, disponemos de conocimientos sobre lo que sí hace el entrenamiento cognitivo y qué no.

Por una parte, parece ser que no existe una clara evidencia científica sobre la mejora en la inteligencia general; si ésta es la promesa, parece ser que a día de hoy no podemos confiar en ella. Uno de los principales problemas del entrenamiento cognitivo es que no ha llegado a dar lugar a lo que en inglés se define como “far transfer”, es decir, una transferencia de mejora entre diferentes funciones cognitivas (por ejemplo; entrenarnos en ejercicios de visión espacial no nos proporcionará una mejor memoria en sí mismo) (Park, 2013).

Además, la investigación en adultos jóvenes, así como en niños, tampoco está suficientemente avanzada como para poder decir con seguridad que estos entrenamientos cognitivos sean efectivos en estos grupos de edad.

Cuando hablamos de población mayor, sin embargo, sí encontramos ciertos resultados esperanzadores respecto al entrenamiento cognitivo. Hay funciones cognitivas que son más susceptibles de ser mejoradas con entrenamiento y además tener repercusión sobre la vida cotidiana de las personas mayores. Los diferentes estudios describen mejoras mucho más sobre el razonamiento lógico que sobre la memoria, cuyo entrenamiento aislado no parece dar lugar a una mejora. Un estudio publicado recientemente (Rebok, 2014) ha avalado que, con una intervención correctamente planificada y sobre funciones específicas, podemos observar que no sólo se producen mejoras en las funciones entrenadas sino también en la capacidad de llevar a cabo sin problemas las actividades de la vida diaria, mientras que el grupo que no realizó este entrenamiento decayó en esta capacidad. Además, el resultado más impresionante de este estudio es que estos efectos se mantienen ¡hasta diez años después!

Pero no cualquier actividad cognitiva funciona necesariamente para todo el mundo. Ciertos resultados señalan que es especialmente importante que el entrenamiento sea una tarea estimulante y quien la realiza ha de sentirse comprometida con la tarea; si esto no es así no se observa mejora.

Por el momento, aún estamos lejos de conocer específicamente cómo el entrenamiento cognitivo hace sus efectos sobre el cerebro.

Sí que podemos ver ciertos beneficios a los ejercicios de entrenamiento cognitivo, pero no podemos atribuirles unos “resultados milagro”. Las recomendaciones que Steven Novella nos da en su post respecto a este tema pueden servirnos como una guía para entender racionalmente los efectos de estos ejercicios:

-Realizar tareas mentales que sean un reto intelectual para nosotros es bueno para el mantenimiento cognitivo.

-Sería bueno que las tareas sean diferentes y variadas. No es necesario que sean informatizadas, las tareas de lápiz y papel pueden funcionar igual de bien.

-Es importante encontrar diversión genuina en realizar este tipo de tareas.

-Cuando el bombo publicitario parezca excesivo, seguramente lo sea.

¡Feliz entrenamiento cognitivo! ¡Y mucha diversión!

 

Fuentes y bibliografía: Scientific American, sciencebasedmedicine.org, Dialogues in Clinic Neuroscience, Journal of the American Geriatrics Society.

  • Park, D.C. y Bischof, G.N. (2013) The aging mind: neuroplasticity in response to cognitive training. Dialogues in Clinical Neuroscience; 15(1): 109–119.
  • Rebok, G.W., et al (2014) Ten-Year Effects of the Advanced Cognitive Training for Independent and Vital Elderly Cognitive Training Trial on Cognition and Everyday Functioning in Older Adults. Journal of the American Geriatrics Society, 62 (1): 16–24.

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

 

Padres de un adolescente; lo que no te mata, te hace más fuerte

Un adolescente sale corriendo de su habitación gritando y dando un portazo, toda esta escena se origina porque su madre le pidió que ordenara y limpiara su cuarto. Su madre resignada mueve la cabeza con incredulidad y se pregunta qué fuerza alienígena ha secuestrado a su dulce hijo, ese mismo que no hace tanto se sentaba en su regazo… Ah, esos eran días de inocente serenidad y sosiego… Y la madre se mira de soslayo en el espejo y ve el reflejo de su propia madre. En una segunda mirada se da cuenta de que es ella misma. ¡Ay! Con un sentimiento entre la sorpresa y el horror, le viene a la mente una escena de su propia adolescencia, cuando le dijo a su madre: «Cuando tenga un hijo… ¡nunca voy a hacerle lo que tú me haces!» Atrapados en medio de una batalla de voluntades, se pregunta, “¿en qué me he convertido?»

Batalla de voluntades… Por un lado están los padres, cuya edad les ha proporcionado una vasta experiencia y una cantidad considerable de conocimientos, Por otro lado está el adolescente con poco más de una década de sabiduría. No debemos subestimar el poder del adolescente, ya que cuenta con un surtido de estrategias para derrocar rápidamente a su oponente, también conocido como progenitor. ¿Qué hacer cuando tu hijo/a monta una escena como la descrita anteriormente? ¿Asumes que se encuentra en la búsqueda de la autonomía e independencia y claudicas o te mantienes inflexible en tu posición? 

En el camino hacia la vida adulta, los adolescentes pueden expresar menos afecto hacia los familiares y emplear cantidades enormes de tiempo con los amigos o enganchados al whatsapp y actualizando sus redes sociales. Cosas tales como la apariencia y la aceptación social con temas muy relevantes; no son tonterías, para muchos, estas cosas se convierten en una necesidad de vital importancia. Emocionalmente, los adolescentes pueden verse atrapados entre ser un niño y un adulto joven, lo que a veces les aboca a un 100% de pura torpeza.

Pero ante todo mantengamos la calma. Ten la seguridad de que esta búsqueda de la autonomía e independencia es una parte perfectamente normal en el desarrollo del adolescente. Aunque es posible que durante este proceso te salgan algunas canas, el rechazo y el cuestionamiento de autoridad que muestra tu hijo le están ayudando crecer y convertirse en un adulto. Así que, te recomendamos que, en lugar de arrancarte esas canas y entrar en absoluta y desbordada desesperación, estés seguro de que tu hijo sólo está tratando de formarse una idea de quién es él o ella y cómo encaja en este gran y complicado mundo.

Pero, ¿y cómo diablos puedes sobrevivir a la inevitable adolescencia de su hijo cuando difícilmente sobreviviste a la tuya? Los expertos dicen que ser coherente, establecer límites y darles la seguridad que les permita explorar su medio son habilidades fundamentales para los padres. Además de esas cosas, no te olvides de mantener las líneas de comunicación abiertas para que tu hijo se sienta cómodo hablando contigo.

Así que si eres padre o madre de un adolescente, sabes perfectamente lo difícil que es mantener el equilibrio. Cuando recibiste ese pequeño regalo hace más de una década, es probable que no supieras que tendrías que convertirte en un malabarista profesional, multitarea, figura de autoridad y mediador, ¡todo en uno! Por tanto, si estás criando un adolescente, en primer lugar date una palmadita en la espalda. Ser padres no es una tarea fácil, sin embargo, es un privilegio poder ayudar y preparar a nuestros hijos para que un día dejen el nido, dotarlos de todo lo que sabemos para que puedan comenzar su propio viaje.

Fuente: Psychologytoday.com

Escrito por María Rueda Extremera

 

Cuando leer no solo es un entretenimiento…

Lunes. 9:05 de la mañana. Levantas tu vista del libro que lees esta semana (podría ser Las Horas de Liam Cunningham, por poner un ejemplo) y te fijas en la persona que hay sentado justo enfrente de ti. Ves que mira con vista perdida el mapa del metro. Notas cierto nerviosismo en su mirada, tal vez te fijes en sus ojos acuosos y en qué revisa ansiosamente la hora. Piensas, “Llegará tarde a alguna cita importante”. Te quedas inquiet@ cuando sale rápidamente al abrirse las puertas del vagón. Te muerdes el labio, “¿Qué le habrá pasado?”. Y continúas leyendo. Tal vez Liam Cunningham pueda darte una respuesta.

El pasado mes de octubre apareció en las páginas de Science, un artículo capitaneado por varios investigadores del New School of Social Research  (NSSR) en donde se defendía cómo leer ficción literaria podría ayudarnos a comprender las emociones y pensamientos de quienes nos rodean. Con ello, venían a comprobar si aumentaban nuestra Teoría de la Mente (que alude a la capacidad cognitiva de discernir estados mentales subjetivos en los demás y en nosotros mismos, entendiéndolos como fenómenos diferentes a aquellos que ocurren en el mundo exterior)

Para ello, realizaron diferentes experimentos en los que sometían a los participantes a leer breves fragmentos de textos literarios. Dichos textos se dividían en dos categorías, textos de ficción literaria (con fragmentos de autores como Delillo o la actual ganadora del Premio Nobel Alice Munro; en general, libros de reconocido prestigio y que presentase un argumento ficcionado) junto con textos de no ficción y/o considerados de “consumo popular”. Una vez leídos, los participantes pasaban distintas pruebas. Con medidas en diversos test como el RMET y el DANVA2-AF (tests de reconocimiento emocional a través de expresiones faciales), o el Yoni Test (reconocimiento de los pensamientos y emociones de distintos personajes a partir de diversas pistas verbales o visuales); los resultados mostraron como la mayoría de los participantes que habían leído obras de ficción se mostraban más capaces y obtenían mejores puntuaciones a la hora de inferir estados emocionales en los demás. Dicha empatía no sólo se producía a nivel cognitivo; también los participantes experimentaban  una identificación emocional.

Así, la literatura pasaría a ser una especie de simulador de las experiencias sociales; donde gracias a las vivencias y sentimientos de los personajes en la novela podríamos entender el complejo y heterogéneo mundo emocional que nos rodea. Aun con diversas limitaciones (no se decían expresamente la identidad de todos los autores utilizados en ambas condiciones experimentales; las conclusiones podrían cambiar de manera considerable si los participantes se leyeran novelas enteras en vez de fragmentos), el experimento constituye una lanza a favor de la literatura como instrumento favorecedor de diferentes cualidades de nuestro sistema cognitivo y que nos permite una flexibilidad y enriquecimiento de las distintas situaciones sociales sin necesidad de vivenciarla concretamente. Cómo digo, en la próxima página de tu libro de la semana puede estar la comprensión y entendimiento de una situación difícil en nuestras vidas. Por ello, simplemente lee.

 

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Research Digest

Bibliografía consultada: Kidd, D.C;  Castano, E. (2013). Reading literary fiction improves theory of mindScience express.