La ira es una emoción fácilmente reconocible y que todos hemos podido sentir alguna vez: la sentimos cuando hemos sido víctimas de una injusticia, ante un acontecimiento que nos bloquea nuestras expectativas por conseguir algo, o sencillamente ante suceso cotidiano que nos irrita por apartarnos de lo que nos gusta. La identificamos como una parte más de nuestro espectro emocional, y, sin embargo, la sociedad actual nos enseña a no mostrarla y eliminarla de nuestro carácter; imposibilitándonos la oportunidad de aprender a canalizarla adecuadamente, y con importantes consecuencias para nuestra capacidad de resolución de problemas y de expresión emocional.
Porque enfadarse e irritarse no constituyen un problema si lo que se trata es reactivarnos para la resolución del conflicto que nos ha enojado. Sí que lo es cuando en vez de resolver nos dejamos imbuir por lo que nos despierta dicha emoción y extraemos conclusiones movidos por ella; nuestras reacciones parecerán a ojos de los demás como agresivas e impetuosas, sin capacidad para enfrentarnos a las frustraciones de la vida cotidiana y en donde nuestro carácter destacase por la frecuencia, intensidad y estado permanente de irritabilidad y enfado.
Por todo ello, os dejamos una serie de recomendaciones para poder manejar la ira en situaciones en las que es más recomendable mostrarla que dejarla para otro momento. Se trata de expresarla en un entorno en donde se rebaje la activación emocional que nos provoca y trabajar en cambiar los desencadenantes que la provocaron. Las recomendaciones son:
1.Reconoce que estás enfadado. Muchas investigaciones demuestran que las personas frecuentemente enfadadas son pasivas ante los conflictos y encuentran en el enfado la única forma de afrontar los problemas. Aceptar que estamos enfadados valida nuestros sentimientos, reconoce que algo de la situación no nos ha gustado y que sentimos vulnerados nuestros derechos. Es el primer paso para conformar un plan que nos permita solucionar aquel problema que tanto nos ha enfadado.
2.Permítete perder el control…pero de otra forma. Coge una hoja de papel y comienza a apuntar todas las razones por las cuales estamos enfadados, sin parar. Al principio todo será caótico y nos parecerá irracional e ilógico, pero este ejercicio nos irá centrando en el problema y poco a poco iremos organizando el contenido. Poner el problema en palabras, además, permite convertirlo en algo tangible y menos irresoluble de lo que nos parece en nuestra cabeza.
3.Relájate. Hacer unos ejercicios de respiración diafragmática largos y profundos mientras nos imaginamos en una escena agradable o nos repetimos frases y palabras que nos inspiren calma pueden ser un buen comienzo. La actividad física mediante el ejercicio diario puede favorecer estados de relajación muy recomendables en la disminución y canalización de la ira.
4.Mejora tu comunicación: en una situación muy tensa, centrarse en tomarse unos tiempos para responder a lo que se nos demanda, pensando en lo que vamos a hacer y atendiendo cuidadosamente a lo que nos dice la persona, puede ayudarnos a calmar una discusión acalorada. Asimismo, compartir con personas de tu confianza problemas que son motivo de enfado puede aliviar la tensión que te provocan, si bien es bueno asegurarse de que la persona que nos va a escuchar lo haga realmente y no avive nuestro fuego interno.
5.Actúa, en dos sentidos. En primer lugar, comienza a pensar en un plan y en las alternativas que tienes a tu alcance para solucionar tu problema. Haz visible ese plan en pequeños pasos que has de ir haciendo uno a uno para solucionar tu problema. Lo importante no es centrarse en el resultado, sino en adquirir una actitud de reflexión y resolución de nuestros propios problemas. En segundo lugar, cambia tu ambiente, no sólo para modificar aquello que tanto nos enfada, sino para prevenir todo aquello que enuncia la ira.
6.Mantén un poco la guardia, y si ves que es demasiado, pide ayuda. La ira puede hacernos tomar decisiones inmediatas totalmente irracionales y contraproducentes para nuestro bienestar. Si ves que estos estados son muy frecuentes y están alterando muchas esferas de tu vida (laboral, amistades, de pareja), no dudes en ponerte en contacto con un profesional, ya sea para una ayuda o para asesorarte. Como he dicho, reconocer tu enfado y la intensidad es el primer paso para un cambio, un cambio positivo, en donde tú puedes marcar el ritmo y no el estado que estás sintiendo. Así que, ¡adelante!
Escrito por David Blanco Castañeda.
Fuentes: www.psychologytoday.com; www.apa.org