En la sociedad actual, continuamente estamos resolviendo problemas mentales. Gran parte de nuestros trabajos tienen un componente de mayor carga mental que física. Esto, sumado a que no necesitamos realizar apenas esfuerzos físicos para asegurar nuestra supervivencia hace que casi toda nuestra energía se oriente a el ejercicio mental.
extraída de wealthygorilla.com
Ya que esto es así, lo normal es que cuando tenemos problemas psicológicos tratemos también de resolverlos con el pensamiento. Lo que los psicólogos nos encontramos muchas veces es con personas que a través del uso del pensamiento tratan de resolver problemas que más bien suelen ser trampas mentales. El pensamiento positivo a veces se convierte en una manera de contrarrestar un pensamiento negativo y nos vemos envueltos en una especie de lucha con nosotros mismos de la que parece imposible salir. Muchas veces lo que más nos ayuda puede tener que ver con las acciones que llevamos a cabo, no sólo con los pensamientos que tenemos.
En psicología no existen las fórmulas mágicas, y estas cinco posibilidades no necesariamente harán que reduzcas esa forma de resolver los problemas con la mente en lugar de con la acción, pero al menos sí pueden ayudar en casos puntuales y han sido estudiados científicamente.
1. Camina para aumentar el ánimo. La actividad física es una manera demostrada de mejorar el estado de ánimo. No es necesario que sea una actividad física intensa, simplemente caminar alrededor de 30 minutos al día es suficiente para mejorar el ánimo en personas con depresión. El ejercicio físico aeróbico también influye positivamente sobre la calidad de vida y la salud mental en general, en personas sin problemas psicológicos.
2. Sonríe para aliviar el estrés. Aunque está claro que sonreir más no te vas a hacer una persona feliz, sí parece que la sonrisa tiene algunos efectos positivos. Cuando experimentalmente se obligó a sonreír a personas sometidas a una tarea estresante, aunque emocionalmente no se sentían mejor, sí se redujo su tasa cardiaca. Puede que no sientas los cambios, pero parece que fisiológicamente sí los hay, incluso cuando tenemos dolor, parece que es menos incómodo si estamos sonriendo.
3. Respira hondo para aumentar la atención. En la sociedad actual, es fácil que estemos haciendo más de una cosa a la vez. Cuando estamos en modo multitarea, nuestra atención disminuye y es complicado realizar tareas que requieren de mucha atención. Sin embargo, en ocasiones es necesario cambiar rápidamente de este modo multitarea a la concentración necesaria para una tarea continuada y sin interrupciones. Sentarse durante unos minutos y simplemente atender a contar las respiraciones aumentará tu capacidad de atención para una sola tarea.
4. Haz ejercicios de resistencia para combatir la ansiedad. Tener ansiedad es una de las sensaciones más desagradables que se pueden sentir. Cuando comienzas a sentirla, seguramente ya conozcas varias maneras en las que la ansiedad te ayuda a solucionar algo o las formas de regularla. Sin embargo, puede pasar que en un momento determinado necesites algún nuevo sistema. Está comprobado que los ejercicios físicos de resistencia como por ejemplo, levantar pesas, mejoran los problemas de ansiedad. Además, la intensidad de los ejercicios no tiene porque ser muy elevada, realizar este tipo de ejercicio a una intensidad moderada puede ser suficiente para que tenga efecto sobre la ansiedad.
Diferentes estudios han demostrado que las anteriores acciones tienen sus efectos sobre diferentes afectaciones psicológicas. Lo que hacemos con el cuerpo, las acciones que llevamos a cabo en el mundo y sobre nosotros mismos pueden ser muy poderosas sobre la forma en la que pensamos y sentimos. Sólo con esto, quizá no logremos afrontar todos los problemas, pero al menos, sí tendremos pequeñas estrategias que poner en marcha cuando no estemos pasando por el mejor de los momentos y podrán sernos de ayuda.
En nuestra sociedad tenemos muchos modelos y estrategias diferentes para superar una ruptura sentimental. Entendemos que el vínculo afectivo que establecemos con una pareja sentimental es profundo y lo que sentimos en la ruptura está universalmente reconocido. Por ello, recibimos toda una serie de reacciones compasivas que buscan la superación de este trance emocional. Pero, ¿y qué pasa cuando lo que vamos a perder es uno de nuestros mejores amigos? A pesar de que puede ser igual de importante, se tiende a una consideración social de “vínculo desechable” e incluso podemos percibir cierta incredulidad de los demás si no aceptamos rápidamente la ruptura.Y lo cierto es que una ruptura con un amigo puede ser muy complicada, entre otras cosas, porla dificultad que entraña en ocasiones no encontrar apoyo por una perdida que no todos pueden considerar como traumática.
En las investigaciones recientes, encontramos una reacción más empática a una perdida cuando en la relación de amistad están implicadas dos mujeres. En efecto, se observa un mayor impacto emocional en las mujeres por su predisposición a la apertura emocional, más que en el caso de los hombres. Si bien tener buena red social está implicado en un mejor alivio del estrés y el malestar en ambos sexos por la liberación positiva de oxitocina, en mujeres se registran mayores conductas maternales y de cuidado por el efecto de dicha hormona. Del mismo modo, tener amigos se relaciona con la reducción del riesgo de muerte hasta un 60 por cierto, en distintos estudios longitudinales, y ya con mismos efectos en ambos sexos.
De cualquier manera, pensar que las relaciones de amistad son perfectas y se mantienen imperecederas con el paso de los tiempos es una falacia moderna muy extendida. Las relaciones de amistad sufren altos y bajos como cualquier otra relación, debido también a la evolución distinta de las personas individuales que lo forman. Por ello, a veces una ruptura entre amigos se torna inevitable (e incluso necesaria) si el viraje de la relación torna a tintes tóxicos. También si se acumulan tensiones irresolubles, cuya sola presencia aumenta el malestar y se deja de considerar la relación como una prioridad. En todos estos casos, romper la relación o explicitar un descanso puede ser una solución factible. Hacerlo bien y eligiendo cuidadosamente los pasos puede ayudarte a dejar ir y procesar una situación difícil para todos
Asumir tu parte de responsabilidad en el proceso de ruptura. Una ruptura no surge de la nada y viene precedida de una serie de circunstancias analizables y que afectan a ambas partes. Reconocer qué acciones propias (y ajenas) ha contribuido a la situación de distanciamiento ayudan a comprender la situación, aliviar el resentimiento acumulado y permite entender que separarse supone el mejor camino para el crecimiento personal y el aprovechamiento de nuevas oportunidades.
Salir del juego de la culpa. Rumiar todos los malentendidos o acrecentar el resentimiento haciendo un exhaustivo listado de las faltas del otro inhiben la capacidad para avanzar. Todos tenemos unos recursos limitados y reconocer nuestras debilidades propias propicia un aprendizaje continuo y mejora nuestra capacidad para hacer nuevos amigos.
Sentir la pérdida. Permítete estar triste durante un tiempo. Perder a un amigo es una experiencia dolorosa. No es fácil y puedes sentirte solo y triste. Lo importante es encontrar una manera de expresar tus sentimientos. Puedes dejarte ayudar por otras personas, llorar y dejarte cuidar, o bien escribir a esa persona que ya no está. Escribir cartas permite despedirse de la otra persona y decir todas las cosas que se quiso y no se pudo. Aunque sea para ti y en tu más absoluta privacidad.
Haz un alto y celebra tus fortalezas. Las rupturas de amistad a menudo provocan un cóctel de emociones que incluyen una intensa culpabilidad, sentimientos de fracaso y grandes dosis de rechazo…coctel con grandes efectos para la autoestima y el amor propio. Darse cuenta de todo lo conseguido y agradecer los vínculos que uno tiene y ha tenido permite tomar perspectiva y acceder a los recursos beneficiosos que todavía tienes.
Ordena tus pensamientos. ¿Puedes sacar dos lecciones de por qué estáis mejor separados que juntos y mal avenidos?. En vez de abrumarse con lo que se hizo mal, ser conciso y extraer aprendizajes de la situación permite mejorar para una futura ocasión.
Adopta la “Estrategia Sueca”. El termino hace referencia a mantenerse neutral. A veces, romper la amistad no significa que no vayas a ver a la persona más, pues todavía podéis trabajar juntos o compartir amigos conjuntos. Mantener unos límites claros e intentar que los amigos cercanos de los dos no tomen partido ayuda a mantener una convivencia y te permite sentir un mayor autocontrol en la situación. Si necesitas ventilar, acuérdate de desahogarte fuera del grupo de amigos.
Vive mejor tu vida y cuida tu red social. Este tipo de situaciones consumen mucha energía y puede hacernos aislarnos y no querer relacionarnos. Toma la iniciativa y llama a tus amigos familiares. Esta es una etapa que nos deja especialmente tocados, por lo que sentirnos valiosos y recibir cariño de los demás es algo fundamental para superar el trance. Si además dedicas un tiempo para nuevas experiencias, hacer nuevos propósitos…te permitirá tener sensación de avance y reciclar tus malos sentimientos.
Romper una amistad nunca es fácil y cuanto más cercanos nos sintamos a ella más difícil es. Pero a veces romperla es la mejor decisión que hemos podido tomar. Te deja más espacio para otras personas más saludables y más satisfactorias. Y nos recuerda el don de la amistad, “de toda amistad sacamos algo, y si lo hacemos bien, nos permite ser un mejor amigo y tomar mejores decisiones en el futuro”.
Dice un proverbio chino “No puedes evitar que los pájaros de la preocupación vuelen sobre tu cabeza, pero sí que hagan nidos en ella”.
Cuando nos sentimos preocupados, no podemos dejar de pensar sobre algún aspecto de nuestras vidas que debemos afrontar. Ya que la preocupación se suele relacionar con la emoción de miedo, en la mayoría de ocasiones una preocupación intensa nos podrá producir los mismos síntomas físicos asociados a esta emoción, aunque generalmente a una baja intensidad.
extraída de rincondeltibet.com
La preocupación, especialmente cuando es muy acuciante, es algo tremendamente incómodo y nos encantaría que no existiera, pero no es totalmente negativa. Preocuparnos es útil en la medida que lleguemos a acciones dirigidas a situaciones concretas. Podemos ver las señales de una preocupación efectiva cuando:
Te sensibiliza a un problema que aparecerá en el futuro.
Te ayuda a anticipar una solución a un posible problema.
Te permite encontrar una solución diferente a un problema no resuelto.
Pero es importante tener en cuenta que la preocupación es el paso previo a las acciones dirigidas a resolver los problemas, que en sí misma y por definición no es resolutiva. Algunas personas, antes de poner en marcha las acciones dirigidas a afrontar los problemas necesitan un cierto grado de preocupación, de pensar sobre cómo resolver un problema muy alejados de las acciones necesarias hasta que en el paso a la acción lo hacen de forma muy eficaz. Pero en muchas ocasiones, la preocupación se convierte en lo que los psicólogos llamamos rumiación.
Este sería el punto de preocupación en el que podríamos decir que los pájaros han logrado anidar en nuestra cabeza. Lo que ocurre es justo un desequilibrio entre el grado de preocupación y el paso a la acción. Cuando pensamos más sobre lo que puede ocurrir que lo que hacemos posteriormente. Al tener este exceso de preocupación, es muy posible que comencemos a sufrir estrés o ansiedad, además, nuestra sensación de autoeficacia se reduce y cada vez nos vemos menos capaces de resolver realmente los problemas. Las señales de que se está produciendo este desequilibrio entre preocupación y acción pueden ser:
Lleva a más preocupación.
Sentimos que no podemos controlar esta preocupación y se convierte en un estilo de pensamiento más que una forma de resolver problemas.
Al no llegar a pasar a la acción, estimamos que no hay posibilidad de resolver el problema.
Llegados a este punto, es fácil comenzar a considerar la preocupación como algo extremadamente negativo e inabarcable; una forma de afrontamiento que nos hace sentir muy mal, al tiempo que nos paraliza y no nos ayuda a resolver los problemas. Cuando la preocupación es excesiva y la acción escasa, podemos tratar de aproximarnos a ella desde una técnica de “mindfullness”, que puede lograr en algunos casos una vuelta a la preocupación sana. Para ello, hay varias cosas que podemos hacer:
Enfocarnos en el presente.
Ver la preocupación sólo como un pensamiento puntual, no como la realidad.
Ver que la preocupación es algo que ocurre, que en esencia no es bueno ni malo.
Fomenta la acción, independientemente del resultado.
Piensa sobre ti mismo como una persona capaz de hacer cosas sobre el entorno, más allá de los factores externos a ti, como la “mala suerte” o “el destino”.
Cuando nos acercamos a la preocupación con un menor juicio negativo, cuando la aceptamos como algo inevitable pero que puede ir y venir en nuestras vidas, logramos que ese estilo de pensamiento rumiativo no se establezca e incluso en ocasiones podremos verla como algo que nos ayuda a afrontar ciertos momentos de nuestras vidas. Los pájaros de la preocupación te van a sobrevolar, busca la forma de que sus alas te empujen más que sus nidos te pesen.
Foto extraída de https://blogs.thegospelcoalition.org/
¿Alguna vez el comportamiento de alguien te ha sugerido el mensaje, “hazlo que te digo, nunca lo que yo hago”? ¿Qué tipo de reacciones te ha provocado? ¿Qué pasa con el mensaje que te acaban de decir, entonces? ¿Lo sigues a pies juntillas?… Como estáis pensando, la respuesta es NO. Efectivamente, percibir inconsistencias entre lo que uno dice y lo que realmente hace tiene graves consecuencias en el comportamiento de los demás. De repente el mensaje produce rechazo, se devalúa su contenido por falta de credibilidad, incluso si lo que se dice es importante o valioso. Por ello, en nuestras interacciones diarias nos guiamos constantemente por un “sentimiento de autenticidad”, donde lo que oímos de los demás es un reflejo de lo que esperamos que sean. Si descubrimos inconsistencias, el daño es doble: primero, nos sentimos decepcionados con el otro por haber descubierto su inconsistencia;por otro, nos sentimos engañados y defraudados con nosotros mismos por haber caído en el engaño. Nuestro propio “sentimiento de autenticidad” se ha visto quebrantado; su restauración implica perder la confianza en esa persona; y si el daño es profundo, no sólo afectará al vínculo con esa persona, sino con situaciones y/o personas que repitan ese patrón. Además, los comportamientos hipócritas se juzgarán más graves cuando la conducta tenga una intencionalidad clara, percibamos en el otro una actitud de superioridad, se haya producido una contradicción grave, o bien se reincida en el comportamiento.
Con todo, puede ser más fácil detectar las contradicciones de lo demás que las propias. Las investigaciones demuestran que las personas tendemos a ser reacios a considerar nuestras propias conductas como hipócritas; dándose un fenómeno llamado disonancia cognitiva. Por nuestro sentimiento de autenticidad, las personas tenemos una fuerte necesidad de mantener una coherencia entre nuestras acciones, actitudes y creencias. En situaciones en las que existen una incoherencia manifiesta (un ejemplo muy claro sería el fumador que persiste en fumar aún en riesgo de su salud; siente que su salud es muy importante pero ejecuta acciones no saludables como fumar), la persona entrará en un estado de ansiedad psicológica agudo,donde intentará cambiar su conducta contradictoria o caer en la defensa de sus actitudes (autojustificaciones), aliviando su malestar. Esta tendencia a la autojustificación será tanto mayor cuando no haya causa externa que lo sustente. Y la vergüenza y la culpa serán las emociones que más intensamente sentiremos.
Sin embargo, sentirnos hipócritas y ser conscientes de ello es mucho más positivo de lo que pensamos. En efecto, hay toda una serie de investigaciones recientes que inducen a los propios participantes a sentirse hipócritas y sentir disonancia cognitiva; en ellos se comprueba que cuanto más conscientes somos de nuestras incoherencias, mayor compromiso público tenemos con un cambio en nuestra conducta y mayor confesión a los demás de nuestras propias conductas hipócritas mayor probabilidad hay de generar un cambio y conseguir que hagamos lo que realmente queramos y pensemos, sin autojustificaciones ni mentiras. Además, se comprueba como variables como tener mayor autoestima o la comunicación de otras personas de sus propias inconsistencias ayudan a las personas a hacer un cambio real. Estas investigaciones constataban que el éxito de inducir disonancia no estaba en convencer a las personas de sus propias inconsistencias; sino más bien enfatizar los verdaderos valores reales de la persona y generar un compromiso con ellos era lo más efectivo en estos casos. Esto tiene grandes implicaciones para la vida cotidiana o para el trabajo dentro de una sesión de terapia; si queremos un cambio en las personas, resaltar lo que realmente quiere por encima de sus contradicciones y ayudarle a tomar sus propias decisiones asumiendo sus errores será mucho más positivo para generar un cambio que confrontarle todas sus contradicciones. Porque hay una cosa peor que sentirnos hipócritas; que no acusen de ello y que nosotros ni siquiera hayamos llegado a esa conclusión.
¿Conoces la palabra alexitimia? Tiene que ver con la incapacidad de entender las emociones ¿Qué ocurre cuando sufres de alexitimia? ¿Cómo es vivir con este rasgo muy acentuado?
La alexitimia es un rasgo de personalidad que se caracteriza por una dificultad en la regulación e identificación emocional. Además, las personas con un nivel alto de alexitimia, tienen problemas a la hora de describir y por supuesto comunicar sentimientos. Todas estas dificultades hacen que en este tipo de personas, las sensaciones del cuerpo relacionadas con las emociones se puedan confundir con afectaciones físicas como tal.
extraida de www.gestionemocional.com
Conociendo en qué consiste la alexitimia podremos comprender que cuando se sufre este problema es más fácil padecer otras afectaciones psicológicas; abuso de sustancias, somatizaciones, ansiedad o depresión. Por supuesto las personas con alexitimia tendrán una sensación de satisfacción con la vida peor que las personas que identifican adecuadamente sus emociones.
En un estudio de la Universidad de Groningen se trató de conocer un poco más cómo funcionan las personas que tienen alexitimia, puesto que es un factor importante a la hora de ver afectado el bienestar psicológico. A través del estudio de las personas con un grado alto de alexitimia podemos acercarnos a conocer en sí mismo cómo cualquiera de nosotros procesa las emociones. Este estudio buscaba identificar en qué punto las personas con alexitimia se pierden a la hora de conocer las emociones.
En primer lugar, lo que observaron es que las personas que tienen alto este rasgo tienen muchos problemas en su propia regulación emocional, no sólo en el reconocimiento de las emociones. Las estrategias que una persona con alexitimia pondrá en marcha para regular sus emociones son algo dañinas. Especialmente, se dieron cuenta de que la primera estrategia era la supresión emocional,conocida como una gran causante de malestar psicológico. No sólo esto, sino que también tendrán menos capacidad de re-evaluar las emociones, de forma que finalmente se disminuye la posibilidad de regularlas.
Cuando se fijaron en la capacidad interpersonal, las personas con alexitimia también tienen dificultades en este aspecto. Se puede ver que la capacidad de empatía es muy baja, lo cual es bastante coherente, puesto que también es muy difícil para estas personas detectar las señales emocionales de los otros, especialmente las que no duran mucho en el tiempo, o las que son sutiles.
Con estos resultados, se puede comprender que las personas que tienen una alta alexitimia tendrán bastante sufrimiento psicológico, tal y como dijimos antes. Pero en este mismo estudio sí lograron encontrar formas para mejorar su calidad de vida. De todas las dificultades con las emociones que tiene una persona con alexitimia, hay una, que tradicionalmente se pensaba que estaría claramente afectada que en realidad no lo está.
Precisamente, el origen de esta palabra se divide en tres partes; “a” falta de, “lexis” palabra y “thimos” emoción, es decir, que el significado literal de la alexitimia será una falta de palabra para las emociones. Justamente, lo que descubrieron en esta investigación es que las personas con alexitimia no tienen problemas para comprender el componente verbal de las emociones, sino todos los anteriores, más relacionados con la autopercepción y la percepción emocional de los otros.
Este conocimiento es especialmente valioso, ya que nos abre una grieta a través de la que trabajar cuando una persona está sufriendo este problema. Precisamente, por ejemplo, la «terapia focalizada en las emociones” de L.Greenberg será una herramienta muy valiosa para estas personas. En esta terapia, precisamente a través del componente verbal emocional, se aprende a detectar qué sensaciones produce cada una de las emociones para que se conviertan en una guía para nuestro comportamiento.
La alexitimia se puede medir en cada uno de nosotros (Aquí puedes hacer un test para saber cuál es tu grado de alexitimia, en inglés es más completo que en español), y no siempre es patológico, pero seguramente un alto grado de ello nos producirá grandes daños psicológicos. Un mayor conocimiento de este problema nos puede orientar cuando una persona tiene estas dificultades en el manejo de las emociones, por supuesto, ayudando a su bienestar y a una mejor calidad de vida.
Swart, M., Kortekaas, R., & Aleman, A. (2009). Dealing with Feelings: Characterization of Trait Alexithymia on Emotion Regulation Strategies and Cognitive-Emotional Processing PLoS ONE, 4 (6) DOI: 10.1371/journal.pone.0005751
Estoy escribiendo este artículo y de repente se me cuela una notificación misteriosa de Facebook. ¿Tengo que contestarla?. Es más, si me detengo unos breves segundos más, es posible que alce mi brazo para coger el móvil, donde las alertas del Facebook pueden sumarse a las de WhattsApp y me sorprenda a mi mismo contestando un par de mensajes…sólo un par. Es posible que después de varios minutos vuelva a mi trabajo principal, este artículo, y … ¿por dónde iba? ¡Maldita interrupción!
Efectivamente, este ejemplo que relato en primera persona es en realidad algo que nos pasa a todos casi en cualquier momento del día. La introducción de las nuevas tecnologías y dispositivos móviles en nuestra vida están modificando sensiblemente nuestra forma de atender y procesar la información. Entre otras muchas cosas, nuestra propia capacidad de lectura y concentración ha cambiado. Si antes se fomentaba una lectura profunda de los textos (que aumenta la aparición de pensamiento relacional, la formación de conceptos y la creatividad), parece que ahora se tiende más a una lectura a modo de “ráfagas”, donde prima una lectura superficial y nos hace dependientes de información nueva o que nos entretenga, si bien ya no necesitemos la lectura del texto completo para encontrar un verdadero significado a lo que leemos.
Estos cambios tienen grandes implicaciones para nuestros hábitos, sobre todo entre los más jóvenes, aunque se ha visto que este efecto se produce por igual en todas las edades y profesiones. Ahora una lectura profunda ha de competir directamente con estos “vistazos”, de manera que muchas veces se hace realmente difícil resistir a tan diversas (e interesantes) distracciones.
No obstante, es muy frecuente pensar que esto es producto de la sociedad moderna, que tiende a exigirnos ser personas multitarea (multitasking, la capacidad de atender a diferentes estímulos de manera simultánea), y a veces estamos en lo cierto. También es verdad que no siempre es así, y que muchas veces nos sentimos multitarea cuando realmente estamos haciendo swicht tasking, esto es, un cambio de tarea de manera rápido y repentino en tareas que se realizan a la vez y que se traduce en un coste atencional adicional. Así, nuestra capacidad de concentración se ve mermada a favor de una búsqueda incesante de novedad informativa.
Y es que tal vez las nuevas tecnologías den de lleno en la diana adecuada. El cerebro es un buscador de información novedosa, y las notificaciones lo son (aunque no siempre nos sea útil). Con cada cambio de tarea, se activa el neurotransmisor dopamina, íntimamente relacionado con los sistemas de recompensa en el cerebro, que favorece la frecuencia de conductas relacionadas con la exploración de información entretenida en decrimento de la lectura profunda (y el pensamiento profundo), de manera que es el mismo cerebro quién recompensa la perdida de concentración en una tarea, estableciéndose un círculo vicioso del que nos resulta difícil escapar. Y sí, recuerda a cómo funcionan los mecanismos de acción de las adicciones, aunque a una menor escala.
Además, se ha demostrado que estas interrupciones son mucho más disruptivas si somos nosotros mismos quienes las provocamos, incluso más que si nuestro móvil u ordenador tiene todas las alertas de notificaciones activadas. Así, se observó que el tiempo global en hacer la tarea y la dilatación de la pupila (un medidor esencial del esfuerzo cognitivo) era mayor cuando nosotros tomábamos la decisión consciente de interrumpir nuestra tarea para prestar atención a las notificaciones que no hace mucho no miramos. Estamos más tiempo con ellas que si salta una notificación instantánea (externa) en nuestra pantalla; ya que en ese caso somos capaces de atender a esa demanda y en cuanto esté cubierta seguimos con nuestro trabajo. Esto ha hecho plantear a los expertos la posibilidad de crear aplicaciones que salten instantáneamente de acuerdo a la dificultad o al momento en el que estemos haciendo una tarea, consiguiendo en un futuro que la interferencia no sea tan notable y la productividad de las personas en el trabajo no sea tan perjudicada.
De cualquier modo, es posible que hayan sido miles las interrupciones externas (o auto-interrupciones) que se han producido en la escritura de este artículo. Tal vez sea una manera de boicoteo o más bien que yo mismo represento esta nueva realidad en el procesamiento de la información. Una adaptación rapidísima de nuestra especie y que dice, una vez más, el impresionante potencial de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana.
Escrito por David Blanco Castañeda.
Fuentes: BBC, Europa Press, Diario El País, Babelia, BPS Research Digest.
Las personas que han tenido o tienen un padre o madre narcisista sufren de una serie de efectos en su forma de verse a sí mismos y al mundo que en muchas ocasiones les lleva a un sufrimiento muy intenso. Generalmente, no tienen conciencia de ello hasta que se encuentran en un proceso terapéutico por su propio malestar psicológico. Sin embargo, cuando tu desarrollo se ha visto influido por una personalidad narcisista, hay varias características llamativas que pueden aparecer.
Ya que una persona narcisista dispondrá de toda la familia para conseguir sus necesidades, un adulto criado por un narcisista se dejará pisotear con facilidad, ya que desde siempre ha aprendido a ser un medio para que otros consigan lo que quieren.
De esta forma, una persona criada por alguien narcisista no tiene una gran conciencia de sí mismo, del mismo modo que no reconoce sus necesidades, o lo que quiere. El progenitor narcisista en muchas ocasiones tratará de vivir los logros que no ha conseguido a través de sus hijos, ya que por mucho que haya logrado nunca será suficiente. Así, durante el desarrollo, los niños aprenden a satisfacer sólo a este progenitor en lugar de a sí mismos, de modo que no hay espacio para sus propias necesidades.
Es habitual, en esta misma línea que si has tenido un padre narcisista te sientas casi más como un compañero que como un hijo a su cargo. Ya que las personas narcisistas requieren de toda la atención de las personas que le rodean y que éstas cubran sus necesidades de reconocimiento y logro, los hijos de personas narcisistas pueden encontrarse en un rol de ayudar a que todo esté bien y que esa persona no sienta ninguna contrariedad. Asumen el papel de mantener todo en orden y solucionar algunas cosas hasta antes de que haya habido lugar a un problema.
Además, la única forma en que sientes que vales algo es a través del éxito. Los padres narcisistas, ya sea de forma explícita o implícita, sólo ven en sus hijos algo positivo cuando se trata de un éxito demostrable, especialmente a nivel social. Pero además, aplican esto de forma similar en sí mismos, de modo que como hijo de alguien narcisista es probable que el único valor que veas en ti mismo es por lo que has conseguido y en muchas ocasiones tampoco te parecerá suficiente.
Otra característica que puedes percibir en ti mismo cuando te ha criado un padre narcisista es que te sientes extremadamente competitivo con tus iguales o hermanos. Este estilo de personalidad tiende a motivar a través de la comparación, como por otra parte hacen consigo mismos. Es por esto que aunque no sea de un modo consciente (aunque también puede aparecer directa y conscientemente) los padres naricisistas estarán constantemente haciendo comparaciones sobre las cualidades de sus hijos. Esta actitud lleva a aprender un sentido de lucha por el reconocimiento y una necesidad de competir que generalmente se convierte en algo bastante doloroso para los hijos.
Una vez comienzas a reconocer esto en ti y tomas conciencia de que te ha criado una persona narcisista, comienzas a entender varias cosas sobre cómo te puedes estar haciendo daño a causa de esos aprendizajes hechos en etapas muy tempranas.
Para comenzar a manejar estos sentimientos, es cierto que el simple hecho de conocer de dónde proviene esa sensación de miedo intenso cuando vas a hacer algo que puede salir mal en sí nos puede dar cierto grado de tranquilidad. En ocasiones no es suficiente el entender cómo funciona una persona narcisista para aliviar los síntomas que puede producir el haber sido educado por uno. Hay varias técnicas que puedes probar para manejar lo anteriormente comentado y en cualquier caso, la ayuda psicológica siempre será positiva para mejorar el autorreconocimiento y mejorar tu autoestima.
Practicar el mindfullness. La práctica de una atención plena a nuestros estados internos dará lugar a una mayor conciencia de nuestras propias emociones y estados mentales. Además, si logramos hacerlo sin juzgar estos sentimientos, comenzaremos a ver otra forma de percibir nuestras propias necesidades que no hemos logrado aprender a través de este estilo de crianza.
Aplicar la dialéctica. En la terapia dialéctico conductual, entre las diferentes estrategias para aumentar el bienestar se aplica la dialéctica. Esto implica, entre otras cosas, que dos cosas opuestas pueden existir a la vez y que así se puede explicar la realidad incluso de forma más ajustada. En este caso, podríamos entender porqué esa persona se comporta así aprendiendo lo que tiene que ver con los rasgos narcisistas y al mismo tiempo desear que esto cambie.
Buscar la aceptación. Cuando hablamos de aceptación no significa resignarnos con la situación. Tampoco que estemos cómodos con ella ni que estemos de acuerdo. Simplemente significa que asumimos que es una situación que ocurre y que probablemente no podemos cambiar. Una vez logramos aceptar que esto ocurre, además, podemos buscar otras formas de enfrentar esta situación para que nos dañe lo menos posible.
Es difícil descubrir que algunas de las formas más dañinas que usamos con nosotros mismos provienen de que uno de nuestros progenitores no aprendió a manejar su narcisismo, pero al menos, comenzar a comprenderlo, en muchas ocasiones puede ser el primer paso para aprender a hacer un cambio en estas cosas que nos duelen y empezar a sentirnos mejor.
En los tiempos que corren, la distancia en las relaciones de pareja es una realidad que tienen que sobrellevar miles de parejas cada año. Desde un viaje con beca Erasmus, un destino de tu compañía o la situación de emigrar a otro país para la búsqueda de trabajo sin tu pareja, son muchas las situaciones que pueden alejarte de tu pareja durante un periodo de tiempo determinado. Por otro lado, la convivencia y aplicación de las nuevas tecnologías está dando lugar a una nueva realidad afectiva, en la que muchas personas deciden iniciar una relación sentimental con otras personas a miles de kilómetros de distancia. Si bien son conscientes de sus dificultades, la inmediatez de las nuevas sociales permite un contacto que sería impensable hace unas décadas, planteándose alternativas posibles donde antes eran todo costosas dificultades.
Por ello, no siempre la situación de una separación geográfica viene traducida en una ruptura asegurada, sino que mucha gente se plantea este escenario sabiendo que su unión y vínculo afectivo no tiene por qué verse afectado.
Obviamente, la preparación de este evento es necesaria que se haga conjuntamente, planteándose ventajas y desventajas que deben salvarse. Los problemas hay que tenerlos muy cuenta (celos, capacidad para afrontar las separaciones, número de discusiones), poniéndolos sobre la mesa para saber si pueden manejarse. En la distancia, mejor que prevalezca la practicidad y lo ya hablado. Generalmente, en este tipo de situaciones se suele apelar a un proyecto común (que suele incluir una futura convivencia en mayor o menor medida) y del que es necesario la satisfacción de los proyectos individuales antes de llegar a ese objetivo final. De esta manera, la distancia puede verse como un paso previo (o intermedio) y no como un impedimento real.
Entoncés, ¿cuáles se consideran las principales variables que predicen un éxito y mayor satisfacción a la hora de afrontar una relación a distancia?
Baja tensión psicológica. Efectivamente, las parejas cuyos miembros tienen menor nivel de ansiedad y depresión en el momento de separarse, y menos conflictos tenga la pareja en ese momento, mayor capacidad tendrán de salir airosos de esa situación. Trabajarse los puntos débiles antes de la separación supondría la mejor solución. Y cuidarse bien con momentos agradables y variados cuando se estén separados, la mejor manera de que no aparezca tensión cuando se está a distancia.
Mejor capacidad de comunicación. En la distancia, es muy importante cuidar los momentos de contacto con el otro, atendiendo tanto a la calidad como a la cantidad. No se trata de estar hablándose constantemente; más bien, de regular horarios para contarse y verse, preferiblemente en videoconferencias, donde no se pierda detalle al lenguaje no verbal, que permitirá hacerse una mejor idea de lo que se relata y no dar a lugar a malentendidos. Por otro lado, contarse tanto lo que te sucede cómo lo que te hace sentir permite no perder la intimidad en la pareja.
Distancia.En contra de lo que podría suponerse, las parejas que viven en distintas partes del mundo con respecto a las parejas que se encuentran en zonas próximas, tienden a llevarlo mejor. La razón es sencilla; cuanto más distancia, más conscientes somos de la separación. Se ha visto que en estas situaciones se hacen mayores esfuerzos para preservar la relación estable; desde el contacto frecuente y planificado, hasta la programación de visitas, escapadas o viajes regulares donde las personas proyectamos vernos y recuperar el tiempo separados. Planificar el contacto de calidad y frecuente es la máxima en este caso.
La capacidad de solucionar los problemas. En efecto, la confianza y las estrategias a la hora de manejar los conflictos se antoja básica en una relación a distancia. A miles de kilómetros, perder el tiempo de comunicación en continuas discusiones favorece la distancia psicológica, ante el poco acceso a contacto físico que alivia las tensiones emocionales. Un buen reparto de funciones, una comunicación sincera y honesta de las dificultades y saber bien cómo va a hacer el otro para solucionar el problema, permite rebajar las tensiones y aumentar las comunicaciones eficaces. Se trata de ser un equipo, se esté cerca o no.
Actitud ante la separación. Aunque digamos que la relación a distancia puede ser exitosa, realmente la actitud ante ellas depende de las experiencias que tenga cada uno. Hablar claramente de las dificultades y los miedos que se te plantean en esa situación e intentar resolver los problemas juntos permite derribar creencias y aclarar situaciones para que no sean problemáticas cuando ocurran.
La capacidad de sorprender. Aunque es muy importante programar y planificar los detalles y constantes sorpresas (cartas, regalos, preparar detalles en momentos de conversación, o compartir lo que se vive) permite tener presente al otro y no caer en una rutina que hace más perezoso el contacto. Esto incluye el terreno sexual, donde la creatividad se erige como la mejor alternativa para paliar la falta de contacto físico.
Con todo esto queremos decir que la distancia es un obstáculo salvable si sabemos cómo hacerlo y sabiendo que implica cierta adaptación para que mantengamos la llama intacta. Así hasta que llega la hora del próximo vuelo.
En psicología clínica, un objetivo fundamental que nos planteamos es ayudar a nuestros pacientes a superar los diversos problemas por los que acuden a consulta, y que les impide encontrar satisfacción y vivir felices. Para ello utilizamos múltiples técnicas cognitivo-conductuales que han demostrado su eficacia en los distintos problemas de las personas, y que se pueden aplicar de diferentes maneras.
Por ello, en psicología como en otros ámbitos de la medicina y la salud, se están utilizando también las nuevas tecnologías, con el objetivo de facilitar y mejorar en lo posible la utilización de las técnicas y procedimientos terapéuticos cuando se usan con los pacientes. Entre estas nuevas tecnologías que pueden ser de aplicación en el ámbito clínico, se encuentran las de realidad virtual, la realidad aumentada y el uso de internet. Destacaremos aquí las dos primeras, ya que se quiere destacar su aplicación directa en consulta como complemento a las diferentes técnicas que se utilizan en terapia.
Realidad virtual: se fundamenta en generar un ciberespacio en el que se experimenta la sensación de interactuar con objetos, situaciones o cosas que se generan por ordenador, de forma que el usuario parece encontrarse y ser parte de ese mundo virtual.
Realidad aumentada: en este caso lo real se solapa con elementos virtuales, de forma que se introducen diferentes objetos o imágenes generadas por ordenador en el mundo real. La diferencia con la realidad virtual está en que en este caso no estamos en un contexto virtual, sino que nos encontramos en el mundo real que a su vez está complementado con elementos virtuales.
La realidad virtual se ha utilizado en varios trastornos como es el caso de trastornos de ansiedad, concretamente para la utilización de la técnica de exposición, donde el paciente debe enfrentarse de forma gradual a diferentes situaciones relacionadas con su problema de ansiedad. Esta técnica normalmente se realiza con el paciente de forma imaginada o en vivo. Una opción diferente para su aplicación es precisamente la utilización de la realidad virtual, ya que posibilita interactuar con la situación temida de una forma casi real pero sin las dificultades que puede suponer recrear en la vida real una determinada situación. En este sentido, se han utilizado escenarios virtuales por ejemplo para la claustrofobia en un programa creado por investigadores de la Universidad Jaume I de Castellón, Universidad de Valencia y Grupo Previ de Valencia, en el que se pueden utilizar diferentes contextos como ascensores o lugares cerrados en los que se recrean distintos escenarios con situaciones variadas como estancias con puertas o ventanas bloqueadas, averías en el ascensor, etc. También se ha utilizado en la fobia a volar en la que se utilizan distintos lugares y momentos del aeropuerto o del propio avión con diferentes situaciones que al paciente le crean ansiedad y que se van graduando en intensidad. En el caso de la agorafobia se han diseñado mundos virtuales que han obtenido resultados igual de eficaces que la utilización de las técnicas clásicas de exposición. En el caso de los trastornos de alimentación, la realidad virtual se ha utilizado para intervenir en la imagen corporal distorsionada que presentan estos pacientes. En un programa diseñado en España se han obtenido también resultados muy similares a la aplicación de un programa tradicional cognitivo-conductual.
Otros ámbitos de aplicación en los que se han diseñado programas de realidad virtual, ha sido en las adicciones a la nicotina o la heroína, y en nuestro país se ha desarrollado un programa para la adicción al juego en el que se recrean escenarios en los que el paciente se encuentra con máquinas, bares, o zonas de juego con objeto de poder aplicar de nuevo técnicas conductuales como la de exposición mencionada anteriormente. También en el ámbito de la psicología de la salud, concretamente para el dolor agudo asociado a distintos procedimientos médicos.
Una aplicación de la realidad virtual muy interesante es el diseño de programas que puedan adaptarse a diferentes situaciones y problemas de los pacientes de forma que existan múltiples escenarios diferentes que puedan evocar sensaciones diversas como relajación, miedo, ira, etc. Con esta intención ha sido creado un modelo de programa denominado «El mundo de Emma»por investigadores de la universidad de Valencia y de la universidad Jaume I de Castellón, y que se ha utilizado en fobias, trastornos de adaptación, duelo y Trastorno por estrés post-traumático.
En relación a la realidad aumentada, nos encontramos con programas que mezclan la realidad con el mundo virtual y en el que estos mismos investigadores han diseñado sistemas de realidad aumentada para el tratamiento de fobia a las arañas y cucarachas de forma que estos animales parecen encontrarse en el mundo real del paciente, y de este modo se pueden crear también diferentes situaciones que nos permiten aplicar el tratamiento adecuado para esta fobia.
Estas importantes investigaciones en psicología clínica relacionadas con las nuevas tecnologías son un campo muy interesante para ayudar en el trabajo con nuestros pacientes. Es por lo tanto un reto de futuro diseñar nuevos programas que muestren su eficacia para su utilización ante distintos trastornos, facilitando la labor de aplicación de diferentes técnicas en consulta, pero sobre todo es importante que puedan ser comercializados, y de este modo ser accesibles para todos los profesionales interesados en su utilización.
Escrito por David Ramallo Beltrán
Referencia:
BOTELLA, C., BAÑOS, R., GARCIA-PALACIOS, A., QUERO. S., GUILLEN, V., MARCO, H.J.(2007). La utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en psicología. Monográfico “Intervención en salud en la Red”. UOC Papers. Revista sobre la sociedad del conocimiento.
La forma más habitual de darse las emociones, haciendo referencia a Paul Ekman en su libro “El rostro de las emociones” es cuando notamos, con o sin razón, que está ocurriendo o a punto de ocurrir algo que, para bien o para mal, afecta seriamente nuestro bienestar. Con frecuencia las emociones se inician con tal celeridad que no nos damos cuenta de los procesos mentales que las provocan (somos capaces de llevar a cabo complejas evaluaciones muy rápidamente, en milésimas de segundo, sin ser conscientes del proceso de evaluación).
Cuando se desencadena una emoción nos invade en unas milésimas de segundo, y nos ordena lo que hay que hacer, decir y pensar. Las emociones nos preparan para manejar sucesos importantes sin pensar en lo que hay que hacer. Se provocan cambios en determinadas zonas del cerebro que nos incitan a que nos ocupemos de lo que haya desencadenado la emoción, y cambios en el sistema nervioso autónomo encargados de regular el ritmo cardíaco, la respiración, la sudoración y otras muchas funciones corporales, preparándose para distintas acciones.
Las emociones también envían señales externas, cambios de expresión, rostro, voz y postura corporal. No elegimos estos cambios, simplemente ocurren.
Isabel Aranda, en su libro sobre emociones capacitantes nos ayuda a identificar esa emoción que está en la base de nuestro comportamiento, de qué nos informa, tomando consciencia de nuestras sensaciones corporales, analizando los sentimientos que eso nos produce, comprobando las acciones que nos posibilita y la forma de ser y comportamientos que origina. Un planteamiento en línea con el que realiza la Teoría de la Inteligencia Emocional de tomar consciencia de uno mismo y autogestionarnos de forma funcional, en función de nuestros objetivos y nuestro entorno. La buena noticia es que es posible aprender a gestionar nuestras emociones, integrándolas en nuestro comportamiento.
Y con respecto a nuestra emoción del miedo, que es el tema de este post, resulta que muchos de nosotros solemos gestionarla con un alto grado de desconocimiento e ineficacia.
El miedo es una emoción básica y universal que tradicionalmente ha estado acompañado de muy mala prensa. Como me decía mi madre “Tener miedo es de cobardes”. A priori podríamos tener la tentación de etiquetarla como una emoción negativa, indigna. Como diría Norverto Levy en “La sabiduría de las emociones”, el miedo ha sido categorizado como una emoción conflictiva.
extraída de http://imagenesyfrasesparafacebook.com/
Cuando tenemos miedo, no podemos hacer casi nada, o podemos hacerlo casi todo. Depende de lo que hayamos aprendido acerca de lo que puede protegernos en esta situación. La evolución puede favorecer dos acciones corporales muy distintas: esconderse y huir. Cuando surge el miedo, la sangre afluye a los grandes músculos de las piernas, preparándonos para la huida. No significa que vayamos a hacerlo. Si no nos quedamos paralizados ni huimos, es probable enfurecernos contra lo que nos amenaza. Es posible experimentar el miedo y la ira alternativamente con tal rapidez que las sensaciones se mezclan.
Habitualmente oímos que el miedo es una perturbación, y que hay que tratar por todos los medios de no sentirlo. Sin embargo podemos enfocar esta emoción con otra perspectiva, de manera que funcione en nosotros como una alarma, encendiéndose cuando detecta una amenaza que necesitamos gestionar.
El miedo nos aporta información en términos de amenaza y nos corresponde a nosotros hacer inventario de nuestros recursos y capacidades para afrontarla.
Levy resume esta interpretación del miedo maravillosamente cuando dice que el miedo es una valiosísima señal que nos indica una desproporción entre la magnitud de la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos con que contamos para resolverla.
La amenaza puede ser física o emocional, y dependerá de los recursos que tengamos para enfrentarla.
El error que solemos cometer es que convertimos al miedo en nuestro problema, y en realidad no lo es, es la señal que nos indica que existe un problema. Funcionaría de la misma manera que cuando se enciende una luz en el salpicadero de nuestro coche: si se enciende la luz de la gasolina nos está indicando que entramos en reservar y necesitamos parar a repostar.
En realidad nuestro miedo es un aliado extraordinario pero no sabemos qué hacer con él. Desconocemos que carencias y necesidades refleja ni qué podemos hacer para afrontarlas. Por ello que es fundamental realizar un aprendizaje en este sentido que nos permita transformar esa emoción inicial en un aliado.
Cuando somos conscientes y aceptamos que tenemos una carencia de recursos, existe la posibilidad de que esta necesidad se convierta en una de nuestras principales fortalezas, si la trabajamos. Tal y como dice Clay Newman en nuestro “gimnasio espiritual” esta falta de recursos es percibida como músculos flácidos, todavía por ejercitar y desarrollar a través del entrenamiento.
La falta de educación emocional nos lleva a pensar que el miedo es el problema y no es exactamente así. El problema no es esta emoción, sino el hecho de no saber aprovechar la información que nos está facilitando, y quedarnos enganchado en ella, como esclavos emocionales.
El miedo no es tonto, es necesario que desarrollemos nuestras capacidades potenciales. Cuanto más logramos y más capaces seamos aumentaremos nuestro bienestar. Escuchando al miedo, en qué estado se encuentra, de qué modo podemos ayudarlo a equilibrar la relación recursos-amenaza, transformaremos ese “lastre” inicial en un colaborador activo. Diseñaremos nuestra acción a la medida de nuestras posibilidades reales, con más tranquilidad y calma.
Es vital que localicemos el problema específico que se encuentra tras nuestra emoción de miedo y cuál es el camino que resuelve ese problema. A partir de ahí nos concentramos en la resolución. De esta manera estaremos actuando funcionalmente.
Cuando decimos que el miedo es universal nos referimos a que todos los seres humanos estamos sometidos a la misma ley psicológica: si la amenaza supera a los recursos, aparecerá el miedo. Y no basta con disponer de los recursos necesarios, es vital ser conscientes de que los tenemos. Reconocer que contamos con estos recursos forma parte de los recursos necesarios.
Hay individuos que anestesian su miedo, de forma que se niegan a mirar hacia la luz roja del tablero de mandos. A veces hablamos de miedos injustificados, pero detrás habrá una razón, aunque sea desconocida para nosotros en ese momento.
Como dice Levy, el miedo disfuncional nos angustia, inhibe, desorganiza y bloquea la posibilidad de experiencia y aprendizaje. Convertimos al miedo en funcional cuando utilizamos su angustia como una señal de la desproporción existente entre la amenaza y los recursos. Entonces se pone en marcha un reequilibrado de ese déficit. Estaríamos curando nuestro miedo disfuncional.
Cuando se desencadena la emoción del miedo no sólo la sentimos: también reaccionamos interiormente a nuestra emoción del miedo, y esta respuesta genera una segunda emoción.
El hecho de que experimentemos una doble reacción a modo de secuencia quedaría así:
1º Registramos una amenaza.
2º Surge la emoción del miedo.
3º Se desencadena una respuesta interior a nuestro miedo.
Esta respuesta interior es de gran importancia porque en función de su calidad actuará atenuando o agravando nuestro miedo original. La funcionalidad del miedo estará condicionada a como efectuemos esta última fase, de respuesta interior.
Susan Jeffers, en su libro “Aunque tenga miedo hágalo igual” establece una estructura del miedo en tres niveles:
El primero es la historia superficial. A su vez puede ser dividido en dos tipos, el que sucede (como la soledad) y el que exige acción (como hablar en público).
El segundo nivel del miedo no se orienta hacia la situación, involucra directamente a la integridad del yo: rechazo, éxito, fracaso, vulnerabilidad, sentirse engañado, impotencia, desaprobación, pérdida de imagen, …
Estos miedos del segundo nivel estarían relacionados con los estados interiores de la mente, más que con las situaciones exteriores. Reflejan nuestro sentido del yo, y nuestra capacidad para enfrentarnos al mundo. En este nivel el miedo es generalizado, empezamos a protegernos a nosotros mismos y como resultado nos limitamos enormemente. Acabamos por cerrar y excluir al mundo que nos rodea.
Por existiría el último nivel del miedo. Es el más grande de los miedos, el que logra inmovilizar a cualquiera: ¡¡¡No puedo manejarlo!!!
Algunos miedos son instintivos y sanos y nos mantienen en guardia ante cualquier posible dificultad. El resto (relacionados con la parte que retrasa nuestro desarrollo personal) es negativo y destructivo y probablemente es el responsable de muchas de nuestras limitaciones.
En relación a estos últimos miedos, podemos enfrentarnos a ellos sin tener que controlar nada del mundo exterior. Aumentando nuestra confianza en la capacidad que tenemos de afrontar todo lo que se cruce en el camino. Este camino no será cómodo, nos sentiremos como los niños cuando empiezan a caminar y se caen a menudo. Con cada paso nos iremos sintiendo un poco más seguros de nuestra capacidad para controlar nuestra vida.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies