Las claves ocultas del coqueteo

Extraído de comotdaslollipop.blogspot.com
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El amor (siempre) está en el aire. Ya sea porque ayer disfrutamos de una de esas fiestas que lo celebran a bombo y platillo (San Valentín), las relaciones sentimentales, su inicio, mantenimiento o finalización nos despierta en todo momento muchísimo interés. Por supuesto, también a los investigadores del comportamiento interpersonal, que han publicado estos días un estudio que se centran en el lenguaje secreto que hay en el flirteo, considerado casi siempre el cultivo previo que permite el establecimiento de una relación sentimental (o al menos una relación afectivo-sexual) posterior.

En el mencionado estudio, defendido por investigadores de la Universidad de Arkansas, trataban de definir qué signos o evidencias de nuestro comportamiento dejaban claro que la otra persona estaría ligando con nosotros. Para ello, definieron  una serie de correlatos verbales y no verbales que se presuponen presentes en toda situación de flirteo; aduciendo que son éstos los que nos ayudan a interpretar de manera más fielmente las intenciones de las personas, siendo más frecuentes cuanto más interés tengamos por la persona con la cual estamos hablando. Además, propusieron cinco estilos fundamentales de interacción en el flirteo (tradicional, juguetón, sincero, físico y educado; cada uno en su vertiente masculina y femenina) que representaban las distintas formas de proceder de cada persona en esa situación.

Así, invitaron a 51 pares de parejas desconocidas entre sí (hombre y mujer siempre, la muestra era enteramente heterosexual) a tener una conversación desenfada de unos 10-12 minutos sobre lo que quisieran, en un escenario que incluía una mesa, unos utensilios para servirse café y sistemas de grabación para recoger el comportamiento de los participantes. Previamente se les había pasado un test para que describieran su estilo fundamental de interacción, para ver si esos mismos estilos se traducían en comportamientos definidos en la situación de flirteo.

Los resultados no dejaron lugar a dudas; en efecto, dependiendo del estilo interaccional que adoptase la persona en la situación de flirteo, las personas tendían a mostrar una serie de comportamientos bien definidos si la persona les interesaba románticamente.

Siguiendo las propias categorías propuestas por los investigadores, las personas que se definían así mismas como tradicionales (es decir, por una preferencia a adscribirse a los roles de género), los hombres tendían a llevar el peso de la interacción y adoptaban una actitud de proximidad y cercanía hacía la mujer, mientras que ellas optaban por dirigir suaves bromas a su interlocutor y mostrar sobre todo sus manos y hombros, en una actitud ligeramente displicente. En el estilo educado, sin embargo, se veía como aumentaba la distancia (orientándose su cuerpo hacía atrás) y el espacio entre interlocutores cuanto más interés tenían por el otro, dando lugar a un mayor número de equívocos y sin entender el otro que esa misma distancia iba a predecir la llamada por teléfono al día siguiente. El estilo sincero se consideró el estilo más efectivo y satisfactorio en estas interacciones, con un mayor número de revelaciones personales y mayor atención a la conversación  en el caso de los hombres, y un mayor número de presencia y cantidad de sonrisas por parte de las mujeres cuanto más interés tenían entre ellos, aumentando la sintonía emocional entre ambos. En el estilo físico, por el contrario, no se observaron los comportamientos que se esperaban en dicha situación (gran número de cumplidos y un gran uso de su lenguaje corporal para explicitar el interés sexual por el otro), mostrándose ineficaces, con menos verbalizaciones  y comentarios de interés al estar acostumbrados a otro tipo de contextos que no fuese necesario un contacto cercano con su flirteo de ese momento. Así, se reafirma la inexistencia de un único patrón posible en el flirteo; y la posibilidad de recurrir a cada estilo dependiendo del contexto y las dosis de intimidad que quiera uno volcar uno en ello.

Lo que queda claro con los resultados de este estudio es la dificultad de saber si le gustamos o no a la otra persona, al ver la gran variedad de comportamientos en los que se presenta el interés romántico. Sin embargo, no desesperemos; nuestros comportamientos son un  fiel reflejo de los sentimientos que sentimos hacia la otra persona, estar atento a esas pequeñas señales cuando interactuemos con ella puede ayudarnos a captar cuando la flecha de Cupido ha dado en la diana.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psyccentral.

¡Alarma!: la toxicidad de nuestra relación ha llegado a su punto álgido

www.psicologiayneurociencia.com
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Relacionarnos con los demás no siempre es un plato fácil. En ocasiones, podemos toparnos con personas o relaciones con las que nos sentimos “escaldados”, a pesar de años de esfuerzo y de nuestra buena voluntad. De repente, relacionarnos con cierta persona nos resulta complicado: siempre que hablamos con ella quiere más, nada de lo que decimos parece servirle e incluso nos sorprendemos siendo parte de sus reproches y enfados. A veces puede soltarte alguna perla (“esta chaqueta te queda estupendamente. Pero cámbiate mejor el peinado, que pareces un pasmarote”), que si bien te parece bienintencionado en un primer momento, luego te sorprendes enfadándote por su contenido. La persona no parece notar tu disgusto; su perorata hostil (y sutil)  va dirigida a ti y a todos. Y el hecho de que tú lo pases mal no parece ponerle freno.

Llamamos relación tóxica a una relación cuando entre los implicados (que pueden ser una relación dual o formada por una mayor cantidad de  personas; una relación de pareja o también una relación de amistad o de trabajo) no hay una dinámica recíproca o igualitaria; una de las partes siempre suele estar en una posición privilegiada, necesitada de atenciones y deferencias de los demás; esa persona busca el control y una constante reafirmación de su posición, llegando a  minar la autoestima y la confianza de las personas que tiene a su alrededor. La dinámica con los demás es siempre ambivalente; puede llegar a herir a los demás pero les necesitan para que sus necesidades estén cubiertas. La otra parte siempre es la subyugada; es objeto de burla y/o de exigencias constantes, y suele estar disponible a los requerimientos de la otra persona. En ocasiones pueden darse características de las relaciones codependientes, pero no son necesarias. La principal diferencia con respecto a aquellas es que entre los implicados puede no haber una relación de dependencia entre las partes; es más bien la parte privilegiada la que necesita de la atención del subyugado, pudiendo prescindir de ella si no consigue lo que quiere de ella, y puede recurrir a sus componentes nocivos con cualquiera que pueda atender a sus necesidades (y se preste a ellas) en ese  momento, siendo un comportamiento generalizado y un estilo de comunicación. La parte subyugada, en este caso, es reemplazable; si bien se da en un contexto de relación interpersonal por el vínculo que tenemos con la persona “tóxica”.

Los comportamientos tóxicos pueden adoptar diversas formas. No hay uno solo. Uno de los más peligrosos es el llamado sutil o invisible; donde apenas somos conscientes de su existencia. En él, la comunicación está plagada de mensajes dobles del estilo del ejemplo del primer párrafo. Un mensaje inocente junto a uno hiriente, como si fuese un dulce envenenado. Otro sería en forma de vulnerabilidad; la persona necesita de los demás porque por si solos no se sienten capaces de hacer nada. Si no aceptas, utilizan la agresión pasiva; se comprometen a ayudarte en otro asunto esa semana pero no vuelves a saber de ellos en todo el mes. Luego están los querulantes, cuyas requerimientos, exigencias y descalificaciones se dirigen a todo el mundo (hasta que al final llegan hasta ti); nadie cumple con lo que ellos piden y se sienten desdichados e incomprendidos, sus comportamientos pueden pasar de una fina ironía y/o un  juicio enmascarado al ataque verbal manifiesto. Y por último están los maquiavélicos, con muchas de las características de la llamada tríada cognitiva, en la que los demás se convierten en un instrumento y no dudan en   utilizar la manipulación o la instigación para conseguir sus objetivos. En todas ellas hay un componente pasivo agresivo muy importante; en donde se elude la confrontación directa y su mensaje de resistencia, rechazo u hostilidad suele permanecer oculto.

¿Y qué podemos hacer si a nuestro alrededor vemos a alguien mostrando dichos comportamientos?. Lo principal es saber detectarlos y no sentirnos culpables si no podemos estar a todo lo que nos piden o no somos lo que ellos necesitan; en realidad sí lo somos, pero para que una relación sea sana, someter o someterse no puede ser una solución. Cada uno ha de encontrar un espacio para hacer peticiones y cumplir los requerimientos de la otra persona. Un entrenamiento en solución de problemas también ayudaría a la persona a conseguir sus objetivos de manera autónoma e individual. Y enfatizar una comunicación eficaz, sin mensajes dobles (siguiendo la máxima “di lo que sientes y siente lo que dices”) y con predominancia de mensajes yo (“yo me siento mal si tú me dices estas cosas. Me gustaría que no lo repitieras y así poder seguir comunicando con normalidad»), podrían ayudarnos a lidiar con estas personas y prestarles la ayuda adecuada que sí necesitan. Aunque puede que ninguna de estas opciones funcione, y por tanto, lo recomendable en ese caso será poner distancia y límites a la relación.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Huffington post, Diario El Mundo, psychology today, psychcentral. www.shurya.com.

La codependencia en las relaciones: cuando tus propias necesidades dejan de ser tu prioridad

Foto extraída de www.20min.es

Inicialmente, en pareja todos tendemos a buscar un equilibrio entre las necesidades propias y las del otro, en un acuerdo tácito cuyo objetivo busca la convivencia y continuidad de nuestra relación. Sentimos que deseamos la compañía del otro, establecemos tiempos y actividades cotidianas conjuntas, compartimos nuestra intimidad y le colocamos en una de nuestras máximas prioridades, mejorando nuestro vínculo afectivo. Aprendemos la habilidad de ser nosotros mismos en el contexto de una relación de pareja, donde se atiende a las debilidades y se enfatiza las virtudes. No obstante, este ideal no es sencillo para todas las personas.

En ocasiones, hay personas que pueden experimentar una dificultad para mostrarse tal y como son en pareja. Sus características personales no les gustan y esto les hace centrarse en las del otro. Sus necesidades, por considerarlas menos importantes, pasan a ser un plano, y las del otro centran toda su atención. Sus decisiones comienzan a no ser propias, a estar condicionadas por las relaciones que establecen con los otros, restando su individualidad y su capacidad de autonomía. Estas personas son las que llamamos “codependientes”

La codependencia es un comportamiento que se define por la incapacidad de prestar atención a tus necesidades psicológicas, físicas y/o emocionales, generalmente en favor de las ajenas. Término en un principio acuñado para las conductas que pudiesen surgir entre una persona adicta y su pareja, se ha ido generalizando a todo tipo de relaciones y situaciones en las que los dos integrantes de una relación desigual están inmersos dentro de un vínculo de poder y control; en donde una parte suele ejercer el poder y garantizarse un sustento esencial mediante la otra, la co-dependiente, somete su bienestar al cuidado y satisfacción de los requerimientos del otro. Esto tiene grandes implicaciones para ambas partes, pero, sobre todo, denota un problema en la capacidad de solución de problemas de ambos, en la que las dos partes se necesitan por inhabilidad en una espiral de hostilidad y desequilibrio manifiesto.

Sin embargo, no quiere decir que la “codependencia” sea irreversible y pueda sufrir cambios positivos si ambas partes lo desean y son conscientes de su dinámica disfuncional, ante su carácter aprendido. Enfatizar la autonomía dentro de la relación  (hacer actividades fuera de ella o de manera individual sin la mediación del otro), trabajar en el desarrollo de las capacidades propias para satisfacer sus propias necesidades (tanto instrumentales como las emocionales), trabajar en la autoconfianza, valorización y en la capacidad  para responsabilizarse de nuestras acciones, entrenar a la pareja en habilidades de resolución de conflictos, aparte prestar atención a la expresión asertiva de nuestros sentimientos y emociones y/o la valoración de los esfuerzos mutuos, pueden suponer un cambio en la forma que tienen una pareja que presenta comportamientos semejantes.

Recuerda: el cuidado del otro en la pareja pasa por saber cuidarte a uno mismo. Como dijo Perls, “Tu eres tú y yo soy yo. Falta de amor a mi mismo, cuando en el intento de complacerte me traiciono. Falta de amor a ti, cuando intento que seas como yo quiero. En vez de aceptarte como realmente eres. Tú eres tú y yo soy yo”. De eso consiste una pareja equilibrada.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychcentral.com

Bibliografía consultada: Dependencia Emocional: Características y tratamiento. (2005) Castelló Blasco, Jorge. Editorial: Alianza Editorial.

Cosas que los extrovertidos deben saber de los introvertidos (y viceversa)

El continuo de extroversión-introversión es un rasgo de personalidad no sólo estudiado de forma extensa sino también con un alto consenso a través de diferentes enfoques psicológicos. Aunque no siempre somos plenamente extrovertidos o introvertidos, sino que depende de la situación, sí parece que cada persona se situaría en un punto dentro del continuo. Si bien las definiciones son múltiples, en general, se pueden definir ciertas características de la personalidad más introvertida o más extrovertida.

Foto: http://joannagoddard.blogspot.com.es/

Las personas introvertidas tienden más a observar que a actuar, prefieren situaciones sociales íntimas o actividades solitarias y pueden verse sobrecogidos por los grandes grupos de gente. También en general se orientan más a procesos mentales internos que a los eventos externos.

Las personas extrovertidas, por el contrario buscarán la interacción social, disfrutarán de los grandes grupos de gente, siendo más habladores y con tendencia a orientarse a la estimulación externa, obteniendo menos satisfacción en las actividades solitarias. En general, sintiéndose energizados cuando están rodeados de gente.A veces, al ser un rasgo que nos hace tan diferentes a unos de otros, es complicado para un extrovertido entender al introvertido, y viceversa. Hay ciertas cosas que puede ser útil comprender por unos y por otros:

Lo que un introvertido explicaría a un extrovertido:

–          Porque quiera estar solo no quiere decir que no me gustes, simplemente quiero estar solo.

–          Si me siento a observar sin hablar, no estoy juzgando a nadie, sólo estoy observando. Probablemente a algún extrovertido en acción.

–          Si te digo que lo estoy pasando bien, lo estoy pasando bien, aunque no lo manifieste externamente.

–          Si me voy pronto de una gran fiesta, no quiero fastidiarla, socializar me supone algún esfuerzo y necesito menos tiempo que tú en ello.

–          Si quieres saber lo que tengo que decir, permíteme más tiempo para hablar. No suelo alzar la voz por encima de otros, así que necesito mi espacio.

–          No soy solitario, soy selectivo. Soy leal a los amigos que me respetan como introvertido.

Lo que un extrovertido explicaría a un introvertido:

–          No tengo por qué entender la introversión si nadie me ha explicado en qué consiste.

–          Si trato de que te sueltes en una situación social, no es para molestarte, creo que puede ser bueno para ti y lo hago con buena intención.

–          Aunque hable mucho, puedo tener cosas importantes que decir, si tienes paciencia para escucharme podrás darte cuenta de ello.

–          Puedo enseñarte mucho sobre habilidades sociales. Puedes querer usarlas o no, pero podrán ser habilidades útiles.

–          No puedo leerte la mente. Aquello que quieras, necesito que me lo digas.

–          En las fiestas, puedo ser un buen compañero para ayudarte a socializar, pero puede que en un momento dado tengas que continuar tú solo.

Ser más o menos extrovertido o introvertido no es mejor ni peor, son formas de ser diferentes, con un componente biológico bastante alto y tratar de cambiarlo no suele funcionar muy bien. Comprender al otro y valorar lo positivo de cada una de las formas de ser puede dar lugar a una convivencia muy enriquecedora.

Fuente: psychologytoday.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Hábitos cotidianos que protegen tu salud mental (Comportamientos emocionalmente saludables I)

Frecuentemente nos encontramos con consejos sobre lo que debemos hacer para mantener nuestro cuerpo sano; cuántas calorías hemos de consumir, cuál debe ser nuestro peso, cuánto ejercicio hacer… Sin embargo, parece más difícil crear costumbres que nos lleven a mejorar el estado de salud mental. Por ello, hoy queremos enumerar algunas prácticas que puedes llevar a cabo para proteger tu salud mental y encontrarte más fuerte emocionalmente.

Cuida tu cuerpo. El ya tópico mens sana in corpore sano ha de ser tenido siempre en cuenta si queremos proteger nuestra salud mental. Una mala alimentación hace que las sustancias que pueblan nuestro cuerpo, incluido nuestro cerebro, se encuentren poco equilibradas y crea ciertas respuestas cuasi “adictivas”. Esto provocará en nosotros una mayor vulnerabilidad ante la ansiedad o estados emocionales negativos. El ejercicio físico, por otra parte, libera en nosotros sustancias relacionadas con el placer que nos protegen frente al estrés diario. Además, comprometernos con unos hábitos físicos saludables y sentir nuestro cuerpo en mejor estado físico nos hace sentirnos más eficaces y produce efectos positivos sobre la autoestima.

Foto: aidsmap.com

Relájate más a menudo. Las jornadas laborales prolongadas, el cuidado de los hijos, el manejo de las tareas cotidianas… A lo largo del día puede parecer que no hay tiempo para más. Sin embargo, lograr establecer aunque sean 30 minutos al día para realizar alguna actividad que te relaje (puede ser tanto ejercicios de relajación como leer un libro, escuchar música, hacer calceta o puzles, lo que sea mejor para ti) tendrá efectos muy positivos sobre tu salud mental. En este breve tiempo lograrás que tus niveles generales de ansiedad y/o estrés disminuyan, de forma que podrás rendir con más eficacia en el resto de actividades que inundan tu día y además con menor sufrimiento.

Haz un voluntariado. Implicarte en alguna actividad voluntaria que sintonice con tus gustos tendrá también efectos positivos sobre tu salud mental. Diversos estudios científicos han observado que el hecho de participar en acciones altruistas potencia la autoestima y una mayor satisfacción con la vida. Además, realizar alguna actividad diferente, fuera de las obligaciones, puede distraer tu mente de las preocupaciones que te atenazan a diario y proporcionar un soplo de aire fresco ante los pensamientos negativos y persistentes que en ocasiones pueden presentarse.

Rodéate de personas positivas. Si tu familia y amigos tienden a señalar y prestar más atención a las cosas negativas, es normal que tu tendencia sea a mirar también el mundo de esta forma. No sólo esto, si has tomado conciencia de esta tendencia y preferirías cambiarla, puede ser especialmente complicado cuando en tu red social se resalta esta forma de ver lo que nos ocurre. No olvides que entre las personas que forman parte de nuestra vida se tiende a producir un efecto de contagio emocional y permanecer rodeado de personas que puedan afrontar la vida de una forma más optimista tendrá sobre ti efectos beneficiosos, lograrás centrar tu atención en el lado más positivo de los acontecimientos vitales. Esto no quiere decir que dejes de relacionarte con la gente que quieres cuando estén en un momento vital más negativo, en el que por un tiempo se encuentren más abatidos, simplemente, trata de que la suma de actitudes que te rodean tiendan a proporcionarte más puntos de vista positivos.

Estas son sólo algunas opciones de hábitos que te puedan aumentar tu bienestar emocional, las formas de hacerlo pueden ser muchas. La semana que viene os mostraremos otras costumbres para incluir en vuestro día a día que fomenten un mejor estado de salud mental y aumenten la capacidad de afrontamiento ante acontecimientos vitales dolorosos.

Fuente: psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Orgullo LGTB: ¿se han dejado atrás los estereotipos?

Estos días se celebra en nuestras calles el llamado Orgullo LGTB (cuyas siglas incluyen las palabras “lesbiana”, “gay”, transexual” y “bisexual”), cuyo inicio lo marca el día 28 de junio, en conmemoración a los disturbios acaecidos en el Stonewall Inn en el verano del 69 y cuya rebelión supuso una de las mayores manifestaciones contra la persecución y represión de la época.

Si bien en la última década se han aprobado toda una serie de medidas para igualar en derechos a las parejas del mismo sexo, los prejuicios y actos discriminatorios todavía siguen siendo una realidad palpable con la que muchas personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales han de lidiar cotidianamente. Así, como recogieron dos estudios realizados por la COGAM y la FELGTB el año pasado, y a pesar de los avances en materia legislativa, la discriminación motivada por la orientación sexual de las víctimas está lejos de ser historia antigua para sus afectados. En el primero (1), realizado en su totalidad en centros  públicos de la Comunidad de Madrid, recoge como al menos un tercio de los encuestados opinan que los alumnos LGTB son discriminados de algún modo por sus compañeros, persistiendo actitudes y prejuicios en un cuarto de los encuestados. Los actos homófobos en los centros educativos también están presentes (en un 17, 84%), y ante una agresión, los comportamientos de sumarse a la agresión (2, 15%), reírse de los insultos (15,10%) o adoptar una actitud pasiva o de no decir nada (32, 05%) hacen enfatizar la importancia de políticas de educación preventivas para erradicar las posturas discriminatorias contra la población LGTB. Además, se deduce una importante conclusión de los hallazgos encontrados en el estudio; los alumnos que presentaban un mayor número de comportamientos homofóbicos contra sus compañeros percibían una menor aceptación de las personas LGTB en su entorno más cercano (léase familia y centro educativo), concluyéndose, como dice una autora del estudio, que “el grado de homofobia en el comportamiento es directamente proporcional a los prejuicios que le preceden”.

En el segundo estudio (2), y ya dirigido a un espectro de la población más amplio, la discriminación está todavía muy presente. Se ratifican resultados del anterior estudio (al menos un 76% de jóvenes dicen haber sufrido un acto discriminatorio por parte de sus compañeros), pero también en el ámbito laboral (casi un tercio de los encuestados) y en lugares públicos (un 44, 62%), coartando la libre expresión de sentimientos a sus respectivos compañeros sentimentales. Como dato positivo, ver como la población adulta sí que perciben en esos actos una injusticia, viéndose capaces de emitir una queja (en el trabajo, casi un 68%; en los sitios públicos, un tercio de los encuestados), que si bien no se sigue siempre con un cambio en la situación, sí  que se hay un afrontamiento de la situación discriminatoria.

De los datos deducimos que todavía persisten muchas actitudes altamente negativas hacia la población LGTB. Por ello, entendemos como primordiales políticas educativas que enfaticen la importancia de la diversidad sexual en las escuelas, que erradiquen comportamientos discriminatorios, además del desarrollo de conductas prosociales y altruistas hacia sus compañeros. Como bien defiende la Sociedad de Psicología Americana (APA), la desaparición de estas actitudes prejuiciosas se consigue gracias a la facilitación de información y la presentación de ejemplos reales  que desestiman los sesgos altamente reduccionistas de los que se llenan los estereotipos y prejuicios. Desde aquí queremos hacer un llamamiento al disfrute de las fiestas de esta semana, pero, sobre todo, enfatizando el poder de la tolerancia como forma de reivindicar las diversidad con la que estamos hechas las personas.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: apa.org, COGAM.org, hufftington post.

Bibliografía consultada:

(1) Homofobia en las aulas, ¿Educamos en la diversidad? (2013)

(2) Estudio 2013 sobre la discriminación por orientación sexual y/o identidad de género en España.

Cuidarte como persona para educar a tus hijos

Si eres padre o madre, es probable que tu mundo gire en torno a sus hijos. Tener un hijo deseado sin duda trae una alegría increíble y es uno de los trabajos más gratificantes del mundo, pero también es agotador. Los padres están de guardia 24 horas, sin fines de semana o bajas por enfermedad. A menudo los padres y madres expresan que sus hijos son la cosa más importante en sus vidas, pero a veces pueden quedar tan atrapados y centrados en los hijos que se olvidan de cuidar de sí mismos.

El auto-descuido y hacer caso omiso de tus necesidades personales, puede hacerte sentir cansado, estresado, agotado, y poco saludable. De hecho, cuanto menos escuches tus necesidades, menos vibrante y saludable te sentirás y más difícil se te hará para cumplir con las necesidades de tus hijos. Por el contrario, cuando dedicas un tiempo para centrarte en ti mismo y tus necesidades, no sólo tendrás más energía, sino también estará más saludable y más feliz, y se promoverá una mejor interacción con tus hijos; por lo tanto, esto facilitará una mejor paternidad o maternidad.

Entonces, ¿cómo poder mantenerse saludable y feliz mientras haces malabares para manejar un millón de tareas y a la vez tratar de ser el mejor padre o madre posible? Aquí te damos algunas formas sencillas y realistas que puedes poner en práctica:

  • Come bien e hidrátate frecuentemente. Habitualmente te preocupas por lo que comen tus hijos y vigilas que tengan una buena dieta. Hazlo extensible a ti, unos buenos hábitos alimenticios son importantes para el bienestar, además, recuerda que también se educa con el ejemplo.
  • Haz ejercicio. Programa un rato para tu propio ejercicio físico, es tan importante como una reunión de trabajo o una tutoría con los maestros de tus hijos.
  • Duerme lo suficiente. Dormir lo suficiente es importante no sólo para tu salud, sino que también ayuda a aumentar tu estado de ánimo y reduce el estrés.
  • Relájate. Tómate el tiempo para relajarse y desestresarte. Detente dos minutos, cierra los ojos y haz varias respiraciones lentas y profundas. Esto sólo te lleva unos minutos y te ayudará a bajar el nivel de ansiedad.
  • Encuentra un tiempo para ti. Te mereces un descanso de vez en cuando. Intenta dedicar al menos 3 horas a la semana para ti. Caminar, acurrucarse en un lugar tranquilo y leer un libro, escucha un disco que te encante…
  • Busca momentos para la pareja. A menudo, cuando los niños llegan a la familia, la relación de pareja queda relegada a un segundo plano. Fortalecer los lazos entre los miembros de la pareja promueve el bienestar. Es muy importante que exista un equilibrio en el reparto de tareas del hogar y cuidado de los hijos. Esto no sólo permitirá que ambos que los padres y madres dispongan de tiempo para sí mismos, sino que promoverá la satisfacción marital.  Sentir que tu pareja te entiende, que también se está sacrificando y que el peso no sólo recae sobre tus hombros, sino que está repartido, no eliminará la dificultad de ser padre o madre, pero sí la hará más llevadera.
  • Reparte la responsabilidad. Los aciertos y errores de tus hijos no son tuyos, enséñales que ellos son responsables de la forma en que hacen las cosas. Ayúdales a crecer y mejorar, pero no te olvides de que no eres tú el que suspende los exámenes. Delegar la responsabilidad no sólo te liberará de la presión, sino que enseñará a tu hijo a afrontar las demandas de la vida; se sentirá mejor con sus éxitos y aprenderá más de sus errores.

Ser un padre o una madre que no sólo se centra en sus hijos, sino que también se cuida y cultiva a sí mismo como persona, también es un buen ejemplo que transmitir a tus hijos, una buena enseñanza que poner en práctica cuando se conviertan en adultos, o incluso padres y madres.

 

Fuente: psychologytoday

Escrito por María Rueda Extremera

El dolor emocional: los efectos de la tristeza sobre el cuerpo

¿Alguna vez has sentido el dolor de ser rechazado? ¿Esa punzada cuando sufres un desamor? ¿Cuándo te has sentido aislado de un grupo?

Fotografía extraída de brujulacuidador.com

La forma en la que culturalmente concebimos la razón separada de la emoción lleva en algunas ocasiones a una desconexión de los procesos que producen el dolor físico y de los del dolor emocional.  El primero de ellos será generado por un daño tisular o por una enfermedad, el segundo parece ser algo más místico, sólo descrito en las canciones y la literatura. En esta forma de concebir el mundo, parece que el dolor físico tiene más de realidad que el dolor emocional.

Sin embargo, la investigación en psicología puede dar lugar a una nueva forma de plantearnos cómo funciona el dolor emocional. El hecho de que las manifestaciones culturales a lo largo de los siglos hayan dado lugar a símiles entre lo que se siente cuando sufrimos dolor emocional y físico no es pura casualidad, parece que ambos son muy similares, al menos en la realidad de nuestra representación neural.

En un estudio de revisión realizado por Esther Meerwijk, de la Universidad de California, se concluye que los circuitos cerebrales de ambos tipos de dolor se solapan. Tal y como se muestra en otra investigación (Smith, 2011) esto no sólo ocurre en las áreas cerebrales relacionadas con el componente puramente afectivo del dolor, sino también en las zonas relacionadas con la percepción somática del mismo.

¿Por qué podría ocurrir esto? Aunque tenemos cierta tendencia a rechazar la “veracidad” del mundo emocional, desde la lógica del dolor, cuya función es evitar peligros posibles, evolutivamente el hecho de ser rechazado socialmente puede resultar igual de peligroso para nuestra vida que una enfermedad o una herida en nuestro cuerpo.

Pero el dolor no es el único síntoma físico de la soledad. También afecta a la percepción de la temperatura, hecho que en ocasiones se representa en la cultura, con analogías sobre la fría soledad o el calor del acompañamiento. Cuando en los experimentos se provoca o invoca una sensación de rechazo y aislamiento, los participantes estiman que la temperatura de la habitación es menor y eligen comer y beber productos calientes. Esta relación aún va más allá, puesto que la propia temperatura corporal baja, no sólo nos parece frío exterior.

Pero la forma en que la emoción producida por sentirse aislado o rechazado afecta a nuestro cuerpo no termina ahí. Se comprobó que las personas que se percibían solas y aisladas tienen también una respuesta especial a nivel de expresión génica. Se aumenta en ellas la activación de vías proinflamatorias, motivo por el cual tienden a ser más propensas a desarrollar enfermedades relacionadas con la inflamación. Además, cuando se trata de investigar la relación entre aislamiento y enfermedad, el sistema inmune se ve también afectado, siendo menos capaz de responder a enfermedades como el resfriado común o la gripe.

Las formas en las que se sufre el dolor del rechazo, la soledad, la tristeza, en ocasiones nos resultan tan íntimas que podemos mantenerlas ocultas y nos hacen sentir vergüenza. En ningún caso trataríamos de ocultar de la misma manera las heridas o una enfermedad puramente física. Quizá un primer paso será concebirlas como procesos de la misma utilidad, para así poder mostrarlas y pedir ayuda de la misma forma.

 

ResearchBlogging.orgCole, S., Hawkley, L., Arevalo, J., Sung, C., Rose, R., & Cacioppo, J. (2007). Social regulation of gene expression in human leukocytes Genome Biology, 8 (9) DOI: 10.1186/gb-2007-8-9-r189

Ijzerman H, Gallucci M, Pouw WT, Weiβgerber SC, Van Doesum NJ, & Williams KD (2012). Cold-blooded loneliness: social exclusion leads to lower skin temperatures. Acta psychologica, 140 (3), 283-8 PMID: 22717422

Kross E, Berman MG, Mischel W, Smith EE, & Wager TD (2011). Social rejection shares somatosensory representations with physical pain. Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 108 (15), 6270-5 PMID: 21444827

Meerwijk EL, Ford JM, & Weiss SJ (2013). Brain regions associated with psychological pain: implications for a neural network and its relationship to physical pain. Brain imaging and behavior, 7 (1), 1-14 PMID: 22660945

 

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

 

Formas de trabajar la empatía en la pareja

En toda relación de pareja, pueden surgir situaciones que supongan un cuestionamiento de la capacidad del otro para ponerse en nuestro lugar, o viceversa. De repente, nuestros sentimientos son los primeros en nuestra lista de requerimientos y los ponemos por encima de lo que pueda sentir el otro; sin preguntarnos si es el momento adecuado para expresarlos, o si quiera es la mejor manera para ponerles nombres y hacerlos explícitos. En dichas situaciones, ambos miembros de la pareja pueden sentirse incomprendidos; actuamos bajo supuestos de la otra persona y nos dejamos llevar por ellos, sin sentarnos a charlar sobre lo que nos hizo sentir así. No estamos utilizando nuestra capacidad empática, una cualidad básica para asegurarnos un bienestar en nuestra relación.

La empatía, como ya enunciábamos en el párrafo anterior, se relaciona con la capacidad de experimentar las consecuencias de nuestros actos en los demás. Según estudios, habría varios tipos; enlazados con la forma de percatarse de sentimientos ajenos. Así, estaríamos hablando de empatía cognitiva cuando alguien puede imaginarse cómo se siente otra persona, un tipo meramente intelectual. Por otro lado, la empatía emocional, en donde puedes sentir similares o mismas emociones que las que está sintiendo una persona. En pareja, por tanto, estos dos componentes aparecen como importantes mediadores para unir caminos vitales diferentes y permitirnos ser nosotros mismos, con naturalidad y calidez.

Por ello, ante la frecuencia e impacto de contextos que pueden repercutir en este componente tan importante, ofrecemos una serie de recomendaciones para mejorar y potenciar la empatía en pareja:

Sé consciente de las señales de no empatía.  ¿En qué contextos es menos frecuente? ¿En cuáles nos dejamos llevar por nuestro propio tren de pensamiento y no escuchamos al otro?. Ser conscientes de ello ayuda a frenar cuando “pasamos” por encima del otro y caemos en una dinámica errónea. Salir de las situaciones emocionalmente intensas durante un breve periodo de tiempo e incorporarnos más relajados un tiempo después  puede favorecer  nuevos contextos y mayor comprensión.

Presta mayor atención a tu pareja. Acordar con tu pareja tiempos de escucha de sentimientos (sin estímulos externos que pueden perjudicar la comunicación), prestar mayor atención a aspectos no verbales de la comunicación (siguiendo la máxima: decir lo que se siente y sentir lo que se dice), atender a los sentimientos del otro, intentar no leer la mente y solicitar más información, son algunas de las medidas que  indican  a tu pareja una mejor escucha y comunicación.

Practica la escucha comprensiva con tu pareja. Siguiendo los siguientes pasos (Rogers, 1972), que amplifican una actitud empática de escucha al otro:

A)     Escucha claramente lo que nos dice el otro.

B)     Observa la actitud del otro, en razón de la cuál, dice eso que nos dice

C)     Observa cómo se siente una vez nos ha dicho lo que nos quiere decir

D)     Observa qué importancia ha dado a lo que nos ha dicho.

E)      Resume y comunica todos estos puntos una vez el otro haya acabado de exponernos lo que nos quiere decir.

Realiza actos positivos hacía el otro/a y busca lo positivo de él/ella. En las parejas es frecuente centrarse en lo negativo o no dedicar suficiente tiempo a los afectos positivos una vez se ha instaurado la rutina. Darle la vuelta a esta dinámica y comenzar a comunicar todo lo positivo que hace día a día el/la compañero/a por nosotros, y reactivar los pequeños gestos positivos que hacíais el uno por el otro, facilita un ambiente más positivo para derribar defensas y ponerse en aquellas cosas que quiere y necesita la pareja.

Practica la auto-comprensión contigo mismo. Es muy difícil generar una actitud empática hacia el otro sino no somos capaces de escucharnos y delimitar aquello que necesitamos. Notar cuando estamos teniendo un momento difícil y frenar nuestras propias exigencias hacia nosotros mismos, teniendo ya preparada una lista de “estrategias para sentirnos bien” para esos momentos, puede ayudarte a cuidarte y saber cuidar al otro cuando éste lo necesite.

Recuerda que los errores en empatía no significan que están siendo menos humano con nosotros, sino una parte más de nuestra experiencia social compartida y que podemos solucionar conociendo las herramientas adecuadas.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychcentral.com.

Díaz Morfa, J. (2003) Prevención de los conflictos de pareja. Edit: Desclée de Brouwer.

Rogers, C. (1972). El matrimonio y sus alternativas. Edit. Kairós.