Es frustrante escuchar cómo hay colectivos que rechazan que se implanten programas educativos que abordan específicamente cuestiones de género y sexualidad en las escuelas. Argumentan que los programas genéricos contra el bullying (acoso, intimidación…) son suficientes para detener los comportamientos negativos que ocurren entre los estudiantes en las escuelas. Los programas genéricos contra la intimidación no funcionan: necesitamos nombrar específicamente y abordar las formas más comunes y dolorosas de intimidación que ocurren entre los estudiantes para que tengan algún impacto. La doctora en psicología Elizabeth Meyer, de la Universidad de Colorado se preguntó cómo se relacionan el acoso sexual y la homofobia con el acoso escolar. Llevó a cabo un estudio, a partir de talleres realizados con estudiantes de un instituto a los que le preguntaba si habían visto varias formas de acoso en su escuela. Esto ayudaba a familiarizarlos con las diferentes formas, así como validar públicamente que éste es un problema que debe abordarse en su comunidad escolar. Primero definió el acoso como «cualquier comportamiento, que se realiza repetidamente y que daña intencionalmente a otro individuo (Olweus, 1993)». Luego daba ejemplos y pregunta si habían visto:
– intimidación física (poner zancadilla, empujar, tirar libros, etc.)
– intimidación verbal (insultos, difundir rumores, contar chistes de mal gusto…)
– intimidación no verbal (exclusión, hacer dibujos, gestos, miradas…)
– acoso cibernético (mensajes, whatsapp, correos electrónicos, publicaciones de Facebook, etc.)
Luego preguntaba si alguno de estos tipos de intimidación eran naturaleza sexual y ofrecía una definición de acoso sexual: «cualquier comportamiento no deseado que tenga un impacto negativo en el objetivo o el entorno que tiene un componente sexual o de género» (Land, 2003). Finalmente, les pidió que votaran por la forma de intimidación que ven más frecuentemente en la escuela. La mayoría de los estudiantes votaron por «verbal», siendo ésta claramente la forma más común que ven durante el día. El siguiente paso en el taller es más complejo.
Les pide a los alumnos que escriban de 3 a 5 insultos que escuchan con mayor frecuencia en el . Escoge de 5 a 10 hojas al azar y escribe las palabras en la pizarra. Por lo general, surge un patrón muy claro. En estos talleres, obtiene resultados similares en diferentes escuelas e institutos. Los 5 términos más comunes se enumeran en orden a continuación: puta, zorra, maricón y gay.
Luego se les pide a los estudiantes que miren la pizarra y comenten. Los estudiantes generalmente notan que los insultos hacia las niñas son más comunes, y que los insultos hacia los varones generalmente son de naturaleza homófoba.
Esta descripción del taller muestra la importancia de trabajar con estudiantes sobre la prevención del acoso hablando explícitamente sobre cuestiones relacionadas con el género y la sexualidad en cualquier esfuerzo por reducir el acoso en las escuelas. Sin un diálogo abierto sobre estos temas y sobre cómo estos nombres duelen, los estudiantes seguirán repitiendo lo que escuchan en sus grupos de pares y en los medios juveniles populares.
La sesión finaliza con algunas estrategias específicas que pueden usar para convertirse en «testigos» activos en lugar de «espectadores» pasivos cuando ocurre acoso o bullying. Les ayuda a pensar en frases que les faciliten tomar partido en situaciones de abuso, tales como:
* «Ese es mi amigo/a, para».
* «Si eso fuera una broma, me estaría riendo. No tiene ninguna gracia».
* «¿Por qué usas la palabra ‘gay’ como un insulto? No hay nada de malo en ser gay».
* «No deberías difundir rumores. Si no estuviste allí, no sabes si es cierto o no, así que esta no es tu historia”
* «No me gusta cuando me dices nombres. Eso es intimidación. Si no paras, voy a denunciarlo».
Negar o mirar para otro lado no suele ser una opción cuando tratamos de poner remedio a uno de los problemas más importantes que acontecen en nuestros centros escolares. Reflexionar con los chicos y chicas sobre el alcance que puede tener algunos de los tratos que se dan en su cotidianidad, puede ayudarles a tomar conciencia, así como a dotarles de herramientas para enfrentarse a los mismos. Incidir sobre los testigos, concienciar de que ellos y ellas pueden marcar la diferencia tal vez sea una de las claves para acabar con el acoso en las escuelas.
Fuente: Psychology Today
Escrito y adaptado por María Rueda