Cómo el miedo al fracaso bloquea la toma de decisiones y la creatividad

Extraída de www.e-deaprendizaje.com (modificada)
Extraída de www.e-deaprendizaje.com (modificada)

En mundo actual, marcado por el cambio y la incertidumbre, el desarrollo de competencias como la creatividad y la toma de decisiones se ha convertido en un aspecto clave para las personas.

Potenciar estas cualidades es fundamental, tanto a nivel individual como en el mundo empresarial, educativo y/o social. Sin embargo, uno de los mayores impedimentos para conseguirlo, es el miedo al fracaso. Fracasar o no conseguir los resultados esperados, puede desencadenar sentimientos de frustración, decepción y vergüenza. A su vez, puede generar pensamientos de auto-desprecio, y hacer que las personas experimenten mucho malestar y acaben retirándose sin conseguir la meta. Si para no experimentar todo ello, dejamos de hacer, decidir, intentar nuevas formas, nos estamos olvidando de que fallar es una de las formas más naturales de aprender. Si enfocamos el error como forma de poner en marcha una nueva conducta más aproximada al objetivo que pretendemos, nos estaremos encaminando hacia la consecución del éxito.

Catherine Tinsley, Jason Schloetzer and Matthew A. Cronin (2017) han querido demostrar que cuando las personas están en una organización cuya cultura empresarial asume la equivocación como parte del riesgo y anima a sus trabajadores a aprender del error y arriesgar, la confianza, productividad, autonomía y creatividad de los empleados aumenta. Para ello, han llevado a cabo numerosos experimentos. En uno de ellos, puesto en marcha en una gran compañía cuya fuerza de ventas operaba en varios países, seleccionaron aleatoriamente a un grupo de personas de cada país y les mostraron un vídeo corporativo de la empresa en el que se verbalizaba este contenido: “todos los que hemos triunfado también hemos sentido el escozor del fracaso. Las únicas personas que nunca fallan son las que no intentan nada lo suficientemente difícil. Los contratiempos, golpes, errores son parte normal del día a día en la jornada de cada uno de nosotros, tanto en los negocios como en la vida. Recuerda que lo importante es impulsarse a través del error”. Los resultados del experimento mostraron que tras la visualización las ventas de esas personas aumentaron un 22% sobre las que no recibieron el mensaje. Estos investigadores han hallado, en sus experimentos, que los trabajadores inmersos en culturas empresariales que admiten y aceptan el fracaso tienden a ser 17% más innovadores, 21% más arriesgados a la hora de afrontar retos y un 10% más autónomos en la resolución de problemas. La conclusión que ellos plantean es clara, “es necesario asumir la paradoja de que para triunfar hay que fracasar”.

Por ello, como empresarios, como trabajadores, como padres, como educadores o como personas de a pie, podríamos tener en cuenta los resultados de este experimento y aplicarlos. Extrapolarlos a todas las áreas de la vida y en todos los ciclos de la misma, con todo lo que ello conlleva. Y, concretamente en el ámbito de la educación, como profesores y padres, deberíamos alentar a nuestros hijos y alumnos a arriesgarse, a reformular el error como parte del riesgo y como oportunidad para aprender nuevas conductas más precisas y enfocadas al éxito. Y para ello, revertir la tendencia a la sobreprotección, dejar de ser toda la tipología de padres sobreprotectores que bien enumeró Carlos Manuel Sánchez (2016), tanto los buldozer (que allanan tanto el camino de sus hijos para que éstos no encuentren obstáculos) como los padres tigre (padres estrictos y con altas expectativas para los hijos sobre los que ejercen excesivo control). Hoy en día, más que nunca, necesitamos jóvenes que afronten retos y sean creativos.

Para conseguir todos estos objetivos, lo esencial es asumirlo a nivel personal, y cambiar nuestra visión de los errores, propios y ajenos, conformar un nuevo discurso más positivo y alejado del miedo y animarnos, cada día, a hacer algo de manera distinta y a ampliar nuestros horizontes y miras.

Escrito por Sara Reyero Serret

Fuentes:

  • Catherine Tinsley, Jason Schloetzer and Matthew A. Cronin (2016). In celebration of the F Word. The Georgetown University McDonough School of Business. Psychology Today.
  • Carlos Manuel Sánchez (2016). La sobreprotección de los padres, a examen: ¿quién dijo miedo? XL Semanal

Así podrás crear y mantener nuevos hábitos

En estas fechas parece que todo lo que nos rodea está de acuerdo en que con el comienzo del nuevo año comencemos con una nueva vida. Los propósitos de año nuevo se agolpan en nuestra mente y buscamos lo que queremos para ese “yo de las navidades futuras”. Para que dentro de un año al mirar de nuevo atrás veamos que esos cambios que queríamos hacer se hagan realidad, en muchas ocasiones pasa por crear nuevos hábitos. Mucho hay escrito sobre este tema pero, ¿qué dice la psicología científica sobre la creación y mantenimiento de hábitos?

habitos

En primer lugar lo que nos dice es que en sí mismo es complicado definir el hábito. En teoría, es un comportamiento que llevamos a cabo de una forma automática, sin apenas pensarlo. Lo que ocurre es que casi todo lo que hacemos en nuestro día a día son comportamientos algo más complejos que para concebirlos como puramente automáticos. Cuanto más complejo sea el hábito que queramos desarrollar, más pensamiento habrá antes de éste y más posibilidad para terminar por dejar de hacerlo. Pero supongamos que, ya sea más o menos complejo, seguimos queriendo crear un hábito. ¿Por dónde empezamos?

Puede ser interesante para que después mantengamos el hábito creado comenzar por la creación de una línea base del comportamiento. ¿Cuánto ejercicio físico estoy haciendo? ¿Cuantas veces me muerdo las uñas al día? ¿Cuantas piezas de fruta como?. Esto puede ser una ayuda para conocer cuánto cambiamos desde antes de proponernos este nuevo hábito.

Después de esto, lo que es más útil para el desarrollo de hábitos nuevos es la implementación de un plan. Este plan inicial tiene dos puntos fundamentales:

1. Tener una clave disparadora de la acción. Está comprobado que para crear un hábito lo más eficaz es plantear alguna clave del contexto que nos ayude a realizar la acción deseada. Además, al contrario de lo que muchas veces podemos pensar, no suele ser suficiente con proponernos un momento temporal en el día, sino que es más efectivo si nos proponemos realizar la acción después de algún evento. Esta es la estrategia que se utiliza  muchas veces para los tratamientos farmacológicos a largo plazo. Tomar una pastilla después de cenar, es un ejemplo de cómo podemos llevar a cabo una acción que antes no hacíamos (tomar una pastilla) con la clave previa (cenar).

2. El segundo punto, muy importante para crear el hábito es el de tener alguna estrategia de afrontamiento de los obstáculos posibles. Podemos pensar en las cosas que podrían pasar para que dejemos de realizar el hábito y buscar un comportamiento alternativo y equivalente en tiempo e intensidad emocional. Por ejemplo, si nos hemos propuesto dejar de comer dulces y nos invitan a una merienda con amigos, sería útil pensar qué podemos hacer durante esa merienda para que no queramos probar esos dulces.

Cuando ya estemos haciendo eso que tanto hemos pensado cómo hacer, lo siguiente necesario para que se cree el hábito es la continuidad. Para que logremos que se instaure un hábito, hay muchas diferencias entre personas y algunas de ellas necesitan más tiempo que otras en lograr que una acción se convierta en un hábito. Aunque también depende de lo complicada que sea esta acción, se estima que el tiempo mínimo necesario para crear este hábito será de 20 días, aunque puede ser necesario repetirlo durante 3 meses para habituarnos. Para mantenerlo hay varias cosas que se consideran importantes:

– En primer lugar, el tipo de motivación. Si lo que nos mueve a realizar este hábito es un premio externo, muchas veces hasta puede funcionar al revés de lo deseado y justo cuando se retire este premio, el hábito desaparecerá. Por eso se trata de crear una motivación “intrínseca” o desde dentro para mantener este hábito. Puede ser el propio orgullo personal, una meta que queremos lograr o incluso pensar que este hábito forma parte de nuestra identidad y hace que nos sintamos mejor con nosotros mismos.

– Esto se relaciona con una de las claves para mantener un hábito, que es la satisfacción de la acción que realizamos. Cuanto más satisfacción encontramos en la acción que queremos mantener como hábito, más sencillo es darle continuidad. Es por esto que cuando estamos haciendo algo que queremos que se convierta en un hábito, siempre será útil recrearnos en lo que nos da placer de esta acción.

– Si mantener un hábito, a pesar de todo lo anterior, se está convirtiendo en algo extremadamente difícil, siempre puede funcionar dividir la acción en pasos más pequeños. Cuanto más sencillo es el primer paso, más probable es que lo llevemos a cabo y al mismo tiempo, cada paso pequeño que logramos hace más probable que llevemos a cabo el siguiente. Por ejemplo, si el hábito que tratamos de desarrollar es el de salir a correr, será más fácil si primero nos proponemos sólo ponernos las zapatillas de deporte. Después de esto, salir a la calle. Y una vez lleguemos a este punto, en muchas ocasiones es más probable que llevemos a cabo la rutina propuesta.

Por último, más allá de lo que queramos lograr, es importante considerar que los hábitos que normalmente queremos desarrollar precisamente son para aumentar nuestro bienestar, así que siempre será recomendable que trabajemos la autocompasión si en algún momento fallamos o el desarrollo del hábito no es todo lo constante que nos gustaría. A fin de cuentas, si lo que tratamos es de cuidarnos más a nosotros mismos, lo último que querríamos hacer es “maltratarnos” por no lograrlo. El autocuidado no es sólo comer mejor, o hacer deporte, sino también ser más tolerantes con nuestros errores y tratarnos mejor a nosotros mismos, también en el plano emocional. ¡Ese hábito puede ser de los mejores a desarrollar!

Fuente: Health Psychology Review

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.orgLally, P., & Gardner, B. (2013). Promoting habit formation Health Psychology Review, 7 (sup1) DOI: 10.1080/17437199.2011.603640

¿Qué ocurre con nosotros cuando vivimos una experiencia traumática?

Extraído de http://www.unvm.edu.ar.
Extraído de http://www.unvm.edu.ar.

Hablar de un trauma psicológico es hablar de acontecimientos que amenazan profundamente la seguridad y bienestar de las personas que lo sufren, no sólo por el evento real que produce los síntomas, sino porque las personas que experimentan un trauma se sienten  tremendamente abrumadas e incapaces de hacerle frente. Aunque tradicionalmente el trauma se ha considerado producto de situaciones con efectos extraordinariamente estresantes para la supervivencia de la persona (de hecho, el estrés postraumático se comenzó a estudiar con los excombatientes de la guerra de Vietnam, por las graves secuelas psicológicas que les incapacitaban a la hora de re-adaptarse a la vida cotidiana), actualmente se considera traumática cualquier situación que nos dejan trastocados e impotentes para entender las razones que explican el trauma y no es necesario un daño físico para experimentarlo. De este modo, podemos experimentar un trauma también siendo testigos de un evento violento y que afecta gravemente nuestra cosmovisión.

La persona traumatizada se siente entumecida y desconectada del mundo que le rodea, su percepción se ha alterado y deja de percibirlo como algo estable y seguro; de manera que desconfían de las personas, no expresan sus vulnerabilidades por miedo a sufrir daños, y tiende a aislarse y rehuir el contacto social. La experiencia del trauma es única e intransferible para cada persona, considerándose un punto de inflexión para la vida de la persona y de sus personas más cercanas. Por todo ello, sus reacciones pueden parecer muy intensas y desconcertantes. Aquí os ofrecemos un compendio para poder entenderlas mejor:

1.Re-experimentación del trauma. Muchas personas traumatizadas se sorprenden de volver una y otra vez a los eventos perturbadores en un bucle angustioso, tras estímulos cotidianos que los despiertan. A veces se presentan en forma de flashback, donde a pesar de que no hay nada en el contexto que resulta amenazante, la persona actúa y siente como si estuviera otra vez allí, inundando a la persona de recuerdos negativos y sin oportunidad para procesarlos. Esta constante re-experimentación también puede producirse mediante pesadillas, que pueden volverse constantes y aunque no siempre versan sobre el contenido traumático, sí que producen una intensa sensación de inquietud y miedo cuando la persona se despierta.

2.Reacciones emocionales intensísimas. En ese sentido, la persona traumatizada  puede tener reacciones emocionales una desproporción importante respecto a los estímulos que lo provocan, de difícil control cuando le invaden y que se producen cuando piensan que están otra vez en la situación. Pueden sentir miedo porque los estímulos que despiertan nos resultan tan amenazantes que no podemos enfrentarlos. Tristeza devenida de un sentimiento constante de vivir en un mundo peligroso e inseguro, donde no podemos hacer nada por cambiarlo y donde nuestro futuro se presenta incierto y lleno de pesares. Ira en forma de irritabilidad, porque somos incapaces de entender lo que nos pasó y a quien nos infringió semejante daño. Y mucha culpa, porque no hicimos lo que consideramos correcto y creemos merecemos lo que nos pasó por no hacerlo en su momento.

  1. Embotamiento afectivo. Estas reacciones emocionales se entremezclan con un sentimiento constante de entumecimiento. Cómo las emociones les resultan extremadamente inestables y desagradables, las personas traumatizadas prefieren contener y reprimir sus emociones cuando no están dentro de los episodios de revivencia, suprimiendo tanto las emociones positivas como las negativas. Si bien se considera una respuesta natural de protección en un primer momento, se considera una grave falla a largo plazo, experimentándose ellos como testigos de su propia vida y con incapacidad para sentir.
  2. Evitar eventos y/o estímulos relacionados con el trauma. En el momento traumático, el cerebro traumatizado no procesa la información ni los estímulos como normalmente los procesa. La huella de memoria se fragmenta impidiendo un procesamiento normal. De esta manera, cada vez que ven un estímulo que pudiera estar en el momento traumático, la persona reacciona de la misma manera, impidiendo el procesamiento normal también en su vida cotidiana. De esta manera, la persona empieza a evitar todo lo relacionado con el trauma, dejando de hacer muchísimas actividades relacionadas para no sentir, pero también dejando muchas actividades agradables que podrían ayudarle enormemente en la superación del trauma.
  3. Cambios en cómo ve el mundo y a los demás. Las personas traumatizadas no se relacionan con los demás al considerar a los demás potenciales amenazas o también causas de revivencia del trauma. Se produce un reprocesamiento de la realidad como algo violento y extremadamente peligroso, donde podemos sufrir constantemente y es mejor estar preparado para cualquier daño. De este modo, prefieren estar solos y sin contacto con los demás, y preparados para cualquier tipo de daño potencial.
  4. Efectos graves en su autovalía y eficacia personal. El evento traumático produce un efecto devastador en la manera en que afronta la persona sus problemas, de manera que se siente incapaz para hacer frente a lo que le ocurre, extremadamente débil por no reaccionar o hacer algo distinto en el momento del trauma, y extremadamente crítico y culpable por lo que no hizo en su momento y no puede hacer ahora después del trauma.
  5. Hiper-activación fisiológica. Al ver el peligro en todas partes, la persona se muestra intranquila e inquieta constantemente, permaneciendo en alerta ante cualquier posible amenaza, y escaneando todo a su alrededor para escapar y/o protegerse. Esto explica sus reacciones emocionales y sus respuestas de escape, y efectivamente su sistema nervioso funciona en una actividad altamente por encima de lo recomendado para hacer frente a sus demandas cotidianas.

Por todo ello, se recomienda un seguimiento para las personas traumatizadas, y un apoyo de sus personas cercanas para ayudarle en las distintas partes de su proceso de recuperación. Esto puede ayudaros a entendernos.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychcentral, psychology today

7 recomendaciones para elegir juguetes

Ya empiezan a llegar los catálogos de juguetes de las grandes almacenes e hipermercados a nuestros buzones y he de decir que es bastante desalentador hojear sus páginas. Es como si poco hubiera cambiado durante estos últimos 50 años. Los roles se han flexibilizado, las mujeres han ampliado considerablemente sus funciones en el ámbito laboral y la corresponsabilidad en el hogar va ganando terreno. Esto, que afortunadamente es una realidad creciente no parece haber llegado a estos catálogos de juguetes ni a muchas empresas dedicadas al diseño de juguetes. Me encuentro que los juguetes están perfectamente clasificados por un criterio en base a estereotipos de género. Parece que las niñas son rosas y deben bañar bebés, y los niños son los únicos que pueden hacer construcciones.

De acuerdo con quienes organizan la sección de juguetes en las grandes superficies, los niños se divierten exclusivamente con los juegos de acción, lucha y deportes, sin embargo, las niñas están centradas en su apariencia física y juegos poco movidos (muñecas, bebés, maquillaje…).

Los juegos de ciencia y de construcción tienen en sus cajas fotos de niños, mientras que las cocinitas van acompañadas de una niña. Los maletines de médicos todavía se comercializan para niños y los kits de enfermería para las niñas, a pesar de que actualmente más mujeres que hombres se gradúan en las facultades de medicina y cada vez más hombres se matriculan en enfermería. Parece que la realidad es más flexible que los catálogos.

Foto extraída de ArtThreat.net
Foto extraída de ArtThreat.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Lo que elegimos para nuestros hijos e hijas es algo a considerar, ya que puede que sea bueno construir un mundo en el que nuestras niñas sepan que está bien cultivar más habilidades que el cuidado y que nuestros niños sepan que está bien ser sensibles y cuidar a los bebés; si queremos fomentar la curiosidad científica en nuestras niñas y el aprecio por las artes en nuestros niños, ¿por qué el empaquetado, producción y promoción de los juguetes se hace en base a los estereotipos de género? Si queremos dar a nuestros hijos la oportunidad de descubrir quiénes son en lugar de lo que un estereotipo espera de ellos y ellas ¿por qué no les ofrecemos más opciones?
Ante estos cuestionamientos, puede ser interesante considerar las siguientes sugerencias:

1. Mostrar diversidad y alternativas. Está genial que los Reyes traigan a las niñas esa muñeca que quieren y a los niños el balón de fútbol, pero puede estar bien plantearse que alguna vez incluyan otros juguetes. Todos los niños y niñas deberían tener la oportunidad de tener un kit de herramientas de juguete para que puedan hacer que arreglan las cosas – y tener la idea de que tanto las mamás como los papás saben cómo utilizar un martillo. Asimismo, está bien que todos los niños y niñas puedan tener un muñeco al que cuidar.

2. Proporcionar oportunidades para el juego no enfatice los estereotipos de género. Cualquier maestro de escuela infantil podrá decir que tanto a los chicos como a las chicas les gusta jugar a las cocinitas. Las niñas, así como los niños están interesados en cavar en la caja de arena y jugar con pelotas. A todos los niños y niñas les gustan los coches de juguete e inventan historias con animales.

3. Añade música a sus vidas. Los instrumentos de juguete son una gran manera de introducira a los niños y niñas en la música antes de implicarse en el aprendizaje de un instrumento.

4. Proporcionar momentos y acceso a actividades creativas. Dar a los niños materiales artísticos apropiados a su  edad. Llevarlos ratitos a museos para que puedan acercarse al mundo del arte.

5. No olvides los kits de ciencia. Te reto a que encuentres a un niño o una niña a la que le fascinen los insectos. ¿A qué niño o niña no le gusta ver un volcán en miniatura estallar o un cohete despegar?

6. Libros. Libros. Libros. Sé que puede parecer un poco clásico, pero a los niños/as les gustan los libros. Llévalos a la biblioteca. Explora todos los temas. Intenta evitar la idea de que hay libros e historias diferenciadas para niños y para niñas. Una buena historia es una buena historia. Lo mismo ocurre con los videojuegos y juegos de ordenador apropiados para cada edad, la música y las películas. Es importante estar atento/a a los estereotipos de género también en estos ámbitos.

7. Correr, saltar y generalmente moverse es una parte natural de la infancia. Niñas y niños disfrutan mucho corriendo, persiguiéndose, lanzando un balón… Anima a tus hijos/as a probar diversas actividades y deportes, pronto encontrarán qué es lo que más les interesa.

¿Por qué es importante superar la idea de que ciertos juguetes son femeninos o masculinos? Porque el juego importa. El juego es el «trabajo» de la infancia. Los niños/as mientras juegan y disfrutan están ensayando los roles que desempeñarán como adultos; los mensajes que reciben se integran y conforman su identidad. Las investigaciones demuestran que los niños y niñas a los que se le anima a jugar con juguetes “no diferenciados por género” tienen un mejor desempeño académico, social, artístico y físico. Cuando los juguetes están limitados por género, limitan la imaginación y las metas propias del niño o la niña.

Fuente: Psych Central

Escrito por María Rueda

4 acciones que influyen en tu estado mental

En la sociedad actual, continuamente estamos resolviendo problemas mentales. Gran parte de nuestros trabajos tienen un componente de mayor carga mental que física. Esto, sumado a que no necesitamos realizar apenas esfuerzos físicos para asegurar nuestra supervivencia hace que casi toda nuestra energía se oriente a el ejercicio mental.

extraída de wealthygorilla.com
extraída de wealthygorilla.com

Ya que esto es así, lo normal es que cuando tenemos problemas psicológicos tratemos también de resolverlos con el pensamiento. Lo que los psicólogos nos encontramos muchas veces es con personas que a través del uso del pensamiento tratan de resolver problemas que más bien suelen ser trampas mentales. El pensamiento positivo a veces se convierte en una manera de contrarrestar un pensamiento negativo y nos vemos envueltos en una especie de lucha con nosotros mismos de la que parece imposible salir. Muchas veces lo que más nos ayuda puede tener que ver con las acciones que llevamos a cabo, no sólo con los pensamientos que tenemos.

En psicología no existen las fórmulas mágicas, y estas cinco posibilidades no necesariamente harán que reduzcas esa forma de resolver los problemas con la mente en lugar de con la acción, pero al menos sí pueden ayudar en casos puntuales y han sido estudiados científicamente.

1. Camina para aumentar el ánimo. La actividad física es una manera demostrada de mejorar el estado de ánimo. No es necesario que sea una actividad física intensa, simplemente caminar alrededor de 30 minutos al día es suficiente para mejorar el ánimo en personas con depresión. El ejercicio físico aeróbico también influye positivamente sobre la calidad de vida y la salud mental en general, en personas sin problemas psicológicos.

2. Sonríe para aliviar el estrés. Aunque está claro que sonreir más no te vas a hacer una persona feliz, sí parece que la sonrisa tiene algunos efectos positivos. Cuando experimentalmente se obligó a sonreír a personas sometidas a una tarea estresante, aunque emocionalmente no se sentían mejor, sí se redujo su tasa cardiaca. Puede que no sientas los cambios, pero parece que fisiológicamente sí los hay, incluso cuando tenemos dolor, parece que es menos incómodo si estamos sonriendo.

3. Respira hondo para aumentar la atención. En la sociedad actual, es fácil que estemos haciendo más de una cosa a la vez. Cuando estamos en modo multitarea, nuestra atención disminuye y es complicado realizar tareas que requieren de mucha atención. Sin embargo, en ocasiones es necesario cambiar rápidamente de este modo multitarea a la concentración necesaria para una tarea continuada y sin interrupciones. Sentarse durante unos minutos y simplemente atender a contar las respiraciones aumentará tu capacidad de atención para una sola tarea.

4. Haz ejercicios de resistencia para combatir la ansiedad. Tener ansiedad es una de las sensaciones más desagradables que se pueden sentir. Cuando comienzas a sentirla, seguramente ya conozcas varias maneras en las que la ansiedad te ayuda a solucionar algo o las formas de regularla. Sin embargo, puede pasar que en un momento determinado necesites algún nuevo sistema. Está comprobado que los ejercicios físicos de resistencia como por ejemplo, levantar pesas, mejoran los problemas de ansiedad. Además, la intensidad de los ejercicios no tiene porque ser muy elevada, realizar este tipo de ejercicio a una intensidad moderada puede ser suficiente para que tenga efecto sobre la ansiedad.

Diferentes estudios han demostrado que las anteriores acciones tienen sus efectos sobre diferentes afectaciones psicológicas. Lo que hacemos con el cuerpo, las acciones que llevamos a cabo en el mundo y sobre nosotros mismos pueden ser muy poderosas sobre la forma en la que pensamos y sentimos. Sólo con esto, quizá no logremos afrontar todos los problemas, pero al menos, sí tendremos pequeñas estrategias que poner en marcha cuando no estemos pasando por el mejor de los momentos y podrán sernos de ayuda.

Fuente: Psychology Today

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

7 formas de superar la ruptura de tu mejor amig@

Extraída de www.nytimes.com
Extraída de www.nytimes.com

En nuestra sociedad tenemos muchos modelos y estrategias diferentes para superar una ruptura sentimental. Entendemos que el vínculo afectivo que establecemos con una pareja sentimental es profundo y lo que sentimos en la ruptura está universalmente reconocido. Por ello, recibimos toda una serie de reacciones compasivas que buscan la superación de este trance emocional. Pero, ¿y qué pasa cuando lo que vamos a perder es uno de nuestros mejores amigos? A pesar de que puede ser igual de importante, se tiende a una consideración social de “vínculo desechable” e incluso podemos percibir cierta incredulidad de los demás si no aceptamos rápidamente la ruptura.Y lo cierto es que una ruptura con un amigo puede ser muy complicada, entre otras cosas, por la dificultad que entraña en ocasiones no encontrar apoyo por una perdida que no todos pueden considerar como traumática.

En las investigaciones recientes, encontramos una reacción más empática a una perdida cuando en la relación de amistad están implicadas dos mujeres. En efecto, se observa un mayor impacto emocional en las mujeres por su predisposición a la apertura emocional, más que en el caso de los hombres. Si bien tener buena red social está implicado en un mejor alivio del estrés y el malestar en ambos sexos por la liberación positiva de oxitocina, en mujeres se registran mayores conductas maternales y de cuidado por el efecto de dicha hormona.  Del mismo modo, tener amigos se relaciona con la reducción del riesgo de muerte hasta un 60 por cierto, en distintos estudios longitudinales, y ya con mismos efectos en ambos sexos.

De cualquier manera, pensar que las relaciones de amistad son perfectas y se mantienen imperecederas con el paso de los tiempos es una falacia moderna muy extendida. Las relaciones de amistad sufren altos y bajos como cualquier otra relación, debido también a la evolución distinta de las personas individuales que lo forman. Por ello, a veces una ruptura entre amigos se torna inevitable (e incluso necesaria) si el viraje de la relación torna a tintes tóxicos. También si se acumulan tensiones irresolubles, cuya sola presencia aumenta el malestar y se deja de considerar la relación como una prioridad. En todos estos casos, romper la relación o explicitar un descanso puede ser una solución factible. Hacerlo bien y eligiendo cuidadosamente los pasos puede ayudarte a dejar ir y procesar una situación difícil para todos

  1. Asumir tu parte de responsabilidad en el proceso de ruptura. Una ruptura no surge de la nada y viene precedida de una serie de circunstancias analizables y que afectan a ambas partes. Reconocer qué acciones propias (y ajenas) ha contribuido a la situación de distanciamiento ayudan a comprender la situación, aliviar el resentimiento acumulado y permite entender que separarse supone el mejor camino para el crecimiento personal y el aprovechamiento de nuevas oportunidades.
  2. Salir del juego de la culpa. Rumiar todos los malentendidos o acrecentar el resentimiento haciendo un exhaustivo listado de las faltas del otro inhiben la capacidad para avanzar. Todos tenemos unos recursos limitados y reconocer nuestras debilidades propias propicia un aprendizaje continuo y mejora nuestra capacidad para hacer nuevos amigos.
  3. Sentir la pérdida. Permítete estar triste durante un tiempo. Perder a un amigo es una experiencia dolorosa. No es fácil y puedes sentirte solo y triste. Lo importante es encontrar una manera de expresar tus sentimientos. Puedes dejarte ayudar por otras personas, llorar y dejarte cuidar, o bien escribir a esa persona que ya no está. Escribir cartas permite despedirse de la otra persona y decir todas las cosas que se quiso y no se pudo. Aunque sea para ti y en tu más absoluta privacidad.
  4. Haz un alto y celebra tus fortalezas. Las rupturas de amistad a menudo provocan un cóctel de emociones que incluyen una intensa culpabilidad, sentimientos de fracaso y grandes dosis de rechazo…coctel con grandes efectos para la autoestima y el amor propio. Darse cuenta de todo lo conseguido y agradecer los vínculos que uno tiene y ha tenido permite tomar perspectiva y acceder a los recursos beneficiosos que todavía tienes.
  5. Ordena tus pensamientos. ¿Puedes sacar dos lecciones de por qué estáis mejor separados que juntos y mal avenidos?. En vez de abrumarse con lo que se hizo mal, ser conciso y extraer aprendizajes de la situación permite mejorar para una futura ocasión.
  6. Adopta la “Estrategia Sueca”. El termino hace referencia a mantenerse neutral. A veces, romper la amistad no significa que no vayas a ver a la persona más, pues todavía podéis trabajar juntos o compartir amigos conjuntos. Mantener unos límites claros e intentar que los amigos cercanos de los dos no tomen partido ayuda a mantener una convivencia y te permite sentir un mayor autocontrol en la situación. Si necesitas ventilar, acuérdate de desahogarte fuera del grupo de amigos.
  7. Vive mejor tu vida y cuida tu red social. Este tipo de situaciones consumen mucha energía y puede hacernos aislarnos y no querer relacionarnos. Toma la iniciativa y llama a tus amigos familiares. Esta es una etapa que nos deja especialmente tocados, por lo que sentirnos valiosos y recibir cariño de los demás es algo fundamental para superar el trance. Si además dedicas un tiempo para nuevas experiencias, hacer nuevos propósitos…te permitirá tener sensación de avance y reciclar tus malos sentimientos.

Romper una amistad nunca es fácil y cuanto más cercanos nos sintamos a ella más difícil es. Pero a veces romperla es la mejor decisión que hemos podido tomar. Te deja más espacio para otras personas más saludables y más satisfactorias. Y nos recuerda el don de la amistad, “de toda amistad sacamos algo, y si lo hacemos bien, nos permite ser un mejor amigo y tomar mejores decisiones en el futuro”.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychcentral.

¿Qué sucede en la adolescencia?

¿Por qué muchos adultos sienten rechazo hacia los adolescentes? Si entramos en internet, cuando introducimos las palabras “los adolescentes son”, Google nos sugiere términos como “estúpidos, conflictivos o que son lo peor”. Es cierto que puede ser difícil educar a un adolescente, pero en lugar de demonizarlos vamos a tratar de dar un paso atrás e intentar entender qué está pasando. Como psicólogos, cuando trabajamos con adolescentes en un contexto de terapia, descubrimos quiénes son esas personas. Si nos damos la oportunidad de entender y considerar todo lo que ocurre dentro de un adolescente, como los cambios fisiológicos y sociales que deben enfrentar, creo que podríamos apreciarlos como personas y sorprendernos.

adolescentes
Foto extraída de Pinterest

Las hormonas en revolución: Los cambios hormonales son fundamentales en la pubertad y pueden tener un impacto enorme en su cerebro y en su estado de ánimo. Incluso, el adulto más equilibrado vería comprometida su preciada estabilidad emocional si experimenta un aporte hormonal tan importante (por ejemplo, cuando un adulto se somete a un tratamiento de fertilidad puede explicar claramente cómo las hormonas le afectan a su estado de ánimo). Para los adolescentes, que también están haciendo frente a muchos otros cambios, este aluvión de hormonas puede ser muy impactante. Bajo estas circunstancias un poco de mal humor es comprensible.

Cerebro en desarrollo: Los estudios recientes demuestran que el cerebro adolescente aún está en construcción. El lóbulo frontal (la región del cerebro que se encarga de planificar y tomar decisiones) todavía no está completamente desarrollado mientras se atraviesa la adolescencia. Además, la dopamina, un neurotransmisor que tiene una importante participación en las vías de placer del cerebro, aumenta durante este período de desarrollo. Esta inmadurez del lóbulo frontal y el mayor impulso para experimentar el placer (resultante de los niveles más altos de dopamina) pueden explicar la impulsividad, la asunción de riesgos y la toma de decisiones de forma irracional que a menudo vemos en los adolescentes.

Cuerpos cambiantes: Durante la pubertad los cuerpos cambian rápidamente. Como resultado, los adolescentes son hiper-conscientes de su apariencia, especialmente en relación con sus compañeros. Una niña que desarrolla los pechos muy pronto o muy tarde, o un niño cuyo bigote no crece, puede sentirse avergonzado frente a sus compañeros. Más allá del impacto social, a los adolescentes les aparecerá pelo en lugares nuevos, sus voces sonarán diferentes, y empezarán a menstruar regularmente. Ya de por sí, estos cambios pueden abrumarles.

Cambios en el colegio: Dan el salto desde el colegio, con un maestro cercano, día estructurado, menos alumnos…, a un instituto, con varias clases y profesores con muchos más alumnos. Algunos adolescentes que están acostumbrados a hacerlo bien en un ambiente más estructurado, cercano y manejable, descubren que de repente su desempeño cae. Esta es una transición difícil que puede causar frustración e irritabilidad hasta que se adaptan. Además, durante este tiempo hay un aumento en la carga de trabajo escolar y exigencia en las asignaturas. Ese incremento en la dificultad, muchas veces también hace que los padres ya no puedan ayudar a sus hijos con el estudio. Esto puede llevar a que los adolescentes sientan que no tienen apoyo académico por parte de sus padres. También aparece una presión añadida, la nueva carga académica y el cambio de horarios dificulta el cuadrar las actividades extraescolares, muchas veces necesarias para que haya actividad física y desfogue. Todos estos factores dejan a los adolescentes pueden incrementar la fatiga y la ansiedad, lo cual dificulta el cumplimiento de sus responsabilidades.

Desarrollo emocional: Los adolescentes comienzan a confiar más en sus amigos y menos en sus padres. Si bien ésta es una parte normal e importante del desarrollo, muchos padres comienzan a sentirse rechazados o preocupados al respecto de la influencia que los amigos ejercen sobre sus hijos, lo que genera tensión dentro del hogar. Esta tensión puede facilitar el conflicto, lo que añade estrés a unos adolescentes que anhelan independencia y luchan por encontrar sus propia identidad e individualidad.

Es importante demostrar cierta compasión; los adolescentes pueden tener fama de malhumorados, insoportables y conflictivos, sin embargo, es importante recordar todos los cambios a los que se enfrentan para intentar no hacer un juicio rápido y concluir que “son lo peor”. Ser padres y madres de adolescentes no es para nada fácil. Si eres padre o madre de un adolescente, date un momento para respirar profundamente y recordar los cambios de los que hemos hablado. Intenta apoyarlos estableciendo límites claros, guiándolos en la planificación y toma de decisiones, sin olvidar proporcionarles siempre apoyo emocional. Trata de viajar en el tiempo y ponerte en su lugar, esto también puede serte útil cuando te enfrentas a sus vaivenes emocionales, facilitándote el trabajo de guiarles con seguridad a través de este, tan agotador y sorprendente, momento del desarrollo.

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

¿Hay algo beneficioso en sentirse un auténtico hipócrita?

 

Foto extraída de https://blogs.thegospelcoalition.org/
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¿Alguna vez el comportamiento de alguien te ha sugerido el mensaje, “hazlo que te digo, nunca lo que yo hago”? ¿Qué tipo de reacciones te ha provocado? ¿Qué pasa con el mensaje que te acaban de decir, entonces? ¿Lo sigues a pies juntillas?… Como estáis pensando, la respuesta es NO. Efectivamente, percibir inconsistencias entre lo que uno dice y lo que realmente hace tiene graves consecuencias en el comportamiento de los demás. De repente el mensaje produce rechazo, se devalúa su contenido por falta de credibilidad, incluso si lo que se dice es importante o valioso. Por ello, en nuestras interacciones diarias nos guiamos constantemente por un “sentimiento de autenticidad”, donde lo que oímos de los demás es un reflejo de lo que esperamos que sean. Si descubrimos inconsistencias, el daño es doble: primero, nos sentimos decepcionados con el otro por haber descubierto su inconsistencia; por otro, nos sentimos engañados y defraudados con nosotros mismos por haber caído en el engaño. Nuestro propio “sentimiento de autenticidad” se ha visto quebrantado; su restauración  implica perder la confianza en esa persona; y si el daño es profundo,  no sólo afectará al vínculo con esa persona, sino con situaciones y/o personas  que repitan ese patrón. Además, los comportamientos hipócritas se juzgarán más graves cuando la conducta tenga una intencionalidad clara, percibamos en el otro una actitud de superioridad, se haya producido una contradicción grave, o bien se reincida en el comportamiento.

Con todo, puede ser más fácil detectar las contradicciones de lo demás que las propias.  Las investigaciones demuestran que las personas tendemos a ser reacios a considerar nuestras propias conductas como hipócritas; dándose un fenómeno llamado disonancia cognitiva. Por nuestro sentimiento de autenticidad, las personas tenemos una fuerte necesidad de mantener una coherencia entre nuestras acciones, actitudes y creencias. En situaciones en las que existen una incoherencia manifiesta (un ejemplo muy claro sería el fumador que persiste en fumar aún en riesgo de su salud; siente que su salud es muy importante pero ejecuta acciones no saludables como fumar), la persona entrará en un estado de ansiedad psicológica agudo, donde intentará cambiar su conducta contradictoria o caer en la defensa de sus actitudes (autojustificaciones), aliviando su malestar. Esta tendencia a la autojustificación será tanto mayor cuando no haya causa externa que lo sustente. Y la vergüenza y la culpa serán las emociones que más intensamente sentiremos.

Sin embargo, sentirnos hipócritas y ser conscientes de ello es mucho más positivo de lo que pensamos. En efecto, hay toda una serie de investigaciones recientes que inducen a los propios participantes a sentirse hipócritas y sentir disonancia cognitiva; en ellos se comprueba que cuanto más conscientes somos de nuestras incoherencias, mayor compromiso público tenemos con un cambio en nuestra conducta y mayor confesión a los demás de nuestras propias conductas hipócritas mayor probabilidad hay de generar un cambio y conseguir que  hagamos lo que realmente queramos y pensemos, sin autojustificaciones ni mentiras. Además, se comprueba como variables como tener mayor autoestima o la comunicación de otras personas de sus propias inconsistencias ayudan a las personas a hacer un cambio real.  Estas investigaciones constataban que el éxito de inducir disonancia no estaba en convencer a las personas de sus propias inconsistencias; sino más bien enfatizar los verdaderos valores reales de la persona y generar un compromiso con ellos era lo más efectivo en estos casos. Esto tiene grandes implicaciones para la vida cotidiana o para el trabajo dentro de una sesión de terapia; si queremos un cambio en las personas, resaltar lo que realmente quiere por encima de sus contradicciones y ayudarle a tomar sus propias decisiones asumiendo sus errores será mucho más positivo para generar un cambio que confrontarle todas sus contradicciones. Porque hay una cosa peor que sentirnos hipócritas; que no acusen de ello y que nosotros ni siquiera hayamos llegado a esa conclusión.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychology today, Psychcentral.

¿Cómo y cuándo hablar con tus hij@s de sexo?

En las investigaciones sobre educación sexual, se estima que para el 90% de los niños de los países desarrollados, la pornografía es la primera fuente de la que obtienen información sobre sexo. Otra investigación revela que la primera vez que un niño ve algo relacionado con pornografía sucede alrededor de los nueve años de edad. Y esto no sólo atañe a los varones, aunque el uso de pornografía es más frecuente en niños, las niñas también lo consumen.

Foto extraída de: elcomercio.pe
Foto extraída de: elcomercio.pe

Aparte de las muchas cuestiones problemáticas que puede generar en nuestros hijos su exposición a edades tan tempranas, la pornografía como educación sexual conduce a ideas sobre el sexo que podrían desconcertar y frustrar al niño en el presente, así como al futuro adulto.

Por ejemplo, los adultos entienden que la sexualidad es algo más que un simple intercambio de fluidos. La sexualidad encuentra su plenitud y significado en la verdadera conexión e intimidad que tiene lugar entre dos personalidades completas. Además de ser atraído físicamente, una persona que es capaz de expresar su sexualidad en plenitud también alude al intelecto, emociones y otras cualidades de la otra persona. Cuando a los niños se les hace creer que el porno es igual al sexo, reciben una visión muy simplista de lo que el sexo podría significar.

Es triste, pero lamentablemente muchas veces reducimos la educación sexual a un tema de seguridad en las relaciones y poco más, cuando éste es sólo uno de los aspectos que nuestros hijos deberían conocer. Podríamos hacer un símil con la adquisición del carnet de conducir; es como si sólo nos dieran unas simples nociones de educación vial. Algo así como si para sacarse el permiso sólo tuviéramos que saber ponernos el cinturón.

Pero las clases de conducir no son así. De hecho, se pide que nuestros jóvenes acudan a decenas de clases en las que los profesores les enseñan y ayudan a adquirir las destrezas para ponerse al volante. La amplitud y profundidad de la educación sexual de hoy, en comparación, palidece, tanto a nivel familiar como institucional. Y en muchos casos, hay un elemento que subyace, la sutil pero habitual vergüenza que nos embarga a la hora de hablar de sexo. Pero cuando se le da tan poca información acerca de un tema tan tentador, y cuando la vergüenza o incomodidad marca la conversación con un padre o una madre, ¿qué ocurre con la curiosidad de ese niño?

Pues esa curiosidad les conduce al smarphone, tablet u ordenador. O a sus amigos (que simplemente echarán mano del móvil, tablet u ordenador). Y así es como empieza la cadena. Información sesgada, poco realista y desajustada. Imágenes que inundarán la mente de tu hijo con los posibles mensajes de ocultación, culpa y vergüenza sobre su propia sexualidad.

No tiene porqué ser así, y quienes pueden cambiar el rumbo son los padres y demás agentes educativos. No se trata de tener “la charla sobre sexo”, se trata de tener muchas conversaciones apropiadas a cada edad en el transcurso de muchos años, incluyendo temas más o menos específicos. Por ejemplo, cuando el niño tiene de tres a cinco años, ponerle nombres apropiados a todas las partes del cuerpo podría ser un primer paso. A partir de los cinco a los ocho, hablar acerca de dónde vienen los bebés, la concepción, el parto… De los ocho a los once, discutir temas como las relaciones sexuales, incluyendo límites, la pubertad, el ciclo menstrual, cambios corporales, la pornografía y el abuso sexual. A partir de los once a los catorce, tener más diálogo sobre la pubertad, amor, relaciones, citas y las preguntas más complejas sobre la sexualidad.

Es importante tener en cuenta que ésto es simplemente un ejemplo, es posible que debamos ajustar cada información a la madurez concreta de cada hijo. Como padre o madre podemos ayudar a nuestros hijos a definir y comprender su sexualidad. Ser el referente al que acudir cuando le surjan preguntas. Al principio puede ser incómodo, pero podemos aprender a desafiar nuestro propio nivel de comodidad.

Mediante el fomento de este tipo de conversaciones coherentes, tratamos de influir en el desarrollo dotando a nuestros hijos de herramientas con las que enfrentarse al mundo que les rodea. Al convertirnos en una figura de confianza en ese área de su vida, ocuparemos un lugar que nos permita hablar con ellos cuando se conviertan en jóvenes.

Los niños cuya fuente de información se limita a la pornografía (aquellos cuyas figuras de referencia no tratan el tema de la sexualidad) tienen una mayor probabilidad de convertirse en adultos que tratan la sexualidad como algo a ocultar porque les genera vergüenza. Como adultos, se puede saber que las relaciones reales requieren mucho trabajo y son menos autorreferenciales. Implican una visión menos cosificada y reducida de la pareja.

Es importante invertir tiempo y tener el compromiso y valor para educar a nuestros hijos sobre sexualidad en general, y sobre el sexo en particular. ¡Tú puedes ser el que eduque e influya en el desarrollo sexual de tu propio hijo o hija!

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

¿Qué es eso de la resiliencia?

El término « resiliencia » tiene su origen en la física y se emplea para describir la capacidad de algunos materiales de resistir a la presión, doblarse con flexibilidad y recobrar su forma después de ser sometidos a una presión deformadora. Por ejemplo, una pelota de goma, un muelle o los juncos bajo la fuerza del viento.

En psicología se ha adaptado como la capacidad de los seres vivos de afrontar la adversidad, un trauma, una tragedia, o amenazas de fuerte tensión y sobreponerse a períodos de dolor emocional, saliendo fortalecido y alcanzando un estado de bienestar.

Hay muchos autores que han desarrollado diferentes definiciones de resiliencia pero destacamos la realizada por Grotbertg (1995) que la define como la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e, inclusive, ser transformado por ellas.

Siguiendo esta definición, podemos decir que la resiliencia no sólo es un fenómeno que aparece a nivel individual, sino que podemos hablar de grupos y familias resilientes e incluso se puede hablar de empresas con características resilientes.

Overcome_Resistence_Header.jpg
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Grotbertg resalta y pone énfasis en el poder transformador que un evento traumático puede producir en la persona, sacando algo bueno de la experiencia negativa. Así, podemos encontrar que en algunas personas resilientes, el trauma sufrido puede producir cambios positivos en los siguientes aspectos:

Autopercepción: Se refuerzan los recursos y competencias que se han utilizado, aumentando de esta manera la confianza en sus propias capacidades, generando la sensación de que están preparadas para afrontar con éxito cualquier cosa que suceda en el futuro.

Las relaciones con los demás. En situaciones traumáticas las relaciones con otras personas se pueden ver fortalecidas gracias al compañerismo, empatía, complicidad, ayuda y trabajo en equipo que surgen en este tipo de situaciones (p.ej., muchas familias y parejas que atraviesan situaciones de crisis comentan que se sienten más unidas y que la relación es más estrecha que antes del evento).

Cambios en los valores vitales, prioridades y en la filosofía de vida. En muchas ocasiones, ante situaciones altamente traumáticas (como puede ser situaciones donde se tenga la percepción de muerte o grave riesgo) se produce una transformación en la escala de valores y empiezan a apreciar el valor de cosas en las que antes no se reparaba (p.ej., personas que sufren un infarto empiezan a tomarse la vida de otra manera y a disfrutar más de ella). Un buen libro que refleja este punto es el famoso “El monje que vendió su Ferrari” de  Robin S. Sharma, altamente recomendable.

Es importante señalar que la resiliencia no quiere decir que la persona sea ajena al sufrimiento, no sienta malestar o dolor emocional, sino que consiguen bajo este contexto de considerable estrés y malestar emocional, sacar la fuerza necesaria que les permite seguir con sus vidas frente la adversidad o la tragedia e incluso salir fortalecidos de esta experiencia.

Una vez que sabemos que es la resiliencia, ¿quién no quiere ser resiliente?….La buena noticia es que la resiliencia se adquiere con el significado que das a las experiencias vividas y supone una función adaptativa del ser humano, por lo que es algo que todos podemos desarrollar a lo largo nuestra vida. Se trata por tanto de desarrollar las habilidades y actitudes necesarias para enfrentar de la mejor manera posible los diferentes retos de la vida.

La American Psychologycal Association (APA) apunta en su artículo “The road to resilience” que la resiliencia no es una característica que la gente tiene o no tiene sino que incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona. 

Así la APA recomienda diez formas de construir Resiliencia:

– Establece relaciones con amistades, familiares cercanos u otras personas importantes de tu vida

– Evita ver las crisis como obstáculos insuperables

– Acepta que el cambio es parte de la vida

– Muévete hacia tus metas

– Lleva a cabo acciones decisivas

– Busca oportunidades para descubrirte a tí mismo

– Cultiva una visión positiva de tí mismo

– Mantén las cosas en perspectiva

– No pierdas nunca la esperanza

– Cuida de tí mismo.

Ahora bien, ¿qué es lo que hace que una persona sea resiliente?. Se ha desarrollado una gran investigación al respecto, podemos concluir que hay seis grandes pilares de la resiliencia:

  1. Conexiones afectivas gratificantes con otras personas

Está demostrado que las personas que están felizmente emparejadas, como aquellas que se sienten parte de un hogar familiar o de un grupo solidario de amistades, muestran un nivel de resiliencia muy superior que quienes viven desconectados o carecen de una red social de soporte emocional.

El apoyo emocional es uno de los factores principales, tener en tu vida personas que te quieren y te apoyan y en quien puedes confiar te hace mucho más resiliente que si estás solo. La seguridad de un afecto recibido por encima de todas las circunstancias es un factor que incide en el desarrollo de la resiliencia.

En el libro de Victor Frankl (El hombre en busca de sentido) se muestra con claridad este aspecto, cuando relata como el amor a su mujer fue clave para mantener las ganas de vivir en los campos de concentración donde estuvo internado durante la segunda guerra mundial. Tal y como describe: “La salvación del hombre sólo es posible en el amor y a través del amor..”. Esto se pone de relieve en muchos de los testimonios de supervivientes de desgracias que dicen que una clave para sobrevivir fue pensar en una persona a la que se sienten unidos.

  1. Habilidades en Inteligencia Emocional (la introspección, el autocontrol, Identificar metas y programar los pasos para conseguirlas).

El concepto de Inteligencia Emocional de Daniel Goleman entronca en este factor de forma decisiva. Goleman expone con claridad cómo la conciencia de uno mismo (capacidad de conocer y reconocer las propias emociones), la motivación (impulso a obtener logros más allá de las expectativas), el autocontrol (capacidad de manejar las emociones), la empatía (reconocer y considerar las emociones de los demás) y la capacidad de relación (habilidades sociales) hacen que las personas con estas competencias se adaptan mejor a los cambios, pueden afrontar eventos estresantes y tienen éxito en sus relaciones personales y profesionales. Todas estas competencias de la inteligencia emocional ayudan a no tirar la toalla, seguir adelante en situaciones críticas y afrontarlas como un desarrollo personal

  1. Pensamiento positivo

“Al mal tiempo, buena cara”. La resiliencia hace que se pueda ver la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes están con los pies en la tierra, sienten las situaciones dolorosas, pero las son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen, son conscientes de la dificultad que están atravesando, con esta objetividad que les caracteriza, conocen cuáles son sus fortalezas, los recursos con los que pueden contar y cuáles son sus objetivos.

Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan una mezcla entre optimismo y realismo, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy difícil que sea la situación, siempre puede haber una salida. Afrontan las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender, crecer y desarrollarse. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender.

  1. Conciencia de motivos personales para vivir

Las personas resilientes tienen una profunda creencia de que la vida tiene sentido, así Victor Frankl pudo notar que las personas que sobrevivían eran aquellas que tenían un sentido para vivir.

Relata cómo incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el hombre puede encontrar una razón para vivir; como dice literalmente: “quien tenga un porqué para vivir podrá superar casi cualquier cómo”.

Las que habían perdido la esperanza y no habían podido hallar una explicación para todo lo que les estaba sucediendo, simplemente se dejaban morir.

  1. Localización del centro de control en uno mismo

Sentir que controlas tu vida y no depositas tus esperanzas sólo en la suerte o terceras personas.

Alex Rovira y Fernado Trias en su libro “La Buena Suerte” tratan este tema de una forma muy amena. Diferencian cómo hay un tipo de suerte, la de los juegos de azar, efímera y totalmente impredecible, y la Buena Suerte, con mayúsculas, aquella que aparece cuando se crean las circunstancias apropiadas para que ocurran cosas positivas.

  1. Autoestima saludable (concepción positiva de sí mismo)

Como apunta Luis Rojas Marcos, autor de Superar la adversidad: El poder de la resiliencia: “la autoestima saludable o la valoración positiva que hacemos de nosotros mismos se alza como otro factor decisivo a la hora de enfrentarnos a la adversidad. Una autoestima favorable estimula la confianza en uno mismo, el coraje, la determinación y, sobre todo, nos convierte en seres valiosos ante nosotros mismos, lo que supone un poderoso aliciente para vencer desafíos”.

Los resilientes confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus fortalezas y limitaciones, confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguros de lo que pueden lograr.

Conclusión: “Lo que no te mata, te hace más fuerte” (Nietzsche)

La famosa Angelina Jolie ha hecho suyo este viejo dicho cuando concedió una entrevista apenas una semana después de dar a conocer que había tenido que extirparse los ovarios y las trompas de Falopio. La actriz de habla sobre cómo todas las experiencias de la vida -buenas o malas- suponen un aprendizaje:

No hay que esperar a pasar por eventos traumáticos para poner en marcha nuestras competencias resilientes, es algo que se adquiere en el día a día, que podemos ejercitar y que depende en una buena medida de nuestra actitud ante la vida… SÉ RESILIENTE!!!

Escrito por Ángel Luis Guillén Torregrosa
ResearchBlogging.org
Pereda, N., Forns, M., & Abad, J. (2013). Prevalencia de acontecimientos potencialmente traumáticos en universitarios españoles Anales de Psicología, 29 (1) DOI: 10.6018/analesps.29.1.124921

Frankl, V. (1979). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.

Goleman, D. (2012). Inteligencia emocional. Editorial Kairós.

Goleman, D. (1999). La práctica de la inteligencia emocional. Editorial Kairós.

Gómez-Acebo, P., Bravo, C., Carmena, F. F., de Viu, C. M., & Álvarez, I. N. (2013). Resiliencia, gestión del naufragio. LID Editorial.

Munist, M., Santos, H., Kotlirenco, M. A., Suárez, E. N., Infante, F., & Grotberg, E. (2003). Manual de identificación y promoción de la resiliencia en niños y adolescentes.[Sitio en Internet] Organización Panamericana de la Salud.

Rojas Marcos, L. (2010). Superar la adversidad. El poder de la resiliencia. Barcelona: Espasa.

Saavedra, E. (2004). Resiliencia y ambientes laborales nocivos. Mobbing. Estudios.

Sharma, R. S. El monje que vendió su ferrari. Editorial DeBolsillo.

Trias de Bes Mingot, F., & Rovira Celma, Á. (2004). La Buena Suerte. Claves de la Prosperidad. Empresa Activa.