Tecnointerferencia: padres distraídos por el móvil y problemas de conducta en la infancia

Si prestas un poco de atención al pasar por un parque o cualquier cafetería, podrás ver padres y madres hipnotizados por sus teléfonos móviles y aparentemente no muy pendientes de sus hijos. ¿Qué sucede entonces con esos niños? Por el momento no disponemos de mucha información al respecto de cuáles son las consecuencias de las distracciones de estos padres. Dada la proliferación del uso de la tecnología, cobra importancia el estudio al respecto del impacto en la interacción entre padres e hijos.

Foto extraída de www.washingtonpost.com
Foto extraída de www.washingtonpost.com

Recientemente se ha publicado un estudio sobre la relación entre el uso de la tecnología por parte de los padres y los problemas de conducta en sus hijos. Los investigadores entrevistaron a los padres y madres de 170 familias estadounidenses sobre sus hábitos de consumo de tecnología. Primero, les preguntaron a las madres y a los padres sobre qué dispositivos usaban y cómo. Los padres y madres señalaron que empleaban diversos aparatos (móvil, ordenador, tablet, televisión y videojuegos) y que el uso de los mismos interrumpían las interacciones con sus hijos a diario. Además se les pidió que valoraran qué tipo de empleo hacían de la tecnología: ¿sienten la necesidad de comprobar y responder inmediatamente a un nuevo whatsapp o mensaje, piensan a menudo acerca de sus mensajes y llamadas, y creen que utilizan sus teléfonos móviles demasiado? La mayoría de los padres reconoció que estos dispositivos frecuentemente los distraían al interactuar con sus hijos.
Los autores de este estudio, los psicólogos McDaniel y Radesky (Universidad de Illinois y Michigan, respectivamente), lo han denominado como “tecnointerferencia” (Technoference). La tecnointerferencia ocurre cuando varios dispositivos tecnológicos interfieren con la interacción social. Es un término muy descriptivo. En esta investigación, los autores estaban interesados ​​en la tecnointerferencia que tenía lugar en el transcurso de las interacciones entre padres e hijos, algo demasiado común. Seguramente lo hayas visto alguna vez e incluso tal vez has dejado que suceda. Mientras juegas con tu hijo y escuchas o notas vibrar tu móvil, ¿detienes el juego? ¿respondes? ¿interrumpes el tiempo con tu hijo para atender la llamada, responder al mail o al whatsapp? De este estudio se desprende que el 89% de los padres entrevistados indicaron haber dejado que la tecnología interfiriera en la interacción con sus hijos.

Pero, ¿cuál es el impacto de la tecnointerferencia? ¿Estas interrupciones tienen un impacto significativo sobre los niños?
Para evaluar el impacto, McDaniel y Radesky pidieron a los padres que valoraran y clasificaran a sus hijos a partir de una lista relativa al control en el comportamiento. Algunos de los temas concernían a la internalización de problemas, así como problemas de conducta: los niños que son hiperactivos, se frustran fácilmente y exhiben frecuentes berrinches.
Los resultados fueron bastante claros e inquietantes; aquellos padres que experimentaban con más frecuencia la tecnointerferencia, reportaban más problemas conductuales en sus hijos. El predictor más fuerte fue la tecnointerferncia en las madres; probablemente esto sea muestra de que hoy aún en día es sobre la figura materna donde recae el papel de cuidadora principal, y por tanto es la figura de cuidado y atención primaria.
Aun así, estos datos provienen de un único estudio correlacional. A este respecto no disponemos de información sobre cómo influyen las variables. Es decir, sólo sabemos que las interrupciones tecnológicas entre padres e hijos se relacionan con problemas de conducta en los niños. La relación podría darse al revés, es decir, tal vez cuando un niño muestra más problemas de comportamiento, los padres comienzan a buscar sus propias maneras de escapar y encontrar algunas actividades gratificantes. Un móvil proporciona un escape inmediato de cualquier interacción social desagradable. O todo lo contrario, por supuesto la explicación podría ser al revés. Cuando los padres están más distraídos, los niños aprenden a portarse mal. Los niños realmente quieren que sus padres les presten atención. Cuando sus padres se distraen, los niños pueden recurrir a comportamientos más extremos para obtener la atención de sus padres. De esta manera, los niños aprenden a mostrar problemas de comportamiento. Cuando los niños actúan, sus padres dejan el teléfono y responden. Los resultados sugieren, en palabras de los propios autores, que las interrupciones debidas a la tecnología están asociadas a los problemas de conducta de estos niños, sin embargo la direccionalidad y relación de variables de este proceso deberá ser estudiada en el futuro a partir de estudios longitudinales.
Los móviles y los demás avances tecnológicos no son malos en sí mismos. Las ventajas de disponer de estos aparatos son múltiples. Sin embargo, estos beneficios deben equilibrarse en relación a los riesgos que conllevan. Intentemos no usar la tecnología mientras conducimos, caminamos, jugamos con nuestros hijos y socializamos. Y sobretodo tratemos de no ser padres distraídos. Posiblemente contestar a un Whatsapp o actualizar el estado del Facebook no compensa las implicaciones que pueda tener para tus hijos.

Fuente: Psychology Today

McDaniel, B. T., & Radesky, J. S. (2017). Technoference: Parent Distraction With Technology and Associations With Child Behavior Problems. Child Development.

Escrito por María Rueda

 

¿Se puede controlar la hostilidad?

 

Fotografía extraída de www.quesignificado.com
Fotografía extraída de www.quesignificado.com

El estudio de la hostilidad está estrechamente relacionado con el estudio de la ira y de la agresión. La hostilidad, según Smith (1994) se trata de un sesgo cognitivo (un punto de vista que no tiene por qué ser realista), por el cual se devalúa el valor y los motivos de los otros, se tiene la expectativa de que el resto de las personas están equivocadas y se siente una oposición hacia ellos, que puede acabar en deseos de infligir daños a éstos o ver a los demás como dañinos.

La hostilidad implica una percepción de los demás como fuente frecuente de provocación, maltrato y frustración, asumiendo por ello que los otros no merecen la confianza ni el respeto.

Durante los años 50 y 60, las medidas más empleadas para la valoración de la hostilidad y la agresión fueron las técnicas proyectivas (ejemplo: test de Rorschach o el Estudio de imagen-frustración de Rosenzweig), sin embargo, en la actualidad se utilizan con mayor asiduidad cuestionarios y escalas específicos (Inventario de Hostilidad de Buss-Durkee, la Escala de Hostilidad manifiesta de Sigel, etc.).

Se puede observar que la hostilidad es una emoción altamente experimentada por aquellas personas de patrón de conducta Tipo A (personas muy competitivas con una alta orientación al logro, por lo habitual dispuestas al enfrentamiento ante cualquier obstáculo, sea contextual, objeto o persona), pero al margen de este colectivo, la hostilidad se considera un factor de riesgo de trastornos coronarios. Las personas con una actitud hostil pueden generar a su alrededor un ambiente con escaso apoyo social. Esta forma de actuar elicita en los demás comportamientos de enfrentamiento, y esto a su vez, refuerza y reivindica las creencias que tienen y de manera habitual redunda en una disminución de conductas saludables.

Numerosos estudios han demostrado una mayor respuesta cardiovascular y neuroendocrina ante los estresores en las personas hostiles (Williams, Barefoot y Shekelle 1985; Smith 1992; Houston 1994; Gayll y Contrada 1998). Es de especial interés el estudio longitudinal que realizaron Barefoot, Dahlstrom y Williams (1983) llevado a cabo a lo largo de 25 años y con la ayuda de 255 médicos. En él, comprobaron que aquellas personas con alta puntuación en la Escala de Hostilidad Cook-Medley, ofrecían una mayor incidencia de enfermedad coronaria que quienes obtenían una puntuación baja en proporción de 5 a 1. Además, el promedio de mortalidad se disparaba hasta 6,4 veces en los sujetos con puntuaciones por encima de la media.

Los mismos resultados se contrastaron por Shekelle, Gale, Ostfeld y Paul, también en 1983, Dembroski y Costa (1987) o por Houston, Chesney, Black, Cates y Hecker (1992).

Sin embargo, en realidad, la hostilidad es una emoción adaptativa, que surge en aquellas circunstancias que de manera prolongada en el tiempo nos frustran, bloquean nuestros objetivos o nos minusvaloran, pero sobre las que (de manera consciente o no) entendemos que podemos actuar. La hostilidad es una herramienta que nos sirve para alcanzar objetivos de manera expeditiva, y es por ello que resulta importante dentro del bagaje cognitivo del hombre. Sin embargo, al igual que la ira, el miedo, la ansiedad o cualquier emoción que pueda tener un aspecto negativo, su uso y experimentación continuada en el tiempo puede volverse crónica y/o patológica. Es en estas condiciones cuando se puede volver desadaptativa, perdiendo el valor que puede ofrecer a nuestras vidas y convirtiéndose en un lastre del que resulta complicado desembarazarse.

Todas las personas tenemos la capacidad en mayor o menor medida de entender y gestionar nuestras emociones, y nuestra capacidad empática determinará hasta dónde podemos entender las de quienes nos rodean, de manera que dependemos de nuestro bagaje de experiencias y de la motivación que tengamos para controlar esta cuestión.

Finalmente nos encontramos con una duda importante, ¿es posible controlar nuestra hostilidad?

La respuesta rápida será que depende de las ganas que tengamos para ello y de lo habituados que estemos a hacerlo. Por esto, una persona que generalmente controla su estado emocional (o que se encuentra en un contexto en el que se exige su gestión) tendrá una mayor capacidad para hacerlo.

La respuesta desarrollada sería que hay dos vías de razonamiento en el cerebro: la rápida y la lenta. La vía rápida es la que lleva la información de los estímulos directamente a la amígdala, que es la encargada de valorar emocionalmente el estímulo y producir una respuesta rápida (ataque, huida, etc.). Esta respuesta no se condiciona por el medio, sino por las impresiones más primitivas del cerebro y nuestro estado de ánimo, siendo así más probable que en un estado afectivo negativo demos una respuesta airada, hostil…. agresiva. Esta vía no tiene en cuenta las circunstancias, para ello es necesario que el estímulo vaya al cerebro por la vía lenta, pasando por el neocortex y el hipocampo, y de ahí, a la amígdala. En este caso, se analizan una mayor cantidad de factores involucrados en la situación y la respuesta emocional que se genera es más adaptada a la situación y menos impulsiva.

Este segundo tipo de razonamiento nos capacita para reducir los niveles de hostilidad y para ello es necesaria una fuerte motivación a la hora de enfrentar las situaciones para evitar acostumbrar al sistema a responder por la vía rápida.

Es por esto que las técnicas más utilizadas en terapia con personas con agresividad son las técnicas que intentan que los pacientes tomen conciencia de las situaciones y pongan en marcha acciones distractoras y elicitadoras de emociones positivas que, aunque no tengan especial fuerza en esos momentos de hostilidad, sí consigan obligar al sistema a procesar la información por la vía lenta.

Es importante que la persona entienda que muchas de las actitudes negativas de quienes les rodean no son más que el sesgo negativo que produce su estado afectivo y que un cambio en la interpretación de las situaciones dará lugar de manera inmediata, a un conocimiento más real de la situación y a un comportamiento más adaptativo para el propio sujeto y para los demás.

Escrito por Sara Reyero Serret

Fuentes del texto:

Smith (1994). Anger, hostility and the heart.

Wrightsman, L. S. (1992). Assumptions about human nature. Sage publications.

Goleman, D. (1995). Emotional intelligence. Bantam books.

Eysenck, H. J. (2000). Intelligence: a new look. Routledge.

¿Dónde se me va el tiempo?

Muchas veces nos preguntamos, ¿dónde se me va el tiempo?. En una reciente charla TED el ponente, Adam Alter, proponía las variaciones entre el mundo de 2017 y hace unos pocos años respecto al uso de nuestro tiempo cotidiano. Según lo que él propone, pasamos dos tercios del día durmiendo y trabajando (con el tiempo de llegar al trabajo incluido). Esto supone que tenemos una media de 8 horas libres al día. Con un poco de suerte, invertimos menos de la mitad de estas 8 horas en operaciones que podemos llamar de “supervivencia”. La higiene, la alimentación y la preparación de ellas, así como la limpieza y orden de nuestros lugares habitables.

Imaginemos que tenemos 5 horas al día para lo que deseamos, para emplear en lo que nos hace felices. ¿En qué las usamos?

extraída de trendytv.es
extraída de trendytv.es

Si bien es pronto para comprender cómo afecta el uso del móvil (y otras pantallas) en la satisfacción personal, sí parece que actualmente existen algunas tendencias que no son muy beneficiosas, como el FOMO y lo que podemos llamar “adicción” al móvil. De hecho, el uso generalizado de smartphones tiene muchas cosas positivas, es fácil entablar conversaciones, ayuda a la hora de comunicarnos con personas que están lejos, la información está disponible al instante…

¿Y qué tienen que ver las repercusiones del uso del móvil respecto a el uso de nuestro tiempo cotidiano? Pues en que el tiempo que invertimos en el uso del móvil actualmente se ha incrementado y posiblemente incluso tienda a hacerse mayor. Si en el año 2014, según un informe de “Ditrendia” usábamos el móvil una media de 2 horas y media, lo hemos aumentado en una hora. Teniendo en cuenta que dijimos que disponíamos de una media de 5 horas al día para actividades no regladas, en este contexto, el uso de estas 3 y media de smartphone se convierten posiblemente en un uso excesivo.

Por supuesto, con esta perspectiva, el tiempo parece reducirse drásticamente en el día a día. Si el uso del móvil tuviera realmente un sentido y un significado, no se darían estas dificultades, pero ¿cuántas veces te has encontrado mirando el facebook, o el twitter, y navegando de una página a otra sin realmente saber por qué estás leyendo o viendo esta información en este momento? El uso del móvil en sí mismo no tiene por qué ser un problema, sino el uso sin propósito.

Ya que el tiempo del que disponemos cotidianamente no es mucho, ¿qué tal si tratamos de parar de vez en cuando para buscar el significado de lo que estamos haciendo? Ante esta búsqueda, puede ocurrir que realmente, con conciencia de ello, decidamos buscar sólo la desconexión que nos puede proporcionar el uso de la tecnología, aunque será interesante tener en cuenta que no necesariamente esto te proporciona la felicidad. Aunque la Felicidad parece una palabra demasiado intensa, sí se conoce qué puede al menos acercarnos a caminar hacia la felicidad.

Según el Grant Study, un estudio longitudinal con una duración de 60 años, lo que al mirar atrás hace que las personas se sientan más satisfechas se basa en las relaciones y en el desarrollo continuo. Posiblemente, de hecho, el uso del móvil en sí mismo se relacione en último lugar con estas aspiraciones, por este motivo hay un gran uso de las aplicaciones de mensajería y de las redes sociales. El problema aparece cuando la interacción humana es superficial o la capacidad de aprendizaje es también poco profunda. Lo que proporciona bienestar es una conexión real e íntima. Desgraciadamente, aunque lo busquemos, generalmente, si ocurre de forma exclusiva con el smartphone, no se logra la conexión personal que resulta de calidad, así como los aprendizajes que llevamos a cabo saltando de una página a otra no tienden a ser significativos como para repercutir en nuestro desarrollo humano.

Así, lo mejor que podemos hacer es limitar el uso de los móviles y tratar de conectar en persona, de aprender algo nuevo. Posiblemente, nos lleve mucho más tiempo en el momento, pero posteriormente ¡la satisfacción que puede proporcionar a largo plazo será mucho mayor!

Fuentes: http://uk.businessinsider.com, http://www.elconfidencial.com, http://www.amic.media

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

¿Podría ser que nos afecte más de lo que pensamos la imagen de la mujer en la publicidad?

Extraída de http://www.losandes.com.ar
Extraída de http://www.losandes.com.ar

En su arriesgada campaña publicitaria “bocetos de belleza real”, Dove llevó a cabo un estudio en el que se pedía a las mujeres que se describieran a ellas mismas mientras el artista del FBI Gil Zamora, sin verlas, las retrataba en función de su descripción. Posteriormente, se pedía a un desconocido que describiese a la misma mujer para que Gil dibujara un nuevo retrato de la mujer en base a la nueva descripción. El resultado mostraba dos retratos muy diferentes en el que el descrito por el extraño era más preciso con la imagen real de la mujer, y en el que se veía a ésta más guapa y feliz que la imagen hecha a partir de las descripciones de la propia mujer.

El resultado de esta campaña muestra el general bajo autoconcepto que las mujeres tenemos sobre la propia imagen personal y a raíz de ello, me gustaría ofrecer una breve explicación a partir del análisis de varios conceptos psicológicos y estudios.

El autoconcepto o visión que la persona tiene sobre sí misma se obtiene a través de dos vías: la autopercepción y la imagen que nos devuelven los demás denominada el “yo espejo”.

Parece que la autopercepción se forma del examen que hacemos sobre nuestros comportamientos (Bern, 1972), por ejemplo, si hacemos deporte nos consideraríamos deportistas, o si escribimos poesía, poetas, y esto surge de la motivación que tenemos para realizar ciertos comportamientos, que puede ser interna o externa. Pero también, para determinar cómo somos o nos comportamos, tendemos a compararnos socialmente, para así determinar si nuestras conductas son adecuadas y valorarnos en función de las personas a las que consideramos como estándares o referentes. La teoría de la comparación social, de L. Festinger (1954), postula que nos evaluamos en una serie de características tomando como base las características de los demás. En este proceso podemos compararnos con personas cuyos atributos estén por debajo de los nuestros (comparación social descendente) o con personas cuyos atributos nos superan (comparación social ascendente).

Además, el autoconcepto se lleva a cabo de las informaciones que nos dan las personas con las que interactuamos sobre cómo nos perciben. C. Cooley (1902) acuñó el concepto de “yo espejo” para ilustrar la idea de que el yo es un reflejo de lo que cada uno aprende sobre cómo le ven los demás.

Volviendo al resultado del estudio de Dove sobre el bajo autoconcepto de la mujer en cuanto a su imagen personal, podríamos considerar que en su desarrollo tiene mucho que ver con la equiparación social que hacemos las mujeres en un proceso de comparación social ascendente en la que se muestra la imagen de una mujer físicamente ideal. Este bombardeo de imágenes en la que se muestra a mujeres perfectas puede influir también en la concepción que todos nos hacemos de la imagen de mujer, y va a tener mucho peso, después, en la conformación del “yo espejo” de cada mujer respecto a su imagen.

Sería por tanto importante atender a los mensajes de la publicidad a los que nos vemos expuestos todos los días. En este sentido, María Márquez Guerrero e Ignacio Jáuregui Lobera llevaron a cabo un interesantísimo estudio “la imagen de la mujer en los medios de comunicación” cuyo objeto de examen fue la imagen de la mujer y el hombre en distintos medios de comunicación escrita (prensa, revistas…), y en el que hicieron un análisis semántico-pragmático de los textos en relación con las imágenes, prestando especial atención a la influencia en la construcción del discurso de factores como el sexo del enunciador del discurso y de su destinatario. A raíz de los resultados del análisis, estos dos investigadores llegaron a tres conclusiones: la primera es la existencia de áreas temáticas distintas vinculadas a los hombres y a las mujeres, siendo el poder, la victoria, el éxito y la acción los temas asociados al hombre y la belleza, la moda, la salud, la emoción, los conceptos vinculados a la mujer.

Además, se dieron cuenta de que la mujer no es sólo la destinataria de los productos que se quieren vender, sino que es que el vehículo persuasivo para promocionar los más variados objetos de consumo en el mercado y su imagen aparece tanto en la publicidad destinada a los hombres como a las mujeres o a ambos. Cuando se utiliza como recurso publicitario, suele mostrarse la figura completa de la mujer, desnuda o semidesnuda, en actitud sensual o amable, ocupando un primer plano.

Sin embargo, observaron que la figura del hombre en la publicidad es muy distinta, ya que su imagen aparece sólo para para artículos destinados al público masculino, y generalmente aparece su rostro y cuando aparece el cuerpo del hombre, éste está difuminado y no ocupa una posición relevante.

El tercer aspecto del que se dieron cuenta es la identificación que se hace de los conceptos salud y belleza.

Todo ello hace pensar en que sigue existiendo una “concepción de la mujer como complemento del hombre, para el que debe ser su amante, su servidora y su adorno, su pieza de caza y su trofeo” y por tanto una concepción sexista que puede estar la mente de la sociedad entera y que afecta en la forma en que se valora a la mujer y ésta, a sí misma. Todo ello está en consonancia con la teoría de Glick y Fiske (2001) del sexismo ambivalente, en la que consideran que no sólo sigue existiendo el sexismo hostil en el que se considera a las mujeres como grupo subordinado del hombre, sino que emerge un sexismo benevolente por el que se idealiza a la mujer como esposa, madre y objeto romántico.

Por todo ello, sería conveniente hacernos conscientes de los mensajes a los que nos vemos expuestos cada día para atenuar los prejuicios y diluir ciertas concepciones que disminuyan los efectos negativos que conllevan y que permitan que las mujeres, y en general, las personas, seamos más felices y dependamos menos de una imagen estándar preestablecida por una sociedad de consumo.

Escrito por Sara Reyero Serret

Referencias:

Guerrero Márquez, M.; Jáuregui Lobera, I. La imagen de la mujer en los medios de comunicación.

Glick y Fiske (2001). An ambivalent alliance: Hostile and benevolent sexism as complementary justifications for gender inequality. American Psychologist, Vol 56(2), Feb 2001, 109- 201. Festinger (1954) Festinger, L. (1954). A theory of social comparison processes. Human Relati

Bern (1972). Bern, D. J. Self-perception: An alternative interpretation of cognitive dissonance phenomena. Psychological Review, 1967, 74, 183-200.

 

¿El terrorismo te preocupa en exceso? 5 formas de reducir la ansiedad

Cada pocos meses nos asalta la noticia de un nuevo atentado terrorista en un país cercano. Estos eventos nos hacen sentir muy mal, vivimos la injusticia y empatizamos con las víctimas afectadas. A la vista de la frecuencia con la que estos atentados se están sucediendo en diferentes países europeos, es lógico que el nivel personal de alerta aumente. Cada vez más personas se comienzan a sentir amenazadas por la posibilidad de verse involucrados ellos o alguien de su familia en el próximo atentado.

Este miedo en gran medida es completamente normal e incluso adaptativo. Sin embargo, también es posible que se convierta en un momento dado en un miedo excesivo, con niveles de preocupación muy elevados y comportamientos de evitación de situaciones valoradas como “de riesgo”. Cuando esto es así, posiblemente sea necesario revisar cómo estamos afrontando la situación cultural del momento, y cuánto estamos permitiendo que se integre en nuestras vidas esa preocupación.

Si bien la propia finalidad del terrorismo, como su nombre indica, persigue crear un clima de inseguridad y terror, hay algunas variables personales que pueden hacer a una persona más vulnerable a desarrollar un miedo o preocupación excesiva. Ser un hombre, joven, con mayor estatus socioeconómico harán menos probable que comencemos a sentir una preocupación excesiva respecto al terrorismo. También otros factores, como la afectación psicológica previa, tener factores previos de estrés o una red de apoyo reducida pueden hacer que sea más probable desarrollar este miedo excesivo.

Se conoce que hay algunos factores externos que también influyen sobre la posibilidad de sufrir este grado de preocupación excesiva, por ejemplo, una mayor exposición a noticias relacionadas con el terrorismo hacen que aumente el nivel de riesgo que percibimos, y esta percepción del riesgo más alta, nos lleva a una mayor preocupación sobre el terrorismo.

Sin embargo, esta mayor preocupación no necesariamente se convierte en algo dañino. La clave para que se convierta en algo que nos cause un sufrimiento personal, o que haga que empecemos a evitar situaciones que nos causen malestar porque las valoremos como algo peligroso es la sensación de capacidad de afrontamiento que tengamos. La sensación de que a pesar de la incertidumbre y el miedo que genera la posibilidad de sufrir un atentado, podremo

Aunque cada vez que se produce un nuevo atentado es fácil que nos sintamos vulnerables e indefensos, hay varias cosas que se pueden hacer para que no se convierta en un miedo excesivo. ¿Qué dice la literatura científica que puede llevarnos a sufrir menos intensamente este miedo?

Riesgo percibido. Una forma de rebajar la preocupación es valorar adecuadamente la probabilidad del riesgo de sufrir un atentado terrorista. Aunque emocionalmente podamos sentir que las posibilidades de sufrir personalmente un atentado son altas, es importante valorar que este tipo de amenaza para nuestro bienestar es de las menos probables en comparación con otro tipo de riesgos para nuestra salud.

Actuación. Tal y como hemos visto anteriormente, la sensación de tener un plan de acción ante la posibilidad (remota) de verse inmersos en un atentado puede aumentar esta sensación de capacidad de afrontamiento, que nos permitirá una preocupación menos intensa. Será más positivo informarnos sobre esta posible actuación más que sólo sobre las terribles consecuencias de verse allí inmerso.

Exposición. Como con cualquier otro miedo, si comenzamos a evitar situaciones que percibimos como de riesgo, este miedo se hará cada vez más grande. Cuando dejamos de hacer algo por miedo a que pueda ocurrir un atentado terrorista, nos decimos a nosotros mismos que efectivamente, es posible que esto ocurra, por lo que lo más recomendable es que a pesar de sufrir un miedo intenso al ir a ciertos lugares, es mantenerse allí y descubrir que finalmente no era tan amenazante.

Grupo social. Uno de los factores que influyen sobre la posibilidad de desarrollar una preocupación excesiva sobre la posibilidad de sufrir un atentado es la sensación de tener una red social de apoyo. Ya que cada cierto tiempo nos topamos de nuevo con la noticia de que ha ocurrido un atentado, será positivo que, en la medida de lo posible podamos compartir la recepción de esta información acompañados por personas que sabemos que son un apoyo para nosotros.

Externalizar. Cada persona, incluso cada cultura, tienen una tendencia a externalizar o internalizar las emociones de forma diferente. La expresión emocional “hacia fuera” será el procesamiento externalizante mientras que dirigirla “hacia dentro” será internalizante. Cuando se hace referencia a la percepción del terrorismo, es conocido que la actitud externalizante logra un grado menor de problemas psicológicos asociados a esto. Quizá mostrar un enfado con las personas que cometen los atentados, un rechazo a este tipo de actos será un mecanismo mental mucho más sano para nosotros que mostrar miedo, indefensión y sentirnos vulnerables.

Como decíamos, es imposible no vernos afectados en mayor o menor medida por la amenaza del terrorismo en nuestro entorno, especialmente con lo inciertos, tristes e injustos que son cada uno de los atentados cometidos, pero sí existen algunas formas de lograr que esta afectación sea lo menos dañina posible para nuestra salud mental personal. ¡Tratemos de afrontarlo de la mejor forma posible!

Fuentes:

ResearchBlogging.org

Lee JE, & Lemyre L (2009). A social-cognitive perspective of terrorism risk perception and individual response in Canada. Risk analysis : an official publication of the Society for Risk Analysis, 29 (9), 1265-80 PMID: 19650811

Dekel S, & Dekel M (2014). Post-Trauma Versus Inter-Trauma: Living with Traumatic Stress in Israel and The United States Ann Depress Anxiety, 1 (6)

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

¿Qué nos hace más susceptibles a sufrir estrés laboral?

Extraída de http://www.infogenericos.com.ar
Extraída de http://www.infogenericos.com.ar

Qué el estrés no es tan malo como lo pintan parece algo que va interiorizándose en la sociedad actual. Unos niveles moderados de ansiedad permiten una mayor concentración en lo que estamos haciendo, un mayor uso de nuestra capacidad creativa (pudiendo vislumbrar más alternativas a la hora de enfocar un problema) y aumenta nuestra efectividad y productividad. Es decir, el estrés es un mecanismo activador y de alerta en momentos donde necesitamos echar mano de nuestros recursos. Y muy útil en nuestro entorno laboral, porque nos permite ponernos las pilas cuando la situación lo requiereEl problema está cuando, a pesar de poner todo nuestro empeño, sentimos que no podemos hacer frente a las demandas de la tarea, ya sea porque las tareas que nos han encomendado son demasiadas o muy difíciles, o bien no nos sentimos lo suficientemente capaces para realizarlas. Si esto se mantiene a niveles excesivos durante bastante tiempo, nos empezamos a sentir quemados, y nuestro rendimiento decaerá drásticamente, con efectos importantes en nuestra salud y nuestro equilibrio emocional.

Mucho se ha escrito sobre ambientes altamente tóxicos y exigentes que provocan un rápido desgaste en los trabajadores. También, que hay determinadas variables psicológicas que predisponen para sentir estrés laboral, y que hacen que sus efectos nos afectan de manera considerable. Tal vez sea hora de hacer un breve repaso. Teniéndolas en cuenta, además de los efectos, puede ayudarnos a poner límites a nuestro trabajo en su justo momento y no cuando ya es demasiado tarde

1. Perdida de sentido a lo que hacemos. Las razones que nos llevan a un trabajo son muchas; desde una necesidad económica hasta la implicación máxima con un proyecto. Sin embargo, cuando estamos quemados o sentimos el burnout, perdemos el interés general de nuestro trabajo porque lo vemos poco acorde a nuestros valores y nuestras metas personales. Ya no nos fijamos en aquellas cosas que lo hacían atractivo y nos despertaban el ánimo; nos fijamos en los problemas y estamos focalizados en ellos. Reconectar con nuestras metas y nuestro trabajo hace que nos sintamos comprometidos y amortigua y mucho los efectos del estrés.

2. Ser rumiativos, auto-obsesivos y terriblemente exigentes con nosotros mismos. Sí, tenemos un jefe tirano y que se muestra implacable con nuestros errores pero no ayuda que nosotros interioricemos su discurso y seamos incluso más destructivos que sus peores palabras, no permitiéndonos ningún error y reduciendo nuestro propio trabajo a la nada cuando nos hagan un feedback negativo de él. A veces, nosotros somos nuestro peor enemigo. Aprender a perdonarnos, a tratarnos con amor y calor en esos días tan malos y practicar la auto-indulgencia permite comprendernos y valorar lo importante en un entorno estresante: nuestro propio reconocimiento del esfuerzo y el valor por sacarlo adelante.

3.Practicar la impaciencia: vivir a contrarreloj. Ser impaciente nos hace vivir en un permanente estado de abrume y agotamiento psicológico. Nos hace tendentes a asumir varias tareas simultáneamente, y elegir hacerlas todas (y perfectas) en momentos donde no podemos hacerlo todo, sino decidir y priorizar unas pocas. Por el contrario, la paciencia no se ha descrito como la ausencia de acción sino ser capaz de elegir el momento adecuado para cada cosa. Esperar y saber dejar algunas cosas para otro momento más adecuado y focalizarnos en una sola, la necesaria en ese momento, permite asumir que todo no se puede hacer pero sí saber que lo necesario puede hacerse y admitir que lo demás siga su curso.

4.Aislarnos. Uno de las mayores variables de auto-cuidado es reservar todas las semanas un tiempo para nuestro círculo íntimo y de disfrute. Permitirnos desconectar en una fiesta o desahogarnos con un buen/a amig@ nos ayuda a liberar carga negativa. Por otro, recordad que también es importante no rodearnos de gente altamente estresada (la conversación giraría en torno al estrés, justo lo que queremos evitar) sino plantearnos qué eventos y personas nos regalan una verdadera desconexión y elegirlos.

5. Hacer predicciones pesimistas. Estar convencidos de que la situación no va a cambiar y sólo puede empeorar está relacionada con el agotamiento físico y mental, con la falta percibida de recursos y un aumento significativo de la ansiedad, depresión, enfermedades gastrointestinales, trastornos del sueño y dolores musculares. En efecto, lo que creemos acerca de nuestro entorno afecta directamente a nuestra salud y a nuestro bienestar, independientemente de lo que ocurre en realidad. Por tanto, aparte de plantearnos salir del contexto estresante un tiempo para recuperar la energía, se trabajaría para la creación de un pensamiento optimista y constructivo; más centrado en las opciones, soluciones y en el fortalecimiento de la capacidad propia. Es decir, en el tratamiento se intentaría empoderarnos y reafirmarnos por encima de los síntomas y el contexto contraproducente.

La mejor manera de poder salir indemnes de una situación de burnout ocurre cuando afrontamos nuestro entorno y cambiamos comportamientos propios. Así, estaremos seguros que nuestra recuperación dependerá de nosotros mismos, valorando nuestro esfuerzo, permitiendo situaciones y estableciendo límites en otras, con una actitud flexible hacia nuestros errores y enriqueciendo nuestra vida fuera del trabajo, con especial atención en nuestro ocio y las personas que nos rodean.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes: Psychology Today, Diario El País, LinkedIN.

Un modelo para solucionar eficazmente los problemas en el trabajo

Extraído de https://es.pinterest.com/
Extraído de https://es.pinterest.com/

¿En qué organización no surgen problemas derivados, por ejemplo, de la existencia de duplicidades en el trabajo de las personas o al revés, que una tarea en particular esté siendo pasada por alto, causando saturación de trabajo en un empleado o departamento? Situaciones que, además, pueden desembocar en el deterioro de las relaciones entre iguales o entre un empleado y su superior.

La mediación como método alternativo de resolución de conflictos en el ámbito familiar, como medida de solución en separaciones y divorcios, o en problemas intergeneracionales es un sistema cuyo uso está aumentando en frecuencia por las ventajas que presenta frente a otros modos de resolución de conflictos, como son la mayor eficiencia en la elaboración de acuerdos, la mejor calidad de los mismos.

Sin embargo, parece que la mediación se usa menos en el ámbito cotidiano de la empresa en el que, sin embargo, es lógico que surjan conflictos, ya que éstos son inherentes a las interacciones humanas y más en la actualidad, en la que “las organizaciones recurren cada vez más al trabajo en equipo, a estructuras organizacionales más planas, mayores interacciones y diversidad internacional” (Arunachalam, Lytle y Wall, 2001).

La mediación consiste en una negociación asistida en la que las partes cuentan con la intervención de una tercera neutral que sirve de ayuda para que los disputantes alcancen un acuerdo.

Hay tres modalidades, la primera es la mediación estilo Harvard, cuyos autores Roger Fisher y William Ury, en el libro “Obtenga el sí. El arte de negociar sin ceder”, sentaron las bases de este tipo de negociación asistida, cuyo objetivo es llegar al acuerdo mediante una estrategia colaborativa ganar-ganar. Para ello, el mediador trata de que las partes pasen de las posiciones a los intereses y empleen criterios objetivos usando la mejor alternativa al acuerdo negociado, MAAN, y la peor alternativa al acuerdo negociado, PAAN. Se usan, además, métodos como la lluvia de ideas, la suma de soluciones, la cesión en lo que es fácil y poco costoso para una de las partes, y que, sin embargo, aporta muchos beneficios para la otra parte y al revés.

La segunda modalidad, la mediación transformativa, tiene como objetivo convertir el conflicto en ocasión de crecimiento personal y de cambio en la forma en la que cada uno se comunicar y relaciona, mediante la promoción de la revalorización de uno mismo, entendiendo la capacidad propia para tomar decisiones y el reconocimiento del otro, como portador de aspectos positivos, para que lo que utiliza técnicas psicológicas como el reflejo, el resumen, la revisión y las preguntas circulares que crean una visión sistémica y potencian la generación de empatía entre las partes.

La tercera modalidad es la mediación circular-narrativa, que combina los modelos anteriores, ya que tiene como objetivos el que las partes lleguen a un acuerdo positivo para ambas, pero se ocupa, también, de lo relacional y modificando la comunicación y la narrativa de las personas intervinientes. Se basa en una visión sistémica de los conflictos, por la que se conciben éstos como algo circular y multicausal y por ello se trata de implementar una solución no intentada. Las técnicas que se utilizan son parecidas a las del modelo transformativo, con especial atención a la reformulación, la legitimación de los sentimientos, las preguntas circulares y la construcción de la historia alternativa.

La mediación laboral se suele emplear tanto en conflictos colectivos (en la negociación de convenios colectivos, antes y después de la convocación de una huelga), como en conflictos individuales (suspensiones de contrato, modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo, despidos…) siendo, sin embargo, la mediación más común y efectiva la que se da en los casos de convenios colectivos y huelgas. En estos casos, el modelo estratégico que utiliza el mediador es el estilo Harvard.

Sin embargo, en los casos de conflictos que surgen en el devenir diario de las empresas, sería muy conveniente llevar a cabo una mediación y más concretamente, aplicar la modalidad circular-narrativa, que trate de conseguir una resolución del conflicto, pero en la que, también, se haga énfasis en lo relacional, para promover la empatía entre los empleados en conflicto, el diálogo y conseguir de esta forma, una nueva relación de cordialidad y armonía.

En conclusión, sería muy conveniente la incorporación al ámbito laboral de mediadores expertos que puedan llevar a cabo este tipo de mediaciones.  

Escrito por Sara Reyero Serret

Madrid Liras, Santiago. Modelos de Mediación. Técnicas y habilidades del mediador. Trabajo presentado en el Curso de Especialización de Mediación Familiar por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

Gómez Hernández, Ana. Los conflictos laborales colectivos. Trabajo presentado en el Curso de Aranzadi de Mediación Laboral.

Vercher Rosat, Vicente. Los conflictos laborales individuales. Trabajo presentado en el Curso de Aranzadi de Mediación Laboral.

Pon tu mascarilla de oxígeno antes de ayudar a tu acompañante

Si viajas en avión, verás que en caso de necesitar el uso de las mascarillas de oxígeno, antes te la coloques a ti mismo que a personas que te puedan acompañar. En un contexto como este, es fácil ver cómo no podrás ayudar a otros sin tener tú el suficiente aporte de oxígeno. En el caso de situaciones más cotidianas, es mucho más complicado ver que para ayudar a los otros es importante mantener cierto grado de autocuidado.

Lo que nos encontramos en la consulta del psicólogo, en una gran parte de las personas que acuden es una falta clara de autocuidado. Así, muchas veces se encuentran sobrepasadas por la situación, les parece imposible llegar a todo y acaban pagando este estrés con las personas que tienen más cerca. Incluso en el momento que logran pedir ayuda en el psicólogo, ni siquiera se les ocurre que pueden necesitar un mayor cuidado de ellas mismas.

Es cierto que culturalmente, no se percibe, ni se contempla, que podamos necesitar del cuidado propio, y mucho menos se le da valor. Por este motivo, en muchas ocasiones parece extraño plantear la idea de disfrutar con algo, de simplemente hacer cosas para el puro placer o satisfacción propio.

extraída de aviaciond.com
extraída de aviaciond.com

Habiendo nacido en una cultura en la que el malestar no debe aparecer nunca, es bastante frecuente que se ignoren las señales que implican una necesidad tal como el autocuidado. Esto puede llevar a que consideremos que el autocuidado es exclusivamente lo que también se vende en nuestra cultura; ir al gimnasio, hacer dieta, tratamientos de belleza… Sin embargo, la mejor manera de conocer qué es lo que necesitamos pasa precisamente por escuchar nuestras emociones, normalmente las negativas. Esas que precisamente ignoramos tan a menudo.

En la página de Psychcentral nos dan el truco de las 4 N’s para saber los pasos que podemos dar con el fin de escuchar tus propias emociones, tanto las positivas como las negativas. ¿Cuáles son esas cuatro N’s?

– Notar. En muchas ocasiones nos centramos en cosas que pueden darnos alivio sin llegar a percibir qué estamos intentando aliviar. A veces nos refugiamos en el trabajo, o consumimos cualquier tipo de droga legal o ilegal. Otras veces podemos comprar cosas que no necesitamos para sentir ese alivio, o comemos más o peor de lo que sabemos que nos sienta bien. Aunque tratemos de esconderlo, habitualmente, si nos paramos a pensar sobre ello, todos nosotros hacemos alguna de estas “conductas de evitación” para no llegar a notar estas emociones desagradables, aunque a largo plazo esto hace que ignoremos nuestras propias necesidades.

– Nombrar. Cuando sentimos al fin esta emoción desagradable, muchas veces ni siquiera es fácil saber de qué se trata. La respuesta más frecuente a “¿Cómo te hace sentir eso?” en referencia a un evento negativo en demasiadas ocasiones es sólo “Mal”. Poner un nombre más concreto ayuda a hacer categorías que transforman esas sensaciones negativas en algo más manejable.

– Nutrir. En el momento en que conocemos la emoción concreta que estamos sintiendo, acorde a la situación que vivimos, es el momento de alimentarla. De poco sirve sentir y poner nombre a algo si después lo que terminamos haciendo es inhibirlo. Es importante dejar que la emoción aparezca, en cualquiera de las manifestaciones que necesitemos. Si estamos tristes, necesitaremos llorar, si estamos alegres reír y si nos enfadamos, quizá necesitemos gritar, aunque no necesariamente a nadie. Permitirnos su expresión fomenta que la emoción tenga cabida en nuestro día a día, mientras que cuando no lo hacemos, acaba por pasar alguna factura.

– Necesitar. Por último, tras los pasos anteriores, lo que es recomendable hacer con esas sensaciones negativas que ya hemos nombrado y expresado es escuchar lo que nos dice de lo que realmente necesitamos. Atender a nuestras emociones negativas es el camino más directo a fomentar el autocuidado. No siempre estamos acostumbrados, pero cuando logramos hacerlo con cierta soltura, comenzamos a cubrir nuestras necesidades y por lo tanto a cuidar más de nosotros mismos y aumentar nuestro bienestar.

El ejemplo de la mascarilla de oxígeno en caso de que éste falte puede verse muy claro. Tus necesidades vitales tienen que estar cubiertas si quieres lograr ayudar positivamente a alguien que también esté en peligro. Cuando hablamos del campo de las necesidades emocionales, con demasiada frecuencia se nos olvida, pero el funcionamiento es el mismo. Antes es necesario el autocuidado para poder dar el adecuado cuidado a los demás.

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

7 formas de Superar el FOMO (Miedo a perderse algo)

Extraído de www.nubimagazine.com
Extraído de www.nubimagazine.com

Como ya comentábamos en un post de anterior publicación, el FOMO (siglas en inglés del “miedo a perderse algo”) es un síndrome de moderna aparición y se refiere a las sensaciones de malestar que sienten muchas personas al estar constantemente conectadas a internet y sentir que sus contactos tienen una vida más interesante, feliz y plena que ellos. Estas creencias se activan cuando ven el muro de amigos y/o contactos y ven que hacen planes en los que no están ellos. De repente, su vida se presenta como insípida y anodina mientras que la de los demás se muestra como una versión mejorada e ideal de lo que querrían hacer. La consecuencia de todo esto es un comportamiento compulsivo de continua inspección y participación de las redes sociales, un aumento de sintomatología ansioso – depresiva en quién lo sufre y una sensación continua de aislamiento social, donde la persona siente que está apartada socialmente y no puede tener una vida social como la de los demás.

Aunque tod@s podemos ser susceptible de sufrir FOMO por la masiva introducción y utilización de las redes sociales e internet en nuestras vidas, es en los jóvenes donde mayor prevalencia se observa por convertirse en la tecnología en un elemento identitario. Internet es para ellos un catalizador perfecto para la expresión libre de ideas y por ser un medio fundamental para comunicarse entre ellos. Por otro lado, se observa en personas con un alto nivel de insatisfacción social e inseguridad personal, con una creencia de sí mismos como incompetentes sociales, con grandes problemas para la comunicación cara a cara y con pocas perspectivas de éxito en situaciones sociales. De igual manera, se ha visto más frecuentemente en personas que desarrollan un apego inseguro con sus padres y/o figuras de referencia principales, con ideas erróneas acerca de los vínculos que tienen con los demás (se creen que tienen vínculos más íntimos de lo que realmente tienen) y están constantemente comprobando lo importante que son para los demás, en una constante espiral de exigencia y decepción con respecto a los demás. Por todo ello, os recomendamos una serie de aspectos para ayudar a aquellas personas que pensáis que cumplen los criterios para el FOMO:

  1. Es una distorsión, no una realidad. Podemos sentirnos carentes de interés y menos interesantes que los demás, pero aprender que lo que sentimos a veces no tiene que ser necesariamente lo que somos realmente. Incentivar y profundizar en los valores y gustos de la persona y animarle a practicarlos tanto en soledad como con otras personas, y ayudar a la persona a descubrir lo que le hace único le hace menos dependiente del resto y más atento a desarrollar sus cualidades personales.
  2. Incentivar vivir la experiencia por encima de lo que realmente significa. Muchas veces las personas nos perdemos en describir las situaciones como “extremadamente importantes” o “trascendentales” y nos angustiamos si no las vivimos o no las conseguimos. Enseñarles a aprovechar cada situación por lo que ofrece y reforzar el hecho de que cada uno tiene derecho a tener un ritmo y un tiempo determinado puede ayudar a que estén más satisfechos con lo que hacen y vivan y reafirmar su propio trayecto personal.
  3. Mejor una cosa a la vez. En efecto, el efecto FOMO es una consecuencia lógica de una sociedad hiper – tecnificada, que prima la multitarea y el estar atento a varias cosas a la vez. Sin embargo, se ha demostrado una mayor eficiencia cuando el cerebro realiza una tarea en cada momento, reduciendo efecto de interferencias y sacando su máximo partido. Si queremos una mayor satisfacción y un mayor porcentaje de éxitos en las tareas, es bueno eliminar distractores y centrarse en las experiencias por sí mismas.
  4. Priorizar las relaciones sobre las adquisiciones. Y la calidad frente a la cantidad. En términos de calidad de vida, invertir tiempo y energía en desarrollar habilidades (la comunicación cara a cara, mostrar el mundo interior, habilidades de escucha activa…) que requieren las grandes relaciones puede ayudarnos a sentir una gran satisfacción y funcionar como un antídoto contra el FOMO.
  5. Tener amplitud de miras. Centrarse en aquellas cosas que no conseguimos o que van a salir mal en cada situación no ayuda para conseguir lo que queremos. Dar por hecho que esas cosas van a suceder y empezar desde ese punto a construir soluciones y valorar y premiar cada paso que damos hasta nuestra meta son las mejores armas para convertir nuestras amenazas en situaciones manejables y éxitos seguros.
  6. Tolerar la frustración y enseñar el valor de tomar decisiones. Elegir ir al cine con tu pareja un sábado implica elegir que no podrás quedar con tus amigos para la fiesta de esa misma noche. Entrenar a la persona a que no siempre va a conseguir sus deseos, ayuda a la persona a centrarse y establecer prioridades. Decidir implicar cortar otras opciones, pero nos permite implicarnos con lo que decidimos, disfrutarlo, y dejar ir el resto de cosas.
  7. Disfrutar el momento. Aprender a saborear el momento es una de las cosas más difíciles de nuestra sociedad, que prima las prisas y la búsqueda incesante de la próxima sensación por encima de las experiencias en sí. Darse cuenta que lo que vivimos en este momento puede no volver a repetirse y darse tiempo en disfrutar cada momento permite aceptar lo que tenemos y aprovecharlo.

Como estamos viendo, el FOMO es una consecuencia lógica de nuestra sociedad, que nos dota de refuerzos inmediatos constantes cuando la vida y las circunstancias de la misma implica desarrollar otras habilidades y aceptar que no siempre ocurrirán las cosas cómo queremos y aceptar el dolor que conlleva ese descubrimiento. Pero lejos de dar una perspectiva pesimista, nos ayuda a entender que disfrutar lo que tenemos y vivimos nos hace más plenos y felices.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Psychology Today, www.hipertextual.com, www.psicologíaymente.net, Diario El País.

Cómo afrontar la soledad

Fotos extraída de https://http://www.imagenes.4ever.eu
Fotos extraída de https://http://www.imagenes.4ever.eu

Sentirnos solos es algo cotidiano en nuestro día a día y puede deberse a muchas situaciones provocadas por cierto aislamiento que acompañan diversas situaciones de nuestra vida. Sin embargo, transformarlo en un modo de vida puede implicar graves consecuencias psicológicas en quién lo padece, por lo que se hace necesario desmitificar la soledad como algo intrínsecamente negativo y ver el impulso que supone donde solo sentimos dolor y tristeza. ¿Podemos sobreponernos a soledad?

Cuando la soledad se confunde con lo que sentimos en esos momentos. Habitualmente, la soledad la solemos considerar como algo negativo por las emociones y sentimientos que experimentamos en estados de soledad. Se suele experimentar en situaciones de perdida y abandono o cuando se produce un desengaño. En esas circunstancias, aparecen toda una serie de emociones que pueden virar entre el dolor, la decepción y la tristeza y que nos resultan muy desagradables. Nos embarga una enorme melancolía  por recuperar algo que posiblemente hemos perdido. Por todo ello, las personas tendemos a evitar el sentimiento de soledad; la asociamos y la confundimos erróneamente con esos momentos de extrema vulnerabilidad, concluyendo que sentir soledad nos aboca a estar infelices, tristes y abandonados. Y sentirse solo se convierte en algo terrible automáticamente, qué cosas.

Una cosa es soledad y otra bien distinta es el aislamiento. Estar solos no nos empuja directamente a sentirnos como tales y caer en estados depresivos. Lo que nos empuja directamente a la soledad es el aislamiento, es decir, no disfrutar de una red social amplia de la que apoyarnos y hacer uso en esos momentos de perdida. Muchas veces es la propia tristeza quien nos quita esas ganas de ver a gente significativa y positiva. Otras veces sencillamente no contamos con tanta gente a nuestro alrededor. De este modo, se hace especialmente importante en estos momentos conectar a la persona deprimida con gente de apoyo y confianza (a veces es un grupo de amigos, a veces es la familia, pero también puede ser un grupo de apoyo, o bien animarse a hacer actividades que impliquen alguna interacción social). E intentar sobreponerse a esos sentimientos que nos invitan a no salir y hacer cosas.

Hacer un plan para los momentos de soledad. Cuando no sabemos qué hacer en los momentos que estamos solos, la soledad puede tornarse como algo desagradable y no deseable. Si la persona no echa mano de sus gustos, habilidades y preferencias, si no se enfoca en que esos momentos de soledad son una verdadera oportunidad para descubrirlos, cultivarlos y fomentarlos. Ayudar a la persona para crear pequeños planes cuando presumiblemente estará solo, puede ayudar a distanciarse progresivamente del habito de centrarse en su propia soledad y hacer cosas con su soledad (¡y hasta disfrutarla!)

Darse cuenta que la soledad es un sentimiento, no un hecho. Sí, en los momentos de perdida podemos echar mucho, mucho en falta a otros, a lo que se ha perdido. Pero, ¿todo lo que nos rodea es falso, carente de atractivo; no tenemos personas que nos quieren, no podemos considerar atrayente ni podemos hacer algo divertido? Ayudar a la persona a considerar otras opciones y centrarse en más campos y/o personas ayuda a la persona a entender que podemos sentirnos solos en momentos o campos determinado, pero que puede tener alternativas en otros muchos.

Tal vez el problema es que eres un hombre. En diversas investigaciones se ha demostrado el efecto diferencial de la soledad en los distintos géneros. En ese sentido, entre los hombres, estar soltero y no tener tantos amigos puede tener mayor impacto que en las mujeres, con una tendencia a una mayor intimidad en las relaciones y una mayor tendencia a expresar soledad y pedir ayuda en los momentos de soledad. De hecho, son las mujeres las que más aisladas se encuentran; pero es la preferencia por las relaciones cara a cara lo que lo hace más llevadero; los hombres pueden sobrevivir con un montón de conocidos, pero se le quita su grupo social y puede tener un problema. Invertir estos patrones y ayudar a una mayor riqueza en las relaciones cercanas, favoreciendo la profundidad en los vínculos, podrían ayudar a afrontar mejor la soledad.

Disfrutar de la soledad es uno de los grandes desafíos que tenemos las personas en algunos momentos importantes de nuestra vida. Aprender a ver lo creativo, novedoso, reparador y restaurador que puede tener esas circuntancias ayuda realmente a ver la soledad como una estación de tránsito, abrumadora al principio, pero necesaria para superar todo momento de crisis que podamos tener.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psych central