Si viajas en avión, verás que en caso de necesitar el uso de las mascarillas de oxígeno, antes te la coloques a ti mismo que a personas que te puedan acompañar. En un contexto como este, es fácil ver cómo no podrás ayudar a otros sin tener tú el suficiente aporte de oxígeno. En el caso de situaciones más cotidianas, es mucho más complicado ver que para ayudar a los otros es importante mantener cierto grado de autocuidado.
Lo que nos encontramos en la consulta del psicólogo, en una gran parte de las personas que acuden es una falta clara de autocuidado. Así, muchas veces se encuentran sobrepasadas por la situación, les parece imposible llegar a todo y acaban pagando este estrés con las personas que tienen más cerca. Incluso en el momento que logran pedir ayuda en el psicólogo, ni siquiera se les ocurre que pueden necesitar un mayor cuidado de ellas mismas.
Es cierto que culturalmente, no se percibe, ni se contempla, que podamos necesitar del cuidado propio, y mucho menos se le da valor. Por este motivo, en muchas ocasiones parece extraño plantear la idea de disfrutar con algo, de simplemente hacer cosas para el puro placer o satisfacción propio.
Habiendo nacido en una cultura en la que el malestar no debe aparecer nunca, es bastante frecuente que se ignoren las señales que implican una necesidad tal como el autocuidado. Esto puede llevar a que consideremos que el autocuidado es exclusivamente lo que también se vende en nuestra cultura; ir al gimnasio, hacer dieta, tratamientos de belleza… Sin embargo, la mejor manera de conocer qué es lo que necesitamos pasa precisamente por escuchar nuestras emociones, normalmente las negativas. Esas que precisamente ignoramos tan a menudo.
En la página de Psychcentral nos dan el truco de las 4 N’s para saber los pasos que podemos dar con el fin de escuchar tus propias emociones, tanto las positivas como las negativas. ¿Cuáles son esas cuatro N’s?
– Notar. En muchas ocasiones nos centramos en cosas que pueden darnos alivio sin llegar a percibir qué estamos intentando aliviar. A veces nos refugiamos en el trabajo, o consumimos cualquier tipo de droga legal o ilegal. Otras veces podemos comprar cosas que no necesitamos para sentir ese alivio, o comemos más o peor de lo que sabemos que nos sienta bien. Aunque tratemos de esconderlo, habitualmente, si nos paramos a pensar sobre ello, todos nosotros hacemos alguna de estas “conductas de evitación” para no llegar a notar estas emociones desagradables, aunque a largo plazo esto hace que ignoremos nuestras propias necesidades.
– Nombrar. Cuando sentimos al fin esta emoción desagradable, muchas veces ni siquiera es fácil saber de qué se trata. La respuesta más frecuente a “¿Cómo te hace sentir eso?” en referencia a un evento negativo en demasiadas ocasiones es sólo “Mal”. Poner un nombre más concreto ayuda a hacer categorías que transforman esas sensaciones negativas en algo más manejable.
– Nutrir. En el momento en que conocemos la emoción concreta que estamos sintiendo, acorde a la situación que vivimos, es el momento de alimentarla. De poco sirve sentir y poner nombre a algo si después lo que terminamos haciendo es inhibirlo. Es importante dejar que la emoción aparezca, en cualquiera de las manifestaciones que necesitemos. Si estamos tristes, necesitaremos llorar, si estamos alegres reír y si nos enfadamos, quizá necesitemos gritar, aunque no necesariamente a nadie. Permitirnos su expresión fomenta que la emoción tenga cabida en nuestro día a día, mientras que cuando no lo hacemos, acaba por pasar alguna factura.
– Necesitar. Por último, tras los pasos anteriores, lo que es recomendable hacer con esas sensaciones negativas que ya hemos nombrado y expresado es escuchar lo que nos dice de lo que realmente necesitamos. Atender a nuestras emociones negativas es el camino más directo a fomentar el autocuidado. No siempre estamos acostumbrados, pero cuando logramos hacerlo con cierta soltura, comenzamos a cubrir nuestras necesidades y por lo tanto a cuidar más de nosotros mismos y aumentar nuestro bienestar.
El ejemplo de la mascarilla de oxígeno en caso de que éste falte puede verse muy claro. Tus necesidades vitales tienen que estar cubiertas si quieres lograr ayudar positivamente a alguien que también esté en peligro. Cuando hablamos del campo de las necesidades emocionales, con demasiada frecuencia se nos olvida, pero el funcionamiento es el mismo. Antes es necesario el autocuidado para poder dar el adecuado cuidado a los demás.
Fuente: Psychcentral.com
Escrito por Lara Pacheco Cuevas