Malquerer a los hijos. Comunicaciones dolorosas.

El amor de los cuidadores principales (generalmente de los padres y/o las madres) es fundamental para el buen desarrollo de los niños. Podemos entender este tipo de amor como aquellas conductas y comunicaciones que los padres/madres hacen hacia sus hijos/as y que mejoran el bienestar de éstos. En este sentido, el «amor» sería todo lo relativo a la crianza y apoyo en la evolución y construcción de la personalidad única del niño. Por el contrario, a veces hay padres que tienen respuestas y comportamientos hacia sus hijos/as que en alguna manera son perjudiciales para el crecimiento psicológico del niño, pudiendo llegar a causar daño y dificultando el correcto desarrollo emocional del niño/a y futuro adulto/a.

Malquerer-ComunicacionesPerniciosasEl “buen” amor de los padres implica expresiones cálidas y genuinas: una sonrisa o una mirada amistosa que transmita empatía y buen humor; besos, abrazos y caricias; un trato respetuoso y considerado; sensibilidad; voluntad para estar sintonizado con las emociones y necesidades; y la capacidad de dar una respuesta al niño. Los padres sintonizados tienen la capacidad de ajustar la intensidad y el tono emocional de sus respuestas para que coincida con el estado, sentimientos y las necesidades de sus hijos. Durante la infancia, las interacciones coherentes entre un bebé y su cuidador principal (padre, madre…) son especialmente importantes porque facilitan contención y proporcionan al bebé lo necesario para aprender a regular sus emociones.

Muchas veces observamos padres y madres que, aunque tienen la mejor intención del mundo, muchas veces no son conscientes de que están dando respuestas poco sensibles y no-sintonizadas, lo cual puede ser perjudicial para sus hijos. Es cierto que lo hacen como pueden, saben o han aprendido, pero es importante que hagamos un ejercicio de reflexión y consideremos ver a los hijos como personas independientes, con necesidades propias, no como prolongaciones del adulto. Muchas de estas dinámicas son reacciones o reproducciones de lo que los padres vivieron cuando ellos eran niños. A continuación explicamos algunos ejemplos de cómo podemos llegar a “querer mal” a los hijos:

Invalidación de la petición infantil de apoyo y comprensión: algunos padres quitan valor a los sentimientos de sus hijos, desoyendo las peticiones de consuelo. Minimizan y descalifican cuando los niños muestran su vulnerabilidad. Interpretan las demandas de afecto como una exigencia que no pueden satisfacer. Ejemplos de esto podría ser: ¡Pareces un gato asustado! ¡No ves que nadie te va a hacer nada! En lugar de ¿tienes miedo de estar solo? No te preocupes, papá no te va a dejar solito.

Negación de la percepción del niño de ciertos eventos familiares: Algunos padres tratan de minimizar la percepción que sus hijos tienen de los aspectos negativos de su conducta parental, forzando a la maximización de los aspectos positivos. El discurso contradice la realidad, o por no lo menos no es todo lo fiel que se esperaría, lo que crea ambivalencia, culpa y confusión, ya que se niega la realidad. Esto no hace más que alejar al niño de la posibilidad de procesar los eventos. “Deberías agradecerme todo lo que he hecho por ti, eso que dices no es verdad”.

Comunicaciones que producen culpa: Son mensajes que promueven la culpa en el hijo, haciéndole sentir mal por aquello que hace o expresa, o incluso responsable de la situación familiar, matrimonial… “Si sigues comportándote así a tu padre le va a dar un infarto”.

Invalidación de la experiencia subjetiva del niño: Cuando el niño expresa malestar, algunos padres niegan ese malestar. Sus esfuerzos se centran en que los niños parezcan que están alegres y contentos, evitando por medio de estos mensajes que puedan expresar tristeza o cualquier expresión de sufrimiento que no les sea agradable a los padres. Es como si estos niños no tuvieran derecho a sentirse mal.

Amenazas: Las amenazas como herramienta en la comunicación son perniciosas tanto si se cumplen (por el hecho de decirlas), como si no se cumplen (se pierde la credibilidad de aquel que las hace pero no las ejecuta). Las amenazas minan el apego, pues muchas veces se le dice al niño que si no hace algo esto tendrá una consecuencia terrible.

Críticas improductivas: hay personas con propensión a hacer críticas poco constructivas. Estar sometido a una dinámica de este tipo afecta al autoestima, minando la seguridad del niño y posterior adulto.

Comunicaciones inductoras de vergüenza: algunos padres tratan de imponer disciplina a través de comentarios que producen vergüenza en el niño, de forma cruel y humillante. El sentimiento de vergüenza está ligado al sentimiento de exponer los aspectos desvalorizados de uno mismo ante los demás.

Intrusividad y lectura de la mente: todos, niños y adultos, necesitamos decidir por nosotros mismos el grado de apertura y exposición que queremos tener en cada momento. Hay padres que no permiten a sus hijos tener un espacio mental propio, a través de preguntas intrusivas e interpretaciones hasta el grado de que el niño sienta que no puede mantener y resguardar sus pensamientos y sentimientos.

Doble vínculo: Esta forma de comunicación contiene una frase seguida de una segunda que contradice a la primera. El principal efecto del mensaje contradictorio es que provoca en el que lo recibe sentimientos irreconciliables y conflictivos. “¡Sí, por supuesto que puedes ir a jugar con tu amigo, pero ya sabes lo que pienso de ese chico!”.

Comentarios paradójicos: comentarios irónicos, cuyo significado real sólo se puede extraer a partir del tono de voz. ¡Oh sí, por supuesto que estoy muy contenta con tu comportamiento! En niños pequeños esto puede crear confusión.

Comparaciones desfavorables: Comentarios que implican comparar desfavorablemente el comportamiento o al niño mismo. Este tipo de comentarios pueden afectar la autoestima y confianza en uno mismo. “Mira tú hermana, ella puede hacerlo y tú no”.

Comentarios desalentadores: Comentarios basados en el supuesto por parte de los padres de que el niño es incapaz de alcanzar una meta más alta. Un ejemplo puede ser: no puedes ir en bicicleta porque te cansarás demasiado. El efecto puede implicar una reducción de la confianza en sí mismo.

Comunicaciones que cuestionan las buenas intenciones: Hay padres que piensan que el niño no actúa de forma genuina, sino que lo hace de modo engañoso o con el objetivo de manipular. Por ejemplo, un niño se porta bien o saca una buena nota en el colegio y el padre le dice “me pregunto qué quieres obtener de mí con esto”.

Comentarios que niegan el derecho de los niños a tener opiniones: “Los niños no tienen nunca nada que decir, los niños no opinan”.

Comentarios auto-referidos: Hay niños cuyos padres o madres hacen comentarios que se centran en ellos mismos y muestran la incapacidad para mantener interés en lo que el otro está diciendo. En este sentido, hay niños que expresan su malestar físico o emocional y el padre o madre inmediatamente se apropia del tema para hablar de sí mismo.

Respuestas que denotan desinterés: Ante la expresión de un niño que pide apoyo a su cuidador, el padre o madre responde con desinterés: ¡oh, vamos, no me molestes con cosas absurdas!.

Reacciones exageradas: Respuestas extremas a las ansiedades del niño o a emociones difíciles, de modo que las reacciones parentales resultan ser más grandes que las del niño. El niño puede aprender a no confiar en sus padres para protegerse, e incluso, puede llegar él a protegerles a ellos.

Comunicaciones de padres en conflicto: en escenarios de conflictos entre los padres, cada uno de los padres puede intentar hacer alianzas con el niño a través de comentarios negativos sobre el otro progenitor. Este tipo de comentarios afectan y pueden generar problemas emocionales y cognitivos muy serios en el hijo, entre ellos una dificultad marcada para identificarse con los aspectos positivos del padre/madre atacado o desvalorizado.

Los niños necesitan y merecen amor y debemos proporcionarlo o sufrirán dolor emocional. A medida que crecen, los niños encuentran muchas maneras de defenderse a sí mismos con el fin de aliviar o adormecer su dolor. En el proceso de escapar de su dolor, éstos ocultan partes de sí mismos, convirtiéndose en personas adultas herméticas y con dificultades para expresarse y desarrollarse emocionalmente.

Es importante reconocer y entender nuestras propias heridas del pasado con el objetivo de generar compasión por lo vivido y aceptar nuestras limitaciones actuales. Generar una mayor sensibilidad en nuestras interacciones actuales, sintonizarnos con las emociones de nuestros hijos y guiar nuestro estilo de crianza hacia una parentalidad cariñosa, cálida y positiva.

Escrito por María Rueda

Fuentes: psychologytoday.com

ResearchBlogging.org

Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La Teoría del apego: Un enfoque actual. Psimática.

Castigo físico o parentalidad positiva

Las actitudes sobre la forma en que se transmite la disciplina a los niños ha dado un giro de 180 grados en los últimos 60 años; dar una bofetada u otras formas de castigo corporal – es decir, ejercer fuerza física para infligir un dolor de forma deliberada – es ilegal en cualquier contexto en 46 países (entre los cuales se encuentra España).

Estos cambios culturales han sido posibles gracias, en gran parte, a la creciente evidencia sobre el efecto dañino sobre los niños y sobre las relaciones entre padres e hijos. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, muchos países, incluyendo el Reino Unido, los EE.UU. y Australia, todavía permiten el castigo corporal dependiendo de la situación en la que se dé, como por ejemplo si se produce dentro del hogar. Por otra parte, muchas personas todavía respaldan esta práctica: por ejemplo, en una encuesta de 2011, más del 40 por ciento de los padres británicos dijeron que habían golpeado a sus hijos.

En un estudio realizado en la Comunidad de Madrid (España. Año 1998) sobre la incidencia del castigo físico se recoge que el 27.7% de los padres reconoce haber pegado a sus hijos en el último mes, a una media de tres veces por mes y el 2.7% reconocía haber propinado golpes fuertes. Este estudio concluía que cuanto mayor es el grado de autoritarismo de la persona, más justifica las distintas formas de violencia. En esta misma línea, en un reciente estudio, los psicólogos de la Universidad australiana de Queensland, Antonia Kish y Peter Newcombe, afirman que al menos, parte de la razón por la que los padres ejercen la fuerza física sobre sus hijos se asienta sobre la creencia de muchas personas en FALSOS MITOS en torno a dicha forma de aplicar la disciplina, tales como:

– El castigo corporal es inofensivo.

Extraída de asociacionsina.org
Extraída de asociacionsina.org

– El uso del castigo corporal en ocasiones para disciplinar a un niño no causa daño a un niño.

– El uso del castigo corporal enseña al niño a ser responsable y ayuda a forjar su carácter.

– No es realista pensar que los padres no deben usar nunca el castigo corporal para ejercer disciplina.

– El castigo corporal es más eficaz que otros métodos de disciplina

– El castigo corporal se utiliza para educar a niños y niñas.

– El castigo corporal es lo único que comprenden los niños.

– Sin el uso del castigo corporal, los niños estarán mal educados y se comportarán como salvajes.

– El castigo corporal enseña a un niño a respetar a los demás.

– El castigo corporal debe ser utilizado para disciplinar a un niño cada vez que se porta mal.

Con el objetivo de crear un cuestionario y validarlo, los investigadores les preguntaron a 366 estudiantes universitarios acerca de su postura al respecto de las 10 afirmaciones anteriores (mitos), su hipotética disposición a ejercer el castigo físico en diversas situaciones, así como diversos constructos psicológicos relacionados, tales como el autoritarismo (reflejadas en la creencia de que “La obediencia y el respeto a la autoridad son las virtudes más importantes que un niño debe aprender”), el conservadurismo, la falacia del mundo justo (“obtengo aquello que me merezco”) y la visión de la ética del trabajo (“Sentirse disgustado por el trabajo duro refleja debilidad de carácter”).

Los investigadores señalaron que aquellos que aprobaban los mitos sobre el castigo físico mostraban mayor disposición (hipotética) a usar la violencia, así como puntuaciones elevadas en la evaluación de los constructos psicológicos descritos anteriormente. Los investigadores describieron este trabajo como exploratorio y reconocieron sus limitaciones, sin embargo constituye un buen paso para la obtención de un cuestionario útil para futuras investigaciones en el área, así como para predecir las intenciones de los padres para utilizar el castigo físico con sus hijos.

La Organización No Gubernamental “Save the Children” propone tres argumentos básicos para eliminar el castigo físico y psicológico como a los niños y niñas:

• El castigo físico o psicológico constituye una vulneración del derecho del niño a su integridad física, a ser protegido contra toda forma de violencia, tal como establece la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas.

El castigo físico y psicológico es una forma de violencia contra los niños y niñas aceptada socialmente y en muchos países también legalmente.

Siempre hay una alternativa para educar, corregir o establecer disciplina sin necesidad de recurrir al castigo físico o psicológico.

De estos tres principios surge la llamada Parentalidad Positiva, perspectiva desde la cual se considera que el vínculo afectivo que se establece entre los padres y los hijos tiene un gran peso en el bienestar presente y futuro del niño. Un buen vínculo genera seguridad en los niños, algo fundamental en el correcto desarrollo, el establecimiento de la autoestima y la formación de la personalidad. Según Save the Children, la parentalidad positiva se asienta sobre tres premisas:

  1. Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo.
  2. Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres, sentirse protegidos y guiados
  3. Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos, gritos, amenazas o insultos.

¡Qué así sea!

Fuentes:
ResearchBlogging.org  Kish, A., & Newcombe, P. (2015). “Smacking never hurt me!” Personality and Individual Differences, 87, 121-129 DOI: 10.1016/j.paid.2015.07.035

 

BPS Resarch Digest

Save the Children – Horno Goicoechea, P. (2007) Castigo Fśico y Psicológico en España: Incidencia, voces de los niños y niñas y situación legal. Informe Nacional, Contribución de Save the Children España al estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/76/informeSC.pdf

Save the Children (2012) Principios sobre parentalidad positiva y buen trato. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/524/SC_PARENTALIDAD_PRINCIPIOS_vOK.pdf

Escrito por María Rueda

Consejos para mejorar las vacaciones en familia

Cuando planeamos las vacaciones de verano para la familia, generalmente imaginamos que tendremos unos días llenos de tranquilidad y satisfacción, libres de contratiempos y frustraciones. Pero, entonces, ¿por qué cuando las vacaciones acaban y volvemos a nuestras casas muchas personas sienten que sus vacaciones han sido un fracaso y para nada han estado a la altura de sus expectativas? Las vacaciones en familia suelen parecer perfectas cuando las estamos planeando, sin embargo, muchas veces, cuando volvemos a casa sentimos que necesitamos descansar de las vacaciones. De alguna manera, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, las tensiones y la aparición de contratiempos contribuyen a que, a veces, queramos no habernos ido siquiera.

Foto extraída de pinklobsterdating.com
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El truco para hacer de unas vacaciones en familia algo satisfactorio, consiste en ajustar expectativas, anticipando y planificando. Aunque no podemos predecir lo que puede ir mal, podemos predecir que algo probablemente lo hará, en el sentido de que en algún momento surgirán tensiones y si lo pensamos bien, todos sabemos que hay temas y momentos críticos, por lo que puede ser recomendable estar preparados para cuando surjan y tomar medidas para resolverlos e incluso evitarlos. A continuación enumeramos varios pasos que ayudarán a minimizar el estrés y las tensiones, dando herramientas para que en esos momentos consigamos no vernos arrastrados por la frustración y experimentar que se han “arruinado” nuestras vacaciones en familia.

1. Hacer una lista de cosas que llevar: Intenta no dejarlo para la noche antes de salir. Con tiempo, elaborad entre todos una lista de cosas que queréis llevar al viaje. Cada uno debe pensar qué le gustaría tener cuando llegue al destino. De esta forma, el tiempo que dediques a realizar la lista, es probable que sea menos que el que gastes preocupándote por si se te olvidó algo esencial.

2. Maletas en familia: Tratad de que todos los miembros de la familia contribuyan a la preparación del equipaje, encargando tareas acordes a la edad de cada uno. Pon música y usa la lista anteriormente realizada. Mientras hacéis las maletas, aprovechad para hablar sobre qué lugares visitar y qué actividades podréis hacer cuando lleguéis a vuestro destino. Negociad sobre qué cosas le gustaría hacer a cada uno. Dejando todo preparado con antelación, al día siguiente se reducirá el estrés y podréis salir con tiempo.

3. Salir de casa con tiempo: Muchas parejas discuten a la hora de salir de casa, lo que hace que las vacaciones comiencen con tensión e irritabilidad, en lugar de con emoción e ilusión. En vez de comenzar las vacaciones estresado y preocupado sobre si llegaré a tiempo al avión o al tren, puede ser mejor idear actividades para pasar el tiempo en el aeropuerto y salir de casa con tiempo de sobra. Es mejor tener tiempo libre en un aeropuerto que pasar el primer día de vacaciones estresado tratando de no perder un avión.

4. Establecer expectativas realistas con relación a tus hijos: Los niños son propensos a pasar de estar tremendamente emocionados por ir a un parque temático, a estar absolutamente enfadados cuando se dan cuenta que se necesita horas de viaje para llegar hasta allí. La mejor manera de evitar este punto conflictivo, es que les anticipemos que las horas de viaje que les esperan por delante son inevitables y tratar de resolver con ellos este conflicto, ayudándoles a encontrar recursos que les mantengan ocupados y distraídos.

5. No saturar la agenda: puede haber muchas cosas que ver o hacer, pero los niños más pequeños pueden sentirse fácilmente abrumados por correr de una actividad a otra. Por lo tanto, no planees demasiadas actividades al día, deja tiempo libre para los adolescentes, para jugar con los más pequeños, para descansar y para hablar sobre qué es lo que más le ha gustado del día a cada uno.

6. No olvides tus propias necesidades: también son vacaciones para los adultos, así que busca ratos para ti y para tu pareja. Ayuda a tus hijos a que aprendan a entretenerse y jugar solos. Si son muy pequeños, aprovecha sus siestas para relajarte, leer o estar con otros adultos.

7. Informar a los niños por la noche de qué se va a hacer al día siguiente: Los niños se sienten mejor cuando están preparados para las cosas, así que intenta repasar con ellos los planes para el día siguiente antes de ir a la cama. También puedes intercalar días más agitados con días más relajados, anticipa actividades que les gustan como compensación a otras menos gratas para ellos.

8. Tener un plan alternativo: Esperamos que haga buen tiempo, entre otras cosas, y que todo salga exactamente como habíamos planeado. Ojalá. Sin embargo, tener un plan alternativo para cuando la cosa se tuerce no sólo será útil si las cosas realmente van mal, sino que también reducirá al mínimo el estrés cuando tu hijo se ponga malo o cuando se ponga a llover.

9. Usa el humor para hacer frente a los contratiempos: Si el vuelo ha sido cancelado y te toca pasar la noche en el aeropuerto, podemos intentar hacer algo que no nos haga sentir tan mal. Una forma de darle un giro a las cosas es jugando a “podría ser mucho peor”, donde cada uno tiene que encontrar maneras totalmente disparatadas y divertidas referentes a cómo podrían empeorar aún más las cosas (por ejemplo, “un apocalipsis zombi invade el aeropuerto”) o jugar a “completa la frase”, algo así como “me encanta dormir en el suelo del aeropuerto porque….‚ Los ronquidos del desconocido de mi lado son mejor que la canción….”. Ponerle humor a las circunstancias frustrantes es una gran manera de dar un modelo a nuestros hijos de afrontamiento positivo y adaptativo con el objetivo de minimizar el impacto de los contratiempos sobre el resto de las vacaciones familiares.

Fuente: psychologytoday.com

Escrito por María Rueda Extremera

El significado de sacar la lengua cuando nos concentramos

Seguramente alguna vez has visto a un niño sacar la lengua mientras realizaba alguna tarea que le requiriera un poco de esfuerzo y destreza. No es un gesto especialmente extraño ni llamativo, ya que es bastante habitual, pero si lo piensas detenidamente, ¿de qué sirve sacar la lengua mientras manipulas algo con tus dedos? En un reciente estudio realizado por las doctoras en psicología Gillian Forrester y Alina Rodríguez, se ha tratado de estudiar de forma sistemática esta conducta en niños de 4 años. A tenor de los resultados, no parece que éste sea un gesto infantil no exento de gracia, sino que más bien parece una conducta que se ajusta a la teoría de que el lenguaje hablado es producto de la evolución de un lenguaje de gestos anterior.

Las investigadoras filmaron a 14 niños de 4 años mientras realizaban tareas en su casa. Las actividades fueron diseñadas para que implicasen diferente grado de control motriz, algunas de motricidad fina (por ejemplo, jugar con muñecos en miniatura o abrir candados con llaves), otras de motricidad gruesa (un juego en el que se le pedía al niño que golpeara la mesa con la palma o con el puño, al contrario de lo que el investigador hiciera, bien golpear con el puño o con la palma) y otras en las que no se requería ningún control motriz (recordar una historia).

Tras la grabación, se analizaron los vídeos y se observó la frecuencia con que los niños sacaban la lengua mientras realizaban los diferentes juegos, y si además la sacaban hacia la derecha o a la izquierda.

Todos los niños sacaron la lengua durante los juegos, dato que apoya una investigación anterior con niños de entre 5 y 8 años que sugería que éste es un comportamiento común. Pero el hallazgo más importante es que los niños sacaban la lengua más dependiendo del tipo de tarea, especialmente en el juego en el que golpeaban con el puño o la palma. Esto rompe las expectativas de las investigadoras, pues la hipótesis de partida era que las tareas que implicasen una mayor destreza en motricidad fina sería la que provocase más “lenguas fuera”. Forrester y Rodríguez argumentan que este resultado tiene sentido en términos evolutivos. Explican que el juego de golpear la mesa implica cambios de turno (investigador – niño), gestos manuales y unas reglas en la estructura; es decir, los componentes fundamentales de un sistema de comunicación.

Esto encaja con otro resultado que es, que en su mayoría, los niños tendían a sacar su lengua hacia la derecha, lo que implica un control del hemisferio cerebral izquierdo. El lado izquierdo del cerebro es la parte predominante en el control del lenguaje, por lo que este dato nos sugiere que podría existir una relación entre la destreza manual, el lenguaje y la comunicación. Pero, ¿y los adultos? Las investigadoras señalan que el que el adulto deje de sacar su lengua tendría que ver con la connotación negativa del gesto en nuestra cultura.

Tomados en conjunto, y en relación con investigaciones anteriores en las que se señala la superposición de áreas cerebrales involucradas en el habla y el control manual, las investigadoras subrayan que estos resultados apoyan la idea de que “las acciones de la mano y la lengua están interrelacionadas, de manera que cuando se realizan secuencias estructuradas con la mano, éstas van acompañadas de acciones espontáneas y sincronizadas de la lengua”.

Fuente: BPS Research Digest

Escrito por María Rueda

 

Lo estás haciendo mal. Tres formas de deshacerse de los pensamientos negativos a largo plazo

Cuando tenemos pensamientos negativos sobre el mundo, sobre nosotros mismos o sobre los que nos rodean lo primero que querríamos es que este tipo de pensamiento desaparezca. Es por eso que tratamos de borrar los pensamientos negativos tan pronto como aparecen. Selección y suprimir, o incluso ctrl+z. Cogemos la “gran goma de borrar mental” para hacer que no quede ni rastro de ellos.

El gran problema de los pensamientos negativos no deseados es que por mucho que queramos eliminarlos, no podemos hacer que desaparezcan sin más. De hecho, en varias investigaciones en psicología se ha podido constatar que cuando nos embarcamos en la ardua tarea de suprimir los pensamientos negativos a menudo sucede justo todo lo contrario.

Reaparecen con una inesperada frecuencia o intensidad cuando dejamos de tratar de suprimirlos activamente. Una vez comprobado que el hecho de que suprimir los pensamientos negativos no es una gran estrategia, ¿qué podemos hacer? ¿Simplemente sufrir por unos pensamientos que nos hacen sentir mal? ¿Seguir sintiéndonos mal por ellos?

Aquí os enumeramos algunas estrategias que sí han funcionado en un contexto de laboratorio para deshacerse de los pensamientos negativos sin necesidad de suprimirlos.

Foto extraída de addicted2success.com
Foto extraída de addicted2success.com

Distracción enfocada.

La estrategia de distraernos de los pensamientos que nos son dañinos es la que más frecuentemente elaboramos por nosotros mismos. De hecho, habremos podido comprobar alguna vez en nuestra vida que si nos ponemos a hacer alguna actividad que requiere de nuestra atención logramos que ante unos pensamientos que nos angustian, estos se debiliten e incluso en ocasiones desaparecen.

Naturalmente puede funcionar que nos distraigamos haciendo cualquier cosa que antes nos haya servido para “desconectar”. Sin embargo, lo que los estudios en psicología dicen respecto a este mecanismo es que funciona bastante bien, pero aún funciona mejor si lo que está planteado como distractor es algo concreto. Para aclarar este punto, podemos tomar como ejemplo lo que llevaban a cabo en los estudios sobre supresión de pensamientos.

En éstos, los investigadores planteaban a los participantes que trataran por todos los medios de no pensar en un oso blanco. El grupo control puso de manifiesto las dificultades para evitar activamente un pensamiento, puesto que el tratar de evitarlo ya era en sí mismo pensarlo. El grupo de distracción simple, redujo significativamente su nivel de pensamientos sobre un oso blanco. Los investigadores crearon un tercer grupo al que le pidieron que para evitar pensar en un oso blanco pensaran en un volkswagen rojo. Este último grupo fue el que más éxito tuvo en pensar menos sobre los osos blancos.

Si tratamos de distraernos sabiendo en qué podemos centrar nuestra atención cuando queremos librarnos de algún pensamiento no deseado, parece que terminará siendo más efectivo.

Reducción del estrés

Aunque pueda parecer que tener una gran carga de estrés sirva en ocasiones de distractor de los pensamientos negativos no deseados, funciona completamente al revés. Al aumentar nuestro nivel de estrés, nuestro cuerpo se prepara para asumir un ataque o un daño de algún tipo; puesto que estamos poniendo en marcha el sistema de ataque o huída de nuestro organismo, es de esperar que los pensamientos que resalten más sean los amenazantes o negativos.

No sólo esto, además, cuando estamos estresados tendemos a fomentar esta invasión de pensamientos negativos con un intento de supresión de los mismos. “¡No es momento de estar ahora pensando estas cosas, tengo mucho que hacer!”

Parece que combinar estrés con tratar de suprimir pensamientos negativos intrusivos es una mezcla explosiva, pues no está muy claro cuál de ellos alimenta a cual y finalmente acabamos en un bucle en el que cada vez nos sentimos peor. Por el contrario, reducir el estrés y la multitarea nos servirá de protección contra la aparición de pensamientos negativos y que no deseamos.

Posponer y ratos de preocupación

Ya que no ha sido exitoso el intento de suprimir los pensamientos negativos a largo plazo, ¿por qué no probar lo contrario? en lugar de continuar la lucha contra los pensamientos no deseados, la idea sería permitir que estén presentes y al menos liberarnos del esfuerzo y el estrés que nos produce luchar contra ellos.

Tanto en niños como en adultos, se ha comprobado en algunos estudios que esta estrategia es efectiva para aliviar el pensamiento rumiativo y no sólo nos liberamos a corto plazo del estrés de tratar de suprimirlo, a largo plazo parece funcionar más satisfactoriamente que luchar contra estos pensamientos.

Aún hay un pero. ¿Entonces me voy a convertir en una persona despreocupada que no pueda pensar sobre los miedos que le atenazan nunca? No es exactamente así. Posponer no significa no pensar nunca sobre esto, sino simplemente aplazarlo a una hora concreta del día. En este momento, al que llamaremos de forma muy original “el rato de preocupación”, dedicaremos media hora del día a dar todas las vueltas que queramos a esto que tanto nos angustia, nos presentaremos de frente a nuestras preocupaciones y les diremos; “vamos, es el momento”.

Estas son tres estrategias que podemos usar para librarnos de ese pensamiento al que no paramos de darle vueltas y que tan mal nos hace sentir. Se han descrito bastantes más estrategias que podemos llevar a cabo para ahuyentarlos sin intentar suprimirlos que comentaremos en otra ocasión. Busquemos un medio para dejar de hacer esto que tan agotador se vuelve; luchar contra ellos, tratar de borrarlos.

Fuente: psycnet.apa.org/journals/amp/

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.orgWegner, D. (2011). Setting free the bears: Escape from thought suppression. American Psychologist, 66 (8), 671-680 DOI: 10.1037/a0024985

La construcción de las motivaciones en los niños y niñas

¿Qué motiva a un niño o una niña a hacer los deberes de matemáticas? ¿Su pasión por los números? Probablemente no. En general, no hay un amor a las matemáticas y por tanto las estudiamos, sino al contrario; llegamos a amar algo cuando nos sentimos bien con ello.

Por tanto, ¿qué motivará a estos niños a hacer los deberes? ¿La promesa de un premio? Podría ser. Pero entonces sólo los hará mientras haya premios y durante el tiempo en el que estén interesados en premios. Por tanto, la motivación será hacia el premio, pero no hacia aprender matemáticas.

Nuestras motivaciones más profundas vienen de nuestra identificación con algún sistema de valores y se desarrollan a fuego lento, a través de miles de interacciones con otras personas relevantes. Aquello que nos motiva consiste en un intento de vivir de acuerdo a las expectativas que tenemos sobre lo que somos y lo que queremos llegar a ser, a los ideales que valoramos. 

Foto extraída de: lanuevafrontera.aprenderapensar.net
Foto extraída de: lanuevafrontera.aprenderapensar.net

Contrariamente a la creencia popular, este tipo de valores no surgen espontáneamente desde nuestro interior. Tampoco consiste en una transmisión de padres a hijos, sino que se desarrollan lentamente en innumerables interacciones con los padres, maestros, mentores, amigos, compañeros,…

Nuestra identidad, la teoría que nos hacemos sobre quién soy yo, es un motivador poderoso. Cuando nos identificamos con un conjunto de valores, imágenes e ideales, también nos motivamos para defender esos valores, imágenes e ideales. Después de todo, los valores y los ideales se convierten en lo que somos; se convierten en nosotros mismos.

La importancia de interiorizar los valores:

Los padres tratan de influir sobre la construcción de los valores de sus hijos de muchas formas. Aquí indicamos tres de ellas, no todas recomendables.

Manifestación de poder. Los padres tienen más poder que sus hijos. Como resultado, los padres pueden hacer que los niños hagan muchas cosas simplemente por la existencia de la jerarquía. Los padres pueden castigar a los niños, amenazar con castigos, retirarles privilegios…

Retirada del afecto. Los niños quieren que sus padres los quieran por encima de todo. A veces algunos padres usan la estrategia de “retirarles el amor”, haciendo patente que el afecto es contingente al comportamiento del niño.

Inducción de valores. La inducción de valores consiste en intentar explicar las razones por las que un comportamiento es deseable o no es deseable. Cuando un padre explica las verdaderas razones por las que considera que algunos comportamientos son buenos, los niños serán más propensos a apreciar esos valores e interiorizarlos.

¿Cuál de estas tres técnicas es la más poderosa? La manifestación de poder y  la retirada de afecto son maneras que pueden incitar a los niños a cumplir con los deseos de los padres, sin embargo, tienen un efecto a corto plazo. En especial, la retirada del afecto es contraproducente, pues genera en el niño inseguridad. Sentir que tus figuras de referencia te quieren incondicionalmente, es un elemento esencial en el desarrollo sano. Décadas de investigación muestran que la inducción de valores es el único modo de influir en los niños de forma duradera. Aquellos niños que entienden y aprecian los valores de los padres son más propensos a interiorizar y actuar en consonancia con ellos.

Actúo en base a la idea de quién quiero ser:

Somos, en parte, lo que pensamos que somos. Lo que pensamos que somos, nuestra identidad, se basa en una especie de teoría del mí mismo. Actuamos en función de nuestras teorías de lo que queremos ser. Si un niño o una niña quiere ser una estrella deportiva, entendemos que se identificará con aquello que significa para él o ella ser un/una deportista. En este sentido, ser una estrella deportiva es una especie de identificación, “me identifico con ser una estrella deportiva”. Valoramos una manera de ser y de trabajar y nos identificamos a nosotros mismos con esa forma de hacer.

Por tanto, parece ser que la clave para el cultivo de la motivación en los niños es preguntarse: ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a construir una “teoría de sí mismo”? ¿Qué estoy haciendo para ayudar a mi hijo a identificarse con un conjunto de valores?

Fuente: psychologytoday.com

Escrito por María Rueda

Algunas situaciones de estrés familiar, detección y manejo

Durante las épocas de estrés, nuestros recursos de afrontamiento y en consecuencia nuestras habilidades para la crianza, pueden requerir de un refuerzo, impulso o incluso un descanso. Una separación o divorcio, una enfermedad o la muerte de un ser querido, una mudanza, o los problemas económicos, pueden generar un aluvión emocional para la familia, tanto para los niños y como para los padres.

Foto extraída de vivianasosman.cl
Foto extraída de vivianasosman.cl

La forma en que percibimos y reaccionamos a un evento, así como los recursos de afrontamiento personales, provocan una respuesta de estrés. Dos personas que se encuentran ante una misma situación pueden hacerle frente de manera muy diferente. Uno puede sentir una intensa tensión psicológica y emocional, mientras que otra persona podría experimentarlo como un pequeño bache en el camino. Ten en cuenta que el estrés puede afectar a tu hijo de formas muy diferentes a cómo te afecta a ti. Reconocer los síntomas e identificar la fuente de estrés es extremadamente importante. Un cambio en el comportamiento a menudo es un indicador clave de la tensión.

Aquí os enumeramos algunos de estos cambios:

  • Recurrentes molestias físicas, como dolor de estómago antes de ir al colegio sin una causa orgánica.
  • Comportamientos de evitación. Rechazar participar en algo que solían hacer con frecuencia.
  • Cambios emocionales. Pasar de ser normalmente extrovertido a dejar de mostrarse así, pasar de ser normalmente feliz a parecer triste todo el tiempo, pasar de ser afable a mostrarse frecuentemente irritable o explosivo.
  • Cambios en el rendimiento académico, si se produce una bajada significativa en las notas o deja de participar en clase.
  • Aumento de los temores o la ansiedad.
  • Cambios en el sueño, ya sea problemas para dormir o dormir mucho más de lo habitual.

Es muy importante no bajar la guardia cuando aparecen los eventos estresantes. Los efectos de estas situaciones pueden mantenerse durante semanas, meses o incluso años. Muéstrate abierto a las preguntas de tus hijos y escúchales activamente. No basta con una única conversación para procesar correctamente las experiencias estresantes, sino que requiere de tiempo y un diálogo fluido.

A continuación señalamos cinco tipos de situaciones típicamente estresantes a las que muchas familias se tienen que enfrentar alguna vez, así como algunas pautas para manejarse en ellas:

1. Divorcio o separación de los padres/ madres: Trata de ser directo y honesto con ellos acerca de lo que está pasando. Es importante ser cuidadoso al respecto de cómo hablamos de nuestra expareja, trata de no hablar mal de él o ella. Intenta mantener límites y normas similares en ambas casas. No tienen porqué ser las mismas, ya que los niños pueden acostumbrarse a reglas diferentes en lugares diferentes, siempre que éstas sean coherentes.

2. Enfermedad: El mantenimiento de algunas rutinas es importante, para ello, encuentra pequeñas cosas que puedan permanecer igual para los niños, ya sea la hora de cenar, el horario escolar y deberes o la tradición de ver una película el viernes por la noche. Evita el impulso de excederte o sobreproteger a tus hijos, pues esto envía mensajes de fragilidad, incompetencia o duda acerca de su capacidad para superar esta difícil situación.

3. Problemas económicos: La incertidumbre financiera puede hacer que una familia se tambalee. Los niños perciben las señales de sus padres, lo que implica que se darán cuenta de la tensión y la ansiedad de los padres. Sin embargo, no tienen por qué comprender qué está pasando. Explícales aquellos cambios que afectan a sus vidas, y responde a las preguntas lo más honestamente que puedas. Esto reduce considerablemente las malas interpretaciones que se puedan producir. (Si los niños no tienen respuestas, será su imaginación la que rellene esos espacios en blanco). Por encima de todo, asegúrales que vas a cuidar de ellos. Permite que los niños aporten ideas de cómo recortar el gasto familiar. Ir juntos al parque, dar un paseo en bicicleta, o jugar a juegos de mesa puede ser una gran manera de pasar tiempo gratis de calidad juntos; mantenerse activo ayuda a mantener la preocupación y los sentimientos de depresión a un lado.

4. Mudarse y cambiar de colegio: Aunque las razones por las que nos mudamos son muy diversas, la mudanza a menudo implica cambio de colegio, barrio e, incluso, amigos. Esta serie de cambios pueden ser realmente difíciles. Prepáralos con la mayor antelación posible. Fortalece su autoestima haciéndoles tomar algunas decisiones sobre estos cambios: qué objetos van a trasladar, el color en el que pintar su nueva habitación…, y dejar siempre los canales de comunicación abiertos. Haz preguntas que no se pueden contestar con sólo un sí o un no, como por ejemplo, «¿Qué piensas de esto?» y «¿Cómo te hace sentir?» Deja que los niños sepan que tú también estás un poco nervioso con la mudanza. Después de todo, para ti también es un gran cambio.

5. Un nuevo miembro en la familia: A menudo se entiende que los niños pequeños pueden experimentar que un nuevo bebé es un rival que viene a invadir su territorio. Un nuevo bebé cambia mucho el panorama y circunstancias familiares. Es importante velar por el equilibrio entre el tiempo familiar y tiempo individual con los padres. Salvaguardar las actividades extraescolares del niño mayor. Un cambio de este tipo puede conllevar grandes frustraciones, intenta reconocer y validar los sentimientos de tu hijo mayor y estar listo para hablar de ello. Permite que tu hijo se exprese y escucha con atención. Implica a tu hijo en el cuidado del bebé y felicítale por ello.

Las situaciones estresantes ponen a prueba nuestros recursos. El autocuidado es esencial para la buena crianza de los hijos. Siempre es importante, pero aún más en los momentos de gran estrés. Si te sientes desbordado, no olvides apoyarte en las personas que te rodean. Pedir ayuda no es síntoma de debilidad, sino muestra de un adecuado autoconocimiento.

Fuente: psychcentral.com

Escrito por María Rueda

Grandes mitos de la psicoterapia

Alrededor del trabajo del psicólogo hay un gran número de mitos y aún más sobre lo que se hace en un proceso de psicoterapia. Probablemente la presencia de estos mitos en la mente de una persona en ocasiones consiguen que desista de acudir a terapia pese a creer que ir al psicólogo puede hacerles bien. Aquí repasamos algunos de estos mitos:

extraída de www.amiralodhi.com
extraída de www.amiralodhi.com
  1. Sólo pagas por que te escuchen.

Por supuesto que el psicólogo necesita escuchar lo que tienes que decir, pero sólo con eso no es suficiente para que aparezca una mejora. En primer lugar, el psicólogo es un experto en escuchar. Aunque en el mito número 3 veremos que en el proceso terapéutico no sólo se habla, es bueno considerar lo que el psicólogo hace cuando te escucha. Parte del trabajo de un psicólogo es saber cómo escuchar y llevar a la persona que allí acude a sentirse escuchada de una forma correcta para así poder realizar lo mejor posible el proceso de terapia. El psicólogo en gran parte escucha, pero ha aprendido a escuchar de una forma que poca gente hace, ni siquiera él mismo cuando no está trabajando.

Es un factor muy importante que sepa escuchar y además que lo que tengas que contar se relacione específicamente con lo que puede causar tus problemas. Aún así, hace muchas más cosas, te propone actividades o te hace reflexionar sobre la forma en que te concibes.

  1. La terapia es sólo para gente en crisis.

Es cierto que la mayoría de personas que acuden al psicólogo pueden identificar un detonante claro que la ha llevado hasta allí. Sin embargo, la psicoterapia no sólo trata de gestionar ese momento de crisis sino que también incluye aprendizajes nuevos para gestionar de otro modo las respuestas que se dan a situaciones que puedan resultar complicadas, un mejor conocimiento de nuestro mundo emocional y de la forma en la que pensamos. Lo que se trata finalmente yendo al psicólogo es mucho más amplio que la gestión del momento de crisis.

  1. En el psicólogo sólo hay que hablar.

Esta creencia suele estar muy extendida, y es cierto que la principal herramienta de trabajo de los psicólogos es el habla, lo que se hace a través de ello son muchas más cosas. Una gran parte del trabajo realizado en psicoterapia tiene que ver con aprender otras formas de actuar y de pensar sobre uno mismo. El cambio más potente llega a través de la acción que la persona que acude al psicólogo acaba haciendo tras las variaciones producidas en un principio por, ciertamente, el hablar.

  1. Si vas a terapia es porque hay algo malo en ti.

Las personas que comienzan un proceso de psicoterapia muchas veces piensan esto de sí mismos debido al gran malestar por el que están pasando. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, las personas que piden ayuda a un psicólogo simplemente tienen ciertos retos que surgen en sus vidas y aspiran a afrontarlos con un propósito de mejora en lugar de a través de repetir los hábitos que les han resultado dañinos en otras ocasiones.

  1. El psicólogo te va a arreglar.

Este mito está casi tan extendido como los demás, aunque afortunadamente suele ser más fácil de desmentir, porque generalmente se plantea esto directamente al psicólogo con el que estamos tratando. El origen de esto probablemente se encuentra en el modelo de salud y enfermedad en el que el profesional le dice a la persona afectada lo que tiene que hacer para dejar de estar enfermo. Sin embargo, en la psicoterapia el proceso es algo diferente. El psicólogo proporcionará su perspectiva, sugerencias y herramientas, pero posteriormente será la persona que acude a terapia la que realiza las acciones que le llevan a los cambios hacia su bienestar.

Al final, un proceso terapéutico es un trabajo conjunto entre el psicólogo y el paciente y de los dos, el que siempre tendrá más conocimientos sobre las peculiaridades del problema a tratar será la persona que lo sufre.

Hemos querido desmentir algunos de los mitos respecto a ir al psicólogo puesto que los que hemos mencionado aquí pueden ser especialmente dañinos, tanto para las personas que están en este tipo de proceso como a aquellas que necesitan y quieren comenzarlo.

 

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Si tu hijo o hija va a terapia, evita decirle esto

Habitualmente, los padres acuden a un psicólogo para sus hijos como último recurso, tras haber hecho grandes esfuerzos e intentos por mejorar la situación. Cuando se inicia el trabajo terapéutico, los padres pueden sentirse indefensos, asustados, enfadados e incluso avergonzados. En este estado de cierto agotamiento y desesperanza, pueden transmitirle cosas a sus hijos acerca de la terapia un tanto contraproducentes. A continuación, citamos algunos comentarios que los padres y madres hacen a sus hijos comúnmente, los cuales no suelen ser útiles en el proceso terapéutico. Ser padre puede llegar a ser muy estresante, por lo que no se trata de juzgar o culpar por decir algo poco recomendable. A diferencia de esto, la clave está en aprender de los errores y apoyar a los hijos de la mejor manera que se pueda.

  •   «El psicólogo (o la psicóloga) va a ayudarte con tus problemas, tú necesitas ayuda».
    Foto: phillypsychology.com
    Foto: phillypsychology.com

    Debemos tener cuidado con este tipo de afirmaciones, pues podemos tender a patologizar al niño y hacerle sentir vergüenza. Se da a entender que el niño tiene la culpa y que la terapia es el castigo por actuar o comportarse de forma indeseada.

  • «Nosotros no podemos ayudarte más porque tu problema es demasiado grande». Del mismo modo, esta frase envía un mensaje no deseado de que la problemática es demasiado grave y los padres no son capaces de controlarme a mí y a mis problemas. Mejor decir: «Vamos a trabajar y ocuparnos juntos de estos problemas».
  • «Tenemos que ir a la terapia porque tu padre o tu madre nos ha abandonado». En este caso, este tipo de comentarios genera bandos, una mentalidad del «nosotros contra él o ella». Una alternativa más útil para tu hij@ será: «Vamos a hablar con una persona que pueda ayudarte a hablar y entender los cambios en nuestra familia.» «Vamos a acudir a un psicólogo que pueda ayudarte a hablar de tus preocupaciones y tus sentimientos, porque estamos pasando por un momento difícil».
  • «Tienes que ir a terapia porque desde el divorcio has estado realmente emotivo y eres difícil de tratar». Esta declaración genera culpa en el niño y no le da alternativas de expresión emocional. Un comentario más acertado sería: «Mamá y yo hemos notado que nuestro divorcio ha sido muy duro para ti y pensamos que sería de gran ayuda para todos tener una ayuda extra»
  • «Si no me haces caso ahora, voy a llamar a tu terapeuta!» ó «tu psicólog@ va a estar tan decepcionado contigo por esto…». Este tipo de declaraciones son potencialmente perjudiciales para el niño porque le dificulta sentir confianza y seguridad con el profesional, especialmente si sienten que es «ellos contra mí”. La terapia es un lugar seguro y neutral para que los niños exploren sus preocupaciones, sentimientos, comportamientos y su mundo.

A veces los padres también hacen algunas declaraciones al psicólogo que, si bien su intención es compartir información valiosa o alentar a sus hijos a hablar, estos comentarios suelen causar vergüenza en los niños. Sienten que sus padres hablan de ellos y no tienen ningún control sobre la información personal que se comparte sobre ellos. Ejemplos de esto podría ser: “cuéntale al psicólogo que ha pasado hoy en el colegio», o directamente lo explican ellos.

Esto, de nuevo, hace que la terapia parezca un castigo. En cambio, la terapia no es una sanción y el psicólogo tampoco está molesto con los niños por su comportamiento. Es mejor dejar que los niños expresen en sus propias palabras lo que pasó y cómo fue la experiencia para ellos. En general, es importante ser conscientes de los comentarios que se hacen directamente a los hijos y los que se hacen al terapeuta cuando están los niños presentes. A veces olvidamos que los niños tienen una gran capacidad para escuchar. Algunos padres muestran sus frustraciones por tener que gastar dinero en terapia y emplear tiempo en traer y llevar a su hijo a la misma. Los niños recogen estas frustraciones y sentimientos negativos.

Ser padres es estresante. Es especialmente estresante y difícil cuando tu hijo necesita terapia. Pero las palabras son poderosas. Y pueden afectar el modo en que tu hijo se siente acerca de la terapia y de sí mismo.

Los padres pueden ayudar a su hijo en el proceso mediante el refuerzo de que la terapia no es un castigo, ni tampoco es porque los hijos (ni los padres) han fallado de alguna manera. La terapia es un lugar seguro para encontrar apoyo y a un adulto imparcial dispuesto a escuchar, no es un lugar para juzgar.

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por María Rueda

Beneficios de cenar en familia

Vivimos en una sociedad exigente, en la que nuestro trabajo ocupa gran parte del día, a eso debemos añadirle el tiempo que empleamos para transportarnos de un sitio a otro. Con todas las tareas que tenemos que realizar diariamente, poco tiempo nos queda para sentarnos a charlar con la familia, jugar con los niños o simplemente pasar tiempo juntos. Muchos padres y madres se lamentan de esto. Sin embargo, no debemos olvidar que no siempre se trata de cantidad, sino de calidad. A este respecto, la cena puede constituir el mejor momento del día para reencontrarnos y conectar si seguimos una serie de pautas. La cena es un ritual diario que nos aleja del bullicio de la jornada y puede ser un calmante para el estrés de niños y padres. Diferentes estudios han puesto en evidencia los beneficios de aprovechar la cena como un paréntesis para mirarnos a la cara unos a otros y una oportunidad para transmitir algunas cosas importantes para la salud de tus hijos. A continuación os dejamos algunas de ellas.

Foto: livinginsplitsville.com
Foto: livinginsplitsville.com

En la cotidianidad se asienta la educación. Aprovecha la cena para transmitir hábitos de alimentación saludables. Los niños que regularmente cenan comida casera y en familia se convierten en adultos jóvenes que han interiorizado los hábitos alimenticios sanos y continúan comiendo más frutas y verduras una vez se independizan. Estos jóvenes son menos propensos a ser obesos. Estos beneficios para la salud no vienen sólo de la comida. El ambiente en la mesa es un ingrediente clave. Los investigadores han encontrado que el calor y la comunicación positiva son necesarios para disminuir el riesgo de la obesidad en los niños.

Cosas a evitar:

Ver la televisión mientras cenáis dificulta que pueda haber una conversación fluida. Además, un estudio reveló que los niños que cenaban frente a la televisión eran más propensos a tener sobrepeso.

– Ser un fanático del control: Un estilo de crianza excesivamente controlador y restrictivo hacia la comida se asocia con mayores tasas de obesidad en los niños. Intenta evitar los comentarios negativos y hostiles.

– «Cómete el brócoli y entonces te doy un helado»: En un estudio encontraron que cuando los padres utilizan recompensas para alentar el consumo de un alimento en particular, esta estrategia fracasa. Los niños rechazan esos alimentos y fomentan la preferencia por aquellos que son recompensa.

– Hablar del peso: Es mejor centrarse en una alimentación saludable que en el peso del hijo. Aún más importante que la charla es el comportamiento de los padres: aquellos que realizan dietas tienen más probabilidades de tener hijos con trastornos de la alimentación.

– La restricción de ciertos alimentos. Investigadores de la Universidad de Penn State mostraron que los niños anhelan más los alimentos que están prohibidos. Aquellos a los que se les permite el acceso a patatas fritas, golosinas y galletas tienen al final un menor consumo de dichos alimentos que aquellos niños a los que se les tiene prohibido.

Los investigadores han encontrado que cuando las familias cenan juntas, experimentan un impulso en el estado de ánimo positivo y una disminución en los niveles de estrés. Los adolescentes que cenan en familia señalan que la cena es cuando hablan con sus padres. Y estos mismos adolescentes que cenan regularmente (y hablan con regularidad) con sus padres dicen sentirse más conectados con ellos y tienen una visión más positiva del futuro.

Además de estos elementos positivos, hay diversos estudios que muestran que la cenar regularmente en familia está vinculado a la reducción de muchos de los comportamientos de alto riesgo, tales como consumo de sustancias,  problemas escolares y trastornos de la alimentación. En un estudio a gran escala con adolescentes, cenar regularmente en familia se asoció con menores tasas de depresión. Recientemente, un estudio encontró que los niños que habían sido víctimas de acoso cibernético, sufrieron menos consecuencias perjudiciales que aquellos que también lo sufrieron pero no cenaban en familia.

Ninguno de estos beneficios requiere pasar horas y horas en la cocina o servir alimentos especiales. Los ingredientes más esenciales para una gran cena familiar son la calidez y la conexión. Si los miembros de la familia se sientan en un frío silencio o los niños no se sienten cómodos hablando, la cena familiar no conlleva ningún beneficio positivo. Compartir alimentos saludables no suaviza una relación padre-hijo tensa, pero es el mejor momento del día comprobar cómo se sienten los hijos.

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda Extremera