Castigo físico o parentalidad positiva

Las actitudes sobre la forma en que se transmite la disciplina a los niños ha dado un giro de 180 grados en los últimos 60 años; dar una bofetada u otras formas de castigo corporal – es decir, ejercer fuerza física para infligir un dolor de forma deliberada – es ilegal en cualquier contexto en 46 países (entre los cuales se encuentra España).

Estos cambios culturales han sido posibles gracias, en gran parte, a la creciente evidencia sobre el efecto dañino sobre los niños y sobre las relaciones entre padres e hijos. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, muchos países, incluyendo el Reino Unido, los EE.UU. y Australia, todavía permiten el castigo corporal dependiendo de la situación en la que se dé, como por ejemplo si se produce dentro del hogar. Por otra parte, muchas personas todavía respaldan esta práctica: por ejemplo, en una encuesta de 2011, más del 40 por ciento de los padres británicos dijeron que habían golpeado a sus hijos.

En un estudio realizado en la Comunidad de Madrid (España. Año 1998) sobre la incidencia del castigo físico se recoge que el 27.7% de los padres reconoce haber pegado a sus hijos en el último mes, a una media de tres veces por mes y el 2.7% reconocía haber propinado golpes fuertes. Este estudio concluía que cuanto mayor es el grado de autoritarismo de la persona, más justifica las distintas formas de violencia. En esta misma línea, en un reciente estudio, los psicólogos de la Universidad australiana de Queensland, Antonia Kish y Peter Newcombe, afirman que al menos, parte de la razón por la que los padres ejercen la fuerza física sobre sus hijos se asienta sobre la creencia de muchas personas en FALSOS MITOS en torno a dicha forma de aplicar la disciplina, tales como:

– El castigo corporal es inofensivo.

Extraída de asociacionsina.org
Extraída de asociacionsina.org

– El uso del castigo corporal en ocasiones para disciplinar a un niño no causa daño a un niño.

– El uso del castigo corporal enseña al niño a ser responsable y ayuda a forjar su carácter.

– No es realista pensar que los padres no deben usar nunca el castigo corporal para ejercer disciplina.

– El castigo corporal es más eficaz que otros métodos de disciplina

– El castigo corporal se utiliza para educar a niños y niñas.

– El castigo corporal es lo único que comprenden los niños.

– Sin el uso del castigo corporal, los niños estarán mal educados y se comportarán como salvajes.

– El castigo corporal enseña a un niño a respetar a los demás.

– El castigo corporal debe ser utilizado para disciplinar a un niño cada vez que se porta mal.

Con el objetivo de crear un cuestionario y validarlo, los investigadores les preguntaron a 366 estudiantes universitarios acerca de su postura al respecto de las 10 afirmaciones anteriores (mitos), su hipotética disposición a ejercer el castigo físico en diversas situaciones, así como diversos constructos psicológicos relacionados, tales como el autoritarismo (reflejadas en la creencia de que “La obediencia y el respeto a la autoridad son las virtudes más importantes que un niño debe aprender”), el conservadurismo, la falacia del mundo justo (“obtengo aquello que me merezco”) y la visión de la ética del trabajo (“Sentirse disgustado por el trabajo duro refleja debilidad de carácter”).

Los investigadores señalaron que aquellos que aprobaban los mitos sobre el castigo físico mostraban mayor disposición (hipotética) a usar la violencia, así como puntuaciones elevadas en la evaluación de los constructos psicológicos descritos anteriormente. Los investigadores describieron este trabajo como exploratorio y reconocieron sus limitaciones, sin embargo constituye un buen paso para la obtención de un cuestionario útil para futuras investigaciones en el área, así como para predecir las intenciones de los padres para utilizar el castigo físico con sus hijos.

La Organización No Gubernamental “Save the Children” propone tres argumentos básicos para eliminar el castigo físico y psicológico como a los niños y niñas:

• El castigo físico o psicológico constituye una vulneración del derecho del niño a su integridad física, a ser protegido contra toda forma de violencia, tal como establece la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas.

El castigo físico y psicológico es una forma de violencia contra los niños y niñas aceptada socialmente y en muchos países también legalmente.

Siempre hay una alternativa para educar, corregir o establecer disciplina sin necesidad de recurrir al castigo físico o psicológico.

De estos tres principios surge la llamada Parentalidad Positiva, perspectiva desde la cual se considera que el vínculo afectivo que se establece entre los padres y los hijos tiene un gran peso en el bienestar presente y futuro del niño. Un buen vínculo genera seguridad en los niños, algo fundamental en el correcto desarrollo, el establecimiento de la autoestima y la formación de la personalidad. Según Save the Children, la parentalidad positiva se asienta sobre tres premisas:

  1. Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo.
  2. Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres, sentirse protegidos y guiados
  3. Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos, gritos, amenazas o insultos.

¡Qué así sea!

Fuentes:
ResearchBlogging.org  Kish, A., & Newcombe, P. (2015). “Smacking never hurt me!” Personality and Individual Differences, 87, 121-129 DOI: 10.1016/j.paid.2015.07.035

 

BPS Resarch Digest

Save the Children – Horno Goicoechea, P. (2007) Castigo Fśico y Psicológico en España: Incidencia, voces de los niños y niñas y situación legal. Informe Nacional, Contribución de Save the Children España al estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/76/informeSC.pdf

Save the Children (2012) Principios sobre parentalidad positiva y buen trato. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/524/SC_PARENTALIDAD_PRINCIPIOS_vOK.pdf

Escrito por María Rueda