Durante las épocas de estrés, nuestros recursos de afrontamiento y en consecuencia nuestras habilidades para la crianza, pueden requerir de un refuerzo, impulso o incluso un descanso. Una separación o divorcio, una enfermedad o la muerte de un ser querido, una mudanza, o los problemas económicos, pueden generar un aluvión emocional para la familia, tanto para los niños y como para los padres.
La forma en que percibimos y reaccionamos a un evento, así como los recursos de afrontamiento personales, provocan una respuesta de estrés. Dos personas que se encuentran ante una misma situación pueden hacerle frente de manera muy diferente. Uno puede sentir una intensa tensión psicológica y emocional, mientras que otra persona podría experimentarlo como un pequeño bache en el camino. Ten en cuenta que el estrés puede afectar a tu hijo de formas muy diferentes a cómo te afecta a ti. Reconocer los síntomas e identificar la fuente de estrés es extremadamente importante. Un cambio en el comportamiento a menudo es un indicador clave de la tensión.
Aquí os enumeramos algunos de estos cambios:
- Recurrentes molestias físicas, como dolor de estómago antes de ir al colegio sin una causa orgánica.
- Comportamientos de evitación. Rechazar participar en algo que solían hacer con frecuencia.
- Cambios emocionales. Pasar de ser normalmente extrovertido a dejar de mostrarse así, pasar de ser normalmente feliz a parecer triste todo el tiempo, pasar de ser afable a mostrarse frecuentemente irritable o explosivo.
- Cambios en el rendimiento académico, si se produce una bajada significativa en las notas o deja de participar en clase.
- Aumento de los temores o la ansiedad.
- Cambios en el sueño, ya sea problemas para dormir o dormir mucho más de lo habitual.
Es muy importante no bajar la guardia cuando aparecen los eventos estresantes. Los efectos de estas situaciones pueden mantenerse durante semanas, meses o incluso años. Muéstrate abierto a las preguntas de tus hijos y escúchales activamente. No basta con una única conversación para procesar correctamente las experiencias estresantes, sino que requiere de tiempo y un diálogo fluido.
A continuación señalamos cinco tipos de situaciones típicamente estresantes a las que muchas familias se tienen que enfrentar alguna vez, así como algunas pautas para manejarse en ellas:
1. Divorcio o separación de los padres/ madres: Trata de ser directo y honesto con ellos acerca de lo que está pasando. Es importante ser cuidadoso al respecto de cómo hablamos de nuestra expareja, trata de no hablar mal de él o ella. Intenta mantener límites y normas similares en ambas casas. No tienen porqué ser las mismas, ya que los niños pueden acostumbrarse a reglas diferentes en lugares diferentes, siempre que éstas sean coherentes.
2. Enfermedad: El mantenimiento de algunas rutinas es importante, para ello, encuentra pequeñas cosas que puedan permanecer igual para los niños, ya sea la hora de cenar, el horario escolar y deberes o la tradición de ver una película el viernes por la noche. Evita el impulso de excederte o sobreproteger a tus hijos, pues esto envía mensajes de fragilidad, incompetencia o duda acerca de su capacidad para superar esta difícil situación.
3. Problemas económicos: La incertidumbre financiera puede hacer que una familia se tambalee. Los niños perciben las señales de sus padres, lo que implica que se darán cuenta de la tensión y la ansiedad de los padres. Sin embargo, no tienen por qué comprender qué está pasando. Explícales aquellos cambios que afectan a sus vidas, y responde a las preguntas lo más honestamente que puedas. Esto reduce considerablemente las malas interpretaciones que se puedan producir. (Si los niños no tienen respuestas, será su imaginación la que rellene esos espacios en blanco). Por encima de todo, asegúrales que vas a cuidar de ellos. Permite que los niños aporten ideas de cómo recortar el gasto familiar. Ir juntos al parque, dar un paseo en bicicleta, o jugar a juegos de mesa puede ser una gran manera de pasar tiempo gratis de calidad juntos; mantenerse activo ayuda a mantener la preocupación y los sentimientos de depresión a un lado.
4. Mudarse y cambiar de colegio: Aunque las razones por las que nos mudamos son muy diversas, la mudanza a menudo implica cambio de colegio, barrio e, incluso, amigos. Esta serie de cambios pueden ser realmente difíciles. Prepáralos con la mayor antelación posible. Fortalece su autoestima haciéndoles tomar algunas decisiones sobre estos cambios: qué objetos van a trasladar, el color en el que pintar su nueva habitación…, y dejar siempre los canales de comunicación abiertos. Haz preguntas que no se pueden contestar con sólo un sí o un no, como por ejemplo, «¿Qué piensas de esto?» y «¿Cómo te hace sentir?» Deja que los niños sepan que tú también estás un poco nervioso con la mudanza. Después de todo, para ti también es un gran cambio.
5. Un nuevo miembro en la familia: A menudo se entiende que los niños pequeños pueden experimentar que un nuevo bebé es un rival que viene a invadir su territorio. Un nuevo bebé cambia mucho el panorama y circunstancias familiares. Es importante velar por el equilibrio entre el tiempo familiar y tiempo individual con los padres. Salvaguardar las actividades extraescolares del niño mayor. Un cambio de este tipo puede conllevar grandes frustraciones, intenta reconocer y validar los sentimientos de tu hijo mayor y estar listo para hablar de ello. Permite que tu hijo se exprese y escucha con atención. Implica a tu hijo en el cuidado del bebé y felicítale por ello.
Las situaciones estresantes ponen a prueba nuestros recursos. El autocuidado es esencial para la buena crianza de los hijos. Siempre es importante, pero aún más en los momentos de gran estrés. Si te sientes desbordado, no olvides apoyarte en las personas que te rodean. Pedir ayuda no es síntoma de debilidad, sino muestra de un adecuado autoconocimiento.
Fuente: psychcentral.com
Escrito por María Rueda