Propósitos para el 2021: empezar a ir al psicólogo

Como cada fin de año, es muy común que las personas hagamos balance de cómo han sido los 12 meses anteriores e intentemos fijarnos metas de cara a los 12 venideros que nos puedan hacernos vivir más en consonancia a los valores que para nosotros son importantes, es decir, aspiramos a ser más felices en general.

Ir al gimnasio y/o mejorar nuestro aspecto físico, apuntarnos a ese curso sobre el que tantas veces hemos pensado, retomar el inglés, estar más en contacto con familiares y amigos, cambiar de trabajo… ¿Os suenan verdad? Posiblemente todos esos propósitos nos los hayamos planteado en un momento determinado de nuestras vidas como deseos para el nuevo año. Pero… ¿Qué hay de proponerse estar mejor psicológicamente? ¿A nivel poblacional se ve como algo tan necesario? ¿Se habla con tanta naturalidad de la necesidad de acudir al psicólogo para mejorar ese aspecto que tanto nos preocupa como de la intención de mejorar la alimentación o dedicar más tiempo a seres queridos?

Sobre las barreras que suelen encontrarse en el cometido de buscar ayuda psicológica y cómo será el proceso inicial de acudir a terapia nos ocuparemos en el blog de hoy. Para que todas las posibles dificultades que suelen plantearse en el cometido de acudir a terapia sean más controlables, y dar el paso sea un recurso accesible y barajable para todos.


Imagen extraída de @izzyhealthcare

¿Cuál es el mejor momento para acudir en busca de ayuda profesional?

En realidad, cualquier momento sería el idóneo para darse cuenta de que se necesita ayuda, y buscarla.

Esperar para comenzar tu «nuevo yo» se parece bastante a «tu yo de siempre». Los propósitos de empezar el lunes, el 1 del próximo mes, en enero, con la «vuelta al cole», «cuando termine esto»…. son sólo algunos de los ejemplos de que tendemos a hacer contingente el buscar ayuda a un determinado momento temporal, en lugar de hacerlo en base a las necesidades que tenemos o al malestar que se está experimentando.

Sin embargo, ese modus operandi no suele funcionar, lo que hay detrás de ese posponerlo o procrastinarlo seguramente sea miedo. Miedo al cambio, miedo a mirar a los problemas de frente, miedo a salir de la zona de confort, miedo a asumir la responsabilidad de que es momento de hacer cosas nuevas que den solución a los problemas que se nos plantean, ya sean estos de índole emocional, interpersonal, laboral….

Algunos mecanismos de evitación del problema que más frecuentemente observamos en terapia son dejar el cambio para después, relativizarlo o incluso minimizarlo, justificarse, responsabilizar a otros del propio malestar o de la posible solución, dedicarse compulsivamente a otro tipo de tareas que faciliten el escape del problema,… Por lo tanto sabemos que la solución es: “si te da miedo, hazlo con miedo”, el psicólogo trabajará contigo mano a mano para que puedas superarlo.

Como resume muy bien la popular psicóloga Silvia Congost, “el miedo es resistencia al cambio. Debemos entender que los cambios son necesarios para crecer, y que estamos preparados para afrontarlos. Queremos evitar el sufrimiento y por eso nuestro cerebro hace que no demos ciertos pasos, pero no nos damos cuenta de que sin enfrentarnos a los miedos sufrimos igual”.


¿Y cómo influye el Covid-19 en el tema que nos ocupa?

Si en algo estamos de acuerdo los profesionales de la Salud Mental es que este mundo de pandemia ha facilitado que se dispare la intensidad de multitud de estresores: convivencia familiar conflictiva, hacinamiento doméstico, pérdida de trabajo, fallecimiento de seres queridos unido a la prohibición o limitación de aforo por las medidas de seguridad contra el virus a rituales sociales de despedida muy limitados, teletrabajo, conciliación familiar, y un largo etcétera…

Por lo que si durante el segundo semestre de 2020 se ha intensificado ligeramente la afluencia de personas en busca de ayuda profesional no es de extrañar que el 2021 sea un año donde el necesitar de la ayuda de un psicólogo vaya a ser uno de los propósitos o metas estrella.

A pesar de lo cual, si cualquier colega de profesión afirmara que existen dos tipos de personas, los que necesitan ir a terapia y ya están yendo, y a los que les vendría bien ir a terapia, parecería el típico chiste o anécdota que sobredimensiona o sobrepatologiza los problemas emocionales y de la vida diaria. Lo cierto es que, en la actualidad acudir en busca de ayuda profesional para conseguir el tan ansiado bienestar psicológico aún no se encuentra ni tan siquiera a un nivel de normalización parecido al que suele haber con cualquier otro tipo de especialidad de la salud. La salud mental es un tema a día de hoy sigue siendo un tabú.

Entonces, ¿en qué casos podría ser positivo acudir al psicólogo?

Las consultas más frecuentes en terapia suelen ser:

  • Ansiedad o nerviosismo.
  • Estados intensos de tristeza, sentimientos de desesperanza y depresión.
  • Miedos (de cualquier tipo) o fobias.
  • Duelos.
  • Dificultad para el control de impulsos o manejo emocional.
  • Procesos de toma de decisiones y solución de problemas.
  • Autoestima, autoconocimiento y procesos de desarrollo personal.
  • Problemas de pareja.
  • Conflictos interpersonales en contextos que no tienen por qué ser de pareja (familiares, con amigos, en el entorno laboral,…).

Que sean los problemas más frecuentes no significa que sean las únicas causas de malestar que  puedan verse beneficiadas de acudir al psicólogo. Se aconseja que en un primer momento se intente hacer un abordaje particular con los mecanismos de afrontamiento individuales que cada uno de nosotros tenemos; si en ese devenir se evidencian estados de elevada disforia o malestar, nos sentimos sin las herramientas necesarias para abordarlo adaptativamente o el propio intento de solución se está convirtiendo en el problema es cuando realmente sería muy beneficioso tomar la decisión de acudir en busca de ayuda profesional.

¿Qué datos básicos recabar de cara a elegir el profesional al que acudir? Y qué otros no son tan relevantes

Especialidades y corrientes en psicología: por término general la terapia cognitivo-conductual se encuentra en la base de todos los tratamientos empíricamente validados que se han mostrado eficaces a la hora de trabajar los distintos problemas o trastornos mentales. Si bien es cierto, que luego en la práctica clínica habitual el profesional suele servirse de una terapia más integradora (de distintas corrientes teóricas y/o técnicas) que se ajuste a la idiosincrasia del caso.

Además de eso, el profesional encargado de gestionar problemas psicoemocionales a nivel clínico ha de haber conseguido la especialidad clínica vía PIR, ser Psicólogo General Sanitario o haberse habilitado para ejercer.

Complementariamente puede estar formado en temáticas o técnicas concretas, y en franjas poblacionales por edad (infanto-juvenil, población adulta, tercera edad).

Género del terapeuta: a nivel de eficacia terapéutica no se han evidenciado diferencias en efectividad de la terapia en función del género, es decir, la terapia será igual de efectiva independientemente de que tu psicólogo sea hombre, mujer, o cualquier otro código no binario. Eso sí, si de antemano crees que este factor podría influirte en cuánto de cómodo podrías sentirte a la hora de comunicarte y hablar sobre cuestiones personales siéntete libre para pedir que este elemento se adecúe lo máximo posible a tus necesidades.

Edad: la edad del psicoterapeuta no es una variable que influya en la efectividad de la terapia. Sin embargo, los colegas de profesión seguro que más de una vez han vivenciando la sorpresa o duda que expresa el paciente cuando considera que el psicólogo-a es «demasiado joven».

Es importantísimo diferenciar edad del psicólogo del factor experiencia profesional o nivel de conocimientos adquiridos sobre el tema a tratar, la cual sí que se ha demostrado que es una variable influyente a la hora de guiar una terapia de manera exitosa.

Encuadre: características como la frecuencia con la que se considera oportuno seguir las sesiones, enfoque psicológico y método de trabajo, horarios, honorarios, roles que ocuparán terceras personas en la terapia (si las hubiere),…

¿Y qué características son relevantes sobre la persona que acude a consulta? Principalmente, que el paciente esté motivado para el cambio, que se puedan definir objetivos terapéuticos concretos y que haya un compromiso adquirido con la terapia como proceso, no como algo inmediato.

Si por el contrario se es moderadamente reticente al cambio se aconseja dar también el paso, para poder trabajar eso mismo desde terapia. El psicoterapeuta acompañará en ese proceso para pasar de una etapa precontemplativa a otra de cambio activo.

Para ello existe un estilo de asistencia directa, que fue estandarizado por los psicólogos Miller y Rollnick, denominado entrevista motivacional, caracterizado por estar centrado en el cliente, para provocar un cambio en su comportamiento ayudándole a explorar y resolver ambivalencias. Se define principalmente, no por su técnica, sino por su modo, que sigue un estilo que facilita la relación interpersonal.

Aunque en un inicio se enfocara al contexto de las drogodependencias y preparar para el proceso de desintoxicación de éstas, a día de hoy su aplicación se ha generalizado a todos aquellos procesos terapéuticos en los que por el motivo de consulta que sea no se evalúa de forma ajustada cuáles serían las ganancias que se podrían llegar a conseguir o el sujeto se muestra bastante resistente al cambio. Es decir, la entrevista motivacional prepara para el cambio.

¿Cómo será la primera sesión?

La estructura general de una primera sesión se basa en dos objetivos básicos desde los que empezar a enfocar el resto del proceso: conocerse un poquito e ir construyendo la alianza terapéutica, y plantear las primeras hipótesis desde las que comenzar a abordar el caso.

Una de las principales dudas que asaltan a las personas que por primera vez acuden a terapia es ¿qué contar primero? El objetivo de la primera sesión será principalmente definir qué es lo que ha motivado a esa persona a buscar ayuda profesional (problemática actual) para después poder ir analizando qué variables influyen como precipitantes y detonantes de que en el momento presente se evidencie ese problema, también será muy importante poder detectar qué situaciones, estímulos o figuras/relaciones están funcionando como reforzadores o castigos de la conducta problema y en qué esquemas cognitivos se  fundamenta aquello que genera malestar, es decir, se intentaría elaborar en la primera y/o siguientes sesiones un análisis funcional del caso.

Otro de los aspectos a explorar sería el aquí y el ahora de la persona que acude a consulta. Esto consistiría en poder conocer a grandes rasgos cuáles son las principales áreas vitales para ese sujeto. Normalmente las esferas personales a conocer en profundidad suelen corresponderse con núcleo familiar del paciente, situación laboral, relaciones interpersonales y de pareja, amigos y actividades agradables, de tiempo libre y autocuidado.

Por último, y no menos importante por ello, va a ser frecuente explorar intentos de solución previos del problema, ya sean a través de herramientas individuales o si en ocasiones anteriores acudieron a algún psicólogo-a. ¿Esto para qué sirve? Por un lado, se detectan intentos de solución que no han funcionado, es más, incluso podrían estar agudizando el malestar a día de hoy; y por el otro, de haber necesitado ayuda psicológica previa, conocer de qué herramientas está dotada la persona que acude en momento presente a terapia.

¿Y cuál será el cometido del psicólogo? Su prioridad será empezar a construir la relación terapéutica. Esta estará conformada por una alianza cuyo rasgo esencial es la confianza plena, encuadrado en un ambiente seguro y la postura neutra y de no juzgar por parte del terapeuta. No obstante, es muy común que en una primera sesión o incluso en siguientes el paciente aún no se encuentre del todo cómodo para abordar según qué tipo de temas. Tu psicoterapeuta en todo momento respetará que aún no estés preparado, por tanto siéntete libre de marcar tus tiempos y ser el protagonista de la terapia y de tu historia.

En definitiva, estar algo nervioso es bastante habitual en una primera sesión. Date tiempo, como en todas las relaciones interpersonales.

Finalmente, celebramos que en los últimos tiempos no han sido pocas las personalidades públicas que bien en redes o en medios de actualidad han expuesto que han tenido problemas para afrontar adaptativamente situaciones vitales y por ello han dado el paso de acudir al psicólogo. Si ellos, que tienen mayor nivel de alcance poblacional consiguen normalizar el pedir ayuda profesional… ¡bienvenido sea!.

Ahí estaremos los psicólogos para ayudar, trabajar juntos, encontrar respuestas.

¡A proponérselo en 2021!

Escrito por Maite Nieto Parejo

Fuentes: www.psicopedia.org, www.infolibre.es, www.gardetapsicoterapia.es

Terapia del perdón

En el trabajo que realiza un psicólogo, se encuentra con que la cultura popular conecta con nuevos enfoques aplicados de una forma más metódica en el contexto de un proceso terapéutico. Es habitual que se valore socialmente y culturalmente el perdón como un valor importante, tener la capacidad de perdonar a otros está inmerso en nuestra cultura como una habilidad muy positiva.

En los últimos años, también la psicología, tanto en un contexto clínico como de investigación se ha interesado por la función que puede tener el perdonar a alguien que nos atacó u ofendió en el pasado. Desde luego que ante estos comportamientos hacia nosotros es necesario enfadarse y reclamar la reparación del daño, pero cuando han tenido lugar estos pasos, parece que ser capaz de perdonar tiene un gran valor para nuestro bienestar. En un inicio, se comenzó a estudiar más por accidente que de forma intencionada. En el contexto de la terapia psicológica, cuando se daba colateralmente un proceso de perdón al agresor, ciertos componentes emocionalmente muy negativos disminuían en la persona.

¿Cómo funciona este proceso?

foto extraída de pixabay.com
foto extraída de pixabay.com

El perdón es un proceso complejo que necesita de transformaciones profundas en las concepciones que tiene una persona sobre un hecho. Estos cambios incluyen componentes, tanto cognitivos como afectivos, muy importantes. Cuando no se es capaz de perdonar un suceso negativo de la biografía, se despiertan en la persona sentimientos de venganza, rabia y dolor emocional. Aparece un proceso de victimización unido a pensamientos rumiativos respecto del suceso. Toda esta aparición de elementos de gran afecto negativo muchas veces dan lugar a síntomas de ansiedad y de ánimo bajo. Sin embargo, si se facilitan los sentimientos de perdón, este proceso resulta en una emoción filiativa ante la persona que ha cometido el perjuicio. En este cambio, el que causó el daño es visto como un ser multidimensional cuyas acciones estaban mal. Desde este punto de vista, estos actos pueden evocar emociones más cercanas a la calma y la empatía que a las que despertaban antes del perdón.

En algunas ocasiones, se entiende el perdón como un acto de excusar o minimizar el acto que fue perjudicial para uno. A veces incluso parece que significaría olvidar lo que se ha hecho, pero nada más lejos de la realidad, perdonar significa exclusivamente recordar la ofensa desde un nuevo punto de vista en el que no mantengamos un sentimiento tan negativo, liberando al agredido y permitiendo que el daño no se perpetúe en la persona que lo sufrió. En última instancia, se conoce que el perdón no requiere de la reconciliación con la persona que ha infringido el daño. Los beneficios conocidos de éste, son internos de la persona, no se ha encontrado un mayor bienestar si se le suma a este proceso un comportamiento hacia otros.

Una vez descubierto este efecto, en los últimos años se han llevado a cabo múltiples investigaciones en las que se ha fomentado la presencia del perdón en la terapia psicológica. En ocasiones como un objetivo terapéutico o bien como una intervención en sí mismo. Se han descubierto efectos positivos para la salud tanto física como mental al darse una facilitación del perdón. Aunque aún no ha sido completamente establecido el funcionamiento, sí se hipotetiza que la mejoría en la salud y el bienestar vendrían dados por la activación de emociones positivas que pudieran calmar el sistema nervioso, dando lugar a una reducción en los niveles de estrés, hostilidad y rumiación.

La aplicación de esto en la terapia aún no se ha desarrollado plenamente, y es interesante la presencia de éste como un enfoque nuevo, por ejemplo, en terapia de pareja, cuando hay daños que necesitarían repararse para un crecimiento de la relación. También se ha observado su capacidad de mejora en otros contextos, como en procesamiento de eventos traumáticos. Se suma a estas funciones cuando podemos también hablar de “auto-perdón”, el cual podría ser un facilitador del cambio hacia el bienestar cuando hablamos situaciones de abuso de sustancias, o cuando una persona se inflige daño a sí misma.

Como podemos ver, la complejidad del ser humano lleva a que desarrolle sistemas culturales que fomentan el bienestar de sus individuos, pero si conocemos de una forma más metódica los efectos de éstos, podemos aplicarnos en que aparezcan de una forma intencionada y así aprender a sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás.

Escrito por Lara Pacheco

ResearchBlogging.org

Meneses, C. W., & Greenberg, L. S. (2015). Forgiveness: A route to healing emotional injuries and building resiliency. Couple Resilience, 179-196 DOI: 10.1007/978-94-017-9909-6_10

 

Wade, N. G., Post, B. C., & Cornish, M. A (2011). Forgiveness therapy to treat embitterment: a review of relevant research. Embitterment, 197-207 DOI: 10.1007/978-3-211-99741-3_16

Webb, J., Hirsch, J., & Toussaint, L. (2015). Forgiveness as a positive psychotherapy for addiction and suicide: Theory, research, and practice. Spirituality in Clinical Practice, 2 (1), 48-60 DOI: 10.1037/scp0000054

Si tu hijo o hija va a terapia, evita decirle esto

Habitualmente, los padres acuden a un psicólogo para sus hijos como último recurso, tras haber hecho grandes esfuerzos e intentos por mejorar la situación. Cuando se inicia el trabajo terapéutico, los padres pueden sentirse indefensos, asustados, enfadados e incluso avergonzados. En este estado de cierto agotamiento y desesperanza, pueden transmitirle cosas a sus hijos acerca de la terapia un tanto contraproducentes. A continuación, citamos algunos comentarios que los padres y madres hacen a sus hijos comúnmente, los cuales no suelen ser útiles en el proceso terapéutico. Ser padre puede llegar a ser muy estresante, por lo que no se trata de juzgar o culpar por decir algo poco recomendable. A diferencia de esto, la clave está en aprender de los errores y apoyar a los hijos de la mejor manera que se pueda.

  •   «El psicólogo (o la psicóloga) va a ayudarte con tus problemas, tú necesitas ayuda».

    Foto: phillypsychology.com
    Foto: phillypsychology.com

    Debemos tener cuidado con este tipo de afirmaciones, pues podemos tender a patologizar al niño y hacerle sentir vergüenza. Se da a entender que el niño tiene la culpa y que la terapia es el castigo por actuar o comportarse de forma indeseada.

  • «Nosotros no podemos ayudarte más porque tu problema es demasiado grande». Del mismo modo, esta frase envía un mensaje no deseado de que la problemática es demasiado grave y los padres no son capaces de controlarme a mí y a mis problemas. Mejor decir: «Vamos a trabajar y ocuparnos juntos de estos problemas».
  • «Tenemos que ir a la terapia porque tu padre o tu madre nos ha abandonado». En este caso, este tipo de comentarios genera bandos, una mentalidad del «nosotros contra él o ella». Una alternativa más útil para tu hij@ será: «Vamos a hablar con una persona que pueda ayudarte a hablar y entender los cambios en nuestra familia.» «Vamos a acudir a un psicólogo que pueda ayudarte a hablar de tus preocupaciones y tus sentimientos, porque estamos pasando por un momento difícil».
  • «Tienes que ir a terapia porque desde el divorcio has estado realmente emotivo y eres difícil de tratar». Esta declaración genera culpa en el niño y no le da alternativas de expresión emocional. Un comentario más acertado sería: «Mamá y yo hemos notado que nuestro divorcio ha sido muy duro para ti y pensamos que sería de gran ayuda para todos tener una ayuda extra»
  • «Si no me haces caso ahora, voy a llamar a tu terapeuta!» ó «tu psicólog@ va a estar tan decepcionado contigo por esto…». Este tipo de declaraciones son potencialmente perjudiciales para el niño porque le dificulta sentir confianza y seguridad con el profesional, especialmente si sienten que es «ellos contra mí”. La terapia es un lugar seguro y neutral para que los niños exploren sus preocupaciones, sentimientos, comportamientos y su mundo.

A veces los padres también hacen algunas declaraciones al psicólogo que, si bien su intención es compartir información valiosa o alentar a sus hijos a hablar, estos comentarios suelen causar vergüenza en los niños. Sienten que sus padres hablan de ellos y no tienen ningún control sobre la información personal que se comparte sobre ellos. Ejemplos de esto podría ser: “cuéntale al psicólogo que ha pasado hoy en el colegio», o directamente lo explican ellos.

Esto, de nuevo, hace que la terapia parezca un castigo. En cambio, la terapia no es una sanción y el psicólogo tampoco está molesto con los niños por su comportamiento. Es mejor dejar que los niños expresen en sus propias palabras lo que pasó y cómo fue la experiencia para ellos. En general, es importante ser conscientes de los comentarios que se hacen directamente a los hijos y los que se hacen al terapeuta cuando están los niños presentes. A veces olvidamos que los niños tienen una gran capacidad para escuchar. Algunos padres muestran sus frustraciones por tener que gastar dinero en terapia y emplear tiempo en traer y llevar a su hijo a la misma. Los niños recogen estas frustraciones y sentimientos negativos.

Ser padres es estresante. Es especialmente estresante y difícil cuando tu hijo necesita terapia. Pero las palabras son poderosas. Y pueden afectar el modo en que tu hijo se siente acerca de la terapia y de sí mismo.

Los padres pueden ayudar a su hijo en el proceso mediante el refuerzo de que la terapia no es un castigo, ni tampoco es porque los hijos (ni los padres) han fallado de alguna manera. La terapia es un lugar seguro para encontrar apoyo y a un adulto imparcial dispuesto a escuchar, no es un lugar para juzgar.

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por María Rueda