El modus operandi de un manipulador

Extraída de www.gaiashare.com
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Imagina un escenario de trabajo. Un jefe quiere que uno de sus trabajadores haga una función que no es suya por puesto, que no está sujeta a ningún convenio y por la que encima hará horas extras, que el jefe no está dispuesto a pagar. Imagina que va hacia sus víctimas, dispuestas a convencerlas, bien por su puesto de superioridad, bien por su capacidad oratoria. Imagina ahora que utiliza, además, su capacidad de manipulación: de manera sutil, sin que éstos se den cuenta, va consiguiendo que sus empleados vayan cediendo en pequeñas actividades; al principio son inofensivas y las víctimas no les importa ceder…es el principio para que el manipulador más tarde pueda pedir más. Si al principio era de manera formal; poco a poco las peticiones se hacen más agresivas, incluso puede utilizar algún tipo de violencia (verbal o psicológica, mayoritariamente en estos contextos), que sorprenden a sus empleados. Sin embargo, y a pesar de que son conscientes de que sus peticiones no son adecuadas (e incluso exageradas), el jefe ya ha ido minando su capacidad crítica; de manera que no están seguros si la reivindicación de sus derechos es justa. El jefe manipulador, además, tenderá a culpabilizarles por no hacer su trabajo (que no es el suyo, sus funciones han sido excedidas), aduciendo que es una petición “legítima”, y que él tiene el deber de recodárnoslo (creando una situación  fragante de poder)… en efecto, tenemos un escenario de abuso. Es más frecuente de lo que parece. Ahora vamos a clarificar más detenidamente su modus operandi para que podáis identificarlo. Y recordad…no sólo se produce en los contextos laborales.

  1. En el principio, es cuestión de elección. Las personas manipuladoras no son más inteligentes que el resto, ni siquiera tienen una capacidad inaudita para la retórica. El manipulador tiene un importante déficit de habilidad social, y sólo utiliza esas formas porque es incapaz de comunicarse adecuadamente, y de conseguir sus objetivos de una manera correcta. Por ello, cuando se presente una oportunidad propicia, el manipulador elegirá dónde y con quién ejercer su manipulación.
  2. Nos dejará hablar y buscará nuestras debilidades. El manipulador es bastante selectivo; como ya hemos dicho, sus acciones primeramente son sutiles, casi imperceptibles…el manipulador sondea a su alrededor y a varias personas, y les deja hablar…de cosas cotidianas, de sus gustos, preferencias…de sus valores, de su forma de ser…va haciendo una lista. Donde nosotros las llamamos cualidades, él las denomina “debilidades”. Y esas debilidades son las que utilizará más adelante para desarmarnos.
  3. “Deformación de los datos”. El manipulador comenzará a pedir sus objetivos con pequeñas excusas, con peticiones sencillas…habrá algún problema y te pediré algún favor. Deformará la realidad, o te hablará de necesidades inmediatas. Podrá mentirte, más tarde será descarado, exagerando tu participación y aportación. Te tendrá ganado.
  4. Primeras señales de manipulación agresiva: hará alusión a una superioridad intelectual. Cuando el manipulador ya nos está pidiendo favores que exceden a nuestras funciones, empezará a intimidarnos intelectual: no entendemos sus motivos, pero nos impondrá hechos, estadísticas, procedimientos y trámites burocráticos del que nosotros, las víctimas,  sabemos poco y de los cuales no podemos olvidar…para no dejarlos de cumplir. Empezaremos a sentir miedo, abrumados de las consecuencias y sin capacidad posible de defensa.
  5. La violencia empieza por un buen discurso. En ese escenario de miedo e inseguridad de los trabajadores, el manipulador tenderá a “perder los papeles” de una manera muy planificada: sus discursos se caracterizarán por frecuentes elevaciones de la voz y con un lenguaje corporal rotundo y sin miramientos. Esto se apoyará en peticiones directas y agresivas, en las que deja muy poca capacidad de decisión sus víctimas y muy poco tiempo para decidir (incluso en el momento)…la capacidad de decisión y de reivindicación crítica se verá mermada por lo directo de la situación (y por las emociones negativas que nos despierta) y entonces cederemos. El manipulador irá repitiendo esta situación cada vez más y más.
  6. Si titubeas y no cedes en ese momento, tendrá preparadas sorpresas. En efecto, por si fuera ya poco todo esto, cada vez que te pida cosas te irá preparando sorpresas (“el martes y jueves pasado me dijeron que …”) a las que te costará reaccionar por lo inesperado de la información ….no sólo eso, sino que empezará ridiculizar tus acciones y tus funciones, con amenazas constantes de unas consecuencias fatales (que nunca llegarán) con tal de que hagas los que ellos digan. Dejarán de ser sólo manipuladores para ser agresores manifiestos
  7. Y nosotros tendremos la culpa…la persona manipulada tenderá a intentar llegar a un acuerdo para que se acaben los abusos. Pero el manipulador no contestará a ningún e-mail de conciliación, y tenderá a decir que “no nos entiende, que no nos estamos explicando bien, nada bien…y de que nosotros no estamos poniendo nada de nuestra parte, con lo que ha hecho por nosotros”. Nos hará sentirnos vulnerables, y nos impedirá defendernos. Aludirá a nuestra previa simpatía y relación, y no dudará en adoptar un papel de víctima por nuestros desplantes y continuos errores…así una y otra vez, creando un escenario durísimo para la persona manipulada.

Recordad: el objetivo de todo manipulador es conseguir sus objetivos, siendo nosotros instrumentos para llegar a unos fines desproporcionados e injustos. Ellos no se detendrán por que lo ven legítimo, es “su modus operandi”. Nosotros somos los que podemos decir basta. Nuestros derechos sí son importantes.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: Psychology today

Cómo el estrés acaba con la satisfacción

Es frecuente sentir que cuando llevamos un tiempo estresados, perdemos la energía para hacer cualquier cosa. Habitualmente sentimos una especie de cansancio mental e incluso cosas que habitualmente nos gustaba hacer comienzan a ser menos atractivas para nosotros.

Sin embargo es frecuente, especialmente en el contexto empresarial, que se tome el estrés como un facilitador de rendimiento. En muchas ocasiones podría parecer que una circunstancia de estrés nos mueve hacia la solución y es prácticamente motivadora. En psicología se conoce, según la “ley de Yerkes-Dodson” que nuestro rendimiento es mejor ante un aumento moderado de ansiedad. Pasado este punto óptimo, la ansiedad disminuye el rendimiento de manera brusca.

¿Todo esto significa que cuando nos estresamos al máximo finalmente nos acabamos desmotivando? En este caso, se conoce un poco menos del funcionamiento, pero sí está bastante claro que no es cuestión del nivel de intensidad del estrés. Los factores determinantes para sentirnos desmotivados es que sea un estrés crónico y/o que los eventos estresantes sean incontrolables.

Fotografía extraída de pixabay.com
Fotografía extraída de pixabay.com

De hecho, se han descrito con bastante precisión algunos de los circuitos cerebrales que funcionan en este proceso y cómo lo hacen. Cuando el estrés se convierte en crónico e incontrolable, lo que observamos es que se deteriora la regulación del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA). Este eje es el que se considera responsable de nuestras respuestas adaptadas al estrés.

Por otra parte, este eje se regula a su vez por el núcleo paraventricular, el que en respuesta a situaciones de dolor o de rechazo social, libera sustancias que tiene nuestro propio cerebro para sentirnos bien (opioides endógenos). De esta forma, la respuesta de este eje desaparece tras haberlo necesitado en el momento puntual de estrés. Pero el núcleo paraventricular tiene una respuesta especial cuando los eventos estresantes se repiten, y acaba por funcionar de forma poco adecuada.

Cuando deja de responder, hace varias cosas sobre nosotros que a nivel de autopercepción se parecen mucho a cosas que pueden ocurrir cuando estamos poco motivados. Por una parte, cuando este núcleo funciona peor, un evento estresante agudo amplifica su efecto emocional sobre nosotros. Además puede aumentar el efecto depresivo en que derivan habitualmente este tipo de eventos.

También sabemos que, gracias a este núcleo, se facilita la actividad de otro bien conocido, el accumbens. Este núcleo se conoce por “el centro del placer” y está muy implicado en la sensación de recompensa o satisfacción por algo. Si el núcleo paraventricular tiene su actividad atenuada, podría estar también atenuando la actividad del núcleo accumbens. Si no logramos obtener una sensación de recompensa al hacer cosas que habitualmente nos gustan, es bastante probable que nos sintamos poco motivados por hacerlo.

Por último, y consistentemente con lo anterior, se ha demostrado que la exposición prolongada a estresores incontrolables lleva a una regulación a la baja de las vías dopaminérgicas mesolímbicas, y a una respuesta reducida a las cosas gratificantes.

Visto así, si nuestros circuitos cerebrales han cambiado por un periodo de estrés crónico e incontrolable, ¿acaso vamos a permanecer siempre con una respuesta de gratificación atenuada? ¿Será imposible volver a sentir motivación?

Bueno, los circuitos cerebrales se afectan por el ambiente tanto para bien como para mal. Así pues, podemos hacer cambios sobre lo que nos está produciendo este estrés para que nuestro núcleo paraventricular responda de nuevo eficazmente. Reducir este nivel hará que de nuevo nuestro núcleo accumbens nos dé gratificaciones ante las cosas que nos agradan. Y no sólo eso, en ocasiones es difícil reducir el estrés en sí mismo, pero podemos aumentar la sensación de controlar la situación estresante, lo que restablecerá la respuesta de las vías dopaminérgicas mesolímbicas. E iremos sintiendo de nuevo que lo que hacemos nos motiva y nos sentiremos gratificados por hacer cosas.

Fuente: ncbi.nlm.nih.gov; harvard.edu

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.orgHsu DT, Kirouac GJ, Zubieta JK, & Bhatnagar S (2014). Contributions of the paraventricular thalamic nucleus in the regulation of stress, motivation, and mood. Frontiers in behavioral neuroscience, 8 PMID: 24653686
Pizzagalli DA (2014). Depression, stress, and anhedonia: toward a synthesis and integrated model. Annual review of clinical psychology, 10, 393-423 PMID: 24471371

Castigo físico o parentalidad positiva

Las actitudes sobre la forma en que se transmite la disciplina a los niños ha dado un giro de 180 grados en los últimos 60 años; dar una bofetada u otras formas de castigo corporal – es decir, ejercer fuerza física para infligir un dolor de forma deliberada – es ilegal en cualquier contexto en 46 países (entre los cuales se encuentra España).

Estos cambios culturales han sido posibles gracias, en gran parte, a la creciente evidencia sobre el efecto dañino sobre los niños y sobre las relaciones entre padres e hijos. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, muchos países, incluyendo el Reino Unido, los EE.UU. y Australia, todavía permiten el castigo corporal dependiendo de la situación en la que se dé, como por ejemplo si se produce dentro del hogar. Por otra parte, muchas personas todavía respaldan esta práctica: por ejemplo, en una encuesta de 2011, más del 40 por ciento de los padres británicos dijeron que habían golpeado a sus hijos.

En un estudio realizado en la Comunidad de Madrid (España. Año 1998) sobre la incidencia del castigo físico se recoge que el 27.7% de los padres reconoce haber pegado a sus hijos en el último mes, a una media de tres veces por mes y el 2.7% reconocía haber propinado golpes fuertes. Este estudio concluía que cuanto mayor es el grado de autoritarismo de la persona, más justifica las distintas formas de violencia. En esta misma línea, en un reciente estudio, los psicólogos de la Universidad australiana de Queensland, Antonia Kish y Peter Newcombe, afirman que al menos, parte de la razón por la que los padres ejercen la fuerza física sobre sus hijos se asienta sobre la creencia de muchas personas en FALSOS MITOS en torno a dicha forma de aplicar la disciplina, tales como:

– El castigo corporal es inofensivo.

Extraída de asociacionsina.org
Extraída de asociacionsina.org

– El uso del castigo corporal en ocasiones para disciplinar a un niño no causa daño a un niño.

– El uso del castigo corporal enseña al niño a ser responsable y ayuda a forjar su carácter.

– No es realista pensar que los padres no deben usar nunca el castigo corporal para ejercer disciplina.

– El castigo corporal es más eficaz que otros métodos de disciplina

– El castigo corporal se utiliza para educar a niños y niñas.

– El castigo corporal es lo único que comprenden los niños.

– Sin el uso del castigo corporal, los niños estarán mal educados y se comportarán como salvajes.

– El castigo corporal enseña a un niño a respetar a los demás.

– El castigo corporal debe ser utilizado para disciplinar a un niño cada vez que se porta mal.

Con el objetivo de crear un cuestionario y validarlo, los investigadores les preguntaron a 366 estudiantes universitarios acerca de su postura al respecto de las 10 afirmaciones anteriores (mitos), su hipotética disposición a ejercer el castigo físico en diversas situaciones, así como diversos constructos psicológicos relacionados, tales como el autoritarismo (reflejadas en la creencia de que “La obediencia y el respeto a la autoridad son las virtudes más importantes que un niño debe aprender”), el conservadurismo, la falacia del mundo justo (“obtengo aquello que me merezco”) y la visión de la ética del trabajo (“Sentirse disgustado por el trabajo duro refleja debilidad de carácter”).

Los investigadores señalaron que aquellos que aprobaban los mitos sobre el castigo físico mostraban mayor disposición (hipotética) a usar la violencia, así como puntuaciones elevadas en la evaluación de los constructos psicológicos descritos anteriormente. Los investigadores describieron este trabajo como exploratorio y reconocieron sus limitaciones, sin embargo constituye un buen paso para la obtención de un cuestionario útil para futuras investigaciones en el área, así como para predecir las intenciones de los padres para utilizar el castigo físico con sus hijos.

La Organización No Gubernamental “Save the Children” propone tres argumentos básicos para eliminar el castigo físico y psicológico como a los niños y niñas:

• El castigo físico o psicológico constituye una vulneración del derecho del niño a su integridad física, a ser protegido contra toda forma de violencia, tal como establece la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas.

El castigo físico y psicológico es una forma de violencia contra los niños y niñas aceptada socialmente y en muchos países también legalmente.

Siempre hay una alternativa para educar, corregir o establecer disciplina sin necesidad de recurrir al castigo físico o psicológico.

De estos tres principios surge la llamada Parentalidad Positiva, perspectiva desde la cual se considera que el vínculo afectivo que se establece entre los padres y los hijos tiene un gran peso en el bienestar presente y futuro del niño. Un buen vínculo genera seguridad en los niños, algo fundamental en el correcto desarrollo, el establecimiento de la autoestima y la formación de la personalidad. Según Save the Children, la parentalidad positiva se asienta sobre tres premisas:

  1. Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo.
  2. Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres, sentirse protegidos y guiados
  3. Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos, gritos, amenazas o insultos.

¡Qué así sea!

Fuentes:
ResearchBlogging.org  Kish, A., & Newcombe, P. (2015). “Smacking never hurt me!” Personality and Individual Differences, 87, 121-129 DOI: 10.1016/j.paid.2015.07.035

 

BPS Resarch Digest

Save the Children – Horno Goicoechea, P. (2007) Castigo Fśico y Psicológico en España: Incidencia, voces de los niños y niñas y situación legal. Informe Nacional, Contribución de Save the Children España al estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/76/informeSC.pdf

Save the Children (2012) Principios sobre parentalidad positiva y buen trato. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/524/SC_PARENTALIDAD_PRINCIPIOS_vOK.pdf

Escrito por María Rueda

Terapia del perdón

En el trabajo que realiza un psicólogo, se encuentra con que la cultura popular conecta con nuevos enfoques aplicados de una forma más metódica en el contexto de un proceso terapéutico. Es habitual que se valore socialmente y culturalmente el perdón como un valor importante, tener la capacidad de perdonar a otros está inmerso en nuestra cultura como una habilidad muy positiva.

En los últimos años, también la psicología, tanto en un contexto clínico como de investigación se ha interesado por la función que puede tener el perdonar a alguien que nos atacó u ofendió en el pasado. Desde luego que ante estos comportamientos hacia nosotros es necesario enfadarse y reclamar la reparación del daño, pero cuando han tenido lugar estos pasos, parece que ser capaz de perdonar tiene un gran valor para nuestro bienestar. En un inicio, se comenzó a estudiar más por accidente que de forma intencionada. En el contexto de la terapia psicológica, cuando se daba colateralmente un proceso de perdón al agresor, ciertos componentes emocionalmente muy negativos disminuían en la persona.

¿Cómo funciona este proceso?

foto extraída de pixabay.com
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El perdón es un proceso complejo que necesita de transformaciones profundas en las concepciones que tiene una persona sobre un hecho. Estos cambios incluyen componentes, tanto cognitivos como afectivos, muy importantes. Cuando no se es capaz de perdonar un suceso negativo de la biografía, se despiertan en la persona sentimientos de venganza, rabia y dolor emocional. Aparece un proceso de victimización unido a pensamientos rumiativos respecto del suceso. Toda esta aparición de elementos de gran afecto negativo muchas veces dan lugar a síntomas de ansiedad y de ánimo bajo. Sin embargo, si se facilitan los sentimientos de perdón, este proceso resulta en una emoción filiativa ante la persona que ha cometido el perjuicio. En este cambio, el que causó el daño es visto como un ser multidimensional cuyas acciones estaban mal. Desde este punto de vista, estos actos pueden evocar emociones más cercanas a la calma y la empatía que a las que despertaban antes del perdón.

En algunas ocasiones, se entiende el perdón como un acto de excusar o minimizar el acto que fue perjudicial para uno. A veces incluso parece que significaría olvidar lo que se ha hecho, pero nada más lejos de la realidad, perdonar significa exclusivamente recordar la ofensa desde un nuevo punto de vista en el que no mantengamos un sentimiento tan negativo, liberando al agredido y permitiendo que el daño no se perpetúe en la persona que lo sufrió. En última instancia, se conoce que el perdón no requiere de la reconciliación con la persona que ha infringido el daño. Los beneficios conocidos de éste, son internos de la persona, no se ha encontrado un mayor bienestar si se le suma a este proceso un comportamiento hacia otros.

Una vez descubierto este efecto, en los últimos años se han llevado a cabo múltiples investigaciones en las que se ha fomentado la presencia del perdón en la terapia psicológica. En ocasiones como un objetivo terapéutico o bien como una intervención en sí mismo. Se han descubierto efectos positivos para la salud tanto física como mental al darse una facilitación del perdón. Aunque aún no ha sido completamente establecido el funcionamiento, sí se hipotetiza que la mejoría en la salud y el bienestar vendrían dados por la activación de emociones positivas que pudieran calmar el sistema nervioso, dando lugar a una reducción en los niveles de estrés, hostilidad y rumiación.

La aplicación de esto en la terapia aún no se ha desarrollado plenamente, y es interesante la presencia de éste como un enfoque nuevo, por ejemplo, en terapia de pareja, cuando hay daños que necesitarían repararse para un crecimiento de la relación. También se ha observado su capacidad de mejora en otros contextos, como en procesamiento de eventos traumáticos. Se suma a estas funciones cuando podemos también hablar de “auto-perdón”, el cual podría ser un facilitador del cambio hacia el bienestar cuando hablamos situaciones de abuso de sustancias, o cuando una persona se inflige daño a sí misma.

Como podemos ver, la complejidad del ser humano lleva a que desarrolle sistemas culturales que fomentan el bienestar de sus individuos, pero si conocemos de una forma más metódica los efectos de éstos, podemos aplicarnos en que aparezcan de una forma intencionada y así aprender a sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás.

Escrito por Lara Pacheco

ResearchBlogging.org

Meneses, C. W., & Greenberg, L. S. (2015). Forgiveness: A route to healing emotional injuries and building resiliency. Couple Resilience, 179-196 DOI: 10.1007/978-94-017-9909-6_10

 

Wade, N. G., Post, B. C., & Cornish, M. A (2011). Forgiveness therapy to treat embitterment: a review of relevant research. Embitterment, 197-207 DOI: 10.1007/978-3-211-99741-3_16

Webb, J., Hirsch, J., & Toussaint, L. (2015). Forgiveness as a positive psychotherapy for addiction and suicide: Theory, research, and practice. Spirituality in Clinical Practice, 2 (1), 48-60 DOI: 10.1037/scp0000054

El sabor de la derrota

Tradicionalmente desde la psicología hemos estudiado el efecto que tienen las emociones sobre los comportamientos en el ser humano, ya que es aquí donde más plenamente se manifiestan. Por ello, actualmente es bastante conocido el hecho de que sentir diferentes estados emocionales es señal de que hay alguna necesidad que no estamos cubriendo, por ello la principal función de éstas es ponernos en marcha para lograr eso que nos falta o eliminar aquello que no nos conviene.

Más recientemente, se ha comenzado a estudiar cómo estos estados emocionales modifican también nuestra percepción del mundo. En general, se ha observado que un estado emocional proporciona en nosotros una coherencia con lo que percibimos. Esto significa que si estamos tristes tenderemos a atender más a estímulos negativos, o a recordar con mayor probabilidad los acontecimientos negativos que los positivos. Si estamos estresados, o algo nos causa miedo, es más probable que veamos los peligros y amenazas que tenemos delante.

Sin embargo, estas percepciones han sido estudiadas principalmente mediante los sentidos de la vista o el oído, no tomando demasiado en cuenta otras formas de conectar con el mundo, ya que son menos relevantes para el ser humano, como son el tacto o bien el gusto. Actualmente se está comenzando a ampliar el campo de estudio de las emociones con respecto a estos sentidos, del mismo modo que comenzamos a incluir el estudio de una emoción tan importante para el ser humano como es el asco, tradicionalmente poco investigada.

Entre estos nuevos escenarios para la investigación, el estudio de la percepción del sabor ha dado lugar a un curioso estudio en la Universidad de Cornell. En ella, los investigadores querían comprobar si los estados emocionales podían alterar la percepción de los sabores. Para ello, sólo utilizaron los sabores dulce, amargo, salado y ácido, así como un estado emocional positivo o negativo.

Fotografía extraída de www.eatlivelife.com
Fotografía extraída de www.eatlivelife.com

Una parte importante de esta investigación consistía en elicitar los estados emocionales de los participantes de forma natural, puesto que eran inducidos por la victoria o derrota de su equipo de hockey. Ya ha sido demostrado por la ciencia (aunque por sentido común, ya sabíamos esto) que para los aficionados al deporte el que su equipo gane o pierda induce emociones positivas o negativas, respectivamente.

Lo que encontraron tiene mucho que ver con la coherencia emocional, pero en esta ocasión aplicada al sentido del gusto. Aunque en general, el sabor dulce gustaba más que el ácido, esto se encontraba más resaltado cuando su equipo había perdido. Cuando el equipo se había alzado con la victoria, los participantes del experimento eran más tolerantes con sabores naturalmente poco agradables, como es el sabor ácido. Sin embargo, cuando habían perdido, parece que la percepción de la acidez se hacía aún más ácida, dando lugar a un mayor rechazo.

De este modo, los estados emocionales negativos, de acuerdo con lo anteriormente comentado sobre la coherencia emocional, incrementarían los sabores “negativos”. Aún siendo estos resultados bastante preliminares, esta información nos da muchas pistas sobre temas tan serios como la influencia del estado de ánimo en los trastornos de la conducta alimentaria, como probablemente un estado emocional negativo está generando también cierto efecto sobre la pura percepción de los sabores en las personas que los padecen y ejerciendo a este respecto también una influencia sobre el proceso de recuperación. Esta investigación también nos permite entender con más profundidad el funcionamiento de otros eventos más triviales: el efecto “comer helado en tu sofá, en pijama, cuando has sufrido algún tipo de fracaso”.

Constantemente surgen nuevos resultados provenientes de investigaciones sobre la emoción, de la que aún desconocemos mucho, si atendemos a los distintos avances, cada vez podremos entender mejor el complejo e intrincado resultado de las mismas.

Fuente news.cornell.edu

ResearchBlogging.org
Noel C, & Dando R (2015). The effect of emotional state on taste perception. Appetite, 95, 89-95 PMID: 26122754

 

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Esto te puede pasar si no aprendes a expresar tu enfado

Los psicólogos decimos frecuentemente que es importante identificar y expresar las emociones que sentimos. Desde luego que es extremadamente importante sentirnos orgullosos de nosotros mismos, felices, y aprender a buscar las situaciones que nos pueden hacer reír. Pero también es necesario e importante conocer y manejar las emociones negativas. Conocer nuestros miedos, lo que nos avergüenza, qué cosas o situaciones nos producen tristeza y por supuesto, entender y gestionar aquello que nos enfada.

foto extraída de pixabay.com
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En nuestra cultura está sólo moderadamente permitido expresar la ira. Sí es cierto que está algo más normalizado entre los hombres que entre las mujeres, pero en muchas ocasiones, dependiendo del contexto en el que nos hayamos criado, tendremos más o menos la tendencia a suprimir esta emoción.

Si lo pensamos fríamente, no parece que sea la mejor solución para aliviarnos el esconder que nos sentimos así, pero muchas veces simplemente por no dañar a los otros, o porque pensamos que pasará más fácilmente si no lo atendemos, nos forzamos a suprimir esta emoción sin prestar atención a las necesidades que nos estaba señalando.

Si no parece suficientemente doloroso apretar los dientes y callar ante las cosas que nos hacen estar enfadados, hacer esto tiene otras consecuencias que pueden terminar por convencerte de que sería mejor aprender a gestionar tu enfado de otra forma. Si tenemos que elegir, parece que ni resignarnos a esta emoción ni tratar de suprimirla es algo que funcione, sino más bien hacer una reevaluación de la situación. Pensarla de otro modo, si no podemos cambiarla, o bien escuchar nuestras emociones y modificar la situación que nos está enfureciendo.

En sí misma, la emoción de ira causa en nosotros una activación en el cuerpo que nos prepara para la lucha, en muchos aspectos es similar al miedo o a la ansiedad. Tendremos una mayor tasa cardiaca, respiración y tensión muscular, así como un aumento de cortisol. ¿Dónde va toda esa activación si no nos permitimos sentirnos así? ¿Qué ocurre en nuestro cuerpo cuando suprimimos el enfado?

Cáncer

En algunas investigaciones se ha postulado que una muy baja expresión de ira podría dar lugar a la aparición de procesos de cáncer así como la disminución de células que pueden actuar contra éstos. La metodología de estos estudios no permite en sí mismo relacionar los procesos cancerosos como una consecuencia de la supresión de la ira, si parece que la relación indica que la adecuada expresión podría actuar de algún modo aún no conocido en el desarrollo de esta enfermedad.

Aumentar el dolor

En lo que se ha llamado la teoría del proceso irónico, se ha comprobado repetidamente que el intento de suprimir la ira, al igual que otras emociones negativas, paradójicamente da lugar a un mejor acceso atencional a la emoción de enfado. Este proceso, además, aumenta la atención a las sensaciones de dolor, haciéndolas más disponibles y además más dolorosas. Se ha encontrado que ante los problemas de dolor crónico, como es lógico, el hecho de suprimir la emoción de enfado da lugar a un mayor dolor.

Trastornos del Comportamiento Alimentario

Aunque tampoco ha sido estudiado con detenimiento, parece que una adecuada expresión de sentimientos de ira en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria se vio unida a un proceso de recuperación en la que se incluían diversos tratamientos así como un aumento del índice de masa corporal. Parece que podría ser un factor relevante, y merece la pena tenerlo en cuenta.

Camino hacia la depresión

Aunque tampoco tenemos unas conclusiones muy claras, por una parte, tendría sentido que al ser una respuesta de activación del sistema simpático, tal y como lo es el estrés o la ansiedad, acabe derivando en un proceso depresivo. Además, se ha encontrado en diversos artículos científicos que la supresión de la expresión de la ira podría ser un factor mediador para el aumento de síntomas depresivos.

Desde luego, conociendo lo que puede causarnos el no gestionar adecuadamente un sentimiento de ira, parece bastante claro que tratar de esconderla no es una buena opción, aunque culturalmente no termine de estar aceptado, si existe es necesaria, si escuchas tus necesidades, dejarás de sentirla.

 

Fuentes www.ncbi.nlm.nih.gov, http://www.tandfonline.com, http://www.sciencedirect.com/.

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

 

ResearchBlogging.org

Abbate-Daga, G., Marzola, E., Gramaglia, C., Brustolin, A., Campisi, S., De-Bacco, C., Amianto, F., & Fassino, S. (2012). Emotions in Eating Disorders: Changes of Anger Control After an Emotion-focused Day Hospital Treatment European Eating Disorders Review, 20 (6), 496-501 DOI: 10.1002/erv.2199

Langner, C., Epel, E., Matthews, K., Moskowitz, J., & Adler, N. (2012). Social Hierarchy and Depression: The Role of Emotion Suppression The Journal of Psychology, 146 (4), 417-436 DOI: 10.1080/00223980.2011.652234

Penedo FJ, Dahn JR, Kinsinger D, Antoni MH, Molton I, Gonzalez JS, Fletcher MA, Roos B, Carver CS, & Schneiderman N (2006). Anger suppression mediates the relationship between optimism and natural killer cell cytotoxicity in men treated for localized prostate cancer. Journal of psychosomatic research, 60 (4), 423-7 PMID: 16581368

Quartana PJ, & Burns JW (2007). Painful consequences of anger suppression. Emotion (Washington, D.C.), 7 (2), 400-14 PMID: 17516817

Quartana PJ, Yoon KL, & Burns JW (2007). Anger suppression, ironic processes and pain. Journal of behavioral medicine, 30 (6), 455-69 PMID: 17712618

Szasz, P., Szentagotai, A., & Hofmann, S. (2011). The effect of emotion regulation strategies on anger Behaviour Research and Therapy, 49 (2), 114-119 DOI: 10.1016/j.brat.2010.11.011

Thomas SP, Groer M, Davis M, Droppleman P, Mozingo J, & Pierce M (2000). Anger and cancer: an analysis of the linkages. Cancer nursing, 23 (5), 344-9 PMID: 11037954

La escritura expresiva aumenta el bienestar

En la práctica de la psicología se pueden utilizar técnicas muy diversas para mejorar la calidad de vida y el bienestar de las personas que acuden a terapia. Una de estas opciones para la mejora emocional es la escritura expresiva. Algunas personas acostumbradas a escribir un diario la desarrollan por sí mismos, lo que les produce beneficios similares. Pero ¿cómo funciona la escritura expresiva?

Aunque los resultados de los estudios sobre escritura expresiva no terminan de ser concluyentes, en muchas ocasiones sí se encuentra una mejora significativa en el bienestar al realizar esta tarea de una forma concreta. De entre los diferentes estudios realizados, resulta llamativo que las mayores mejoras aparezcan en la salud física, más que en el campo emocional. Esto se puede traducir en menos visitas al médico, mejora del sistema inmune, de la función respiratoria o mejora de la presión sanguínea.

Extraído de www.4ccomunicacion.com
Extraído de www.4ccomunicacion.com

En primer lugar se planteó que esta técnica constituye una forma de expresión válida sobre temas que pudieran ser difíciles de tratar cara a cara con el terapeuta. Aunque se ha encontrado validez en diversos tipos de problemas psicológicos, en general se ha estudiado más frecuentemente en casos de estrés muy intenso o post traumático, especialmente cuando se muestran niveles bastante altos de somatización. Esto, en sí mismo, es importante. De hecho, cuando una persona tiene dificultades para expresarse respecto a algún evento emocional, el dar un nombre a la emoción sentida permite que se reduzca considerablemente la intensidad percibida de dicha emoción.

Podría parecer que lo importante en esta técnica es sólo la expresión de la emoción, lo que ya de por sí está jugando un papel; sin embargo, cuando se compara el beneficio obtenido durante la escritura expresiva con una escritura centrada específicamente en el componente emocional o únicamente en el componente situacional no se obtienen unos resultados tan prometedores como cuando combinamos ambos factores. La actividad de la que hablamos aquí debe incluir tanto contenido sobre la situación como sobre la emoción sentida. De esta forma, la escritura ayuda a dar un sentido a esos momentos de estrés, permite un procesamiento cognitivo más adecuado de éstos y por tanto un manejo más apropiado de estos recuerdos.

Cuando se analizó la evolución en el uso de esta técnica, se pudo encontrar que a medida que los pacientes mejoraban en su estado de salud y aumentaban las sesiones de escritura expresiva, se producía un aumento de palabras relacionadas con emociones positivas, un uso más moderado de palabras relacionadas con emociones negativas y, a un nivel más cognitivo que emocional, vieron que cada vez se usaban más palabras relacionadas con la comprensión de algunos eventos (como por ejemplo: “me di cuenta o comprendí”, así como palabras explicativas como “porque o la razón de que…”). Esto no sólo lleva a pensar que al desarrollar este ejercicio terapéutico se pueda lograr dar un sentido a los hechos vividos, sino que además, al contarse a uno mismo una historia en la que expliquemos lo que nos ha ocurrido le damos una narrativa coherente.

Esta técnica tiene también algunos contras, puesto que a pesar de los beneficios a lo largo del tiempo, también se ha observado que en los primeros momentos de la aplicación las personas que la llevan a cabo sufren un aumento del estado de ánimo negativo. Por tanto, es importante tener este detalle en cuenta a la hora de ponerla en práctica.

Aunque no se comprende del todo bien el mecanismo por el cual funciona escribir sobre eventos que han sido complicados, hay algunas herramientas que podemos desarrollar a través del aprendizaje cultural que aumentan nuestro bienestar, ya no sólo el psicológico, sino también el físico.

Ya nos recordaba Henry David Thoreau en su libro “Walden”, la importante diferencia entre expresar de forma hablada o escrita:

“Existe una diferencia memorable entre la lengua hablada y la lengua escrita, entre el idioma hablado y el idioma escrito. La primera es normalmente transitoria, un sonido, un habla, meramente un dialecto, casi salvaje, y lo aprendemos inconscientemente, como bestias, de nuestras madres. La segunda es la experiencia y la madurez de la primera […] una expresión reservada y selecta, demasiado cargada de sentido para ser escuchada por el oído.”

Fuentes: Clinical Psychology ReviewBJPsych Advances

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

 

ResearchBlogging.orgBaikie, K. (2005). Emotional and physical health benefits of expressive writing Advances in Psychiatric Treatment, 11 (5), 338-346 DOI: 10.1192/apt.11.5.338

Esterling BA, L’Abate L, Murray EJ, & Pennebaker JW (1999). Empirical foundations for writing in prevention and psychotherapy: mental and physical health outcomes. Clinical psychology review, 19 (1), 79-96 PMID: 9987585

Grandes mitos de la psicoterapia

Alrededor del trabajo del psicólogo hay un gran número de mitos y aún más sobre lo que se hace en un proceso de psicoterapia. Probablemente la presencia de estos mitos en la mente de una persona en ocasiones consiguen que desista de acudir a terapia pese a creer que ir al psicólogo puede hacerles bien. Aquí repasamos algunos de estos mitos:

extraída de www.amiralodhi.com
extraída de www.amiralodhi.com
  1. Sólo pagas por que te escuchen.

Por supuesto que el psicólogo necesita escuchar lo que tienes que decir, pero sólo con eso no es suficiente para que aparezca una mejora. En primer lugar, el psicólogo es un experto en escuchar. Aunque en el mito número 3 veremos que en el proceso terapéutico no sólo se habla, es bueno considerar lo que el psicólogo hace cuando te escucha. Parte del trabajo de un psicólogo es saber cómo escuchar y llevar a la persona que allí acude a sentirse escuchada de una forma correcta para así poder realizar lo mejor posible el proceso de terapia. El psicólogo en gran parte escucha, pero ha aprendido a escuchar de una forma que poca gente hace, ni siquiera él mismo cuando no está trabajando.

Es un factor muy importante que sepa escuchar y además que lo que tengas que contar se relacione específicamente con lo que puede causar tus problemas. Aún así, hace muchas más cosas, te propone actividades o te hace reflexionar sobre la forma en que te concibes.

  1. La terapia es sólo para gente en crisis.

Es cierto que la mayoría de personas que acuden al psicólogo pueden identificar un detonante claro que la ha llevado hasta allí. Sin embargo, la psicoterapia no sólo trata de gestionar ese momento de crisis sino que también incluye aprendizajes nuevos para gestionar de otro modo las respuestas que se dan a situaciones que puedan resultar complicadas, un mejor conocimiento de nuestro mundo emocional y de la forma en la que pensamos. Lo que se trata finalmente yendo al psicólogo es mucho más amplio que la gestión del momento de crisis.

  1. En el psicólogo sólo hay que hablar.

Esta creencia suele estar muy extendida, y es cierto que la principal herramienta de trabajo de los psicólogos es el habla, lo que se hace a través de ello son muchas más cosas. Una gran parte del trabajo realizado en psicoterapia tiene que ver con aprender otras formas de actuar y de pensar sobre uno mismo. El cambio más potente llega a través de la acción que la persona que acude al psicólogo acaba haciendo tras las variaciones producidas en un principio por, ciertamente, el hablar.

  1. Si vas a terapia es porque hay algo malo en ti.

Las personas que comienzan un proceso de psicoterapia muchas veces piensan esto de sí mismos debido al gran malestar por el que están pasando. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, las personas que piden ayuda a un psicólogo simplemente tienen ciertos retos que surgen en sus vidas y aspiran a afrontarlos con un propósito de mejora en lugar de a través de repetir los hábitos que les han resultado dañinos en otras ocasiones.

  1. El psicólogo te va a arreglar.

Este mito está casi tan extendido como los demás, aunque afortunadamente suele ser más fácil de desmentir, porque generalmente se plantea esto directamente al psicólogo con el que estamos tratando. El origen de esto probablemente se encuentra en el modelo de salud y enfermedad en el que el profesional le dice a la persona afectada lo que tiene que hacer para dejar de estar enfermo. Sin embargo, en la psicoterapia el proceso es algo diferente. El psicólogo proporcionará su perspectiva, sugerencias y herramientas, pero posteriormente será la persona que acude a terapia la que realiza las acciones que le llevan a los cambios hacia su bienestar.

Al final, un proceso terapéutico es un trabajo conjunto entre el psicólogo y el paciente y de los dos, el que siempre tendrá más conocimientos sobre las peculiaridades del problema a tratar será la persona que lo sufre.

Hemos querido desmentir algunos de los mitos respecto a ir al psicólogo puesto que los que hemos mencionado aquí pueden ser especialmente dañinos, tanto para las personas que están en este tipo de proceso como a aquellas que necesitan y quieren comenzarlo.

 

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Burnout: cuando el estrés se apodera de tu puesto de trabajo

Extraído de aplicapsicologiaya.blogspot.com
Extraído de aplicapsicologiaya.blogspot.com

Mucho se ha hablado esta semana de las palabras “depresión” y “burnout” para referirse al terrible accidente del avión del Germanwings, en la que el copiloto Andreas Lubitz decidió acabar con su vida y la de los otros 149 pasajeros en el vuelo que estrelló en Los Alpes franceses el pasado martes. Si bien es cierto que las causas aún han de esclarecerse para saber qué variables influyeron realmente en la génesis de esta tremenda tragedia, sí que creemos necesario definir el concepto de burnout, termino generalmente acuñado en contextos laborales y que puede confundirse con algunos aspectos importantes de los estados depresivos.

El síndrome de Burnout (o “Síndrome de Estar Quemado”) hace referencia a la incapacidad por parte del afectado para hacer frente a las demandas de su puesto de trabajo, fruto de una situación  de estrés recurrente y crónico que provoca una perdida en la ilusión y  en la motivación. La persona muestra un comportamiento ansioso y muchas veces  deprimido, con acciones directas que muestran una ineficacia a la hora de afrontar los problemas y sumido en una situación  vital de agotamiento físico y mental, donde la persona comienza a experimentar actitudes negativas con respecto a los demás y hacia su propio rol en la empresa. Su atención  se focaliza en los errores y en las actividades que confirmar su sentimiento de ineficacia; disminuyendo su rendimiento y aumentando su nivel de estrés fuera del contexto de trabajo, siendo el burnout altamente incapacitante. Ante la magnitud de sus consecuencias, resaltamos siete señales fundamentales para detectar este estado y poder poner soluciones de manera preventiva. Es posible que tengamos burnout cuando:

  1. Cada salida en lo previsto es una crisis: las reacciones emocionales a acontecimientos vitales habituales se vuelven más exageradas e intensas y la persona tiende a mostrarse irritable y más querulante que de costumbre.
  2. Consumimos poca  energía y tenemos cansancio crónico: se produce cuando la sensación de agotamiento y cansancio persiste a lo largo de las situaciones, sintiéndose la mayor parte del tiempo al límite de sus energías y abrumado con las necesidades del ambiente.
  3. Mayor probabilidad de enfermar: ante la mayor presencia de acontecimientos estresantes y una respuesta fisiológica acorde, el sistema inmune tiende a una disminución de su actividad, fomentando la aparición de enfermedades y periodos de enfermedades mayores.
  4. No tenemos tiempo para descansar ni recargar pilas: la persona no encuentra un momento para descansar, ni en el trabajo ni fuera de él, no “recargando” fuerzas suficientes y acusando de una bajada paulatina de rendimiento, que a su vez aumentara su sentimiento de ineficacia.
  5. Falta de compromiso en el trabajo y desconexión de las obligaciones: la persona es incapaz de implicarse más de lo debido ante la alta ansiedad que le provoca el trabajo, y presenta poco entusiasmo y compromiso con la mayoría de objetivos organizacionales.
  6. Aumento de la ineficacia: el agotamiento produce una falta de concentración que afecta directamente al rendimiento: la persona cada vez hace menos y peor, tarda largos tiempos para lo que antes hacía en poco tiempo y se produce una disminución de autoestima y autovalía personal.
  7. Sentimiento de tener un número inabarcable de tareas y disminución de recursos para hacerlas frente: la persona se centra en todas las demandas y es incapaz de priorizar entre lo importante, lo urgente y lo que ha de esperar, tomando malas decisiones y prestando atención a todo por igual, con lo que su trabajo se ve mermado y su capacidad limitada: asumiendo los errores como intrínsecos a ellos y haciendo lo mínimo imprescindible para terminar cuanto antes con la tarea.

El burnout se considera uno de los grandes males de la sociedad moderna y está muy presente en la mayoría de contextos de la vida cotidiana. Darle la consideración que se merece permite reducir su impacto y nos ayuda a instaurar  una mejora de los tratamientos para su correcto abordaje terapéutico.

Escrito por David Blanco Castañeda

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Fuente: BBC, psychology today.

La depresión modula el efecto del rechazo social

En el tratamiento de la depresión, desde el enfoque del psicólogo, se incluyen diferentes aspectos de la persona, como es el estilo de pensamiento, las expectativas, la gestión emocional o el nivel de actividad. Además de esto, la red social y la calidad de las interacciones del día a día es un factor también importante en el tratamiento.

Por este motivo, ha de ser considerada la forma y tamaño de la red social de la persona, ya que puede tener un peso importante para quien sufre depresión. Muchas veces, cuando se presenta este problema, aparecen sentimientos de aislamiento, culpa e incomprensión. Por ello, los hallazgos respecto a cómo se perciben las relaciones sociales en una persona que padece depresión en comparación con las personas que no, siempre es interesante y nos permite cada vez una mayor comprensión de este trastorno.

Foto extraída de: archaeologynewsnetwork.blogspot.com
Foto extraída de: archaeologynewsnetwork.blogspot.com

Investigadores de la Universidad de Michigan han realizado recientemente un estudio sobre las reacciones del cerebro de personas con y sin depresión ante el rechazo o la aceptación social. Para ello, mientras observaban el funcionamiento de su cerebro en una tomografía de emisión de positrones (PET) plantearon a los participantes una serie de fotos de personas a las que posteriormente podrían conocer, siempre y cuando la otra persona aceptara ese encuentro. Al elegir entre éstas, los participantes podían encontrarse con que eran «aceptados» por la persona de la foto que habían elegido y podrían conocerse, o bien no interesaban a esa persona elegida y eran «rechazados».

De esta forma, pudieron simular una situación de rechazo social. Lo que observaron es que cuando esto ocurre, las personas con depresión tienen reacciones diferentes a nivel cerebral. Cuando una persona sin depresión sufre un rechazo, su cerebro libera analgésicos naturales (opioides) con la finalidad de minimizar el impacto del daño. Sin embargo, cuando tiene depresión, la liberación de estas sustancias es mucho menor, así pues, las personas deprimidas sufrirán el daño de un rechazo social de un modo más intenso.

No sólo el rechazo tiene un efecto más intenso, debido a que el cerebro con depresión tiene menor capacidad de contener las emociones negativas asociadas a este; sino que también encontraron que cuando lo que se produce es la aceptación en lugar del rechazo, la sensación de felicidad es igual en las personas con depresión y las que no, pero lamentablemente, en aquellas con depresión, este sentimiento es mucho menos duradero.

Si bien es cierto que cada persona, independientemente de que padezca o no depresión u otros trastornos, interpreta de formas muy diferentes las interacciones sociales, es importante conocer esta tendencia. Es posible que ante esto, sea necesario que la persona con depresión pase por un mayor número de interacciones positivas para lograr una sensación agradable. O quizá pueda comenzar a enfrentar situaciones sociales novedosas una vez sus síntomas de depresión hayan disminuido.

Si sufres de depresión, este pequeño hallazgo puede ayudar a conocer mejor las dificultades que se han de atravesar luchando por superar esta situación y los esfuerzos que puede suponer el afrontamiento de muchas situaciones de la vida cotidiana. Además, cuando le pasa a una persona cercana a nosotros, podemos lograr un mayor entendimiento y empatía.

 

Fuente: uofmhealth.org

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.org Hsu, D., Sanford, B., Meyers, K., Love, T., Hazlett, K., Walker, S., Mickey, B., Koeppe, R., Langenecker, S., & Zubieta, J. (2015). It still hurts: altered endogenous opioid activity in the brain during social rejection and acceptance in major depressive disorder Molecular Psychiatry, 20 (2), 193-200 DOI: 10.1038/mp.2014.185