Esto te puede pasar si no aprendes a expresar tu enfado

Los psicólogos decimos frecuentemente que es importante identificar y expresar las emociones que sentimos. Desde luego que es extremadamente importante sentirnos orgullosos de nosotros mismos, felices, y aprender a buscar las situaciones que nos pueden hacer reír. Pero también es necesario e importante conocer y manejar las emociones negativas. Conocer nuestros miedos, lo que nos avergüenza, qué cosas o situaciones nos producen tristeza y por supuesto, entender y gestionar aquello que nos enfada.

foto extraída de pixabay.com
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En nuestra cultura está sólo moderadamente permitido expresar la ira. Sí es cierto que está algo más normalizado entre los hombres que entre las mujeres, pero en muchas ocasiones, dependiendo del contexto en el que nos hayamos criado, tendremos más o menos la tendencia a suprimir esta emoción.

Si lo pensamos fríamente, no parece que sea la mejor solución para aliviarnos el esconder que nos sentimos así, pero muchas veces simplemente por no dañar a los otros, o porque pensamos que pasará más fácilmente si no lo atendemos, nos forzamos a suprimir esta emoción sin prestar atención a las necesidades que nos estaba señalando.

Si no parece suficientemente doloroso apretar los dientes y callar ante las cosas que nos hacen estar enfadados, hacer esto tiene otras consecuencias que pueden terminar por convencerte de que sería mejor aprender a gestionar tu enfado de otra forma. Si tenemos que elegir, parece que ni resignarnos a esta emoción ni tratar de suprimirla es algo que funcione, sino más bien hacer una reevaluación de la situación. Pensarla de otro modo, si no podemos cambiarla, o bien escuchar nuestras emociones y modificar la situación que nos está enfureciendo.

En sí misma, la emoción de ira causa en nosotros una activación en el cuerpo que nos prepara para la lucha, en muchos aspectos es similar al miedo o a la ansiedad. Tendremos una mayor tasa cardiaca, respiración y tensión muscular, así como un aumento de cortisol. ¿Dónde va toda esa activación si no nos permitimos sentirnos así? ¿Qué ocurre en nuestro cuerpo cuando suprimimos el enfado?

Cáncer

En algunas investigaciones se ha postulado que una muy baja expresión de ira podría dar lugar a la aparición de procesos de cáncer así como la disminución de células que pueden actuar contra éstos. La metodología de estos estudios no permite en sí mismo relacionar los procesos cancerosos como una consecuencia de la supresión de la ira, si parece que la relación indica que la adecuada expresión podría actuar de algún modo aún no conocido en el desarrollo de esta enfermedad.

Aumentar el dolor

En lo que se ha llamado la teoría del proceso irónico, se ha comprobado repetidamente que el intento de suprimir la ira, al igual que otras emociones negativas, paradójicamente da lugar a un mejor acceso atencional a la emoción de enfado. Este proceso, además, aumenta la atención a las sensaciones de dolor, haciéndolas más disponibles y además más dolorosas. Se ha encontrado que ante los problemas de dolor crónico, como es lógico, el hecho de suprimir la emoción de enfado da lugar a un mayor dolor.

Trastornos del Comportamiento Alimentario

Aunque tampoco ha sido estudiado con detenimiento, parece que una adecuada expresión de sentimientos de ira en pacientes con trastornos de la conducta alimentaria se vio unida a un proceso de recuperación en la que se incluían diversos tratamientos así como un aumento del índice de masa corporal. Parece que podría ser un factor relevante, y merece la pena tenerlo en cuenta.

Camino hacia la depresión

Aunque tampoco tenemos unas conclusiones muy claras, por una parte, tendría sentido que al ser una respuesta de activación del sistema simpático, tal y como lo es el estrés o la ansiedad, acabe derivando en un proceso depresivo. Además, se ha encontrado en diversos artículos científicos que la supresión de la expresión de la ira podría ser un factor mediador para el aumento de síntomas depresivos.

Desde luego, conociendo lo que puede causarnos el no gestionar adecuadamente un sentimiento de ira, parece bastante claro que tratar de esconderla no es una buena opción, aunque culturalmente no termine de estar aceptado, si existe es necesaria, si escuchas tus necesidades, dejarás de sentirla.

 

Fuentes www.ncbi.nlm.nih.gov, http://www.tandfonline.com, http://www.sciencedirect.com/.

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

 

ResearchBlogging.org

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Expresar tus emociones: ¿cuándo es una buena opción?

Tradicionalmente,las emociones no han gozado de una absoluta aceptación de la sociedad y durante mucho tiempo han sido consideradas un residuo no deseable de nuestra evolución, ya que nuestra conducta puede verse influenciadas por ellas y, por tanto, impedirnos demostrar una conducta “racional”, “consciente plenamente de las consecuencias de sus actos” en situaciones donde deba prevalecer la razón sobre la emoción. Esta idea, ampliamente extendida, nos muestra a las personas en constante batalla entre estos dos polos (razón versus emoción), siendo la emoción la gran perjudicada y suprimiendo, siempre que es posible, su manifestación a ojos de los demás. Como consecuencia, se tiende a intentar regular y controlar la verdadera manifestación de la emoción, relegando ésta última a una esfera íntima, dado su carácter irracional. Y aunque en muchos contextos esta medida puede resultar muy adaptativa, no significa necesariamente que siempre debamos actuar así, con consecuencias claras para nuestra salud.

Olvidar las múltiples funciones que tienen las emociones (entre otras; informarnos acerca del valor que le da la persona a la situación, de nuestras verdaderas intenciones o la preparación para una mayor rapidez en las situaciones sociales) hacen que obviemos el papel fundamental, adaptativo y universal de las mismas. Así, por ejemplo, y como recoge Susan Strauss según los resultados de Matta y colaboradores (2014), en entornos laborales invalidantes, donde los mandos superiores tendrían un comportamiento considerado como injusto y enojoso con respecto a sus trabajadores, éstos tenían mayores probabilidades de experimentar reacciones emocionales negativas, que si no se expresan, tendrían graves consecuencias en su productividad y satisfacción laboral, acordes con estudios previos en entornos laborales.

Sin embargo, y siguiendo las palabras de Susan Strauss, saber equilibrar cuando es el mejor momento para expresar las emociones y cuando postergar su expresión a otro momento más adecuado, es un gran esfuerzo para las personas e implica un alto grado de inteligencia emocional y habilidades emocionales. Si bien esto es una capacidad que mejora en nuestro desarrollo, Strauss propone tres condicionantes en la que las personas podemos optar por la libre expresión de nuestros sentimientos, y que pasarían por:

1. En situaciones en las que la persona es capaz de garantizar una regulación emocional. ¿Cuál es la emoción que sientes en una situación en concreto? ¿Qué reacciones físicas provoca en tu cuerpo? ¿Qué crees que dice sobre ti? ¿Qué es lo que dispara esa reacción? La capacidad de autocontrol individual, que enfatiza la atención en la reacción de la persona en una situación y no en la situación en sí, permite ayudarnos en nuestra comprensión de nosotros mismos en cada situación, y por tanto, decidir si ventilar (o no) nuestras emociones a los que nos rodean.

2. El sentimiento de confort y seguridad que siente la persona en una situación. Si sabes que puedes confiar en los interlocutores y ellos han reaccionado bien en situaciones anteriores y similares, aumenta la probabilidad directamente a hacer esos momentos de confesión.

3. El grado de responsabilidad que haya en esa situación. Este último punto queda resumido con la afirmación, “cuánto más seguro está la persona de perder algo, con mayor probabilidad optará por guardarse las emociones para sí mismo”. Ventilar las emociones implica un alto grado de confianza en la audiencia que te está escuchando, y saber que quien te escucha no te juzga, que tiene capacidad suficiente para afrontar lo que le dices y los efectos que implica esa revelación son positivos, la persona se sentirá con mayor confianza para no optar por la supresión y expresar sus sentimientos.

En definitiva, reconocer, prestar atención y optar por expresar tus emociones no sólo te hace una persona con mayor autocontrol; te hace una persona que sabe cuáles son sus necesidades emocionales y las hace respetar cuando es necesario. Puede ser complicado, pero es un aprendizaje que nos acompaña toda la vida y del que sus consecuencias pueden traernos multitud de cosas buenas.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychology Today.

Foto extraída de: www.depsicologia.com