Tecnointerferencia: padres distraídos por el móvil y problemas de conducta en la infancia

Si prestas un poco de atención al pasar por un parque o cualquier cafetería, podrás ver padres y madres hipnotizados por sus teléfonos móviles y aparentemente no muy pendientes de sus hijos. ¿Qué sucede entonces con esos niños? Por el momento no disponemos de mucha información al respecto de cuáles son las consecuencias de las distracciones de estos padres. Dada la proliferación del uso de la tecnología, cobra importancia el estudio al respecto del impacto en la interacción entre padres e hijos.

Foto extraída de www.washingtonpost.com
Foto extraída de www.washingtonpost.com

Recientemente se ha publicado un estudio sobre la relación entre el uso de la tecnología por parte de los padres y los problemas de conducta en sus hijos. Los investigadores entrevistaron a los padres y madres de 170 familias estadounidenses sobre sus hábitos de consumo de tecnología. Primero, les preguntaron a las madres y a los padres sobre qué dispositivos usaban y cómo. Los padres y madres señalaron que empleaban diversos aparatos (móvil, ordenador, tablet, televisión y videojuegos) y que el uso de los mismos interrumpían las interacciones con sus hijos a diario. Además se les pidió que valoraran qué tipo de empleo hacían de la tecnología: ¿sienten la necesidad de comprobar y responder inmediatamente a un nuevo whatsapp o mensaje, piensan a menudo acerca de sus mensajes y llamadas, y creen que utilizan sus teléfonos móviles demasiado? La mayoría de los padres reconoció que estos dispositivos frecuentemente los distraían al interactuar con sus hijos.
Los autores de este estudio, los psicólogos McDaniel y Radesky (Universidad de Illinois y Michigan, respectivamente), lo han denominado como “tecnointerferencia” (Technoference). La tecnointerferencia ocurre cuando varios dispositivos tecnológicos interfieren con la interacción social. Es un término muy descriptivo. En esta investigación, los autores estaban interesados ​​en la tecnointerferencia que tenía lugar en el transcurso de las interacciones entre padres e hijos, algo demasiado común. Seguramente lo hayas visto alguna vez e incluso tal vez has dejado que suceda. Mientras juegas con tu hijo y escuchas o notas vibrar tu móvil, ¿detienes el juego? ¿respondes? ¿interrumpes el tiempo con tu hijo para atender la llamada, responder al mail o al whatsapp? De este estudio se desprende que el 89% de los padres entrevistados indicaron haber dejado que la tecnología interfiriera en la interacción con sus hijos.

Pero, ¿cuál es el impacto de la tecnointerferencia? ¿Estas interrupciones tienen un impacto significativo sobre los niños?
Para evaluar el impacto, McDaniel y Radesky pidieron a los padres que valoraran y clasificaran a sus hijos a partir de una lista relativa al control en el comportamiento. Algunos de los temas concernían a la internalización de problemas, así como problemas de conducta: los niños que son hiperactivos, se frustran fácilmente y exhiben frecuentes berrinches.
Los resultados fueron bastante claros e inquietantes; aquellos padres que experimentaban con más frecuencia la tecnointerferencia, reportaban más problemas conductuales en sus hijos. El predictor más fuerte fue la tecnointerferncia en las madres; probablemente esto sea muestra de que hoy aún en día es sobre la figura materna donde recae el papel de cuidadora principal, y por tanto es la figura de cuidado y atención primaria.
Aun así, estos datos provienen de un único estudio correlacional. A este respecto no disponemos de información sobre cómo influyen las variables. Es decir, sólo sabemos que las interrupciones tecnológicas entre padres e hijos se relacionan con problemas de conducta en los niños. La relación podría darse al revés, es decir, tal vez cuando un niño muestra más problemas de comportamiento, los padres comienzan a buscar sus propias maneras de escapar y encontrar algunas actividades gratificantes. Un móvil proporciona un escape inmediato de cualquier interacción social desagradable. O todo lo contrario, por supuesto la explicación podría ser al revés. Cuando los padres están más distraídos, los niños aprenden a portarse mal. Los niños realmente quieren que sus padres les presten atención. Cuando sus padres se distraen, los niños pueden recurrir a comportamientos más extremos para obtener la atención de sus padres. De esta manera, los niños aprenden a mostrar problemas de comportamiento. Cuando los niños actúan, sus padres dejan el teléfono y responden. Los resultados sugieren, en palabras de los propios autores, que las interrupciones debidas a la tecnología están asociadas a los problemas de conducta de estos niños, sin embargo la direccionalidad y relación de variables de este proceso deberá ser estudiada en el futuro a partir de estudios longitudinales.
Los móviles y los demás avances tecnológicos no son malos en sí mismos. Las ventajas de disponer de estos aparatos son múltiples. Sin embargo, estos beneficios deben equilibrarse en relación a los riesgos que conllevan. Intentemos no usar la tecnología mientras conducimos, caminamos, jugamos con nuestros hijos y socializamos. Y sobretodo tratemos de no ser padres distraídos. Posiblemente contestar a un Whatsapp o actualizar el estado del Facebook no compensa las implicaciones que pueda tener para tus hijos.

Fuente: Psychology Today

McDaniel, B. T., & Radesky, J. S. (2017). Technoference: Parent Distraction With Technology and Associations With Child Behavior Problems. Child Development.

Escrito por María Rueda

 

El papel del psicólogo en los tratamientos de infertilidad

Extraída de https://es.fotolia.com
Extraída de https://es.fotolia.com

Las tasas de infertilidad en las parejas españolas ha experimentado un importante aumento en las últimas décadas, debido sobre todo a la edad cada vez más avanzada en la que se toma la decisión de tener hijos. Esto unido a la necesidad de someterse a tratamientos específicos para lograrlo y a sus largos procesos e intervenciones, puede en muchos casos provocar diferentes alteraciones psicológicas. Por este motivo se hace necesaria la presencia del psicólogo en las  Unidades  de Reproducción Humana (URH).

De todo ello se encarga la Psicología de la Reproducción, que aparece como una nueva disciplina de la Psicología de la Salud. Su objetivo no es tratar los posibles problemas asociados a la infertilidad como una psicopatología, pero lo cierto es que  los tratamientos con Técnicas de Reproducción Asistida (TRA) son procesos largos y estresantes que pueden concurrir en alteraciones emocionales, principalmente  ansiedad y  depresión.

Se han realizado múltiples estudios sobre este impacto psicológico tanto en nuestro país como fuera de él, encontrándose en todos los casos evidencias de la importancia del apoyo psicológico a los pacientes que se someten a TRA. Un estudio avalado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la mujer (Moreno-Rosset, 2003), con una importante muestra de pacientes que se sometían a tratamientos de infertilidad, ha obtenido interesantes resultados, encontrando cuatro variables que pueden influir de forma importante en el estado psicológico de los miembros de la pareja. Estas variables son:

Tiempo: su influencia es variada, por un lado el aumento de la edad para tener hijos que influye sobre todo en mujeres, al estar expuestas al estrés que supone el momento biológico para poder tener hijos. Por otro lado el tiempo que las parejas llevan intentando tener hijos (1 o 2 años), unido a los tiempos de espera para las citas en las URH y la duración de los diferentes tratamientos a los que se someten, que en la mayoría de los casos fracasan y deben repetirse 4 o 6 veces. Una variable vital que el psicólogo ha de valorar

Información: es importante que las parejas  conozcan los tipos de tratamientos de infertilidad y cuando aplicar uno u otro, las tasas de fracaso, que suelen ser mayor que las de éxitos, y que esta información sea la adecuada en cada caso. El profesional debe centrarse por un lado en que los médicos ofrezcan información clara a los pacientes, y en que las parejas sepan procesar la información recibida preguntando dudas, y decidiendo cuanta información desean recibir en cada momento. Se trata de que el paciente participe en la toma de decisiones del proceso para incrementar su sensación de control.

Apoyo Social: son importantes las figuras que suponen un apoyo emocional para el paciente, personas a las que se les trasmiten los problemas por los que están pasando para poder conseguir un embarazo. En ello, el psicólogo debe trabajar estrategias de afrontamiento activas: ver distintos tipos de apoyo social, procurando que estos no se limiten solo a la pareja, y finalmente mediante técnicas asertivas que permitan responder adecuadamente al entorno socia al que se van a enfrentar durante todo el proceso.

Ajuste emocional: se ha detectado que alrededor del 60% de  las pacientes sometidas a tratamientos de infertilidad muestran problemas del estado de ánimo, y de ellas solo el 3,2% buscan ayuda profesional. En este sentido, se ha comprobado que las parejas que acuden a programas de apoyo psicológico presentan un mayor nivel de satisfacción y mejor ajuste emocional.

Todo lo anterior justifica la idoneidad de realizar en las parejas que se van a someter a tratamientos de infertilidad una evaluación psicológica complementaria a la evaluación y pruebas médicas. De esta forma las que puedan presentar una vulnerabilidad mayor, podrán ser atendidas desde el principio del tratamiento, para prevenir problemas de ansiedad, depresión o trastorno obsesivo compulsivo, ya que son los que suelen presentarse en los pacientes que se encuentran en procesos de infertilidad.

Para todo ello, sería interesante contar con pruebas específicas que permitan evaluar psicológicamente a estos pacientes antes de someterse a los TRH. En este sentido se ha desarrollado en España el Cuestionario de Desajuste Emocional y Recursos Adaptativos en Infertilidad (DERA); (Moreno-Rosset, Antequera y Jenaro, 2008). En un solo instrumento se obtiene información del desajuste emocional de las parejas

Vemos por lo tanto que en las parejas sometidas a TRA influirán en gran medida tanto posibles problemas psicológicos previos que pueda presentar cada miembro de la pareja, como los apoyos sociales, el ajuste entre la propia pareja, y las características de la personalidad de cada uno de sus miembros. Por este motivo se hace necesaria la evaluación previa a un proceso de diagnóstico y tratamiento de infertilidad, que en la mayoría de los casos se alargará durante años, y en el que se presentarán muchas dudas, incertidumbres, ilusiones y expectativas que no se cumplen, sentimientos de agobio ante preguntas de familiares y amigos, que hacen que no todos los pacientes lo vivan de la misma forma ni con las mismas estrategias de afrontamiento.

Por ello, en los diferentes estudios realizados sobre este tema, se puede concluir que resulta muy necesario contar en los equipos sanitarios de los centros y clínicas de reproducción, con la presencia del psicólogo especializado en Psicología de la Reproducción, lo que sin duda mejoraría el bienestar y el equilibrio emocional de las parejas sometidas a TRA, realizando desde el primer momento una evaluación psicológica adecuada y aplicando las intervenciones necesarias en cada caso individual. El  objetivo es complementar  la intervención médica específica aplicada para la infertilidad, con un proceso de evaluación y atención psicológica que mejore el bienestar de la pareja a lo largo de todo el tratamiento.

Escrito por David Ramallo Beltrán.

Fuente: La Psicología de la Reproducción: la necesidad del Psicólogo en las Unidades de Reproducción Humana. (Moreno, C., Antequera, R., Jenaro, C., Gómez, Y.). Clínica y Salud vol. 20 nº 1, 2009.

4 pasos para criar niños narcisistas y violentos

Aunque es algo de lo que se habla poco, lamentablemente algunos hijos e hijas agreden físicamente a sus padres. Un nuevo estudio realizado por investigadores de las universidades de Deusto y Ohio señala que hay cuatro elementos que estarían en la base de la educación recibida por estos niños que se convierten en adolescentes violentos y narcisistas. Los investigadores llegan a estas conclusiones a partir de entrevistas realizadas a 591 adolescentes de 20 centros escolares diferentes y a sus padres.

 

Foto extraída de Emaze.com
Foto extraída de Emaze.com

Estos cuatro elementos serían:

– La exposición a la violencia
– Falta de afecto
– Falta de comunicación positiva
– Una educación permisiva
Los autores explican que, en ocasiones, los adolescentes agreden a sus padres porque los propios padres han sido violentos con sus hijos o entre ellos mismos. A través de la exposición a la violencia familiar, los niños aprenden un modelo violento de respuesta. Otras veces, es la falta de comunicación cariñosa y positiva entre los padres y sus hijos, la falta de tiempo de calidad que se dedica a los niños, o el estilo de crianza permisivo que no establece límites.
Uno de los objetivos del estudio fue analizar la relación entre el narcisismo y la violencia. Los autores observaron que en algunos casos la presencia de ese rasgo, ya que se trata de adolescentes que sienten que deben tener todo lo que quieren, aquí y ahora. No aceptan un no como respuesta. Cuando sus padres tratan de establecer límites, éstos reaccionan agresivamente. El estudio encontró que las relaciones distantes entre el padre y el niño estaban vinculadas al narcisismo. Algunos padres verbalizan que sus hijos se ven a sí mismos por encima de todo. Cuando se les recrimina, responden con agresividad verbal e incluso física y creen estar en posesión de la razón.

Además, la exposición a la violencia estaba vinculada a la agresión dirigida a los padres.
En este sentido, los autores señalan que si los padres no educan a sus hijos con un sentido de la responsabilidad y el respeto, es fácil para los niños desarrollar problemas de comportamiento. Si los padres fueron violentos cuando estos niños eran pequeños, aumenta el riesgo de comportamiento agresivo en éstos. Pero el comportamiento mostrado por padres y madres no es el único elemento. El temperamento de los niños es otro componente importante, y algunos niños y niñas son más impulsivos y aprenden el comportamiento violento con más facilidad.

En palabras de los propios autores, esta investigación arroja luz sobre el creciente problema social de la agresión de hijos a padres. En este estudio, los niños más agresivos fueron aquellos que sufrieron violencia por parte sus padres o vieron a sus padres siendo agresivos entre ellos. La transmisión intergeneracional de la violencia dentro de la familia es un problema serio que debe ser analizado y tratado en profundidad. Además, los esquemas negativos parecían tener un papel relevante en estas agresiones de los hijos a los padres; aquellos adolescentes que atacaban a sus propios padres a menudo tenían rasgos narcisistas. En este sentido, uno de los elementos más relevantes del estudio fue que la falta de calor paternal puede ser un factor que contribuye a esquemas negativos que aumentan el riesgo de agresión del hijo al padre.

Fuente: PsyBlog

Escrito por María Rueda

ResearchBlogging.org

Calvete E, Orue I, Gamez-Guadix M, & Bushman BJ (2015). Predictors of child-to-parent aggression: A 3-year longitudinal study. Developmental psychology, 51 (5), 663-76 PMID: 25822895

7 recomendaciones para elegir juguetes

Ya empiezan a llegar los catálogos de juguetes de las grandes almacenes e hipermercados a nuestros buzones y he de decir que es bastante desalentador hojear sus páginas. Es como si poco hubiera cambiado durante estos últimos 50 años. Los roles se han flexibilizado, las mujeres han ampliado considerablemente sus funciones en el ámbito laboral y la corresponsabilidad en el hogar va ganando terreno. Esto, que afortunadamente es una realidad creciente no parece haber llegado a estos catálogos de juguetes ni a muchas empresas dedicadas al diseño de juguetes. Me encuentro que los juguetes están perfectamente clasificados por un criterio en base a estereotipos de género. Parece que las niñas son rosas y deben bañar bebés, y los niños son los únicos que pueden hacer construcciones.

De acuerdo con quienes organizan la sección de juguetes en las grandes superficies, los niños se divierten exclusivamente con los juegos de acción, lucha y deportes, sin embargo, las niñas están centradas en su apariencia física y juegos poco movidos (muñecas, bebés, maquillaje…).

Los juegos de ciencia y de construcción tienen en sus cajas fotos de niños, mientras que las cocinitas van acompañadas de una niña. Los maletines de médicos todavía se comercializan para niños y los kits de enfermería para las niñas, a pesar de que actualmente más mujeres que hombres se gradúan en las facultades de medicina y cada vez más hombres se matriculan en enfermería. Parece que la realidad es más flexible que los catálogos.

Foto extraída de ArtThreat.net
Foto extraída de ArtThreat.net

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Lo que elegimos para nuestros hijos e hijas es algo a considerar, ya que puede que sea bueno construir un mundo en el que nuestras niñas sepan que está bien cultivar más habilidades que el cuidado y que nuestros niños sepan que está bien ser sensibles y cuidar a los bebés; si queremos fomentar la curiosidad científica en nuestras niñas y el aprecio por las artes en nuestros niños, ¿por qué el empaquetado, producción y promoción de los juguetes se hace en base a los estereotipos de género? Si queremos dar a nuestros hijos la oportunidad de descubrir quiénes son en lugar de lo que un estereotipo espera de ellos y ellas ¿por qué no les ofrecemos más opciones?
Ante estos cuestionamientos, puede ser interesante considerar las siguientes sugerencias:

1. Mostrar diversidad y alternativas. Está genial que los Reyes traigan a las niñas esa muñeca que quieren y a los niños el balón de fútbol, pero puede estar bien plantearse que alguna vez incluyan otros juguetes. Todos los niños y niñas deberían tener la oportunidad de tener un kit de herramientas de juguete para que puedan hacer que arreglan las cosas – y tener la idea de que tanto las mamás como los papás saben cómo utilizar un martillo. Asimismo, está bien que todos los niños y niñas puedan tener un muñeco al que cuidar.

2. Proporcionar oportunidades para el juego no enfatice los estereotipos de género. Cualquier maestro de escuela infantil podrá decir que tanto a los chicos como a las chicas les gusta jugar a las cocinitas. Las niñas, así como los niños están interesados en cavar en la caja de arena y jugar con pelotas. A todos los niños y niñas les gustan los coches de juguete e inventan historias con animales.

3. Añade música a sus vidas. Los instrumentos de juguete son una gran manera de introducira a los niños y niñas en la música antes de implicarse en el aprendizaje de un instrumento.

4. Proporcionar momentos y acceso a actividades creativas. Dar a los niños materiales artísticos apropiados a su  edad. Llevarlos ratitos a museos para que puedan acercarse al mundo del arte.

5. No olvides los kits de ciencia. Te reto a que encuentres a un niño o una niña a la que le fascinen los insectos. ¿A qué niño o niña no le gusta ver un volcán en miniatura estallar o un cohete despegar?

6. Libros. Libros. Libros. Sé que puede parecer un poco clásico, pero a los niños/as les gustan los libros. Llévalos a la biblioteca. Explora todos los temas. Intenta evitar la idea de que hay libros e historias diferenciadas para niños y para niñas. Una buena historia es una buena historia. Lo mismo ocurre con los videojuegos y juegos de ordenador apropiados para cada edad, la música y las películas. Es importante estar atento/a a los estereotipos de género también en estos ámbitos.

7. Correr, saltar y generalmente moverse es una parte natural de la infancia. Niñas y niños disfrutan mucho corriendo, persiguiéndose, lanzando un balón… Anima a tus hijos/as a probar diversas actividades y deportes, pronto encontrarán qué es lo que más les interesa.

¿Por qué es importante superar la idea de que ciertos juguetes son femeninos o masculinos? Porque el juego importa. El juego es el «trabajo» de la infancia. Los niños/as mientras juegan y disfrutan están ensayando los roles que desempeñarán como adultos; los mensajes que reciben se integran y conforman su identidad. Las investigaciones demuestran que los niños y niñas a los que se le anima a jugar con juguetes “no diferenciados por género” tienen un mejor desempeño académico, social, artístico y físico. Cuando los juguetes están limitados por género, limitan la imaginación y las metas propias del niño o la niña.

Fuente: Psych Central

Escrito por María Rueda

¿Qué sucede en la adolescencia?

¿Por qué muchos adultos sienten rechazo hacia los adolescentes? Si entramos en internet, cuando introducimos las palabras “los adolescentes son”, Google nos sugiere términos como “estúpidos, conflictivos o que son lo peor”. Es cierto que puede ser difícil educar a un adolescente, pero en lugar de demonizarlos vamos a tratar de dar un paso atrás e intentar entender qué está pasando. Como psicólogos, cuando trabajamos con adolescentes en un contexto de terapia, descubrimos quiénes son esas personas. Si nos damos la oportunidad de entender y considerar todo lo que ocurre dentro de un adolescente, como los cambios fisiológicos y sociales que deben enfrentar, creo que podríamos apreciarlos como personas y sorprendernos.

adolescentes
Foto extraída de Pinterest

Las hormonas en revolución: Los cambios hormonales son fundamentales en la pubertad y pueden tener un impacto enorme en su cerebro y en su estado de ánimo. Incluso, el adulto más equilibrado vería comprometida su preciada estabilidad emocional si experimenta un aporte hormonal tan importante (por ejemplo, cuando un adulto se somete a un tratamiento de fertilidad puede explicar claramente cómo las hormonas le afectan a su estado de ánimo). Para los adolescentes, que también están haciendo frente a muchos otros cambios, este aluvión de hormonas puede ser muy impactante. Bajo estas circunstancias un poco de mal humor es comprensible.

Cerebro en desarrollo: Los estudios recientes demuestran que el cerebro adolescente aún está en construcción. El lóbulo frontal (la región del cerebro que se encarga de planificar y tomar decisiones) todavía no está completamente desarrollado mientras se atraviesa la adolescencia. Además, la dopamina, un neurotransmisor que tiene una importante participación en las vías de placer del cerebro, aumenta durante este período de desarrollo. Esta inmadurez del lóbulo frontal y el mayor impulso para experimentar el placer (resultante de los niveles más altos de dopamina) pueden explicar la impulsividad, la asunción de riesgos y la toma de decisiones de forma irracional que a menudo vemos en los adolescentes.

Cuerpos cambiantes: Durante la pubertad los cuerpos cambian rápidamente. Como resultado, los adolescentes son hiper-conscientes de su apariencia, especialmente en relación con sus compañeros. Una niña que desarrolla los pechos muy pronto o muy tarde, o un niño cuyo bigote no crece, puede sentirse avergonzado frente a sus compañeros. Más allá del impacto social, a los adolescentes les aparecerá pelo en lugares nuevos, sus voces sonarán diferentes, y empezarán a menstruar regularmente. Ya de por sí, estos cambios pueden abrumarles.

Cambios en el colegio: Dan el salto desde el colegio, con un maestro cercano, día estructurado, menos alumnos…, a un instituto, con varias clases y profesores con muchos más alumnos. Algunos adolescentes que están acostumbrados a hacerlo bien en un ambiente más estructurado, cercano y manejable, descubren que de repente su desempeño cae. Esta es una transición difícil que puede causar frustración e irritabilidad hasta que se adaptan. Además, durante este tiempo hay un aumento en la carga de trabajo escolar y exigencia en las asignaturas. Ese incremento en la dificultad, muchas veces también hace que los padres ya no puedan ayudar a sus hijos con el estudio. Esto puede llevar a que los adolescentes sientan que no tienen apoyo académico por parte de sus padres. También aparece una presión añadida, la nueva carga académica y el cambio de horarios dificulta el cuadrar las actividades extraescolares, muchas veces necesarias para que haya actividad física y desfogue. Todos estos factores dejan a los adolescentes pueden incrementar la fatiga y la ansiedad, lo cual dificulta el cumplimiento de sus responsabilidades.

Desarrollo emocional: Los adolescentes comienzan a confiar más en sus amigos y menos en sus padres. Si bien ésta es una parte normal e importante del desarrollo, muchos padres comienzan a sentirse rechazados o preocupados al respecto de la influencia que los amigos ejercen sobre sus hijos, lo que genera tensión dentro del hogar. Esta tensión puede facilitar el conflicto, lo que añade estrés a unos adolescentes que anhelan independencia y luchan por encontrar sus propia identidad e individualidad.

Es importante demostrar cierta compasión; los adolescentes pueden tener fama de malhumorados, insoportables y conflictivos, sin embargo, es importante recordar todos los cambios a los que se enfrentan para intentar no hacer un juicio rápido y concluir que “son lo peor”. Ser padres y madres de adolescentes no es para nada fácil. Si eres padre o madre de un adolescente, date un momento para respirar profundamente y recordar los cambios de los que hemos hablado. Intenta apoyarlos estableciendo límites claros, guiándolos en la planificación y toma de decisiones, sin olvidar proporcionarles siempre apoyo emocional. Trata de viajar en el tiempo y ponerte en su lugar, esto también puede serte útil cuando te enfrentas a sus vaivenes emocionales, facilitándote el trabajo de guiarles con seguridad a través de este, tan agotador y sorprendente, momento del desarrollo.

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

3 enseñanzas de la psicología para que tus hijos aprendan economía

Muchas de las opciones que se nos presentan en la vida tienen resultados inciertos. La elección entre dos opciones a menudo implica un riesgo, como por ejemplo si tu hijo debe gastar el dinero que le regalaron en el cumpleaños en una bicicleta nueva o en una PlayStation. Cada elección se convierte en algo así como las dos caras de una misma moneda: hay un riesgo de perder algo (una renuncia) y una oportunidad de conseguir algo (una ganancia).

Foto extraída de abc.es
Foto extraída de abc.es

Si vas a gastar el dinero de cumpleaños en una nueva bicicleta tendrás que renunciar a la última Play, pero ganarás el placer de pedalear en tu propia bicicleta. Si por el contrario optas por comprar la videoconsola, no podrás tener la bici, pero sí podrás echarte unas partidas en la Play. Como ves, ambas alternativas implican ganancias y pérdidas.

Este tipo de decisiones se ven afectadas por tres formas de pensar, que influyen en la forma en que se evalúan los resultados esperados de nuestras decisiones y, en consecuencia, las decisiones que tomamos.

1) Aversión a las pérdidas

Para tus hijos, como nos pasa a cualquier ser humano, perder algo les genera emociones más fuertes que ganar algo. De hecho, los estudios sobre la aversión que sentimos cuando perdemos o renunciamos a algo, señalan que el malestar que se experimenta ante la pérdida es dos veces más intenso que la felicidad que experimentamos cuando conseguimos algo. Por tanto, si tu hijo perdiera 5 euros se sentiría doblemente mal de lo feliz que estaría si se los encontrara.

Esto significa que si pierde 5 euros y los encuentra de nuevo al día siguiente, se sentirá tres veces más feliz (dos por eliminar el sentimiento de pérdida y uno por encontrarlo) de lo que se sintió al perderlos.

2) Disminución de sensibilidad

A la mayoría de la gente le encanta la tarta de chocolate. Pero cuando tienes tarta de chocolate para el postre, la primera cucharada de tarta te sabe mucho mejor que la quinta, y la quinta mejor que la sexta, y así sucesivamente.

Esto significa que la sensibilidad a las cosas se hace cada vez más pequeña. Si enciendo una luz tenue en la habitación oscura, mientras estás durmiendo, es posible que esto tenga un gran efecto. Sin embargo, esa misma intensidad de luz puede ser difícil de ver en una habitación luminosa durante el día.

De igual modo, si habitualmente le das a tus hijos una paga de 20 euros y vas y le le recortas 5 euros, lo sentirán más que si lo hicieras de una de 30, pero menos que si lo hicieras con una paga de 10. Y eso que la diferencia es la misma en los tres casos.

3) Punto de Referencia

Imagina que te bebes un refresco con hielo después de tomarte una sopa caliente, o después de un helado. Es posible que el refresco te parezca más frío después de la sopa que después del helado. Esto sucede porque la boca se acostumbra a un punto de referencia (el calor con la sopa y el frío con el helado) que determina la forma en que experimentas la siguiente cosa, como el refresco.

Cuando tu hijo piensa sobre dinero, también utiliza un punto de referencia, que suele ser lo que espera. Los resultados que son mejores que el punto de referencia se perciben como ganancias, mientras que los que son peores son percibidos como pérdidas. Así que si tu hijo está acostumbrado a que los Reyes le traigan 100 euros y este año sólo le dejan 50, puede que sienta que ha perdido algo. Pero si hubiera recibido 25 euros en el pasado, los 50 de este año le harán sentir que ha ganado.

Estos tres principios revolucionaron una ciencia llamada economía y la forma en que pensamos sobre el dinero. Más recientemente, ha surgido un nuevo tipo de economía, aquella que contempla la psicología. Este nuevo campo se llama economía del comportamiento. La comprensión de sus ideas pueden ayudar a todos, incluido a ti y a tus hijos a tomar mejores decisiones. Y sobre todo, a comprender cómo la toma de decisiones, tanto tuya como la que llevan a cabo tus hijos, no siempre es tan racional como creías. Puedes probar a transmitirles esto a tus hijos con el objetivo de que aprendan a mirar con perspectiva y a entender porqué se sienten así.

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

 

 

¿Cómo y cuándo hablar con tus hij@s de sexo?

En las investigaciones sobre educación sexual, se estima que para el 90% de los niños de los países desarrollados, la pornografía es la primera fuente de la que obtienen información sobre sexo. Otra investigación revela que la primera vez que un niño ve algo relacionado con pornografía sucede alrededor de los nueve años de edad. Y esto no sólo atañe a los varones, aunque el uso de pornografía es más frecuente en niños, las niñas también lo consumen.

Foto extraída de: elcomercio.pe
Foto extraída de: elcomercio.pe

Aparte de las muchas cuestiones problemáticas que puede generar en nuestros hijos su exposición a edades tan tempranas, la pornografía como educación sexual conduce a ideas sobre el sexo que podrían desconcertar y frustrar al niño en el presente, así como al futuro adulto.

Por ejemplo, los adultos entienden que la sexualidad es algo más que un simple intercambio de fluidos. La sexualidad encuentra su plenitud y significado en la verdadera conexión e intimidad que tiene lugar entre dos personalidades completas. Además de ser atraído físicamente, una persona que es capaz de expresar su sexualidad en plenitud también alude al intelecto, emociones y otras cualidades de la otra persona. Cuando a los niños se les hace creer que el porno es igual al sexo, reciben una visión muy simplista de lo que el sexo podría significar.

Es triste, pero lamentablemente muchas veces reducimos la educación sexual a un tema de seguridad en las relaciones y poco más, cuando éste es sólo uno de los aspectos que nuestros hijos deberían conocer. Podríamos hacer un símil con la adquisición del carnet de conducir; es como si sólo nos dieran unas simples nociones de educación vial. Algo así como si para sacarse el permiso sólo tuviéramos que saber ponernos el cinturón.

Pero las clases de conducir no son así. De hecho, se pide que nuestros jóvenes acudan a decenas de clases en las que los profesores les enseñan y ayudan a adquirir las destrezas para ponerse al volante. La amplitud y profundidad de la educación sexual de hoy, en comparación, palidece, tanto a nivel familiar como institucional. Y en muchos casos, hay un elemento que subyace, la sutil pero habitual vergüenza que nos embarga a la hora de hablar de sexo. Pero cuando se le da tan poca información acerca de un tema tan tentador, y cuando la vergüenza o incomodidad marca la conversación con un padre o una madre, ¿qué ocurre con la curiosidad de ese niño?

Pues esa curiosidad les conduce al smarphone, tablet u ordenador. O a sus amigos (que simplemente echarán mano del móvil, tablet u ordenador). Y así es como empieza la cadena. Información sesgada, poco realista y desajustada. Imágenes que inundarán la mente de tu hijo con los posibles mensajes de ocultación, culpa y vergüenza sobre su propia sexualidad.

No tiene porqué ser así, y quienes pueden cambiar el rumbo son los padres y demás agentes educativos. No se trata de tener “la charla sobre sexo”, se trata de tener muchas conversaciones apropiadas a cada edad en el transcurso de muchos años, incluyendo temas más o menos específicos. Por ejemplo, cuando el niño tiene de tres a cinco años, ponerle nombres apropiados a todas las partes del cuerpo podría ser un primer paso. A partir de los cinco a los ocho, hablar acerca de dónde vienen los bebés, la concepción, el parto… De los ocho a los once, discutir temas como las relaciones sexuales, incluyendo límites, la pubertad, el ciclo menstrual, cambios corporales, la pornografía y el abuso sexual. A partir de los once a los catorce, tener más diálogo sobre la pubertad, amor, relaciones, citas y las preguntas más complejas sobre la sexualidad.

Es importante tener en cuenta que ésto es simplemente un ejemplo, es posible que debamos ajustar cada información a la madurez concreta de cada hijo. Como padre o madre podemos ayudar a nuestros hijos a definir y comprender su sexualidad. Ser el referente al que acudir cuando le surjan preguntas. Al principio puede ser incómodo, pero podemos aprender a desafiar nuestro propio nivel de comodidad.

Mediante el fomento de este tipo de conversaciones coherentes, tratamos de influir en el desarrollo dotando a nuestros hijos de herramientas con las que enfrentarse al mundo que les rodea. Al convertirnos en una figura de confianza en ese área de su vida, ocuparemos un lugar que nos permita hablar con ellos cuando se conviertan en jóvenes.

Los niños cuya fuente de información se limita a la pornografía (aquellos cuyas figuras de referencia no tratan el tema de la sexualidad) tienen una mayor probabilidad de convertirse en adultos que tratan la sexualidad como algo a ocultar porque les genera vergüenza. Como adultos, se puede saber que las relaciones reales requieren mucho trabajo y son menos autorreferenciales. Implican una visión menos cosificada y reducida de la pareja.

Es importante invertir tiempo y tener el compromiso y valor para educar a nuestros hijos sobre sexualidad en general, y sobre el sexo en particular. ¡Tú puedes ser el que eduque e influya en el desarrollo sexual de tu propio hijo o hija!

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

Signos de que te ha criado un narcisista

Las personas que han tenido o tienen un padre o madre narcisista sufren de una serie de efectos en su forma de verse a sí mismos y al mundo que en muchas ocasiones les lleva a un sufrimiento muy intenso. Generalmente, no tienen conciencia de ello hasta que se encuentran en un proceso terapéutico por su propio malestar psicológico. Sin embargo, cuando tu desarrollo se ha visto influido por una personalidad narcisista, hay varias características llamativas que pueden aparecer.

padre narcisista

Ya que una persona narcisista dispondrá de toda la familia para conseguir sus necesidades, un adulto criado por un narcisista se dejará pisotear con facilidad, ya que desde siempre ha aprendido a ser un medio para que otros consigan lo que quieren.

De esta forma, una persona criada por alguien narcisista no tiene una gran conciencia de sí mismo, del mismo modo que no reconoce sus necesidades, o lo que quiere. El progenitor narcisista en muchas ocasiones tratará de vivir los logros que no ha conseguido a través de sus hijos, ya que por mucho que haya logrado nunca será suficiente. Así, durante el desarrollo, los niños aprenden a satisfacer sólo a este progenitor en lugar de a sí mismos, de modo que no hay espacio para sus propias necesidades.

Es habitual, en esta misma línea que si has tenido un padre narcisista te sientas casi más como un compañero que como un hijo a su cargo. Ya que las personas narcisistas requieren de toda la atención de las personas que le rodean y que éstas cubran sus necesidades de reconocimiento y logro, los hijos de personas narcisistas pueden encontrarse en un rol de ayudar a que todo esté bien y que esa persona no sienta ninguna contrariedad. Asumen el papel de mantener todo en orden y solucionar algunas cosas hasta antes de que haya habido lugar a un problema.

Además, la única forma en que sientes que vales algo es a través del éxito. Los padres narcisistas, ya sea de forma explícita o implícita, sólo ven en sus hijos algo positivo cuando se trata de un éxito demostrable, especialmente a nivel social. Pero además, aplican esto de forma similar en sí mismos, de modo que como hijo de alguien narcisista es probable que el único valor que veas en ti mismo es por lo que has conseguido y en muchas ocasiones tampoco te parecerá suficiente.

Otra característica que puedes percibir en ti mismo cuando te ha criado un padre narcisista es que te sientes extremadamente competitivo con tus iguales o hermanos. Este estilo de personalidad tiende a motivar a través de la comparación, como por otra parte hacen consigo mismos. Es por esto que aunque no sea de un modo consciente (aunque también puede aparecer directa y conscientemente) los padres naricisistas estarán constantemente haciendo comparaciones sobre las cualidades de sus hijos. Esta actitud lleva a aprender un sentido de lucha por el reconocimiento y una necesidad de competir que generalmente se convierte en algo bastante doloroso para los hijos.

Una vez comienzas a reconocer esto en ti y tomas conciencia de que te ha criado una persona narcisista, comienzas a entender varias cosas sobre cómo te puedes estar haciendo daño a causa de esos aprendizajes hechos en etapas muy tempranas.

Para comenzar a manejar estos sentimientos, es cierto que el simple hecho de conocer de dónde proviene esa sensación de miedo intenso cuando vas a hacer algo que puede salir mal en sí nos puede dar cierto grado de tranquilidad. En ocasiones no es suficiente el entender cómo funciona una persona narcisista para aliviar los síntomas que puede producir el haber sido educado por uno. Hay varias técnicas que puedes probar para manejar lo anteriormente comentado y en cualquier caso, la ayuda psicológica siempre será positiva para mejorar el autorreconocimiento y mejorar tu autoestima.

Practicar el mindfullness. La práctica de una atención plena a nuestros estados internos dará lugar a una mayor conciencia de nuestras propias emociones y estados mentales. Además, si logramos hacerlo sin juzgar estos sentimientos, comenzaremos a ver otra forma de percibir nuestras propias necesidades que no hemos logrado aprender a través de este estilo de crianza.

Aplicar la dialéctica. En la terapia dialéctico conductual, entre las diferentes estrategias para aumentar el bienestar se aplica la dialéctica. Esto implica, entre otras cosas, que dos cosas opuestas pueden existir a la vez y que así se puede explicar la realidad incluso de forma más ajustada. En este caso, podríamos entender porqué esa persona se comporta así aprendiendo lo que tiene que ver con los rasgos narcisistas y al mismo tiempo desear que esto cambie.

Buscar la aceptación. Cuando hablamos de aceptación no significa resignarnos con la situación. Tampoco que estemos cómodos con ella ni que estemos de acuerdo. Simplemente significa que asumimos que es una situación que ocurre y que probablemente no podemos cambiar. Una vez logramos aceptar que esto ocurre, además, podemos buscar otras formas de enfrentar esta situación para que nos dañe lo menos posible.

Es difícil descubrir que algunas de las formas más dañinas que usamos con nosotros mismos provienen de que uno de nuestros progenitores no aprendió a manejar su narcisismo, pero al menos, comenzar a comprenderlo, en muchas ocasiones puede ser el primer paso para aprender a hacer un cambio en estas cosas que nos duelen y empezar a sentirnos mejor.

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Fuentes huffingtonpost.com, psychcentral.com

 

Para manejar la ansiedad en los niños, empieza por sus padres o madres

Actualmente podemos observar cómo los padres recientes y no tan recientes buscan constantemente información sobre cuál es el mejor método para la crianza de sus hijos. Entre todos ellos, hay momentos en los que los padres se pueden ver algo abrumados a la hora de elegir lo que realmente deben hacer para educar lo mejor posible.

Entre estos diferentes estilos, uno que está tomando cierto auge es el de la maternidad  o paternidad consciente, elaborado por la psicóloga Shefali Tsabary. Es interesante el planteamiento en el que propone la necesidad de que los padres sean conscientes de sus propias sensaciones y emociones, la idea de cambiar antes como padres para lograr que los hijos hagan cambios.

En especial, cuando tenemos frente a nosotros un niño con mucha ansiedad, necesitamos herramientas que le hagan pasarlo menos mal, que le puedan ayudar, que le saquen de ese sufrimiento. Sin embargo, según el planteamiento del que anteriormente hemos hablado, la mejor manera de ayudar a un hijo con problemas de ansiedad, es empezar por los padres de ese niño.

Imagen extraída de www.nld.nu
Imagen extraída de www.nld.nu

Toma conciencia de tu ansiedad ante la ansiedad

La mayoría de los padres tienen una respuesta de ansiedad completamente inconsciente ante la respuesta de ansiedad de los hijos. Por este motivo, cuando veas que tu hijo está ansioso, trata de observar si tú tienes ansiedad en este momento, antes de reaccionar. ¿Cómo puedes hacer esto?

Observa tu cuerpo; si notas que tu corazón late más rápido, te sudan las manos, tienes los hombros tensionados o un nudo en el estómago, probablemente estés teniendo una ansiedad alta sin darte cuenta de ello.

Lo más importante es que logres convencerte de que no va a ser posible ayudar a tu hijo con ansiedad si tu estás sufriendo de ésta. Así pues, cuando esto te ocurra, trata de pensar qué está despertando en ti esa situación en ese momento. Si tu objetivo último es manejar situaciones desagradables en casa, lo ideal es que empieces por tus propias respuestas. Lo necesario en este momento es que puedas comenzar a estar presente. La mayoría de nosotros, cuando sufrimos de ansiedad, podemos estar anticipando el futuro o bien reviviendo momentos del pasado.

Cuando mejores tu capacidad de reducir el ritmo, estar más en el presente y sintonizar con la ansiedad de tu hijo, será más sencillo lograr ayudarle a hacer lo mismo. Además, será más fácil para ti evitar las cosas que pueden hacer que su ansiedad sea mayor, como racionalizar o minimizar su ansiedad, o avergonzarle por sentirla, incluso tratar de controlarla. Esto nos lleva al siguiente punto sobre qué hacer con tu ansiedad ante las respuestas de tu hijo.

No te resistas ante la ansiedad, acéptala

Tanto en la ansiedad de tu hijo como con la tuya propia, hay varias cosas que puedes cambiar para que sea algo menos dañino. Aceptar que, en ocasiones, las personas (tanto tus hijos como tú) somos demasiado sensibles ante eventos que vemos como poco importantes, pensamos demasiado o nos preocupamos de más en los detalles. A veces es así y no podemos remediarlo.

Es importante que si tu hijo tiene muchas veces respuestas de ansiedad comiences a valorarla tanto en ti como en él o ella, como parte de la vida en el ser humano. Algo que, aunque muy desagradable, no necesariamente es algo malo. En muchas ocasiones la ansiedad nos ayuda a alcanzar la suficiente tensión para afrontar algo, nos avisa de que algo es importante para nosotros.

Cuando comprendemos esto, se hace mucho más sencillo empatizar con nuestros hijos y además, hacerles ver también a ellos que no es algo extremadamente negativo y que van a sobrevivir a esta situación, que como padres podemos ayudarles a contener esa emoción y no llegará a desbordarles.

No centrarte sólo en la ansiedad de tu hijo

La tendencia natural que todos tenemos es la de centrarnos en el problema para solucionarlo, sin embargo, en ocasiones, especialmente cuando hablamos de ansiedad, este enfoque lo más que logra es aumentar el problema.

Concentrarte exclusivamente en la ansiedad que sufre tu hijo, hace que la vida se convierta al final en una serie de eventos que pueden suscitar ansiedad, motivos de preocupación o situaciones que evitar. Cuando dejamos de mirar el resto de características de nuestros hijos, también ellos comienzan a ver que lo único que tienen de importante es precisamente la ansiedad. Tu hijo o hija es muchas cosas más que este tipo de respuestas. La ansiedad que está sufriendo es sólo una parte más de todo lo que es como persona.

Por otra parte, seguramente de un modo espontáneo tu hijo sí llevará a cabo conductas en las que se arriesgue y logre hacer algunas cosas a pesar de la ansiedad. Es en este tipo de momentos en los que puedes comenzar a centrarte, puesto que si logras prestar atención justo a lo que no es un problema, comenzarás a fortalecer estas cualidades y tu hijo o hija cada vez las pondrá más frecuentemente en marcha.

Esta forma de afrontar la maternidad o paternidad puede ser de gran ayuda, especialmente cuando los niños son altamente sensibles o su respuesta de ansiedad es muy elevada. Independientemente de los cambios que se produzcan, es especialmente lógico comprender que antes de poder ayudar a alguien, es importante ayudarnos a nosotros mismos. Como esta psicóloga propone “criar antes a los padres para después criar a los hijos”.

Fuente psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Recuerdos de infancia que influyen en tu parentalidad

Tal vez cuando miras atrás y recuerdas tu infancia lo haces con ternura, o tal vez no es precisamente ternura lo que sientes. Independientemente de si los recuerdos son positivos o negativos, tu infancia vive en la forma en que eres padre o madre. Habitualmente en consulta, los padres de los niños y niñas aluden a su propia infancia y cómo ésta ha repercutido en su estilo de crianza. Hablan de remordimientos, admiración o de cómo se comprometieron a mejorar algunas cosas con respecto a sus propios padres.

Foto extraída de pinterest.com
Foto extraída de pinterest.com

Cuando hablamos de cómo somos como padres o madres, usualmente aparecen temas que tienen que ver con nuestras experiencias infantiles, las cuales podrían estar influyendo en nuestro estilo de crianza. A continuación describimos algunas de las temáticas que frecuentemente aparecen a la hora de relacionar nuestra infancia con cómo queremos ser o somos como padres y madres.

Les daré a mis hijos aquello que yo no tuve.

Puede que cuando eras niño tu familia pasara por dificultades económicas y sentiste que había una clara diferencia entre tu ropa y la de otros niños, que no podías ir de excursión o campamento porque tus padres no podían permitírselo. Por esta vivencia puedes contemplar que ahora que vas a ser padre o madre tienes muy claro que no vas a permitir que tus hijos experimenten eso que tú sentiste.

O tal vez tus padres estaban a otra cosa. Te tocó valerte por ti mismo sin una guía. Como padre o madre te has jurado a ti mismo que vas a estar siempre para tu hijo o tu hija.

Independientemente de lo que no tenías, tu forma de criar se ve impulsada por estos vacíos o carencias en la infancia, que llevan a asegurarte de que tus hijos tengan aquello que tú no tuviste, aunque a veces pueda ser en exceso.

Nunca haré esto con mis hijos.

Parece que algunos de los recuerdos están muy patentes y ahora que eres padre o madre te cuestionas algunas de las decisiones que tus padres tomaron sobre tu educación. Tanto, que te parece todo un horror. Bueno, tus padres se criaron en una época diferente y tal vez su estilo de crianza no es el que quieres para tus hijos. Entonces puede que la educación consista en lo que no quieres hacer con tus hijos. En este caso puede ser incluso que tratemos de compensar en exceso para asegurarnos de que no queda ni rastro del estilo que nuestros padres tuvieron con nosotros.

Si era suficientemente bueno para mí, lo es para ellos.

A diferencia de los puntos anteriores, en este caso consiste en virar al otro extremo y abrazar todas las dificultades que encontraste en la infancia. Tal vez las cosas no eran de color de rosa, pero ahora piensas que eres producto de aquello que viviste; el sufrimiento y la lucha te permitió apreciar lo que tenías. Opinas que las reglas hiper-estrictas y la férrea y dura disciplina fue lo que hizo que crecieras sin torcerte.

Como padre o madre puede que te esfuerces por emular el mismo estilo de crianza con tus hijos. Incluso puede que éste sea una fuente de discusión con tu pareja, pues él o ella no entienden porqué es necesario proceder así, como si la casa fuera un cuartel. Puede que pienses que cuando eras niño no lo entendías, pero que ahora por fin sí te das cuenta de qué es lo que tus padres estaban tratando de enseñarte, y lo admiras.

¡Socorro, estoy hablando como mi madre!

Se trata de un claro ejemplo de “loro de repetición”, o simplemente que un niño se empapa de aquello que ve y oye en la infancia. Parece que esos recuerdos se quedaron ahí escondidos durante años y pummm! Es como si de repente te hubieras convertido en tu madre o tu padre; pensaba que nunca llegaría a decir algunas cosas y están saliendo por mi boca; cosas que prometí no hacer, están ocurriendo, como si no pudiera pararlas a tiempo.

Se trata de respuestas automáticas; tomar conciencia y generar la intención consciente para cambiarlos. Elegir qué quieres decir y hacer realmente. Requiere tiempo y algún que otro tropiezo.

Mis hijos lograrán aquello que yo no pude.

Puede que tus padres no te apoyaran en tus sueños, o tal vez sí lo hicieron pero por algún motivo tú no pudiste alcanzarlos y parece que sientes que perdiste tu oportunidad. Fuera como fuese, puede que aunque haya pasado mucho tiempo no has podido dejarlo ir.

Si atisbas en tu hijo o hija ese don que se te hace tan familiar, tú te embriagas de emoción, pues así, delante de tus ojos aparece una nueva oportunidad, pues piensas que tu hijo puede llegar muy lejos. Y te dices a ti mismo, “yo fallé, pero no dejaré que ellos lo hagan”. Puede que esté bien recapacitar por un momento y pensar de quién son esos sueños, puede que tu hijo/a tenga los suyos propios.

Me ocurrieron cosas malas y nunca dejaré que le pasen a mis hijos.

Desgraciadamente puede que hayas sufrido un trauma en tu infancia, experiencias horribles que ningún niño/a debe vivir. Puede que este trauma haya tenido un impacto duradero en tu vida adulta.

Puede que decidas hacer todo lo posible para asegurarte de que nada de eso le sucede a tu hijo/a. A lo mejor decides protegerle de cualquier persona que se acerque y le agarras fuerte junto a ti para poder controlar constantemente cualquier posible amenaza. En este caso parece que la crianza estará basada y guiada por el miedo.

No tiene porqué ser una profecía autocumplida: Nuestra infancia puede afectar a nuestro estilo parental, pero no tiene porqué seguir siendo de esta manera. La conciencia es la clave. Saber cómo tu pasado influye en cómo crías a tus hijos es la mitad del camino. Aferrarse a aquello a lo que te gusta y hacer un esfuerzo consciente para dejar de lado lo que no. No eres tu infancia, puedes elegir qué escoger, qué hacer y cómo hacerlo.

Fuente: PsychCentral

Escrito por María Rueda