Inteligencia optimista en la infancia

Realizado por Eva M. Cuadro Ramírez
Realizado por Eva M. Cuadro Ramírez

El entusiasmo con el que estudiosos e investigadores acogen el concepto de inteligencia emocional comienza a partir de sus consecuencias para la crianza y educación de los niños. Ya no nos podemos permitir el lujo de tratar de criar a nuestros hijos basándonos en la mera intuición, como bien recoge Lawrence E. Shapiro. De forma un tanto paradójica, mientras que cada generación de niños parece volverse más inteligente, sus capacidades emocionales y sociales parecen disminuir a un ritmo vertiginoso.

El psicólogo Martin Seligman nos describe en su obra el  “El niño optimista” que la depresión en la población infanto-juvenil, se ha ido extendiendo de forma alarmante en los últimos cincuenta años, apareciendo a edades cada vez más tempranas. La inteligencia emocional implica ser conscientes de la experiencia emocional que nos embarga, aprender a ponerla un nombre para posteriormente comprenderla  y validarla. Una vez conscientes de la misma, manejarla implica ser capaces de regularla en caso de excesiva intensidad, para poder valernos de ella de una forma productiva.

El baremo del pesimismo se está convirtiendo  rápidamente en la manera en que nuestros hijos están aprendiendo a contemplar el mundo, y una tarea de los padres es que les eduquen en el optimismo.  Pero ¿por qué querría que mi hijo fuera optimista? Sería erróneo pensar que es una postura para protegerse del desengaño, pero el pesimismo puede plantearse como un mal hábito que se atrinchera en nuestra mente con consecuencias como la resignación, la pasividad y la inacción ante los diferentes conflictos que desde edades tempranas son inherentes al mismo campo de juego del niño.

El optimismo en la edad preescolar se forja en la lucha del niño hacia el dominio y la superación. Los niños tropiezan con obstáculos en su carrera hacia el control personal, y persisten si no pueden superarlos. Ante una tarea complicada que el niño pueda emprender, el fracaso es una de las muchas posibilidades que pueden ocurrir, siendo inevitable la aparición de una mezcla de sentimientos como la ansiedad la ira y la tristeza. Aprender a resolverlos, puede ayudarle a persistir en la misma.

 Al sentirse mal, se le presentan dos posibles opciones, mantenerse en la situación y perseverar (y por lo tanto, darse la situación de dominio de la habilidad, o por el contrario, darse por vencido, apartándose de la situación. Ésta última alternativa, elimina las emociones incómodas que aparecen ante el primer obstáculo que se presenta, al hacer que la situación desaparezca del todo, y se la ha llamado incapacidad aprendida. Para que el niño experimente el dominio necesita fracasar, sentirse triste, enfadado y ansioso. Necesita aprender la utilidad de estos sentimientos desagradables, para lograr la perseverancia, ya que la mayor parte de las veces, pocas cosas que merezcan la pena se consiguen sin ella.

 La inteligencia emocional nos dice que el optimismo se define en función de la forma en la que nos explicamos nuestros éxitos y fracasos. Cuando el niño entra en la escuela, la estrategia para hacer que sea optimista pasa de la acción de dominio a la forma en la que el niño piensa, especialmente cuando fracasa, e inevitablemente, su estado emocional no es ajeno a ello.

En la edad escolar comienzan a desarrollar sus teorías respecto a las razones de sus éxitos y fracasos. Enseñarle a interpretar los fracasos de manera optimista y exacta, supone no interpretarlos como catastróficos en sí mismos, y no personalizarlos. Es importante que el niño aprenda una teoría del fracaso como algo transitorio y localizado “me ha ido mal” versus “nunca hago nada bien”, enseñándoles a interpretar los problemas como contratiempos temporales y modificables.

El pesimismo es una teoría de la realidad ajustada a las circunstancias concretas de la persona. Los niños aprenden esta teoría tanto de sus padres y profesores, como de los medios de comunicación. Como teoría aprendida, el peligro radicaría en que puede convertirse en un patrón autosuficiente y vitalicio a través del cual éstos contemplan todas las pérdidas y contratiempos que le van sucediendo. El optimismo supone un hábito relativo a pensar sobre las causas, supone un “estilo explicativo”, y la autoestima del niño está ligada al mismo, a como persevera para conseguirla y dominarla.

Al intentar proteger a nuestros hijos de ciertas emociones, les impedimos que descubran qué parte de ellos ha entrado en acción al sentirlas. Aprender a detectar y manejar los sentimientos que se asocian al fracaso es necesario para experimentar el éxito, ligado ineludiblemente al primero. Por tanto, una alternativa optimista ante una realidad triste es aquella que ofrece explicaciones transitorias, modificables y específicas. Dado que el niño aprende su propio estilo explicativo, en parte de sus padres, es importante que aprendan a cambiar el mismo si éste es pesimista. De lo que no cabe duda es que este estilo explicativo influirá en la teoría que aprenden a construir de cómo funciona el mundo.

Escrito por Eva M. Cuadro Ramírez

Referencias

  • Lawrence E. Shapiro. La inteligencia emocional de los niños
  • Aitziber Barrutia Leonardo. Inteligencia emocional en la familia
  • María Fernanda González Medina y María Elena López Jordán. Haga de su hijo un gigante emocional.
  • Martin E. P. Seligman. Niños optimistas

La adversidad en la infancia afecta a la salud en la vida adulta

La infancia es una etapa fundamental en la formación de la persona, se espera que sean años felices, años en los que necesitamos sentirnos arropados, amados y seguros. Claro está que en esa etapa también pasamos situaciones estresantes, pero hay niños y niñas que por las circunstancias o el contexto viven demasiadas experiencias adversas o muy negativas. El crecimiento puede ser duro. Desde pequeñas trifulcas en el recreo hasta ser testigos de violencia en el hogar, los niños se enfrentan a una amplia gama de escenas potencialmente problemáticas. Sin embargo, muchas personas no se dan cuenta de que las experiencias estresantes en la infancia pueden afectar al sistema inmunológico y, literalmente, comprometer la salud en la vida adulta. Diveros estudios han generado pruebas que muestran que la adversidad en la primera infancia aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, e incluso la mortalidad temprana.

Foto extraída de www.savethechildren.es
Foto extraída de www.savethechildren.es

Durante las últimas dos décadas, el Estudio sobre Experiencias Adversas en la Infancia (ACE, siglas en inglés para Adverse Childhood Experiences Study) ha publicado numerosos artículos sobre la relación entre la adversidad en la niñez y las principales causas de muerte en los Estados Unidos. Los investigadores han evaluado a más de 17.000 personas (de entre 19 – 60 años). Los participantes respondieron a un cuestionario corto, en el que se les preguntaba sobre las experiencias de violencia y abuso que habían vivido durante sus primeros 18 años de vida. Éstas incluían abuso físico, psicológico y sexual, vivir con un familiar con enfermedad mental o un problema de consumo de drogas/alcohol. Los investigadores también evaluaron el historial clínico de cardiopatía, cáncer y accidente cerebrovascular. Lo que encontraron fue una asociación acumulativa entre dichas experiencias en la niñez y la mala salud. Es decir, el aumento de adversidad en la niñez se asoció con un mayor riesgo de enfermedades del corazón, cáncer, enfermedad pulmonar y una salud general deficiente. El riesgo se duplicaba o triplicaba en aquellos que habían informado sobre 4 o más tipos de experiencias adversas en la infancia. Por otra parte, estas asociaciones persistieron incluso después de tener en cuenta factores como edad, grupo étnico, estatus socioeconómico, tabaquismo e hipertensión.

¿Por qué hay una relación tan estrecha entre estrés infantil y salud?

La explicación podría partir de la respuesta que da nuestro cuerpo al estrés. Cada vez que que vivimos estrés, nuestro cuerpo activa el sistema de «lucha o huida» para movilizar los recursos del cuerpo para tomar medidas. El corazón comienza a acelerarse, las palmas de las manos sudan, y se libera cortisol, una hormona que incrementa el nivel de azúcar en sangre. Si bien este sistema ayuda a sobrevivir, el exceso de activación puede conducir a una desregulación – ya sea a través de la sobreactivación crónica o, por el contrario, el bloqueo o falta de reactividad del sistema de respuesta al estrés. Con el tiempo, la reiterada respuesta al estrés puede agravar la capacidad del cuerpo para autorregularse. Los investigadores llaman “carga alostática” a este desgaste fisiológico acumulado por el cuerpo en el intento de adaptarse a las demandas del día a día. La teoría de la carga alostática proporciona una explicación de cómo la exposición continuada a la adversidad tiene con el tiempo un coste en los sistemas de respuesta al estrés. Los niños que experimentan estrés crónico, la pobreza y un entorno familiar duro, muestran patrones de cortisol diarios menos saludables. Esto es problemático, ya que muestra las ineficiencias en sus sistemas de respuesta al estrés, lo cual tiene implicaciones para el sistema inmunológico.

El cuerpo puede adaptarse al estrés ocasional, pero la activación crónica conduce al desgaste de los sistemas de respuesta al estrés del cuerpo y, eventualmente, a resultados negativos para la salud a largo plazo. En parte, la activación de los sistemas de respuesta al estrés es una compensación para el desarrollo. Cuando el cuerpo utiliza sus recursos para luchar contra los factores de estrés, hay menos recursos para el crecimiento y el mantenimiento de la salud a largo plazo. Los niños expuestos a condiciones muy extremas de abandono y aislamiento a veces experimentan un crecimiento atrofiado hasta que son rescatados de esos entornos dañinos.

Como ya he mencionado, el estrés juega un papel en la salud del sistema inmunológico. El sistema inmunológico, como todos sabemos, nos protege de las amenazas externas como virus, bacterias y hongos. Una de las formas en que el sistema inmunológico combate los invasores es a través de la inflamación, lo que aumenta el flujo sanguíneo y la actividad antimicrobiana de las regiones lesionadas. Cuando tenemos un resfriado o infección en las vías respiratorias, la inflamación causa síntomas molestos como la congestión, secreción nasal y estornudos. Las investigaciones sugieren que el estrés crónico aumenta la inflamación. Resulta que los individuos criados en familias negligentes muestran mayores niveles de inflamación en la edad adulta que los de familias más funcionales y saludables.

¿Recuerdas cómo el estrés crónico conduce a la carga alostática, o ineficiencias en el sistema de respuesta al estrés? El cortisol ayuda a reducir los niveles de inflamación. Sin embargo, tener niveles crónicamente elevados de cortisol hace que las células sean menos sensibles a cortisol, lo que impide parar la inflamación. La inflamación a su vez es un factor de riesgo para la enfermedad cardiovascular, la diabetes tipo II, la artritis reumatoide y otras enfermedades. Por lo tanto, el estrés prolongado puede establecer una base para un sistema inmunológico más pobre a largo plazo. Teniendo en cuenta todo esto, tiene sentido entender que la adversidad en la niñez conduce a peores condiciones de salud en la edad adulta.

Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?

Antes de empezar a entrar en pánico pensando que el divorcio de unos padres puede contribuir a la aparición de un cáncer en la vida adulta, recordemos que la salud es un proceso en el que participan miles de factores. Los genes, por supuesto, juegan un papel muy importante – haciendo que seamos más o menos propensos a desarrollar ciertos problemas de salud en función de nuestra predisposición genética. También hay gran variabilidad en la forma en que la gente percibe el estrés. Dos niños expuestos al mismo entorno familiar estresante podrían percibir el estrés de maneras muy diferentes: por ejemplo, Elena pueden percibir el divorcio como catastrófico, mientras que Sara lleva la separación con calma. Recuerde, es la percepción de estrés la que activa este sistema de respuesta. Seguramente, la diferencia entre cómo lo perciben ambas está relacionado con cómo sus padres abordan la situación, qué explicaciones le dan y si el ambiente es cálido, afectuoso y accesible

En cuanto a los factores de protección, el afecto y calidez parental es fundamental y puede amortiguar algunas de estas consecuencias negativas para la salud. Entre los adultos que crecieron en ambientes de pobreza, los que tenían madres cálidas y afectuosas (con las que habían establecido un vínculo de apego seguro) crecieron sufriendo mucho menos las condiciones socioeconómicas y su inflamación era menor que la de otros participantes en las mismas circunstancias. Incluso para aquellos niños que, además de vivir en contextos desfavorecidos, no cuentan con padres y madres afectuosos y cálidos, se ha observado que si encuentran alguna figura que sea segura y constante, ya sea de la familia o no (maestros, cuidadores en la guardería…), su estado de salud en la vida adulta será significativamente mejor que aquellas personas que no habían tenido ninguna figura protectora.

Fuentes: Psychology Today

ResearchBlogging.org

Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La Teoría del apego: Un enfoque actual. Psimática.

 

Escrito por María Rueda

¿Qué influye en la percepción del llanto de un bebé?

Que los bebés lloran por muchas razones diferentes es un hecho, saber traducir por qué motivo lloran es una tarea compleja, para unos más que para otros.

Foto extraída de mashable.com
Foto extraída de mashable.com

En estudio reciente de la Universidad de Praga, a 333 adultos se les hizo escuchar vocalizaciones infantiles y se les pidió que indicaran qué creían que estaban haciendo esos bebés (de entre 5 y 10 meses). Las grabaciones correspondían tanto a eventos positivos como negativos. Los positivos se habían registrado en situaciones de juego, reencuentro con el cuidador principal (progenitores) o después de haber comido. En cuanto a los negativos, correspondían a dolor (al ponerle una vacuna), aislamiento (separación del cuidador) o hambre.

El grupo de investigadores encontraron que los adultos eran muy buenos distinguiendo entre las vocalizaciones producidas en eventos positivos frente a los negativos. Sin embargo, tenían muchas dificultades en identificar la causa específica o necesidad del bebé. Observaron que a menudo confundían el lloro por dolor con el de aislamiento, o el de aislamiento con el de hambre. Había diferencias entre aquellos que eran padres y los que no tenían hijos, siendo mejores los primeros. Además, no se encontraron diferencias entre hombres y mujeres.

Otro estudio proveniente de la Universidad de Oxford, estudió la discriminación de los padres y madres y observaron que la formación musical marcaba la diferencia a la hora de discriminar el grado de angustia en el llanto de los bebés. En general, los gritos más agudos indican una mayor angustia en los niños debido a que una mayor excitación genera mayor tensión en las cuerdas vocales.

El equipo de Oxford obtuvo 15 grabaciones de lloros de bebés y manipularon el sonido para que al reproducirlos sonaran más altos o más bajos. Estas manipulaciones en el tono de los gritos consistieron en pequeñas variaciones, no más de cuatro semitonos hacia arriba o hacia abajo. Las grabaciones se reproducían por pares y se les pedía a los oyentes que indicaran cuál de los dos sonaba más angustiado.

Los padres que habían recibido formación musical eran más precisos en la detección de angustia en el lloro que aquellos padres sin formación musical. Los que tenían formación musical eran mejores en detectar la tensión en las voces de los bebés.

Un estudio realizado por el mismo equipo de la Universidad de Oxford encontró que los individuos que estaban deprimidos y tenían formación musical también eran más precisos en discernir el grado de angustia en los gritos de los bebés que las personas deprimidas que no han recibido clases de música.

¿A qué se refieren con formación musical? En los estudios de la Universidad de Oxford se indica que esta diferencia en la capacidad para discriminar aparecía en aquellos oyentes con 4 o más años de formación. No eran músicos profesionales y esa formación corresponde a cuando eran jóvenes.

Por supuesto, esto no quiere decir que tener formación musical te convierte en mejor padre o madre, o que si no tienes esa formación no eres un padre o madre sensible. Estos estudios sólo hablan de que puede ser interesante entrenar a los futuros padres o madres para mejorar la discriminación del tono, especialmente aquellos cuidadores con depresión, para los cuales a menudo se hace muy complejo leer las señales emocionales.

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

Nos separamos, ¿cómo se lo decimos a los niños?

Los procesos de separación y divorcio suelen ser complicados y dolorosos. Cuando llega el momento de decidir poner punto y final a una relación de pareja ya se ha recorrido un camino de toma de decisiones no exento de sufrimiento. Además, si hay hijos, puede ser realmente angustioso pensar en qué y cómo decírselo a los niños. Los padres y madres desean que la decisión afecte lo menos posible a sus hijos, pero ¿qué decirles? ¿qué deben y no saber? ¿Qué es lo mejor para su hijo o hija? Cada dinámica familiar es diferente, y cada niño es diferente, por lo que es difícil resumir cuál es la manera idónea de hablar sobre la separación con los hijos. No obstante, a continuación enumeramos algunas estrategias.

Es importante tratar de elegir las palabras con cuidado, ser cálido, afectuoso, mostrarse accesible y confiado, no sólo en el momento de comunicarles la separación, sino también durante todo el proceso. Tratar de mantener la calma, transmitir tranquilidad e intentar que las palabras y las acciones no se contradigan.

Dar explicaciones simples y claras: Independientemente de la edad, los hijos no necesitan saber todos los detalles complejos, intrincados ni todo sobre los eventos estresantes que condujeron a sus padres o madres a tomar esta decisión. La comunicación debe ser simple, objetiva y directa.

Foto extraída de parentingpad.com
Foto extraída de parentingpad.com

Presentar un frente común: Siempre que sea posible, se debe hablar de la separación en presencia de los dos progenitores, uno junto al otro. Presentar un «frente común». Demostrar que, a pesar de que algunas cosas están cambiando, ambos padres/madres están todavía presentes y se comunican entre ellos lo referente a los hijos. No hablar mal a los niños del otro progenitor.

Animar a compartir cómo se siente: Tu hijo/a probablemente tendrá un montón de preguntas y un montón de emociones. Escucha con paciencia. Explícale que es normal y está bien sentir todo tipo de emociones. Sé empático, cálido y reconfortante.

Explicar que este cambio es la mejor decisión para toda la familia: Es probable que en los meses previos a la separación vuestro hijo/a haya presenciado tensión, discusiones e incluso insultos. Este es un buen momento para explicarle que la separación o divorcio es el punto de partida de un nuevo capítulo en el que habrá menos peleas, más paz y que por lo tanto el ambiente familiar será más sano.

Explícale que aunque una separación implica cambios, algunas cosas no están cambiando y nunca van a cambiar: El divorcio es un punto de inflexión y puede generar en el niño una sensación de aturdimiento y estrés, haciéndole cuestionarse si “todo” va a cambiar. Es importante enfatizarle que hay cosas que no van a cambiar. La separación significa que los padres/ madres no van a seguir juntos, pero si algo va a permanecer inmutable es el amor hacia los hijos y el hecho de que siempre seréis sus padres/ madres. Eso no ha cambiado, y nunca va a cambiar. A pesar de que mamá y papá no formarán parte de la misma familia, el niño/a y su mamá o papá siempre serán la familia.

Que las acciones hablen más que las palabras: Si es importante hablar con el niño/a sobre la separación, lo que se hace también lo es. Si dices que le quieres muéstralo, dale muchos besos, jugad juntos, cocinad juntos, leed juntos, compartid tiempo de calidad juntos.

Además, en lo posible, es recomendable mantener las rutinas habituales de tu hijo; normas, tareas, hora de la cena, la hora de dormir, y así sucesivamente con ambos padres, en ambos hogares. Este tipo de consistencia ayudará a que su hijo se sienta más seguro.

Las familias no se rompen, se transforman. Una familia no se constituye a través de un certificado de matrimonio, sino que es el amor lo que las edifica. Una separación no tiene porqué significar destrucción, les toca a los padres/madres elegir qué tono darle al proceso con respecto a sus hijos, con mucho diálogo, empatía y solidaridad.

Fuente: psychologytoday.com

Escrito por María Rueda

Malquerer a los hijos. Comunicaciones dolorosas.

El amor de los cuidadores principales (generalmente de los padres y/o las madres) es fundamental para el buen desarrollo de los niños. Podemos entender este tipo de amor como aquellas conductas y comunicaciones que los padres/madres hacen hacia sus hijos/as y que mejoran el bienestar de éstos. En este sentido, el «amor» sería todo lo relativo a la crianza y apoyo en la evolución y construcción de la personalidad única del niño. Por el contrario, a veces hay padres que tienen respuestas y comportamientos hacia sus hijos/as que en alguna manera son perjudiciales para el crecimiento psicológico del niño, pudiendo llegar a causar daño y dificultando el correcto desarrollo emocional del niño/a y futuro adulto/a.

Malquerer-ComunicacionesPerniciosasEl “buen” amor de los padres implica expresiones cálidas y genuinas: una sonrisa o una mirada amistosa que transmita empatía y buen humor; besos, abrazos y caricias; un trato respetuoso y considerado; sensibilidad; voluntad para estar sintonizado con las emociones y necesidades; y la capacidad de dar una respuesta al niño. Los padres sintonizados tienen la capacidad de ajustar la intensidad y el tono emocional de sus respuestas para que coincida con el estado, sentimientos y las necesidades de sus hijos. Durante la infancia, las interacciones coherentes entre un bebé y su cuidador principal (padre, madre…) son especialmente importantes porque facilitan contención y proporcionan al bebé lo necesario para aprender a regular sus emociones.

Muchas veces observamos padres y madres que, aunque tienen la mejor intención del mundo, muchas veces no son conscientes de que están dando respuestas poco sensibles y no-sintonizadas, lo cual puede ser perjudicial para sus hijos. Es cierto que lo hacen como pueden, saben o han aprendido, pero es importante que hagamos un ejercicio de reflexión y consideremos ver a los hijos como personas independientes, con necesidades propias, no como prolongaciones del adulto. Muchas de estas dinámicas son reacciones o reproducciones de lo que los padres vivieron cuando ellos eran niños. A continuación explicamos algunos ejemplos de cómo podemos llegar a “querer mal” a los hijos:

Invalidación de la petición infantil de apoyo y comprensión: algunos padres quitan valor a los sentimientos de sus hijos, desoyendo las peticiones de consuelo. Minimizan y descalifican cuando los niños muestran su vulnerabilidad. Interpretan las demandas de afecto como una exigencia que no pueden satisfacer. Ejemplos de esto podría ser: ¡Pareces un gato asustado! ¡No ves que nadie te va a hacer nada! En lugar de ¿tienes miedo de estar solo? No te preocupes, papá no te va a dejar solito.

Negación de la percepción del niño de ciertos eventos familiares: Algunos padres tratan de minimizar la percepción que sus hijos tienen de los aspectos negativos de su conducta parental, forzando a la maximización de los aspectos positivos. El discurso contradice la realidad, o por no lo menos no es todo lo fiel que se esperaría, lo que crea ambivalencia, culpa y confusión, ya que se niega la realidad. Esto no hace más que alejar al niño de la posibilidad de procesar los eventos. “Deberías agradecerme todo lo que he hecho por ti, eso que dices no es verdad”.

Comunicaciones que producen culpa: Son mensajes que promueven la culpa en el hijo, haciéndole sentir mal por aquello que hace o expresa, o incluso responsable de la situación familiar, matrimonial… “Si sigues comportándote así a tu padre le va a dar un infarto”.

Invalidación de la experiencia subjetiva del niño: Cuando el niño expresa malestar, algunos padres niegan ese malestar. Sus esfuerzos se centran en que los niños parezcan que están alegres y contentos, evitando por medio de estos mensajes que puedan expresar tristeza o cualquier expresión de sufrimiento que no les sea agradable a los padres. Es como si estos niños no tuvieran derecho a sentirse mal.

Amenazas: Las amenazas como herramienta en la comunicación son perniciosas tanto si se cumplen (por el hecho de decirlas), como si no se cumplen (se pierde la credibilidad de aquel que las hace pero no las ejecuta). Las amenazas minan el apego, pues muchas veces se le dice al niño que si no hace algo esto tendrá una consecuencia terrible.

Críticas improductivas: hay personas con propensión a hacer críticas poco constructivas. Estar sometido a una dinámica de este tipo afecta al autoestima, minando la seguridad del niño y posterior adulto.

Comunicaciones inductoras de vergüenza: algunos padres tratan de imponer disciplina a través de comentarios que producen vergüenza en el niño, de forma cruel y humillante. El sentimiento de vergüenza está ligado al sentimiento de exponer los aspectos desvalorizados de uno mismo ante los demás.

Intrusividad y lectura de la mente: todos, niños y adultos, necesitamos decidir por nosotros mismos el grado de apertura y exposición que queremos tener en cada momento. Hay padres que no permiten a sus hijos tener un espacio mental propio, a través de preguntas intrusivas e interpretaciones hasta el grado de que el niño sienta que no puede mantener y resguardar sus pensamientos y sentimientos.

Doble vínculo: Esta forma de comunicación contiene una frase seguida de una segunda que contradice a la primera. El principal efecto del mensaje contradictorio es que provoca en el que lo recibe sentimientos irreconciliables y conflictivos. “¡Sí, por supuesto que puedes ir a jugar con tu amigo, pero ya sabes lo que pienso de ese chico!”.

Comentarios paradójicos: comentarios irónicos, cuyo significado real sólo se puede extraer a partir del tono de voz. ¡Oh sí, por supuesto que estoy muy contenta con tu comportamiento! En niños pequeños esto puede crear confusión.

Comparaciones desfavorables: Comentarios que implican comparar desfavorablemente el comportamiento o al niño mismo. Este tipo de comentarios pueden afectar la autoestima y confianza en uno mismo. “Mira tú hermana, ella puede hacerlo y tú no”.

Comentarios desalentadores: Comentarios basados en el supuesto por parte de los padres de que el niño es incapaz de alcanzar una meta más alta. Un ejemplo puede ser: no puedes ir en bicicleta porque te cansarás demasiado. El efecto puede implicar una reducción de la confianza en sí mismo.

Comunicaciones que cuestionan las buenas intenciones: Hay padres que piensan que el niño no actúa de forma genuina, sino que lo hace de modo engañoso o con el objetivo de manipular. Por ejemplo, un niño se porta bien o saca una buena nota en el colegio y el padre le dice “me pregunto qué quieres obtener de mí con esto”.

Comentarios que niegan el derecho de los niños a tener opiniones: “Los niños no tienen nunca nada que decir, los niños no opinan”.

Comentarios auto-referidos: Hay niños cuyos padres o madres hacen comentarios que se centran en ellos mismos y muestran la incapacidad para mantener interés en lo que el otro está diciendo. En este sentido, hay niños que expresan su malestar físico o emocional y el padre o madre inmediatamente se apropia del tema para hablar de sí mismo.

Respuestas que denotan desinterés: Ante la expresión de un niño que pide apoyo a su cuidador, el padre o madre responde con desinterés: ¡oh, vamos, no me molestes con cosas absurdas!.

Reacciones exageradas: Respuestas extremas a las ansiedades del niño o a emociones difíciles, de modo que las reacciones parentales resultan ser más grandes que las del niño. El niño puede aprender a no confiar en sus padres para protegerse, e incluso, puede llegar él a protegerles a ellos.

Comunicaciones de padres en conflicto: en escenarios de conflictos entre los padres, cada uno de los padres puede intentar hacer alianzas con el niño a través de comentarios negativos sobre el otro progenitor. Este tipo de comentarios afectan y pueden generar problemas emocionales y cognitivos muy serios en el hijo, entre ellos una dificultad marcada para identificarse con los aspectos positivos del padre/madre atacado o desvalorizado.

Los niños necesitan y merecen amor y debemos proporcionarlo o sufrirán dolor emocional. A medida que crecen, los niños encuentran muchas maneras de defenderse a sí mismos con el fin de aliviar o adormecer su dolor. En el proceso de escapar de su dolor, éstos ocultan partes de sí mismos, convirtiéndose en personas adultas herméticas y con dificultades para expresarse y desarrollarse emocionalmente.

Es importante reconocer y entender nuestras propias heridas del pasado con el objetivo de generar compasión por lo vivido y aceptar nuestras limitaciones actuales. Generar una mayor sensibilidad en nuestras interacciones actuales, sintonizarnos con las emociones de nuestros hijos y guiar nuestro estilo de crianza hacia una parentalidad cariñosa, cálida y positiva.

Escrito por María Rueda

Fuentes: psychologytoday.com

ResearchBlogging.org

Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La Teoría del apego: Un enfoque actual. Psimática.

Castigo físico o parentalidad positiva

Las actitudes sobre la forma en que se transmite la disciplina a los niños ha dado un giro de 180 grados en los últimos 60 años; dar una bofetada u otras formas de castigo corporal – es decir, ejercer fuerza física para infligir un dolor de forma deliberada – es ilegal en cualquier contexto en 46 países (entre los cuales se encuentra España).

Estos cambios culturales han sido posibles gracias, en gran parte, a la creciente evidencia sobre el efecto dañino sobre los niños y sobre las relaciones entre padres e hijos. Sin embargo, a pesar de esta evidencia, muchos países, incluyendo el Reino Unido, los EE.UU. y Australia, todavía permiten el castigo corporal dependiendo de la situación en la que se dé, como por ejemplo si se produce dentro del hogar. Por otra parte, muchas personas todavía respaldan esta práctica: por ejemplo, en una encuesta de 2011, más del 40 por ciento de los padres británicos dijeron que habían golpeado a sus hijos.

En un estudio realizado en la Comunidad de Madrid (España. Año 1998) sobre la incidencia del castigo físico se recoge que el 27.7% de los padres reconoce haber pegado a sus hijos en el último mes, a una media de tres veces por mes y el 2.7% reconocía haber propinado golpes fuertes. Este estudio concluía que cuanto mayor es el grado de autoritarismo de la persona, más justifica las distintas formas de violencia. En esta misma línea, en un reciente estudio, los psicólogos de la Universidad australiana de Queensland, Antonia Kish y Peter Newcombe, afirman que al menos, parte de la razón por la que los padres ejercen la fuerza física sobre sus hijos se asienta sobre la creencia de muchas personas en FALSOS MITOS en torno a dicha forma de aplicar la disciplina, tales como:

– El castigo corporal es inofensivo.

Extraída de asociacionsina.org
Extraída de asociacionsina.org

– El uso del castigo corporal en ocasiones para disciplinar a un niño no causa daño a un niño.

– El uso del castigo corporal enseña al niño a ser responsable y ayuda a forjar su carácter.

– No es realista pensar que los padres no deben usar nunca el castigo corporal para ejercer disciplina.

– El castigo corporal es más eficaz que otros métodos de disciplina

– El castigo corporal se utiliza para educar a niños y niñas.

– El castigo corporal es lo único que comprenden los niños.

– Sin el uso del castigo corporal, los niños estarán mal educados y se comportarán como salvajes.

– El castigo corporal enseña a un niño a respetar a los demás.

– El castigo corporal debe ser utilizado para disciplinar a un niño cada vez que se porta mal.

Con el objetivo de crear un cuestionario y validarlo, los investigadores les preguntaron a 366 estudiantes universitarios acerca de su postura al respecto de las 10 afirmaciones anteriores (mitos), su hipotética disposición a ejercer el castigo físico en diversas situaciones, así como diversos constructos psicológicos relacionados, tales como el autoritarismo (reflejadas en la creencia de que “La obediencia y el respeto a la autoridad son las virtudes más importantes que un niño debe aprender”), el conservadurismo, la falacia del mundo justo (“obtengo aquello que me merezco”) y la visión de la ética del trabajo (“Sentirse disgustado por el trabajo duro refleja debilidad de carácter”).

Los investigadores señalaron que aquellos que aprobaban los mitos sobre el castigo físico mostraban mayor disposición (hipotética) a usar la violencia, así como puntuaciones elevadas en la evaluación de los constructos psicológicos descritos anteriormente. Los investigadores describieron este trabajo como exploratorio y reconocieron sus limitaciones, sin embargo constituye un buen paso para la obtención de un cuestionario útil para futuras investigaciones en el área, así como para predecir las intenciones de los padres para utilizar el castigo físico con sus hijos.

La Organización No Gubernamental “Save the Children” propone tres argumentos básicos para eliminar el castigo físico y psicológico como a los niños y niñas:

• El castigo físico o psicológico constituye una vulneración del derecho del niño a su integridad física, a ser protegido contra toda forma de violencia, tal como establece la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas.

El castigo físico y psicológico es una forma de violencia contra los niños y niñas aceptada socialmente y en muchos países también legalmente.

Siempre hay una alternativa para educar, corregir o establecer disciplina sin necesidad de recurrir al castigo físico o psicológico.

De estos tres principios surge la llamada Parentalidad Positiva, perspectiva desde la cual se considera que el vínculo afectivo que se establece entre los padres y los hijos tiene un gran peso en el bienestar presente y futuro del niño. Un buen vínculo genera seguridad en los niños, algo fundamental en el correcto desarrollo, el establecimiento de la autoestima y la formación de la personalidad. Según Save the Children, la parentalidad positiva se asienta sobre tres premisas:

  1. Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo.
  2. Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres, sentirse protegidos y guiados
  3. Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos, gritos, amenazas o insultos.

¡Qué así sea!

Fuentes:
ResearchBlogging.org  Kish, A., & Newcombe, P. (2015). “Smacking never hurt me!” Personality and Individual Differences, 87, 121-129 DOI: 10.1016/j.paid.2015.07.035

 

BPS Resarch Digest

Save the Children – Horno Goicoechea, P. (2007) Castigo Fśico y Psicológico en España: Incidencia, voces de los niños y niñas y situación legal. Informe Nacional, Contribución de Save the Children España al estudio de Naciones Unidas sobre violencia contra la infancia. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/76/informeSC.pdf

Save the Children (2012) Principios sobre parentalidad positiva y buen trato. Recuperado de: http://www.savethechildren.es/docs/Ficheros/524/SC_PARENTALIDAD_PRINCIPIOS_vOK.pdf

Escrito por María Rueda