Las despedidas que no hemos podido realizar

Cuando en el mes de marzo comenzó a hablarse de un virus desconocido que sufrían en China, no podíamos ni comenzar a imaginarnos lo que estaba por venir. Nadie esperábamos el tiempo que tendríamos que separarnos de nuestra vida. No éramos conscientes de lo que estábamos perdiendo. Si hubiera sido así, nos habríamos despedido. Nos habríamos despedido de nuestros compañeros de trabajo, de los del gimnasio, del camarero del bar de la esquina, de nuestras rutinas, del aire libre…de la vida que conocíamos. 

¿Por qué decimos adiós?

Los seres humanos necesitamos poder despedirnos con palabras de las personas, de las situaciones, de las cosas… Es de alguna manera una necesidad de poner palabras a una emoción intensa, y como sucede con todas las emociones intensas, ponerle palabras hace que sean más manejables. Es por esto que necesitamos, ante algo tan importante como las pérdidas, que realmente exista esa sensación de haber cerrado una etapa, de terminar algo, para poder sentirnos algo más reconfortados. Las despedidas nos ayudan a pasar a una etapa diferente de nuestras vidas.

Hay incluso estudios que señalan que, cuando alguien va a estudiar al extranjero, haber tenido una despedida apropiada era facilitador de que la experiencia en el extranjero fuera provechosa y agradable. 

Extraído de amazon.com

¿Y si no decimos adiós?

Si no logramos despedirnos ante pérdidas que podamos sufrir, es posible que nuestras sensaciones hacia éstas sean de que no se han resuelto, que aún no hemos hecho efectiva la separación de lo que teníamos antes. Podemos quedarnos atrapados en un luto extraño en el que no se pueda dejar de pensar sobre lo que podría haber sido. Incluso, podemos mantener de una forma ya ineficaz sentimientos de rabia, confusión o culpa

Incluso, más confuso aún, podemos experimentar una sensación de que en realidad no existió. Si una persona que conocemos desaparece sin despedirse, puede dar lugar a un sentimiento de extrañeza de la relación, causandonos una idea, que aunque reconocemos como falsa, no podemos evitar sentir que quizá esa relación nunca existió.

Las despedidas, sean más o menos formales, nos permiten dar sentido a las experiencias que hemos vivido y dejado de vivir. Si ya no están presentes, han de haber pasado por el proceso de despedida para que podamos continuar.

La inusual despedida que causa la COVID-19.

En marzo, cuando nuestra vida cambió en tantos sentidos para siempre, no hubo una fiesta con elementos que indicaban que no volveríamos al trabajo o a las clases tal y como las conocíamos. No le dimos un abrazo al camarero de siempre y le dijimos “ánimo, no sé cuándo nos veremos pero ha sido un placer tomar el café en tu bar.” En lugar de eso, nos encerramos en casa, sin poder tener contacto con nadie, sin saber cuánto tiempo estaríamos allí y cómo cambiarían nuestras vidas después. No pudimos decir adiós no sólo a un número importante de personas, sino a nuestros planes, expectativas, a lo que nos hacía sentir en paz, a la sensación de seguridad sobre nuestra propia salud… Hay tantas cosas que desaparecieron allí y tan pocas de las que hemos podido despedirnos adecuadamente…

De todas las pérdidas que hemos podido sufrir, una de las más significativas es la que ocurre si alguien ha fallecido durante el periodo de confinamiento. Ya escribimos una entrada en este blog sobre qué se puede hacer ante la pérdida de un ser querido en el confinamiento. Además los investigadores Burrel y Selman, publicaron en julio un artículo (Burrell & Selman, 2020) de revisión bibliográfica en el que recomiendan encarecidamente lograr llevar a cabo prácticas funerarias significativas en el caso de presentarse una pérdida de un ser querido. El hecho de que falten las prácticas funerarias ante un fallecimiento puede dificultar el proceso de duelo, deteriorar la salud mental y lograr una menor resiliencia tras el fallecimiento en cuestión. Se resalta en este artículo la importancia de llevar a cabo estos ritos funerarios de forma que sean útiles para las personas que han sufrido la pérdida para expresar las emociones negativas, así como un espacio de conexión significativa, aunque no pueda darse de forma habitual, o presencial.

De hecho, asociado a estas dificultades para llevar a cabo los rituales cotidianos y extraordinarios a causa de la pandemia, también podemos observar, como describe otro artículo publicado por Evan Imber-Black (2020), que las personas tendemos a reinventar las cosas que ya hacíamos antes. Leyendo este artículo se puede observar como hemos sido capaces, en muchas ocasiones, de crear un nuevo ámbito de ritos y celebraciones, con gran participación online, o con formas diferentes de expresar lo que se necesita en cumpleaños, bodas, graduaciones o funerales. Al lograr esto a pesar de las dificultades presentes por el COVID-19, logramos dar el significado habitual a los ritos de siempre con nuevas manifestaciones de los mismos.

Viendo esto, y sabiendo que la pandemia, por el momento, va a formar parte de nuestras vidas, posiblemente sea necesario que nos replanteemos lo que estamos dejando de hacer por el COVID. ¿Queremos dejar de celebrar los rituales de paso que siguen ocurriendo en nuestras vidas? Posiblemente lo que mejor podamos hacer es inventar, con un poco de creatividad, una nueva forma de expresar lo que estamos dejando pasar, decir adiós a la vida que teníamos antes, y continuar con nuestras vidas.

Fuentes:

Psychology Today.

Burrell, A., & Selman, L. E. (2020). How do Funeral Practices impact Bereaved Relatives’ Mental Health, Grief and Bereavement? A Mixed Methods Review with Implications for COVID-19. OMEGA-Journal of Death and Dying, 0030222820941296.

Imber‐Black, E. (2020). Rituals in the Time of COVID‐19: Imagination, Responsiveness, and the Human Spirit. Family Process59(3), 912-921.

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

¿Qué hacemos para alejar la mala suerte?

El ser humano es simbólico desde el momento en que interactúa con el mundo mediante el lenguaje. Si bien esto nos ha permitido como especie tener grandes avances y facilidades para la supervivencia, a cambio tenemos la manía de creer que las cosas que ocurren en nuestra mente tienen un reflejo necesario en la realidad.
Esto se puede ver en experimentos sobre las supersticiones, el gafe y la mala suerte, como el realizado por investigadores de las Universidades de Singapur y Chicago. En este, lo primero que hicieron fue crear la sensación de gafe en los participantes. Para ello, durante el transcurso de una conversación trivial, se introducía una pregunta como «¿crees que tú o alguien de tu familia va a tener un horrible accidente de tráfico este invierno?» e incluyendo después una serie de respuestas presuntuosas tales como «es imposible que a alguien cercano o a mí mismo nos ocurra un accidente de tráfico». Después de inducir el gafe, los participantes se encontraban más preocupados por los accidentes de tráfico que el grupo que sólo hablaba del tiempo. Si bien esto en sí mismo es un buen ejemplo de la fusión de lo simbólico con nuestras expectativas, aún es más complejo. Al tener este tipo de conversación, se tiene la sensación de haber «tentado al destino».

 

Extraída de affairemortal.com
Extraída de affairemortal.com

Cuando se “tienta al destino”, en diferentes culturas, las personas llevan a cabo rituales que contrarresten este comportamiento. Estos rituales en el ser humano consisten en formas de sentir que se ejerce control sobre situaciones en las que no se tiene de forma objetiva.
Sin embargo, existe poca literatura científica sobre por qué se llevan a cabo un tipo de rituales y no otros. En este estudio se propone que hay cierto tipo de rituales que serán más efectivos a la hora de reducir la sensación de haber tentado a la mala suerte que otros, de forma que finalmente lo que observamos es que en diferentes culturas los rituales están teñidos de las influencias de la sociedad en la que se dan, pero sí tienen rasgos en común. En concreto, los rituales que implican romper algún acto que ha tentado al destino parece que son más efectivos cuando consisten en empujar o tirar algo lejos de nuestro cuerpo o nuestro “yo”.
Para comprobar esta hipótesis, los experimentadores plantearon un gesto culturalmente condicionado, como es golpear en la mesa (tocar madera) o sin condicionar (sostener o tirar una pelota).
Independientemente de si estaba o no condicionado, los gestos dirigidos hacia fuera del cuerpo hacían que los participantes se encontraran igual de preocupados por los accidentes de tráfico que si no hubieran «tentado al destino». Los gestos hacia dentro del cuerpo o no hacer nada, sin embargo, hacían que se mantuviera más elevada la preocupación por los accidentes de tráfico.
Si bien sabemos que las supersticiones tienen poco efecto sobre el mundo, por otra parte, no podemos decir que sea de la misma forma sobre nosotros mismos. Parece que muchas veces las personas hacemos cosas ilógicas, sin embargo, esas cosas tienen efectos muy potentes sobre nuestros pensamientos. Además, aunque parezca que son conductas al azar, tienen también un patrón concreto que hasta ahora no hemos tenido en cuenta, pero que quizá pueda ser útil conocer para comprender más sobre nuestra cultura y las motivaciones de comportamientos poco comprendidos.

Fuente: psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.org
Zhang Y, Risen JL, & Hosey C (2014). Reversing one’s fortune by pushing away bad luck. Journal of experimental psychology. General, 143 (3), 1171-84 PMID: 23937176

La suerte, los rituales y la sensación de control

¿Nos hemos comido las doce uvas de la suerte al empezar el año? ¿Vestimos ropa interior roja? ¿Algo nuevo y algo viejo? ¿Metimos oro en nuestra copa de champán?

En estas fechas el número de rituales que cumplir parece dispararse por encima de lo normal. Sin embargo, a diario efectuamos pequeños rituales que nos ayudan a enfrentar diferentes situaciones vitales. Hace tiempo que desde la psicología y antropología se conoce que a lo largo de diferentes culturas se practican rituales para afrontar situaciones difíciles. Es lógico, por tanto, que al afrontar un nuevo periodo, como el año nuevo, afloren diferentes tradiciones supersticiosas.

Generalmente nos involucramos en rituales en dos tipos de situaciones. Por un lado, ante algo que nos produce un alto nivel de ansiedad sobre nuestra actuación, como jugar una final o dar un discurso. Por otra parte, ante una situación extremadamente negativa, como la muerte de un ser querido o la pérdida de una relación significativa.

Como seres simbólicos, tratamos de realizar acciones que controlen el mundo que nos rodea. De hecho, generalmente los rituales no son elaborados de forma azarosa. Cuando tratamos de alejar cosas negativas hacemos gestos hacia el exterior de nuestro cuerpo o bien destruimos objetos representativos del hecho. Cuando lo que queremos es protegernos, llevamos objetos que nos dan suerte, comemos cosas que son apropiadas para el beneficio de la suerte o juntamos objetos como forma de unión de sus propiedades simbólicas.

Todas estas acciones no son más que formas en las que las personas tratamos de sentir que tenemos el mundo que nos rodea controlado. Para el correcto desarrollo de nuestras formas de relacionarnos con el mundo, es imprescindible que nos sintamos mínimamente con el control sobre nuestras vidas. Cuando esto falta, aumenta la ansiedad y es probable que el bienestar psicológico se vea gravemente afectado.

El realizar los rituales correctos ante situaciones difíciles de hecho sí aumenta nuestra confianza en nosotros mismos, alivia la aflicción y en muchas ocasiones incluso mejora el rendimiento, claro, a través de una autoeficacia mayor.

Aunque en ocasiones los rituales pueden convertirse en un problema, como cuando se convierten en un alivio de la obsesión en un trastorno obsesivo compulsivo, generalmente realizar pequeños gestos que nos ayuden a afrontar el futuro es muy humano y, además, útil para nuestra confianza.

Fuentes: scientificamerican.com, psychologytoday.com,

Escrito por Lara Pacheco Cuevas