El ser humano es simbólico desde el momento en que interactúa con el mundo mediante el lenguaje. Si bien esto nos ha permitido como especie tener grandes avances y facilidades para la supervivencia, a cambio tenemos la manía de creer que las cosas que ocurren en nuestra mente tienen un reflejo necesario en la realidad.
Esto se puede ver en experimentos sobre las supersticiones, el gafe y la mala suerte, como el realizado por investigadores de las Universidades de Singapur y Chicago. En este, lo primero que hicieron fue crear la sensación de gafe en los participantes. Para ello, durante el transcurso de una conversación trivial, se introducía una pregunta como «¿crees que tú o alguien de tu familia va a tener un horrible accidente de tráfico este invierno?» e incluyendo después una serie de respuestas presuntuosas tales como «es imposible que a alguien cercano o a mí mismo nos ocurra un accidente de tráfico». Después de inducir el gafe, los participantes se encontraban más preocupados por los accidentes de tráfico que el grupo que sólo hablaba del tiempo. Si bien esto en sí mismo es un buen ejemplo de la fusión de lo simbólico con nuestras expectativas, aún es más complejo. Al tener este tipo de conversación, se tiene la sensación de haber «tentado al destino».
Cuando se “tienta al destino”, en diferentes culturas, las personas llevan a cabo rituales que contrarresten este comportamiento. Estos rituales en el ser humano consisten en formas de sentir que se ejerce control sobre situaciones en las que no se tiene de forma objetiva.
Sin embargo, existe poca literatura científica sobre por qué se llevan a cabo un tipo de rituales y no otros. En este estudio se propone que hay cierto tipo de rituales que serán más efectivos a la hora de reducir la sensación de haber tentado a la mala suerte que otros, de forma que finalmente lo que observamos es que en diferentes culturas los rituales están teñidos de las influencias de la sociedad en la que se dan, pero sí tienen rasgos en común. En concreto, los rituales que implican romper algún acto que ha tentado al destino parece que son más efectivos cuando consisten en empujar o tirar algo lejos de nuestro cuerpo o nuestro “yo”.
Para comprobar esta hipótesis, los experimentadores plantearon un gesto culturalmente condicionado, como es golpear en la mesa (tocar madera) o sin condicionar (sostener o tirar una pelota).
Independientemente de si estaba o no condicionado, los gestos dirigidos hacia fuera del cuerpo hacían que los participantes se encontraran igual de preocupados por los accidentes de tráfico que si no hubieran «tentado al destino». Los gestos hacia dentro del cuerpo o no hacer nada, sin embargo, hacían que se mantuviera más elevada la preocupación por los accidentes de tráfico.
Si bien sabemos que las supersticiones tienen poco efecto sobre el mundo, por otra parte, no podemos decir que sea de la misma forma sobre nosotros mismos. Parece que muchas veces las personas hacemos cosas ilógicas, sin embargo, esas cosas tienen efectos muy potentes sobre nuestros pensamientos. Además, aunque parezca que son conductas al azar, tienen también un patrón concreto que hasta ahora no hemos tenido en cuenta, pero que quizá pueda ser útil conocer para comprender más sobre nuestra cultura y las motivaciones de comportamientos poco comprendidos.
Fuente: psychcentral.com
Escrito por Lara Pacheco Cuevas
Zhang Y, Risen JL, & Hosey C (2014). Reversing one’s fortune by pushing away bad luck. Journal of experimental psychology. General, 143 (3), 1171-84 PMID: 23937176