Lo que nos hace creativos: La Personalidad Creativa

Extraído de www.paradigmacreativo.com
Extraído de www.paradigmacreativo.com

La creatividad es una de nuestras cualidades fundamentales y más poderosas de nuestro intelecto. En realidad, y tal y como describen los principales autores expertos en el tema, todos podemos ser en mayor o menor medida creativos, si bien cada uno posee un sustrato biológico que le hace más susceptible al desarrollo de unas potencialidades concretas, y por otro, que a pesar de ser un rasgo estable en el individuo, puede ser dependiente del entorno y del contexto, aumentando la capacidad creativa cuando tomamos una distancia psicológica respecto al problema. La creatividad ha sido descrita como una característica que encierra una enorme complejidad, implicando un funcionamiento interactivo del cerebro, tanto a nivel cognitivo como emocional. De esta manera, la neuropsicología ha reconocido la participación dinámica de diversas estructuras situadas en zonas temporales, prefrontales o parietales; íntimamente relacionadas con la memoria, la función ejecutiva o la imaginación¸ desestimando las teorías tradicionales que adjudicaban la creatividad al funcionamiento diferencial del hemisferio derecho, y demostrando más un procesamiento global, dinámico y en constante interacción de todo el cerebro.

Cuando se habla del creativo ideal, se describe a una persona que disfruta enormemente de lo que hace, que trabaja de forma constante, con un alto grado de autoexigencia hacia sí mismo y a los demás y con un alto grado de implicación en la tarea y vista ésta como un reto hacia sus capacidades y sus motivaciones. Es alguien activo y en flujo continuo con los objetos, situaciones o personas con las que se rodea.  Por esta razón, en el mundo laboral la creatividad es una característica tan codiciada, implicada íntimamente con un rendimiento laboral alto, una inteligencia emocional por encima de la media, capacidad para la resolución de problemas y las respuestas flexibles a los problemas. Pero, ¿no podemos ser susceptibles todos de mostrar un comportamiento creativo? ¿No nos pasa que a veces una tarea nos gusta tanto que perdemos la noción de tiempo, proponemos mil alternativas para mejorar su ejecución y estamos largo tiempo con ella?. Os dejamos una serie de cualidades de las personas altamente creativas, que podemos entrenar y sacar el mayor partido en nuestro día a día:

  1. Cuidan su energía y sus ritmos de trabajo. Contrariamente a lo que podría pensarse, la persona creativa sabe de sus capacidades y tras una temporada de trabajo intenso y concentración, vuelven a un estado de tranquilidad y sosiego para recargar sus baterías y volverse a sacarse el máximo partido. Estos periodos de descanso pueden ser también de reflexión o de ociosidad.
  2. Normalizan los opuestos y el cambio como expresiones cotidianas de la vida. En efecto, las personas creativas se experimentan como “muchas personas a la vez”, pudiendo ser por ejemplo muy abiertas en algunas situaciones y en otras más dadas a la introspección e introversión. Aunque a veces esto puede resultar un problema, esto le ayuda a entender el cambio como algo habitual en la vida, con lo que situaciones altamente estresantes pueden convertirse en todo un reto pasado el primer momento de crisis. Perciben las oportunidades y las contradicciones donde otras se quedan en las primeras impresiones.
  3. El desorden les estimula. Sí, las personas creativas pueden tener periodos de tiempo tremendamente desorganizados y despreocupados y sin embargo, suelen persistir en la tarea cuando muchos otros desisten y trabajar sin descanso durante horas y horas, perdiendo la noción del tiempo. Su secreto es combinar el orden y la perseverancia con el despiste y la despreocupación, aunque a los demás le cueste entenderlo.
  4. Sueñan despiertos. Las personas creativas conviven con la realidad y las ensoñaciones. Pensar sin un rumbo fijo y aparentemente en las nubes les permite alejarse de los caminos establecidos y ver asociaciones e ideas que los demás no ven y captar la información más relevante sin tener en cuenta los distractores habituales. En realidad, soñar despierto es más exigente y dinámico de lo que cabría pensar.
  5. Son observadores natos. La curiosidad es uno de sus motores más importantes, y todo puede ser susceptible de ser estudiado, comprendido y expandido. Pueden pasarse horas enteras centrados en sólo en una cosa, que puede permitirles el entendimiento de otras cosas más importantes. Y esta curiosidad también se extiende a los otros, con gran interés hacia los otros y a sus reacciones. Esto puede hacerles vulnerables cuando sus creaciones no consiguen el efecto esperado, con lo que pueden sentirse incomprendidos o no muy bien entendidos por los otros.
  6. Disfrutan del proceso creativo y convierten las tareas en metas. Tanto, que pueden pasarse horas trabajando, arriesgando y probando caminos diferentes, y ven cada tarea en una oportunidad para aprovechar su talento y habilidad. No se amedrentan con los errores y las caídas y suelen levantarse hasta conseguir sus objetivos e intereses.
  7. Están abiertos a las experiencias diferentes. Sin duda, la variedad en las experiencias que viven les permite adquirir una actitud de continua exploración, lo que permite no dar por sentado nada y dar mayor riqueza a lo vivido. Esto se refiere también a probar sensaciones, experiencias y situaciones que pueden salirse de toda norma social.
  8. Y sin embargo, también pueden ser muy tradicionales. En efecto, salirse de la norma sólo puede darse si se conoce muy bien la cultura de referencia y haber aceptado mucho de los valores tradicionales como ciertos; de la interiorización y reflexión de los mismos surge la rebeldía y el escepticismo a unos concretos.
  9. Tienen muy buen gusto. Disfrutan de la belleza y de lo que las otras personas no ven y para ellos es tremendamente fascinante. Tienen inclinaciones y gustos artísticos y en están en constante búsqueda de nuevas cosas que les interese.

Ya sabéis, la creatividad también puede aprenderse y estimularse. Basta con abrir bien los ojos a lo que tenemos a nuestro alrededor y percibir de cada momento lo que podemos aprender. ¿A que estáis esperando?

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: El País Digital, Huffington Post, Psychology Today, Rincón de la Psicologia, Scientific American

Algunos errores comunes que todo psicólogo puede cometer…:

Extraída de www.eldiariobipolar.blogspot.com
Extraída de www.eldiariobipolar.blogspot.com

La psicoterapia puede ser un proceso largo, profundo, y en determinadas partes de la terapia, bastante doloroso. Los pacientes que acuden a terapia suelen hablar de cambios muy positivos a lo largo del proceso, consiguiendo modificaciones muy importantes en su manera de sentir, pensar y actuar que disminuyen su malestar y aumentan su confianza en sí mismos. A veces la terapia requiere un cambio profundo; en ocasiones solo hay que hacer “reajustes”. Lo que sí coinciden todos los procesos terapéuticos es readaptar al paciente a su entorno. La persona consigue una autonomía personal en solucionar sus propios problemas.

En ese sentido, es muy importante contar con especialistas lo suficientemente preparados para abordar los problemas de sus pacientes. La preparación adecuada del psicólogo pasa por tener la experiencia práctica y teórica necesaria; pero también en detectar las posibles fallas de su trabajo para rectificar y mejorar el abordaje del tratamiento. Esta revisión del propio trabajo ha de ser constante. Sin embargo, no somos máquinas automatizadas y podemos cometer errores o imprecisiones que es mejor subsanar en el proceso. Tenerlos en cuenta es una garantía de buen desempeño profesional. Os proponemos una serie de errores frecuentes que nos sirven de guía para flexibilizar nuestra propia intervención:

  1. Proponer tareas y recomendaciones que van en contra de los valores primordiales del paciente. Es frecuente encontrar la situación de mandar una tarea a un paciente que luego no trae hecha. Muchas veces pensamos que es un problema del paciente pero en muchas ocasiones hemos sugerido una tarea que entra en contraposición con los valores del paciente y que ni siquiera tiene en cuenta sus intereses. Una buena evaluación inicial de las fortalezas y los puntos fuertes del paciente, y la aclaración de dudas y preguntas puede solventar un problema muy común en la práctica.
  2. No sumergirse en la historia del paciente. Equivocarse del nombre del esposo, confundir los puestos de trabajo, o releer los datos en sesión es uno de los errores más frecuentes y puede dar la impresión al paciente de no manejar los datos y obligarle a sobre-explicaciones que se resolverían con un cuidadoso repaso de los datos más relevantes al finalizar la sesión con el paciente.
  3. Categorizar con demasiada rapidez. Nuestro trabajo muchas veces se basa en un buen análisis de los problemas del paciente y una devolución precisa de lo que le ocurre. Sin embargo, ir demasiado deprisa y hacer aseveraciones rápidas de los problemas puede provocar con el paciente un desajuste empático importante. La recogida de información, la paciencia y un buen ajuste de los tiempos puede hacer de un psicólogo todo un experto en decir la palabra exacta (contingentemente) al problema que manifiesta el paciente.
  4. Proyectar en el paciente nuestra propia historia. Que los problemas del paciente puede despertarnos aspectos de nuestra propia historia no es extraño; somos personas que también experimentamos circunstancias dolorosas fuera de consulta. Darse cuenta qué aspectos nos despiertan, distanciarse, e incluso poder trabajarnos lo que nos resulta un problema puede ser las mejores soluciones para luego trabajar de manera adecuada y ajustada los problemas que trae cada semana el paciente.
  5. Confrontar demasiado rápido. Buena parte de nuestro trabajo se trata de confrontar las contradicciones y resistencias de las personas que acuden a consulta. No tener en cuenta su sufrimiento, no reconocer sus dificultades, no conectarlo con su problema y reconducir hacia los propios objetivos puede provocar que el paciente se sienta incomprendido, con un posible abandono en terapia.
  6. Responder en un tono inadecuado a las necesidades del momento emocional del paciente. Nuestro trabajo se basa muchas veces en ajustar un tono emocional adecuado al momento que vivimos en sesión. Ajustar la postura, la posición de las manos, controlar gestos faciales o reconocer el dolor que viven en ese momento puede significar para el paciente una experiencia correctiva y ver reconocidas emociones y situaciones que su entorno niegan o censuran.
  7. No flexibilizar. Hacer una reestructuración, una técnica de exposición, una relajación o reeducar al paciente no tiene por qué ser siempre igual. Debemos huir de frases “tengo la sensación de repetir una y otra vez lo mismo…”. Somos modelos de flexibilidad y nuestro trabajo ha de tener en cuenta las características idiosincrásicas de cada uno. No siempre podemos trabajar con tablitas. Acercarnos al paciente puede ser la clave decisiva para su mejora y recuperación.
  8. No actualizarse ni hacer revisiones. Aceptar que no podemos encuadrar el problema del paciente a nuestra corriente y aceptar que debemos estar al tanto de los avances terapéuticos nos prepara para lo que pueda llegar a consulta. Aprender constantemente, debe ser nuestro lema a diario.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Psychcentral, Psychology Today, Psyciencia, Duff  the Psych.

Tener un plan B: ¿buena o mala idea?

Extraída de https://charlotte.quepasanoticias.com/
Extraída de https://charlotte.quepasanoticias.com/

Con el inicio de año todos nos hacemos los consabidos  propósitos de Año Nuevo. Nos parece primordial seguir un plan para conseguir los objetivos que nos hemos marcado. Pero, ¿qué pasa si no todos nuestros planes salen como esperamos?… ¿Y si pudiéramos plantearnos alternativas…un plan B? ¿Pero, es tener un plan B siempre es una buena idea? ¿O pueden estas «redes de seguridad» en realidad hacer que sea menos probable alcanzar nuestras metas?

En un nuevo estudio publicado recientemente los psicólogos de la Universidad de Zurich han desarrollado un modelo teórico para estudiar el uso y la utilidad de tener un plan B. «Nuestro modelo se basa en una idea sencilla: los planes alternativos cambian la forma en que perseguimos nuestro objetivo, aunque no los estemos utilizando, e incluso si nunca los utilizamos» afirma el Dr. Christopher Napolitano, autor principal del artículo.

Así, según este modelo cuanto más esfuerzo pongan las personas en la elaboración de planes secundarios, más molestos y perjudiciales pueden estos llegar a ser. Muchos objetivos, como por ejemplo encontrar un trabajo ideal o la búsqueda de pareja, pueden experimentarse completamente fuera de nuestro control. Un consejo común para gestionar esta incertidumbre es: «Ten siempre un plan B». Pero, ¿es realmente conveniente invertir tiempo y energía en desarrollar planes alternativos, o es mejor centrar todos nuestros recursos en probar una única manera a la hora de alcanzar una meta?

«A veces, tener un plan B puede aumentar nuestra confianza,» dice la Dra. Alexandra Freund, co-autora y presidenta de Psicología del Desarrollo «pero otras veces, tener un plan B podría suponer una distracción, o limitar lo duro que trabajamos al aplicar el Plan A». Estos efectos de tener un plan B pueden variar de persona a persona y de una situación a otra. Si un plan B nos da confianza, puede que seamos más eficaces en la consecución de nuestro objetivo principal. Pero los investigadores de este estudio también advierten del hecho de que tener planes secundarios bien formados puede minar con la misma facilidad nuestra motivación para conseguir  el objetivo principal, o favorecer que encontremos justificación para trabajar menos duro para alcanzarlo. Así, el tiempo y esfuerzo que se decida invertir en el desarrollo de un plan B podría determinar su efecto.

«Por supuesto, es una buena idea emplear algo de tiempo y esfuerzo en desarrollar planes alternativos, con el fin de afrontar situaciones complejas e importantes con una red de apoyo o seguridad establecida» dice Napolitano.

Sin embargo, según el modelo de Napolitano y de Freund, invertir demasiado tiempo y esfuerzo en la elaboración de planes secundarios podría crear una especie de profecía autocumplida, de modo que seamos especialmente propensos a utilizar planes alternativos muy bien desarrollados, y por tanto debilitar con ello la suficiente inversión empleada en tener éxito con el plan principal.

Un ejemplo claro en el que podemos ver los efectos negativos de los planes secundarios es en el matrimonio y el divorcio. Según una investigación llevada a cabo por W.B. Wilcox, director del National Marriage Project en la University of Virginia, las parejas que no comparten una cuenta bancaria son mucho más propensas al divorcio, lo que sugiere que no implicarse en la relación tanto a nivel emocional, práctico y/o económico en previsión de una posible ruptura en realidad podría contribuir a ella.

Por lo tanto, el consejo que tal vez nos puede resultar útil es que tener un plan B es práctico, pero no debemos pasar demasiado tiempo planteando situaciones hipotéticas alternativas ya que podría complicar la consecución de nuestro objetivo principal.

Fuente: psychcentral.com, bustle.com, nytimes.com

Escrito por Alejandra Ranz Case

Bibliografía:

Napolitano, C. M. y Freund, A.M. (in press). On the use and usefulness of backup plans. Perspectives on Psychological Science.

Wilcox, W.B. (2011) The state of our unions. Marriage in America 2011. The National Marriage Project and the Institute for American Values.

Deseando ver a un líder

Extraída de https://serunlider7.wordpress.com
Extraída de https://serunlider7.wordpress.com

Hoy, en día de elecciones presidenciales, nos gustaría que quien saliera elegido fuese un partido capaz de transformar el país. Como si fuésemos un grupo de personas unidos todos hacia un mismo reto (la estabilidad y el crecimiento del país), hemos estado bombardeados estos días de campaña para elegir a aquella persona que reúne mayoritariamente nuestras expectativas y anhelos, esperando que nuestro voto sea transformador y suponga un verdadero cambio. Y aunque todo no es tan racional como nos parece, cada uno hemos ido eligiendo aquellos discursos que mejor representaban todo ello, personificadas en aquella figura que mejor logre alcanzarlos y que nos mantenga comprometidos con ese deseo de cambio. Pero, ¿tienen todos los candidatos madera de líder?. Exploremos lo que significa ser un buen líder y tomemos nuestras propias conclusiones

  1. Un buen líder ha de ser un modelo. En efecto, para que los seguidores podamos identificaros con el líder, el líder ha de tener las cosas claras y guiarnos en el proceso. Y como tal, su discurso está impregnado de la siguiente máxima: “hago lo que siento y siento lo que hago”. Su apariencia, ademanes y comportamientos reflejan su ideario y no hay titubeos; además, son a los seguidores a quienes hace partícipe de todo el proceso, convirtiéndose en un modelo positivo de sus propias ideas.
  2. Los líderes hablan de metas claras y concisas, ajustando las expectativas a lo que realmente pueden ofrecer. Todos podemos ofrecer una numerosa cuantía de promesas, pero los buenos líderes hablan tanto de metas como de limitaciones, teniendo claro el contexto donde se mueven y proponiendo una manera eficaz de llegar a ellas. Las metas las definen claramente. Esto nos permite operativizar nuestros recursos y el nivel de satisfacción que uno alcanza cuando consigue lo que se propone. Y nos da seguridad y alivio; sabemos lo que tenemos que hacer y cómo conseguirlo.
  3. Utilizan la creatividad como caja de herramientas. Si una cosa no ha funcionado en el pasado, no tiene porque funcionar en el presente. No tiene miedo de explorar nuevas fórmulas para solucionar los problemas que se le van presentando por el camino. De esto modo, invierten en el desarrollo intelectual de sus seguidores porque de las nuevas ideas pueden surgir nuevas soluciones. Y no tienen miedo de acudir a nuevos talentos para ello; el líder no lo sabe todo y por eso puede reciclarse con un equipo nuevo que se ajuste a la realidad cambiante. Hacernos más listos nos beneficia a todos.
  4. Nos considera individualmente. Nuestras preocupaciones son sus preocupaciones, y de este modo, habla en primera persona de nuestros problemas y dificultades porque son las mismas a las que él se enfrenta cada día. El escenario perfecto para él es aquél en que los seguidores pueden desarrollar sus necesidades y habilidades, porque el crecimiento de los seguidores posibilita su propio crecimiento. De esta manera crece la identificación con el líder: parece que todos vamos a una y que él es la pieza que nos impulsa a todos.
  5. Ellos también cometen errores. Y no hay excusas: nadie hablo de un escenario perfecto y él puede cometer errores, incluso dejar su puesto si el fallo ha supuesto una desestabilización grave. El fracaso es también parte del juego. Pero no hay dramatismos en su asunción y aceptación; un buen líder no habla pone excusas ni habla de agentes externos al problema, el buen líder habla de soluciones. De reiniciar. De reconocer los errores para volver a hacerlo mejor. Mejor reconocerlo: la adaptación nace de una oportunidad fallida.
  6. La mejor baza es la información. Por su posición, es probable que el líder conozca escenarios y circunstancias que otros muchos ni se habían planteado. Solo de estar bien informado puede uno tomar las mejores soluciones. Y sin embargo, no le importa compartirlas y trabajar en equipo con los diferentes sectores de la población para hallar una respuesta coordinada y adaptada a ella. La supervivencia del equipo puede depender de ello.
  7. Gestiona las crisis y nos gestiona emocionalmente. Porque pueden pasar terribles acontecimientos, el buen líder entiende las necesidades que se ponen en marcha en situaciones de grandes crisis y permite escenarios donde poder expresarlas y gestionarlas. ¿Para qué negarlas, cuando de una verdadera integración puede conseguir una verdadera colaboración de todos, totalmente necesaria en esa situación extrema? Al fin y al cabo, su equipo y motor somos nosotros; de nuestra estabilidad y salud puede sostener su propia situación.

Éstas son solo algunas de las características esperables para un buen líder, con el objetivo de poder transformar aquello que ha recibido y hacer algo mejor. ¿Podéis pensar en ejemplos de acciones y palabras vistas estos días? ¿Puede explicar esto vuestra adhesión a un candidato concreto? Reflexionad, al final la clave está en cambiar.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: psycentral, psychology today.

Hábitos cognitivos para una mayor Flexibilidad Mental

Por más que lo intento, no puedo quitarme este pensamiento de la cabeza y puedo pasarme horas dándole vueltas”, “Al final vuelvo a hacer lo mismo una y otra vez. El resultado siempre es el mismo y no me encuentro mejor”…estas frases, servidas a modo de ejemplos, nos muestran como en ocasiones las personas tendemos a fijarnos en  un punto de vista rígido y único, repitiendo patrones de comportamiento que no siempre van seguidos de consecuencias positivas y cuyos efectos nos provocan más ansiedad y sufrimiento incluso que las situaciones de las que son originarias. En éstas, nos comportamos de manera inflexible, sin tener en cuenta  que la flexibilidad mental, relacionada con nuestra habilidad para la solución de problemas y generación de alternativas, es una garantía de equilibrio mental y afrontamiento de todo tipo de situaciones cotidianas.

Hablar de flexibilidad mental es hablar de cambio y evolución. Implica ajustarnos a un plan determinado, el nuestro propio; saber adoptar los comportamientos más adecuados a cada situación, en un constante toma y daca entre los condicionantes contextuales y nuestras propias preferencias personales. Por ello, os facilitamos toda una serie de recomendaciones para entrenar nuestra flexibilidad día a día

a)      Encuentra el equilibrio entre el pesimismo y el optimismo. El “efecto de la visión de túnel” (centrarnos en un único aspecto de la situación) o “el efecto de la tinta en el pañuelo” (un único pensamiento negativo tiñe la valencia cognitiva del resto) nos muestran como centrarnos en un único aspecto, acorde a un estado emocional determinado, no siempre es el adecuado. Acostumbrarnos a hacer una recogida de perspectivas (buenas y malas, negativas y optimistas) puede ayudarnos a tomar decisiones más realistas y ajustadas a la verdadera multiplicidad del momento.

b)     Desarrolla tu capacidad para adoptar perspectivas distintas: en terapia de pareja enfatizamos la importancia de tener en cuenta tres perspectivas distintas a la hora de abordar un conflicto; la nuestra propia, la de nuestro cónyuge y la de un observador neutral. En efecto, asumir que nuestra perspectiva no es la única posible y que siempre hay que ver la situación desde otros ojos, puede ayudarnos a inhibir conductas verdaderamente contraproducentes. Hablar con alguien cercano a nosotros, o bien escribirnos a nosotros mismos como si fuésemos un amigo externo, ayuda a salirnos de nuestra perspectiva y comprender que a veces hablamos influidos por pensamientos y emociones pero no por una consideración real del asunto.

c)      Comprende que no siempre las reglas empíricas tienen por qué cumplirse: a veces, por mucho que nosotros intentemos controlar o predecir lo que ocurrirá en el futuro, las cosas no siempre salen como nos imaginamos y hay que estar preparado para todo. Comprender que el futuro no existe y que la idea de que “sabemos lo que nos va a pasar” está más sujeto a una creencia que a la realidad en sí, permite descentrarnos de nuestros pensamientos y centrarnos en las consecuencias presentes de cada situación.

d)     Progresa en tu capacidad para la atribución interna o situacional: en el análisis de las situaciones, la teoría nos dice que las personas tendemos a sobreestimar la importancia de los rasgos personales a la hora de explicar el comportamiento de los demás, obviando lo situacional y cometiendo multitud de errores. Ser consciente de este hecho nos hace ser más cautos y no presuponer intención “de más” a los actos del otro.

e)      Limita el verdadero peso de los pensamientos y las emociones: después de una discusión acalorada con nuestra pareja o nuestros hijos, solemos darnos cuenta de que a veces hemos hablado más por la emoción o los pensamientos sobre la otra persona que por la propia situación que ha causado el conflicto. Pararnos a reflexionar, escuchar nuestras emociones y reconocer y sustituir pensamientos automáticos por otros más acordes con nuestros seres queridos puede ayudarnos a ser más flexible y no caer en el “otra vez con lo mismo”

f)       Equilibra los deseos inmediatos con tus metas a largo plazo: los pensadores flexibles saben que como se sienten ahora no se van a sentir en una semana, ni siquiera en un mes; saber que en el alivio momentáneo no está la respuesta y que lo más importante es seguir nuestras metas a largo plazo, hacen centrarnos en lo importante y asumir que un capricho diario no viene mal si es lo que queremos, pero siempre teniendo en cuenta nuestros valores en el horizonte.

g)      No dependas de la sensación de (in)certidumbre: a todos nos gusta sentirnos seguros, pero lo contrario no predice necesariamente un mal resultado. En ocasiones, en el riesgo y en lo desconocido puede estar la clave a lo que nos ocurre y dotarnos de la capacidad suficiente para tirarnos  a la piscina.

Recordad, la misma flexibilidad predice un esfuerzo diario y continuo y en la que se permiten errores y salidas del camino. Pero de eso se trata, mantenernos firmes en un ambiente que sabemos en constante cambio y evolución. ¡En la práctica reside el desarrollo de toda capacidad!

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychologytoday.com

Foto extraída de: www.cocodocpsicologia.es