Hoy, en día de elecciones presidenciales, nos gustaría que quien saliera elegido fuese un partido capaz de transformar el país. Como si fuésemos un grupo de personas unidos todos hacia un mismo reto (la estabilidad y el crecimiento del país), hemos estado bombardeados estos días de campaña para elegir a aquella persona que reúne mayoritariamente nuestras expectativas y anhelos, esperando que nuestro voto sea transformador y suponga un verdadero cambio. Y aunque todo no es tan racional como nos parece, cada uno hemos ido eligiendo aquellos discursos que mejor representaban todo ello, personificadas en aquella figura que mejor logre alcanzarlos y que nos mantenga comprometidos con ese deseo de cambio. Pero, ¿tienen todos los candidatos madera de líder?. Exploremos lo que significa ser un buen líder y tomemos nuestras propias conclusiones
- Un buen líder ha de ser un modelo. En efecto, para que los seguidores podamos identificaros con el líder, el líder ha de tener las cosas claras y guiarnos en el proceso. Y como tal, su discurso está impregnado de la siguiente máxima: “hago lo que siento y siento lo que hago”. Su apariencia, ademanes y comportamientos reflejan su ideario y no hay titubeos; además, son a los seguidores a quienes hace partícipe de todo el proceso, convirtiéndose en un modelo positivo de sus propias ideas.
- Los líderes hablan de metas claras y concisas, ajustando las expectativas a lo que realmente pueden ofrecer. Todos podemos ofrecer una numerosa cuantía de promesas, pero los buenos líderes hablan tanto de metas como de limitaciones, teniendo claro el contexto donde se mueven y proponiendo una manera eficaz de llegar a ellas. Las metas las definen claramente. Esto nos permite operativizar nuestros recursos y el nivel de satisfacción que uno alcanza cuando consigue lo que se propone. Y nos da seguridad y alivio; sabemos lo que tenemos que hacer y cómo conseguirlo.
- Utilizan la creatividad como caja de herramientas. Si una cosa no ha funcionado en el pasado, no tiene porque funcionar en el presente. No tiene miedo de explorar nuevas fórmulas para solucionar los problemas que se le van presentando por el camino. De esto modo, invierten en el desarrollo intelectual de sus seguidores porque de las nuevas ideas pueden surgir nuevas soluciones. Y no tienen miedo de acudir a nuevos talentos para ello; el líder no lo sabe todo y por eso puede reciclarse con un equipo nuevo que se ajuste a la realidad cambiante. Hacernos más listos nos beneficia a todos.
- Nos considera individualmente. Nuestras preocupaciones son sus preocupaciones, y de este modo, habla en primera persona de nuestros problemas y dificultades porque son las mismas a las que él se enfrenta cada día. El escenario perfecto para él es aquél en que los seguidores pueden desarrollar sus necesidades y habilidades, porque el crecimiento de los seguidores posibilita su propio crecimiento. De esta manera crece la identificación con el líder: parece que todos vamos a una y que él es la pieza que nos impulsa a todos.
- Ellos también cometen errores. Y no hay excusas: nadie hablo de un escenario perfecto y él puede cometer errores, incluso dejar su puesto si el fallo ha supuesto una desestabilización grave. El fracaso es también parte del juego. Pero no hay dramatismos en su asunción y aceptación; un buen líder no habla pone excusas ni habla de agentes externos al problema, el buen líder habla de soluciones. De reiniciar. De reconocer los errores para volver a hacerlo mejor. Mejor reconocerlo: la adaptación nace de una oportunidad fallida.
- La mejor baza es la información. Por su posición, es probable que el líder conozca escenarios y circunstancias que otros muchos ni se habían planteado. Solo de estar bien informado puede uno tomar las mejores soluciones. Y sin embargo, no le importa compartirlas y trabajar en equipo con los diferentes sectores de la población para hallar una respuesta coordinada y adaptada a ella. La supervivencia del equipo puede depender de ello.
- Gestiona las crisis y nos gestiona emocionalmente. Porque pueden pasar terribles acontecimientos, el buen líder entiende las necesidades que se ponen en marcha en situaciones de grandes crisis y permite escenarios donde poder expresarlas y gestionarlas. ¿Para qué negarlas, cuando de una verdadera integración puede conseguir una verdadera colaboración de todos, totalmente necesaria en esa situación extrema? Al fin y al cabo, su equipo y motor somos nosotros; de nuestra estabilidad y salud puede sostener su propia situación.
Éstas son solo algunas de las características esperables para un buen líder, con el objetivo de poder transformar aquello que ha recibido y hacer algo mejor. ¿Podéis pensar en ejemplos de acciones y palabras vistas estos días? ¿Puede explicar esto vuestra adhesión a un candidato concreto? Reflexionad, al final la clave está en cambiar.
Escrito por David Blanco Castañeda
Fuente: psycentral, psychology today.