Hábitos cognitivos para una mayor Flexibilidad Mental

Por más que lo intento, no puedo quitarme este pensamiento de la cabeza y puedo pasarme horas dándole vueltas”, “Al final vuelvo a hacer lo mismo una y otra vez. El resultado siempre es el mismo y no me encuentro mejor”…estas frases, servidas a modo de ejemplos, nos muestran como en ocasiones las personas tendemos a fijarnos en  un punto de vista rígido y único, repitiendo patrones de comportamiento que no siempre van seguidos de consecuencias positivas y cuyos efectos nos provocan más ansiedad y sufrimiento incluso que las situaciones de las que son originarias. En éstas, nos comportamos de manera inflexible, sin tener en cuenta  que la flexibilidad mental, relacionada con nuestra habilidad para la solución de problemas y generación de alternativas, es una garantía de equilibrio mental y afrontamiento de todo tipo de situaciones cotidianas.

Hablar de flexibilidad mental es hablar de cambio y evolución. Implica ajustarnos a un plan determinado, el nuestro propio; saber adoptar los comportamientos más adecuados a cada situación, en un constante toma y daca entre los condicionantes contextuales y nuestras propias preferencias personales. Por ello, os facilitamos toda una serie de recomendaciones para entrenar nuestra flexibilidad día a día

a)      Encuentra el equilibrio entre el pesimismo y el optimismo. El “efecto de la visión de túnel” (centrarnos en un único aspecto de la situación) o “el efecto de la tinta en el pañuelo” (un único pensamiento negativo tiñe la valencia cognitiva del resto) nos muestran como centrarnos en un único aspecto, acorde a un estado emocional determinado, no siempre es el adecuado. Acostumbrarnos a hacer una recogida de perspectivas (buenas y malas, negativas y optimistas) puede ayudarnos a tomar decisiones más realistas y ajustadas a la verdadera multiplicidad del momento.

b)     Desarrolla tu capacidad para adoptar perspectivas distintas: en terapia de pareja enfatizamos la importancia de tener en cuenta tres perspectivas distintas a la hora de abordar un conflicto; la nuestra propia, la de nuestro cónyuge y la de un observador neutral. En efecto, asumir que nuestra perspectiva no es la única posible y que siempre hay que ver la situación desde otros ojos, puede ayudarnos a inhibir conductas verdaderamente contraproducentes. Hablar con alguien cercano a nosotros, o bien escribirnos a nosotros mismos como si fuésemos un amigo externo, ayuda a salirnos de nuestra perspectiva y comprender que a veces hablamos influidos por pensamientos y emociones pero no por una consideración real del asunto.

c)      Comprende que no siempre las reglas empíricas tienen por qué cumplirse: a veces, por mucho que nosotros intentemos controlar o predecir lo que ocurrirá en el futuro, las cosas no siempre salen como nos imaginamos y hay que estar preparado para todo. Comprender que el futuro no existe y que la idea de que “sabemos lo que nos va a pasar” está más sujeto a una creencia que a la realidad en sí, permite descentrarnos de nuestros pensamientos y centrarnos en las consecuencias presentes de cada situación.

d)     Progresa en tu capacidad para la atribución interna o situacional: en el análisis de las situaciones, la teoría nos dice que las personas tendemos a sobreestimar la importancia de los rasgos personales a la hora de explicar el comportamiento de los demás, obviando lo situacional y cometiendo multitud de errores. Ser consciente de este hecho nos hace ser más cautos y no presuponer intención “de más” a los actos del otro.

e)      Limita el verdadero peso de los pensamientos y las emociones: después de una discusión acalorada con nuestra pareja o nuestros hijos, solemos darnos cuenta de que a veces hemos hablado más por la emoción o los pensamientos sobre la otra persona que por la propia situación que ha causado el conflicto. Pararnos a reflexionar, escuchar nuestras emociones y reconocer y sustituir pensamientos automáticos por otros más acordes con nuestros seres queridos puede ayudarnos a ser más flexible y no caer en el “otra vez con lo mismo”

f)       Equilibra los deseos inmediatos con tus metas a largo plazo: los pensadores flexibles saben que como se sienten ahora no se van a sentir en una semana, ni siquiera en un mes; saber que en el alivio momentáneo no está la respuesta y que lo más importante es seguir nuestras metas a largo plazo, hacen centrarnos en lo importante y asumir que un capricho diario no viene mal si es lo que queremos, pero siempre teniendo en cuenta nuestros valores en el horizonte.

g)      No dependas de la sensación de (in)certidumbre: a todos nos gusta sentirnos seguros, pero lo contrario no predice necesariamente un mal resultado. En ocasiones, en el riesgo y en lo desconocido puede estar la clave a lo que nos ocurre y dotarnos de la capacidad suficiente para tirarnos  a la piscina.

Recordad, la misma flexibilidad predice un esfuerzo diario y continuo y en la que se permiten errores y salidas del camino. Pero de eso se trata, mantenernos firmes en un ambiente que sabemos en constante cambio y evolución. ¡En la práctica reside el desarrollo de toda capacidad!

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychologytoday.com

Foto extraída de: www.cocodocpsicologia.es