Crecer manejando la ansiedad (I)

La ansiedad es un síntoma muy frecuente que seguramente todos nosotros hemos experimentado o lo haremos en algún momento de nuestra vida. Los niños y adolescentes tampoco están exentos de enfrentarse a esas sensaciones tan desagradables en momentos puntuales, lo cual no significa la presencia de un trastorno. ¿Cómo puedes ayudar a tus hijos a reducir la ansiedad y el estrés? Aquí te damos algunos consejos que iremos ampliando en un siguiente post:

Anímalos a enfrentar sus miedos. Cuando una situación nos produce miedo tendemos a evitarla. Evitar este tipo de situaciones hace que la ansiedad se mantenga. En cambio, si ayudamos a que el niño se enfrente a sus temores, aprenderá que la ansiedad se reduce naturalmente por sí sola con el tiempo.

Transmíteles que está bien ser imperfecto. En ocasiones creemos que es necesario que nuestros hijos tengan un gran éxito en los deporte, el colegio y demás actividades que realizan. Pero algunas veces olvidamos que los niños necesitan ser niños, y transmitimos que deben ser los mejores, olvidando que lo importante es disfrutar de aprender. Esto no quiere decir que no les inculquemos el valor del esfuerzo, sino que debemos animar a nuestros hijos a que trabajen duro y a la vez acepten, y aceptar nosotros sus propios errores y dificultades.

Céntrate en lo positivo. Frecuentemente los niños que sufren ansiedad y estrés pueden perderse en pensamientos negativos y ser muy autocríticos, viendo el vaso medio vacío en lugar de medio lleno y preocupándose en exceso por el futuro. Cuanto más te centres en los atributos buenos de tu hijo y los aspectos positivos de una situación, más le ayudaremos a ser positivo.

Planifica actividades relajantes. Los niños necesitan tiempo para relajarse y ser niños. Por desgracia, a veces incluso actividades divertidas, como los deportes, pueden llegar a estar más enfocadas en el éxito que en la diversión. En cambio, es importante asegurarse de que tu hijo juega para pasarlo bien. Puedes introducir momentos de ocio, en los que jugar con el único objetivo de pasar un rato agradable y divertido.

A lo largo de la vida todos nos vamos a encontrar con dificultades que nos generarán ansiedad, facilitarle a tu hijo o hija herramientas útiles para manejarla es una pieza más de ese puzle tan complejo y bonito que es educar.

Fuente: Psychology Today

Escrito por: María Rueda Extremera

Yo tengo un trastorno mental

Según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), una de cada cinco personas en edad de trabajar sufren un trastorno mental. La prevalencia de sufrirlo en algún momento a lo largo de la vida es el doble. Esto implica que el riesgo de que cualquiera de nosotros lo experimente es alto para todos y todas.

Sin embargo, todavía parece difícil tratar este tema con la misma normalidad que tratamos otros tipos de sufrimiento. El presidente Obama lo explicaba con bastante acierto este lunes (3 de junio de 2013).

Sabemos que la recuperación es posible, que existe ayuda; pero como sociedad aún pensamos sobre la salud mental como diferenciada de otros tipos de salud. Vemos anuncios en televisión sobre todo tipo de temas de salud, algunos de ellos muy personales y todavía susurramos sobre los temas de salud mental y evitamos hacer muchas preguntas

Estos susurros son la sombra del estigma que sufren las personas con trastornos mentales de diversos tipos. El estigma de una persona por sufrir depresión, esquizofrenia, ansiedad generalizada, o cualquier otro trastorno lleva a la vergüenza y a la culpa. Se convierte en autoestigma y reduce las posibilidades de buscar ayuda. Reduce la confianza en uno mismo, la sensación de poder hacer algo al respecto e incluso de poder contar a los demás lo que ocurre. El estigma es una etiqueta negativa que colgamos a alguien que pertenece a un grupo externo a nosotros. El que lleva esa etiqueta nos asusta, nos enfada, no lo entendemos.

Sufrir un trastorno psicológico es un evento vital que nos transforma de la misma forma que los demás eventos. Ese que lo sufre no es distinto a ti. Nadie quiere tener un trastorno de este tipo, nadie quiere mantenerlo. Tiene la misma culpa de sufrirlo que la que tiene una persona que sufre de apendicitis o de cáncer. El estigma sufrido es un peso extra en la recuperación.

Ya que el estigma se basa en que son ellos frente a nosotros, no debemos olvidar que “ellos”, los que llevan la etiqueta, pueden ser nuestra madre, nuestro hermano o nuestra hija. “Ellos” pueden ser tú, o yo.

 

Fuentes: ocde.org, whitehouse.gov, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (López et al, 2008)

Escrito por: Lara Pacheco Cuevas

 

¿Qué nos aporta leer?

Leer no es sólo un acto intelectual en el que nos atrae un estilo, unas figuras literarias utilizadas oportunamente, la historia bien construida con solidez argumental… No, leer una novela o un cuento corto provoca muchos más efectos en nosotros que el simple interés por la literatura.

nivel emocional, al leer una historia, desarrollamos simpatía o empatía con los protagonistas de la obra, identificándonos así con sus logros, sus pérdidas, su resolución de problemas, y sintiéndolos como nuestros. No sólo esto, sino que además, gracias a la narrativa en ocasiones podemos volver a emociones propias que no fuimos capaces de procesar correctamente en nosotros mismos y sí en los personajes de una historia.

Existen también beneficios para nuestro cerebro en la lectura. Cuando aprendemos a leer, nuestras habilidades cognitivas mejoran, fomentando un mejor procesamiento visual además de mejorar la comprensión y activación ante el discurso verbal. Es una actividad que pone en marcha amplias redes neuronales que se implican en la memoria de trabajo (operar mentalmente con varios elementos), en la manipulación de objetos y del espacio y en la acción dirigida a una meta.

De esta forma, la actividad de leer puede protegernos también del deterioro cerebral, gracias al nivel de actividad cognitiva que requiere la propia lectura así como el representar una historia en nuestra mente.

Son diversos los aspectos por los que la lectura es una actividad beneficiosa, pero no podemos señalar nada mejor que el placer de saborear una historia y perdernos en su argumento. Hoy, y siempre que podamos, vamos a permitirnos dedicar un tiempo del día a la lectura. ¡Feliz día del libro!

 

Fuente: Neuropsychologia (Mar, 2004); Psychological Science (Speer, 2009); Science (Dehaene, 2010); Cognition and Emotion (Mar, 2010).

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Papá, mamá, ¿y eso por qué? Cómo los niños aprenden el pensamiento científico de sus padres

¿Vemos el mundo con ojos científicos? ¿Influye cómo interpretamos el mundo en la forma de pensar de nuestros hijos/as?

Investigadores de la Universidad de California han recogido datos preliminares que indican que la postura o enfoque que los padres y madres hacen respecto a diferentes temas modelan la forma en que los niños/as explican y conciben el mundo. En este sentido han observado cómo los niños adquieren los “hábitos de pensamiento” científico de sus padres. 

Megan Luce y sus colegas grabaron a 35 niños y niñas de entre 4 y 8 años con sus respectivos padres y madres mientras leían un libro diseñado para fomentar la discusión sobre temas científicos, sociales y morales (entre los cuales se incluían el calentamiento global, las diferencias de género, el debate sobre si Plutón es un planeta, y si robar es una conducta correcta).

Los comentarios que hacían los padres sobre estos temas fueron categorizados como “dogmático”, uno de los argumentos o postura se afirma dogmáticamente como un hecho; «relativista», postura donde la vista de cada parte es igual de válida; o «analítico», un enfoque científico que integra la evidencia para decidir sobre una cuestión.

Además de estos temas, el libro también contenía páginas que hablaban de los gérmenes, la existencia de los ángeles, y la extinción de los mamuts. Aquí los científicos pusieron su atención en las expresiones de los niños, y en particular si mencionaban la evidencia (por ejemplo, «Sé que los gérmenes son reales porque puedo verlos bajo el microscopio») o solicitaba pruebas de realidad (por ejemplo, «¿Cómo sabes cómo murieron los mamuts? «).

Los científicos observaron que los hijos/as de aquellos padres y madres cuya postura era “analítica” empleaban en mayor medida evidencias que el resto de niños. La principal conclusión es que una postura analítica por parte de los padres estaba fuertemente relacionada con el uso que los niños hacen de la evidencia como argumento. Los investigadores insisten en que éste es un estudio preliminar, pero que abre camino en la investigación sobre la conversación de los padres con los sus hijos como posible mecanismo para el desarrollo de “hábitos mentales” en los niños, ya que los niños que están familiarizados con los “hábitos de pensamiento» que se centran en las pruebas o justificaciones para ‘saber cómo’, se resisten a aprender información nueva que no está respaldada por la evidencia.

 

Fuente: Research Digest

Escrito por María Rueda Extremera

Memoria de trabajo y TDAH

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) parece estar cada día más presente en nuestra sociedad y prestamos más atención a las formas en las que podemos intervenir sobre los niños que presentan este problema.

Es por esto que nos resulta de mayor interés el desarrollo de diferentes abordajes para la mejora de los niños y adolescentes con este trastorno. Queremos hacer incidencia aquí sobre las intervenciones de un corte neuropsicológico que se pueden llevar a cabo frente a este problema.

Hace ya años que se plantea que la llamada “memoria de trabajo” está afectada en los niños con este trastorno y ha sido demostrado en diversos estudios que este componente cognitivo estaría dañado tanto en su componente verbal como visual en las personas afectadas por trastorno por déficit de atención.

Es por esto que se han desarrollado estrategias terapéuticas que hagan incidencia sobre el entrenamiento de esta función cognitiva para mejorar el rendimiento en diversos aspectos de estos niños. Así pues, se ha podido comprobar que al realizar un entrenamiento en memoria de trabajo con estos niños, se mejoran los índices en diferentes áreas; no sólo neuropsicológicas sino también de comportamiento. En un estudio presentado recientemente por C.T. Green y su equipo, de la Universidad de California, se realizaron observaciones del comportamiento ante una “hoja de trabajo” de niños que recibieron o no un entrenamiento en memoria de trabajo y se comprobó que las distracciones de estos niños mientras hacían los ejercicios era menores, así como se pudo observar un mejor rendimiento en esta tarea.

En este tipo de estudios la generalización de las intervenciones sobre la memoria de trabajo parece ser dudosa en algunos aspectos, puesto que la información que dan en ocasiones los padres y otras veces los profesores no siempre muestra un descenso en los síntomas de inatención e hiperactividad.

Aún queda bastante por descubrir sobre este tipo de tratamientos aunque ya sabemos que pueden producir ciertas mejorías sobre el manejo de comportamientos en estos niños. Además, este tipo de resultados nos muestran cómo, en ocasiones, las intervenciones que creemos más cognitivas influyen en el comportamiento.

 

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Fuentes: Sharpbrains, Journal of Clinical Child & Adolescent Psychology, Neurotherapeutics

¿Puede el autismo, en algunos casos, desaparecer con el tiempo?

La semana pasada, diferentes medios nacionales e internacionales se hacían eco de un artículo publicado en el Journal of Child Psychology and Psichiatry, con un título polémico y con gran capacidad para levantar la curiosidad de buena parte de la comunidad científica. ¿Puede el autismo desaparecer con el tiempo?

Los principales autores, encabezados por  la doctora Deborah Fein (University of Columbia), constataban en su estudio un hecho asombroso; de la muestra escogida (de edades comprendidas entre los 9 y 21 años), un porcentaje de ellos (un total de 34 participantes) conseguían superar sus síntomas de autismo e incluso perder la categoría diagnóstica al hacerse mayores, tras haber sido detectados como tales de forma temprana. ¿Cómo es eso posible?

Los resultados fueron obtenidos tras la comparación exhaustiva de estos casos con otros dos grupos; uno de ellos control; el otro, un grupo de personas con síntomas autísticos pero sin presencia de discapacidad intelectual. A pesar de que en el estudio no se dan razones claras de este acontecimiento insólito, sí que se correlaciona con un factor; de los dos grupos diagnosticados con autismo en su niñez, el grupo que creció hacia un desarrollo normal sin síntomas en su vida adulta había conseguido mejorar en sus habilidades y destrezas de socialización.

Sin embargo, varios expertos ya se han apresurado a afirmar que dichos resultados deben ser tomados con cautela, y no considerarlos como una lanza a favor de un curso reversible dentro del autismo. El artículo no  defiende que el autismo desaparezca; solo se produciría en algunos de los casos  estudiados. Por otro lado, ¿se había  realizado un buen diagnóstico en todos los casos? ¿Qué clase de terapias habían seguido con cada persona en particular? ¿Explicaría los resultados una posible normalización de funciones cerebrales? Los propios autores están revisando las conclusiones del estudio  para esclarecer cada uno de los interrogantes.

Con la inminente publicación del DSM-V (en mayo de este año) y la modificación del autismo en una categoría mucho más amplia y basada en la idea de continuo, las implicaciones de este estudio están todavía por verse. ¿Qué opináis?

 

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente: autismodiario.org, Elpais.com y Psychcentral

Miedos Nocturnos en Niños


El mundo de la fantasía nos pertenece cuando somos niños. Los cuentos infantiles están plagados de criaturas mitológicas, sorprendentes e irreales que apasionan a los más pequeños. Claro, que cuando nuestros niños no pueden dormir por los monstruos bajo la cama o porque viene el coco a por ellos, deseamos que no sean tan imaginativos. Solemos decirles que no se preocupen, que los monstruos no existen.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv, han tratado de explicar cómo la fantasía de los niños influye sobre los miedos nocturnos.

Se conoce que los miedos nocturnos de los niños cambian en contenido según van teniendo más edad; así, por ejemplo, se sabe que con la edad, los miedos a criaturas fantásticas van decreciendo mientras que aumentan los miedos al daño físico.

Este grupo de investigadores han descubierto que la capacidad de los niños de 4 a 6 años para diferenciar la realidad de la fantasía influye sobre el desarrollo de miedos nocturnos. Así, los niños que presentan más miedos nocturnos son aquellos con menor capacidad para diferenciar entre la realidad y la fantasía.

Esta relación, sin embargo, se desvanece con el tiempo, ya que en niños más mayores la capacidad para discernir entre fantasía-realidad no influiría sobre la aparición de miedos nocturnos. Es un conocimiento interesante, puesto que un nivel de miedo o ansiedad alto en la infancia se relaciona con problemas de socialización, dificultades académicas o baja autoestima.

Ante estos hallazgos, desde los contextos clínicos, cuando los niños de estas edades tengan miedos nocturnos se puede trabajar en una mejor distinción de realidad y fantasía. Otra opción es tratar de utilizar la capacidad imaginativa de estos niños como herramienta terapéutica y así convertir algo que potencialmente les daña en un arma para combatir el problema.

Fuente: Springer Link

Escrito por Lara Pacheco Cuevas