Y la depresión entró en nuestra relación

Extraído de https://www.mindbodygreen.com
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La depresión es uno de los trastornos psicológicos más frecuentes en nuestros días, y no es de extrañar que el impacto en las vidas de las personas que lo sufren se extienda no solamente a los propios afectados, también a su círculo más cercano (pareja, amigos y la familia). En esa circunstancia, tanto el paciente como su pareja han de pasar por un proceso de adaptación mutua para que la unión entre ambos no se resienta, a la vez que funcione como un apoyo para el afrontamiento y la superación de los problemas psicológicos.

En las primeras fases, es normal que experimentemos muchas dudas sobre cómo comportarnos en episodios de tristeza y se tienda a una respuesta de sobreprotección sobre el afectado, intentando en muchas ocasiones solucionar sus problemas, prestando una atención continuada y no dejándola sola. Sin querer estamos reforzando el circulo vicioso propio de la depresión: le ayudamos en acciones que no necesita y la volvemos más dependiente y pasiva, cuando es exactamente eso lo que es contraproducente para ella. Por ello, tan importante es acudir a un especialista que atienda a las necesidades del paciente identificado como la posibilidad de que pueda orientarnos para no caer en actitudes que pueden empeorar el problema. Es aquí cuando podemos hacer muchos cambios, entre los que se encontraría:

  1.  Mostrarse cercanos y disponibles. Cuando alguien está deprimido, entiende que tiene muchos problemas que solucionar pero no se siente capaz de solucionarlos. Poder puede, pero todavía no está en ese momento para hacerlo. Por eso se hace más útil escucharles y acompañarles (no se necesitan grandes palabras) no tanto en aportar soluciones o expresar situaciones similares que has vivido. Si tienes dudas, siempre puedes preguntar que quiere o necesita. En esta situación tu también puedes expresar tus inquietudes: puede ser una oportunidad de comunicación para que ambos entendáis el proceso que estáis pasando.
  2. Crear un lenguaje común. Un buen símil para explicar el comportamiento de la persona deprimida es “La Teoría de la Cuchara”, donde se compara la energía disponible que tiene la persona para hacer las tareas cotidianas con el número de cucharadas que hay que tomar para dejar un vaso de yogur vacío. Cada actividad que ha de realizar sólo se pueden reemplazar por un número de cucharadas concretas, después de lo cual la persona deprimida ha de reponer fuerzas y descansar. Esta metáfora nos ayuda a entender a la persona deprimida y crear un lenguaje común donde la persona puede hacer al día una serie de actividades concretas, siendo ambas partes quienes han de definir sus fuerzas, para saber el estado y lo que puede hacer cada uno en cada momento.
  3. Ajuste de expectativas. Ni tu pareja va a mejorar de la noche a la mañana ni tú vas a actuar perfectamente en cada parte del proceso. Aceptar que esto requiere tiempo y que lo necesitáis es saber que el otro está ahí (y mostrarlo con acciones de cuidado) es lo suficiente para quitar presiones y respetar el dolor de cada uno. Frases como “ten calma” o “vamos a cogerlo con fuerzas” resuenan como exigencias en los oídos deprimidos y más vale basarse en mínimos, que paradójicamente pueden ayudar a los siguientes pasos.
  4. Planificar qué hacer cuando se está deprimido. La persona deprimida no estará deprimida siempre y habrá momentos mejores y peores. Decidir como equipo qué hacer “para vivir más fácil esos momentos peores” ayudará a ambas partes a tener control en situaciones desagradables y ajustar la ayuda a las necesidades reales del otro. “Cuando estoy deprimido necesito para estar calmado: dormir, salir a hacer algo tranquilo, caminar, un buen plato de pad thai…” podría ser un buen inicio para comenzar.
  5. Estar abierto a comunicarse, pero también a los silencios. Acompañar a una persona deprimida implica entender que va a necesitar más a veces que la escuchen que qué la hablen. Más que respeten sus tiempos y energías sin sobrecargas. Qué crean en lo que dicen y en sus síntomas, aunque nosotros lo veamos perfectamente solucionable. Qué no digamos tanto, hagamos más. Y qué también le pongamos algunos límites: no siempre podemos estar con ella, al igual que ella necesita sus espacios también. La clave es comunicarse: no a todas horas, sino cuando se esté cerca y se quiera hablar. Lo mejor es preguntar, y respetar el silencio cuando no se quiera hablar.
  6. Prohibido olvidarse de uno mismo. Aunque nuestra pareja esté deprimida, no es bueno sacrificar nuestras relaciones o cuestiones personales. La mejor ayuda es que te mantengas medianamente bien y tranquil@, y encargarte de tu gente, ciertas actividades y tu trabajo te mantendrán recargado y en forma para tu pareja. Evitando también el sobrecoste que supone ayudar a otra persona. Cuídate para cuidar al otro, ni más ni menos.

Todas estas breves recomendaciones son pequeñas casillas de salida para empezar andar pero puntualizando que no sustituyen a un profesional de la psicología y que ha de ser éste quien nos guíe en el proceso de recuperación. Con todo, la recuperación sería más efectiva y nosotros y nuestra pareja resguardados.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes: Psych Central, Psychology Today, La mente es Maravillosa, Huffington Post

 

Lo que el psicólogo piensa y no te dice

Una persona que va a terapia hace un gran esfuerzo por mejorar. Se enfrenta a sus miedos, a pensamientos negativos y sentimientos que no son agradables. Pone sobre la mesa cosas íntimas de sí mismo y esa persona que está enfrente pregunta, enfrenta a cosas que no son fáciles de ver y que asustan. El paciente muchas veces se pregunta qué estará pensando el psicólogo y no dice. Aquí hay algunas de esas cosas y sus motivos para no expresarlas. El psicólogo también es humano, pero antepone el proceso terapéutico intentando ser una ayuda.

“Por favor, no preguntes siempre ¿Por qué?”

Mucha gente va a terapia queriendo saber por qué son de la forma que son. Es importante entender las razones por las que hacemos lo que hacemos, pero a menudo, este porqué no es suficiente para sobreponerse, y hay veces que no es ni siquiera necesario. Por ejemplo, si una persona tiene fobia a los ascensores, entender cómo se desarrolló ese miedo puede ser interesante, pero probablemente no ayude a resolver el problema. Conocer el “porqué” por sí mismo no hará que alguien con ese miedo suba en el ascensor. Las explicaciones a uno mismo no hacen que se cambien los hábitos ya instaurados. El esfuerzo que hay que hacer para cambiar ese patrón es mucho más costoso y el psicólogo, así como los pacientes que han pasado por ello, lo saben.

“Definitivamente, deberías hacer eso”. Un consejo directo sería lo peor para el paciente

Mucha gente va al psicólogo buscando una respuesta rápida como “¡Sí! Deberías dejar el trabajo” o “¡No! Claramente no deberías dejarlo”. Sin embargo, el terapeuta no quiere dar una respuesta de este tipo. Esto es por lo siguiente: el psicólogo sabe que no tiene toda la información, así que dar una solución directa puede ser lo peor para el paciente. En lugar de eso lo que hace es guiar a los pacientes hacia su propia solución haciendo preguntas y asistiéndoles a lo largo de la toma de decisiones, ayudando a identificar que le está manteniendo bloqueado en este proceso.

“Sé que estás mintiendo, y está bien”

Nadie dice toda la verdad y nada más que la verdad. Los recuerdos no son como una cámara de video que reproduce una historia con toda fidelidad. Tendemos a ver las cosas sólo desde un punto de vista (el nuestro) y las recordamos un poco diferentes cada vez. Al final, un paciente da una versión de cómo experimenta las cosas. Incluso a veces se puede omitir la verdad porque ciertos detalles parecen irrelevantes, vergonzosos o demasiado personales. En la mayoría de los casos el terapeuta no dice nada cuando sospecha que un paciente está rehuyendo algún tema, incluso inconscientemente. Decir en sesión que aquello que se cuenta puede no ser verdad puede intimidar a una persona, destruyendo la confianza en lugar de crearla. En lugar de esto, prefiere esperar y dar pie mediante desafíos a las contradicciones, para que en su momento, cuando esté más preparado, el consultante pueda dar una visión más honesta (y muchas veces más reveladora) del retrato de sí mismo.

Fuente: Huffingtonpost.com

Escrito por Lara Pacheco