Una persona que va a terapia hace un gran esfuerzo por mejorar. Se enfrenta a sus miedos, a pensamientos negativos y sentimientos que no son agradables. Pone sobre la mesa cosas íntimas de sí mismo y esa persona que está enfrente pregunta, enfrenta a cosas que no son fáciles de ver y que asustan. El paciente muchas veces se pregunta qué estará pensando el psicólogo y no dice. Aquí hay algunas de esas cosas y sus motivos para no expresarlas. El psicólogo también es humano, pero antepone el proceso terapéutico intentando ser una ayuda.
“Por favor, no preguntes siempre ¿Por qué?”
Mucha gente va a terapia queriendo saber por qué son de la forma que son. Es importante entender las razones por las que hacemos lo que hacemos, pero a menudo, este porqué no es suficiente para sobreponerse, y hay veces que no es ni siquiera necesario. Por ejemplo, si una persona tiene fobia a los ascensores, entender cómo se desarrolló ese miedo puede ser interesante, pero probablemente no ayude a resolver el problema. Conocer el “porqué” por sí mismo no hará que alguien con ese miedo suba en el ascensor. Las explicaciones a uno mismo no hacen que se cambien los hábitos ya instaurados. El esfuerzo que hay que hacer para cambiar ese patrón es mucho más costoso y el psicólogo, así como los pacientes que han pasado por ello, lo saben.
“Definitivamente, deberías hacer eso”. Un consejo directo sería lo peor para el paciente
Mucha gente va al psicólogo buscando una respuesta rápida como “¡Sí! Deberías dejar el trabajo” o “¡No! Claramente no deberías dejarlo”. Sin embargo, el terapeuta no quiere dar una respuesta de este tipo. Esto es por lo siguiente: el psicólogo sabe que no tiene toda la información, así que dar una solución directa puede ser lo peor para el paciente. En lugar de eso lo que hace es guiar a los pacientes hacia su propia solución haciendo preguntas y asistiéndoles a lo largo de la toma de decisiones, ayudando a identificar que le está manteniendo bloqueado en este proceso.
“Sé que estás mintiendo, y está bien”
Nadie dice toda la verdad y nada más que la verdad. Los recuerdos no son como una cámara de video que reproduce una historia con toda fidelidad. Tendemos a ver las cosas sólo desde un punto de vista (el nuestro) y las recordamos un poco diferentes cada vez. Al final, un paciente da una versión de cómo experimenta las cosas. Incluso a veces se puede omitir la verdad porque ciertos detalles parecen irrelevantes, vergonzosos o demasiado personales. En la mayoría de los casos el terapeuta no dice nada cuando sospecha que un paciente está rehuyendo algún tema, incluso inconscientemente. Decir en sesión que aquello que se cuenta puede no ser verdad puede intimidar a una persona, destruyendo la confianza en lugar de crearla. En lugar de esto, prefiere esperar y dar pie mediante desafíos a las contradicciones, para que en su momento, cuando esté más preparado, el consultante pueda dar una visión más honesta (y muchas veces más reveladora) del retrato de sí mismo.
Fuente: Huffingtonpost.com
Escrito por Lara Pacheco