¿Qué relación tiene la memoria implícita con nuestra capacidad de aprendizaje?

Extraída de www.mindful.org
Extraída de www.mindful.org

El aprendizaje es un proceso complejo y multidominio en el que están implicados multitud de estructuras cerebrales y que nos permite la adquisición de conocimientos muy variados y diferentes. Entre ellos, cobran especial relevancia los procesos de memoria, atención y función ejecutiva, que procesan, organizan,  recuperan y utilizan la información en el momento preciso en el que se necesita para solucionar problemas y encontrar nuevas estrategias de resolución. Si estos sistemas de organización, nos veríamos sobrepasados por el exceso de información y seríamos incapaces de programar y organizar nuestra conducta, ni de hacer la mayoría de funciones superiores que realizamos día a día. Hablamos de nuestra capacidad de aprendizaje.

Y es por ello por lo que gran parte de las investigaciones se han centrado en el aprendizaje “consciente o explicito”, es decir, un aprendizaje deliberado, del que la persona es consciente y su aprendizaje es explícito y se hace referencia tanto al contenido de la información como el momento de adquisición de ese aprendizaje. En este aprendizaje, la codificación y la recuperación (proceso elaborativo y activo de la información para dar una respuesta correcta de la información), en una continua interacción entre procesos de atención, memoria y función ejecutiva. Por ejemplo, el aprendizaje de una lista de palabras, un tema de una oposición o una lista de teléfonos.

El aprendizaje implícito, o memoria implícita, como tal, hace referencia al aprendizaje mediante la experiencia, del que no somos conscientes de cómo o dónde lo aprendimos y que nos cuesta mucho poner palabras una vez se ha adquirido. Aquí entraría montar en bici, la gramática del lenguaje  o el priming (un efecto facilitador del recuerdo, donde las personas somos capaces de mejorar nuestra capacidad de aprendizaje con conocimientos previamente presentados y de los que no somos plenamente conscientes). El aprendizaje implícito, por tanto, es una capacidad de especial de nuestra cognición, multidominio, de organización central y que permite la adquisición y comprensión igualmente del aprendizaje.

De esta forma, el aprendizaje implícito, que explica los procedimientos, el cómo se hacen las cosas, se ha estudiado mucho menos, y del que también se hace necesario extraer características básicas. Por ejemplo, sabemos que las personas difieren mucho en su aprendizaje explicito, pero se ha dado por supuesto que en el aprendizaje implícito, todos tenemos un nivel más o menos similar… y no es cierto. Se hace complicado cuantificar las diferencias individuales precisamente por ese carácter implícito o automático de este tipo de aprendizaje, siendo más difícil emular condiciones experimentales que reproduzcan el comportamiento implícito y no consciente, y de la que sin embargo se apoyan la mayoría de funciones superiores.

En estos vacíos, surgen todo un cuerpo de investigaciones para comprobar si, efectivamente, hay una capacidad similar para este tipo de aprendizaje, o por si por el contrario, hay diferencias entre los individuos. Cobraría especial importancia para seguir ayudando al potencial de aprendizaje de los niños, y también, de adultos y mayores que presentan dificultades en diferentes capacidades cognitivas.

Por todo ello, se contó con un grupo de 64 participantes en el que proponían cuatros tareas que requerían el uso del aprendizaje implícito. La primera de ellas basada en gramática artificial (se les dio a estudiar una serie de cadenas de letras que se adherían unas con otras mediante unas reglas gramaticales no reveladas, y los participantes tuvieron que decir qué cadenas de un conjunto de palabras eran gramaticales y cuáles no), una segunda tarea consistente en mostrar una serie de imágenes y si están dispararían un tipo de resultado u otro (se les dio feedback de acuerdo a sus diferentes respuestas), una tercera  tarea en la que  tenían que predecir la posición de un punto en una pantalla,  de acuerdo a experiencias de aprendizaje previas. Por último tuvieron que aprender categorías de visuales implícitamente, con la ayuda de feedback, tenían que clasificar estímulos visuales  abstractos.

Una semana después los participantes tuvieron que completar distintas versiones de estas pruebas, más unas pruebas de memoria de trabajo, memoria explícita y tareas de inteligencia general.

En los resultados, se observó una correlación moderada entre los resultados de las pruebas implícitas entre la primera semana y la segunda semana, lo que confirmaría una estabilidad de los participantes en esta capacidad de aprendizaje implícito. De esta manera, habría diferencias individuales en esta capacidad implícita, y no se asumiría misma capacidad para todos en esta capacidad. Se observó también que las medidas de aprendizaje implícito y las de inteligencia eran independientes, es decir, que no siempre una buena capacidad explícita estaba relacionada con mismas medidas en las pruebas implícitas, y por lo tanto, están implicados procesos neuronales distintos, donde el aprendizaje explícito estaría más vinculado a las pruebas de inteligencia general tradicionales.

Estos hallazgos permitirían confirmar, por un lado, que la inteligencia no dependería de un solo factor general, medido por una serie de pruebas explícitas. De otro, que una persona puede obtener muy buenos resultados en el CI pero muy bajos en aprendizaje implícito, y viceversa, y que no predeciría necesariamente el rendimiento en la mayoría de actividades de la vida cotidiana. Por último, surgirían toda una serie de interrogantes en el estudio del aprendizaje implícito, ¿se podría mejorar el aprendizaje de este tipo de conocimiento implícito? ¿de qué manera el aprendizaje implícito obstaculizaría la adquisición de aprendizajes superiores?.  Estaremos atentos a estudios actuales en este campo.

El juego libre como herramienta para el desarrollo cognitivo-social

Extraída de www.mimamadedia.com
Extraída de www.mimamadedia.com

“El juego es el instrumento que tienen los niños para interpretar la realidad, para entender cómo funciona la vida y para explicarlo todo, y si se pauta, codifica y vigila mucho, si les decimos qué han de hacer en cada momento, se les quitan herramientas para que luego puedan inventar respuestas con sus propios recursos a las situaciones vitales que se le presenten”, explica José Ramón Ubieto, profesor de Psicología de la UOC (Universitat Oberta de Catalunya).

El juego ha sido reconocido por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos como un derecho de todos los niños debido a la importancia que se le atribuye en el desarrollo infantil. Más específicamente se habla del tiempo de juego libre y no estructurado, esencial para el bienestar cognitivo, físico, social y emocional de los niños y jóvenes.

¿CUÁLES SON LOS BENEFICIOS DEL JUEGO LIBRE?

Se necesita jugar para un desarrollo cerebral saludable. El 75% del cerebro se desarrolla después de que nace un bebé, en los años entre el nacimiento y los primeros 20 años. El juego infantil estimula el establecimiento de nuevas conexiones entre células nerviosas cerebrales; esto es lo que ayuda al niño a desarrollar habilidades motoras gruesas (caminar, correr, saltar, coordinación) y habilidades motoras finas (escritura, manipulación de herramientas pequeñas, trabajo detallado de las manos). Jugar durante la adolescencia y en la edad adulta ayuda al cerebro a desarrollar aún más dicha conectividad, especialmente en el lóbulo frontal, que es el centro para planificar y tomar buenas decisiones.

El juego de simulación estimula la imaginación y creatividad. Los estudios han demostrado que los niños que son animados a usar su imaginación son más creativos en su vida adulta. Y es que la creatividad no se limita a la expresión artística, también ayuda a las personas a encontrar formas innovadoras en la solución de problemas cotidianos.

Es la capacidad de «hacer creer» lo que puede llevar la mente de las personas a lugares donde nadie ha ido antes.

El juego desarrolla la función ejecutiva del cerebro. Con función ejecutiva nos referimos a las habilidades mentales que nos permiten administrar el tiempo y la atención, planificar y organizar, recordar detalles y decidir qué es y qué no es apropiado decir y hacer en una situación determinada . También participa en el aprendizaje del dominio de nuestras emociones y a usar experiencias pasadas para entender qué hacer en el presente y/o futuro. La función ejecutiva es fundamental para el desarrollo del autocontrol y la autodisciplina. Los niños que tienen una función ejecutiva bien desarrollada se desempeñan bien en la escuela, mantienen relaciones sociales sanas y toman buenas decisiones. En resumen, el juego le aporta al lóbulo frontal del cerebro, el centro de la función ejecutiva, el entrenamiento necesario para su desarrollo.

El juego desarrolla la «teoría de la mente» de un niño. La «Teoría de la mente» es la capacidad de “caminar en los zapatos de otro”, es decir, poder ponerse en la situación del prójimo. Mediante el juego libre los niños aprenden a descubrir qué pensarán y harán los diferentes personajes, es decir, requiere comprender los pensamientos y sentimientos de los compañeros de juego. Una teoría de la mente bien desarrollada aumenta la tolerancia y la empatía por los demás así como su capacidad para trabajar bien en equipo.

MENOS JUEGO LIBRE, MÁS DEPRESIÓN Y ANSIEDAD INFANTIL

Cuando los adultos no dejan explorar el entorno, brindan todas las ideas para el tiempo libre y establecen las reglas del juego, los niños  se ven privados de aprender importantes habilidades sociales con los iguales y de experimentar la satisfacción por el propio logro. Después de todo, si un niño quiere que otras personas jueguen con ellos tiene que aprender a aceptar las ideas de otros y cooperar con un objetivo grupal, lo que servirá de entrenamiento para alcanzar un pensamiento más flexible y una autorregulación emocional adecuada.

Cada vez son más los psicólogos, pediatras y pedagogos que manifiestan que el exceso de sobrecontrol en el juego por parte de los adultos tiene relación causal con el aumento de patologías psicológicas como la depresión y la ansiedad en la población infantojuvenil de las últimas décadas. Y es que cuando gestionamos cuándo, dónde y con quién han de compartir su ocio se les resta confianza; el niño se siente más inseguro, con menor capacidad de autogestión, resultando finalmente en una merma de autoestima. En resumen, todos ellos factores de riesgo para sufrir depresión.

Frente a una sobreprotección paterna es recomendable que los progenitores opten por proporcionar una guía suave sobre el comportamiento positivo y la resolución de problemas, si es necesario, a medida que se desarrolla el juego de simulación.

¿QUÉ PODEMOS HACER LOS ADULTOS PARA PROPICIAR EL DESARROLLO DE DICHAS HABILIDADES COGNITIVO-SOCIALES?

Fomenta el juego libre: sí, definitivamente es importante proporcionar a los niños experiencias que les enseñan nuevas habilidades y cómo trabajar en equipo. También para paliar el declive de las horas de juego que está teniendo lugar en los últimos tiempos. Todo ello sin que la experiencia de juego sea tan reglada externamente, es decir, sin la omnipresencia de los adultos.

Juega con tus hijos: dedicarle tiempo en el día a día a jugar con ellos mejora las relaciones familiares, promueve la comunicación y la cooperación. Así mismo dejar que ellos dirijan ese tiempo lúdico te ayudará a conocer mucho acerca de “su mundo”.

Promueve, en la medida de lo posible, salir del ámbito urbano: elige parques infantiles y zonas donde se pueda disfrutar de la naturaleza para que el niño explore, sea creativo a la hora de incorporar en el juego los recursos que tiene a mano y sea independiente para valorar de lo que es capaz. También así se le brinda la posibilidad de aburrirse o frustrarse, factores igualmente necesarios para el desarrollo saludable del niño.

Piensa antes de comprar: el juego libre “sale gratis”. El exceso de juguetes aniquila la capacidad de improvisación de los niños a la hora de transformar los objetos cotidianos en materiales de juego, y con ello su potencial creativo.

Escrito por: Maite Nieto

FUENTES: lavanguardia.com , PsychCentral.