Entre las paradojas de la naturaleza humana, hay una que en fechas como la pasada semana nos divide. La fiesta de Halloween consiste en acercarnos al miedo de forma divertida y segura, pero no todo el mundo es capaz de hacer esto del mismo modo. Hay algunas personas que tratan de evitar las situaciones desagradables, así como las emociones desagradables a toda costa, mientras que otros no dudan en buscar el modo de pasar miedo, incluso en muchas ocasiones invierten tiempo y esfuerzo en ello.
Ante esta diferencia, un grupo de investigadores de la universidad de Pittsburgh pusieron en marcha un experimento para conocer qué hace que las personas busquen estas experiencias de “pasar miedo”. Para ello, instalaron un laboratorio de EEG en una Casa del Terror y buscaron detalles de las personas que voluntariamente se prestaban para pasar por una experiencia como esa. Lo que encontraron es que después de una vivencia de miedo como esa, los participantes mostraban un mejor humor y mayor energía, acompañado de una reducción de la reactividad neuronal. Los autores del estudio interpretan estos resultados como que el paso por estas experiencias es una forma de “recalibrar” nuestras emociones. De algún modo, pasar por esto hace que los problemas cotidianos parezcan menores.
Lograron realizar medidas de 262 voluntarios para completar diferentes test psicológicos antes y después de la experiencia. De estos, además, en 80 participantes midieron el EEG también antes y después, así como su respuesta cerebral en el visionado de imágenes desagradables, eróticas o mientras los participantes se sumergían en preocupación.
En términos generales, los participantes reportaban un estado emocional más positivo después de la experiencia de la Casa del Terror. Especialmente, aquellos que antes de la experiencia estaban más estresados, cansados o aburridos, mostraron un mayor beneficio a nivel emocional, y tendían a valorar la experiencia como más intensa y escalofriante. Se observó también que había menos participantes que decían estar ansiosos después de la experiencia que antes, apoyando la idea de que es la anticipación emocional la que fomenta la ansiedad, y que la resolución de esta anticipación a través de la experiencia “horrorizante” proporciona alivio.
Se resalta también en el contexto de esta investigación que la experiencia de miedo que se da en ella es buscada deliberadamente (lo denominan como una Experiencia Voluntaria de Activación Emocional Negativa). Puede ser clave que los participantes que se sentían más felices antes de la experiencia terrorífica tenían más probabilidades de evaluarla como una experiencia desafiante que les había ayudado a aprender algo sobre ellos mismos, aunque fueron también los que señalaban la experiencia como más terrorífica, intensa y menos cómoda.
La interpretación de “recalibración” de las emociones se basa en el mismo efecto cuando se produce a nivel físico. Por ejemplo, si sientes frío en tu casa y sales a la calle sin abrigo y está nevando, al volver a entrar en tu casa lo percibirás al menos momentáneamente como un ambiente cálido. Es de este mismo modo como funcionan las experiencias que son un divertimento basado en el horror. Después de un episodio intenso y controlado de horror, la vuelta a la vida normal parece mucho más placentera.
El efecto de “recalibración” parece coincidir con lo que este grupo de investigación encontró en las lecturas de EEG. La actividad cerebral tras la vivencia de una experiencia terrorífica es similar a la que se puede observar tras la práctica de la meditación mindfullness. Esta actividad se sintoniza a la baja, como si se hubiera bajado el volumen de la misma. En algunas frecuencias cerebrales específicas, como la reactividad theta y gamma, observaron que era menor. Esto podría interpretarse como un menor procesamiento de los estresores ambientales.
Incluso, los participantes que decían sentirse mejor tras la experiencia, también mostraban menos ondas gamma cuando les pidieron que se centraran en sus preocupaciones, lo que en muchas ocasiones da lugar a un aumento del estrés. Este estudio es en por el momento puramente exploratorio, y sería necesario replicar estos resultados, con un mayor número de participantes y un mejor control de las posibles variables confusoras. Sin embargo, estos datos iniciales pueden tener ciertas implicaciones clínicas.
En un contexto de psicoterapia, hay algunas situaciones que se acercan a esta búsqueda voluntaria de ponerse en una situación que da miedo. Básicamente es en esto en lo que consiste la técnica de exposición a una fobia. Se busca una exposición en la que el miedo que está sintiendo la persona está apareciendo en un contexto controlado y por tanto puede dar lugar a una experiencia placentera y gratificante una vez superada. Además, si se confirma que estas experiencias dan lugar a un aumento de la energía, puede ser interesante que se apliquen situaciones similares en personas con bajos niveles de ésta.
Claramente somos muchos a los que nos gusta buscar experiencias que nos hacen pasar miedo, y sea esto algo extraño o no dependerá de cuanto más cerca estemos de darle una explicación.
Escrito por Lara Pacheco Cuevas
Fuente: Christian Jarret, BPS Research Digest.