¡ATENCIÓN, SE ACERCA SELECTIVIDAD! CLAVES PSICOLÓGICAS PARA SUPERARLO CON ÉXITO

Selectividad, PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) o EBAU (Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad) son algunos de los nombres que toma el examen basado en una prueba escrita que se realiza a los estudiantes que desean acceder a estudios universitarios en universidades públicas y privadas de España. Para conseguir la nota final a tener en cuenta para dicho acceso además de la selectividad, computan los dos cursos de Bachillerato.



Imagen extraída de es.123rf.com (Marca estudio)

No son pocas las familias con hijos estudiantes de 2º de bachillerato que en la recta final de esta tan temida prueba empiezan a acuciar sus efectos: interminables jornadas de estudio, problemas de sueño, estrés y ansiedad, falta de tiempo libre, monotemática conversacional e incluso, en los peores casos, disputas y/o problemas familiares.

No sólo se queda ahí, sino que en una investigación de la Universidad de Valencia en colaboración con la Universidad Miguel Hernández se ha demostrado que el estrés mantenido en el tiempo, como puede ser el generado por la preparación para un examen tan trascendental como Selectividad, puede llegar a producir depresión en el sistema inmunológico de los estudiantes desencadenando un mayor índice de infecciones ya sea a nivel respiratorio, dermatológico, alergias, etc…

Con todo lo anterior no venimos a demonizar este tipo de preparaciones académicas, sino ayudar a ser conscientes del impacto que puede tener dicho entrenamiento así como dotar de las herramientas estudiantiles y psicológicas necesarias para afrontar con calidad de vida y bienestar este hito escolar.

Cómo sobrevivir a la Selectividad (o a cualquier otro examen importante) sin desfallecer en el intento

A falta de unos 3 meses para la señalada fecha los siguientes consejos harán que esta carrera de fondo se haga en «buena forma» en lugar de desfondados:

  • Intenta respetar la máxima de “8-8-8”, o lo que es lo mismo, 8 horas de sueño- 8 horas de trabajo- 8 horas de desconexión. Y digo intenta porque conocida la particularidad de que los estudiantes destinan gran parte de sus 8 horas de «trabajo» al horario escolar, sin contar el tiempo de estudio en casa, seguramente esta propuesta sea difícil de llevar a cabo a pies juntillas (sobre todo en el sprint final de curso previo a Selectividad).

Eso sí, si algo de lo anterior se considera totalmente necesario es el tiempo de sueño. Teniendo en cuenta que la principal herramienta de trabajo del estudiante es el cerebro, y que éste ha de estar descansado para funcionar correctamente, las 8 horas de sueño serán el elemento clave para un estudio efectivo (y posiblemente la variable por donde siempre se empieza a recortar cuando se necesita más y más tiempo con/en los libros).

  • La otra parte de la «gasolina» para que el cerebro funcione correctamente proviene de una adecuada alimentación. Es fácil, en épocas de estrés, o bien sentir una completa falta de apetito o un hambre voraz; ambos son buenos indicadores de que los niveles de ansiedad están siendo altos. Todo eso siempre y cuando no se descuide la alimentación en general por falta de tiempo.

No abandones (o si nunca se consiguió, intenta implementar) una alimentación equilibrada, rica en proteínas, hidratos de carbono y vitaminas, que posibilitará que el cerebro tenga la suficiente energía para afrontar las maratonianas jornadas de estudio. Tómate tu tiempo para (disfrutar de) las comidas, prestando atención a lo que comes y sin grandes distractores que ayuden a engullir los alimentos sin una buena masticación, lo que luego provocará digestiones más pesadas.

  • Organiza el estudio: por peso de las asignaturas en la evaluación final (o itinerario/especialidad, en el caso de Selectividad), por orden de exámenes, por el volumen de materia… y reparte el tiempo de estudio «con cabeza», es decir, no darse atracones de una sola asignatura, sino en función del criterio que se haya elegido para plantear el trabajo repartir la jornada estudiantil en varias (un par al menos) asignaturas al día, dejando para el final del día aquello que requiera de menor esfuerzo cognitivo o sea más práctico e instrumental en lugar de memorizar, (como por ejemplo, ejercicios de Química o proyectos de Artes Plásticas).

Con sólo unos minutos de organización previos a sacar los libros conseguiremos cambiar un estudio ineficaz por un trabajo eficiente.

  • Elige un método de estudio fijo, hazlo tuyo, incluso el hecho de personalizarlo puede conllevar adaptar varios métodos a tus particularidades como estudiante, y una vez pulido exprímelo al máximo. A estas alturas de curso cambiar un método personalizado por otro que teóricamente es más eficaz no tiene mucho sentido, no sólo por el tiempo que lleva adecuarse al nuevo, sino también por la presión que ejerce el saber que todo lo anterior no se ha hecho tal vez correctamente o que podría haber sido mejor.

Seguro que pueden realizarse siempre mejoras: descubrir la ventaja de subrayar con distintos colores para facilitar la memoria visual, elaborar un pequeño esquema que haga rememorar el tema entero estudiado, repasar (pero como luego explicaremos, sin que llegue a ser de manera compulsiva) lo anterior, dar más peso en tiempo y esfuerzo a aquellos temas prioritarios o sobre los que el profesor hace especial hincapié, utilizar reglas mnemotécnicas para facilitar el recuerdo de alguna parte que tengamos que aprender más de memoria, etc.

En resumen, detecta qué no funciona del todo bien y mejóralo, pero necesariamente no has de cambiarlo: hay tantas formas de estudiar como estudiantes.

  • Repasar ayuda a consolidar la huella de memoria de la información o materia estudiada. Pero todo en su justa medida: cuando se repasa de manera compulsiva como forma de calmar la ansiedad que genera el no sabérselo del todo bien quedamos atascados en un punto concreto del temario, disponiendo de menos tiempo para estudiar el resto; todo lo anterior perpetúa el círculo vicioso de la inseguridad sobre el nivel de adecuación del conocimiento. La mejor herramienta en ese caso será tolerar algo de incertidumbre al respecto.

Además de que es importante saber que posiblemente nunca aparecerá una certidumbre total sobre el conocimiento que tenemos de algo. ¡Siempre se puede saber más, pero sabérselo de 8, por ejemplo, está muy bien!

  • No todo depende del estudiante, sino que otro elemento influyente es el ambiente de estudio. Conseguir un contexto tranquilo, sin distracciones (¡incluidos teléfonos móviles!), lo menos ruidoso posible así como estable, favorece el aprendizaje. Estudios científicos sobre cómo el contexto de estudio influye en el nivel de aprendizaje señalaron que era más fácil reconocer/recordar una determinada información en aquel contexto donde había sido aprendido dicho material.

También influye el estado anímico con el que se estudia: valencias extremadamente positivas o negativas en lo que respecta al humor dificultan la concentración, y con ello el aprendizaje, mientras que el estado de ánimo eutímico hará que rindamos mejor.

  • Atiende al funcionamiento habitual de la atención: la atención no es una capacidad mantenida y duradera en el tiempo, sino que responde a un rendimiento cíclico, con un período inicial para  conseguir un estado de concentración, una meseta de atención sostenida y un decaimiento o agotamiento de ésta aproximadamente a los 90 mins (asimismo, en este ámbito también encontraremos diferencias interindividuales). Aprende a escuchar a tu cerebro y destina 5-10 minutos entonces a pausas donde estirar las piernas, merendar, mirar el móvil, cambiar de asignatura… en definitiva, donde brindemos a nuestra atención la posibilidad de descansar y recuperarse para afrontar un nuevo ciclo de estudio.
  • Implanta una tarea de desconexión (al menos) al final del día: el estudio requiere de concentración y eso conlleva un nivel de activación o arousal considerable. Si probamos a ir directamente de los libros a la cama es posible que cueste conciliar el sueño, y eso se debe a que nuestro cerebro aún no ha desconectado lo suficiente para abandonar la vigilia. Prueba a establecer una rutina diaria de desconexión, a ser posible relajante y no vinculada al uso de pantallas (al menos el móvil, muy cerca de la cara): leer, dibujar o colorear, ver una serie o película, escuchar música, … Además, el dedicar tiempo diario a hobbies servirá también como merecido refuerzo por la tarde de estudio.

Los dos puntos anteriores parecen poco importantes en momentos de mucha carga estudiantil, pero se consideran estudio pasivo. Es decir, tan necesario es el estudio como los momentos de desconexión, ya que si no fundimos nuestra capacidad de aprender, nuestro cerebro «se quema».

  • El perfeccionismo unido a la sobreexigencia y el lenguaje interno negativo o autosaboteador no son buenos compañeros de viaje en esta carrera de fondo. Podemos intentar hacerlo lo mejor posible, incluso en algunos casos donde la vocación conlleve un listón académico muy elevado (véanse notas de acceso a carreras tales como Medicina o dobles grados que incluyen el título de Matemáticas) parece casi de obligada consecuencia hacerlo muy bien, pero siempre y cuando todo lo anterior no boicotee nuestra salud en cuerpo y mente. Sin esta nota, la nota en “bienestar individual”, que no aparece en boletines académicos pero es imprescindible para poder afrontar el resto de asignaturas que sí puntúan, no se podrá hacer frente a las demandas estudiantiles.

Que el propio estudiante (y su entorno) se tenga como prioridad frente a los resultados académicos propiciará además una menor «ansiedad de ejecución»: no se está hipervigilante sólo por la nota final, sino que cuenta el proceso con el objetivo de hacerlo lo mejor posible, de poder llegar a la meta en unas condiciones favorables/deseables.

  • A vosotros, padres/madres, si estáis leyendo esto, también os concierne: está claro que el estudio no depende directamente de vosotros, pero indirectamente podéis ser el elemento que aporte estabilidad en el ambiente familiar. El adulto que tenga experiencia en el tema (y si por carrera profesional no habéis pasado esta etapa sí que tenéis más experiencia en general que vuestros hijos en el afrontamiento de experiencias cruciales) sabrá que «a toro pasado» el hito de superar Selectividad no es para tanto… que desde casa pueda relativizarse la envergadura de este examen, poniendo el foco en el curso (de momento), tranquilizando y ofreciendo apoyo y cariño incondicional servirá para transmitir al menor que sí, es un examen importante, pero no vital para su existencia.
  • ¡Ojo! Y a ti, estudiante, si estás leyendo esto: que el contexto familiar haga todo lo posible por vuestro bienestar no significa que puedan hacerlo todo por ti. Será importante expresar (desde el respeto, intentando dejar a un lado la irritabilidad) abiertamente las necesidades, estar abiertos a recibir posibles negativas o que dichas ayudas puedan demorarse. La Selectividad no paraliza el día a día, por tanto afrontarlo como la preparación de un examen más será la clave para conservar la paz y estabilidad familiar.
  • Y sobre todo, y más importante, hiperfocalizarse en Selectividad no siempre será fructífero, ya que aún se está en 2º de Bachillerato. El número de veces que los profesores en este curso mencionan la palabra Selectividad (son muchas no, ¡muchísimas!) no aumenta exponencialmente la cercanía del examen. Por tanto, centrarse en el curso actual hará el estudio más controlable e ir subdividiendo la meta final en trimestres permite que se vea como más abarcable toda la materia a estudiar. A efectos prácticos existen dos oportunidades para superar las PAU, primera convocatoria y la extraordinaria; sin embargo, olvidamos que si algo no va como nos gustaría (el curso se hace cuesta arriba, la ansiedad dificulta la consecución de objetivos o la nota alcanzada no es la deseada/suficiente) se tiene la oportunidad de repetirla, lo cual no implica fracasar o haberlo hecho peor, sino que los objetivos importantes de nuestras vidas conllevan esfuerzo.

Así que recuerda que no todo está perdido si estos exámenes final de segundo trimestre no han ido del todo bien o la situación está sobrepasando las herramientas que se tienen hasta el momento. Evalúa si es un problema de estudio o por el contrario se están alcanzando niveles significativos de ansiedad, y según la respuesta acude en busca de la ayuda oportuna (padres, amigos, profes, psicólogos…).

Lo importante no es el curso, si no el alumno. Sobre todo porque cuando echen (y echéis, como padres) la vista atrás no se recordarán las notas, si no lo mal que se pasó o la satisfacción del trabajo bien hecho (independientemente de una nota numérica mayor o menor).

Cursos habrá muchos, oportunidades de obtener la nota ansiada en Selectividad otras tantas, pero alumnos/hijos sólo el del momento presente.

Escrito por Maite Nieto Parejo.