Lo que te hace empático a los demás

Extraída de huffingtonpost.com
Extraída de huffingtonpost.com

Como en la imagen, te has sentado junto a un amigo y le has escuchado. Tu apoyo no se basa sólo en palabras; te bastan pocas palabras para dar un mensaje de apoyo al otro, aderezando tu discurso con un gesto de cercanía hacía el otro, que va arrimándose a ti. La persona que te habla siente cómo tú le escuchas, a pesar de que no has vivido lo que él ha vivido. Pero puedes ponerte en sus zapatos, y a partir de eso, puedes ver un poco su vida, cuando tu amigo te cuenta las cosas, con tus propios ojos. Eres lo que muchos denominan una persona altamente empática, y tu capacidad no sólo puede ayudar a los demás, sino también a ti mismo. Aunque a veces puede olvidársete.

La empatía se define como la capacidad de entender el punto de vista de otra persona (independientemente de que tengas un vínculo afectivo con ella) y también hace referencia a la comprensión de los sentimientos que está sintiendo. Es una de las cualidades humanas más apreciadas, cuyos beneficios han sido contrastados y relacionados con la conducta prosocial, la conducta moral y/o de autorregulación y directamente implicada en la disminución de conductas agresivas. La empatía te permite entender el otro porque ese comprensión pasa por dos filtros, uno cognitivo (en donde puedes adoptar la perspectiva del otro e incluso poder identificarte con él) y otro filtro mucho más afectivo y emocional (que te habilita para desarrollar compasión por la situación del otro y sentir similares sentimientos a él cuando te narra una escena desagradable). Ser empata significa conocer tus propias emociones y reconocerlas en el otro, y estar abierto a todo un abanico emocional….sin que ello necesariamente te perturbe tanto como a la persona que tienes enfrente.

Por ello, y a pesar de lo anteriormente descrito, las personas empáticas pueden sentirse sobrecargadas en muchas ocasiones por la sobre-exposición que supone las emociones de los demás. Sobre todo, cuando tienen que hacer frente a su propio mundo emocional. Ante ello, siempre es bueno saber cómo somos y qué hacer para aplicar la medicina a sí  mismos:

  1. El hecho de ser sensibles (altamente) a lo que nos cuenta al otro no quiere decir que todo lo interpreten como algo personal. En efecto, altas dosis de empatía bien llevadas implica entender que las acciones de los otros están motivadas por razones que poco (o nada) tienen que ver con nosotros. Eso ayudaría a una persona empática a reaccionar de una manera liviana ante una acción negativa de otra persona. Su discurso sería algo así, “si yo tengo mis razones, esa persona tendrá las suyas; ya encontraremos la forma en otro momento para entendernos mejor”.
  2. La persona empática gusta de pequeñas reuniones más que grandes fiestas. El saberse atento y sintonizado a los demás hace que la persona empática prefiera la exposición emocional en pequeñas gotas y con multitudes reducidas; se trata de aprovechar al máximo las reuniones, y para ellos,  menos es muchísimo más. Por esta razón preferirán una cena que un concierto con muchedumbre excesiva.
  3. El empático es super-respondedor. Una persona empática tiende a reaccionar más rápida y eficazmente a las respuestas emocionales de los demás. Eso implica que puede hacerlo en una mayor tasa y con menores filtros si no saben poner un límite. Y por ello, que muchas personas puedan aprovecharse de ellos para la resolución de sus problemas, haciéndolos excesivamente partícipes de sus problemas y creando una desigualdad importante en sus relaciones. Tener claro cuáles son los derechos de cada uno, poner unos tiempos para cada cosa (podemos escuchar a los demás, pero también tener un tiempo para nosotros mismos) y poder pedir una reciprocidad en las relaciones interpersonales podrían llevar a las personas empáticas a no sufrir un “efecto quema” con los demás.
  4. Pueden aprovechar sus cualidades para tener una sensibilidad desarrollada consigo mismos. Ser empático se ha relacionado con niveles más altos en creatividad  sensibilidad e inteligencia emocional, potencialidades que pueden ser motivo de gran satisfacción personal. El mindfulness, el entrenamiento en tiempo para sí mismos, poder desarrollar actividades a solas sin nadie alrededor o poder desarrollar sus habilidades con alguna actividad creativa pueden permitir un crecimiento personal muy importante.
  5. Dar para recibir de acuerdo a una identidad propia. En efecto, esa predisposición a los demás a veces les hace tendentes a mostrar dificultades para mostrar atención a sus necesidades y a pedir igualdad en el trato con los demás. El poder trabajar la identidad, sus gustos y preferencias, ayuda a marcar una separación con respecto a los demás y saber que cada uno ha de luchar por su propio bienestar. Eso presdispone a una calma personal: la ayuda también ha de valorarse por su libertad y disposición real…eso es lo que la hace realmente especial.

Saber observar la realidad con los ojos de otros permite también cuidar la propia mirada de uno mismo; donde has podido aliviar y calmar las lágrimas del prójimo puede ayudar a conocer lo que tú necesitas la próxima vez que te pase algo parecido. No lo olvides, persona empática: tus cualidades son beneficiosas para los demás pero también para ti mismo.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychcentral, Psychology today, huffingtonpost.es, Diarío El País.

Para manejar la ansiedad en los niños, empieza por sus padres o madres

Actualmente podemos observar cómo los padres recientes y no tan recientes buscan constantemente información sobre cuál es el mejor método para la crianza de sus hijos. Entre todos ellos, hay momentos en los que los padres se pueden ver algo abrumados a la hora de elegir lo que realmente deben hacer para educar lo mejor posible.

Entre estos diferentes estilos, uno que está tomando cierto auge es el de la maternidad  o paternidad consciente, elaborado por la psicóloga Shefali Tsabary. Es interesante el planteamiento en el que propone la necesidad de que los padres sean conscientes de sus propias sensaciones y emociones, la idea de cambiar antes como padres para lograr que los hijos hagan cambios.

En especial, cuando tenemos frente a nosotros un niño con mucha ansiedad, necesitamos herramientas que le hagan pasarlo menos mal, que le puedan ayudar, que le saquen de ese sufrimiento. Sin embargo, según el planteamiento del que anteriormente hemos hablado, la mejor manera de ayudar a un hijo con problemas de ansiedad, es empezar por los padres de ese niño.

Imagen extraída de www.nld.nu
Imagen extraída de www.nld.nu

Toma conciencia de tu ansiedad ante la ansiedad

La mayoría de los padres tienen una respuesta de ansiedad completamente inconsciente ante la respuesta de ansiedad de los hijos. Por este motivo, cuando veas que tu hijo está ansioso, trata de observar si tú tienes ansiedad en este momento, antes de reaccionar. ¿Cómo puedes hacer esto?

Observa tu cuerpo; si notas que tu corazón late más rápido, te sudan las manos, tienes los hombros tensionados o un nudo en el estómago, probablemente estés teniendo una ansiedad alta sin darte cuenta de ello.

Lo más importante es que logres convencerte de que no va a ser posible ayudar a tu hijo con ansiedad si tu estás sufriendo de ésta. Así pues, cuando esto te ocurra, trata de pensar qué está despertando en ti esa situación en ese momento. Si tu objetivo último es manejar situaciones desagradables en casa, lo ideal es que empieces por tus propias respuestas. Lo necesario en este momento es que puedas comenzar a estar presente. La mayoría de nosotros, cuando sufrimos de ansiedad, podemos estar anticipando el futuro o bien reviviendo momentos del pasado.

Cuando mejores tu capacidad de reducir el ritmo, estar más en el presente y sintonizar con la ansiedad de tu hijo, será más sencillo lograr ayudarle a hacer lo mismo. Además, será más fácil para ti evitar las cosas que pueden hacer que su ansiedad sea mayor, como racionalizar o minimizar su ansiedad, o avergonzarle por sentirla, incluso tratar de controlarla. Esto nos lleva al siguiente punto sobre qué hacer con tu ansiedad ante las respuestas de tu hijo.

No te resistas ante la ansiedad, acéptala

Tanto en la ansiedad de tu hijo como con la tuya propia, hay varias cosas que puedes cambiar para que sea algo menos dañino. Aceptar que, en ocasiones, las personas (tanto tus hijos como tú) somos demasiado sensibles ante eventos que vemos como poco importantes, pensamos demasiado o nos preocupamos de más en los detalles. A veces es así y no podemos remediarlo.

Es importante que si tu hijo tiene muchas veces respuestas de ansiedad comiences a valorarla tanto en ti como en él o ella, como parte de la vida en el ser humano. Algo que, aunque muy desagradable, no necesariamente es algo malo. En muchas ocasiones la ansiedad nos ayuda a alcanzar la suficiente tensión para afrontar algo, nos avisa de que algo es importante para nosotros.

Cuando comprendemos esto, se hace mucho más sencillo empatizar con nuestros hijos y además, hacerles ver también a ellos que no es algo extremadamente negativo y que van a sobrevivir a esta situación, que como padres podemos ayudarles a contener esa emoción y no llegará a desbordarles.

No centrarte sólo en la ansiedad de tu hijo

La tendencia natural que todos tenemos es la de centrarnos en el problema para solucionarlo, sin embargo, en ocasiones, especialmente cuando hablamos de ansiedad, este enfoque lo más que logra es aumentar el problema.

Concentrarte exclusivamente en la ansiedad que sufre tu hijo, hace que la vida se convierta al final en una serie de eventos que pueden suscitar ansiedad, motivos de preocupación o situaciones que evitar. Cuando dejamos de mirar el resto de características de nuestros hijos, también ellos comienzan a ver que lo único que tienen de importante es precisamente la ansiedad. Tu hijo o hija es muchas cosas más que este tipo de respuestas. La ansiedad que está sufriendo es sólo una parte más de todo lo que es como persona.

Por otra parte, seguramente de un modo espontáneo tu hijo sí llevará a cabo conductas en las que se arriesgue y logre hacer algunas cosas a pesar de la ansiedad. Es en este tipo de momentos en los que puedes comenzar a centrarte, puesto que si logras prestar atención justo a lo que no es un problema, comenzarás a fortalecer estas cualidades y tu hijo o hija cada vez las pondrá más frecuentemente en marcha.

Esta forma de afrontar la maternidad o paternidad puede ser de gran ayuda, especialmente cuando los niños son altamente sensibles o su respuesta de ansiedad es muy elevada. Independientemente de los cambios que se produzcan, es especialmente lógico comprender que antes de poder ayudar a alguien, es importante ayudarnos a nosotros mismos. Como esta psicóloga propone “criar antes a los padres para después criar a los hijos”.

Fuente psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Pequeñas Verdades acerca del Amor Romántico

 

Extraída de www.campusrelatores.com. Autor: Nan Lawson
Extraída de www.campusrelatores.com. Autor: Nan Lawson

Si enciendes el televisor a la hora de sobremesa, podrías encontrarte con una perfecta definición fast-food del amor romántico. Podrías ver un argumento de este estilo: “Dos desconocidos, que casi sin conocerse perciben una gran complicidad e intensidad en todos sus encuentros. La pasión se desborda, las ganas de verse también, y se suceden toda una serie de situaciones a cada cual más idílica en donde el otro se convierte en el alivio de todos nuestros males, con una sonrisa balsámica y una capacidad tremenda para poblar cada momento (real o imaginado) de nuestra realidad”. Así es el amor romántico (o comúnmente acuñado como “mariposas en el estómago”), máxima aspiración sentimental de los cánones sociales contemporáneos, y que contrasta de manera radical con la consideración de principios del siglo pasado, donde una pasión desenfrenada podría llevarte al ostracismo y la vergüenza social si te dejabas llevar por ella. Es más, según las principales investigaciones sobre el tema, parece que la pasión y las ganas desenfrenadas no son suficientes para la supervivencia a largo plazo de una relación; para asegurar la perdurabilidad, es importante la consecución de más componentes añadidos. Entoncés, ¿qué podemos esperar del amor romántico?

  1. Es el cultivo para algo más importante En efecto, el amor romántico se considera como una fase previa al verdadero vínculo emocional con el otro. En este primer estadio, la vivencia emocional se describe como un torbellino de emociones donde prima la idealización, los pensamientos obsesivos con el otro, los deseos de contacto y de cercanía, una intensa impulsividad y euforia por ver y sentir al otro, y una creciente dependencia emocional y física. Todos ellos, componentes esenciales para otro tipo de relación; mucho más duradera y estable, con un alto componente de empatía y cercanía, unión y convivencia en pareja, que perpetúan estilos de vida estables y nos hace asentarnos en nuestras rutinas y vidas convencionales.
  2. Evoluciona contigo y con la relación. El amor romántico tiene el deseo como principal motor, pero también es su principal inconveniente. Muchas relaciones románticas no resisten la prueba de la intimidad ni de la reciprocidad con la pareja; cuando dejamos de definir la relación de acuerdo a nuestras propias emociones y lo definimos de acuerdo al compromiso con el otro y metas compartidas, es cuando la relación sentimental pasa a otra etapa. En ella la pasión no desaparece, pero sí se recoloca como un componente dentro de un abanico más amplio y duradero. Dejamos una necesidad narcisista por una empática y dual.
  3. Es tan intenso porque tiene la morfología de una droga. Las investigaciones psicobiológicas sitúan los centros cerebrales del amor romántico en los llamados “sistemas de recompensas”, regiones cerebrales responsables del aprendizaje por refuerzo, la motivación y la activación, que se corresponden con los mismos centros que explican las adicciones a las drogas y las adicciones conductuales (compras compulsivas, internet o pornografía on-line), y que incluyen la zona tegmental ventral y el nucleo accumbens, con especial implicación de la dopamina como neurotransmisor principal. Es por ello por lo que experimentamos los síntomas típicos de la adicción al estar enamorados (dependencia física y emocional, tolerancia, comportamientos compulsivos por consumir esa droga) y también los típicos de la abstinencia cuando no tenemos acceso a nuestra pareja.
  4. Puede permitirnos un crecimiento personal importante. Si bien está relacionado con una disminución de los componentes de auto- regulación, también con grandes dosis de espontaneidad y creatividad, con iniciativas que buscan sorprender al otro. Este crecimiento personal se ve complementado por una agenda compartida, donde el desarrollo de la individual convive con la creciente necesidad de adaptarse y adoptar planes y formas del otro. En una pareja sana nos autorrealizamos y conocemos una continua reafirmación de nosotros mismos, ante el refuerzo constante de la pareja. Y permite el desarrollo de nuestra identidad y de la toma de decisiones; el amor consumado va evolucionando a la negociación conjunta.
  5. Puede resistir al paso de los años si cuidamos nuestra relación. Por último, la evolución de un amor romántico a un amor compañero y comprometido no implica la perdida de la pasión y de la motivación por el otro. Hay que cuidar el cambio tanto como lo cuidamos y atendemos al principio, cuando se busca atraer, seducir y consumar al otro. Por ello, los especialistas relacionan unas relaciones afectivo-sexuales frecuentes con un mantenimiento de la pasión con el paso de los años. También, una relación cercana, donde incorporamos al otro en el propio concepto de nosotros mismos; y relacionar a la pareja con protección, confianza y seguridad, donde ambas partes no rompen los límites establecidos por ellos mismos (o si los rompen, hay intentos intensos por volver al orden establecido.)

Así, podemos definir el amor romántico como algo necesario y complejo, que puede sacar lo mejor de nosotros mismos pero que no define el éxito de una relación. Es el cuidado cotidiano la mejor variable para que la desconocida que una vez conociste en un tren hacia un país europeo pueda convertirse en tu compañera en un  camino elegido por los dos.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuentes: Psychology Today, Diario El País.

La psicoterapia cambia el cerebro con ansiedad

Todo lo que hacemos en nuestro día a día cambia nuestro cerebro. Hoy día frecuentemente leemos titulares sobre que hacer una determinada actividad puede producir cambios a nivel biológico en nuestro cerebro. Este tipo de titulares son noticia precisamente porque culturalmente aún distinguimos entre lo biológico y lo ambiental como si no se tuvieran relación.

Usamos psicofármacos para que el equilibrio de las sustancias cerebrales se restablezca y nos encontremos mejor mientras que cambiamos nuestras acciones para encontrarnos mejor mentalmente. Sin embargo, la ciencia y estos titulares cada vez más nos llevan a la idea de que esta diferencia no existe como tal. Tanto las sustancias como las acciones (ya sean acciones sobre el mundo o “acciones” mentales) cambian cómo nos encontramos emocionalmente y además las dos cambian nuestro cerebro.

Ya comentamos cómo la psicoterapia puede restablecer el cerebro afectado por la depresión, pero también existen diferentes aportes desde la ciencia que nos hablan de cómo el tratamiento psicológico puede cambiar la función cerebral cuando tenemos ansiedad.

La ansiedad en el cerebro

Desde largo tiempo se han estudiado y estructurado los circuitos cerebrales implicados en los mecanismos de ansiedad en el ser humano. En personas con ansiedad, por una parte, encontraremos una amígdala hipersensible. La amígdala es una estructura cerebral encargada de procesar los eventos que pueden producir miedo, y puede dispararse ante estímulos que objetivamente no son amenazantes cuando sufrimos un trastorno de ansiedad. Por otra parte, la ínsula se encontrará hiperactiva. Esta estructura, entre otras funciones, está implicada en la percepción del propio cuerpo y las señales corporales. Así, cuando tenemos ansiedad, la ínsula hiperactiva implicará que las señales de nuestro cuerpo se ven intensificadas y somos más autoreferenciales.

extraída de medicaldaily.com
extraída de medicaldaily.com

Por último, hay otra estructura implicada en el procesamiento del miedo en personas con ansiedad. Este es el hipocampo. De él se ha observado que la activación ante el estímulo ansiógeno en concreto, la activación es extremadamente baja, y generalmente se propone que al ocurrir este tipo de alteración se hace más complicado extinguir la asociación del estímulo a un miedo excesivo en personas con ansiedad.

Junto con estas estructuras subcorticales alteradas, se ha podido comprobar también que, en personas que sufren un trastorno de ansiedad, la corteza prefrontal se encuentra poco activada en comparación con las personas que no sufren estos trastornos. Respecto de esto, de ha planteado la hipótesis de que en condiciones “normales” esta estructura cerebral se encargue de regular la intensidad, duración y frecuencia de las emociones sentidas, de modo que sería de alguna manera como el cuadro de mandos emocional.

Estos conocimientos de cómo puede funcionar un cerebro afectado por algún trastorno de ansiedad, además nos ofrecen un punto de vista conjunto, habitualmente, hemos tendido a ver las peculiaridades de cada trastorno diferente. Sin embargo, en términos generales podemos concluir que ocurren dos cosas fundamentales; por una parte, el cerebro más primitivo y algunas de sus estructuras básicas se encuentran hiperactivadas ante el estímulo que nos produce ansiedad.

Además, de forma complementaria, las áreas más corticales, especialmente del lóbulo frontal, se encontrarán demasiado poco activadas. De este modo, se podría decir que cuando padecemos algún trastorno de ansiedad, el cerebro que da la alarma salta demasiado fácilmente, mientras que el tendría que apagarla o mirar a ver si realmente hay un incendio está, a grandes rasgos, echando una siesta.

Como la psicoterapia cambia el cerebro con ansiedad

Una vez conocidos estos factores comunes en varios trastornos de ansiedad; la ansiedad generalizada, la fobia social, el trastorno de pánico o el trastorno de estrés post traumático, el siguiente paso consiste en conocer cómo la psicoterapia puede beneficiar sobre estas alteraciones a nivel cerebral.

En general, cuando hablamos sobre los trastornos de ansiedad, precisamente lo que se ha observado que hace la psicoterapia cognitivo conductual es nivelar de nuevo los sistemas de los que hablamos anteriormente. Por una parte, se reduce la activación de estructuras más antiguas, o subcorticales. Además, se ha observado que la psicoterapia también produce una mayor activación de las áreas del cerebro más modernas filogenéticamente hablando, las áreas corticales, especialmente las prefrontales, de modo que será más sencillo regular estas emociones.

Claro que cualquier persona que haya pasado por un proceso terapéutico sabe que ha podido aprender a gestionar de otro modo sus emociones y que han dejado de ser tan intensas e inmanejables. Por supuesto que nuestro cerebro refleja lo mismo. A veces es interesante y reconfortante darnos cuenta de que cerebro y mente no existen como dos cosas diferentes, que los cambios los hacemos a todos los niveles y por supuesto, nos hacen sentirnos mejor.

Fuente ncbi.nlm.nih.gov/

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

ResearchBlogging.org

Brooks SJ, & Stein DJ (2015). A systematic review of the neural bases of psychotherapy for anxiety and related disorders. Dialogues in clinical neuroscience, 17 (3), 261-79 PMID: 26487807

Algunos errores comunes que todo psicólogo puede cometer…:

Extraída de www.eldiariobipolar.blogspot.com
Extraída de www.eldiariobipolar.blogspot.com

La psicoterapia puede ser un proceso largo, profundo, y en determinadas partes de la terapia, bastante doloroso. Los pacientes que acuden a terapia suelen hablar de cambios muy positivos a lo largo del proceso, consiguiendo modificaciones muy importantes en su manera de sentir, pensar y actuar que disminuyen su malestar y aumentan su confianza en sí mismos. A veces la terapia requiere un cambio profundo; en ocasiones solo hay que hacer “reajustes”. Lo que sí coinciden todos los procesos terapéuticos es readaptar al paciente a su entorno. La persona consigue una autonomía personal en solucionar sus propios problemas.

En ese sentido, es muy importante contar con especialistas lo suficientemente preparados para abordar los problemas de sus pacientes. La preparación adecuada del psicólogo pasa por tener la experiencia práctica y teórica necesaria; pero también en detectar las posibles fallas de su trabajo para rectificar y mejorar el abordaje del tratamiento. Esta revisión del propio trabajo ha de ser constante. Sin embargo, no somos máquinas automatizadas y podemos cometer errores o imprecisiones que es mejor subsanar en el proceso. Tenerlos en cuenta es una garantía de buen desempeño profesional. Os proponemos una serie de errores frecuentes que nos sirven de guía para flexibilizar nuestra propia intervención:

  1. Proponer tareas y recomendaciones que van en contra de los valores primordiales del paciente. Es frecuente encontrar la situación de mandar una tarea a un paciente que luego no trae hecha. Muchas veces pensamos que es un problema del paciente pero en muchas ocasiones hemos sugerido una tarea que entra en contraposición con los valores del paciente y que ni siquiera tiene en cuenta sus intereses. Una buena evaluación inicial de las fortalezas y los puntos fuertes del paciente, y la aclaración de dudas y preguntas puede solventar un problema muy común en la práctica.
  2. No sumergirse en la historia del paciente. Equivocarse del nombre del esposo, confundir los puestos de trabajo, o releer los datos en sesión es uno de los errores más frecuentes y puede dar la impresión al paciente de no manejar los datos y obligarle a sobre-explicaciones que se resolverían con un cuidadoso repaso de los datos más relevantes al finalizar la sesión con el paciente.
  3. Categorizar con demasiada rapidez. Nuestro trabajo muchas veces se basa en un buen análisis de los problemas del paciente y una devolución precisa de lo que le ocurre. Sin embargo, ir demasiado deprisa y hacer aseveraciones rápidas de los problemas puede provocar con el paciente un desajuste empático importante. La recogida de información, la paciencia y un buen ajuste de los tiempos puede hacer de un psicólogo todo un experto en decir la palabra exacta (contingentemente) al problema que manifiesta el paciente.
  4. Proyectar en el paciente nuestra propia historia. Que los problemas del paciente puede despertarnos aspectos de nuestra propia historia no es extraño; somos personas que también experimentamos circunstancias dolorosas fuera de consulta. Darse cuenta qué aspectos nos despiertan, distanciarse, e incluso poder trabajarnos lo que nos resulta un problema puede ser las mejores soluciones para luego trabajar de manera adecuada y ajustada los problemas que trae cada semana el paciente.
  5. Confrontar demasiado rápido. Buena parte de nuestro trabajo se trata de confrontar las contradicciones y resistencias de las personas que acuden a consulta. No tener en cuenta su sufrimiento, no reconocer sus dificultades, no conectarlo con su problema y reconducir hacia los propios objetivos puede provocar que el paciente se sienta incomprendido, con un posible abandono en terapia.
  6. Responder en un tono inadecuado a las necesidades del momento emocional del paciente. Nuestro trabajo se basa muchas veces en ajustar un tono emocional adecuado al momento que vivimos en sesión. Ajustar la postura, la posición de las manos, controlar gestos faciales o reconocer el dolor que viven en ese momento puede significar para el paciente una experiencia correctiva y ver reconocidas emociones y situaciones que su entorno niegan o censuran.
  7. No flexibilizar. Hacer una reestructuración, una técnica de exposición, una relajación o reeducar al paciente no tiene por qué ser siempre igual. Debemos huir de frases “tengo la sensación de repetir una y otra vez lo mismo…”. Somos modelos de flexibilidad y nuestro trabajo ha de tener en cuenta las características idiosincrásicas de cada uno. No siempre podemos trabajar con tablitas. Acercarnos al paciente puede ser la clave decisiva para su mejora y recuperación.
  8. No actualizarse ni hacer revisiones. Aceptar que no podemos encuadrar el problema del paciente a nuestra corriente y aceptar que debemos estar al tanto de los avances terapéuticos nos prepara para lo que pueda llegar a consulta. Aprender constantemente, debe ser nuestro lema a diario.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuentes: Psychcentral, Psychology Today, Psyciencia, Duff  the Psych.

La relación entre la depresión y la autocompasión

En la consulta del psicólogo es frecuente encontrar a personas tremendamente duras consigo mismas. Aunque es palpable que el sufrimiento emocional que muestran es muy grande, tienden a juzgarlo, no permitirlo o minimizarlo. De hecho, si les planteamos que traten de este modo a otra persona que no sean ellos mismos, suelen verlo como algo escandaloso. Jamás pensarían de otro en el modo en que piensan de sí mismos.

Cuando vemos comportarse a las personas así consigo mismas es fácil determinar que son mucho más compasivos con las personas que les rodean de lo que pudieran imaginar ser hacia sí mismos. Posiblemente  hayan aprendido que esta forma de tratarse les ayuda a sobreponerse a los momentos difíciles, o a ser más exigentes, no relajarse, a no flaquear… Sin embargo, es posible que esta falta de compasión hacia uno mismo les esté poniendo en riesgo de ciertos problemas psicológicos.

extraída de www.spring.org.uk
extraída de www.spring.org.uk

En un reciente estudio realizado por investigadores de Alemania y Canadá, han valorado la relación entre la autocompasión y el verse inmerso en una depresión. En varias investigaciones realizadas a este respecto se encuentra una relación negativa entre la autocompasión y los síntomas depresivos, es decir, cuanto más compasivos somos con nosotros mismos, es probable que tengamos menos síntomas depresivos.

El concepto de autocompasión

¿Pero a qué nos referimos con “autocompasión”? En nuestra sociedad, el ser compasivo no siempre tiene exclusivamente un significado positivo, sino que también puede tener algún tinte negativo, haciendo que la persona que estuviera necesitada de compasión fuera débil, o dependiente o poco capaz. Probablemente el hecho de que al pensar sobre ello nos despierte esta sensación tiene también mucho que ver con las dificultades que podemos tener para aplicarlo a nosotros mismos.

La autocompasión, sin embargo, se define de forma muy clara y no conlleva estas valoraciones. La autocompasión sería la posibilidad de tener una actitud sana hacia uno mismo en los momentos de lucha. Esta actitud, además, se compondría de varios sub-componentes.

En primer lugar, la amabilidad hacia uno mismo en contraposición a una actitud de juicio sobre nosotros mismos. En este sentido, la amabilidad se refiere a cuidarse, comprenderse y aceptarse. Ser “juzgador” de uno mismo, por el contrario, consistiría en una autocrítica excesiva así como ser demasiado duro con uno mismo.

El segundo componente de la autocompasión sería el de la sensación de pertenencia a un grupo humano contrapuesto a la sensación de aislamiento. Este componente se manifestaría de modo positivo en el sentido de poder conectar con otros en los momentos de sufrimiento.

Por último, el tercer componente de la autocompasión se encontraría en el posicionamiento hacia los sentimientos negativos. En un polo positivo encontraríamos la autoconciencia y atención a éstos (mindfullness). La postura que tomamos en este polo hacia nuestro propio sufrimiento sería de permitir, sin regodearnos en ello, el sentir emociones negativas con el fin de poder balancearlas. Por su parte, en el polo negativo aparecerá una sobreidentificación con los sentimientos y emociones negativas.

La relación entre depresión y autocompasión

Teniendo estos componentes en cuenta, así como la definición global de la autocompasión, parece claro que el hecho de ser más autocompasivo puede funcionar como un protector contra la depresión. El estudio anteriormente mencionado así como varios anteriores corroboran este hecho, tanto en población general como en pacientes con cuadros depresivos. Como curiosidad, digna de tener en cuenta, de los factores anteriormente comentados que estarían componiendo la autocompasión, el que se mostró más peligroso para desarrollar una sintomatología depresiva era el de sentirse aislado, desconectado del mundo y sin posibilidad de compartir nuestro sufrimiento con otros.

La idea de que la autocompasión nos hace débiles desde luego va muy en contra de la que nos dice que la compasión habría de ponerse en marcha en tiempos de dificultades. Cuando necesitamos de ella, es porque ya estamos luchando. En ocasiones, aprender a apoyarnos en otros o a ser menos duros con nosotros mismos es precisamente la clave para que salgamos indemnes de estas situaciones complicadas. Ser demasiado duros con nosotros, al final, es lo que nos hace frágiles.

ResearchBlogging.org

Körner A, Coroiu A, Copeland L, Gomez-Garibello C, Albani C, Zenger M, & Brähler E (2015). The Role of Self-Compassion in Buffering Symptoms of Depression in the General Population. PloS one, 10 (10) PMID: 26430893

 

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

Cuando perseverar y cuando saber dejar ir

Extraída de www.consejosdelconejo.com
Extraída de www.consejosdelconejo.com

¿El cambio es posible siempre? ¿Y deseable SIEMPRE?. En diferentes etapas de nuestra vida nos encontramos con encrucijadas lo suficientemente difíciles (un cambio de residencia al extranjero, un trabajo que no nos gusta, una pareja que no funciona o una amistad que nos hace daño) como para dudar de que realmente debemos perseverar en nuestro objetivo o bien aceptar que el cambio no es posible y optemos por centrar nuestras energías y objetivos en otros nuevos, sabiendo  que dejar ir es otra opción posible para avanzar. En realidad, ambas opciones (perseverar y dejar ir) son dos caras de la misma moneda y no hay una correcta sobre la otra. El punto, quizás, está en saber distinguir cuando hay posibilidad  de un cambio para un progreso  y avance real, y cuando insistimos en situaciones para volver a estados pasados (YA PASADOS) y lo que tenemos no lo queremos ya (ni lo querremos más). ¿Cómo podemos saberlo?.Os proponemos una serie de señales para saber cuándo ha llegado el momento de dejar ir, y perseverar por un nuevo objetivo que nos permitirá ser más felices.

  1. Cuando el objetivo deja de tener sentido para nosotros. Cuando ponemos todos nuestros esfuerzos en un éxito o felicidad que nunca llega y no nos permitimos disfrutar diariamente de los frutos de ese esfuerzo, entonces es que algo falla. Permitirnos ser felices en el proceso y aceptar que tal vez lo que queremos no tiene porqué materializarse, puede ayudarnos a disfrutar de las pequeñas cosas y dejar de exigirnos cosas que no nos hacen felices, porque no las hemos alcanzado nunca (ya que no podemos ser perfectos siempre, pero sí hacemos cosas bien diariamente).
  2. Ante un problema, tendemos a quejarnos pero no a cambiarlo. Quejarse implica mirar mayoritariamente al pasado por cosas que quisimos y no fueron. Pero no tenemos máquinas del tiempo y cambiar lo que pasó. Pasó. La única forma de cambiar las cosas es en el presente, en la próxima vez. Hacer una negociación de acciones para que no vuelva a ocurrir y planificar acciones para una solución es la mejor forma de cambiar.
  3. Cuando en el proceso de tomar una decisión se toma tanto tiempo que cuando decidimos, la decisión ha dejado de ser relevante. Tomar una decisión es aceptar los pros y los contras, saber que ambos pueden ocurrir, y comprometerse con las acciones que haremos para enfrentar las consecuencias. Tomar una decisión es probar a ejecutarla, y seguir adelante con ella.
  4. Cuando nos hacen una crítica tendemos a defendernos en vez de aprender de ella. Una crítica puede ser dolorosa y puede removernos emocionalmente. Sin embargo, aferrarnos sólo en nuestros argumentos para derrumbarla   puede hacernos no atender al contenido y elegir si se prefiere ignorarla o aprender algo de ella.
  5. Cuando hablamos y sólo defendemos nuestro punto de vista, sin atender a ninguna evidencia en contra. Una conversación con alguien es algo dinámico y sujeto a cambios según la información nueva y las pruebas a favor y en contra. No atender a esa información  y reconocerla puede provocar conflictos con nuestro interlocutor en vez de conseguir el objetivo de toda conversación que torna en discusión: un entendimiento mutuo de los puntos discordantes.
  6. Ante un imprevisto, actuamos como si el mundo se cayera con nosotros en vez de verlo como una oportunidad. “Para que una cosa la podamos denominar como éxito hemos tenido que saborear un fracaso, de otra forma todavía estamos en el camino”. En efecto, el éxito nace de las fallas de un plan inicial, y de los consiguientes reajustes para que los errores cada vez sean menores, más cortos y menos intensos. Quedarnos en el error es no avanzar, no aprender de él para no cometerlo después.
  7. Ver los árboles pero no el bosque. Los detalles son importantes pero no es el proyecto con el que finalmente soñamos. Avanzar (en un proyecto laboral, una relación de amistad o en una pareja) es sentirse cómodos con que hay detalles que todavía no están en el presente y que pueden ser fijados en el futuro, sin ser por ello menos valioso lo que tenemos y disfrutar de ello.
  8. Juzgar una cosa por lo que fue y no aceptar que han pasado 2, 5 o 10 años. Las cosas que tenemos tardan mucho en construirse pero cambian constantemente. Y algunos cambios no tienen porque ser similares ni positivos. Por ello, cuando pensamos en las cosas qué tenemos, es bueno pensar qué hábitos, personas y logros mantenemos y cuales es mejor soltar y dejar marchar. En aceptar que algunas cosas han cambiado y que para perseverar en nuestros objetivos hemos adaptarnos a lo que ocurre en el momento. Que decir adiós a esas cosas no significa olvidarlas, sino aprender  a dejar ir el pedazo de ti que se quedó con ellas (en el pasado).

Recordad: avanzar es dejar de luchar por cosas que no tienen solución y dirigirnos a otros caminos que sí nos proporcionan bienestar. De esto también se trata vivir.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychology Today.

Maneras en las que la inseguridad excesiva afecta a tu vida

Cualquiera de nosotros puede, en ocasiones, sentirse inseguro con su competencia o con sus decisiones. Pequeñas dosis de este sentimiento son perfectamente lógicas e incluso podríamos decir que beneficiosas para nosotros, permitiéndonos parar, reflexionar y obtener la solución que sea más conveniente. No dudar jamás puede también ser un problema, de modo que no somos capaces de evolucionar, aprender o hacer cambios sobre nosotros mismos. Sin embargo, la inseguridad con uno mismo en determinadas personas es excesiva y dañina.

Generalmente, esta inseguridad excesiva es algo que se aprende de niños, cuando la familia no es capaz de transmitir un espacio de seguridad y protección, cuando la crítica o la exigencia es excesiva o cuando no han logrado crear un clima de afecto incondicional. Es lo que se denomina en psicología un estilo de apego ambivalente o ansioso. Si esto ha ocurrido en la infancia, en la edad adulta no es fácil valorar los éxitos, por muy objetivos que sean.

foto extraída de makermistaker.com
foto extraída de makermistaker.com

Esta inseguridad excesiva se manifiesta desde en cosas tan simples como el color de la camiseta que comprarse, como en decisiones tan importantes como un cambio de rumbo en la vida laboral. Una persona que mantiene este estilo de pensamiento generalmente no lo manifiesta sólo en la toma de decisiones más cotidiana, sino que tienden a aparecer múltiples comportamientos en su día a día que suelen ser consistentes con este estilo de pensamiento. A continuación describimos algunos de los más relevantes y dañinos.

Miedo al rechazo

Cuando se desarrolla a lo largo de la vida esta inseguridad excesiva, es fácil mostrar un intenso miedo al rechazo. Además, cuando este miedo aparece, la tendencia es buscar constantemente indicios de que realmente las personas cercanas te están rechazando, aunque objetivamente sus comportamientos hacia ti no sean tales. Por ejemplo, si en la oficina un compañero no se fija en que has llegado y no te saluda, podrías pensar que está más ocupado o concentrado en ese momento. Sin embargo, cuando sentimos un profundo miedo al rechazo se disparará un pensamiento automático de que no quiere saber nada de nosotros, o incluso que somos un problema para esa persona.

Dificultad para poner límites

Cuando la duda sobre uno mismo es muy elevada, el patrón aprendido dice que necesitar a otros es potencialmente doloroso. Con este aprendizaje a sus espaldas, a este tipo de personas les es extremadamente complejo distinguir lo que constituye un vínculo sano. Así, lo que ocurrirá es que en ocasiones rechacen por completo cualquier acercamiento a la intimidad con otros, ya que en última instancia han tenido que aprender a ser autosuficientes emocionalmente. Los límites en sus relaciones sociales podrán ser o bien extremadamente distantes o no tener ninguno y permitir al otro la invasión de la intimidad por completo.

Dificultad para percibir las propias necesidades

Si la educación recibida ha sido consistente y segura, poco a poco habremos aprendido a detectar lo que necesitamos, mediante la intervención de alguna figura significativa que puede cubrir esa necesidad. Si esto no ha ocurrido de manera consistente en nuestra infancia, cuando somos adultos no hemos desarrollado correctamente esta habilidad y generalmente las personas con la inseguridad excesiva en sí mismos no son capaces de ser conscientes de lo que realmente necesitan, especialmente a un nivel emocional.

Falta de claridad emocional

Con relación al problema anterior, en el que la persona que no ha desarrollado un apego seguro desoirá sus necesidades, este tipo de personas tienen también muchas dificultades para entender sus emociones. Es probable que la capacidad para leer y comprender las necesidades de los otros sea muy buena, pero cuando esa mirada ha de dirigirse hacia uno mismo no es capaz de comprender lo que le puede estar ocurriendo emocionalmente. Estas dificultades pueden presentarse de formas diversas; problemas en etiquetar los sentimientos, dificultad en el manejo de las emociones negativas o los eventos estresantes, poca regulación emocional o sensaciones de estar inundado emocionalmente.

Falta de autoconfianza

Esta consecuencia es la más obvia que aparece ante una persona que tiene sentimientos de inseguridad excesiva. Cuando no somos capaces de comprendernos a nosotros mismos y en nuestra infancia hemos recibido frecuentemente mensajes de crítica o exigencia excesiva, aparecen de nuevo estos mensajes. Aunque queramos evitarlos, resuenan, de algún modo, en la edad adulta. Al estar expuestos constantemente a este tipo de mensajes, la confianza en uno mismo es débil y a menudo se hace un cuestionamiento excesivo sobre cualquier actuación.

Una persona que sufre esta serie de problemas de una forma consistente en su vida cotidiana tendrá regularmente momentos de gran sufrimiento y malestar emocional. Es importante diferenciar de alguien un poco indeciso a una persona cuya inseguridad consigo misma sea excesiva y muestre los patrones que hemos comentado aquí. ¿Por qué es tan importante? Porque es posible reconocer y cambiar estos comportamientos que tanto daño hacen, porque aunque se haya aprendido hace mucho, en la infancia, no necesariamente es algo inamovible. Aprender a relacionarnos de otra forma con nosotros mismos y con los otros puede ayudarnos a un mayor disfrute y menos sufrimiento.

Fuente: Psychcentral.com

Escrito por Lara Pacheco Cuevas

La adversidad en la infancia afecta a la salud en la vida adulta

La infancia es una etapa fundamental en la formación de la persona, se espera que sean años felices, años en los que necesitamos sentirnos arropados, amados y seguros. Claro está que en esa etapa también pasamos situaciones estresantes, pero hay niños y niñas que por las circunstancias o el contexto viven demasiadas experiencias adversas o muy negativas. El crecimiento puede ser duro. Desde pequeñas trifulcas en el recreo hasta ser testigos de violencia en el hogar, los niños se enfrentan a una amplia gama de escenas potencialmente problemáticas. Sin embargo, muchas personas no se dan cuenta de que las experiencias estresantes en la infancia pueden afectar al sistema inmunológico y, literalmente, comprometer la salud en la vida adulta. Diveros estudios han generado pruebas que muestran que la adversidad en la primera infancia aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes, e incluso la mortalidad temprana.

Foto extraída de www.savethechildren.es
Foto extraída de www.savethechildren.es

Durante las últimas dos décadas, el Estudio sobre Experiencias Adversas en la Infancia (ACE, siglas en inglés para Adverse Childhood Experiences Study) ha publicado numerosos artículos sobre la relación entre la adversidad en la niñez y las principales causas de muerte en los Estados Unidos. Los investigadores han evaluado a más de 17.000 personas (de entre 19 – 60 años). Los participantes respondieron a un cuestionario corto, en el que se les preguntaba sobre las experiencias de violencia y abuso que habían vivido durante sus primeros 18 años de vida. Éstas incluían abuso físico, psicológico y sexual, vivir con un familiar con enfermedad mental o un problema de consumo de drogas/alcohol. Los investigadores también evaluaron el historial clínico de cardiopatía, cáncer y accidente cerebrovascular. Lo que encontraron fue una asociación acumulativa entre dichas experiencias en la niñez y la mala salud. Es decir, el aumento de adversidad en la niñez se asoció con un mayor riesgo de enfermedades del corazón, cáncer, enfermedad pulmonar y una salud general deficiente. El riesgo se duplicaba o triplicaba en aquellos que habían informado sobre 4 o más tipos de experiencias adversas en la infancia. Por otra parte, estas asociaciones persistieron incluso después de tener en cuenta factores como edad, grupo étnico, estatus socioeconómico, tabaquismo e hipertensión.

¿Por qué hay una relación tan estrecha entre estrés infantil y salud?

La explicación podría partir de la respuesta que da nuestro cuerpo al estrés. Cada vez que que vivimos estrés, nuestro cuerpo activa el sistema de «lucha o huida» para movilizar los recursos del cuerpo para tomar medidas. El corazón comienza a acelerarse, las palmas de las manos sudan, y se libera cortisol, una hormona que incrementa el nivel de azúcar en sangre. Si bien este sistema ayuda a sobrevivir, el exceso de activación puede conducir a una desregulación – ya sea a través de la sobreactivación crónica o, por el contrario, el bloqueo o falta de reactividad del sistema de respuesta al estrés. Con el tiempo, la reiterada respuesta al estrés puede agravar la capacidad del cuerpo para autorregularse. Los investigadores llaman “carga alostática” a este desgaste fisiológico acumulado por el cuerpo en el intento de adaptarse a las demandas del día a día. La teoría de la carga alostática proporciona una explicación de cómo la exposición continuada a la adversidad tiene con el tiempo un coste en los sistemas de respuesta al estrés. Los niños que experimentan estrés crónico, la pobreza y un entorno familiar duro, muestran patrones de cortisol diarios menos saludables. Esto es problemático, ya que muestra las ineficiencias en sus sistemas de respuesta al estrés, lo cual tiene implicaciones para el sistema inmunológico.

El cuerpo puede adaptarse al estrés ocasional, pero la activación crónica conduce al desgaste de los sistemas de respuesta al estrés del cuerpo y, eventualmente, a resultados negativos para la salud a largo plazo. En parte, la activación de los sistemas de respuesta al estrés es una compensación para el desarrollo. Cuando el cuerpo utiliza sus recursos para luchar contra los factores de estrés, hay menos recursos para el crecimiento y el mantenimiento de la salud a largo plazo. Los niños expuestos a condiciones muy extremas de abandono y aislamiento a veces experimentan un crecimiento atrofiado hasta que son rescatados de esos entornos dañinos.

Como ya he mencionado, el estrés juega un papel en la salud del sistema inmunológico. El sistema inmunológico, como todos sabemos, nos protege de las amenazas externas como virus, bacterias y hongos. Una de las formas en que el sistema inmunológico combate los invasores es a través de la inflamación, lo que aumenta el flujo sanguíneo y la actividad antimicrobiana de las regiones lesionadas. Cuando tenemos un resfriado o infección en las vías respiratorias, la inflamación causa síntomas molestos como la congestión, secreción nasal y estornudos. Las investigaciones sugieren que el estrés crónico aumenta la inflamación. Resulta que los individuos criados en familias negligentes muestran mayores niveles de inflamación en la edad adulta que los de familias más funcionales y saludables.

¿Recuerdas cómo el estrés crónico conduce a la carga alostática, o ineficiencias en el sistema de respuesta al estrés? El cortisol ayuda a reducir los niveles de inflamación. Sin embargo, tener niveles crónicamente elevados de cortisol hace que las células sean menos sensibles a cortisol, lo que impide parar la inflamación. La inflamación a su vez es un factor de riesgo para la enfermedad cardiovascular, la diabetes tipo II, la artritis reumatoide y otras enfermedades. Por lo tanto, el estrés prolongado puede establecer una base para un sistema inmunológico más pobre a largo plazo. Teniendo en cuenta todo esto, tiene sentido entender que la adversidad en la niñez conduce a peores condiciones de salud en la edad adulta.

Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?

Antes de empezar a entrar en pánico pensando que el divorcio de unos padres puede contribuir a la aparición de un cáncer en la vida adulta, recordemos que la salud es un proceso en el que participan miles de factores. Los genes, por supuesto, juegan un papel muy importante – haciendo que seamos más o menos propensos a desarrollar ciertos problemas de salud en función de nuestra predisposición genética. También hay gran variabilidad en la forma en que la gente percibe el estrés. Dos niños expuestos al mismo entorno familiar estresante podrían percibir el estrés de maneras muy diferentes: por ejemplo, Elena pueden percibir el divorcio como catastrófico, mientras que Sara lleva la separación con calma. Recuerde, es la percepción de estrés la que activa este sistema de respuesta. Seguramente, la diferencia entre cómo lo perciben ambas está relacionado con cómo sus padres abordan la situación, qué explicaciones le dan y si el ambiente es cálido, afectuoso y accesible

En cuanto a los factores de protección, el afecto y calidez parental es fundamental y puede amortiguar algunas de estas consecuencias negativas para la salud. Entre los adultos que crecieron en ambientes de pobreza, los que tenían madres cálidas y afectuosas (con las que habían establecido un vínculo de apego seguro) crecieron sufriendo mucho menos las condiciones socioeconómicas y su inflamación era menor que la de otros participantes en las mismas circunstancias. Incluso para aquellos niños que, además de vivir en contextos desfavorecidos, no cuentan con padres y madres afectuosos y cálidos, se ha observado que si encuentran alguna figura que sea segura y constante, ya sea de la familia o no (maestros, cuidadores en la guardería…), su estado de salud en la vida adulta será significativamente mejor que aquellas personas que no habían tenido ninguna figura protectora.

Fuentes: Psychology Today

ResearchBlogging.org

Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La Teoría del apego: Un enfoque actual. Psimática.

 

Escrito por María Rueda

La Chica Danesa: Reasignando realidades

Extraída de www.sensacine.com
Extraída de www.sensacine.com

Hace menos de un mes llegaba a nuestras pantallas, “La Chica Danesa”, emotiva película que contaba la historia de Lili Elbe, la primera persona datada en la historia en someterse a una operación de reasignación de sexo (en 1930), con riesgos enormes para la salud y en fase absoluta de experimentación (aparte de la extirpación total de sus órganos sexuales masculinos, se llegó a hacer un trasplante de órganos femeninos con la intención de que Lili quedara embarazada, con la posterior operación para quitárselos por el rechazo corporal hacia dichos órganos). En la película, como en la realidad, el deseo de Lili por hacer coherente su identidad sexual psicológica con su sexo biológico  hace que la persona se plantee pasar por una operación quirúrgica (o en su caso, hasta cinco), ante su necesidad de vivir acorde a sí misma. Lili Elbe, antes Einar Wegener, era transexual, en una época en donde ni siquiera existía ese término para definir su experiencia psicológica, acuñado sólo tres años después de su muerte por el médico Harry Benjamin.

En “La Chica Danesa” se nos habla del matrimonio conformado por Einar y Gerda Wegener, reputados pintores daneses de la época con dedicación enorme a su obra. Einar era un pintor paisajista, y Gerda una pintora de moda y sociedad, cuyo tema principal eran retratos y escenas cotidianas. Un día Gerda necesita una modelo desesperadamente una modelo femenina para uno de sus cuadros, y Einar, cómplice y compañero, se presta para hacerle de modelo. Es entonces cuando Einar entra en contacto con su verdadera identidad, en un proceso progresivo en donde un simple cambio de roles se convierte en algo mucho más profundo, adoptando gestos, maneras y atuendos de una mujer, y donde a  Einar se le hace cada vez más difícil volver a su apariencia de hombre. Einar comienza a sentir verdadera disforia de género (un rechazo a su cuerpo masculino y el rol que de él se desprende) y una necesidad creciente por vestir y comportarse como una mujer, adoptando la identidad de Lili y confesando su deseo a Gerda, su mujer. La película muestra como Lili fue tildada por “perversa” o ”esquizofrénica” por las autoridades médicas de la época, y como tuvo que mudarse a Paris para vivir más libremente como mujer, presentada en público como un familiar de Einar y Gerda.

El retrato de Lili muestra de manera abierta el conflicto y dolor que sufren las personas transexuales por el reconocimiento y reafirmación de su verdadera identidad. Ostracismo y rechazo social (no permitir a la persona expresarse y  en público –y en privado- y comportarse de manera hostil ante ello, con insultos, manifestaciones físicas o todo tipo de vejaciones físicas), patologización de su realidad (recordemos que se ha tenido que esperar hasta al año pasado para que la transexualidad desaparecía del Manual de Trastornos Mentales DSM, en la que sólo hay una acepción referida a la “Disforia de Género”, haciendo referencia a la necesidad de los profesionales para ayudarles en la aceptación y adaptación de su identidad y despatologizando su deseo por el cambio el sexo), invalidación emocional (se les dice, “lo que sientes no está bien. Debes esconderlo y no mostrar nunca tu sufrimiento”), negación de identidad (la persona y los demás viven una continua lucha de identidades, cuando puede abogarse más por su integración, permitiendo que las virtudes -y defectos- de la persona puedan convivir en todo el proceso de reasignación de sexo) o miedo a la intimidad (miedo a mostrar su cuerpo a las parejas sentimentales por la posibilidad de rechazo por parte de la otra parte) son sólo algunos de los muchos problemas que ha de lidiar la persona transexual en su día a día, causándoles tremendo sufrimiento y  necesitando de la concienciación social por parte de todos para ayudarles en un camino ya de por sí complicado. Todo para alcanzar uno objetivo primordial: como decía Lili en uno de sus escritos antes de una de sus últimas operaciones que le costarían la vida, rescatados por Smoda hace unas semanas, “he probado que tengo derecho a vivir existiendo como Lili durante 14 meses. Se podría decir que 14 meses no son mucho, pero para mí es una vida humana completa y feliz”. Lili contó con el inestimable apoyo de Gerda. Ahora es momento de reconocer que el apoyo ya no pasa sólo por gestos íntimos, sino por el pleno reconocimiento a nivel social, con plenas garantías para el desarrollo y el crecimiento de la persona transexual.

Podéis ver la película “La Chica Danesa” en cartelera, con gran aceptación de público y crítica; o leer más sobre la vida de Lili en “La Chica Danesa”, libro escrito por David Ebershoff, obra de ficción que intenta ser un retrato de su vida.

Escrito por David Blanco Castañeda