EL SUICIDIO: LA PANDEMIA SILENCIOSA

Extraída de Pinterest

El suicidio es la primera causa de muerte por no enfermedad en España, superando la cifra de muertos en accidentes de tráfico. Además, es la segunda causa de muerte entre jóvenes de entre 15 y 29 años. 

El Covid-19 y el confinamiento no han hecho más que agravar los problemas de salud mental. Aunque hemos de especificar que el suicidio no es una enfermedad mental en sí mismo; puede ser llevado a cabo por personas que no padecen trastornos mentales. Se trata de una realidad multicausal, es decir, rara vez las ideas autolíticas y/o suicidas aparecen por una sola causa, sino que un conjunto de ellas precipitan y detonan éstas: factores socio-económicos, escasa red de apoyos sociales, concatenación de hechos vitales difíciles de gestionar, aislamiento y un largo etcétera.

¿Qué es el cutting y por qué se ha convertido en una práctica tan relevante en los últimos tiempos?

Se denomina cutting a aquella conducta autolítica en la que repetidamente la persona se realiza pequeños cortes en distintas partes del cuerpo, sobre todo en brazos y cara interna de los muslos. Se trata de una forma de autolesión bastante frecuente en la etapa de la adolescencia y juventud temprana sobre todo, y las causas que lo detonan pueden ser de diversa índole: sensación de vacío, baja o nula tolerancia a la frustración, estados emocionales muy intensos, falta de herramientas para gestionar los problemas del día a día, conflicto con iguales…

Habitualmente se lleva a cabo como modo de «canalizar» un malestar emocional de elevada intensidad a través de sensaciones físicas, que aunque también dolorosas, son tangibles, más fácilmente abordables y cambian la valencia de lo experimentado emocionalmente hasta el momento, llegando a generar alivio o disminución de angustia en gran parte de las ocasiones. En resumen, es el modo en el que el dolor físico permite liberar(se) del dolor emocional.

En algunos ejemplos puede tratarse incluso del intento intrínseco de hacer una petición de ayuda, ante la imposibilidad o falta de capacidad para gestionar, etiquetar/poner en palabras o compartir con otras personas sus emociones. Este modo de comunicación de angustia, que puede que no esconda la intención certera de matarse, sí que podría tener consecuencias fatales en esa línea, dependiendo de la naturaleza de los cortes.

¿Cómo prevenirlo? Teniendo una correcta psicoeducación sobre el tema a nivel poblacional, estabilidad contextual y apoyo emocional basado en cuidados.

¿Cómo evitarlo? Detectar de manera precoz situaciones vitales complicadas o trastornos mentales incipientes que puedan desembocar en el cutting y hacer un abordaje temprano desde el afecto y la no penalización de estas conductas. Para ello, observar actitudes atípicas en la persona (esconder determinadas partes de su cuerpo con mangas largas, por ejemplo, en verano), tendencias al aislamiento generalizado, seguimiento del estado de ánimo…

¿Y por qué este riesgo y tasa ha aumentado principalmente en la población adolescente y juvenil?

En el último año se han alcanzado cifras de autolesiones parecidas al boom que hubo en los años 60; las ideas e intentos de suicidios también se han visto incrementados exponencialmente. Este aumento de casos es mayor en chicas que en chicos, ya que estos últimos suelen recurrir a conductas más agresivas como consumo de sustancias o intentos de suicidio más graves y certeros.

Podríamos señalar que, debido al reajuste que se ha tenido que realizar en el método académico a lo largo del último año por el Covid-19, han aparecido dos variables que fomentan esta situación.

Por una parte el ambiente educativo puede y suele funcionar como herramienta de detección precoz de problemas emocionales en los chavales. Sin embargo, las clases online han impedido que haya ese seguimiento personalizado del alumnado, impidiendo dar voz de alarma a las familias o ser un recurso más de escucha y ayuda para los jóvenes.

En segundo lugar, ha propiciado una pérdida pasmosa de refuerzos sociales. Los jóvenes han pasado mucho tiempo en sus cuartos, aislados, sin la posibilidad de seguir compartiendo experiencias propias de su etapa vital. Ese menor contacto con amigos y compañeros de clase ha construido una enorme barrera a la hora de expresar emociones y vivencias, que aunque manteniéndose de algún modo a través de redes sociales o vías de comunicación telemática, ha hecho que la posible ayuda pierda toda calidez y cercanía.

En definitiva, los jóvenes no tienen todavía todas las capacidades adquiridas para hacer frente a los retos de la vida, y la pandemia ha hecho que haya una retirada generalizada de contextos donde poder ir a buscarlas/adquirirlas.

Medios de comunicación Vs. Sistema de Salud: la responsabilidad de cada uno de ellos en el tema del suicidio

El problema no es que se hable del suicidio, sino que depende de cómo se hable.

La ausencia del tema del suicidio en los grandes medios de difusión de la información ha estado basado en el conocido como “efecto llamada” o efecto Wether. Este fenómeno hizo que no se hablara sobre ello y se convirtiera en un tema tabú por el miedo a que se imitaran estos intentos o suicidios consumados; sin embargo, en los últimos años miles de estudios han demostrado el resultado contrario.

A diferencia de lo que se creía, el efecto Papageno revela que los casos sobre suicidios bien tratados desde los medios, siempre abordando la información de manera respetuosa, cuidadosa y empática con el potencial suicida y su entorno, no exponiendo imágenes sensacionalistas sobre los modus operandi, y ofreciendo psicoeducación sobre modos de prevención y recursos a los que acudir para pedir ayuda, no sólo no aumenta el riesgo suicida, sino que puede tener un impacto positivo y de prevención en personas que están meditando hacerlo.

Por una doble vía, el Sistema de Salud también ha sido negligente con el tema que nos preocupa.

En palabras del psicólogo de emergencias y coordinador de Atención Psicológica del Ministerio de Sanidad y la Comunidad de Madrid, Jesús Linares, “la salud mental en este país no se habla, no se trata, da miedo hablar de ella. Por ende, todo lo que depende de la salud mental, como el tema del suicidio, también se silencia”.

La salud mental podría considerarse la «hermanita fea» del sistema de sanidad de nuestro país. Esto quiere decir que, aparte de no contar con los profesionales suficientes para hacer frente al total de demandas de atención en trastornos mentales (6 psicólogos clínicos por cada 100000 habitantes frente a la media de 16-18 por cada 100000 en el resto de Europa), no se invierte lo necesario en prevención primaria o detección precoz.

¿Esto cómo se podría conseguir?

A través de programas de psicoeducación acerca del suicidio, basados en información veraz y en dotar de herramientas a la población general para que sea capaz de detectar y dar soporte inicial a personas que en su contexto pudieran tener riesgo de presentar ideas o comportamientos autolesivos o suicidas. Para lo cual, a su vez, también requeriría aumentar el ratio de psicólogos clínicos por habitante desde los servicios sanitarios públicos.

Pautas de detección y ayuda a una persona que está pensando en suicidarse para red de apoyo y allegados

Es muy importante, en todo caso, reconocer que no se tiene por qué saber siempre cómo actuar de cara a este problema. En ese caso, verbalizarlo transparentemente, con el objetivo de poder derivar el foco de ayuda a otras personas, adultos a ser posible, o incluso directamente a los servicios de salud, sería un primer paso muy efectivo. En ese caso, transmitirle a la persona que se encuentra en una situación de potencial suicidio un “te entiendo, pero ahora no sé ayudarte o no puedo” no significaría que no se la quiera ayudar, sino que se escapa la situación de las manos y se le puede animar a pedir ayuda también a otros.

  • Las “malas” reacciones cuando una persona manifiesta pensamientos suicidas, cuenta que ha llevado a cabo intentos o se realiza cutting (enfados, minimizar el problema, hacer caso omiso…) aumentan la probabilidad de que la persona en cuestión no pida ayuda en próximas ocasiones. Por lo que lo mencionado antes (admitir las limitaciones personales) es mucho mejor de cara a poder tener tiempo donde asumir la información y decidir cómo se va a querer afrontar.

Sería bueno que la persona que necesita ayuda pudiera sentirse con la total confianza para explicar por qué quiere autolesionarse, para qué le sirve, qué función cumple. Por lo tanto, ofrecer una escucha activa en estos momentos facilitará que la petición de ayuda pueda ser bien recogida para luego hacer una derivación a los profesionales.

  • Preguntar y escuchar a la persona en riesgo sobre sus pensamientos y emociones relacionadas con la conducta suicida aliviará su tensión. Es muy importante que adoptemos una disposición de escucha auténtica y respeto, lo que le indicará que nos preocupa y que deseamos ayudarle. Discutir o minimizar estas ideas es una actitud equivocada, no disminuirá sus ganas de autolesionarse (sino que le enseñará que es algo “prohibido” socialmente y que ha de afrontarlo en solitario).

Estas verbalizaciones nunca deben ser consideradas como un alarde, chantaje o manipulación de la persona para la obtención de un fin determinado. Es decir, no son una llamada de atención, y aunque lo fuesen, siempre merece la pena prestar esa atención, porque es el único modo en que esa persona está sabiendo pedir ayuda.

  • No caer en el mito de que “si lo verbaliza no lo va a hacer”: es muy importante que si detectamos que la persona se encuentra en una situación de riesgo suicida le preguntemos sobre ello. Por consiguiente, deben tomarse en serio todas las amenazas de autolesión, ya sean de seres queridos o de tan siquiera conocidos.
  • Ante la idea de que el suicidio es impulsivo, es erróneo pensar que no podemos hacer nada para prevenir la conducta suicida. El suicidio y/o sus intentos, en muchas ocasiones, se puede prevenir y es por ello muy importante que aprendamos a detectar las señales de alerta de riesgo inminente, y que conozcamos cuáles son los factores que reducen o incrementan su aparición.
  • En general, el abordaje de dichos factores sería aconsejable que se llevaran a cabo desde un ámbito especializado; no obstante, si se detecta que algún factor podría estar haciendo a la persona estar peor no hay que dudar en señalárselo, animándole a que lo enfoque a través de herramientas alternativas a la autolesión que ya tiene, en lugar de con autólisis (que a medio y largo plazo le va a hacer sentir más dolor) y apoyarle en el acercamiento a pedir ayuda a una red de soporte en lugar de abordarlo solo o sola.

Señales de riesgo de conductas de autolesión o presencia de pensamientos suicidas pueden ser: aislarse más, mostrarse hermético o no contestar a mensajes (sin haber avisado previamente que se está haciendo algo importante o que necesita tiempo para uno mismo), dejar de hacer cosas que antes hacía (rutinas, obligaciones, actividades de ocio y tiempo libre…), cambios repentinos de comportamiento, estar más bajito-a de estado de ánimo o mostrar un aspecto más descuidadp en general.

  • Puedes ayudar a esa persona cercana a poner en orden ideas sobre la visión negativa de la vida, del futuro y de sí mismo.
  • Intenta repasar con dicha persona los mecanismos de defensa adaptativos que tiene. Te los puede explicar primero o en algunos casos donde se encuentre peor, incluso ponerlos en marcha juntos: distracción, dedicar tiempo a actividades de ocio y tiempo libre, tareas de autocuidado, decirse a sí mismo por qué debe ser cuidado-a justo en ese momento (y por norma general) en lugar de hacerse más daño del que ya ha sufrido, mimar y acariciar las zonas donde suele hacerse las autolesiones como muestra de compasión, cariño y protección hacia sí mismo.
  • Anímala a mantener un mínimo de rutinas diarias, estando ocupada, conectada y comprometida. Restringir el acceso a los medios letales (pide que pueda darte aquello con lo que se hace daño y deshaceros de ello juntos) y no dejar mucho tiempo sola a esa persona (aunque es entendible que individualmente también tengas tus planes y rutinas y no siempre puedas estar con él/ella; en ese caso, intenta hacerle ver que puede estar con otras personas que la rodean y quieren, aunque no estén enterados 100% de su malestar). Poner barreras para que el suicidio sea difícil.
  • Tener una “estrategia de salida”, un plan para cuando sienta que el ánimo se deprime: poder definirlo junto con el potencial suicida; incluso redactar un contrato de vida en el que se compromete a mantenerse vivo mientras que se buscan soluciones a ese problema que le está haciendo verse sin herramientas y por tanto querer morir.
  • Entre los dos podéis pensar qué estrategias puede tener para salir del malestar intensísimo y posponer las autolesiones (al menos un par de horas o un par de días). 

Las emociones son volátiles, por eso necesitan un tiempo para poder “esfumarse”.

  • Acercamiento a la ayuda de otros (adultos principalmente en el caso de tratarse de adolescentes y/o población joven): hablar sobre el miedo que puede generarle la reacción de los demás, pero reforzar la idea de que sobre todo estarán ahí para quererlos, protegerlos y brindarles su ayuda. 
  • Si no, siempre está la opción de llamar a servicios médicos de emergencia antes de que la situación se agudice. Quiera la persona en cuestión o no. Eso permitirá evitar que finalmente termine en suicidio consumado. 

En definitiva, unir fuerzas entre todos para “vencer” esta pandemia y estar alertas para poder ayudar antes un mínimo indicio permitirá que la persona pueda encontrar la ayuda necesaria para poder enfocar el problema o el trastorno mental de base, y así reducir o aniquilar las elevadísimas cifras de suicidio que se están registrando a día de hoy.

Por otro lado, invertir en educación a la población permitiría aumentar la detección precoz y disminuir el riesgo de reincidencia en personas que han tenido tentativas de suicidio previas.

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Fuentes:

https://www.google.com/amp/s/www.serpadres.es/adolescentes/articulo/el-cutting-la-nueva-forma-de-autolesionarse-entre-los-adolescentes-451570720791/amp
https://elpais.com/sociedad/2021-06-21/hemos-pasado-de-cuatro-intentos-de-suicidio-semanales-de-jovenes-a-mas-de-20.html

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