Un día cualquiera, a eso de las nueve de la mañana, entras en el portal de tu casa y te encuentras en el descansillo a dos vecinos. Se te quedan mirando y se meten atropelladamente en su casa. ¿Qué mosca les ha picado? ¿Será por mí? ¿Por qué se me han quedado mirando de una manera tan rara?. Dos semanas después, cuando vuelves a casa por la noche notas pisadas detrás de ti. Te descubres andando más deprisa, por si acaso, y a la que giras para llegar al portal te das cuenta de que tu “perseguidor” pasa de largo. Y respiras aliviado, ¡vaya susto!.
A todos nos ha pasado alguna vez la situación que se retrata más arriba. En efecto, a veces surgen en nosotros determinados pensamientos que podríamos definir como paranoicos y nos ponemos tensos pensando en que algo malo nos pudiera ocurrir. Una investigación reciente, publicada en el British Journal of Psychiatry y dirigida por el Daniel Freeman, pone de relieve la alta presencia de pensamientos paranoicos en la población general, casi en la misma frecuencia que los pensamientos ansiógenos y depresivos.
En su estudio, Freeman utilizó la realidad virtual para simular una situación social determinada (en concreto, un viaje en el metro); y ver el tipo de pensamientos que tenían los participantes en función de las reacciones y comportamientos que tenían los distintos personajes del metro simulado. Así, cada participante se creaba un avatar, y ese avatar se subía al metro durante unos minutos mientras otros personajes interaccionaban con él de algún modo; algunos leían el periódico, otros miraban al tendido u hablaban con su acompañante.
Aunque la gran mayoría juzgaba a los otros personajes de manera amigable o neutral, hasta un 40 % de los participantes presentaba al menos un pensamiento paranoico a la hora de interpretar las acciones de los otros personajes.
Según sugiere Freeman, no debemos sorprendernos; el miedo a confiar o no en el otro es inherente a toda interacción social, y si estamos más ansiosos, tenemos menor autoestima o nos han ocurrido experiencias negativas con los demás, la frecuencia de estos pensamientos tiende a aumentar.
Freeman también enumera algunas situaciones en las que, efectivamente, es más probable que hagamos interpretaciones con tintes paranoicos Así, en aquellas en donde la información a manejar es ambigua, nos sentimos observados y predomina un análisis rápido de la información, la frecuencia aumenta. Admite, además, que la existencia de determinados acontecimientos (como los ataques terroristas) y la atención que los medios hacen de ellos han fomentado en la población una situación de alarma; analizando situaciones inocuas como verdaderos peligros potenciales.
Así, podemos tener pensamientos paranoicos, y no significar, por supuesto, la existencia de un problema en la persona quien los tiene alguna vez. Como dice el propio Freeman, “los preocupaciones hacía los otros forma parte del sentir esencial del ser humano”
Escrito por David Blanco Castañeda.
Fuente: psychcentral.com
Hombre, es que hay una diferencia significativa entre un pensamiento paranoico «normal» y una idea delirante de tinte paranoide; es cuestión de grado, de la intensidad con que afecta al individuo y de la resistencia que éste es capaz de poner al contenido del mismo (cualitativamente diferente, a varios niveles, la respuesta que te dará el poseedor del primero y del segundo a la simple pregunta de «¿pero te parece que esto realmente es así?»). De hecho, los primeros me resultan hasta bastante adaptativos, en la medida en que si no tuviéramos en nuestra vidas un poquito de paranoidismo seríamos seres bondadosos a quienes un vulgar pillo podría meter doblada cualquier fullería.
Luego estarían los rasgos caracteriales desadaptativos paranoides, cuya vida en sí partiría de un patrón base de desconfianza («el otro me hará daño/me fallará/va a joderme»), lo cual, en sí, es de nuevo cualitativamente diferente a los otros, pudiendo éstos a su vez presentar ideas paranoides «normales» sin tener que alcanzar éstas necesariamente la entidad de patológicas, pero caracterizándose precisamente por tender en exceso a las mismas ante circunstancias ante las que no necesariamente tendría por qué llegarse a tal conclusión, y produciéndole este hecho problemas significativos a diferentes niveles (esto último poniéndonos absurdamente puristas, claro).
Vamos, a lo que voy (que me disperso), que no me aporta nada realmente novedoso el estudio, aunque no deja de ser curioso. Y por seguir contribuyendo a la paranoia de la entrada, no me identifico (¡qué maldad intolerable!, aunque creo que soy identificable…).
Pensamientos paranoicos, ¿más cotidiano de lo que pensamos? | Cenit Psicólogos, me ha parecido revelador, me hubiera gustado que fuese más largo pero ya saeis si lo bueno es breve es dos veces bueno. Enhorabuena por vuestra post. Besotes.