Nuestro perfil de Facebook y la búsqueda de la auto-afirmación

Con el lema “Facebook nos asegura que somos lo suficientemente buenos, lo suficientemente listos”, Catalina Toma y Jeff Hancock publicaron hace unas semanas un interesante estudio en donde muestran los efectos beneficiosos que puede tener Facebook, y más específicamente, nuestro perfil, a la hora de mantener y regular nuestros propios sentimientos de auto-valía personal.

Los resultados del experimento, donde 88 participantes tenían que dar un discurso y recibir un feedback posterior del mismo (que podía ser positivo o negativo, dependiendo del grupo  en que te tocara estar), son claros:

a)      Cuando recibimos una crítica negativa o sufrimos un atentado a nuestro ego, solemos rondar y actualizar nuestro estado y perfil de Facebook por encima de otros estados de otras redes sociales, como Youtube o similiares.

b)     Tendemos a considerar de manera menos hiriente una crítica negativa si entre la realización de una actividad y el consiguiente feedback accedemos a  nuestro propio perfil de Facebook.

¿Por qué este comportamiento? ¿Qué interpretación sacamos de dichos resultados? Para los autores la cosa es sencilla: las personas necesitan verse a sí mismas como algo positivo y Facebook les permite crear su propio espacio de seguridad, en el cual eligen, muestran y expresan lo que tiene un valor significativo para ellas. Así, dicha red se convierte en una fuente de autoestima cotidiana, que les recuerda una y otra vez sus valores, las relaciones que tienen con los demás y la posibilidad de expresarse y hacer matizaciones auto-afirmativas.

Esto podría explicar, según los investigadores,  porque pasamos tanto tiempo metidos en nuestros perfiles cuando tenemos una época estresante o renovamos constantemente nuestra página de contactos cuando hemos roto una relación;  hacemos consciente nuestro propio sentido de valía e integridad personal. Nos revisamos. Nos actualizamos. ¿Habías pensado alguna vez en ello?

La investigación nos recuerda el inmenso poder de las redes sociales y cómo nuestro comportamiento se modula en base a su uso. Un instrumento tremendamente útil y beneficioso, pero, ¿esconde alguna falla en el planteamiento de los autores? ¿Vosotros  que opináis?

Fuente: www.psychcentral.com

Escrito por David Blanco Castañeda

¿Qué es el efecto Zeigarnik?

Todo surgió en una cafetería. Allá por los años 20 del siglo pasado, en una cafetería austriaca, en un día cualquiera, Bluma Zeigarnik, psicóloga y psiquiatra rusa, se percató de un hecho curioso y cuanto menos intrigante. Mientras que esperaba  su bebida, Bluma observó cómo los camareros eran capaces de retener en su cabeza la información de varios pedidos simultáneamente, que no estaban servidos todavía, para olvidarlos tan pronto la comida llegaba a su destino. Este hecho, aparentemente fortuito, le sirvió a Bluma  para observar, enunciar y comprobar experimentalmente el efecto que más tarde llevaría su nombre; el efecto Zeigarnik, que resume la tendencia humana de recordar con más intensidad aquellas tareas inacabadas o interrumpidas, por encima de aquellas que hemos finalizado felizmente.

Desde entonces, son muchos las investigaciones que se han dedicado a desentrañar la influencia de este efecto  en nuestra vida cotidiana, efecto que no busca otro fin que el de aliviar esa ansiedad interna que nos surge cuando dejamos una tarea “a medias”.

Una de las más singulares ha sido realizada por los investigadores norteamericanos Scott Rigby and Richard Ryan y expuesta en su libro “Glued to Games: How Video Games Draw Us In and Hold Us Spellbound”. Con dicho estudio, estos autores esclarecen alguna de las razones de por qué los consumidores de videojuegos (en especial los llamados videojuegos multijugador masivos en línea -MMOs-, como el World of Warcraft)  se quedan “literalmente enganchados” y vuelven una y otra vez a la partida hasta completar cada una de las misiones. Así, afirman que el secreto está en su diseño y estructura; las misiones sólo se consiguen una vez quedan satisfechas submisiones más pequeñas, todas sujetas a una línea cronológica sin cierre fácil, con recompensas cada vez más mayores y que te permiten desbloquear otras misiones no completadas anteriormente. Es decir, crean una ilusión de “tarea interrumpida permanentemente”, de ahí el enganche y el afán por volver a jugar. Y esto constituye un ejemplo de muchos.

Cómo veis, el efecto Zeigarnik, impronunciable en un primer momento, está presente en muchas situaciones del día a día. ¿Qué pasó con el sudoku que llevas toda la semana intentando acabar? ¿Y qué me decís de ese cómic, libro, o capítulo de  serie que termina con un frustrante “to be continued…”, y estás deseando que llegue la próxima semana para ver su desenlace?.

Recordad, todo se lo debemos a Bluma y a sus largas esperas entre café y café.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychology.com ; www.clicpsicologos.com