Todo surgió en una cafetería. Allá por los años 20 del siglo pasado, en una cafetería austriaca, en un día cualquiera, Bluma Zeigarnik, psicóloga y psiquiatra rusa, se percató de un hecho curioso y cuanto menos intrigante. Mientras que esperaba su bebida, Bluma observó cómo los camareros eran capaces de retener en su cabeza la información de varios pedidos simultáneamente, que no estaban servidos todavía, para olvidarlos tan pronto la comida llegaba a su destino. Este hecho, aparentemente fortuito, le sirvió a Bluma para observar, enunciar y comprobar experimentalmente el efecto que más tarde llevaría su nombre; el efecto Zeigarnik, que resume la tendencia humana de recordar con más intensidad aquellas tareas inacabadas o interrumpidas, por encima de aquellas que hemos finalizado felizmente.
Desde entonces, son muchos las investigaciones que se han dedicado a desentrañar la influencia de este efecto en nuestra vida cotidiana, efecto que no busca otro fin que el de aliviar esa ansiedad interna que nos surge cuando dejamos una tarea “a medias”.
Una de las más singulares ha sido realizada por los investigadores norteamericanos Scott Rigby and Richard Ryan y expuesta en su libro “Glued to Games: How Video Games Draw Us In and Hold Us Spellbound”. Con dicho estudio, estos autores esclarecen alguna de las razones de por qué los consumidores de videojuegos (en especial los llamados videojuegos multijugador masivos en línea -MMOs-, como el World of Warcraft) se quedan “literalmente enganchados” y vuelven una y otra vez a la partida hasta completar cada una de las misiones. Así, afirman que el secreto está en su diseño y estructura; las misiones sólo se consiguen una vez quedan satisfechas submisiones más pequeñas, todas sujetas a una línea cronológica sin cierre fácil, con recompensas cada vez más mayores y que te permiten desbloquear otras misiones no completadas anteriormente. Es decir, crean una ilusión de “tarea interrumpida permanentemente”, de ahí el enganche y el afán por volver a jugar. Y esto constituye un ejemplo de muchos.
Cómo veis, el efecto Zeigarnik, impronunciable en un primer momento, está presente en muchas situaciones del día a día. ¿Qué pasó con el sudoku que llevas toda la semana intentando acabar? ¿Y qué me decís de ese cómic, libro, o capítulo de serie que termina con un frustrante “to be continued…”, y estás deseando que llegue la próxima semana para ver su desenlace?.
Recordad, todo se lo debemos a Bluma y a sus largas esperas entre café y café.
Escrito por David Blanco Castañeda.
Fuente: www.psychology.com ; www.clicpsicologos.com