En cualquier ciencia hay estudios pioneros que marcan un hito en el desarrollo de la disciplina y se convierten en referentes para investigadores posteriores. Estos estudios pasan a formar capítulos imprescindibles en los libros de texto y generación tras generación de estudiantes asumen estas investigaciones como lo que son, puntos de inflexión en el camino de la creación de conocimiento. Sin embargo, a veces ocurre que algunos científicos en el transcurso de ese camino vuelven la vista atrás y ven la senda que sí se ha de volver a pisar. Replican esos estudios revolucionarios, y nos informan de que a lo mejor no eran del todo acertado. Pues esto es lo que ha ocurrido en la psicología estas últimas semanas. Resulta que en los años 70, una investigación de Meltzoff y Moore sobre las habilidades de imitación de los recién nacidos revolucionó el campo de la psicología del desarrollo, pues parecía demostrar que los seres humanos nacen con la capacidad de imitar – una habilidad crucial para el aprendizaje y las relaciones – y contradecía las afirmaciones del padre de la psicología del desarrollo, Jean Piaget que afirmaba que la imitación no aparece hasta que el bebé tiene nueve meses de edad.
Un nuevo estudio de la Universidad de Queensland (Australia) ha mostrado que no hay ninguna evidencia para apoyar la idea de que los bebés recién nacidos tienen la capacidad de imitar. Janine Oostenbroek y sus colegas observaron a 106 bebés en cuatro ocasiones: en una semana de edad, a las tres semanas, seis semanas y nueve semanas. En cada uno de esos cuatro momentos, el investigador realizó una serie de movimientos faciales, acciones o sonidos durante 60 segundos cada uno. El investigador realizaba en total 11 acciones, incluyendo sacar la lengua, abrir la boca, cara feliz, cara triste, el dedo índice apuntando, sonidos como mmm y eee. El comportamiento de cada uno de los bebés fue grabado y analizado en correspondencia con la acción realizada por el investigador.
Algo que añade este estudios a otros similares realizados anteriormente, es que los investigadores comprueban, por ejemplo, si los bebés eran más propensos a sacar la lengua cuando eso es lo que el investigador estaba haciendo, en comparación con cuando el investigador estaba haciendo cualquiera de las otras 10 acciones.
Oostenbroek y su equipo no encontraron ninguna evidencia de que los bebés recién nacidos puedan imitar de forma fiable caras, acciones o sonidos. Ninguna de las 11 acciones tuvo más probabilidad de generar imitación, ni existía una situación o momento de los estudiados en la que los bebés llevaran a cabo sistemáticamente una determinada expresión facial, gesto o sonido cuando el investigador lo hacía más que cuando el investigador estaba haciendo cualquier otra cosa.
Sobre la base de sus resultados, los investigadores señalan que la evidencia apunta a que es el momento de modificar o incluso abandonar la idea de «los módulos innatos de imitación» y otros conceptos similares asentados sobre la idea de la imitación neonatal. Parece que volvemos a estar más cerca de lo que Piaget propuso en un principio y que la imitación probablemente emerge alrededor de 6 los meses.
Fuente: BPS Research Digest
Escrito por María Rueda