En la década de los 90 se publicó un importante estudio en EE UU en el que se afirmaba una conclusión cuanto menos controvertida: los niños provenientes de núcleos socio económicos bajos tenían un desarrollo del lenguaje con más deficiencias debido a un “nivel de palabras deficitario”; es decir, en sus casas, los niños de estos estratos socioeconómicos estaban expuestos no solo una menor complejidad del vocabulario emitido por parte de sus padres, sino un menor número total de palabras (unas 1500 palabras menos por hora, un total de 32 millones de palabras menos a la edad de 4 años). Con todo, el estudio recibió múltiples críticas relacionadas con su replicabilidad y su validez, desde que la muestra era muy pequeña (menos de un centenar de familias), la metodología de investigación era demasiado invasiva (los investigadores acudían a las casas de las personas investigadas para observar el número de palabras emitidas, con lo que en muchos contextos podían reducirse las palabras utilizadas por la poca familiarización de tener a un tercero observando las interacciones en casa) o bien las connotaciones raciales del estudio. Todo ello, aún así, ayudó a una importante reflexión a nivel estatal y relacionada con las políticas educativas, necesarias para atajar posibles desigualdades socioeconómicas. Muchas voces argumentaron que los resultados bien podría corregirse con inversión educativa en mejoras de currículo y contenidos en las escuelas, correlacionando la mejora en enseñanza de conocimiento educativo y vocabulario general antes de los 6 años con una posible mejora en este “umbral de palabras”.
De cualquier manera, y por la importancia intrínseca que tendrían unos resultados como los descritos en el estudio, son muchos los estudios a lo largo de los años que han buscado esclarecer la relación entre el lenguaje emitido a los niños con su nivel de desarrollo, dando como resultado el estudio de observación longitudinal más longevo en el entorno familiar, ésta vez con más de cien familias británicas, argumentando como efectivamente el número de palabras correlaciona con sus destrezas cognitivas, aunque sin especificar claramente por qué, y controlando el nivel de penetración en el entorno doméstico para evitar un efecto reactivo en las familias y unos resultados distorsionados.
De esta manera, el equipo de investigadores liderado por Katrina D`Apice, de la Universidad de York, equiparon a 107 familias con dispositivos portátiles que registraron todo el idioma hablado por ellos (por los niños y sus padres) en tres días. Los registros, de unas 15 horas diarias de lenguaje, se aplicó un software para determinar cuántas palabras pronunciaron los adultos en familia. Para comprobar el nivel cognitivo de los niños, los niños completaron toda una serie de pruebas cognitivas.
Los resultados fueron prometedores. En niveles promedio, se observó que los adultos hablaban un total de 17,800 palabras al día, con una variabilidad considerable. En general, el equipo encontró una relación importante entre el recuento de palabras de los padres con las habilidades cognitivas del niño. Los padres que utilizaban más palabras tendían a mejorar en las pruebas cognitivas, y la riqueza del vocabulario era también mayor cuanto mayor era la riqueza léxica de los padres. “Los hallazgos demuestran y enfatizan la importancia de las experiencias tempranas, especialmente en la utilización del lenguaje, como experiencias dinámicas que cambian y evolucionan con el tiempo, en determinantes ambientales estáticos” y con clara repercusión en nuestra cognición.
Los resultados tienen una naturaleza correlacional; es decir, no se puede separar la causa y el efecto y por tanto la causa no está del todo clara. Entre las posibles explicaciones, está que una mayor exposición al lenguaje fomenta un mayor desarrollo de la inteligencia. O al revés, que notar que tus hijos son más despiertos fomenta mayor estimulación lingüística por parte de los padres. O incluso explicaciones genéticas: como factores genéticos compartidos influyen tanto en el lenguaje de los niños como en las habilidades cognitivas de los niños. Queda ver si los resultados pueden generalizarse. La mayor parte de la muestra pertenecía a familias de padres casados, con nivel socioeconómico medio alto y con título universitario.
De cualquier manera, los resultados pueden resultar un precedente tanto para el uso de grabación discretos y software de procesamiento automático (y así tener resultados lo más ecológicos posibles) como en la importancia de la implicación parental en la educación de sus hijos y lo fundamental que resulta que las políticas educativas aporten y dediquen una importancia capital al nivel de vocabulario y cultura precoz en los niños, sin importar el estrato social.
Escrito por David Blanco Castañeda
Fuente: Research Digest (The British Psicological Society)