Cómo empezar ahora mismo lo que quisiste dejar para más tarde: vencer la procastinación

Extraída de www.pensaresgratis.com
Extraída de www.pensaresgratis.com

Felipe anda en un conflicto. En su cabeza aparecen toda una lista de actividades que ha de realizar, y sin embargo, es incapaz de levantarse, comenzar la tarea y dar por finalizado su conflicto. En efecto, Felipe parece ser un gran procastinador, haciendo lo más atractivo, inmediato y menos importante al principio (en su caso,  permanecer tumbado en la silla) para dejar lo prioritario y más urgente para el final…con el consiguiente aumento de ansiedad y frustración, una creciente sensación de ineficacia por no ser capaces de planificarse a tiempo, y una limitación en el éxito de las tareas, al tener menos tiempo para tareas que con un uso adecuado del mismo haríamos mucho mejor. ¿Y por qué, no obstante, Felipe (y muchos de nosotros) volvemos a caer en las redes de la postergación de tareas? ¿Somos perezosos crónicos, o hay una explicación mejor a esto que nos pasa?

En ese sentido, las personas postergamos más por una necesidad de no fracasar que por una motivación real de no hacer la tarea. La tarea que hemos de realizar la consideramos demasiado difícil o costosa (o poco motivante), y esperamos al momento perfecto para hacerlo, que por otro lado nunca llega. Además, la procastinación se ha relacionado unos altos niveles de perfeccionismo con una marcada tendencia a la procastinación. Procastinamos porque queremos hacerlo bien, obtener algo  perfecto. Así, la persona tendería a sobreestimar la dificultad de la tarea, detenerse en numerosas detalles y consideraciones y estar más pendiente de las consecuencias y el resultado de la tarea que de aprovechar el proceso de aprendizaje…todo por obtener la perfección (y la admiración de los demás). Esto se vería acrecentado por una mala gestión del tiempo, sin priorizar ni estimar tiempos de realización de las tareas. Como consecuencia, la persona se vería abrumado por la acumulación de tareas sin hacer, que aumentará su ansiedad y por tanto, el escape ante actividades distractoras que alivian su ansiedad, en un círculo vicioso en el que la persona sólo hará las tareas cuando no haya más remedio. El procastinador pondrá el grito en el cielo: para él, su resultado siempre estará por debajo de sus expectativas y nunca estará satisfecho con lo que hace, jamás.

En un estudio realizado para saber que puede condicionantes puede ayudarnos a comenzar las tareas cuanto antes, se concluía que marcarse las tareas en un plazo máximo de días (no en meses ni en años, sino ver la realización de cada tarea en un futuro casi inmediato) ayudaría a la persona a ajustarse a unos periodos a corto plazo. “El futuro es ahora”, rezaban los autores del estudio, en un intento para explicar la importancia de fijarse un objetivo claro, dividida en partes definidas y con unos tiempos de realización ajustados y delimitados en el tiempo. A su vez, otras formas de contrarrestar la postergación serían:

  1. Regla de los 5 minutos: según la cual, la mayoría de tareas que hacemos bastan 5 minutos para hacerlas o comenzar a hacerlas. Si bien podemos enviar un e-mail en ese periodo, proponerse 5 minutos para hacerlas rompe la barrera psicológica de la procastinación, empezando la tarea y con mayor probabilidad de mantenerse en ella una vez hayan finalizado esos 5 minutos.
  2. ¿Qué es lo que te hace postergar? ¿La dificultad de la tarea? ¿Te aburre? ¿Su rutinariedad? ¿Crees que tienes los recursos apropiados para hacerla? Responder a estas preguntas puede hacerla más manejable, y puede ser un comienzo para abordarla y no dejarla para más tarde.
  3. Di adiós a los distractores (por lo menos, hasta que hayamos concluido la tarea). La mejor manera sería aislarse en las montañas, pero al vivir en una sociedad hiper conectada, apagar por un rato los datos del móvil, salir de las redes sociales y ocultar la barra de herramientas sería suficiente para que no hubiese distractores innecesarios en tu proceder.
  4. ¡Olvídate de la perfección, acabas de empezar!. Es mejor una tarea mediocre que una tarea sin hacer. Plantéate que el verdadero reto es tener las cosas hechas. Cuantas más tareas tengas hechas, más motivado estarás y mejor será tu desempeño.

Al final de la viñeta, Felipe era consciente de la contradicción que entrañaban sus palabras con sus actos…¿Es hora de ponerse en marcha?

Extraída de http://vps100145.ovh.net/
Extraída de http://vps100145.ovh.net/

 

Podéis consultar post previos relacionados, aquí.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: psychcentral.

Vuelta al cole: cómo ayudar a tu hijo a enfrentar ese primer día

Las vacaciones han llegado a su fin. Tras los calurosos meses de verano se aproxima el comienzo de las clases. Esta semana toca volver al cole. Las situaciones nuevas pueden ser difíciles para muchos niños. Volver al colegio puede estar repleto de cambios: una clase nueva, un profesor o profesora distinto, asignaturas, responsabilidades… Piensa cómo estarías de ansioso si empezaras un nuevo trabajo cada año de tu vida y entonces sabrás qué experimentan los niños al empezar el año escolar. A continuación os explicamos algunas formas de reducir la ansiedad que experimenta tu hijo con la vuelta al cole.

foto extraída de estudiantesdedoxa.com
foto extraída de estudiantesdedoxa.com

1) Retoma la rutina antes de que vuelvan al colegio. Empezar a irse a la cama y levantarse a las hora a la que se acuestan y levantan durante el curso, puede ayudar a tu hijo a volver a adaptarse paulatinamente ante la vuelta.

2) Habla con tu hijo/a sobre cómo se siente al volver a la escuela y valida sus emociones. A menudo tratamos de calmar nuestros hijos diciendo cosas como «No tengas miedo, no va a pasar nada» o «es una tontería que te preocupes». Sin embargo, esto no ayuda, imagínate que estuvieras preocupado por algo y alguien te dijera que no te preocupes, sin más. ¿podrías dejar de preocuparte? Por lo general, esto sólo hace que el niño sienta que no está bien sentir lo que siente y que por lo tanto no es correcto expresar emociones como el miedo. En cambio, es recomendable validar aquello que siente diciéndole que es normal que sienta miedo y que todos tenemos miedo en alguna ocasión. Puedes transmitirle que cuando sentimos miedo podemos aprender a manejar la ansiedad y enfrentar aquello que nos da miedo. Anímale a que explique con sus palabras qué cosas son las que le inquietan de volver y estimúlale para que pueda darle otra interpretación.

3) Anima a tu hijo a identificar las cosas positivas y excitantes de volver al colegio; ver de nuevo a los amigos, retomar actividades que le gusten dentro y fuera de la escuela. Si puedes ayudarle a equilibrar las cosas positivas y las que le asustan, él o ella también puede convertir el volver al colegio como algo atractivo.

4) Preparad algo especial para acabar el día. Algo como una cena especial para acabar el primer día de colegio, hacer una actividad agradable juntos… Explícale que el primer día de clases es un día emocionante y debido a eso, hacemos algo especial para celebrarlo. Esto le dará al niño una razón para esperar de forma positiva el primer día de clases.

5) Deja que sea tu hijo tome algunas decisiones, elegir qué mochila o estuche llevar al colegio, qué tomar en el recreo… Cuando un niño tiene que ir a la escuela y no quiere, puede sentir que las cosas están fuera de su control. Ir al colegio no es una opción, pero cosas como lo que desayunar o la mochila que usar son pequeñas acciones dentro de su control. Tener control sobre algunos aspectos puede ayudar al niño a sentirse bien, lo que puede facilitar el hecho de ir al colegio.

6) Mantén la calma. Si los niños nos ven muy nerviosos por el comienzo de las clases, ellos se sentirán más estresados. Los niños miran a sus padres para determinar cómo reaccionar a las situaciones. Si permanecemos en calma y con una actitud positiva sobre el hecho de volver al colegio, es más probable que los niños resuenen con eso. No se trata de fingir, sólo trata de mantener la calma y recordar las cosas interesantes y positivas de que tu hijo vuelva a la escuela.

Recuerda que la ansiedad disminuye de forma natural y la ansiedad de tu hijo/a también lo hará. Así que permite que tu hijo descubra cómo la ansiedad puede desaparecer si nos enfrentamos a aquello que la produce. Dejar de llevar al niño al colegio porque se siente nervioso hace que la ansiedad se mantenga. Hablar con él o ella, ayudarle a darle significados positivos a esos pensamientos que le asustan y animarle a enfrentarse a ese primer día de colegio, le da recursos para afrontar y manejar la ansiedad. De estas pequeñas experiencias del día a día es de donde se extraen las herramientas para luchar en las grandes encrucijadas de la vida. ¡Os deseamos un especial primer día de colegio!

Fuente: psychologytoday.com

Escrito por María Rueda

A solas con tus pensamientos. Ventajas de la meditación.

Extraída de psicologiauhu.blogspot.com
Extraída de psicologiauhu.blogspot.com

Una investigación de la Universidad de Virginia, publicado en la revista Science sugiere que la gran mayoría de las personas están incomodas al estar a solas con sus pensamientos y que elegirían autoaplicarse leves descargas eléctricas en lugar de simplemente sentarse y pensar. El estudio confirma que la mayoría de la gente prefiere hacer casi cualquier otra cosa que pensar solo y en silencio.

¿Cómo puede ser esto posible? ¿Se nos proporciona una oportunidad para la soledad y la reflexión y la mayoría de la gente preferiría recibir una descarga eléctrica en vez de pensar durante ese tiempo?

Podemos pensar que esta tendencia se debe a que hoy día tenemos demasiados distractores tecnológicos, pero hicieron el mismo experimento con personas de 80 años y el resultado fue el mismo.

Entonces ¿a qué se debe que las personas hagamos cualquier cosa por evitar dicha experiencia?

La razón estaría en que cuando estamos realizando una actividad y un pensamiento acude a nuestra mente, ese pensamiento es espontáneo y no nos supone ningún esfuerzo, mientras que si nos obligan a estar a solas y dejar nuestra mente vagar, es casi como si nos obligaran a llorar o reír bajo demanda, sencillamente no nos sale. En esos momentos la mente viaja sin un objetivo definido, recopilando todos los aspectos de nuestra vida sin saber muy bien lo que hacer, ya sean aspectos positivos o negativos y lo desagradable para las personas sería es el caos mental que se produce al no tener un curso de pensamientos en los que centrarse, con lo que muchos de los participantes preferían auto administrarse una descarga eléctrica que hastiarse de “obligarse a pensar” y estar en soledad.

Entonces, dado que no es tan fácil estar a solas con nuestros pensamientos ¿Qué podemos hacer? Es en este punto donde las técnicas de meditación han demostrado su eficacia, en concreto la psicología se ha centrado en estudiar y desarrollar la técnica de Mindfulness o Atención plena.

¿Qué es el Mindfulness? Mindfulness o Atención plena es un estado de atención consciente centrada en el presente. Cuando te encuentras en un estado de atención plena, observas tus pensamientos y sentimientos desde la distancia, sin juzgarlos sean buenos o malos. En lugar de dejar que tu vida pase de largo, la atención plena significa vivir en el momento y abrazar a la experiencia.

Algunas actividades que podemos llevar a cabo parar lograr este estado son las siguientes:

  • Atención plena al comer. Solemos comer con prisas y realizando otras actividades. Lo que proponemos es degustar los alimentos, prestar atención al mordisco, a los sabores, las texturas, disfruta con los colores y aromas y observa como tu cuerpo reacciona a ello. Reencontrarás el placer de comer y te sentirás saciado mucho antes.
  • Atención plena al caminar. Cuando estés caminando concentrare en las sensaciones de cuerpo que solemos olvidar, como el aire rozando tu piel, o tus pies tocando el suelo. debemos concentrarnos en la respiración y desarrollamos una atención relajada sobre nuestro propio cuerpo no sobre el entorno.
  • Respiración. Solemos respirar de manera automática e incompleta sin llenar totalmente nuestros pulmones. por lo que es adecuado dedicar unos minutos al día a respirar adecuadamente, tomando el aire por la nariz, observando cómo nuestro estomago se hincha y expulsándolo lentamente por la boca. Durante este proceso solamente debemos concentrarnos en la respiración. Tras este proceso tendrás nuevas energías y te sentirás más tranquilo.
  • Escucha plenamente. Durante 5 minutos cada día tomate una pausa y escucha todos los sonidos provenientes de tu entorno. Escúchalos sin juzgar, sin pensar que se trata de sonidos que te molestan, escucha como si se tratase de una sinfonía. O si lo prefieres escucha una canción que quieras pero también sin juzgar, simplemente disfrutando las notas y las letras. Descubrirás que el mundo se percibe de otra manera.
  • Vela. Se trata de un ejercicio muy sencillo de unos 10 o 15 minutos. Solo debes encender una vela en una habitación oscura. Siéntate simplemente a observar la llama. No se trata de que comprendas la reacción química que está ocurriendo sino tan solo de que aprendas a enfocar tu atención, liberando la mente de cualquier otro pensamiento. Es una técnica muy sencilla pero al mismo tiempo, muy poderosa, ya que te ayudará a mantener bajo control las ideas indeseadas, permitiendo que aprendas a centrarte cada vez más en el aquí y ahora.

Un vídeo muy interesante sobre el poder de la meditación es el siguiente:

Fuente: Psychology today, rincón de la psicología

Escrito por Mercedes Fernández Cortés

Burnout: cuando el estrés se apodera de tu puesto de trabajo

Extraído de aplicapsicologiaya.blogspot.com
Extraído de aplicapsicologiaya.blogspot.com

Mucho se ha hablado esta semana de las palabras “depresión” y “burnout” para referirse al terrible accidente del avión del Germanwings, en la que el copiloto Andreas Lubitz decidió acabar con su vida y la de los otros 149 pasajeros en el vuelo que estrelló en Los Alpes franceses el pasado martes. Si bien es cierto que las causas aún han de esclarecerse para saber qué variables influyeron realmente en la génesis de esta tremenda tragedia, sí que creemos necesario definir el concepto de burnout, termino generalmente acuñado en contextos laborales y que puede confundirse con algunos aspectos importantes de los estados depresivos.

El síndrome de Burnout (o “Síndrome de Estar Quemado”) hace referencia a la incapacidad por parte del afectado para hacer frente a las demandas de su puesto de trabajo, fruto de una situación  de estrés recurrente y crónico que provoca una perdida en la ilusión y  en la motivación. La persona muestra un comportamiento ansioso y muchas veces  deprimido, con acciones directas que muestran una ineficacia a la hora de afrontar los problemas y sumido en una situación  vital de agotamiento físico y mental, donde la persona comienza a experimentar actitudes negativas con respecto a los demás y hacia su propio rol en la empresa. Su atención  se focaliza en los errores y en las actividades que confirmar su sentimiento de ineficacia; disminuyendo su rendimiento y aumentando su nivel de estrés fuera del contexto de trabajo, siendo el burnout altamente incapacitante. Ante la magnitud de sus consecuencias, resaltamos siete señales fundamentales para detectar este estado y poder poner soluciones de manera preventiva. Es posible que tengamos burnout cuando:

  1. Cada salida en lo previsto es una crisis: las reacciones emocionales a acontecimientos vitales habituales se vuelven más exageradas e intensas y la persona tiende a mostrarse irritable y más querulante que de costumbre.
  2. Consumimos poca  energía y tenemos cansancio crónico: se produce cuando la sensación de agotamiento y cansancio persiste a lo largo de las situaciones, sintiéndose la mayor parte del tiempo al límite de sus energías y abrumado con las necesidades del ambiente.
  3. Mayor probabilidad de enfermar: ante la mayor presencia de acontecimientos estresantes y una respuesta fisiológica acorde, el sistema inmune tiende a una disminución de su actividad, fomentando la aparición de enfermedades y periodos de enfermedades mayores.
  4. No tenemos tiempo para descansar ni recargar pilas: la persona no encuentra un momento para descansar, ni en el trabajo ni fuera de él, no “recargando” fuerzas suficientes y acusando de una bajada paulatina de rendimiento, que a su vez aumentara su sentimiento de ineficacia.
  5. Falta de compromiso en el trabajo y desconexión de las obligaciones: la persona es incapaz de implicarse más de lo debido ante la alta ansiedad que le provoca el trabajo, y presenta poco entusiasmo y compromiso con la mayoría de objetivos organizacionales.
  6. Aumento de la ineficacia: el agotamiento produce una falta de concentración que afecta directamente al rendimiento: la persona cada vez hace menos y peor, tarda largos tiempos para lo que antes hacía en poco tiempo y se produce una disminución de autoestima y autovalía personal.
  7. Sentimiento de tener un número inabarcable de tareas y disminución de recursos para hacerlas frente: la persona se centra en todas las demandas y es incapaz de priorizar entre lo importante, lo urgente y lo que ha de esperar, tomando malas decisiones y prestando atención a todo por igual, con lo que su trabajo se ve mermado y su capacidad limitada: asumiendo los errores como intrínsecos a ellos y haciendo lo mínimo imprescindible para terminar cuanto antes con la tarea.

El burnout se considera uno de los grandes males de la sociedad moderna y está muy presente en la mayoría de contextos de la vida cotidiana. Darle la consideración que se merece permite reducir su impacto y nos ayuda a instaurar  una mejora de los tratamientos para su correcto abordaje terapéutico.

Escrito por David Blanco Castañeda

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Fuente: BBC, psychology today.

Cómo hacer que tus hijos se sobrepongan a las situaciones difíciles (parte II)

En el post de la semana pasada comentamos estrategias para promover la resiliencia en los niños. Como explicamos, durante la infancia y la adolescencia los niños, al igual que los adultos, se encuentran con momentos difíciles. Cuidar y proteger a nuestros hijos e hijas es natural y necesario para que éstos tengan un buen desarrollo, pero quisimos advertir de los peligros de la sobreprotección, ya que lejos de salvaguardarlos del sufrimiento les hace más vulnerables y les impide la adquisición de herramientas fundamentales para sobreponerse. Bien podría resumirse en que caerse y sufrir es inevitable, lo importante es saber levantarse. Para ayudar a tu hijo a que aprenda eso tan importante, os damos unos cuantos consejos complementarios a los de la semana pasada.

Evita los «¿por qué?». Los «por qué» no son útiles al promover la resolución de problemas. Si tu hijo dejó su bicicleta en la lluvia, y le pregunta «¿por qué?» «¿Qué dirá? Fui descuidado. Tengo 8 años. Pregunta «cómo» en su lugar. «dejaste la bici bajo la lluvia y la cadena se ha oxidado. ¿Cómo vas a arreglarlo?»

No des todas las respuestas. En lugar de proporcionarles cada respuesta, puedes empezar a usar la frase «No sé», seguida de la estimulación de la resolución de problemas. El uso de esta frase ayuda a los niños a aprender a tolerar la incertidumbre y pensar en maneras de lidiar con los potenciales desafíos.

Evita hablar en términos catastróficos. Presta atención a lo que les dices a tus hijos y delante de ellos. Los padres ansiosos, en particular, tienden a hablar de forma catastrófica delante de sus hijos.

Deja que tus hijos cometan errores. El fracaso no es el fin del mundo, es el lugar de donde nace el camino para averiguar qué hacer a continuación. Dejar que los niños tropiecen es duro y doloroso para los padres. Pero ayudar a los niños a aprender cómo arreglar una situación o resolver un problema le ayudará a tomar mejores decisiones la próxima vez. Debemos dejar que los niños vean las consecuencias que tienen sus actos.

Ayúdale a manejar sus emociones. La gestión emocional es clave en la capacidad de recuperación. Enseña a tus hijos que todas las emociones están bien. Es normal y es adaptado sentirse enfadado cuando uno pierde en un juego o sentir rabia cuando el helado se cae al suelo. Además, les enseña que después de sentir lo que sienten, pueden pensar sobre qué hacer después.

Sé modelo de resiliencia. Por supuesto, los niños también aprenden al observar cómo se comportan sus padres. Admite tus propios errores, acepta tu malestar y pon en marcha acciones encaminadas a la resolución de los problemas. La capacidad de recuperación ayuda a los niños a manejarse en las incertidumbres, éxitos y dificultades que se vayan encontrando durante la infancia y la adolescencia.

 

Fuente: Tartakovsky, M. (2013). 10 Tips For Raising Resilient Kids. Psych Central. Retrieved on May 23, 2014, from http://psychcentral.com/lib/10-tips-for-raising-resilient-kids/00017272

Wilson, R., & Lyons, L. (2013). Anxious Kids, Anxious Parents: 7 Ways to Stop the Worry Cycle and Raise Courageous and Independent Children. Health Communications, Inc..

Escrito por María Rueda

 

Cómo hacer que tus hijos se sobrepongan a las situaciones difíciles (parte I)

La edad adulta está llena de grandes responsabilidades, pero la infancia no está precisamente exenta de estrés. Exámenes, aluviones de nueva información que aprender, cambios de clase y curso, se encuentran con otros niños amenazadores, nuevas amistades por las que a veces sufren…

Lo que ayuda a los niños cuando atraviesan este tipo de problemas, al igual que los adultos, es la capacidad para recuperarse, o lo que se llama ser resilientes. Según la RAE, la resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Los niños resilientes son capaces de resolver problemas, se enfrentan a situaciones desconocidas o difíciles y tratan de encontrar buenas soluciones.

Esto no significa que los niños tengan que hacer todo por sí mismos, sino que ellos sepan cómo pedir ayuda y sean capaces de encaminarse sobre sus propios pasos en la búsqueda de la solución. La psicóloga Lynn Lyons y el psiquiatra Reid Wilson señalan que los padres pueden dotar a sus hijos de habilidades para manejar lo inesperado, algo que contrasta mucho con nuestro enfoque cultural. «Nos hemos convertido en una cultura que siempre trata de hacer que nuestros hijos se sientan cómodos. Una sociedad que no tolera la incomodidad y la frustración. Nosotros como padres estamos tratando de ir siempre un paso por delante de todo con lo que puedan encontrarse nuestros hijos. Y cuál es el problema de esto, que la vida no funciona de esa manera.»  

Las personas ansiosas se enfrentan a un gran problema en el momento en que deben ayudar a sus hijos a tolerar la incertidumbre, simplemente porque ellos tienen dificultades para tolerarla. La idea de que tu hijo pase por el mismo dolor que tú mismo has pasado anteriormente es difícil de tolerar, así que los padres ansiosos tratan de proteger a sus hijos y protegerlos de los peores escenarios posibles. Sin embargo, el trabajo de los padres no es estar allí todo el tiempo para sus hijos, es enseñarles a manejar la incertidumbre y a enfrentar y resolver el problema. A continuación, os indicamos algunas pautas para fomentar la resiliencia en los niños:

No satisfagas todas las necesidades (presentes o anticipadas) Cada vez que tratamos de ofrecer seguridad y confort a toda costa, estamos entorpeciendo el camino para que los niños desarrollen la capacidad de generar su propia solución de problemas. Aprender a tolerar la frustración desde pequeños es la clave para que cada problema que encuentren en la vida adulta no sea un abismo Puesto que la sobreprotección de los niños únicamente fomenta la ansiedad.

Evita eliminar todos los riesgos. Naturalmente, los padres quieren mantener a sus niños seguros. Pero eliminar todos los riesgos dificulta el aprendizaje de la resiliencia. Por ejemplo, cuando los niños comienzan a caminar, es posible que el miedo a que se caigan haga que no les permitamos intentarlo, retrasando dicho aprendizaje. La clave es permitir riesgos apropiados y enseñar a los hijos las habilidades esenciales. Dar a los niños la libertad adecuada a la edad adecuada ayuda a aprender sobre sus propios límites.

Enséñales a resolver el problema. Imaginemos que tu hijo quiere ir a un campamento, pero está nervioso por estar lejos de casa. Un padre ansioso, podría decir: «Bueno, entonces no hay razón para que te vayas.» Sin embargo, un mejor enfoque consiste en normalizar el nerviosismo de tu hijo, y ayudarle a descubrir la forma de manejarse en el sufrimiento. Así que puedes plantearle cómo se puede acostumbrar a estar lejos de casa. En otras palabras, ayuda a que tu hijo averigüe cómo se pueden manejar los desafíos. Dale la oportunidad, una y otra vez, para averiguar lo que funciona y lo que no.

Estos son algunos consejos para fomentar el desarrollo de la resiliencia en los niños, pero hay muchos más pequeños cambios que puedes poner en práctica. Si te interesa seguir conociéndolos, la semana que viene os daremos algunos más.

Fuente: Tartakovsky, M. (2013). 10 Tips For Raising Resilient Kids. Psych Central. Retrieved on May 23, 2014, from http://psychcentral.com/lib/10-tips-for-raising-resilient-kids/00017272

Wilson, R., & Lyons, L. (2013). Anxious Kids, Anxious Parents: 7 Ways to Stop the Worry Cycle and Raise Courageous and Independent Children. Health Communications, Inc..

Escrito por María Rueda

Estrategias para reducir la ansiedad en niños

Posiblemente la peor parte de la ansiedad es tener ansiedad ante la ansiedad. La conocida metáfora de la bola de nieve, que engorda a medida que rueda colina abajo, puede ayudarnos a ilustrar cómo la ansiedad desenfrenada crece rápidamente. Los niños pueden aprender a lidiar con la ansiedad a través de la adquisición de dos habilidades cruciales: capacidad para calmarse y resolver problemas. La escalada de la ansiedad en los niños puede ser expresada y percibida como un comportamiento desafiante. Enseñar a tu hijo a escuchar y controlar su ansiedad puede ayudarle mucho ahora y en el futuro, e incluso mejorar su comportamiento. A continuación se presentan cinco técnicas muy extendidas en la práctica clínica para ayudar a los niños a manejar la ansiedad:

Respirar con ellos. La respiración lenta y profunda facilita la reducción de la ansiedad. Puedes ayudar a tu hijo a practicar esto, guiándole para que se imagine cómo el aire viaja entrando por la nariz, pasando por la tráquea, y llegando al vientre, el cual se hincha como un globo. Puedes ayudarte de vídeos de Youtube en los que se explica cómo realizar esta respiración diafragmática. Otra manera de relajarse es alternativamente tensar y relajar los músculos alternativamente. En este caso puedes enseñarle a través de escenas divertidas, como por ejemplo, apretar las manos fuerte como si estuvieras exprimiendo limones, tensar los músculos de la cara para intentar espantar una mosca que se ha posado sobre su nariz, o apretar los músculos de los hombros y cuello al imaginar ser una tortuga que esconde su cabeza dentro del caparazón.

Ayudarles a identificar los pensamientos negativos. Puedes orientarle para que encuentre y asimile a un personaje o dibujo este tipo de pensamientos. En este sentido, por ejemplo, los pensamientos negativos puede ser hormigas que aparecen de repente y dicen cosas como “me va a salir mal”, “te vas a caer”, “todo me sale mal”… que nos ponen muy nerviosos. Anímales a que te expresen estos miedos y háblalo con ellos. Podéis dibujar a esas hormigas con pensamientos negativos. Ayúdale a producir el pensamiento alternativo como, por ejemplo, “si sigo practicando, me saldrá cada vez mejor”, “todos nos equivocamos y cometemos errores, puedo aprender de ellos y hacerlo mejor la próxima vez”. Esto dará más confianza a tu hijo y reducirá su ansiedad. Además, saber que puede contar contigo para expresarse libremente le enseñará algo muy valioso, todos somos vulnerables y eso no significa ser débil.

Usar estrategias de exposición. La ansiedad tiene un importante componente fisiológico, esto es, sensaciones corporales generalmente muy desagradables para quien las padece. La exposición a estas sensaciones, aunque suene paradójico, facilita la interrupción de la escalada de la ansiedad. Por ejemplo, para un niño que informa de la falta de aire debido a la ansiedad, podemos pedirle que se siente con su padre y juntos contengan la respiración. El objetivo es que el niño identifique los síntomas físicos de la ansiedad, pero en ausencia de la percepción cognitiva de miedo y pánico. Aunque a los adultos también nos genere angustia ver a un niño sufriendo ansiedad, y lo que nos sale espontáneamente es protegerle y facilitar el escape de esa situación, debemos tener presente que la exposición siempre va a ser mucho mejor para ayudarle que la evitación. Por ello os recomendamos que os mostréis cercanos, cariñosos y firmes a la hora de alentar a tus hijos a enfrentar y trabajar con sus miedos.

Guiar al niño en la imaginación de escenas agradables. Puedes ayudar a tu hijo a imaginar un lugar relajante y a tomar conciencia de las sensaciones y sentimientos de calma en su cuerpo. O bien, puedes pedirle que se imagine una caja donde poner las preocupaciones que le molestan, para que la use cuando lo necesite o quiera estar haciendo otras cosas. Esto es un juego para dotarle de herramientas, pero no olvides que esas preocupaciones deben ser escuchadas.

Animar al niño a hacer una lista de «cosas que salieron bien hoy» al final del día. Esto ayuda a aquellos niños propensos a la ansiedad a que desarrollen un estilo cognitivo optimista, fomentando que sean capaces de fijar su atención en lo positivo, así como valorar sus éxitos diarios.

 

Fuente: Psychology Today

Escrito por María Rueda

 

Terriblemente emocionados o por qué disfrutamos con el miedo (Especial Halloween)

Ahora que se acerca la fiesta de Halloween, que todos los supermercados y centros comerciales se llenan de calaveras, fantasmas y demás ornamentación “terrorífica”, me pregunto ¿por qué nos gusta pasar miedo?

El miedo es una emoción que conlleva una reacción en cadena que comienza con un estímulo estresante y termina con la liberación de sustancias químicas que provocan el aumento, entre otras cosas de la tasa cardiaca, respiración acelerada y tensión muscular. Esto prepara a nuestro cuerpo para dar una respuesta de lucha o huida. El miedo, como cualquier otra emoción, es necesario para la supervivencia. El estímulo bien podría ser una araña, una pistola que nos apunta, un auditorio lleno de gente que nos mira esperando a que empecemos a hablar o el golpe de la puerta al cerrarse repentinamente. ¡Vale! Pero si hay muchas personas a las que algunas de estas cosas les generan auténtico sufrimiento ¿por qué muchas otras encuentran divertido pasar miedo, hasta tal punto que incluso pagan por una entrada de cine o una visita a la casa del terror?

Existen diferentes teorías, pero parece ser que la clave está en la percepción de riesgo. Esto quiere decir que, si entendemos que no existe un peligro real y que por tanto nuestra supervivencia está garantizada, esta experiencia repleta de adrenalina resultará agradable. Disfrutamos porque la experiencia es finita, es decir, nuestro organismo se expone al estímulo terrorífico con sus características estresantes que hace disparar todas las alarmas automáticas, pero sabemos que va a tener fin y no va a haber ninguna consecuencia fatal. Por el contrario, en los trastornos de ansiedad creemos y sentimos que estamos en peligro. Aquellas personas que sufren estos trastornos tienden a evitar acercarse a aquello que les da miedo, privándose a sí mismas de esta “sensación de fin”, lo que perpetúa su miedo y sentimientos de incertidumbre.

Racionalmente sabemos que nuestra vida no corre peligro al aparecer un zombie en la pantalla, pero el procesamiento cortical racional es “lento”, y como nuestra supervivencia depende de lo rápidos que seamos, nuestro organismo está preparado para reaccionar a gran velocidad sin ni siquiera darnos tiempo a pensar (vías subcorticales: tálamo – amígdala – hipotálamo), haciéndonos soltar un sonoro grito en mitad del cine. Esa descarga de adrenalina seguida del alivio garantiza la diversión. ¿Y por qué gritamos o nos agarramos al brazo de nuestro acompañante? Pues principalmente porque la expresión de la emoción a través del rostro y el cuerpo sirve para comunicar a nuestro grupo que estamos en peligro, y esto es lo que podemos ver claramente en #esta galería de fotos# (http://www.bbc.co.uk/mundo/video_fotos/2013/10/131009_galeria_fear_factory_terror_halloween_jg.shtml)  tomadas en el interior de un pasaje del terror. Ante un estímulo amenazante tendemos a buscar la protección mutua. Y todos sabemos que siempre es mejor pasar el mal trago juntos. Feliz Halloween… mejor, ¡acompañado!

 

Escrito por: María Rueda Extremera

Crecer manejando la ansiedad (II)

Como te contamos el post anterior, la ansiedad es un síntoma frecuente en la infancia y la adolescencia. Del 10 al 20 % de los niños en edad escolar experimentan este tipo de síntomas. Para ayudar a tu hijo o hija a manejarla, a continuación te damos nuevos consejos para añadirlos a tu mochila de recursos junto con los de la semana anterior.

Cuídate para que ellos se cuiden. Nuestros hijos nos imitan. Así que si enfrentamos nuestros miedos, nuestros hijos también lo harán. Si reservamos momentos para cuidarnos a nosotros mismos y nuestras necesidades, nuestros hijos lo aprenderán. Si somos capaces de extraer lo positivo, nuestros hijos también lo harán. Los niños aprenden observando el comportamiento de sus padres. Así que cuando se trata de pensar sobre el bienestar psicológico de tu hijo, piensa en el tuyo también.

Premia los comportamientos valientes. Si tu hijo se enfrenta a sus miedos, anímalo y recompénsale con un premio. Éste no tiene porqué ser material, recuerda que un abrazo y unas palabras agradables son el mejor regalo.

Ayúdales con una buena higiene del sueño. Establece unos horarios para ir a la cama y unas rutinas antes de dormir, tales como leer un cuento. Esto le ayudará a hacer una transición entre las actividades del día y la posición de reposo necesaria para conciliar el sueño.

Fomenta que exprese sus miedos. Si tu hijo te dice que está preocupado o asustado, no le digas “no lo estás” o “no seas cobarde”. Por el contrario, es recomendable que le des valor a la experiencia de tu hijo diciéndole “sí, parece que está asustado, ¿qué te preocupa?” y dialoga con él o ella acerca de sus emociones y miedos.

Ayúdale con la resolución de problemas. Una vez hayas validado las emociones y demostrado que entiendes lo que está sintiendo y hayas escuchado lo que tiene que decir, puedes ayudarle a solucionar los problemas. Esto no quiere decir que seas tú el que lo solucione. Significa ayudar a tu hijo a identificar posibles soluciones. Si tu hijo puede generarlas él sólo, estupendo. Si no es así, no pasa nada, puedes darle algunas ideas y que él o ella escoja la que piense que puede ser mejor.

Practica ejercicios de relajación con tus hijos. A veces algunos ejercicios muy básicos de relajación son útiles para ayudar a tu hijo a que reduzca su ansiedad. Coge sus manos y mirándoos a los ojos, respirad despacio profundamente a la vez. También puedes ayudarle a imaginar un sitio que sea agradable para él o ella, así con los ojos cerrados podéis pasear juntos por la playa o el bosque.

Fuente: Psychology Today

Escrito por: María Rueda Extremera

Crecer manejando la ansiedad (I)

La ansiedad es un síntoma muy frecuente que seguramente todos nosotros hemos experimentado o lo haremos en algún momento de nuestra vida. Los niños y adolescentes tampoco están exentos de enfrentarse a esas sensaciones tan desagradables en momentos puntuales, lo cual no significa la presencia de un trastorno. ¿Cómo puedes ayudar a tus hijos a reducir la ansiedad y el estrés? Aquí te damos algunos consejos que iremos ampliando en un siguiente post:

Anímalos a enfrentar sus miedos. Cuando una situación nos produce miedo tendemos a evitarla. Evitar este tipo de situaciones hace que la ansiedad se mantenga. En cambio, si ayudamos a que el niño se enfrente a sus temores, aprenderá que la ansiedad se reduce naturalmente por sí sola con el tiempo.

Transmíteles que está bien ser imperfecto. En ocasiones creemos que es necesario que nuestros hijos tengan un gran éxito en los deporte, el colegio y demás actividades que realizan. Pero algunas veces olvidamos que los niños necesitan ser niños, y transmitimos que deben ser los mejores, olvidando que lo importante es disfrutar de aprender. Esto no quiere decir que no les inculquemos el valor del esfuerzo, sino que debemos animar a nuestros hijos a que trabajen duro y a la vez acepten, y aceptar nosotros sus propios errores y dificultades.

Céntrate en lo positivo. Frecuentemente los niños que sufren ansiedad y estrés pueden perderse en pensamientos negativos y ser muy autocríticos, viendo el vaso medio vacío en lugar de medio lleno y preocupándose en exceso por el futuro. Cuanto más te centres en los atributos buenos de tu hijo y los aspectos positivos de una situación, más le ayudaremos a ser positivo.

Planifica actividades relajantes. Los niños necesitan tiempo para relajarse y ser niños. Por desgracia, a veces incluso actividades divertidas, como los deportes, pueden llegar a estar más enfocadas en el éxito que en la diversión. En cambio, es importante asegurarse de que tu hijo juega para pasarlo bien. Puedes introducir momentos de ocio, en los que jugar con el único objetivo de pasar un rato agradable y divertido.

A lo largo de la vida todos nos vamos a encontrar con dificultades que nos generarán ansiedad, facilitarle a tu hijo o hija herramientas útiles para manejarla es una pieza más de ese puzle tan complejo y bonito que es educar.

Fuente: Psychology Today

Escrito por: María Rueda Extremera