CÓMO NOS INFLUIRÁN LOS NUEVOS CONFINAMIENTOS Y HERRAMIENTAS PSICOLÓGICAS PARA AFRONTARLOS.

En los últimos 10 días se han ido implementando nuevas y más rigurosas medidas para controlar las estratosféricas cifras de contagio que está generando la propagación del virus. Algunas de estas medidas han derivado en que de nuevo algunas áreas de la geografía española hayan visto cómo se restringe su movilidad, pero sin lugar a dudas podríamos decir que donde más impacto están teniendo dichas medidas en nuestra Comunidad Autónoma.

Parecía que ya habíamos olvidado por completo cuándo vivir era no vivir fuera de casa (o apenas fuera de casa, sólo salir para acudir a contados sitios, y como prioridad el lugar de trabajo). Y sin embargo, e intentando utilizar nuevas expresiones como confinamiento “blando” como si de un tabú se tratara, varios millones de personas de nuevo han de reconciliarse con el estar en casa o en el radio inmediatamente próximo a su hogar para el discurrir de gran parte de su día a día.

Imagen extraída de www.barriosalvadormadrid.com

Lo difícil de esto: el volver a afrontar etapas que creíamos ya superadas, nuevos recortes de movilidad. Lo magnifica el hecho de que estén teniendo lugar por áreas, no de manera generalizada como ocurrió en Marzo. Todo ello, especialmente que sólo algunos términos poblacionales se estén viendo afectados por estas nuevas medidas, hacen que algunos colectivos se sientan “apartheizados”, lo cual podría derivar en situaciones de desventaja social, sentimientos de inferioridad, segregación e indefensión aprendida.

Por la cercanía de la puesta en vigor de estas nuevas medidas aún no se han podido obtener datos empíricos ni conclusiones clínicas certeras de cómo esta vuelta atrás puede afectar psicológicamente a los individuos, pero sí se pueden prever gracias a ciertos patrones estudiados en los inicios de la pandemia y durante el estado de alarma.

Ya en la primera oleada del Coronavirus se registró que en Wuhan, ciudad china que se ha considerado epicentro de la pandemia, para abordar adaptativamente la situación el 53% de la población necesitó atención psicológica. Ante esto, y gracias a nuestra experiencia en la práctica clínica, se anticipa que los problemas de salud mental van a sufrir de nuevo un repunte siempre y cuando no se logre hacer un afrontamiento adaptativo ante estos “confinamientos perimetrales”. Si bien es cierto que la mayor parte serían cuadros leves que se solucionan mediante consultas puntuales o, sabiendo de antemano cuáles son las herramientas a través de las cuáles conseguir dichas respuestas adaptativas, objetivo que abordaremos en este post.

El confinamiento como tal es un factor de riesgo ante la aparición de problemas psicológicos. Sin embargo, dicho riesgo aumentará exponencialmente en determinados grupos poblacionales: personas que se encuentren solas o en situaciones de aislamiento, con escasos recursos económicos o cognitivos, y con escasa calidad de vida tenderán a sobrellevar estas nuevas medidas restrictivas con mayor dificultad. También se ha registrado que aquellos que sean menos capaces de mantener rutinas o actividades de ocio y tiempo libre que les haga distraerse experimentan niveles de ansiedad más elevados durante períodos de confinamiento.

Asimismo, personas con patologías mentales previas tienen más probabilidad de que empeoren sus trastornos base o aparezca nueva sintomatología relacionada con la ansiedad y el estado de ánimo primordialmente, en algunos casos, pero en menor medida, también estrés postraumático. De igual modo ocurriría en los casos que estén teniendo que elaborar un duelo relacionado con el Covid-19, en los cuáles se ha registrado una notable demanda de ayuda psicológica durante y después del confinamiento.

Y conforme a la población que epidemiológicamente con más frecuencia experimenta cuadros ansiosos, se pronostica que las mujeres y los jóvenes con altos niveles de ansiedad previos se verían más afectados por las consecuencias de estos nuevos confinamientos

De ello podemos extraer que la psicología tiene mucho que decir al respecto, como herramienta de ayuda y como medio de afrontar mejor esta etapa de incertidumbre. Intentar abordarlo con los recursos propios y si no acudir a tiempo en busca de atención especializada en salud mental evitará que estados ansioso-depresivos se cronifiquen en el tiempo.

HERRAMIENTAS PSICOLÓGICAS PARA AFRONTAR LOS NUEVOS CONFINAMIENTOS

Tal y como han manifestado algunos profesionales de la Universidad de Deusto y de la Complutense de Madrid, la forma de asimilar esta situación es diferente en función de la edad y la situación en la que nos encontremos. Es decir, habrá tantos estilos de afrontamiento como diferencias interindividuales nos caracterizan. Por tanto, a continuación abordamos algunas estrategias psicológicas generales que pueden ayudar a paliar los efectos perjudiciales de los nuevos confinamientos; algunas tendrán una aplicabilidad mayor que otras según el caso particular.

  • Explicar las medidas de control antes incluso de implantar restricciones de movilidad (o todo lo contrario, en el desconfinamiento) sería una muy buena inversión en resultados positivos no sólo a corto plazo, para conseguir disminuir el número de contagiados, sino a medio y largo plazo, ante la posibilidad de llevar a cabo medidas más rigurosas si fueren necesarias, y para conferir controlabilidad a la población confinada. 

El ser humano interioriza más fácilmente nuevas normas cuando entiende el sentido de implantarlas: conocer el porqué de esas decisiones y verlo como algo necesario evitará que la población interprete esas medidas más estrictas como un atentado hacia sus libertades. Unido a lo anterior, los individuos se sentirán un eslabón primordial en la mejora de la situación; es decir, será más difícil que sujetos individuales apelen a la difusión de la responsabilidad si como individuo sienten que tienen un papel protagonista en la derrota del virus.

Por ejemplo, continuamente se menciona en los medios de comunicación la falta de sentimiento de responsabilidad que tiene la población joven en los contactos de riesgo y la transmisión del virus. Es cierto que a corto plazo, con una probabilidad menor de padecer la enfermedad en su formato más virulento, los jóvenes podrían llegar a decidir que pasar el virus es “un mal menor” en contraposición de todas aquellas experiencias que se están perdiendo a cambio (quedar con su grupo de iguales, conocer a nuevas personas, aprovechar el tiempo y la juventud a tope, etc…), y ¡ojo! que somos conscientes que estamos hablando de una parte de los jóvenes y que a nivel general esta franja poblacional no se comporta irresponsablemente. Explicar las consecuencias menos cortoplacistas haría que muchos se plantearan según qué comportamientos. Si los órganos gestores de esta pandemia consiguieran alianzarse con esa población joven exponiendo los escenarios poco alentadores que a largo plazo podrían esperarse en el plano económico, siendo ellos la principal población afectada por estar en edad laboral, se conseguiría cambiar el enfoque de “medidas que coartan libertades” por “medidas que van en su propio beneficio”.

  • Evita caer en la trampa de la difusión de la responsabilidad: es cierto que estatalmente se suelen proponer unas medidas disuasorias/punitivas poco efectivas si la autoridad no está presente (véase el caso de las multas). Por tanto, intenta encontrar un ejemplo de situación mediante la cual podrías asumir la responsabilidad de que la realidad de la pandemia sea un poco más benévola gracias a ti, comprométete con ello (y contigo mismo) y refuérzate día a día por cumplir con el objetivo.

No habrá una solución local sin una global, y a su vez todo eso no se producirá sin una responsabilidad y compromiso individual. 

  • Fomentar el sentimiento de colectividad, es decir, rodearse de sujetos en las mismas circunstancias y reforzar la concepción de estar siendo resilientes. Por el contrario, un modo de afrontamiento enfocado bajo el prisma de la comparación continua y el sentimiento de desfavorecimiento provocará una menor tasa de aceptación de la situación y un abordaje menos efectivo ante unas medidas que ya están impuestas y no por más oponerse a ellas va a mejorar la situación personal.

Eso no significa que emociones del tipo enfado, incomprensión, miedo, pesimismo, hastío (y un largo etcétera) no sean válidas, sino que un bloqueo en ellas harán que sean más desadaptativos los comportamientos y los procesos anímicos en el día a día. 

Para ello el plantear la situación como una solución de problemas, la ventilación emocional con personas de confianza y recordar qué herramientas útiles se tienen ya (fruto de la experiencia adquirida durante la primera oleada del virus) para afrontar este tipo de escenarios marcarán la diferencia este el bienestar psicológico y los estados de ánimo disfóricos.

  • Conectando con el punto anterior subrayamos que nuestras emociones juegan un papel fundamental: préstales atención y valídalas con frecuencia. Tener un diario emocional o incluso dedicarles un ratito al día a través de la meditación y el Mindfulness o conciencia plena evitará que el posible estrés derivado de estar confinados vaya subiendo como la espuma hasta detonar en cuadros agudos de ansiedad, como podrían ser los ataques de pánico.
  • Vigila al miedo de cerca… El miedo es una respuesta innata a situaciones desconocidas y que suponen cierta amenaza a nuestra integridad y supervivencia, y nos prepara para protegernos y cuidarnos. Que aparezca es adaptativo. Sin embargo, podríamos considerar que no se está gestionando ajustadamente cuando alcanza niveles en los que nos genera malestar e incluso llega a paralizarnos. Esos casos serían en los que es necesario intervenir sobre ello. En esos momentos, la exposición progresiva a la fuente generadora de miedo, ya sea en vivo o en imaginación, será el modo de superarlo (versus la evitación del estímulo temido). Unido a la anterior, será necesario gestionar los pensamientos automáticos o negativos; técnicas como la distracción y relajación también ayudarán.
  • Mantén a raya los pensamientos negativos o recurrentes. ¿Cómo? Primero de todo detecta cuáles son y analiza con qué esquema nuclear conectan; algunos de los más comunes suelen ser el miedo, la anticipación, el acortamiento de futuro o los sentimientos de soledad. Busca qué datos empíricos encuentras que los apoyen o, si por el contrario, podrían irse reestructurando por otros más adaptativos, constructivos o positivos.
  • Y por último, permítete tolerar cierto grado de duda. Como escenario de duración incierta que es, va a ser muy difícil tener toda la información que nos haga tranquilizarnos, por tanto, asume poderte quedar con la duda en ciertas ocasiones. Conforme vaya pasando el tiempo, y se vayan viendo los resultados epidemiológicos de estas medidas de confinamiento, y paralelamente vaya habiendo avances científicos, podrás abordar en presente los nuevos acontecimientos, con datos empíricos, en lugar de rellenar información con datos imaginados ante la incertidumbre y el desconocimiento, ya que cuando no tenemos evidencias para explicar lo que está ocurriendo tendemos a hacerlo.
  • Poner especial atención a la población infantojuvenil. Sobre todo antes de los 5-6 años, edad en la que el cerebro no se ha desarrollado por completo y por tanto pueden hacerse mucho más patente las carencias derivadas de esta etapa de confinamiento y aislamiento social o experiencias de vida menos enriquecedoras.
  • Crea o potencia redes sociales de apoyo de cercanía: ahora que va a tocar no moverse demasiado y hacer más vida en el barrio podríamos empezar a usar ese concepto no sólo en el sentido explícito de la palabra (como área geográfica), sino fomentar el crear el sentimiento de pertenencia a un lugar, la ayuda mutua, el tener un núcleo cercano (independientemente de si la familia vive allí o no) para que en situaciones como éstas de nuevos confinamientos no se corten lazos, haya nexos de apoyo y no se desencadenen situaciones de aislamiento social que pueden llevar más fácilmente a experienciar esta realidad con mucho malestar.
  • Encuentra el modo de convivir con este problema: fija hábitos saludables, diseña una rutina, y vuelve a hacer del sitio en el que vives un hogar.
  • Controla variables como la organización y el orden, los ruidos, la temperatura, el descanso y alimentación, y los espacios propios (si convives) como modo de asegurar el bienestar, ahora que toca pasar más tiempo en casa.
  • No abandonarse ante la dificultad. Recuerda si fuiste de aquellos que salieron reforzados del primer confinamiento, y recupera todas aquellas medidas que en aquel momento funcionaron: hacer ejercicio físico, cuidar las relaciones interpersonales y estar en contacto con figuras de apoyo telemáticamente si no es posible en persona, dedicar tiempo a uno mismo así como atender a las actividades agradables un tiempo mínimo al día (se recomienda no menos de 30 minutos siempre que sea posible), etc… 

Si por el contrario en aquellos momentos las circunstancias no te lo facilitaron y costó más llevarlo bien, ¡aún se está a tiempo! aprovecha para intentar poner en marcha todo lo anteriormente expuesto, o pedir ayuda profesional si observas que por ti mismo no está siendo posible.

La ansiedad es un mecanismo de defensa evolutivo, que se convierte en perjudicial tanto física como psicológicamente cuando se mantiene en niveles muy altos a lo largo del tiempo, pero que bien gestionada, es adaptativa en la medida en la que pone gran parte de nuestros recursos cognitivos y somáticos a disposición de un proceso de solución del problema que nos hará solventar las dificultades a las que estemos sometidos, ya sean el Covid-19 o de la vida en general. 

Es decir, gestionando de forma consciente la carga ansiógena propia del momento presente con herramientas como las propuestas en este blog conseguiremos reforzar nuestras capacidades adaptativas ante futuras situaciones de estrés.

En resumen, reconciliarnos con este tiempo extraño que estamos viviendo nos servirá para aprender mecanismos de afrontamiento eficaces de cara a posibles envites que puedan tener lugar a lo largo de toda nuestra vida. 

Escrito por: Maite Nieto Parejo

Fuentes:  Martos Garrido, A. (2020). Se hizo el silencio. Ediciones Alfar S.A., https://www.rtve.es/noticias , https://www.lavanguardia.com/vivo

6 curiosidades psicológicas que demuestran nuestro lado oscuro

En la actualidad, como en diversas épocas de nuestra historia, se están dando comportamientos sociales que nos hacen cuestionarnos palabras como empatía, comprensión, comportamiento prosocial o altruismo, y si estas se dan verdaderamente en nuestra naturaleza o si de verdad son comportamientos aprendidos y generalizados en nuestro desarrollo. Del mismo modo, son muchas las investigaciones que buscan dar respuesta al caso contrario a nuestro mal llamado “lado oscuro”, siendo una época muy fértil en ese sentido el desarrollo de la psicología social en la segunda mitad del siglo XX, que buscaba entender la creación de contextos favorecedores de ideas y regímenes totalitarios. En estos planteamientos, se buscó cuestionar los límites de nuestra propia moralidad y si realmente el contexto social donde estamos insertos influye y condiciona nuestro comportamiento, realizando comportamientos y desarrollando actitudes a priori censurables y sin embargo, perfectamente posibles bajo determinadas condiciones contextuales concretas.

Dos ejemplos claros reflejan con tremenda verosimilitud cómo realmente las personas podemos realizar actos verdaderamente cuestionables. El primero, realizado por el profesor Zimbardo en la Cárcel de Stanford, mostró cómo se producía un proceso de deshumanización en sus participantes si se influenciaba en los roles sociales y la autoridad que de ellos se emanaba. Así, mediante un contexto que emulaba el funcionamiento de una cárcel, se dividían a los participantes en dos: uno de ellos en rol de carcelero, otro grupo era separado en rol de prisionero. En poco más de dos días se observó un tremendo cambio en los participantes, donde los carceleros empezaron a ejercer comportamientos punitivos muy por encima de lo permitido; provocando motín entre los prisioneros y una respuesta represiva violenta, siendo tal el clima de hostilidad que el experimento tuvo que finalizarse mucho antes de tiempo. En otro experimento, realizado por la Escuela de Palo Alto (California) en los llamados experimentos de la Tercera Ola, buscaba imitar condiciones similares dadas en la Alemania Nazi para explicar el surgimiento y posterior proliferación en la sociedad alemana de ideas totalitarias, sin que esta pudiera frenar su avance o anticipar tan dramáticas consecuencias. Con reglas básicas de disciplina (llegar al sitio y sentarse bien en pocos minutos), se fue aumentando el rol autoritario progresivamente y distinguiendo a alumnos dentro del movimiento por cuestiones meramente físicas o por manifestar determinado, tuvo que suspenderse al quinto día por la rápida adhesión en el centro educativo y los comportamientos diferenciales de gran parte de los alumnos. Estos dos ejemplos constituyen sendos ejemplos de los cambios a nivel individual se producen por influencia directa de su contexto, y que no hacen sino ejemplificar lo vulnerables y peligrosos que nos mostramos ante determinados contextos, y que han sido llevadas al cine en películas bastante fidedignas.

En la actualidad, como en diversas épocas de nuestra historia, se están dando comportamientos sociales que nos hacen cuestionarnos palabras como empatía, comprensión, comportamiento prosocial o altruismo, y si estas se dan verdaderamente en nuestra naturaleza o si de verdad son comportamientos aprendidos y generalizados en nuestro desarrollo. Del mismo modo, son muchas las investigaciones que buscan dar respuesta al caso contrario a nuestro mal llamado “lado oscuro”, siendo una época muy fértil en ese sentido el desarrollo de la psicología social en la segunda mitad del siglo XX, que buscaba entender la creación de contextos favorecedores de ideas y regímenes totalitarios. En estos planteamientos, se buscó cuestionar los límites de nuestra propia moralidad y si realmente el contexto social donde estamos insertos influye y condiciona nuestro comportamiento, realizando comportamientos y desarrollando actitudes a priori censurables y sin embargo, perfectamente posibles bajo determinadas condiciones contextuales concretas.

No son los únicos. Os acercamos otros ejemplos claros de clara presencia de comportamientos reprobables estudiados y replicados en ambientes experimentales.

  1. Efecto de la deshumanización fragante. Bajo determinadas condiciones, podemos mostrar rechazo o desprecio a personas, sobre todo a aquellas que consideramos de menor estatus o en una situación de vulnerabilidad social importante. Estudios con neuroimagen confirman como jóvenes universitarios muestran menor activación cerebral asociada ante personas sin hogar o con problemas relacionados con las drogas con respecto a personas consideradas de mayor estatus. No sólo eso, también los jóvenes mostraban menor empatía a personas mayores y de la tercera edad; mientras que en otros se consideraba menos evolucionada a personas de una determinada etnia o religión, siempre considerada alejada a su grupo de referencia. Esta tendencia además comenzaba en edades realmente tempranas: los niños de cuatro años ya presentaban mayor inclinación hacia personas de su propio grupo que por el grupo externo.
  2. Creencia del Mundo Justo. Dicha creencia defiende, a grandes rasgos, que las consecuencias de nuestras acciones se explican en función de nuestras propias decisiones, como una forma de preservar nuestra propia autoestima y la forma con lo que nos explicamos el mundo; cuando muchas veces las circunstancias que nos ocurren nada tienen que ver con lo que realmente. En un experimento, se dieron descargas eléctricas en función de las respuestas correctas e incorrectas. Así, los participantes denominaron menos atractivas a las personas que cometían más errores, sobre todo a aquellas que nada podían hacer para aliviar su sufrimiento, como una forma de justificar el hecho de que recibieran más o menos descargas en el experimento.
  3. Somos más dogmáticos de lo que pensamos. En un clásico experimento de psicología social, el hecho de pensar que las personas cambiarían sus ideas cuando se presentaran ejemplos claros que contrargumenten sus ideas es falso, como mostraron la presentación de todo tipo de argumentos a los participantes en contra de la pena de muerte a unas personas con tendencias favorables a ella, que no sólo no cambiaron sus ideas de partida, favoreciendo y polarizando las ideas que ya de por sí tenían, y obviando e ignorando escuchar argumentos que negasen la credibilidad de los mismos. Mostrando que cuando consideramos que nuestras creencias son superiores a otras, nos disuade de buscar información relevante.
  4. Preferimos electrocutarnos antes que estar solo con nuestros propios pensamientos. Una afirmación cuánto menos desesperanzadora, pero los resultados que recogen un estudio realizado en el año 2014, arrojó cifras dramáticas: el 67 % de los hombres y el 24% de las mujeres preferían darse pequeñas descargas eléctricas que pasarse 15 minutos de contemplación pacifica con sus pensamientos. No solo eso, en otro estudio replicado sobre este primero, se demostró una tendencia generalizada a realizar cualquier tipo de actividad (más sí es de su interés) por encima de pasar un periodo de tiempo en nuestros propios pensamientos.
  5. Somos unos hipócritas morales. Con el efecto actor – observador, se observó que tendemos a juzgar más duramente aquellas acciones realizadas por extraños que aquellas realizadas por gente cercana, amigos o nosotros mismos. De este modo, en el experimento se simuló la situación de juzgar una infidelidad de acuerdo a varios niveles de cercanía, siendo más frecuente el juicio a factores internos cuando las personas no eran conocidas y más dado a hacer atribuciones externas o situacionales cuando el agente de la infidelidad éramos nosotros mismos o gente muy cercana. Este efecto incluso se producía con actos groseros o violentos, viendo la doble moral imperante en nosotros mismos.
  6. Y también troleamos de manera excesiva. Un estudio realizado en twitter mostró como el estar de mal humor influía en nuestra tendencia a duplicar la actitud de trolear y engancharse a situaciones de troleo, en una especie de circulo vicioso que aumenta los pensamientos desagradables como bola de nieve, revelando como el contexto y el estado de animo favorecen la aparición de determinadas actitudes en redes sociales.

A pesar de los hallazgos aquí recogidos, no pretendemos desanimaros con lo cuestionable de nuestra propia naturaleza, ya que este tipo de estudios nos ayudan a entender la aparición y desarrollo de conductas desadaptadas y/o contraproducentes. Asombraros con lo leído, hay muchos más hallazgos y mucho de lo que aprender de nosotros mismos.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente Research Digest.

¿Está el trabajo a punto de matarte?

Extraída de webconsultas.com
Extraída de webconsultas.com

Tan contraproducente para nuestra salud es no trabajar o no hacer nada fructífero como trabajar sin descanso y sin tener días de “reseteo”, con el ocio convertido en contenido de película de ciencia ficción (y considerado improductivo e inútil). Algunos lo hacen por trabajos sobre-exigentes, con grandes cantidades de estrés y con listas interminables, otros lo hacen por que confunden el trabajo con identidad, de manera que sacrifican “cómodamente” su salud (física y psicológica), relaciones personales o intereses personales en pos de las expectativas y las presiones sociales y profesionales, apoyando su estima personal y su sentido vital en las metas personales. Estas dos situaciones, con graves consecuencias para la vida de los implicados, reciben el nombre de burn-out y workalcoholismo, respectivamente, y son dos caras de una misma moneda. Y todo queda amplificado exponencialmente por la invasión de las nuevas tecnologías y redes en nuestra cotidianedad, haciendo el más díficil todavía desconectar.

Hablar de burnout es hablar de sobrecarga. La persona que lo sufre experimenta un estrés exacerbado debido a la carga (intensa, permanentemente exigente, con demandas que surgen incesantes y continuas y que exceden a la capacidad de afrontamiento de la persona). Es en estos casos cuando la persona se ve sobrepasada, ya sea por una estructura laboral ineficaz, ya sea por las propias dificultades de la persona en poner límites, delegar funciones o simplificar acciones. En el otro extremo, las personas adictas al trabajo, “eligen” sacrificar su tiempo libre con jornadas mayúsculas de trabajo. Aquí es la persona quién es el motor de esta decisión, ya sea por una posible mejora en su trabajo, ya sea por cumplir las expectativas que la empresa le exige. De cualquiera manera, y en las dos situaciones, la persona ve afectada su salud por algo considerado primordial como el trabajo.

Curioso resulta un estudio en el que relaciona tres de los países con mayores horas de jornada laboral y PIB (producto interior bruto) con los niveles de felicidad de la población. Estos tres países (Estados Unidos, Japón y China) resultaron con niveles de felicidad muy por debajo (Estados Unidos era el único en el TOP 20, en el 18 concretamente), en contextos donde se informaban que la mitad de la población aprovecha el tiempo de sus vacaciones pagadas haciendo trabajo extra (EEUU), con una 20 % de población joven en  riesgo de morir por muerte por exceso de trabajo o “karoshi” (Japón), o con jornadas laborales de  996 (12 horas los 6 días de la semana) (China). Todos ellos dejando claro que la riqueza no era sinónimo de felicidad.

De esta manera se hace necesario en esta sociedad es necesario redefinir los conceptos de felicidad y éxito, puesto que la amenaza de muerte por exceso de trabajo no es suficiente. ¿Qué influye realmente para que las personas nos convirtamos en adictas al trabajo? ¿somos conscientes de que variables laborales y personales están implicadas en esta conducta cronificada y tremendamente perjudicial? Aquí os damos unas pistas

  1. Laborismo. Es un término que surge cuándo no solamente el trabajo cumple la resolución de necesidades básicas, sino cuando pasa a convertirse en el centro de la vida, perdiendo otros muchos aspectos que se consideran primordiales. Definir la línea que separa nuestra realización personal con el exceso de espacio que se le pone al trabajo también es responsabilidad nuestra
  2. Desconexión y aislamiento. Paradójicamente, la tremenda conexión de las redes sociales ha provocado una desconexión de las personas. De este modo, podemos trabajar y al instante estar conectados con un montón de personas, tanto para charlar como para que nos hagan funciones que no podemos hacer por estar ocupados (nos traen la  comida, nos limpian la casa, compramos en tiendas online) pudiendo estar mucho tiempo (días, semanas e incluso meses ) sin tener que interactuar con nuestros amigos, familiares o vecinos, desconectándonos de nuestra propia vida.
  3. La masculinidad tóxica, o “la ley del más fuerte”. en efecto, el género masculino ha sido tradicionalmente educado para no expresar sus emociones, callar el dolor ir enterrar sus traumas, distrayéndose y compensando con largas jornadas con miles de cosas que hacer, con tal de no confrontar y aceptar nuestras emociones. Pasar jornadas maratonianas de trabajo previene la auto compasión y perpetúa este patrón crónico.
  4. Los peligros de confundir el éxito con la valía personal, el conseguir sólo metas materiales y relacionadas con determinados resultados, de manera que la persona se enfoca en conseguir dichas metas sin dar importancia a otras esferas de su vida. Esto es lo que sea denominado como “rol centrado en el trabajo”, cuando la persona es incapaz de definirse más allá del trabajo que realiza.

El escenario que puede provocar todos estos patrones de comportamiento crónicamente perpetuados, provocan un colapso en el sistema endocrino, con niveles exagerados de cortisol en sangre, hipertensión arterial, y toda una serie de síntomas fisiológicos con grandes efectos para nuestra salud. Siendo el karoshi, una posibilidad probable si no se cambia las condiciones laborales tan excesivas .

Una buena manera de ver en qué estado estamos respecto a nuestro nivel de trabajo,  es responder a una serie de preguntas como autobús acción para saber el nivel de estrés:

¿cuanto te pasas el día trabajando sin ver a tu familia?

¿prefieres trabajar que hacer otro tipo de actividades?

¿usas estimulantes para trabajar más horas?

¿tienes dificultades para delegar tareas bien por qué no pueden realizarse correctamente, bien por qué prefieres que seas tú quien quién las realice?

¿haces una gran variedad de tareas en modo multitasking?

¿te pones nervios@ si las cosas salen fuera de lo previsto o si hay alguna situación que no tenías en mente?

¿sabes qué hacer con tu tiempo de ocio, sabes estar sin trabajar?

Una gran mayoría de respuestas sí a estas preguntas, pueden mostrar una alta vinculación con tu trabajo, no deseada y con efectos contraproducentes para ti. Ponerle fin y restringir sus efectos, ya sea con ayuda profesional, realizando actividades de ocio, pasando tiempo con tus seres queridos o haciendo cosas que te gusten, o practicando mindfulness o relajación puede ayudarte alegada con los efectos desagradables de esta gran implicación tuya con el trabajo.

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: Psychology Today

¿Cómo escuchar nuestra propia voz?

Extraída de www.lecturafacil.com
Extraída de www.lecturafacil.com

Nuestra propia voz no es otra cosa que la metacognición. Una serie de mecanismos cerebrales que optimizan nuestros propios procesos cognitivos y llegan a la resolución de situaciones complejas, y con ello la producción de nueva información, que no es otra que aprendizaje nuevo. Metacognición es evaluar y reflexionar sobre nuestros pensamientos y nuestras acciones, desarrollar conciencia de nuestros comportamientos adaptados (y no tan adaptados), reflexionar sobre pensamientos automáticos que pueden llevarnos a círculos viciosos autodestructivos, generar nuevos pensamientos constructivos, formular nuevos planes, ejecutar acciones mejoradas…La metacognición es algo muy bueno y necesario y permite desarrollar el autocontrol, la independencia y la autogestión, una brújula interna que nos sirve de coordenada y de criterio interno. Aprender a escucharla puede ser a veces una tarea ardua y complicada, cuando tenemos suficientes distracciones externas (redes sociales, la opinión de los demás, los medios de comunicación, situaciones atractivas a corto plazo) e internas (nuestros propios pensamientos, que a veces son nuestros peores enemigos) que nos impiden escucharla, desarrollarla y entrenarla.

En este mundo de sobreestimulación y búsqueda de acciones siempre útiles y con resultados claros y medibles, puede no siempre ir a nuestro favor y facilitar acciones y situaciones “por inercia” que no solo perjudica nuestra capacidad de resolución de problemas, sino también la capacidad de orientarnos hacia nuestras metas y motivaciones más profundas. Poner en altavoz a nuestra propia voz es una inversión a nuestro favor. Y las formulas sencillas para ello son estas:

  1. Busca la calma. Busca un sitio tranquilo, sin demasiada estimulación y siéntate un rato escuchando lo que hay a tu alrededor. O elige un paraje cercano natural y verde de tu barrio, y camina por él focalizándote en lo que hay a tu alrededor. Buscar la tranquilidad puede ayudarte a calmar el malestar interior y ayudarte a priorizar una serie de diálogos respecto a otros.
  2. Siente la pena y tus emociones. Los intentos iniciales de escuchar nuestra propia voz pueden despertarnos emociones, pensamientos y acciones inesperadas y desagradables. Bucear por nuestro arco emocional sin tener un buffer mental o actividades que nos distraigan pueden ayudarnos a exponernos al dolor, y paradójicamente, ayudarnos a avanzar hacia las acciones que realmente pueden mejorarnos.
  3. Deja distracciones impulsivas y resiste unos cuantos minutos (y luego resiste unos poquitos minutos más). Darnos cuenta de nuestros propios círculos de escape y dejar de hacerlos en favor de una experimentación de nuestro malestar que puede hacerse manejable, llevable hasta que pueda relativizarse y normalizarse, puede ayudarnos a afrontar mejor nuestros problemas y focalizarnos en soluciones reales a nuestras dificultades.
  4. Limita tu exposición a consejos no solicitados. Todos necesitamos el apoyo y la ayuda de los demás, pero dejar que los demás solucionen problemas que al fin y al cabo son nuestros, no nos ayuda a afrontar las situaciones por nosotros mismos y aprender a base de hacerlo, fallar y levantarse, hacerlo, fallar y volver a levantarse hasta mejorar.
  5. Registra, escribe, expresa. Escribir sobre las cosas que nos afectan, narrarlas, ponerlas nombre y darles el peso que merecen ayuda paradójicamente a que no estén siempre en nuestra cabeza, darles un sentido y planificar nuevas acciones. Escribir puede ser un arma muy poderosa para nuestra autocompasión y desarrollar nuestras estrategias resolutivas, sin que tengamos que rumiar durante horas pensamientos circulares que son solo callejones sin salida.
  6. Auto -instruccionate. Darte una serie de instrucciones en situaciones dificultosas pueden significar un apoyo autónomo y propio para conseguir conductas concretas y dirigidas, controlar nuestra conducta y motivar hacia conductas futuras y los resultados positivos de nuestros comportamientos

Desarrollar nuestro dialogo interno es una tarea fructífera y constructiva, que nos ayuda a tener una visión más amplia de lo que nos pasa, y a la vez, nos orienta y alienta a lo realmente importante. Merece la pena.

Escrito por David Blanco Castañeda

Fuente. Psychology today.

Septiembre: un mes de buenos propósitos

 

Extraída de www.rockradioandmore.com
Extraída de www.rockradioandmore.com

Estamos en septiembre, el mes de la vuelta al colegio, al trabajo, a las rutinas. Y como inicio de las mismas, nos ponemos nuevos retos y objetivos. Durante el verano, en la mayoría de las ocasiones hemos podido disfrutar de algo de calma y salir de la rutina, algo que puede habernos ayudado a reflexionar sobre nuestra vida, a valorar diferentes prioridades y objetivos que tenemos y que quizá queramos cambiar y tratar de implementar nuevas formas y aspectos que hemos descuidado y de pronto nos damos cuenta de que son esenciales. Hay personas que hacen listados con lo que quieren conseguir, lo que quieren cambiar; otros simplemente hablan de ello, o se lo proponen a un amigo o familiar para hacerlo más fácil, ¿cuál sería la forma más efectiva de conseguir llevar a cabo y mantener los buenos propósitos?

Es por ello que me gustaría comentar qué tiene que ocurrir para que una actividad se convierta en un hábito y por qué es tan difícil conseguirlo. Para ello, voy a comentar un experimento realizado por Adams (1982) en el que se entrenó a dos grupos de ratas para presionar una palanca que les facilitaba una bolita de sacarosa. El primer grupo llevó a cabo la práctica 100 veces, el segundo grupo lo hizo 500. El objetivo del experimento era comprobar cómo se devaluaba el valor de la recompensa (bolita de sacarosa) cuando se le añadía cloruro de litio, el cual producía malestar en las ratas. La sorpresa llegó cuando el experimentador observó que el segundo grupo de ratas seguía accionando la palanca y comiendo la bolita con cloruro de litio, a pesar del malestar que les producía. Por otro lado, el grupo que sólo había presionado la palanca 100 veces, dejaba de presionarla tras conocer las consecuencias de la ingesta de la bolita. Las conclusiones son claras, la ejecución prolongada de una actividad hace que ésta sea mucho más rígida, menos deliberada y que dependa menos de las consecuencias que se obtienen al llevarla a cabo. A tenor de estos datos, para conseguir que una actividad se convierta en una rutina resistente al aburrimiento o al esfuerzo que supone practicarla, ésta se tiene que producir de manera masiva.

Uno de los motivos por los cuales es tan difícil dejar de fumar es que su consumo se vuelve tan reiterado que llega a ser natural en cualquier contexto y se convierte en una respuesta automática ante una gran cantidad de situaciones (ej. tomo café y fumo, salgo del coche y fumo, etc.) ¿Qué pasaría si aprovechásemos esa capacidad de asociación que tiene el ser humano en nuestro beneficio?

Hacer más ejercicio es uno de los propósitos más habituales en todos, y es verdad que durante los primeros días la motivación ayuda a que esto se consiga, pero, según la motivación va decayendo, se hace más complicado encontrar el momento, se vuelve un problema la meteorología, el cansancio, etc. Sin embargo, si la ejecución de este propósito fuera una necesidad y no se convierta en una obligación, lo más probable es que fuera más sencillo seguir manteniéndolo. Para la mayoría de las personas es muy complicado que ir al gimnasio se convierta en un hábito si asistimos tan sólo una o dos veces por semana. Si lo hiciéramos dos o tres veces al día, estaríamos masificando la conducta «deporte» y automatizándola, haciendo que fuera muy fácil su ejecución. Está claro, que para muchos no es posible ir al gimnasio varias veces al  día, pero seguro que sí lo es buscar conductas afines que estén dentro del campo de la conducta que queremos convertir en hábito, en este caso, de hacer deporte, como puede ser montar en bici, correr en lugar de andar, jugar un partido. Otro ejemplo sería encontrar distintos momentos y entornos para hablar en inglés, aunque fueran breves (para aquel cuyo objetivo fuera mejorar su fluidez en otro idioma).

Como conclusión, una manera de lograr que los propósitos que nos hacemos cada año lleguen a buen término es multiplicar en la medida de lo posible la cantidad de veces que se realiza esa actividad, siendo quizá más importante la frecuencia que la intensidad o duración de la misma (por lo menos al principio).

¡Seguro que lo conseguiremos!

Escrito por Sara Reyero Serret

REFERENCIAS:

Adams, C. D. (1982). Variations in the sensitivity of instrumental responding to reinforcer devaluation. The Quarterly Journal of Experimental Psychology Section B, 34, 77-98

Educar en tolerancia, cuando la diferencia enriquece y no asusta.

Imagina que estás en la cola del supermercado y de repente tu hijo de tres años señala con el dedo a otro niño y te pregunta en voz alta, “mamá, ¿por qué ese niño tiene la piel marrón?”. A medida que las cabezas se giran y te observan, la vergüenza nos invade. Es comprensible que puedas preocuparte por aquello que imaginas que estarán pensando esos adultos cuya atención ha sido captada por la pregunta de tu hijo: “¿qué van a pensar de mí como padre/madre?”, “¿qué respondo a mi hijo/a?”… O incluso, puede que te preocupe el origen de este cuestionamiento, “¿por qué me pregunta esto? ¿mi hijo tiene prejuicios?”

Cuando los padres se encuentran ante estas situaciones deben saber que al hacer este tipo de preguntas, los niños en edad preescolar no están juzgando. Pueden notar diferencias en la apariencia, pero generalmente todavía son inocentes en cuanto a los estereotipos que sí podemos tener los adultos. En este sentido se debe más a su curiosidad natural acerca de cómo es el mundo y su deseo por definirse e identificarse como individuos, siendo este habitualmente el motivo por el que hacen preguntas al respecto del color de piel, orientación sexual, sexo-género, etc. Por este motivo, nuestra respuesta debe ser también natural.

Foto extraída de momentsaday.com
Foto extraída de momentsaday.com

 

El que sean pequeños no debe ser un impedimento para aprovechar estas situaciones y enseñarles valores positivos respecto a la tolerancia. De hecho, ésta podría ser una oportunidad para enseñarle cómo las personas debemos tratarnos entre sí y comportarnos, pudiendo transmitirle una visión del mundo como un lugar mucho más interesante y rico gracias a la diversidad. Explicarles que las personas somos diferentes entre sí, que todos tenemos particularidades y diferencias que nos hacen únicos y especiales, pero que a la vez también nos asemejamos.

Sin una participación activa de los padres en este tema desde el principio, corremos el riesgo de no ser nosotros los que le transmitamos estos valores, dejando como modelo a otras fuentes, repletas de prejuicios y estereotipos acerca de las personas y sus diferencias. Esta transmisión puede ser espontánea y natural, a partir de los comentarios que nosotros mismos hacemos de las diferencias que encontramos en otras personas, ya sea en la calle, en el centro escolar o bien en la televisión o el cine. Asimismo, las actitudes no explícitas que desplegamos van guiando al niño/a sobre qué opinión deben tener sobre las diferencias observables en los otros. Por ejemplo, si cuando al caminar por la calle nos cruzamos con una persona de diferente procedencia étnica y sujetamos al niño para acercarlo a nosotros, le estaremos transmitiendo un mensaje claro basado en la desconfianza y en un estereotipo negativo sobre ese grupo étnico. Estas comunicaciones implícitas son tan o más potentes que cualquier mensaje intencionado por parte de los padres.

Más adelante, cuando sea un poco más mayor puede que en alguna ocasión haga algún comentario insensible sobre otra persona; en este momento debemos, con calma, intentar que se ponga en el lugar del otro, que comprenda cómo podría sentirse él o ella si es despreciado por otros. Cuando sea un poco mayor podemos abordar la intolerancia de una forma un poco más elaborada, explicando que «a veces la gente tiene miedo de que otra persona sea diferente y esto les hace actuar de forma incorrecta hacia el otro, lo que les aparta de conocer mejor a esa persona. Ni el color de piel, ni la procedencia, ni la orientación sexual, ni la religión o ausencia de religión, o cualquier otra característica define a las personas”.

Trata a tu hijo/a con respeto. Si tu hijo/a se siente bien consigo mismo y está seguro de su lugar en el mundo, será menos propenso a tener miedo de la gente que es diferente de él o ella. Un niño que se siente seguro y tiene una imagen positiva de sí mismo no tendrá necesidad de poner a la otra persona por debajo para sentirse valioso. Vivir con la idea de que el mundo es un escenario hostil, donde las personas diferentes son una amenaza, nos hace sentir inseguros, ansiosos y limitará nuestras relaciones con los demás. Vivir sin odio a lo desconocido nos hace más felices y facilita la creación de un mundo mejor para las generaciones venideras.

Fuente: Psychology Today, tolerance.org

Escrito por María Rueda

 

 

 

La construcción de las motivaciones en los niños y niñas

¿Qué motiva a un niño o una niña a hacer los deberes de matemáticas? ¿Su pasión por los números? Probablemente no. En general, no hay un amor a las matemáticas y por tanto las estudiamos, sino al contrario; llegamos a amar algo cuando nos sentimos bien con ello.

Por tanto, ¿qué motivará a estos niños a hacer los deberes? ¿La promesa de un premio? Podría ser. Pero entonces sólo los hará mientras haya premios y durante el tiempo en el que estén interesados en premios. Por tanto, la motivación será hacia el premio, pero no hacia aprender matemáticas.

Nuestras motivaciones más profundas vienen de nuestra identificación con algún sistema de valores y se desarrollan a fuego lento, a través de miles de interacciones con otras personas relevantes. Aquello que nos motiva consiste en un intento de vivir de acuerdo a las expectativas que tenemos sobre lo que somos y lo que queremos llegar a ser, a los ideales que valoramos. 

Foto extraída de: lanuevafrontera.aprenderapensar.net
Foto extraída de: lanuevafrontera.aprenderapensar.net

Contrariamente a la creencia popular, este tipo de valores no surgen espontáneamente desde nuestro interior. Tampoco consiste en una transmisión de padres a hijos, sino que se desarrollan lentamente en innumerables interacciones con los padres, maestros, mentores, amigos, compañeros,…

Nuestra identidad, la teoría que nos hacemos sobre quién soy yo, es un motivador poderoso. Cuando nos identificamos con un conjunto de valores, imágenes e ideales, también nos motivamos para defender esos valores, imágenes e ideales. Después de todo, los valores y los ideales se convierten en lo que somos; se convierten en nosotros mismos.

La importancia de interiorizar los valores:

Los padres tratan de influir sobre la construcción de los valores de sus hijos de muchas formas. Aquí indicamos tres de ellas, no todas recomendables.

Manifestación de poder. Los padres tienen más poder que sus hijos. Como resultado, los padres pueden hacer que los niños hagan muchas cosas simplemente por la existencia de la jerarquía. Los padres pueden castigar a los niños, amenazar con castigos, retirarles privilegios…

Retirada del afecto. Los niños quieren que sus padres los quieran por encima de todo. A veces algunos padres usan la estrategia de “retirarles el amor”, haciendo patente que el afecto es contingente al comportamiento del niño.

Inducción de valores. La inducción de valores consiste en intentar explicar las razones por las que un comportamiento es deseable o no es deseable. Cuando un padre explica las verdaderas razones por las que considera que algunos comportamientos son buenos, los niños serán más propensos a apreciar esos valores e interiorizarlos.

¿Cuál de estas tres técnicas es la más poderosa? La manifestación de poder y  la retirada de afecto son maneras que pueden incitar a los niños a cumplir con los deseos de los padres, sin embargo, tienen un efecto a corto plazo. En especial, la retirada del afecto es contraproducente, pues genera en el niño inseguridad. Sentir que tus figuras de referencia te quieren incondicionalmente, es un elemento esencial en el desarrollo sano. Décadas de investigación muestran que la inducción de valores es el único modo de influir en los niños de forma duradera. Aquellos niños que entienden y aprecian los valores de los padres son más propensos a interiorizar y actuar en consonancia con ellos.

Actúo en base a la idea de quién quiero ser:

Somos, en parte, lo que pensamos que somos. Lo que pensamos que somos, nuestra identidad, se basa en una especie de teoría del mí mismo. Actuamos en función de nuestras teorías de lo que queremos ser. Si un niño o una niña quiere ser una estrella deportiva, entendemos que se identificará con aquello que significa para él o ella ser un/una deportista. En este sentido, ser una estrella deportiva es una especie de identificación, “me identifico con ser una estrella deportiva”. Valoramos una manera de ser y de trabajar y nos identificamos a nosotros mismos con esa forma de hacer.

Por tanto, parece ser que la clave para el cultivo de la motivación en los niños es preguntarse: ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a construir una “teoría de sí mismo”? ¿Qué estoy haciendo para ayudar a mi hijo a identificarse con un conjunto de valores?

Fuente: psychologytoday.com

Escrito por María Rueda

Hábitos cognitivos para una mayor Flexibilidad Mental

Por más que lo intento, no puedo quitarme este pensamiento de la cabeza y puedo pasarme horas dándole vueltas”, “Al final vuelvo a hacer lo mismo una y otra vez. El resultado siempre es el mismo y no me encuentro mejor”…estas frases, servidas a modo de ejemplos, nos muestran como en ocasiones las personas tendemos a fijarnos en  un punto de vista rígido y único, repitiendo patrones de comportamiento que no siempre van seguidos de consecuencias positivas y cuyos efectos nos provocan más ansiedad y sufrimiento incluso que las situaciones de las que son originarias. En éstas, nos comportamos de manera inflexible, sin tener en cuenta  que la flexibilidad mental, relacionada con nuestra habilidad para la solución de problemas y generación de alternativas, es una garantía de equilibrio mental y afrontamiento de todo tipo de situaciones cotidianas.

Hablar de flexibilidad mental es hablar de cambio y evolución. Implica ajustarnos a un plan determinado, el nuestro propio; saber adoptar los comportamientos más adecuados a cada situación, en un constante toma y daca entre los condicionantes contextuales y nuestras propias preferencias personales. Por ello, os facilitamos toda una serie de recomendaciones para entrenar nuestra flexibilidad día a día

a)      Encuentra el equilibrio entre el pesimismo y el optimismo. El “efecto de la visión de túnel” (centrarnos en un único aspecto de la situación) o “el efecto de la tinta en el pañuelo” (un único pensamiento negativo tiñe la valencia cognitiva del resto) nos muestran como centrarnos en un único aspecto, acorde a un estado emocional determinado, no siempre es el adecuado. Acostumbrarnos a hacer una recogida de perspectivas (buenas y malas, negativas y optimistas) puede ayudarnos a tomar decisiones más realistas y ajustadas a la verdadera multiplicidad del momento.

b)     Desarrolla tu capacidad para adoptar perspectivas distintas: en terapia de pareja enfatizamos la importancia de tener en cuenta tres perspectivas distintas a la hora de abordar un conflicto; la nuestra propia, la de nuestro cónyuge y la de un observador neutral. En efecto, asumir que nuestra perspectiva no es la única posible y que siempre hay que ver la situación desde otros ojos, puede ayudarnos a inhibir conductas verdaderamente contraproducentes. Hablar con alguien cercano a nosotros, o bien escribirnos a nosotros mismos como si fuésemos un amigo externo, ayuda a salirnos de nuestra perspectiva y comprender que a veces hablamos influidos por pensamientos y emociones pero no por una consideración real del asunto.

c)      Comprende que no siempre las reglas empíricas tienen por qué cumplirse: a veces, por mucho que nosotros intentemos controlar o predecir lo que ocurrirá en el futuro, las cosas no siempre salen como nos imaginamos y hay que estar preparado para todo. Comprender que el futuro no existe y que la idea de que “sabemos lo que nos va a pasar” está más sujeto a una creencia que a la realidad en sí, permite descentrarnos de nuestros pensamientos y centrarnos en las consecuencias presentes de cada situación.

d)     Progresa en tu capacidad para la atribución interna o situacional: en el análisis de las situaciones, la teoría nos dice que las personas tendemos a sobreestimar la importancia de los rasgos personales a la hora de explicar el comportamiento de los demás, obviando lo situacional y cometiendo multitud de errores. Ser consciente de este hecho nos hace ser más cautos y no presuponer intención “de más” a los actos del otro.

e)      Limita el verdadero peso de los pensamientos y las emociones: después de una discusión acalorada con nuestra pareja o nuestros hijos, solemos darnos cuenta de que a veces hemos hablado más por la emoción o los pensamientos sobre la otra persona que por la propia situación que ha causado el conflicto. Pararnos a reflexionar, escuchar nuestras emociones y reconocer y sustituir pensamientos automáticos por otros más acordes con nuestros seres queridos puede ayudarnos a ser más flexible y no caer en el “otra vez con lo mismo”

f)       Equilibra los deseos inmediatos con tus metas a largo plazo: los pensadores flexibles saben que como se sienten ahora no se van a sentir en una semana, ni siquiera en un mes; saber que en el alivio momentáneo no está la respuesta y que lo más importante es seguir nuestras metas a largo plazo, hacen centrarnos en lo importante y asumir que un capricho diario no viene mal si es lo que queremos, pero siempre teniendo en cuenta nuestros valores en el horizonte.

g)      No dependas de la sensación de (in)certidumbre: a todos nos gusta sentirnos seguros, pero lo contrario no predice necesariamente un mal resultado. En ocasiones, en el riesgo y en lo desconocido puede estar la clave a lo que nos ocurre y dotarnos de la capacidad suficiente para tirarnos  a la piscina.

Recordad, la misma flexibilidad predice un esfuerzo diario y continuo y en la que se permiten errores y salidas del camino. Pero de eso se trata, mantenernos firmes en un ambiente que sabemos en constante cambio y evolución. ¡En la práctica reside el desarrollo de toda capacidad!

Escrito por David Blanco Castañeda.

Fuente: www.psychologytoday.com

Foto extraída de: www.cocodocpsicologia.es